Calamidad Ineludible

Cero días desde la Última Muerte (Diez Muertes)

Celosa oscuridad le rodeaba por completo. Obsesivas sombras que desesperadamente luchaban por impedir su partida. Aquel "regalo" se había terminado volviendo en contra de ella, el tiempo de su efímera estadía ya se había agotado hace eones. Aun así, esa era su primera "visita" en una gran cantidad de tiempo, y las celosas sombras añoraban su eterna compañía. El "regalo", la "bendición", estaba obrando acorde a lo establecido; no había nada que pudiera rescindir de su llamado al mundo de los vivos.

Subaru sintió como su cuerpo era arrancado de las garras oscuras del ente que siempre le observaba desde la distancia; una distancia que no podía simplemente reducirse a términos físicos. Las sombras celosas gritaron de ira ante su forzosa partida, sin embargo, no mostraron intenciones de revocar aquel "regalo". Después de todo, las sombra solo imploraban por amor. Un amor que Subaru nunca podría corresponder; después de todo, inconfundiblemente lo que ardía dentro de él era la ira nacida del odio…

"… ¿Cuál es su plan, Subaru-sama?" De pronto, el mundo sombrío cedió por completo y Subaru recuperó abruptamente todos sus sentidos. Por un eterno instante, Subaru no hizo más que observar hacia el vacío existencial que era su espíritu. Con la mirada en blanco clavada una de las paredes de la habitación, Subaru se mantuvo estático, como si de un maniquí se tratara.

Su cuerpo, mente y alma se encontraban desincronizados, como si una parte de él nunca hubiera abandonado el mundo de las sombras. Sin embargo, ese efecto no tardó más de un par de segundos. De pronto las experiencias de su "anterior vida" alcanzaron a su cuerpo, obligándole a doblarse desde el abdomen. Sin oponer resistencia, vómito fluyó fuera de su boca, empapando el suelo de lo que una vez fue el taller donde comenzó su trayecto de reinvención.

Resultándole imposible mantenerse apoyado sobre sus dos pies, Subaru cayó de rodillas y, con sus manos colocadas sobre el suelo, prosiguió expulsando todo el contenido de su estómago. Sentía como si su vida estuviera escapándose por su esófago. Un dolor agudo recorrió su cuerpo, provocándole una potente migraña y terribles escalofríos. Su piel se puso como de gallina y sus cabellos se erizaron; aún era capaz de sentir el extremo dolor del fuego consumiendo su vida.

"¡Arrrghhhh!" Liberando un aullido agonizante, Subaru se dejó caer de costado, abrazando con fuerza su propio frágil cuerpo. Su corazón se estaba desmoronando, y no había nada que pudiera impedirlo; pedazo a pedazo, sentía como su ser se derrumbaba.

"¿¡Natsuki?!"

"¡Subaru-sama!"

"¡Hnk! ¡¿Qu-?! ¡S-Subaru!"

Tres reacciones tuvieron lugar en cadena, como si la violenta reacción de Subaru hubiera causado la sistemática caída de una fila de fichas de dominó. El primero en responder a su desgarrador gritó fue Otto, quien rápidamente, lo más rápido que le permitieron sus piernas, se colocó junto a Subaru, para entonces ayudarlo a sostenerse con sus delgados brazos. Impidiendo de esa manera que cayera del todo sobre el lago agrio que se extendía bajo su traumatizada existencia.

Utada dio un paso al frente, con las obvias intenciones de comprobar el estado de su superior, pero se detuvo súbitamente. Sus pupilas se dilataron pronunciadamente y sus bigotes temblaron. Sus afilada mirada se movió lentamente a la cabeza de Subaru, la cual se sacudía de lado a lado en insistente negación. Finalmente, su nariz se arrugó y una expresión de completo asco se formó en su rostro.

