Disclaimer: los personajes de Twilight son de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Rochelle Allison. Yo solo traduzco con su permiso.
Cosas Simples
Parte 3
—Gracias, Gar.
—No es problema, Bella. ¿Hay algo que pueda traerte antes de que nos vayamos?
—Estamos bien, creo.
—Llámame si necesitas algo —dice Kate—. Lo digo en serio.
Pongo traba a la puerta cuando se van y vuelvo al cuarto, donde Edward está recostado, mirando TV. Él sonríe perezosamente cuando me ve.
—Al fin.
Exhalando, me tomo un minuto para estudiarlo. Debo lucir muy estresada, porque la sonrisa de Edward se esfuma y se endereza.
—Bella... oye.
—Oye, tú —digo, sintiendo la tensión en mi pecho. El moretón que se ha formado en su ceja luce peor de lo que pensé que sería y me contengo para no perder el control.
—Ven aquí —dice él, haciendo una seña.
Por lo que voy, arrastrándome sobre la cama y envolviéndome alrededor de él. Tiene puntos a lo largo del centro y hacia la izquierda de su frente, y luego están los moretones, pero aparte de eso, parece estar bien. Aún así, no puedo borrar de mi mente la imagen de él tirado en ese campo.
—Está bien —dice, como si supiera lo que estoy pensando. Probablemente se note en mi rostro.
—No se vio bien —susurro, secándome los ojos.
—Pasa. —Levanta mi barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos—. He tenido peor. Confía en mí.
—Se vio horrible en la televisión. —Toco su mejilla—. Todos estábamos... asustados. Incluso Charlie.
Él me abraza fuerte.
—Mierda.
—Sí.
—Bueno... solo un juego más ahora, Bella. Y entonces...
—Entonces, terminas hasta que todo vuelve a comenzar —respondo, resignada.
—Quizás no.
Me siento, apartándome de sus brazos.
—¿Alguna vez serás feliz a menos que estés jugando? Lo dudo.
—Me conoces tan bien, ¿eh? —pregunta. Él suena entretenido, pero hay expresión terca, ligeramente molesta asomándose en su rostro. Quizás él ha estado pensando en las mismas cosas que yo. Quizás él nos extrañaba de la misma manera que nosotros a él.
Nos observamos el uno al otro por un largo tiempo. Los eventos del día finalmente pasan factura, dejándome exhausta. Mis pechos pican, y maldigo, notando que mi leche está saliendo.
—Tengo que tomar una ducha. Y exprimir —digo, señalando a mi pecho—. Siento que voy a explotar.
Él hace una mueca con compasión.
—Estoy sorprendido de que lograste dejar a Isla y Finn.
—Yo también. —Me pongo de pie, ignorando la ola de culpa—. Apesta.
—Estaremos en casa mañana.
—Lo sé. —Incluso más hormonas y emociones me invaden y me doy vuelta, quitándome las zapatillas y mi suéter.
Porque él me conoce demasiado bien estos días, él lleva sus piernas a un lado de la cama y me jala, ubicándome entre sus rodillas.
—Ellos estarán bien, Bella. Es solo un día.
Lo beso suavemente, asintiendo.
—Estoy tan feliz de que estés aquí —dice.
~tbts~
Ducharme es un gran alivio. Emerjo del baño sintiéndome mucho mejor, física pero también emocionalmente. Ahora que estoy en LA con Edward, y capaz de ver por mí misma de que realmente esté bien, puedo relajarme un poco.
Sin embargo, aún extraño a los niños, así que hacemos una videollamada con Emmett y Rose. Ellos están en la sala, mirando algo con Charlie, Makenna y Embry. Los gemelos están dormidos, recostados sobre mi hermano, lo cual me asombra porque su casa es muy ruidosa. Ya pasó la hora de dormir de Charlie, pero ha tenido un día difícil, así que se lo dejo pasar. Ella está más que feliz de ver a Edward, preguntándole tímidamente sobre su herida en la cabeza.
Luego, colapso sobre las mantas.
—¿Crees que siga funcionando el servicio a la habitación?
