Hola a todxs!

Tranquilxs, es lunes, no os habéis vuelto majaras, jajaja. Es que durante el finde terminé de revisar este capítulo y tenía muchas ganas de compartirlo con vosotrxs porque es uno de mis favoritos de toda la historia. Realmente no había ningún motivo para esperar al viernes, así que… bueno, así me libero yo también un poco de la ansiedad que me producen siempre los finales, jajaja.

El viernes pondré el siguiente y entonces ya sí, sólo nos quedará el capítulo final (con la palabra "Fin") que es el 44 y que publicaré el día 30 de Abril.

Sé que dije que no interactuaría para no spoilear, de verdad que leo todos vuestros reviews con mucho cariño y me guardo las respuestas para el final :), pero tenía que comentar un par de cosas.

ElenaGilbert, es que me dio muchísima ternura tu comentario, jajaja. Muchas gracias por preocuparte por mí, de verdad, estoy muy bien porque soy muy deportista y eso va ligado a tener que comer sano o comer mucho o… en fin, en mi caso creo que es una combinación de ambas cosas porque mi cuerpo necesita combustible xDD Me mantendré fuerte y covid-free hasta el final ;) Un abrazo!

Luna de Tabantha, por dios… POR DIOS xDD no tengo palabras, me has dejado SPEECHLESS total con el fanart, jajajaja. Has asumido todo el riesgo de representar ESA escena xD y creo que lo has conseguido a la perfección, porque te ha quedado bellísima, de verdad, sigo sin palabras, jajaja. No sé si esto te lo censuran si lo pones en Pinterest, ¿lo sabes? xD La humanidad entera debe conocer tu arte y lo sabes, es una ofensa no sólo para los followers sino para los amantes del zelink vivir sin ver ese dibujo que has hecho xD. Muchas gracias, de verdad, has dado vida a lo que he escrito y eso no tiene precio :)

Hablaré con todos más adelante ;)

Un abrazo, cuidaos!

-Juliet


Capitán Link

Lancé el hacha concentrando la fuerza, con un movimiento ágil de hombro. Se volvió a clavar en el centro.

—Es del todo injusto —se quejó Ardren —no volveré a apostar nunca más.

Fridd, con su suspicacia habitual, volvió a medir la distancia desde el punto de tiro hasta la diana. Quince zancadas.

—Está bien, déjalo ya —carcajeé.

—Esta diana la has construido tú, por eso no fallas ningún tiro —gruñó, cruzándose de brazos como un niño enfurruñado.

—La construcción no tiene nada que ver, es la práctica.

—Bebe, capitán, de esa forma tal vez don cabeza de piedra y yo tengamos alguna oportunidad de vencerte.

Acepté que me llenase un cuerno de cerveza. Habíamos sacado un barril al patio de armas, hacía tan buen tiempo que organizamos la comilona al aire libre. Frea estaba asando algo que me hacía salivar desde hacía rato, pero no nos dejó que nos acercásemos a ella y por eso matábamos el tiempo jugando a clavar hachas en la diana.

—¿Cuántos mataste este invierno? —insistió Ardren. Ambos bebíamos mientras era el turno de Fridd.

—Vamos, no tantos como dicen.

—¿Cien?

—No lo sé —me encogí de hombros.

—Desde el fin de la Guerra Oscura has purgado la tierra de centaleones, de norte a sur. Hasta las tribus de la montaña se rinden ante ti. "El águila que ha devorado a las bestias". Se lo oí a unos bárbaros en la taberna.

—No imagino a esos bárbaros admitiendo nada de eso de un sureño como yo —bromeé.

—Menos de cien, entonces.

—No los he contado... pero muchos. Sí, cientos —di un trago largo a mi cuerno. Fridd se acercó tras su turno (sólo un hacha de tres dio en la diana), y se llenó otro cuerno de cerveza.

—Mi madre te adora, capitán. Dice que la Estepa no ha sido nunca tan segura.

—Muchas mujeres adoran al capitán, pero él prefiere los centaleones —insinuó Ardren.

—Alguien tenía que hacerse cargo del problema de una vez por todas —intenté atajar el tema porque me incomodaba, pero los dos cabezotas que tenía por amigos no se daban por vencidos con facilidad.

—En serio, Link. Ya has acabado con todos los monstruos, ya no hay más —sonrió Ardren —el mundo se ha vuelto un lugar ridículamente seguro.

—Puede que queden algunos en el borde.

—Por Or, eres el tipo más cabezota que he conocido...

—Vale, admito que no hay monstruos. Pero como no estamos seguros de cómo acabó la Guerra Oscura, es mejor asegurarse —insistí.

—Fue obra del hacha de Or. La blandió desde los cielos para decapitar a los espectros de Ikana —dijo Fridd con convicción.

—Nuestros vecinos dicen que han sido sus diosas y el poder secreto del viejo Rhoam —bromeó Ardren, tratando de fastidiar a Fridd —Y todo esto lo hemos hablado miles de veces y ya ni siquiera importa porque si quedaba algún peligro, Link ha terminado con él. Además, qué diablos, ya ha pasado un año de todo eso, es hora de dejar de vivir acobardados, no habrá más monstruos ni más ataques.

—Brindo por eso —elevé el cuerno y los tres lo chocamos antes de dar un trago largo.