Leith, por otro lado, finalmente había salido forzosamente de su conmoción; aunque solo parcialmente. Con lágrimas de temor acumulándose en sus ojos, el artesano observó como aquel que un día apareció junto a Otto y renovó sus esperanzas se hundía en el miedo y la desesperación. Leith sentía la necesidad de ayudarle, de apoyarle con palabras de fortaleza, la sentía floreciendo en su pecho. Sin embargo, el artesano se sentía incapaz de satisfacer dicha necesidad. "T-Te entiendo…" Murmulló, completamente congelado por el terror.

Leith realmente comprendía, al menos parcialmente, la reacción de Subaru. La noticia que acaban de recibir podía considerarse, racionalmente, así de descorazonadora. Él no compendia del todo las razones del porqué Subaru había sido abrumado de semejante manera, considerando que ambos se encontraban en circunstancias considerablemente diferentes. Sin embargo, tampoco podía ignorar todo lo que su amigo había sufrido durante su estadía junto a Anastasia Hoshin. Te comprendo demasiado bien, pensó Leith, cediendo ante la opresora fuerza de la desesperación; fallando en vislumbrar genuinamente la magnitud del negro abismo que se extendía en el corazón de Subaru.

Y aunque Leith fácilmente había empatizado con la reacción de Subaru, lo contrario podía decirse de Utada. En sus pupilas brillaba el odio y la ira, sentimientos que Subaru conocía demasiado bien. Si el pelinegro se hubiera encontrado en un estado de claridad mental y emocional, tal vez podría haberse percatado de la mirada enfurecida que estaba siendo dirigida a su ser. Las grandes manos del guerrero se tensaron excesivamente, expulsando así las garras que se encontraban ocultas bajo piel y carne.

Utada dio otro paso al frente, pero se detuvo al escuchar un patético quejido. Se trataba de Leith, cuyo rostro empapado de lágrimas se había congelado en una expresión de absoluto horror. El guerrero lanzó una mirada desdeñosa al artesano y volvió a enfocarse en la persona a la que se suponía que estaba protegiendo; como una fuente masiva, la ira brotó en su corazón a borbotones.

El olor que desprendía de Subaru Natsuki era uno que Utada fácilmente reconocería en cualquier lugar, después de todo, le era bastante familiar. El olor a muerte, el olor a desesperación, el olor a crueldad, el olor a salvajismo; era un olor que solo podía relacionar con aspectos de lo más negativos. Después de todo, era el mismo olor que desprendía el grupo de sádicos antisociales que actuaba bajo el nombre del Culto de la Bruja.

Utada dio un paso más, y pudo sentir como sus músculos se contraían agresivamente. Con su mente nublada por el odio y la ira, Utada era incapaz de ver a Subaru como el activo de vital importancia para su jefa que era. Después de todo, tenía que deshacerse de ese olor nauseabundo. Esa no era la primera vez que lo percibía en él. Ya una vez lo había percibido con una intensidad similar, en Priestella.

Sin embargo, entonces había optado por esperar y vigilar su comportamiento. Con el tiempo, el olor había rescindido en gran medida, aunque tras la estadía de su grupo en Kararagi, había llegado a fluctuar. Utada había esperado pacientemente al momento en que la verdadera naturaleza de Subaru Natsuki fuera revelada. Y ahora el desagradable olor que desprendía había recuperado la intensidad que había poseído en Priestella, y lo había hecho exactamente cuando el Culto de la Bruja había decidido mostrarse. No podía ser una mera casualidad.

Esa, definitivamente, no era la primera vez que percibía ese olor siendo exudando por ese patético humano, pero se aseguraría de que fuera la última. El suelo crujió debido a la fuerza que el demi-humano estaba imprimiendo en sus pasos, pasos decididos, paso inquebrantables. El suelo se sacudió perceptiblemente debido a la fuerza de su zancada; no obstante, el iracundo temblor resultó imperceptible para los únicos tres individuos capaces de percibirlo.

"¡Natsuki! ¡Natsuki, reacciona! ¡Reacciona de una vez! ¡Se que tienes miedo, pero tienes que levantarte! ¡Tú sabes que no podemos quedarnos aquí mucho más tiempo!" Otto, se encontraba demasiado concentrado ayudando a Subaru a salir de su estado de shock, como para percatarse del anormal comportamiento del guardaespaldas.