—Siempre. Ordena algo.
Estoy hambrienta, pero Edward logra comer algo también, a pesar del hecho que sus analgésicos hayan arruinado su apetito. Despejamos la cama y apagamos las luces, dejando el cuarto en la completa oscuridad. Edward estira un brazo hacia mí, tomando mi mano, y me acerco, encontrando su rostro así puedo besarlo. Por primera vez en un largo tiempo, me siento tranquila.
Cuando me despierto, sigue oscuro. El reloj en la mesa de luz de Edward dice las 4:50, pero él no está por ninguna parte. Me siento, notando la luz que se asoma por debajo de la puerta del baño. Edward sale un momento después, volviendo a la cama.
—¿Estás bien?
—Me duele la cabeza —dice con voz ronca—. Me tomé otro analgésico.
—¿Hay algo que pueda hacer?
—Estaré bien. Vuelve a dormir.
Lo cubro con las mantas y me ubico a su lado, esperando a que él se duerma antes de permitirme dormir.
Nos despertamos tarde, alrededor de las diez. No puedo recordar la última vez que dormí hasta tan tarde, y además de mis pechos, me siento genial. Edward sale de la ducha, secándose el cabello con cuidado.
—¿Necesitas otro analgésico? —pregunto.
—Estaré bien. —Su mirada se mueve hacia mi pecho y hace una pausa, evidentemente conteniendo una sonrisa—. Vaya. Están enormes.
—No me digas —digo—. Esto es lo que pasa cuando no doy pecho tanto como estoy acostumbrada.
—¿Estás bien sin los bebés? —pregunta, pasando con cuidado una camiseta por su cabeza—. ¿Y Chuck?
—Estoy bien. —Me encojo de hombros—. Necesitaba estar aquí.
—Sí. Es verdad. —Algo pasa por su rostro y se acerca, sentándose a mi lado en la cama—. Significa mucho que hayas venido. —Es la segunda vez que él ha dicho esto, y la gravedad de todo me jala.
—Deseo haber estado aquí antes. Deseo... —Suspiro pesadamente, encogiéndome de hombros—. Deseo haber estado en ese partido.
~tbts~
La lesión altamente televisada de Edward ha sido el tema más hablado en deportes, porque cuando llegamos al aeropuerto, un grupo de paparazzis aparecen de la nada, disparando sus flashes mientras nos lanzan preguntas. Nada sobre nosotros grita celebridad —me encuentro en jeans viejos y una chaqueta y él está todo de negro, una sudadera atada a su cintura— pero definitivamente saben quiénes somos.
Tomada por sorpresa, miro a Edward en busca de alguna señal, pero él simplemente envuelve un brazo a mí alrededor de mis hombros protectoramente y me dirige hacia nuestra puerta de embarque. Un par de guardias de seguridad dan vueltas, deteniendo a los hombres para que no nos sigan.
—¿Ha estado pasando mucho esto? —pregunto, divertida.
—En realidad. No, pero... ellos tienden a acampar en el LAX. Siempre hay alguien famoso y esto... —Señala su rostro—, obtuvo mucha atención ayer.
—Me imagino. No he estado mirando ESPN.
Él me dedica una sonrisa pequeña y se encoge de hombros.
—Esa no es nuestra vida. —Desliza su mano por mi brazo y toma la mía, dándole un apretón—. Esa es.
Toda nuestra familia está esperando en el aeropuerto cuando volvemos, incluso Charlie y Sue. Ellos estallan en aplausos cuando aparecemos en la zona de recolección de equipaje. Me siento sonrojar, pero me río de todas formas, especialmente cuando Emmett levanta un cartel que dice #TienesPelotas.
Charlie sale disparada hacia nosotros, y me inclino para interceptarla, insegura de qué tan preparado está Edward para el alboroto, pero él la toma en brazos y abraza, susurrándole cosas en su oído que la hacen sonreír. Ella acerca una mano a su rostro y él la toma, dejando que toque los puntos suavemente.