Frea vino a buscarnos para comer, pero mi padre se me acercó para que ambos compartiésemos un rato a solas. Mis amigos se abalanzaron sobre el asado como dos lobos hambrientos, esperaba que respetasen mi parte del festín.

—He visto cómo lanzas, no me extraña que te hayas hecho un nombre como cazador de centaleones —sonrió papá.

—Sólo es práctica. Tú me lo enseñaste: no hay talento sin práctica.

—No hay talento sin práctica. Estoy muy orgulloso de ti, hijo —me palmeó la espalda —tenemos que celebrarlo todo, te homenajearemos como mereces. He pensado en que hagamos algo todos juntos en el Fuerte, cuando estemos de vuelta. Tus hermanos tienen ganas de verte.

—Y yo a ellos.

—La próxima vez vendrán al Nido todos, también Aldry.

—¿La convencerías para algo así?

—Se ablanda con los años —me guiñó un ojo —Bueno, eres el señor del Nido y el mayor cazador de centaleones que el Oeste haya visto jamás. Esperaba que al venir por aquí me anunciases algo más sobre tu futuro. ¿Qué pasa con la hija de Thakmak? No he oído de ella en largo tiempo.

—No pasa gran cosa —sonreí de medio lado —espero que sea feliz. Fridd me ha contado que se ha prometido con un miembro del clan del zorro.

—Por todos los infiernos, creí que ella y tú-

—No. Hace mucho tiempo que no.

Mi padre me miró con la misma expresión rara que pusieron mis amigos, casi un año atrás, cuando les expliqué que "el vacío" me impedía seguir viéndome con Eve y que por culpa de eso ambos acordamos dar por acabado el cortejo. Ellos insistieron en que había que ser paciente, ellos también sufrían lagunas consecuencia de la Guerra Oscura y pronto se me pasaría. No sabía cómo decirles que lo que a mí me pasó fue más que eso, más que la ausencia de recuerdos. Cómo explicarles que cuando corrí al encuentro de Eve tras el despertar, fue como si esperase encontrarme con otra persona. Corrí a recuperar algo y me topé con otra cosa muy distinta. Fue una sensación ajena y fría. Intenté reponerme, hacer que la sensación desapareciese por sí misma... Fue inútil. Ya nunca más pude verla del mismo modo. Y eso era muy injusto para ella.

Nadie sabía que esa confusión y vacío me habían empujado a seguir buscando monstruos, blandiendo mi espada y atravesando cráneos con ella como si fuesen mantequilla. Un par de jefes de las montañas habían querido comprarme la espada por dos ollas repletas de rupias y oro, ollas tan altas como mis hermanos. El arma no tenía precio. Desde luego que había olvidado por completo cómo me la había fabricado, si no fuese porque encontré el dibujo con el diseño y las inscripciones en la forja, jamás me habría creído capaz de fabricar una espada así. Y mientras tuviese fuerza en el brazo para blandirla para proteger a mi familia, no se me pasaría por la cabeza venderla, ni por todas las rupias del mundo.

Padre y yo nos acercamos a Frea, Manroy, Mabet y los muchachos. Me serví una generosa ración del asado y no tardé en hincarle el diente.

—Quiero que todos vengáis conmigo —anunció mi padre.

—¿Y quién se quedará cuidando el Nido? Es una temeridad... —dijo Manroy.

—Mi escolta personal se quedará aquí. Además, iremos y volveremos en el día, no hay de qué preocuparse. Pero quiero que me acompañen mi familia y amigos, es un evento importante.

—¿Y las cocinas? Entiéndeme, Grenmak, no es que no me haga ilusión el viaje, pero no suelo dejar que nadie toque mis cosas —Frea miró con suspicacia a los hombres de mi padre, que comían en su círculo, algo alejados de nosotros.

—Les diré que no toquen las cocinas, tienen suministros de sobra.

—Papá...

—No quiero oír más pegas —gruñó —y menos de ti, hijo. Lord Tyto ha pedido especialmente que tú vinieses. Quiere darte las gracias en persona por limpiar el Bosque de Ornitón de enemigos. Los centaleones jamás se habían movido tan al sur y sin ti los orni no sabían ni cómo manejar el asunto.

—Vale, iremos todos —suspiré.

—En Hyrule se celebrará todos los años el final de la Guerra Oscura y es un honor que Lord Tyto nos haya invitado a una de las celebraciones de su poblado. Incluso estoy pensando en adoptar la costumbre también en el Oeste.

—Estoy a favor de adoptar cualquier costumbre si se trata de una fiesta o un buen banquete —dijo Ardren, alzando la copa. Todos reímos la broma y acabamos nuestro asado de buen humor.

Al día siguiente, partimos temprano hacia el vecino Hyrule y la región de los orni. Pensé que el viaje sería mucho más ligero, pero Frea insistió en llevar mermeladas y otros regalos a Lord Tyto, y al final tuvimos que preparar un carro con todo. Cuando llegamos al Lago Ornitón el sol aporreaba nuestras cabezas, era un día muy caluroso, sobre todo si lo comparábamos con los días helados que habíamos pasado en el Nido tan solo una semana atrás. La primavera siempre era así de impredecible en el Oeste.