El comerciante se movió acuclillado, sin importarle el vómito que empapó sus zapatos, de manera en que pudo ubicarse cara a cara con Subaru. Una mirada nerviosa pero racional se reflejó en aquellos ojos llorosos y carentes de razón. Subaru, sintiéndose inconscientemente traicionado por esa mirada que era incapaz de emular, alejó su rostro del de Otto, tomó su cabello con fuerza y comenzó a jalar de él, buscando así escapar del dolor que cubría su cuerpo y nublaba su mente.

"¡Hnk!" Se quejó Subaru, al sentir como sus mejillas eran tomadas con fuerza y era obligado a mirar a aquello de lo que deseaba escapar directamente a los ojos; determinación.

No obstante, Otto no le permitiría seguir huyendo; escapar a su mente no era una opción. "¡Reacciona Natsuki, no puedes morir aquí, hoy! ¡No podemos morir! ¡Tenemos un proyecto que debemos administrar hasta el amargo final! ¡Tenemos un mundo que cambiar, ¿no es así?! ¡Ya empezamos, no podemos detenernos a la mitad del camino!" Otto finalmente había encontrado personas a las que podía llamar amigos, finalmente había forjado firmes lazos de amistad. Además, finalmente había encontrado un lugar en el mundo y una ambiciosa meta que perseguir; Otto realmente se sentía emocionado por el futuro, y por lo tanto no podía morir allí.

Después de ser impactado por la insistencia salvadora de su amigo, Subaru finalmente regresó en sí, aunque solo parcialmente. Su mirada escaneó la habitación torpemente, para entonces posarse sobre el atemorizado y determinado rostro de Otto. "No puedo…" Murmuró, esforzándose por no ceder completamente ante el agudo dolor de su alma.

"¡Tú empezaste esto, Natsuki! ¡Ni Leith ni yo podremos seguir adelante sin ti, tampoco Anastasia Hoshin y su empresa! ¡Así que responsabilízate! Cambiaste nuestras vidas, ¿y ahora estás dispuesto a obligarnos a volver a ser quien éramos antes de ello? Como tú compañero, y amigo, no puedo permitir que desfallezcas… Tienes objetivos que alcanzar, y una persona a la que seguir. ¿No es así, Natsuki? Quieres continuar al lado de Anastasia-sama, ¿verdad?"

"¿Anastasia?"

"Sí, Anastasia Hoshin, la mujer a la que admiras y sigues fielmente…" Otto hizo una pausa para mirar detenidamente a Subaru, cuya mirada recuperaba gradualmente su brillo de vida, antes de proseguir. "Lo hemos notado, Natsuki; el cómo hablas de ella. Es importante para ti, ¿verdad?"

"S-Sí… ¿Pero que tiene eso que ver con-?"

"Si sirve para hacerte reaccionar, entonces estoy dispuesto a utilizarlo, Natsuki." Respondió francamente Otto, poniéndose en pie y mirándolo desde arriba. "No te permitiré desperdiciar tu vida, Natsuki. Has pasado por situaciones terribles y has salido adelante. Sé que Leith y yo debimos hacer más para apoyarte, sabiendo que tanto te afectó todo por lo que pasaste; sin embargo, nunca encontramos la manera. Pero ya me cansé de guardar silencio, ya me cansé de que nos apartes de ti, Natsuki. Vamos, levantarte y lucha; luchemos juntos y sobrevivamos este asedio, esta, tu tercera calamidad."

"No estoy seguro de poder, Otto…" Respondió Subaru, con la mirada baja. Las rodillas y los brazos le temblaban, y le resultaba difícil seguir arrodillado en el suelo; ya no se encontraba postrado, pero tampoco se encontraba en pie; aún necesitaba un empujón final que lo recolocara en el centro del camino.

