Shinichi cogió la carretera y condujo sin ningún objetivo en mente, intentando evadir sus problemas con la radio e intentando buscar algo de calma a las afueras de la ciudad.

Paró frente a la casa blanca que tantos problemas parecía haberle traído y por un momento fue agradable, sentir una extraña sensación de libertad al acercarse a ella.

Paró frene al portal y buscó la llave entre el manojo que llevaba, sin saber bien porque tenía él esa llave. Abrió la puerta y entró en silencio. Se quedó parado en el salón después de dejar las llaves sobre la mesa, observando cada detalle de la casa. Nada había cambiado, se adentró a las estanterías del salón y leyó la portada de un par de libros a la vez que pasaba el dedo sobre la madera. El único cambio que había, era el polvo que ahora empezaba a cubrir los pocos muebles que habían.

Era imposible que desaparecieran de esa manera. Tenía que haber algo…aunque fuese una mínima pista que le pudiese indicar donde se encontraban. Pero por más que buscaba, parecía que se las hubiese tragado la tierra.

Era imposible…tenía que estar pasando algo por alto. Tenía que ser eso, estaba seguro.

Apoyó la espalda en la pared sintiendo una impotencia insoportable. Suspirando del agotamiento mental. Se acercó a la pica y sacó un vaso de la estantería para llenarlo de agua del grifo, pero se le resbaló de las manos en cuanto dio un paso a un lado.

Maldijo su torpeza en voz baja y se agachó para recoger los trozos grandes de cristal antes de ir a buscar la fregona. Recogió los trozos sin con cuidado, escuchando como sus zapatos chapoteaban sobre el suelo y paró cualquier movimiento al fijar su mirada en la línea entre una baldosa y otra.

El agua parecía colarse hacia abajo, como si la baldosa fuese hueca y no estuviese empalmada a la otra. Así que tiró los trozos de su mano y pasó la fregona rápido antes de agacharse hacia esa baldosa para toquetearla y levantarla.

Lo que encontró, fue todo una sorpresa.

Había una caja de galletas de aluminio circular, con un pequeño cuaderno, una pitillera y un encendedor en su interior.

Cogió la pitillera con cara de curiosidad.

¿Él fumaba? No lo creía. Había perdido parte de sus recuerdos, pero el tabaco, no era algo que le llamase mucho la atención…debía ser de ella. Pasó la mano con cuidado sobre ella, oliendo el olor que desprendía el tabaco húmedo y observando las figuras dibujadas en la superficie. La dejó de nuevo en el interior de la caja y agarró el cuaderno con mucha más curiosidad.

Sus ojos se abrieron como platos nada más hojear las primeras hojas.


Ran permaneció callada mientras la reunión seguía su curso, sin prestar interés alguno. Con la mirada clavada en un punto fijo de la pared que tenía en frente mientras su cabeza no la dejaba tranquila con toda esa preocupación que sentía hacia lo que le pudiese pasarle a la pelirroja, Aiko o Shinichi.

Seguía sin saber nada de ella…y él, había vuelto a cambiar al recordar parte de ella. No lo culpaba, algo en ella también había cambiado al conocerla.

Se sentía muy al margen de la situación, mucho más de lo que le gustaría y lo odiaba, pero tampoco sabía que hacer para poder ayudar. Kudo, Heiji y Akai, ya estaban trabajando duro para dar con ella y ese misterioso Porsche negro.

Sacó el teléfono de su bolsillo por debajo de la mesa y se sumergió entre la galería de imágenes mientras revivía las emociones de cada una de ellas. Había sido un año bastante duro y desastroso, pero también habían habido cosas buenas en él.

Un mensaje de un número desconocido apareció en la parte superior de su teléfono y lo volvió a guardar nada más leerlo.

"Perdonad." Se disculpó interrumpiendo a su compañero. "Tengo que marcharme, es una urgencia." Dijo dirigiendo su mirada a Sonoko, que estaba sentada justo en frente de ella.

Su amiga intentó levantarse para hablar con ella, pero Ran desapareció antes de que pudiese entretenerla más.


No recordaba las horas que llevaba encerrada en esas cuatro paredes. Le dolían las manos del fuerte agarre de la cuerda que rodeaba sus muñecas y su ropa estaba manchada de restos de sangre, barro y suciedad.

"Es hora de que te rindas." Le comentó la rubia soltándole del pelo con rabia, cansada de no recibir las respuestas que quería escuchar. "No creo que mantengas tu orgullo en alto cuando Aiko se reúna con nosotros."