Mientras tanto, me encuentro encima de Em, Rose y los gemelos, cubriéndolos de besos, preguntándome si me extrañaron. Probablemente extrañaron mis pechos.
Compramos burritos de camino a casa, y entonces somo solo Edward, yo y los niños de nuevo. Charlie se encuentra bastante hiperactiva, y me toma una eternidad calmarla, pero eventualmente lo hace en un baño mientras Edward se encarga de los gemelos. Nos tomamos turnos para leerle, y entonces nos recostamos en la cama así puedo amamantar a Isla y Finn.
Exhausta, bostezo, permitiendo que Edward tome a un inquieto Finn.
—Estoy tan cansada.
—Duerme. Yo los acostaré.
—También necesitas descansar. Tienes un vuelo en... —Bostezo—. Dos días.
—Ve a dormir. —Me besa y sale de la cama, tomando a Isla en el camino.
~tbts~
Lentamente, como atravesando una niebla, me despierto la mañana siguiente. Sin alarma, sin bebés llorando, sin una Charlie parloteando. El silencio es casi desarmante. Frotándome los ojos, echo un vistazo a mi teléfono. Ocho cero siete... un poco tarde para mí. Estirándome, salgo de la cama y echo un vistazo a mi alrededor, sorprendida de encontrar el lado de Edward vacío.
Colocándome la sudadera de Edward, camino lentamente hacia la habitación de los bebés y asomo mi cabeza.
Él se encuentra dormido en el sofá, uno de los gemelos dormido sobre su pecho. Una mano tatuada descansa firmemente sobre la espalda de Finn, manteniéndolo a salvo, y mi corazón se contrae de afecto y cariño. En puntitas de pie, me acerco a una de las cunas; Isla está despierta, mordiendo un pequeño león de peluche en silencio. Ella lo suelta cuando me ve, pateando sus pequeños pies con emoción hasta que la tomo en brazos.
Para cuando Edward entra a la cocina, Isla está alimentada y relajada en su practicuna mientras hago el desayuno.
—¿Tienes hambre? —pregunto, limpiándome las manos antes de tomar a Finn.
—Sí. —Él asiente una vez, dirigiéndose hacia la cafetera.
Le preparo un plato y entonces me siento a amamantar a Finn, quien toma durante cerca de cinco minutos antes de volverse a dormir.
—¿Estuvo despierto anoche?
—Sí. Probablemente te quería a ti.
—Deberías haberme despertado.
—Encontré tu leche en el congelador. —Él pincha sus huevos, comiendo como si fuera su primera comida en meses—. Estuvimos bien.
Sonriendo para mí misma, coloco a Finn al lado de Isla y lleno mi taza de café antes de sentarme.
—¿Cómo se sienten los puntos?
—Pican.
—Me imagino. —Asintiendo con compasión, me acerco, examinándolos. Lucían bien, no que tenga mucho con qué compararlos. Nunca he tenido puntos—. Te lo tomarás tranquilo hoy, ¿cierto?
—Probablemente deba entrenar, pero... el doc dijo que debo descansar. —Se reclina, sus manos enlazadas por detrás de su cabeza—. Al menos, por hoy.
Es lo mejor que puedo pedir. Su partido del domingo es muy importante—el más importante. Siempre supe que podía hacerlo, que el equipo podía, pero ahora que la Copa MLS realmente está aquí, el hecho que estén participando de ella es difícil de comprender en mi cabeza.
Tener a Edward en casa todo el día es genial, incluso cuando deja medias sucias en el suelo del cuarto y platos en el fregadero. Él lo compensa jugando con Isla, Finn y Charlie casi todo el día—incluso cambiando pañales es algo que jamás pensé que lo vería hacer.
—No te acostumbres —comenta, cuando me ve mirándolo.
—Oh, no...parece que el fútbol no es lo único para lo que eres bueno —digo, volviendo hacia el pasillo.
Más tarde, en la cama, cuando todos duermen, él descansa su cabeza sobre mi vientre y me mira. Bajo una mano, apartando el cabello de sus ojos.
—¿Dónde está tu cinta?
—No seas una odiadora.