Los muchachos cabalgaron hacia las aguas del lago nada más ver la oportunidad de refrescarse un poco, y miré a mi padre con cara de cordero degollado, suplicando en silencio por unirme a ellos.

—Diablos, está bien —gruñó —podéis pasar la mañana aquí. Pero debéis estar presentes en el poblado para el almuerzo, no quiero hacer ningún desplante a Lord Tyto.

—Gracias, papá, estaremos los tres allí sin falta. Puede que cacemos algo para compensar —sonreí, aunque mi padre siguió resoplando.

Cabalgué hacia Fridd y Ardren, que ya se habían mojado los pies en la orilla y estaban salpicándose. Di vueltas con mi caballo a su alrededor, chapoteando y mojándoles más aún.

—Sería fabuloso pescar algo por aquí —dijo Ardren, mirando a nuestro alrededor —se lo podríamos ofrecer a los orni, he oído que en este lago hay unos salmones enormes.

—No tenemos cañas —miré con desconfianza las aguas del lago, claras en la orilla, casi negras conforme la profundidad crecía.

—Hay gente pescando —observó Fridd.

El sol se reflejaba en la superficie del lago y hacía daño a la vista, pero sí, había un par de barcas a lo lejos.

—Aquí hay una lanza y una barca —celebró Ardren.

—¡Ey! No toques nada, no seas insensato —dije, bajando del caballo para perseguirle por la orilla.

—A lo mejor está aquí por si los visitantes quieren pescar el almuerzo —empezó a deshacer el amarre de la barca.

—No lo toques, diablos, nos vas a meter en un lío.

—Mira ahí, hay algo extraño, ¿serán rupias?

Caí en su estúpida trampa y cuando quise darme cuenta me había empujado, caí de boca en la barca y Ardren me impulsó lago adentro. Empecé a gritar desde la orilla mientras veía cómo se desternillaba de risa. No había mucha corriente, pero me había desplazado lo suficiente como para que no pudiera ver el fondo.

—¡Capitán, es tu momento para pescar algún salmón!

—¡No hay remos, imbécil!

Intenté estabilizarme y agarré la lanza, sería suficiente para remar hasta la orilla. Cuando fui a meterla en el agua vi algo negro debajo, una sombra alargada. Debía ser un pez gigantesco, nunca había pescado en una barca, pero sí en los rápidos de las montañas. Hice un gesto para que Ardren se callara y tanto él como Fridd me observaron desde la orilla. Cuando intenté ponerme de pie la barca se movió bastante, a los lados, encajé los pies contra los laterales y vi la sombra, sombras, debía haber un banco justo debajo de mí. Levanté la lanza y apunté a donde creí que estaría el pez, con fuerza, pues no sabía bien la profundidad. Como un idiota dejé que la lanza se escurriese de mi mano y cuando intenté cogerla caí al agua.

Emergí chapoteando y volví a oír las carcajadas de mis amigos.

—¡Ayuda!

Chapoteé dándome la vuelta, pero empecé a tragar agua, me hundía y la barca se alejaba. Diosas, mis botas, pesadas como el plomo, me arrastraban hacia el fondo. Me ahogaba, conseguía asomar apenas la nariz y volvía a hundirme, me entró agua en la nariz y en la boca. También en los oídos, ya no sé si mis amigos gritaban, si intentarían ayudarme. Noté un tirón fuerte del cuello de la camisa y algo me rodeó como una garra. Tiró de mí mientras yo seguía tragando bocanadas de agua, hasta que noté la espalda tocando la orilla pedregosa del lago.

—¡Capitán! ¿Respira?

—No lo sé, se ha bebido el lago entero.

No, no respiraba. Pero tosí y vomité agua. Apreté los ojos y me llené los pulmones con aire.

—¡Tranquilo! Respira con calma —dijo mi rescatador o... rescatadora. Puso algo bajo mi cabeza para inclinarla un poco.

Abrí un ojo y vi contra el sol tiras de pelo rubio y mojado y... a pesar del contraluz vi dos ojos verdes que ardían como el mismo sol. Se me cortó la respiración, pero esta vez no fue por el agua que había tragado.

—¿Mejor? —preguntó.

Me incorporé un poco y la miré boquiabierto. Debí parecerle un verdadero imbécil porque arqueó una ceja, extrañada.

—¿Hablas mi idioma? —insistió, al ver que no conseguía balbucear ni media palabra.

Mis amigos rompieron a reír a carcajadas a mi lado, en serio, los ataría a la barca y pasarían la noche entera flotando a la deriva en medio de esas aguas oscuras.

—Hablo tu idioma. Gracias por sacarme.

—¿A quién se le ocurre ir de pesca en una barca sin remos y sin saber nadar?

Sentí que la vergüenza me invadía y tuve que apartar la vista. Diosas. Ni los niños pequeños tenían nuestro comportamiento, menos aún en un país extranjero. Esperaba que el incidente no llegase a oídos de mi padre.

—Ha sido un accidente —acerté a decir.

—¡Alteza!

Vi que otra mujer se aproximaba a nosotros en barca, remolcando la barca que yo había extraviado.

—¿Alteza? —pregunté.

—¡Estamos bien, Impa! Me llamo Zelda —sonrió la muchacha, y otra vez me sentí aturdido, como en shock.

—Zelda, como la hija del rey Rhoam Bosphoramus Hyrule —dije.