"No tendrás que hacerlo solo, así que no te preocupes, si crees que no podrás seguir adelante, solo dilo; nosotros te ayudaremos." Otto entonces le extendió la mano, y Subaru solo pudo ver esa opción que se encontraba tendida frente a él, el resto del mundo no existía.

Todo le dolía… Su espíritu se había derrumbado y su corazón había sido reducido a cenizas; había vuelto a morir. Ya había asumido que algo como ello ocurriría, pero sin importar cuanto se preparara mentalmente, morir seguía siendo en evento en extremo traumático. Sin embargo, Otto tenía razón. Sus palabras solo eran eco de algo que ya existía en su interior, una resolución que no podía abandonar sin importar cuanto cayera; solo hacía falta que le recordaran porque seguía adelante, y Otto había hecho exactamente eso. Otto, que en muchos sentidos lo conocía como nadie más…

"Sufriremos." Afirmó Subaru.

"Lo sé, lo soportaremos juntos y entonces seguiremos adelante." Esa era la única respuesta que hacía falta para que Subaru se pusiera en pie. Se había derrumbado, y no tenía tiempo para recoger la cenizas que eran su corazón y alma; aun así, tendría que seguir adelante, intentándolo e intentándolo hasta alcanzar su objetivo; sin importar a que medios tuviera que recurrir.

"En ese caso, tendremos que ir al castillo. Allí nos reuniremos con Anastasia y las demás candidatas. Una vez allí, analizaremos detenidamente la situación para entonces decidir cómo lidiar con el maldito Culto de la Bruja." Dijo Subaru, mirando primero a Otto y luego moviendo su mirada al resto de sus compañeros.

Utada entonces pudo vislumbrar esa mirada determinada que era capaz de cambiar el destino. Por un momento, el guerrero no supo cómo reaccionar. Fue entonces que su mente procesó las palabras de Subaru, y sus garras se retrajeron instintivamente. Su jefa no estaría complacida si daba rienda suelta a sus más salvajes instintos en ese momento. Por ahora esperaré, lo estaré monitoreando más cuidadosamente que nunca, y ante la más mínima señal de traición acabaré con él; pensó.

Todos parecían dispuestos a seguir adelante y lidiar con el oscuro futuro que se avecinaba, todos, menos una persona. "Mi familia…" Subaru había olvidado un factor de gran importancia.


Subaru había cometido el primer error de ese bucle, y él era completamente consciente de ello. Gracias a la información que había reunido antes de su agonizante muerte por fuego, ahora estaba al tanto de la existencia de dos posibles Arzobispos del Pecado; no podía afirmar que se encontraba totalmente seguro de que ambos lo fueran, pero las características que los definían indudablemente los hacían resaltar por sobre los demás cultistas.

El primero se trababa del enloquecido sujeto que, controlando extrañas creaturas translucidas, casi transparentes, había logrado derrotar a Utada y había reducido tanto a Otto como a Leith a un tumulto de carne, sangre y órganos. La fuerza de las desconocidas creaturas era abrumadora, y su apariencia singular las hacía casi invisibles, aún a la luz del Sol del atardecer.

El segundo, y Subaru se vio en la necesidad de detenerse y tomar una gran bocanada de aire al solo pensar en él, debido a los recuerdos dolorosos que acompañaban a tal individuo, se trataba de la excéntrica mujer de cuerpo vendado que se había mostrado frente a él con palabras de disculpa como saludo. Su forma de actuar resultaba en extremo peligrosa, considerando que se trataba de una fachada con la que ella ocultaba sus sádicas intenciones. En lo que dura un pestañeo, Subaru había sido envuelto por su cadena de fuego e incinerado en vida.

Resistiendo a duras penas las náuseas que se formaron en la base de su estómago, Subaru siguió repasando en su mente la información recogida. Desconocía la identidad de ambos excéntricos individuos; había muerto antes de tan siquiera poder preguntarles al respecto, al fin y al cabo. Aunque, Subaru, en un ejercicio de sinceridad hacia consigo mismo, admitió internamente que jamás habría sido capaz de mantener una conversación congruente con el par de sádicos. En ese entonces se encontraba demasiado asustado como para intentarlo; aún lo hacía.

