—¡FUERA DE MI PUTA CASA! —gritó Sirius apenas colocó los pies dentro de Grimmauld Place. Al ser el dueño, podía saber si había gente dentro, por lo que no necesitó realizar un Homenun Revelio para darse cuenta de que la residencia estaba siendo ocupada por más personas.
Desde la cocina, se asomaron los Weasley, Tonks y Hermione, quienes estaban allí para poder pasar las fiestas todos juntos.
—¿Qué es todo este escándalo? —preguntó Molly sin entender lo que sucedía. Habían estado tranquilamente conversando sobre las cosas que harían para Navidad y Año Nuevo, así que el inesperado grito los sacó de lugar —, ¡¿cómo te atreves a aparecerte aquí después de tanto tiempo y gritando?! —se quejó.
Sirius que no estaba para nada calmado, con Harry a su espalda teniendo la cabeza gacha, se salió mucho más de sus estándares pacíficos y espetó —¡QUE SE VAYAN DE MI PUTA CASA!, ¡ESTOY HARTO DE QUE SE CREAN DUEÑOS Y SEÑORES DE ESTE LUGAR!, ¡ES MÍ CASA Y AQUÍ MANDO YO, ASÍ QUE AHORA LOS QUIERO A TODOS FUERA! —. Al no ver respuesta, recalcó — ¡AHORA!.
Todos se quedaron callados sin saber qué decir, sobre todo porque jamás habían visto a Sirius de esa forma. Se dieron la media vuelta silenciosamente y se aproximaron hasta la chimenea, dirigiéndose a La Madriguera.
Hermione y Ron no se movieron de inmediato para adentrarse a las llamas verdes, esperando a que su amigo les siguiera. Harry por su parte, hizo el amago de irse con ellos, pero no pudo, porque la voz de su padrino se lo impidió: —Tú te quedas —escuchó. Miró a sus amigos y estos entendieron, yéndose del lugar dedicándole una mirada cargada de preocupación.
Sirius era un persona que no solía enojarse realmente. Por lo general, se molestaba, podía tener rabia o alterarse con facilidad, pero no se enojaba, porque las veces que eso sucedía, eran contadas y nadie salía bien parado de ello.
Caminó con lentitud hacia la biblioteca, seguido por su ahijado a unos pasos de distancia. Se sentó sobre una butaca y le dio el espacio a Pinchi para que saliese de su bolsillo, encendiendo a su vez la chimenea para que el escorpión tomase el calor del fuego. Con su varita, convocó una camisa y una túnica, transfigurando sus pantalones luego de eso. Se colocó su ropa y los zapatos que habían llegado junto con las prendas, tomando una postura señorial y fríamente seria, imperturbable. Miró hacia la puerta de la habitación, topándose con la mirada desafiante, pero comedida de su ahijado.
—Siéntate —le ordenó.
Harry por su parte hizo lo que le dijeron, sin saber a qué atenerse. Nunca había visto así a su padrino, por lo que no tenía precedentes para saber cómo actuar en esos casos y solo pudo acomodarse en el sillón. De todas maneras, se sentía confiado. Sirius siempre le trató como al hijo que no había tenido hasta esos momentos, por lo que nada malo le pasaría y sus palabras no estarían tan cargadas de resentimiento por su parte. Había sido el mejor amigo de su padre, así que eso le daba un plus para que los sentimientos de cariño y apego fungiesen como un menguante en lo que pasaría. Estaba más que confiado al saber que siempre sería lo más importante dentro de la vida de su padrino, fue lo que le hizo saber en su momento, cuando pudieron estar juntos nuevamente después de su escape de la prisión. Él era más importante y es lo que realmente contaba, así que sin tomar en cuenta el semblante que Sirius tenía en el rostro, Harry sentía que nada malo pasaría.
—Sirius…, yo —trató de decir el chico, pero no pudo continuar.