—No. Zelda como la que ha evitado que te ahogaras —se burló, y sentí una sensación cálida y sé que me ardieron las mejillas igual que a un crío que no sabe cómo hablarle a una mujer —¿quiénes son esos? ¿Otros nadadores expertos?

—Son los imbéciles de mis amigos —gruñí, lanzando una mirada de rabia contra ellos. Para mi sorpresa, la princesa se echó a reír.

—Has tenido suerte de que estuviésemos explorando el lago, extranjero —dijo la otra mujer. Creo que era de la tribu sheikah, por su aspecto —debéis secar las ropas antes de coger un constipado. Este tiempo es engañoso.

Zelda e Impa nos llevaron a un pequeño campamento, no lejos de allí. Resulta que las barcas eran suyas, y Zelda estaba intentando investigar algo relacionado con el comportamiento de los peces y... y no sé qué más me dijo, porque cada vez que me miraba y se inclinaba un poco hacia mí me temblaba todo, de arriba abajo. Los idiotas de Fridd y Ardren se dieron cuenta y empezaron a susurrar payasadas sin que ellas se diesen cuenta, aunque tuve impresión de que la mujer sheikah era muy consciente de todo.

Mientras la princesa y yo nos quedamos secándonos en el fuego, obligué a mis amigos a que ayudasen a Impa a sacar los botes del agua y a destripar y descamar algunos peces que habían pescado ellas "como muestra", no eran para comerlos. Era lo más extraño que había oído jamás.

—Así que eres del Oeste —dijo Zelda, cuando nos quedamos a solas. Quedarnos a solas sólo sirvió para que su presencia me pusiera aún más nervioso.

—Del Nido del Águila. Soy el capitán Link, Lord Tyto nos ha invitado a vuestra fiesta del fin de la Guerra Oscura. Mis amigos son bromistas, alteza. Siento vergüenza por lo que ha pasado.

—No pasa nada —sonrió —ha sido divertido. No me hables con formalidad, suena muy extraño.

Esta vez fui yo el que la miré extrañado y la vi ruborizarse. Sentí que mi vergüenza se apartaba un poco para hacer hueco a una sensación de satisfacción, por ser capaz de tener algún tipo de efecto sobre ella. Eso me hizo sentir algo de confianza. La necesitaba porque... era una princesa, me había salvado y... además era preciosa y estaba como hipnotizado por ella.

En pocos minutos me contó muchas cosas, que ese era su primer viaje en todo un año, que Impa era más una amiga que una escolta personal, aunque con ella se sentía segura y a salvo. Que adoraba la región de los orni, que habían llegado hacía un par de días... Mientras la miraba veía los finos vellos rubios de sus brazos secarse por el calor del fuego y brillar como el oro cuando les daba el sol. Sentí el impulso de alargar los dedos para tocarlos y perdí el hilo de lo que me estaba contando.

—...el primer bárbaro que conozco. Bueno, y tus amigos —sonrió —pensé que seríais enormes y peludos.

—¿Por qué estás aquí?

—¿Cómo? —se sorprendió y el rubor subió un poco a su cara.

—Quiero decir, siendo la princesa y siendo este un día tan importante para Hyrule... ¿no hay celebraciones más importantes donde tú vives?

—Ah, eso —se rodeó las rodillas con los brazos.

Incliné la cabeza y la miré tratando de entender, debí tocar algún tema delicado.

—Mi padre me pidió que visitara a Lord Tyto en misión diplomática, nadie de mi familia viene aquí desde la Guerra, ya era hora. Y... bueno, como sabrás, mi hermano el príncipe Gaepora es el heredero, él está presidiendo con padre esas celebraciones que dices.

Me extrañó mucho que ella no presidiese junto a su familia, aunque no fuese la heredera, pero la gente de Hyrule tenía costumbres muy distintas a las nuestras.

—Me ha gustado conocerte, Link —dijo, poniéndose en pie de repente —pero es tardísimo. Sólo quería ausentarme un par de horas como mucho y se me ha pasado el tiempo. He de volver de inmediato al poblado.

—¿Irás a la comida con Lord Tyto? —también me puse en pie, con el corazón acelerado. Esperaba no haber dicho nada que la hubiese hecho sentir incómoda.

—No asistiré a la comida, pero sí a la cena.

—Nosotros nos marcharemos antes de la cena —me lamenté —Lord Tyto quiso que nos quedásemos todo el día, pero mi padre tiene asuntos pendientes en el Oeste.

—En ese caso espero que tengáis buen viaje de vuelta a casa —sonrió, aunque fue una sonrisa extraña, distinta a las otras que me había ofrecido.

—¿Puedo verte después de la comida? Es para... agradecerte por haberme salvado.

En fin. Debía estar rojo como un tomate, pero al infierno, no podía dejar que se marchase así como así.

—Me encantará verte después de la comida —sonrió, y se alejó con un movimiento ágil.

Tuve que aguantar las bromas de Fridd y Ardren, porque, sí, era evidente de que de alguna manera me había quedado prendado de la princesa de Hyrule. Y no era algo que me pasase a menudo la verdad, había olvidado la última vez que sentía algo golpearme de repente con tanta fuerza. No había nada que yo pudiera hacer al respecto, pensé, mientras nos encaminamos a la comida con Lord Tyto. Yo no era nadie, era un extranjero, un bárbaro, y no tenía la más mínima opción con alguien como ella. Pero percibí que había algo entre nosotros, yo no era el único que lo había sentido y... sólo era un día, un único momento en el que podía acercarme a una mujer así y... tenía que verla una vez más antes de irnos, es todo.