Si se encontraba allí, caminando en medio de un mercado de platillos caníbales, era porque Otto había conseguido recordarle por qué no existía la opción de rendirse para él. Tenía objetivos que alcanzar, sin importar cuanto de sí mismo se perdiera en el camino hacia éstos, sin importar cuantas veces cayera, sin importar cuantas veces se derrumbara, conseguiría escapar de los infinitos ciclos de muerte y forjaría una vida plena en ese mundo. Seguiría levantándose una y otra vez, forzándose a seguir adelante, aunque no tuviera pies con los cuales hacerlo.

"Supongo que hoy no podré cumplir con tus ordenes, Anastasia; tendré que esforzarme hasta mi límite para que juntos sobrevivíamos este maldito juego del destino. Aunque eso me mate, una y otra vez…" Susurró Subaru, con su afligida mirada enfocada en sus dos brazos vendados. Rápidamente llevó una mano a su boca e impidió que el vómito que había vuelto a amenazar con salir alcanzara su objetivo. Tras forzar de vuelta el líquido espeso y amargo, Subaru susurró de nuevo. "Mañana descansaré, lo prometo…"

Subaru entonces prosiguió con el análisis de la información recolectada. Tomando en cuenta la dirección en que se encontraban las señales de masacre, estaba claro que su hipótesis había sido correcta; el Culto de la Bruja tenía como objetivo asediar el Castillo Real de Lugunica. Si pensaban atacar un lugar tan importante y, por lo tanto, protegido, entonces no sería infundado el asumir que más de dos Arzobispos del Pecado se encontraban en la capital.

La sola idea causó que un ominoso escalofrío recorriera todo el cuerpo de Subaru. Sobre todo, teniendo en cuenta que había fallado a su lógica y cometido aquel gigantesco error antes mencionado. Subaru, gracias al uso del Regreso por Muerte, estaba al tanto de donde se encontrarían los dos presuntos Arzobispos del Pecado; lo apropiado sería evitarlos y llegar cuanto antes al castillo.

Lo anterior sería lo adecuado, lo lógico por realizar; sin embargo, Subaru había cedido una vez más ante su eterna debilidad. Incapaz de hacer oídos sordos a las suplicas de Leith, aceptó ir a la casa de los padres de Leith, a pesar de que ya sabía lo que encontrarían al llegar. Una masacre, una retorcida obra de arte que representaba lo corrompidas que estaban las mentes de sus autores.

No había nada que pudiera hacerse… La casa de Leith se encontraba en la frontera entre la zona comercial y los barrios bajos, específicamente en la sección sureste de la ciudad; lugar por de aparentemente había ingresado el Culto de la Bruja. Para empeorar las circunstancias, su punto de guardado se encontraba ubicado un par de minutos después de que Utada se percatara del ataque; Subaru simplemente no podría hacer nada por la familia de Leith.

"¿Natsuki?" De pronto, un preocupado susurro alcanzó sus oídos. Subaru movió levemente su cabeza y se encontró con el rostro pálido de Otto. "Te ves muy pálido, Natsu-"

"¡Bleerrrghhh!" Incapaz de seguir retieniendo el vómito en su esófago, Subaru se inclinó hacia al frente y dejó salir el poco alimento semidigerido que todavía le quedaba en el estómago. Otto rápidamente se le acercó, para entonces colocar su brazo alrededor de su espalda y evitar que cayera al suelo.

Subaru realmente no había tenido el tiempo para interiorizarlo… Hasta en ese momento, en que había decido analizar la información que recolectó antes de morir, Subaru finalmente comprendió lo que todo ello significaba; su mayor temor realmente había llegado a ocurrir. El punto de guardado de su "bendición y maldición" había sido colocado en un momento en el que le sería imposible revertir una tragedia. La familia de Leith no sería salvada, no importaba cuantas veces perdiera la vida y regresara.