—No lo soy —respondo, poniendo los ojos en blanco. Su amor por su cabello largo comienza a competir con el amor por el fútbol—. Amo el cabello. Pero luces sexy con una cinta. —También lo digo en serio... él usa una cuando juega y definitivamente no la odio.
Pero él ya se encuentra en lo siguiente, rozando sus dedos por mi estómago, deslizándolos por debajo de mi top. Me muerdo el labio, sonriendo cuando rozan la parte baja de mis pechos.
—Eres tan malo como Finn —digo, atrapando su mano—. E Isla.
—Extraño tus tetas —dice, dejando un beso en mi vientre.
—No puedo imaginar la razón. Probablemente las veas más ahora que nunca.
Arrastrándose sobre mi cuerpo, posa un beso en mi boca antes de sentarme así podemos quitarme el top. Él también se quita su camiseta, y cuando volvemos a acostarnos, besándonos, con cuidado de no aplastarme porque estamos calientes y de humor y nadie quiere lidiar con pechos que gotean. Pero entonces él traza sus dedos a lo largo de mis costados, haciéndome cosquillas, haciéndome reír en nuestro beso hasta que llega a mi ropa interior y ya no me río. Profundizo nuestro beso, necesitando sentirlo y saborearlo y tenerlo de la manera en que lo he deseado desde que se fue la semana pasada. Él responde con todo su cuerpo, moviendo su mano así puede presionarme contra la cama de una forma que me hace saber que también lo desea.
Respondo las caricias, contoneando mi mano entre nosotros así puedo envolverla a su alrededor.
Sus ojos lentamente se abren. Se coloca sobre su espalda para quitarse los pantalones mientras que yo remuevo mis bragas y luego volvemos a la acción.
—¿Trabaste la puerta? —susurro, acariciando su polla con movimientos suaves.
Él asiente, su boca se abre cuando deslizo mi pulgar sobre la punta.
—¿Y tus puntos están bien? —pregunto—. ¿Estás seguro que puedes...?
—Estoy bien —dice, saliéndose de su trance—. Te haré saber si no es así. —Coloca sus brazos a mis costados, y lo guío hacia adentro, jadeando en agradecimiento cuando comienza a moverse.
No duramos mucho tiempo.
Pero diablos si no es bueno.
~tbts~
Y entonces, es hora del partido final.
El gran partido es un sábado, así que saco a Charlie temprano del colegio el jueves así podemos viajar a la costa este. Los Sounders jugarán con el New England Revolution en Massachusetts, en el Estadio Gillette. Edward se ha ido hace dos días, está allí preparándose con el equipo.
Mi hermano, que ha apoyado a Edward y ha seguido su carrera desde la universidad, está completamente emocionado y orgulloso. Ni caballos salvajes podrían evitar que Em asistiera este partido, así que vieja con los niños y conmigo. Como es diciembre y es un mes ocupado para la empresa de catering, varios de nuestro segundo equipo se encargarán de todo mientras él no está. Rose se queda también, completamente ocupada con la escuela y los actos navideños de Makenna y Embry.
Esta es mi primera vez viajando con los gemelos. Estoy esperando que Finn haga una escena, pero sorprendentemente es Isla que tuvo un mal momento con la altitud, chillando hasta que puedo dormirla alimentándola. Em sostiene a Finn mientras ambos duermen, lo que es muy adorable y merece muchas fotos. Charlie está sentada entre nosotros, hablando hasta que dirijo su atención hacia la película del vuelo en la parte trasera del asiento frente a ella.
Seis horas después, aterrizamos en Boston. Estoy tan agradecida de tener a Emmett que ni siquiera es gracioso. Él carga la mayoría de nuestros bolsos, incluyendo a Finn, que coloca en una mochila porta bebé.
—Me trae muchos recuerdos —dice, bostezando mientras caminamos por la terminal—. Aunque Embry odiaba esta cosa. Finn es tranquilo.
—Eh, contigo quizás. —Resoplo—. Quizás reconoce a un espíritu similar.
