Asfixiante

Shipp: Rengoku x Shinobu


—Te has recuperado muy rápido —expresó la azabache que miraba impresionada al rubio moverse con agilidad.

Rengoku la miró y le sonrió, estaba contento de por fin salir de allí ( y dejar de tomar la asquerosa medicina) y volver junto a su hermano pequeño, imaginar la soledad por la que estaría pasando lo angustiaba.

No obstante, la chica le hizo una seña para que se sentara, debía hacer una revisión más minuciosa antes de darle la buena noticia a su compañero.

Sin perder un segundo el rubio se sentó...y allí empezó su prueba de fuego.

Ella no lo notaba pero las manos con las que se sujetaba del sillón le temblaban, los escasos milímetros que separaban sus rostros era la causa de la tensión del pilar que no hallaba cómo ignorar su situación.

Y es que era imposible, la mirada de Shinobu examinaba cada centímetro de su ser, como si quisiera engatusarlo con sus orbes de un hermoso obsidiana que lo fascinaba

Fue cosa de segundos para que el aterrado varón sintiera sus mejillas enrojecerse, en vano trató de esquivar su mirada pero ella lo había tomado del mentón, elevando su rostro.

—¿Q-qué pasa? —cuestionó confundido.

—¿Eh? Por ahora no veo nada preocupante —anunció, centrada en su labor —.Al menos debiste peinarte un poco, tienes mucho cabello tapando tu cara —Se quejó, Rengoku soltó una risa por su descuido.

Las manos de la joven se movían a través de su abundante cabellera, como si se tratara de una caricia, tantos años ejerciendo cuidados médicos hicieron que Shinobu desarrollara una delicadeza indescriptible.

Uno tras uno fue retirando cada mechón de su cabello hasta por fin dar con los orbes con tonalidades como el atardecer, el cazador miraba expectante a su cuidadora, más que por la esperanza de darle el alta, por aprovechar esos pocos segundos para contemplarla sin levantar sospecha.

O al menos eso creía él.

—No debes exigirte mucho, tienes la cara roja —Ella imaginó que se debía al cansancio, el rubio se había pasado esa mañana caminando por los alrededores, así que era algo creíble.

Pero jamás había estado tan equivocada, un bajo "Sí" y una mirada esquiva eran el telón por donde ocultaba su vergüenza, y es que ambos eran ajenos en temas el amor, Rengoku era un primerizo, pero Shinobu dejó de creer en cupido hacía bastante tiempo.

—Todo bien —afirmó luego de unos minutos —Voy a recetarte algunos medicamentos en caso de…¿Qué haces? —Kocho lo miraba, éste retenía su mano que estaba en su mejilla.—Suéltame —exigió

—Tu mano es muy suave… —susurró él, centrado en el suave tacto de la palma ajena.

—¿Debería tomarlo como un insulto? —intuyó, como un mal recordatorio del poco uso que hacía de su espada.

—¡No! ¡No quiero decir eso! —Exclamó, levantándose cual soldado ante una chica que lo miraba con recelo

—...También voy a recetarte algo para la cabeza, puede que te falten neuronas —expresó, colocando diferentes hierbas en pequeños sobres.

Atrás, el pilar la miraba con cierta tristeza, los nervios que recorrían su ser le impedían decir o hacer algo, por el contrario, su corazón parecía que fuese a estallar en cualquier momento, una extraña mezcla de emociones que lo dejó confundido.

—Lo siento, no sé porqué dije eso.. —Se disculpó, pero la chica solo le dirigió una mirada fría y un suave "no hay problema"

Así, por más estúpido que se sintiese, y tratando de no seguir empeorando las cosas, tomó las medicinas que ella le extendió y se retiró de la sala, no sin antes observar de reojo por última vez la figura de la azabache que desapareció tras cerrar la puerta.

El solitario varón suspiró, alegre por ese cercano encuentro pero decepcionado por la despedida, en fin, debía centrarse ahora en iniciar rumbo a su hogar, con un sin fin de pensamientos en donde la joven era la protagonista.


Un RenShino para el que guste :)