—Sirius nada —le cortó el animago, sus ojos fríos y sin mostrar contemplaciones —. ¿Me puedes explicar qué fue todo eso que hiciste en la casa de mi prima?. No quiero una respuesta, fue retórico —masculló —. No tienes puta idea de lo que acabas de hacer, porque, así como son todas las personas que se pasean por MI casa, te has convertido en un egoísta —sentenció. Arrastraba las palabras, saboreaba cada una de las cosas que decía, sintiendo dentro de su cuerpo como se volvía cada vez más frío. La serenidad que destilaban sus palabras hacía que el ambiente se tornase avasalladoramente tétrico, y no pudo evitar recordar a su padre. Nunca reconoció que tenía similitudes con Orión Black, pero quienes realmente le conocían, siempre apostaron que sería igual a su progenitor cuando se tuviese que imponer ante alguien. Se vio de soslayo, sentado en el mismo sillón que ocupaba en esta ocasión su ahijado, escuchando una de las tantas charlas que Orión le dio en su juventud…, se recordó y a su vez vio a su padre en él.
—Sirius, no sabes lo que estás diciendo, ella te tiene hechizado. Déjame llamar a Dumbledore para que te saque lo que sea que esa arpía haya puesto en ti. Ya verás que todo volverá a ser como era antes —susurró Harry, con la ilusión en sus palabras. Estaba más que seguro de que Sirius no estaba bien, porque de lo contrario no estaría actuando de esa manera y mucho menos con él.
—Dime una cosa Harry…, mientras estás en el castillo, ¿estás solo? —preguntó el animago, invocando un vaso de whisky junto a una botella. Descorchó el licor y se sirvió grácilmente el líquido en su vaso, para luego llevárselo a los labios y beber con toda la elegancia que estaba saliendo a borbotones de su cuerpo sin que él mismo se diese cuenta —. Cuando estás en la sala común de Griffindor, ¿no hay nadie a tu lado?, ¿vas a tus clases sin compañía?, ¿te has enfrentado incontables veces a Voldemort por tu cuenta sin tener a nadie ayudándote?.
Harry tenía un nudo en la garganta, pero aun así logró decir — No.
—Muy bien —comentó Sirius, bebiendo nuevamente de su vaso —. Desde que tengo contacto contigo…, desde que salí de Azkaban, ¿te he dejado alguna vez solo?, ¿has sentido mi ausencia? —siguió preguntando.
—No —contestó nuevamente Harry.
—Y, ¿me puedes decir por qué interfieres en mis asuntos, pensando lo mismo que todos los demás? —.
—Yo no pienso de ti igual que los demás Sirius —respondió Harry, descolocado por las palabras de su padrino, de su figura paterna, quien debía estarle diciendo que lo que hizo estuvo bien y no estarle hablando de esa manera.
—Sí que lo haces. Piensas que soy un hombre trastornado que no puede tomar sus propias decisiones, que tienen que estar cuidando como a un niño pequeño, porque la cárcel le aplastó el cerebro. Piensas que no soy capaz de vivir mi vida a mi antojo, porque soy tan inmaduro y precipitado que no puedo tomar las riendas de mi destino por cuenta propia.
—¡Eso no es cierto! —se trató de defenderse el chico, infructuosamente. Le dolían las palabras que salían de la boca de su padrino, mucho.
—¿Ah no?, y entonces ¿por qué en lugar de preguntar qué estaba ocurriendo, tomaste tus propias conjeturas y largaste toda esa mierda allá?. ¿Por qué en lugar de darme el beneficio de la duda, simplemente te pusiste a despotricar así? —continuó el animago, bebiendo nuevamente de su vaso, sin perder la serenidad en su voz, rostro y postura.
—¡¿Y qué querías que pensara?!, ¡es la segunda vez que te veo con esa loca!. ¡Lógicamente no iba a pensar que estabas allí por cuenta propia! —se justificó el chico, nervioso por querer que su padrino entendiese su postura.
Sirius asintió, sopesando las palabras de su ahijado. Bebió nuevamente y se rellenó el vaso con lentitud —Te entiendo…, aunque yo podría acusar al pequeño Malfoy de lo mismo por lo que tú acusas a Bella… —.