—Jamás habías sido tan osado, capitán, cortejar a una princesa en medio de una visita diplomática... —se burló Ardren.

—No digas nada, no quiero que se sepa. Además, sólo quiero verla una vez más —le di un codazo por debajo de la mesa. Mi padre ya me había lanzado una mirada de furia al ver que los tres llegamos por los pelos, cuando habían empezado a servir la mesa.

—El capitán lo hace por agradecimiento —razonó Fridd —es lo correcto, a pesar de que se trate de gente de Hyrule.

—Estás soñando, cabeza de moblin. El capitán lo hace porque esa muchacha es-

Tapé la boca de Ardren antes de que soltase alguna obscenidad delante de los orni. Por el rabillo del ojo vi que Lord Tyto me hacía señas para que me acercase. Miré a mi padre y asintió, así que me acerqué a la mesa que ambos presidían.

—Capitán Link, quería darte las gracias en persona —dijo Lord Tyto.

—¿Señor?

—Mis oficiales orni me han contado cómo ayudasteis a exterminar los centaleones que amenazaban mi región. No tenemos experiencia en la caza de esas bestias. Dicen que vos y vuestra espada habéis dado cuenta de muchos.

—Es un honor ayudar, señor. Vuestro pueblo siempre ha ayudado al Oeste cuando lo ha necesitado.

—Bien, podéis venir a mi casa como si fuese la vuestra siempre que lo necesitéis.

—Lo mismo digo, señor.

En ese momento, Lord Tyto se puso en pie y alzó la copa. Hizo un bonito brindis por la unión de los dos países vecinos, y por todo el trabajo que aún quedaba por hacer para mantener la paz y recuperar las cosas que perdimos en la guerra. Las cosas que perdimos en la guerra... esa frase tenía un sabor agridulce, me costaba tragarla, pues de vez en cuando el vacío volvía a mí, real como el vino con el que habíamos brindado, y tenía la seguridad de que había dejado atrás cosas importantes que me hacían sentir solo y desubicado, cosas que no iban a volver jamás.

Al salir de la comida encontré a Impa, la mujer sheikah, en la puerta, esperándome. La verdad era que tenía la intención de buscar a la princesa y no sabía ni por dónde empezar, con los nervios del momento no acordé ningún punto de encuentro, así que verla allí facilitó las cosas.

—Su alteza te verá aquí —me entregó un trozo de papel con un dibujo del lugar —no está lejos, ascendiendo por el sendero que rodea la roca hasta que veas un hueco con una estatua de piedra de la diosa Hylia.

—No tengo malas intenciones —confesé, al ver su cara de suspicacia —sólo quiero darle las gracias de nuevo.

—Tranquilo, os dejaré a solas si es eso lo que insinúas —se cruzó de brazos —he visto lo inofensivos que sois tú y tus hombres.

—Me tranquiliza que ella tenga a su lado a alguien como tú —dije, sin pensar. Me ardieron las orejas de repente al darme cuenta de lo que había dicho y pude ver la cara de sorpresa que puso ante el comentario.

—No os asoméis demasiado al borde de las plataformas y tejados, la princesa es temeraria a veces —dijo, y con un gesto de cabeza se despidió de mí.

Fui a la cabaña donde nos alojábamos mi familia y yo y agarré una capa de piel, con la altura y la caída del sol empezaría a hacer bastante frío en el poblado. Tuve que sortear de mala manera el interrogatorio que me hizo Frea, por Or y los mil infiernos, era implacable. Sé que era extraño que yo no me quedase acompañando la visita diplomática con mi padre y Lord Tyto o sólo calentándome los pies en el fuego como hicieron los demás mientras esperaban. Le dije que sólo tenía curiosidad por la aldea y la dejé con la boca abierta y más preguntas en el aire.

Esperé a Zelda donde indicaba el papel, frente a la estatua de piedra. El corazón me saltaba en el pecho, estaba bastante nervioso, por mi atrevimiento y porque era algo que nunca solía hacer. Además, ella era una princesa, ¿en qué diablos estaba pensando? Debía creer que era un idiota por partida doble. Por jugar en el lago sin saber nadar y por creer haber visto... algo... en alguien de su posición. Seguro que había aceptado por pura diplomacia y por lástima, eso es.

—Link, perdona por haberte hecho esperar.

Sentí una especie de vuelco al verla otra vez y toda sombra de duda o arrepentimiento desapareció, porque merecía la pena el riesgo.

—¡No! Apenas he esperado nada —dije, con atropello.

—He intentado darme prisa, pero olvidé mi capa y volví a buscarla.

—Yo también he ido a buscar la mía.

—¡Oh! ¿De qué piel está hecha?

—Es de ciervo y lobo.

—Qué interesante, la manufactura de las capas siempre me da curiosidad.

—Sí.

Me quedé mirándola e intentando ignorar el ruido que mi pulso hacía en mi pecho y mi cabeza. Ahora que la tenía delante no tenía ni idea de qué decir ni hacer para no parecer idiota.