—Probablemente —dice Em, asintiendo—. Vamos. Busquemos nuestra mierda y consigamos comida.
Nos llenamos con comida rápida en el coche rentado mientras nos dirigimos hacia Foxborough, donde tenemos un hotel cerca del estadio. Edward nos encuentra allí cuando llegamos, sonriendo. Su moretón ya casi se esfumó, y se ha bronceado un poco desde que llegó aquí, lo cual es interesante porque hace frío afuera.
Tomando a Isla de mis brazos, él nos acompaña mientras nos registramos en el hotel y entonces nos ayuda con el equipaje.
—Voy a llamar a Rosie —dice Em, dándonos un poco de privacidad cuando sale hacia el pasillo.
—¿Cómo fue hoy? —pregunta Edward, observando cómo limpio a los gemelos con toallas húmedas y calientes. Estoy demasiado cansada como para bañarlos.
—Tan bien como se puede esperar. —Me encojo de hombros, rogando que Finn abra su puño así puedo lavar su mano—. A Isla le fue peor que a Finn, pero... estuvo bien.
—Me alegra de que hayan podido venir —dice, envolviéndose a mi alrededor.
—No me lo perdería por nada. —Miro hacia atrás, besando sus labios suavemente—. Nos hemos perdido suficiente.
—Yo me he perdido lo suficiente —responde suavemente, y sé que no se refiere al fútbol.
Lo que más recuerdo del último partido profesional de Edward no es la emoción que emana la multitud, la cual sentimos desde la comodidad de la suite que Edward reservó para nosotros. No es la felicidad contagiosa de Emmett y de Charlie o los gemelos combinados en prendas de los Sounders o incluso ver a Edward moverse en ese terreno como si hubiera nacido para ello.
No es el confeti y las serpentinas que llueve cuando los Sounders ganan, o la alegría en los rostros de los jugadores mientras celebran su victoria más grande hasta ahora.
Es más tarde, afuera del estadio, ver a Edward reír con sus compañeros. Es lo feliz que se lo ve, sabiendo que realmente ha acabado esta vez. Sigo esperando esa sonrisa agridulce, esa pequeña señal que me dice que renuncia porque él siente que debería hacerlo, no porque quiere... pero nunca llega.
Emmett se queda con los niños mientras Edward y yo salimos a celebrar con el equipo. Nos quedamos hasta tarde, disfrutando de una cena en el centro de Boston con otros jugadores, sus esposas y novias.
—¿Te quedas conmigo esta noche? —pregunto cuando estamos conduciendo de vuelta a Foxborough.
—Jamás no me quedaré contigo de nuevo —dice él, dándome esa sonrisa torcida.
Mi corazón pega un salto, y beso su mejilla.
—Bien.
Acomodarse a la vida en casa no es tan difícil para Edward como temí que sería. Quiero decir, algunas cosas no cambian—somo una familia dedicada el fútbol. Tenemos cincuenta millones de canales de fútbol, permitiéndole mirar cualquier partido posible. La mayoría de los fines de semana por la mañana lo encuentro pateando una pelota en el patio con Charlie, y él es uno de los entrenadores de su equipo. Casi siento lástima por el otro papá, que intenta hacerse a un lado cuando Edward regresa.
—Le dije que lo haríamos los dos —me dice más tarde, encogiéndose de hombros.
—Eso fue bueno de tu parte. —Estoy segura que el otro papá no se siente inadecuado o algo.
Con respecto a los gemelos, él me ayuda lo suficiente para que no me queje. ¿Cambiar sus prendas? Él nació para eso. ¿Cambiar sus pañales?
—¿Podrías hacerlo tú? —ruego, escribiendo rápidamente en la computadora—. Estoy en el medio de una orden.
—Pero lo hice la última vez —dice Edward, y sé que está arrugando la nariz—. Y odio cambiar pañales.
El lado bueno es que él saca a pasear a Isla y Finn todas las mañanas. A veces yo me uno, pero la mayoría del tiempo son solo él y sus bebés, paseando por el vecindario y los parques cercanos.