"Deja de amenazarme, ¿Eso es todo lo que sabes hacer?¿Sin amenazar no puedes conseguir nada?" Le contestó con puro odio.

Vermouth alzó la mano, pero una mano más fuerte le paró antes de que pudiese golpearla.

"Es suficiente." Le dijo el alto rubio apartando su mano de la pelirroja. "Te hemos mandando a vigilarla." Dijo entrecerrando los ojos un poco molesto.

"Vamos Gin, sólo me estaba divirtiendo un rato, no es para tanto."

"Vete." Le ordenó sin mirarla.

Gin se acercó a Sherry con una sonrisa triunfante mientras la rubia desaparecía de la sala resoplando y se inclinó hacia su rostro para limpiarle un hilo de sangre de sus labios con el pulgar. Sherry giró la cara con desgana y él le agarró la barbilla con fuerza a consecuencia.

"Estás echa un puto desastre." Le comentó observando las heridas y arañados que tenía por las piernas y brazos. "No deberías replicarle tanto a Vermouth."

"Vete a la mierda." Le insultó intentando apartarse de su mano.

"Eres demasiado contestona, ¿lo sabías?" Le comentó soltándola hacia el suelo sin cuidado. "Deja de hacer el idiota y entréganos el cuaderno antes de que tu hija pague las consecuencias."

"Yo no lo tengo..." Contestó apretando los dientes. Después de tener que irse de Hakone tan apresuradamente, no le había dado tiempo de llevárselo consigo. "…pasado este tiempo, la policía ya lo debe haber encontrado."

"Si hubiese sido así, no estaríamos aquí en este momento." Dijo sacando su pistola para apuntarle a la frente después de disparar a escasos centímetros de ella, intentando asustarla y presionarla. "No soy una persona muy paciente y no voy a repetírtelo más veces."

La puerta chirrió y se abrió poco después, mostrando a Vermouth entrando al lado de Vodka mientras arrastraban a alguien a quien traían con la cabeza tapada.

"Parece que las ratas van cayendo poco a poco." Comentó la rubia sacando el saco de la cara de la mujer para empujarla a pocos metros de la pelirroja. "Ahora sólo queda que el príncipe aparezca."

"¡Ran!"

Shiho abrió los ojos al encontrarse a la morena apenas consciente a su lado. No tenía heridas ni parecía haber recibido ningún golpe, al menos que ella pudiese ver. Esperaba que su mareo solo fuese causado por el cloroformo.

"Ran..."

"Está medio dormida." Le comentó la rubia riendo. "Le hemos mandado un mensaje haciéndonos pasar por ti y mira, a aparecido más rápido de lo que esperábamos. Es tan predecible cómo tú." Comentó acariciándose el pelo y alzando la cabeza ante la satisfacción.

Ella se acercó medio arrastrándose a la morena sin levantarse del suelo, sacudiéndola por los hombros mientras seguía llamándola para despertarla. ¿Qué mierdas hacía ahí? Debía huir.

Gin le indicó a la rubia que volviese a salir mientras Shiho seguía sacudiéndola, aun con las manos atadas.

"¡Ran!"

"¿Shiho?" Preguntó la morena parpadeando lentamente, sentándose en el suelo mientras se agarraba la cabeza ante el dolor que ahora le acechaba. ¿Qué había pasado?

Miró a su alrededor mientras se acostumbraba a la poca claridad y observó el rostro magullado de la pelirroja con preocupación.

"¿Estás bien?" Preguntó abriendo los ojos.

"¿Qué coño haces aquí? Te dije que no te metieras en esto." Le comento un poco molesta. No sabía apenas como salir de esta, ¿Cómo iba a ayudarla a ella?

"Yo solo…he leído y el mensaje y pensaba…"

"¡Joder Ran!" Chilló sintiendo una fuerte impotencia. No quería que muriese por su culpa, no podía hacerle eso también a Kudo. Ya había destrozado su vida suficiente.

Gin rió mientras contemplaba la escena. "Vaya que conmovedor. La esposa y la amante de nuestro traidor, unidas. ¿Quién lo diría? Normalmente os deberíais odiar…pero miraros, la una preocupada por la otra. Vaya escena más patética."

"Cállate." Espetó Shiho, bastante harta de escucharles. "Ella no tiene nada que ver. Esto va conmigo y con Kudo, ¿No?" Dijo levantándose lentamente del suelo para enfrentarle. "Libértala."