—Perdona, no sé lo que digo —se disculpó, con el rubor que vi en el lago subiéndose de nuevo a sus mejillas —estoy un poco nerviosa.

Que admitiese eso me dio alas y me hizo sonreír. Porque yo estaba igual, no era el único por lo visto.

—¿Paseamos? Tenía pensado enseñarte una plataforma de vuelo que hay arriba del todo —prosiguió —desde allí se puede ver la frontera con tu país.

Mientras ascendíamos fue explicándome cosas sobre el poblado orni, lo seguro que era al estar sobre una enorme columna de piedra, casi inexpugnable a menos que el enemigo pudiese volar. Conforme paseábamos y hablábamos me fui sintiendo más seguro. Lo que le contaba le resultaba interesante, no parecía aburrirse conmigo. La vi sonreír y ruborizarse cuando la miraba a los ojos y... por Or, me agarró una vez de la muñeca para que me parase y mirase algo en el horizonte y todavía podía notar su tacto sobre mí, como si me hubiera marcado ahí para siempre. No fue bueno, porque eso sólo sirvió para aturdirme con el deseo de que volviese a rozarme.

—¡Espera! No te sientes tan cerca del borde —exclamé, al ver que pretendía sentarse en el mismo filo de la plataforma de vuelo, y recordé las palabras de la mujer sheikah.

—¿Tienes vértigo?

—No.

No lo tenía, pero verla tan cerca del borde sí me hizo sentir una especie de mareo. Sí, se rio de mi cobardía en mi cara y aguanté sus burlas, pero accedió a que nos sentásemos en el suelo, un poco más alejados del borde y de las corrientes de aire que silbaban en el precipicio.

—Desde aquí también se ve el paisaje —dije.

—Y es muchísimo más seguro, ¿no es así, capitán Link? —se mofó, riéndose otra vez.

—Mientras los hylianos no vuelen, y a menos que tu capa sea mágica creo que no pueden, estamos mejor aquí.

Por un momento ambos nos relajamos, hacía frío por la altitud, pero la temperatura aún era soportable. El sol estaba horriblemente cerca del horizonte, había pasado el tiempo tan rápido, demasiado rápido, y ver el cielo naranja del atardecer me hizo recordar que no nos quedaba demasiado, pronto tendría que partir con mi familia hacia casa y decir adiós a todo lo que me estaba pasando.

—Me alegra hablar con alguien que me entiende —confesó —hacía mucho que no me sentía tan cómoda hablando con alguien. La gente me suele mirar como una loca cuando les hablo de lo poco que recuerdo. Es un sentimiento egoísta, pero odio que la guerra no nos haya tratado a todos por igual.

—Me pasa lo mismo que a ti. Si les digo que no recuerdo cuándo ni por qué me mudé al Nido del Águila, miran hacia otro lado. Si les digo que siento como si alguien hubiera saqueado mi fortaleza y se hubiera llevado un tesoro de allí, tan sólo dicen: pasará, capitán Link. Pero no pasa. Por eso me gusta cazar centaleones, no es porque yo sea una especie de héroe o algo así. Es porque me hace olvidar todo eso.

—A mí me pareces una especie de héroe o algo así —sonrió —has corrido muchos riesgos y el pueblo te admira, incluso los orni, he oído lo que dicen de ti. Aunque...

—No, no sigas, ibas bien —bromeé, haciéndola reír.

—Aunque lo de que no sepas nadar es bastante raro y curioso. No es típico de los héroes.

—Alguien debería enseñarme.

—Es verdad, alguien debería.

Quise decirle "tú, tú deberías", pero las palabras se quedaron atrapadas dentro de mí. Sólo podía mirarla y besarla con los ojos, porque es todo lo que deseaba hacer, no podía pensar en nada más y estaba paralizado, no podía más con la electricidad que había entre los dos, como cuando un rayo cae en el suelo y todo el aire se llena de chispas que ponen la piel de gallina.

—Link...

Sentí su mano reptar por mi brazo hasta el hombro y me incliné hacia ella. Estábamos solos y no me importaba, ni a ella tampoco, podía verlo en sus ojos. Había cerrado los míos y estaba casi a punto de rozarla, cuando oí una especie de maullido lejano, y pasos sobre la madera de la plataforma. Zelda se levantó de un salto y yo me quedé helado en el sitio. "Casi, Link", pensé con frustración. Supe que no habría una segunda oportunidad para intentar besarla, eso de las segundas oportunidades no es común, y menos con princesas de un país extranjero.

Resoplé y me acerqué con las orejas agachadas a Zelda y a la otra doncella que acababa de llegar, como el perro apaleado que era en ese momento.

—¿Cuándo se ha despertado?

—Hace un poco, he intentado calmarlo, pero no había manera, alteza. Lloraba sin parar.

—Es un pequeño traidor, mira qué pronto se ha callado en cuanto está conmigo. Gracias por traerlo, Mel.

Zelda tenía un diminuto bulto entre los brazos que hacía una especie de ruidos de alivio al estar pegado a ella. Eso eran los maullidos, era un bebé llorando, no era algún zorro de los bosques ni un gato. ¿Cómo iba a haber zorros o gatos en el poblado orni?