—No es igual —retrucó el chico, sintiendo la ira subiendo por su cuerpo. Lo que pasaba con Draco era totalmente diferente.
—Claro, es distinto…, porque tiene un padre que es Mortífago, cuya tía y tíos políticos también lo son. Viene de una familia paterna tremendamente purista y de una materna ligada a las Artes Oscuras…, no tengo ningún motivo para pensar que Draco Malfoy te ha hechizado…, cierto —sopesó el animago sarcásticamente, poniendo una mano bajo su barbilla en forma de meditar sus palabras —, pero ahora, así como yo tuve que escuchar todos los insultos que lanzaste en la casa de Bellatrix, me vas a escuchar tú a mí —apuntó antes de comenzar con su monólogo.
—Mientras estaba en Azkaban, siempre me aferré a la ilusión de que un día estaría contigo, que te vería y podría cuidarte como en su momento le juré a tus padres que lo haría. Todos los días conversaba con James y me encerraba en los recuerdos de mis días en el castillo. Siempre tenía presente que llegaría el momento en que saldría y así podría tener la vida entera para estar cuidándote y viéndote crecer. Sin embargo —se cortó para beber nuevamente y continuar —, eso no era lo que realmente me hacía seguir adelante día tras día, no era lo que me mantenía vivo dentro de esa asquerosa prisión. En la celda de enfrente estaba esa zorra, loca, enferma como le llamas tú. Todos los días me hacía entrar en un tira y afloja de gritos, peleas y discusiones. Cada segundo que pasaba, independiente de que me aferrase a la ilusión de verte, de recordar a tu padre, ella me devolvía las ansias de poder tener un contrincante digno. Nuestras discusiones me mantuvieron vivo y con las ganas de querer seguir luchando, aunque fuese para matarla luego de salir de allí. Cuando logré escapar y pude tenerte conmigo, mi mundo se volvió feliz, estaba extasiado por tenerte en mi vida, porque podría cumplir la promesa que le hice a mi mejor amigo, pero no estaba completo. Mientras tú seguías educándote y creciendo dentro del castillo, dejando de lado tu convivencia con los muggles, yo estaba solo.
—Tú no sabes lo que es tener que vivir con personas que te aborrecen y no te quieren Sirius…, no sabes lo que es tener que soportar los malos tratos de tus familiares —lo cortó Harry, tristemente dolido por la forma en que su padrino le restaba importancia a su miserable convivencia con sus tíos.
—¡Agh!..., ¡se me olvidaba que yo tuve la mejor infancia de la historia humana!, tienes que dejar de escuchar tanto a Remus…, no te hace bien Harry —apuntó el animago, bebiendo de su licor —. La vida es lo que tocó y no nos podemos estar quejando siempre, hay que aprender de ello y seguir adelante. Tus padres te amaron con locura, pero tuviste la mala suerte de no tenerlos contigo y ser criado por familiares que no te quieren. Yo tuve la desdicha de tener a mis padres y ser criado por ellos, pero no me amaban y me aborrecían tanto o más de lo que tus tíos lo hacen contigo —comentó sin perder su serenidad —, lo único bueno de mi vida siendo un Black, era que una de mis primas estaba conmigo siempre, que me acompañaba en todo y me hacía sentir menos solo, pero con el tiempo se me olvidó que ella estaba allí.
Respiró profundamente y luego de soltar el aire contenido, continuó —Pasaron los años y ese vacío que sentía dentro de mi no se iba, volví a esta casa, tenía mucho más contacto con gente, pero el vacío seguía. El día en que me enteré de que Bellatrix se escapó de Azkaban, volví a sentir esa viveza dentro de mi cuerpo, quería matarla y cumplir el juramento que nos hicimos a los gritos dentro de nuestras celdas.
Harry estaba callado, sin poder pronunciar palabra a todo lo que escuchaba.