Arcadas de ácido gástrico, como réplicas de un sinuoso terremoto, precedieron al nauseabundo vómito. Otto, aún a pesar de que dificultosamente evitaba unirse a Subaru repitiendo aquella desagradable escena, siguió sirviéndole de soporte. Subaru, ahora que era consciente de esa descorazonadora realidad, alejó suavemente a Otto, al que le hizo un gesto con la cabeza cuando sus miradas se cruzaron, indicándole que "estaba bien".

No podría hacer nada por Leith, y ello solo haría más tortuoso escuchar su agónico grito cuando, inevitablemente, considerando las circunstancias, se encontrara con los cadáveres de su familia. Porque no se le ocurría forma de disuadir a Leith de corroborar personalmente su estado. No podría hacer nada por él, y eso le ponía cada vez más ansioso; el solo pensar que algo así ocurriera con Anastasia… Tenía que llegar al castillo lo antes posible.

"Sabes que todo esto es inútil, ¿verdad?" Dijo Subaru, tras limpiarse los labios con uno de sus brazos vendados. Otto lo miró de reojo, inexpresivo, ante lo que Subaru consideró pertinente enfatizar con su mano izquierda lo que les rodeaba; Otto sacudió la cabeza afligidamente.

Otto se mantuvo en silencio por un momento, antes de atreverse a hablar. Probablemente él también tenía su mente y corazón completamente enturbiados, y necesitaba ordenar sus ideas. "Sé de qué hablas, Natsuki… Pero no podemos hacerle eso a Leith, tenemos que permitirle la oportunidad de buscar a su familia." Respondió, esforzándose por no derrumbarse emocionalmente tal como Subaru. "Y sé que pensaras que lo que voy a decir es estúpidamente optimista, pero hasta no llegar allí, no podemos apresurarnos a sacar conclusiones; tal vez han logrado evitar toda esta catástrofe."

No lo hicieron; Subaru se vio tentando a responder, aunque se abstuvo de hacerlo. Subaru, aunque había presenciado personalmente el terrible futuro que se aproximaba, se dejó envolver por el infundado optimismo de Otto, como si de arenas movedizas que se lo tragaban gradualmente se tratara. Tal vez estoy equivocado, pensó. Salimos un poco antes que la ocasión anterior, así que podría ser que aún no hayan muerto; se forzó a creer.

La escena de muerte en el distrito comercial era exactamente la misma que la que atestiguaron antes de morir a manos del culto, así que no había razón por la que creer que lo ocurrido en la casa de los padres de Leith sería ínfimamente diferente. No obstante, Subaru realmente requería emocionalmente de esa autocomplaciente, patética fe.

Comprendiendo que Subaru ya no necesitaría más de su apoyo emocional, Otto se alejó de él y posó su mirada en Leith, quien silenciosamente guiaba al grupo por el océano de pecados que antes había sido el mercado principal de la parte sudeste del distrito comercial de Lugunica. Con una mirada carente de vida plasmada en su pálido rostro, Leith Hendar era mentalmente incapaz de procesar la catástrofe que le rodeaba en todos los sentidos.

Hasta entonces Otto había preferido no intervenir, otorgándole de esa manera a su compañero su espacio, aquel que consideraba necesitaba para comenzar a digerir la ilación de repentinos y lamentables hechos que estaban teniendo lugar. Sin embargo, su conversación con Subaru había logrado un efecto contrario al que tenía esperado, al menos en lo que correspondía a sí mismo.

Subaru había optado por crear una burbuja metafórica alrededor de su cabeza, una ilusión, una mentira. Había decidido tener fe en un artificio de su mente, al menos para así no terminar cediendo ante las lógicas preocupaciones que surgían en su corazón y le suplicaban porque diera por muerta a la familia de Leith y rescindieran de seguir alejándose de su camino hacia al castillo, el cual habría sido considerablemente más seguro en caso de haber evitado el este de la zona comercial.