Me sentí como un completo idiota y no sabía qué decir, así que tosí para que ambas supiesen que yo seguía ahí, como un pasmarote.

—Oh, Mel, este es el capitán Link, del reino vecino del Oeste —dijo Zelda, con atropello. La muchacha me saludó y yo me incliné para saludarla —estaba enseñándole el poblado. ¿Te importa volver y dejarnos un minuto a solas? Me quedo con el bebé, no te preocupes. Es que tengo que despedirme.

—Claro, alteza. Un placer, capitán Link.

—Lo mismo digo.

Una vez a solas, el nerviosismo de Zelda se hizo más palpable, como mi incomodidad. El único feliz era el bebé, que respiraba de alivio por volver a estar con ella.

—Es muy glotón, y créeme que ha comido mucho —se justificó ella, incapaz de mirarme a los ojos —pensé que dormiría más después de semejante comilona, pero es muy pequeño y este viaje tan largo le ha trastornado un poco. Aunque por otra parte pensé que sería bueno hacer un viaje con él, los caminos ya son muy seguros y... yo llevaba mucho tiempo sin salir del castillo, como te dije.

Seguí mirándola mientras balanceaba al bebé con más energía de la que él necesitaba, fruto seguramente de la incomodidad del momento.

—Tienes un hijo —acerté a decir.

—Faren, este es el capitán Link, del Nido del Águila. Link, este es mi hijo Faren.

Había intentado besarla. No sólo eso, había intentado besarla después de flirtear con ella durante toda la tarde, con una princesa, creyendo que... oh, por Or, ojalá pudiera echar a volar igual que los orni. ¿Cómo una mujer así no iba a estar casada y tener familia? Debía estar ciego para no haberlo visto venir. Supongo que me emborraché con la idea de ser capaz de ponerla nerviosa o que se ruborizase cuando me acercaba.

—¿Algo va mal? —preguntó, frunciendo el ceño —siento de corazón no haberte hablado antes de Faren, pero estábamos pasando tan buen rato que... No quería ocultarte esto, no es ningún secreto lo que le pasó a la hija del rey, todo el mundo lo sabe y pensé que tú lo sabías así que... simplemente asumí que lo sabías.

—Me... siento un poco tonto, espero no haberte ofendido.

Su expresión cambió por completo, ya no había nerviosismo. En lugar de eso se apagó, como si la luz que había irradiado durante todo el día se hubiera ido de golpe.

—No podrías ofenderme de ninguna manera. Ningún hombre me había tratado así de bien a pesar de mi condición, así que, en todo caso ha sido la tarde más agradable que logro recordar.

—¿Tu condición? ¿Qué condición?

Sonrió y adoptó una pose distinta, se estiró y me habló con la formalidad con la que supongo que despachaba a los labriegos que iban al castillo de Hyrule a pedir audiencia para discutir la linde de las tierras.

—Ha sido un placer conocerte, capitán, guardaré buen recuerdo de este día. No queremos entretenerte más, y hace frío aquí arriba para el bebé. Deseo que tengas un buen viaje de vuelta.

—Gracias, pero-

Se marchó antes de que yo pudiera decir nada. Pensé en seguirla, en frenarla y... ¿qué iba a decirle? ¿Que me había enamorado de ella en sólo un día? ¿Que me había engañado con la ilusión de creer que ella también sentía algo? Era mejor así. Aunque no hubiera estado casada, aunque no tuviese ya una vida y una familia, yo no podía encajar. La habría besado ¿y luego qué?

Hicimos el viaje de vuelta al anochecer.

Mi padre insistió en volver en el día, declinó la oferta de Lord Tyto de dormir en el poblado y viajar temprano. Yo lo agradecí, no podía seguir allí ni un minuto más, torturado por mi vergonzoso comportamiento. No podía sabiendo que ella también estaba allí.

Fridd y Ardren se dieron cuenta de que algo no iba bien, por supuesto, pero dejaron las bromas a un lado cuando les conté que la princesa Zelda ya tenía una familia y que yo había interpretado algo distinto.

—Puede que ya esté casada y tenga un hijo, pero no creo que hayas interpretado nada mal, Link, la muchacha se mostró receptiva desde el principio, tú lo viste, y nosotros lo vimos. Lo juro por que me parta el hacha de Or —dijo Ardren.

—Déjalo ya. Es mejor olvidar que todo esto ha pasado lo antes posible.

—Lo siento, capitán —dijo Fridd, palmeándome la espalda.

Decidí viajar en el carro, alejado de mi padre y mis amigos, que iban en sus caballos. No tenía ánimos para aparentar que nada había pasado delante de ellos, y mucho menos del escrutinio de mi padre. Esperaba que me reprendiese por mi comportamiento en el lago y por ausentarme toda la tarde. No tenía ganas de discutir con él. El carro era lento y constante, me serviría para despejar la cabeza.

—¿Puedo sentarme contigo, Link? —preguntó Frea, asomando la cabeza por la rendija de la lona que cubría el carro.

—Siempre. ¿Y Mabet?

—Se ha quedado dormido ahí detrás. Demasiadas emociones para un muchacho de su edad, ya sabes —dijo, acomodándose a mi lado.

—Espero que lo haya pasado bien.

—Desde luego, estará hablando de esta aventura durante semanas. Sobre todo le servirá para fardar con los muchachos de Ocaso.