—Por más que Remus quisiera hacerme compañía, no era lo mismo. Yo había cambiado y ya nadie podría devolver al Sirius que en su momento fui, porque Azkaban me cambió. Nadie de aquí puede saber lo que viví, excepto ella. —siguió Sirius —Cuando me avisaron que estabas dentro del Departamento de Misterios con tus amigos, sentí que se me venía el mundo encima, pero a su vez, la expectativa de tener el encuentro que tanto deseaba con ella me hizo sentir más vivo que nunca. La adrenalina recorría mis venas y solo podía pensar en tenerla frente a mi para poder matarla con mis manos de ser necesario. Cuando la vi cerca del arco que estaba en medio del salón, solamente podía pensar en llegar a ella y acabar con todo de una buena vez, pero en el momento en que su hechizo me pegó en el pecho, me di cuenta de que la había subestimado. No obstante, así como yo juré matarla, ella también lo hizo, así que estaba cumpliendo con su parte del trato —volvió a beber de su vaso y siguió hablando —. En el momento en que su látigo apresó mi pie y me alejó del velo, no pude entender lo que estaba pasando. Bellatrix no es una persona que se arrepienta de sus actos, jamás lo ha hecho, ni siquiera cuando era una niña, así que no podía entender qué estaba sucediendo. La perseguí, porque necesitaba respuestas y tú te pegaste a mi lado…, queriendo apresarla y meterla nuevamente en Azkaban. Yo sentía una desesperación horrenda, porque no te podía dejar hacer eso, mucho menos después de darme cuenta de que lo único que ella quería era salir corriendo de allí. Nos desaparecimos juntos Harry.
La voz de Sirius había mutado, y aunque seguía siendo serena e imponente, tenía tintes de melancolía a medida que hablaba de los momentos vividos con su prima meses atrás.
—Me la llevé a mi departamento. Te mandé una carta mintiéndote, diciendo que me estaba persiguiendo y la tenía que despistar para que no me atrapase. ¿Por qué?, porque no podía dejar que la metiesen nuevamente en Azkaban, porque no podía dejar que se muriera en esa pútrida cárcel, porque ya no podía dejar que la alejasen de mi lado. Dentro de todo el tiempo que estuve alejado de ella, no me di cuenta de que me estaba muriendo en vida, hasta que la tuve nuevamente a mi lado. Ella le da vida a mi vida Harry, más que tú, más que Remus…, más que cualquier persona en el mundo. Solo ella puede hacer que mi corazón salte queriendo seguir luchando. Solo ella consigue que todo importe una mierda, porque ella es la única persona que me puede entender, que me comprende y me acepta tal cual soy, lo hizo siendo una niña y lo sigue haciendo ahora que es una trastornada mujer adulta. No me quiere cambiar, como todos los demás quieren, incluyéndote. Todos esperan que sea alguien maduro, que no me comporte de forma impulsiva y que piense las cosas, porque todos se creen que yo soy un idiota que llega y hace las cosas sin pensar. Pero eso es porque no me conocen y solo Bellatrix, esa puta loca arpía, como bien te has encargado de apodarla a los gritos, es la única que me ha querido tal cual soy. El día en que ganemos la guerra, porque así será, te casarás, tendrás una familia y seguirás teniendo a tus amigos. Siempre estás rodeado de muchas personas que te aman y te quieren, incluyéndome, pero cuando tú no estás aquí, yo estoy solo… —tomó un respiro, sopesando sus palabras, bebiendo nuevamente de su whisky —. Cuando tú estás en el castillo, yo estoy totalmente solo, y Bellatrix ha sido la que me ha impulsado a seguir luchando. Puede que duela, pero ni siquiera tú me has dado la fuerza para eso. Solo ella. La amo Harry y si no lo puedes aceptar, lo lamento mucho, yo no pienso cambiar lo que siento por ella porque las demás personas no lo pueden entender, que, por cierto, te ha estado ayudando en muchas cosas sin que tú lo supieras, empezando por el hecho de que le salvó la vida a Dumbledore.