Subaru había decido creer en una mentira debido a las palabras estúpidamente optimistas de Otto. Sin embargo, así como él había sido afectado por las palabras del comerciante, éste mismo había sido afectado por las realistas palabras de Subaru; Otto estaba comenzando a asumir que la vida de la familia de su amigo artesano había probablemente perecido, tal como las vidas de todas las personas cuyos cadáveres masacrados les rodeaban.

Encontrarse rodeado por un escenario tan lúgubre como ese hacía extremadamente complicado el poseer cualquier tipo de pensamiento remotamente optimista. Cual luz de vela en un tétrico bosque durante una oscura noche de Luna Nueva, la oscuridad abrumadora devoraba el más mínimo ápice de luz que osara oponérsele. Y Otto temía que cuando esa coraza que Leith estaba utilizando para proteger su alma finalmente rompiera, su mente y corazón lo hicieran junto a ésta.

Leith podría nunca volver a recuperarse del impacto emocional que le causaría ver como su razón para vivir resultaba consumida por las llamas de la crueldad humana. Terminaría aislándose en una jaula mental, en la que no tendría que reconocer ni lidiar con la existencia de las profundas heridas dejadas por el shock y los subsecuentes traumas.

Después de ver como Subaru había sido carcomido al sobrellevar una situación ligeramente similar, Otto no aceptaría quedarse de brazos. Aunque no fuera capaz de encontrar palabras adecuadas para ayudar a Leith, al menos le expresaría su incondicional apoyo mediante su presencia y el calor de vida que emanaba de ésta. Así es como había decidido que le iba a transmitir su mensaje, el mismo que ya le había transmitido a Subaru: "no estás solo".

Subaru, con su corazón constreñido, observó silenciosamente como Otto se acercaba lentamente a Leith y comenzaba a caminar a su lado, sin proferir palabra alguna. El silencio de la muerte no sería atormentado tan siquiera por aquellos renegados que navegaban entre sus venas. Venas, una adecuada manera de llamar a las calles del área que estaban recorriendo; los ríos de sangre marcaban el camino hacia la tragedia sin fin que les esperaba en el primero de sus destinos. ¿Sería acaso la muerte el último?

Subaru entonces escuchó unos pesados pasos acercársele. Moviendo tensamente la cabeza, miró a aquel que había relevado a Otto; se trataba de Utada, cuyos ojos brillaban peligrosamente bajo la luz del atardecer. "Dígame algo Subaru-sama…" Le solicitó el guerrero. "Su reacción de ahora, y en la casa de Hendar-san, ¿fue por qué su bendición se activó?"

Utada le había formulado una pregunta concisa y que iba al grano, una pregunta que Subaru admitía había estado esperando. El guardaespaldas demihumano estaba al tanto de su falsa "bendición" y poseía el ingenio necesario para llegar a dicha conclusión; ahora lo único que hacía falta era la confirmación por parte del propio Subaru.

"Sí." Respondió Subaru, de manera directa. No valía la pena irse por las ramas ni perder el tiempo divagando.

"En ese caso, ¿podría preguntar por la visión que tuvo?" Nuevamente, Utada había actuado como Subaru había asumido que lo haría. Después de todo, era de esperarse que, tras confirmada la activación de la falsa Protección Divina con la que había nacido, él quisiera averiguar sobre el futuro que se le había sido presentado en la visión.

"… El infierno, Utada…" Respondió Subaru tras tensos segundos de silencio contemplativo.

"¿Acaso la familia de Hendar-san apareció en su visión?" Le inquirió Utada, recibiendo un asentimiento como respuesta. "¿Están muertos?" Por un momento, Subaru dudó al momento de responder, pero ultimadamente dio un segundo asentimiento. "En ese caso, ¿por qué estamos perdiendo el tiempo yendo a ese lugar?"

"Porque no pude negarle a Leith el buscar a su familia…" Avergonzado, Subaru bajó levemente su cabeza.