Gin dio un par de pasos hacia ella, clavando su fría mirada en sus ojos antes de propinarle un puño en la boca del estómago, haciendo que volviese al suelo. "De aquí no va a salir nadie…esto solo acaba de empezar, Sherry."

"¡Déjala en paz!" Chilló Ran asustada. Ese hombre tenía la mirada más fría que había visto nunca.

"Hermano." Le llamó la atención Vodka a Gin.

Gin apartó la mirada de la pelirroja del suelo para girarse hacía su socio. Sus ojos se abrieron al ver la pistola que tenia presionada en la cabeza, pero suavizó la mirada al reconocer al dueño de la misma. "Cuanto tiempo…detective."

"Se te a acabado el juego, Gin." Dijo sin dejar de apuntar hacía su compañero. "Mi socio ya debe haber esposado a tu compañera y los refuerzos no tardaran en llegar."

Gin ensanchó su sonrisa. "En esta organización, los lobos somos solitarios…no dependemos de nadie si la cagamos, así que... me es indiferente que aprietes o no el gatillo." Comentó cogiendo del pelo a la pelirroja para apuntar su beretta en ella. "Pero creo que a ti no te dará lo mismo si yo apreto o no el gatillo."

"No tienes mucho tiempo. Suéltalas y ríndete." Insistió el moreno, clavando su mirada por primera vez en la pelirroja que tanto había estado buscado. Sintió un fuerte golpe en el pecho al conectar su mirada con la suya y entrecerró los ojos con rabia al ver como el rubio disfrutaba de la situación.

"No puedes proteger siempre todo lo que quieres. Ella morirá como lo hizo su madre y su padre." Dijo apretando más su cañón contra ella. "Lleva el veneno en la sangre, como todos nosotros."

"Ella no te pertenece." Le escupió molesto, observando a la morena unos metros más atrás. La situación era más complicada de lo que hubiese imaginado.

"Una vez estás dentro, solo puedes pagar la libertad con la vida. No puedes abandonarnos sin más." Comentó una voz femenina mientras entraba por la puerta.

Gin ensanchó su sonrisa y la mujer se acercó a ellos con una sonrisa en la cara. "Las cosas no te han salido como esperabas, detective." Se burló.

Kudo vió a Akai entre sus garras, con otra pistola clavada en su cabeza. Estaba acorralado esta vez. Tenía que pensar rápido.

"Lo siento." Se disculpó el moreno. "Me ha pillado desprevenido."

"La policía está apunto de llegar." Insistió Kudo, esperando que las sirenas apareciesen en cualquier momento. Pero no lo hacían.

"Entonces, da igual que os encuentren vivos o muertos." Rió Vermouth. "Va a ser todo un festival de sangre." Rió más fuerte mientras cogía las esposas del bolsillo de Akai para esposarlo en una tubería. "Tendrías qué agradecérmelo, esta vez, nosotros acabaremos bien tu trabajo." Le comentó sacando de su bolsillo el papel que había encontrado en la cartera de su socio.

Kudo la miró con confusión. "¿Qué estás diciendo?¿Es que ya has olvidado que fuisteis vosotros los que me intentasteis asesinar?"

"Nosotros íbamos a matarte, sí." Empezó a explicarle. "Pero alguien se nos adelantó antes de que te encontrásemos…"

"Mentir no os va a librar de nada. Sois unos asesinos." Le cortó Shinichi, sintiendo una fuerte confusión dentro de él.

"Lo somos" Contestó orgullosa a la vez que se acariciaba el pelo. "Pero tú te adelantaste a nosotros esa noche." Confesó confundiéndole más. "Parece que tu amigo llegó justo después de que te disparases y robó tu carta de despedida para no ser involucrado en tu intento de suicidio." Dijo jugando con el papel que tenía entre los dedos mientras Akai agachaba la cabeza avergonzado. "¿Quién diría que el famoso detective del este intentaría hacer algo semejante?"

"¡Cállate!" Le chilló Kudo, soltando el agarre que retenía a Vodka para coger su cabeza con fuerza mientras diferente flashes volvían a aparecer en su cabeza. "¡Cállate ya!"

"¡Shinichi!" Chilló Ran preocupada.

"¿Una carta?" Medio susurró Shiho, que a diferencia de ellos, se había quedado completamente helada. ¿No lo habían intentado asesinar?¿Había sido todo realmente un intento de suicidio? Era demasiado irreal, no quería creerlo.

"¿Queréis escucharla?" Preguntó la rubia mientras desdoblaba el papel doblado y se rascaba la garganta para leer en voz alta mientras Kudo seguía agachado, intentando parar las imágenes de su cabeza.