Se levantó de su asiento, acercándose al escorpión que yacía plácido cerca de las llamas y posó el dorso de su mano sobre la alfombra con la palma hacia arriba. Pinchi se colocó sobre su piel y Sirius se alzó nuevamente, acercándose a la puerta de la biblioteca. Antes de salir, se volteó hacia su ahijado y dijo —Ese león albino, podría haberte matado con una sola de sus garras. Podría haber cercenado tu cuerpo en menos tiempo del que te habrías dado cuenta, porque estabas amenazando a su dueña. Fue Bellatrix quien lo impidió…, piensa en eso y en todo lo que te dije Harry, porque no pienso dar mi brazo a torcer. —. Tras decir aquello, se retiró con su escorpión hacia su habitación, sintiendo el vacío dentro de su pecho al estar lejos de su bruja, sin saber qué haría para estar a su lado nuevamente.
Harry estaba anonadado. Tenía muchas cosas qué pensar, mucho qué asimilar y sobre todo sentía un dolor en su garganta por el nudo que estuvo aguantando desde que su padrino comenzó su discurso. No podía creer que todo aquello fuese cierto y se sintió culpable, por no pensar antes en cómo se sentía Sirius mientras él no estaba presente. Se dio cuenta que, así como él sufría, su padrino también lo hacía, aunque no lo demostrase.
-o-
Luego de que Sirius y Harry se fuesen de la casa solariega, Pipi se demoró menos de dos minutos en cumplir con los deseos de su ama.
Eleanor estaba en esos instantes sentada acariciando al león albino que, al momento de verla, se lanzó a su cuerpo para poder conocer a la nueva visitante.
Bellatrix por su lado, estaba anonadada ante ese comportamiento.
Denébola, cuando dejó de hacerle caricias en el muslo con su hocico para que se calmase, se dirigió sigilosamente a Draco para interceptarle y dejar una amenaza explícita sobre los territorios que le pertenecían. Estaba dentro de sus instintos el marcar lo que le pertenecía, así que era más que esperable el que quisiera matar al rubio, considerando que era el bebé de la bruja más poderosa de esos tiempos. Tuvo que ordenarle al cachorro que no le hiciese nada al chico antes de que se cagara en los pantalones, cosa que podría haber pasado sin problemas, porque la cara de terror que tenía el hijo de su hermana era una odisea. Tuvo que indicarle a Draco que se marchase a uno de los dormitorios hasta que ella conversase con su bebé y este aceptara que la existencia del chico no era negociable. No obstante, cuando la muggle llegó, nada de lo que sucedió con Draco pasó, sino que se acercó a la mujer y se tiró pansa arriba, pidiendo caricias.
De cierta manera se alegró por ello, porque así se evitaba el tener que aleccionar a su bebé, lo que no quitaba que aquello fuese inusual.
—Así que ese que tiene la mierda en tu mundo se atrevió a tratarte de esa forma, a insultarte y decir barbaridades de ti…, después de todo lo que estás haciendo… —susurró Nellie luego de escuchar lo que pasó antes de su llegada —. Que bueno que se lo llevaron, porque si me lo pillo aquí lo mato —sentenció mientras seguía dejando caricias en el cachorro que ronroneaba complacido.
Nellie se sorprendió mucho al llegar y tener a un león encima, pero como todo lo demás, le quitó la importancia y se dispuso a complacer los deseos del "gatito".
—Pues yo me tuve que aguantar por Sirius el no matarlo. Pude haber dejado que Dené se lo cargara…, o yo misma hacerlo. Sirius se habría puesto muy triste y le prometí que no me metería con nadie de los que a él le importan…, así que no pude hacer nada. Espero que le esté poniendo una buena surra en el culo para que aprenda, maldito mocoso baboso insolente que no sabe respetar a los mayores…, ¡ARGH! —espetó, lanzando su daga con fuerza a la pared, incrustando el arma en la madera. La daga, por la fuerza que Bellatrix implicó en su lanzamiento, osciló ligeramente de un lado para el otro tras el impacto, pero quedó clavada.