"Subaru-sama, no soy quién para cuestionarle sus decisiones, después de todo mi trabajo es seguirlo adonde sea que vaya y protegerlo, pero no creo que llevar a Hendar-san a la escena del asesinato de toda su familia vaya a ayudarlo en lo más mínimo." Subaru sabía que Utada estaba en lo correcto, Subaru era consciente de que no estaba manejando la situación de la mejor manera, y aun así no se sentía capaz de detener a Leith para hacerle afrontar la terrible realidad sin que él tuviera que presenciarla con sus propios ojos.

"Tal vez esta vez falle, Utada…" Alegó Subaru patéticamente, aferrándose a la frágil ilusión en la que por decisión propia se había encerrado. Solo minutos podían hacer la diferencia, eso es algo que necesitaba creer… "O tal vez simplemente un inútil pecador como yo no puede detener a alguien como Leith de encarar su destino…" Terminó por decir, levantando la mirada y apurando su paso. Utada y el sentido lógico de Subaru estaban alineados, ambos le apuntaban al castillo que los seguía paralelamente desde la lejanía; sin embargo, él, con ambas manos colocadas sobre sus oídos, se negaba a escuchar.


Splash, sonó la rivera carmesí, conforme los pasos la cruzaban. El mundo de violencia que les rodeaba solo había incrementado conforme se acercaban a su destino, y el sonido de los ríos de sangre bajo sus pies iba in crescendo. Finalmente, sus miradas se posaron frente a la casa de madera semi-demolida, cuyo porche recibía a sus visitantes con cinco pares de ojos teñidos de carmesí, como si la puerta misma sufriera por la obra demoniaca que ocultaba…

"¡Aaaaaaggghhhhh!" El llanto agónico y desesperado de Leith finalmente alcanzó sus oídos, reventando la burbuja y la ilusión que la conformaba; la trágica muerte de la familia de Leith era ineludible, inevitable.

Mientras Subaru se hundía en la culpa y la vergüenza, Otto se acercó temeroso a la entrada a la casa. Sin embargo, antes de cruzar por completo el umbral que le llevaría a un retorcido mundo de pesadilla, se detuvo en seco y se volteó para mirar a Subaru. Ambos cruzaron miradas en silencio, y Subaru pudo notar como la compostura de su amigo comerciante se derrumbaba lentamente. Subaru no lo acompañaría, Otto finalmente interiorizó esa ineludible realidad. Palidecido, Otto se volteó de nuevo e ingresó a la casa; para casi inmediatamente regresar y caer de rodillas en el porche, expulsando por completo el contenido de su estómago.

"Tenemos que eludir esa zona…" Murmuró Subaru, señalando el camino en línea recta que los llevaría al castillo. Utada, que todo ese tiempo se había encontrado a su lado, asintió en silencio, indicando comprensión.

Subaru había comprendido que no podría hacer nada por sus amigos, más que verlos sufrir mientras un mundo al que siempre habían sido ajenos les tragaba en vida. Ambos habían pasado por tribulaciones, pero nunca se habían enfrentado al abrumador abismo de la muerte. Ya no podía perder más tiempo con ilusiones autocomplacientes, tenía un infierno que recorrer y un destino al que llegar.

Y ahora que finalmente había confirmado que Regreso por Muerte no revertiría la masacre de la familia de Leith, su urgencia por escapar de los peligros que acechaban en el distrito comercial y la zona baja del distrito noble había incrementado enormemente. Ahora que no podría mantener la burbuja ilusoria sobre su cabeza, tendría que afrontar la cruel realidad de que no todos los destinos estaban a su alcance.

El futuro de Anastasia danzaba en su mano, ¿pero acaso lo haría eternamente? Necesitaba confirmar el bienestar de Anastasia y Mimi, necesitaba asegurarse de que sus vidas, pasados, presentes y futuros no se habían alejado demasiado de su agarre; porque la sola idea de que había dejado de tener control sobre el destino de Anastasia Hoshin le aterrorizaba más que su propia muerte.