Los pañales ya mencionados usualmente están llenos para cuando vuelve, pero se lo dejo pasar con esos.
Tener a Edward cerca quiere decir que tengo más tiempo para hacer otras cosas, y la sensación de equilibrio que tanto había anhelado comienza a aparecer. Quiero decir, la vida nunca está del todo equilibrada, pero no me siento tan fuera de control. Comienzo a aceptar trabajos con Emmett de nuevo, volviendo gradualmente a mi rutina de hornear... lo cual despierta esta rara pasión en Edward, que comienza a experimentar en la cocina. Cuando no está mirando partidos de fútbol, está mirando programas de cocina.
—¿Se nos acabó la azúcar negra?
—Oh. Sí. —Él escribe algo en un pedazo de papel—. Lo necesité para ese pollo que hice la otra noche.
Frunzo el ceño mirando la alacena.
—¿Tampoco hay miel?
—Las magdalenas... lo siento... lo repondré.
—¿Estás... haciendo una lista de compras? —pregunto, echando un vistazo por encima de su hombro.
—Mmm... —Él mira al iPad, que ahora veo que se encuentra en un blog de comida, y añade unos artículos a su lista. No creía que podría ser más tierno, pero esto lo lleva al nivel de estratosfera de adorable.
Finalmente hace su bolígrafo a un lado y echa un vistazo.
—Oh, quería decirte... mis padres vendrán a cenar. Mamá le compró a Chuck un par de Chucks. Ella no puede creer que a nadie se le haya ocurrido antes.
—Eso es increíble. —Me río, enganchando mi dedo en el bolsillo trasero de sus jeans—. Bueno, si irás de compras, entonces quiero ir. Necesito algunas cosas también.
—Como azúcar negra.
—Entre otras cosas.
Él me mira con especulación.
—Te encanta esto.
Me cruzo de brazos, inclinándome contra la encimera.
—¿Me encanta qué?
—Esto. —Se encoje de hombros.
Creo que sé lo que quiere decir, pero me hago la tonta.
—Si me encanta esta cocina. Es verdad.
Él me toma, jalándome así me encuentro entre sus rodillas cuando vuelve a sentarse.
—Esto. Estar juntos. Ir de compras. —Roba un beso—. Conmigo.
Sonrío, porque él lo comprende. Me encanta la simple domesticidad de todo esto, incluyendo ir de compras con Edward. Es maravillosamente mundano, de la mejor y más apreciada manera. Esquivo el borde de su gorra de béisbol así puedo besarlo.
—Deberíamos irnos pronto, así tenemos mucho tiempo antes de que Charlie regrese de la escuela.
Asintiendo, él lleva su lista a un bolsillo trasero.
—Tomaré a Finn.
—Y yo a Isla. —Comienzo a irme, pero él me vuelve a jalar.
—Oye. —Descansa sus manos en mi cintura y me observa, sus ojos reflejando al sol que entra por la luz de la cocina—. También me encanta.
Chucks, Chuck Taylor. Las famosas Converse.
¡Finalmente terminamos! Me da tanta tristeza que esta historia se termine. Perdón si lo esperaban antes, cada tanto me dan estos tocs y como esta historia comenzó un 18, quería terminarlo un 18 jajaja
No le agradecí en el primer capítulo, pero gracias a Car Cullen Stewart Pattinson por haberme pedido un sportsward. Encontré esta historia después de varias negativas de algunas autoras y no será del todo un sportsward, pero es lo más cercano jajaja.
Si alguna gusta, puede dejarle un comentario a la autora en la historia original, el link se encuentra en mi perfil. Puede ser en inglés o en español. Si desean en inglés, aquí les dejo una idea:
Hi, I just read the Spanish translation of The Bitter, the Sweet and I wanted to thank you for writing it and allowing Pali to translate it. I hope to read more of your stories in the future. Greetings from (tu país).
Gracias por haber leído y/o comentado y nos vemos en otras traducciones. Ya casi estamos en el final de Masen Rules, y recién comenzamos con Ready for Forever, Second Page y I Saw You.
¡Hasta la próxima!