Estaban en el salón de descanso, la muggle en el suelo y la bruja de pie, moviéndose de un lado al otro para descargar la furia que sentía. Sin embargo, su mal humor menguó luego de que llegase su amiga. El estar con ella siempre ayudaba a que su mal carácter disminuyera.
—¿Por qué te preocupa tanto lo que pueda pasar con tu primo?, siempre has dicho que es un traidor y que solo podrías ser tremendamente feliz luego de verlo muerto… —murmuró Nellie, ocultando la sonrisa ladina que estaba asomándose en su rostro. Dejó que sus cabellos cayeran por el costado que daba hacia su amiga, esperando que no viera las intenciones detrás de esas palabras. Conocía a la bruja hacía años, por lo que una de las cosas de las que más se vanagloriaba era el conocerla como la palma de su mano. De la misma manera que la bruja le conocía a ella, con una diferencia. Ella hablaba mucho y ocultaba poco, por lo que, al momento de tener algún secreto, era más difícil que alguien leyese su expresión corporal. La bruja en cambio hablaba poco y guardaba mucho, así que el paso de los años le enseñó a descifrarla dependiendo de su lenguaje corporal y la tonalidad de su voz. Era obvio para la muggle que su mejor amiga estaba babosa por su primo, pero ninguno de los dos podía verlo de esa manera clara, sobre todo porque dejaban que sus orgullosos cuerpos no viesen más allá de sus narices.
Eleanor era una soñadora y apasionada de la vida. Amaba las historias de amor y desamor, así que dentro de su radar le era fácil encontrar esas historias que tanto le quitaban el sueño. Tenía que hacer que su amiga se diese cuenta de una vez por todas que aquello que sentía hacia su primo no era simplemente atracción física y tenía que hacerlo lo antes posible, porque odiaba ver la cara de tristeza camuflada con rabia en el rostro de la bruja.
Bellatrix por su lado, sintió un golpe en la boca del estómago, la pregunta de su Nellie estaba siendo muy directa. Muchas veces ella misma se había preguntado el porqué le preocupaba tanto Sirius, ella no era alguien que se preocupase por los sentimientos de los demás. No obstante, luego de todo lo que habían pasado juntos, poco a poco fue aceptando que las cosas que sentía por su primo iban más allá de un simple acostón.
Lo que sucedió con el baboso Potter fue la gota que derramó su vaso interno. No le importaba en lo más mínimo lo que el chico tuviera para decir, más que mal, él no era nadie y claramente podría acabar con su existencia de un segundo al otro. Lo que le dejó un mal sabor de boca, fue que se dirigiese de esa manera al hombre que siempre le tenía presente en su día a día, que vivía para saber que el chico seguía sano y salvo y que tenía la esperanza de que el final de la guerra fuese beneficioso para el hijo de su mejor amigo. Le dolió ver el rostro contraído de Sirius, que mostraba el dolor que estaba sintiendo al oír las palabras que salían del chico. Dolió dentro de su cuerpo incluso, la desesperación que recibió de los ojos de su primo. Por eso es por lo que los había dejado marchar, para no tener que lidiar con aquello, y porque además no sabría qué hacer en caso de que Sirius le hubiese saltado encima a su ahijado.
—No estoy preocupada, es que no sé…, lo que pasó me dejó rara —contestó la bruja, queriendo bajar el perfil de la situación.
—Pero si es fácil. Si el chico hubiese recibido un puñetazo de su padrino, lo dejas realizar su masacre a gusto y ya está —dijo Nellie levantando los hombros, como si fuese lo más lógico del mundo —. Ahora, a mí no me engañas, dijiste que no hiciste nada porque tu primo se pondría triste…, así que no me vengas con estupideces de que no te preocupa. Me vas a decir ahora mismo lo que está pasando con el buenorro de tu primo, ven siéntate aquí —palmeó el espacio a su lado, invitando a su amiga. Sabía que tenerla cerca ayudaría para que soltara la lengua y dijese todo lo que estaba guardándose.
La bruja, luego de soltar un bufido derrotado, se sentó junto a la muggle. Recibió una caricia en el cabello, muy parecida a las que estaba obteniendo el león que todavía estaba acostado ronroneando.