—Me alegro.

Durante un rato estuvimos en silencio. Encendí el farol del carro y di un farol de mano a Frea. Ya había oscurecido del todo, el camino era conocido, pero podía ser traicionero y no quería que una rueda se atascase o se rompiese.

—Tú no pareces muy alegre —observó ella.

—Estoy bien, sólo cansado —me encogí de hombros.

—Yo estoy muy feliz de haber venido con vosotros —sonrió —de veras que es un lugar hermoso el hogar de Lord Tyto. Y él es un líder de una gran nobleza, admitir a alguien como yo en su mesa.

—Créeme si digo que tú honras su mesa.

—¡Exageras! —carcajeó, dándome un golpe cariñoso en el hombro —de todas formas es una verdadera pena que no nos quedásemos a cenar. ¿Sabes que he oído que la mismísima hija del rey Rhoam estaba en el poblado? A veces tu padre es un cabezota, espero que no hayamos causado una ofensa a la casa real.

El corazón me dio un vuelco al volver a pensar en ella, en sus ojos junto al lago, en la electricidad de su tacto, en todo.

—Lord Tyto se lo explicará a la princesa de Hyrule, seguro que lo entiende —dije, tratando de sonar convincente.

—Me habría gustado tanto conocerla... en fin —suspiró —es una pena lo de esa joven.

—¿Una pena? ¿Por qué?

—¿En qué mundo vives, Link? La historia ha cruzado fronteras, no hay nadie que no haya oído semejantes noticias, más aún tratándose de una familia real.

—No sé de cosas de reyes —me encogí de hombros. Y no quería volver a saber... nunca más. Frea empezó a parlotear sobre cosas de las casas reales, cosas de las que chismorreaba a veces y a las que nunca había prestado atención.

—... y sucedió después de que se diese por perdido al mayor, ella fue nombrada heredera por encima del pequeño. El pequeño iba para sacerdote o algo así, pero entonces el rey descubrió con sorpresa que la princesa había quedado encinta durante la Guerra Oscura, ¡imagínate!

—¿Qué diablos quieres decir? —el corazón comenzó a latirme con violencia en el pecho.

—Pareces bobo, Link. La muchacha perdió la virtud, con un desconocido, un criminal... vete a saber, hay muchas historias oscuras sobre eso. Y su hijo es bastardo, ¿cómo iba a aguantar el rey de Hyrule una ofensa así? Es imposible que pueda casar a una hija con un bastardo de la guerra.

—Entonces... ¿la princesa Zelda no está casada? —de la sorpresa pasé al vértigo. "Su condición", ¿era esa? ¿Se sentía como una especie de plato descartado de un banquete? ¿Alguien la había violado y tuvo que pagar con no ser reina? Era tan injusto...

—¡Claro que no! Y eso supone una verdadera pesadilla para el viejo Rhoam. Lo lógico habría sido ocultar su embarazo, dar el bebé a un buen siervo del rey que se asegurase su bienestar. Pero al parecer la princesa se negó y clamó que el niño era suyo y que eso estaba por encima de la corona de Hyrule, ¿te imaginas?

—Me... imagino... —balbuceé. La imaginaba así, incapaz de renunciar a su bebé, eso cuadraba con lo poco que había conocido de ella. Y yo no podía haberla ofendido más con mi actitud.

—Me consta que Rhoam ha intentado casarla, pero por supuesto ningún príncipe vecino, cercano o lejano, acepta a una mujer madre de un bastardo de la guerra, sea princesa de Hyrule o no.

Pensé en el bebé, pequeño e indefenso, respirando feliz contra ella. Diosas, el mundo de la realeza me daba arcadas. De todas las palabras en las que podía pensar para el bebé, la última era "bastardo". Era una palabra tan sucia, tan alejada de lo que había visto...

—Hay algunos vasallos, caballeros menores, la mayoría viudos y demasiado viejos... son los que se han dejado convencer por el rey para intentar cortejar a la princesa. Es la única forma que tiene el viejo Rhoam para tapar la vergüenza de la familia.

—¿Y el padre del bebé?

—Nadie sabe quién es. Y si la princesa lo sabe, lo calla. Dicen los rumores que ella lo achaca a la Guerra Oscura. Si fuese alguien peligroso podría volver a reclamar riquezas al viejo Rhoam, como una especie de chantaje a la corona. Esto hace que muy pocos se atrevan a cortejar a la princesa, a pesar de que el rey apenas pone condiciones para eso y oferta una gran recompensa, según dicen...

—Eso es porque ninguno de esos viejos caballeros decrépitos que dices la merecen. Sólo quieren... no sé, aprovecharse. Pero yo te aseguro que si fuese mi mujer y alguien peligroso viniese a reclamarle algo tendría que vérselas conmigo. Asco de Hyrule... —susurré, entre dientes. Y sentí ganas de gritar o de golpear algo. Si lo hubiera sabido antes no me habría comportado como un patán.

Me giré hacia Frea y vi que me observaba con un interrogante en la cara.

—No sabía que te interesasen este tipo de noticias.

—Es que no aguanto las injusticias.

—Eres muy bueno, Link. Por eso Lord Tyto quería verte en persona. Ayudas a la gente, todos lo saben, saben que eres un héroe.

—Ojalá fuese verdad.