—Bien…, te acuestas con tu primo —apuntó Nellie.
—Ajá —masculló Bellatrix, completamente derrotada ante las caricias que le prodigaba la mujer a su lado.
—Y gritas como adolescente cuando estás con él —susurró la mujer de cabello caoba, con un semblante serio, analizando las cosas como si no las supiese.
—¿Y tú cómo sabes eso? —preguntó la bruja, tratando de no sonrojarse.
—Porque te conozco, y todas las veces que hablamos de tus acostones, me los contabas con lujo de detalle. Ahora estás más callada que mi madre muerta, así que no es un simple revolcón —sentenció, sintiendo la tensión en el cuerpo de la bruja a su lado —. Esto va más allá y todavía no lo quieres aceptar, pero para eso me tienes a mí, vamos a ver. Estuviste tu infancia con él, así que es alguien importante. Después siempre decías que era una deshonra porque se había ido a una casa roja en el colegio raro al que fueron y que te había dejado sola, así que empezaste a odiarlo…, para luego caer presa con él y tenerlo en la celda de enfrente. Siempre dijiste que tu señor era el que te ayudó a sobrevivir en la cárcel, pero por las cosas que escuché, era tu primo el que estaba día tras día haciendo que tu deseo de lucha siguiera allí, así que cuando supiste que tu señor ya no era lo que decía ser, te viste sola y defraudada. El único que estuvo a tu lado para cuidarte fue tu primo y te brindó apoyo y un escondite. Pasaste meses a su lado, así que volvieron a compartir como cuando eran niños. Lo incluiste en el juramento ese y solo él te puede matar…, yo creo que aquí hay más que un simple juguete sexual Mi Bella.
—¡¿Pero y tú cómo sabes todo eso?! —inquirió asombrada Bellatrix, anonadada de toda la información que tenía su amiga.
—Algunas cosas me las has ido contando tú con los años, otras me las contó tu primo buenorro y tu marido…, les fui sonsacando información sin que se dieran cuenta y como son cosas tuyas, pues es lógico que las sepa…, eres mi mejor amiga y te amo, todo lo que tenga que ver contigo me importa —respondió Eleanor, con una sonrisa en el rostro. Dejó un beso en la mejilla de la bruja y tomó su rostro con su mano libre —. Tú eres la única persona que estuvo allí para mí como alguien real. Todo el resto de las personas pasaban de mí y no me tomaban mayor importancia. Eres la única que me ha tomado en cuenta y además de eso, la única que me quiere tal cual soy, así que es obvio que te quiera ver bien y feliz. Quieres a tu primo más de lo que piensas cariño, así que tendrás que dejar tu orgullo de lado y dejarle que vuelva, o yo me voy y no me ves más.
Cuando Bellatrix estuvo a punto de gritar por la amenaza de la muggle, Draco entró por las puertas del salón de descanso y vio a las dos mujeres sentadas en el suelo. Elevó una ceja por la imagen, al mismo tiempo que ambas dirigían sus miradas hacia él.
—¿Estás bien tía? —preguntó el rubio, realmente preocupado por el bienestar de la bruja.
—¿Él es el hijo de la estirada? —preguntó Eleanor, sintiéndose ansiosa de un segundo al otro. Recibió un asentimiento por parte de la azabache y preguntó: —, ¿ya le contaste?.
Ante la pregunta, Bellatrix abrió los ojos y negó con la cabeza, sabiendo lo que pasaría luego.
—¡Yo le digo! —gritaron ambas al unísono, descolocando al chico que las miraba con estupefacción.
—¿Decirme qué? —quiso saber Draco, nervioso por la actitud de ambas mujeres. No conocía a la de cabello caoba rizado, pero se le hacía surrealista que se pareciese tanto a su tía en aspecto y actitud, solo que se le veía mucho más amable.
Ambas se miraron y sin querer darle la oportunidad a la otra de hablar primero, gritaron al mismo tiempo —¡TIENES UN NUEVO PAPI!.
