Hola a todxs!
Antes de nada, ¡feliz día del libro! Qué bien que me toque hacer una publicación justo hoy, jajaja.
Ains *la autora toma aire*. De verdad, qué bonito ha sido recibir vuestra reacción al capítulo del lunes. Ha sido maravilloso leeros y que hayáis entendido lo que quería transmitir con ese plot twist final y ver que lo habéis disfrutado tanto como lo hice yo el día que lo escribí. Sólo por vuestras reacciones os aseguro que ha merecido la pena escribir las más de 190.000 palabras de este fanfic. Os doy unas enormes GRACIAS por vuestro apoyo y vuestro cariño, de verdad, ha significado mucho.
Hoy os dejo el POV de Zelda, sabremos un poco más sobre ese año que ha vivido y hasta aquí puedo leer porque el resto lo tenéis en el capítulo ahí abajo ;) Y de nuevo, estoy empezando ya a escribir mis notas de autora finales, y contaré muchas cosas, explicaré algunos detalles técnicos y de la idea conceptual que me apetece mucho compartir con todxs vosotrxs.
Y traigo una pequeña novedad. Respecto al capítulo FINAL, el 44, terminé la primera revisión el miércoles pasado y después de pensarlo y releer, he decidido que os voy a presentar el final en dos actos. Es un capítulo bastante largo, y creo que se disfrutará y entenderá mucho mejor si lo comparto así, dividiéndolo en dos partes (ambas partes son Link POV), cada acto tienen su propio trasfondo y creo que tiene mucho más sentido presentarlo así. De manera que, subiré el primer acto el lunes próximo, y el segundo y final, el viernes 30 de Abril, tal y como os conté.
Y un poquito feedback, breve, recordad que me lo he apuntado todo para el final ;)
Linkzel, también conocida como "Linkzel la primera", porque viste llegar lo de Faren antes que nadie, jajaja, (o al menos fuiste la primera en expresarlo públicamente) me dejaste loca con aquella postdata y sabes que siempre respondo a todo y leo todo, y si no respondí pues… es que había un motivo, jajaja. Responderé a lo demás más adelante, una abraçada! Vivi-ntvg, muy bien visto también lo del vino en el capítulo anterior :D fue una de las pistas que dejé sobre el estado real de Zelda, jajaja, un abrazo! Luna, ánimo con esa relectura y por ahora el fanart permanece sin censura en Pinterest, :P bien hecho, buenas vibras! Generala, me dejas descolocada, no sé si te has confundido al poner el review e intentabas comentar otro fanfic xDD ¡Mud-chan! Qué alegría volver a leerte, qué subidón, jajajaja. Me alegra muchísimo verte por aquí (y con atracón de fanfic), yo estoy genial y espero que tú también, un abrazo!
Nos vemos el lunes ;)
-Juliet
El jardín de atrás
Con cada día que pasaba, los ojos de Faren se volvían más y más azules.
Mis doncellas discutían sobre eso desde que nació, desde el principio supimos que sus ojos serían claros, algunas pensaron que serían de un verde claro como los de Gae, pero pronto el azul predominó y se volvió intenso. Eran del color del cielo en un día de pleno verano según Lel, pero yo los veía más de ese azul que tiene el hielo glacial, el hielo más puro que se acumula en las cimas de las montañas.
Mi bebé era precioso y no porque yo fuese su madre y lo pensase, bueno, puede que un poco sí, pero a la vez no... qué diablos, era precioso de verdad. Con cada día que pasaba lo veía cambiar y buscarme no sólo para comer. Lo veía abrir más y más los ojos y los sentidos para entender el mundo que lo rodeaba, lo veía más bonito, era un milagro. Gae malmetía para fastidiarme (y hacerme reír, a partes iguales), decía que de un día a otro le saldrían cuernos y rayos por los ojos, para que todos viesen que era hijo de uno de los espectros de Ikana. Porque, sí, se había dicho incluso eso. Padre despidió al cocinero que expandió el rumor de que el bebé estaba maldito y era hijo de los demonios de la guerra, pero el daño estaba hecho. Tampoco fue magnánimo con la doncella de cámara que hizo saber a cada habitante de la ciudadela lo de mi "sucio e inmoral" embarazo. Le habría sido más beneficioso "tratar el asunto con máxima discreción", como se le pidió a todo el personal del castillo.
Y respecto a padre... supongo que esta es una herida que siempre estará abierta. Su cara de rechazo y horror cuando le conté lo del embarazo es algo muy difícil de olvidar. Y la solución rápida que buscó a todo: hay que pararlo, hay que esconderlo, hay que entregarlo a alguien, yo me ocuparé de que nadie sepa que ha existido jamás... "Yo siempre sabré que existe y ha existido", le dije entonces. Sólo quería encontrar consuelo en padre, en padre y no en el rey de Hyrule, y lo único que él me dio fue rechazo, como si hubiera sido yo la culpable de todo, como si mi embarazo fuese un pecado mío y mereciese ser encerrada en el calabozo más profundo del castillo para limpiar mi alma. Cedió y se ablandó cuando me vio dispuesta a huir sola y embarazada (muy embarazada) por un camino que no sabía a dónde me podía llevar. Se ablandó mucho más cuando nació Faren y comprendió el milagro que suponía en nuestras vidas. Fue entonces cuando prohibió que se hablase mal de mí o de mi hijo, prohibió a los sacerdotes de la luz mencionar nada de nosotros, intentó extinguir los rumores e historias que rodaban en la corte. Para entonces ya era imposible poner freno a eso, era tan inútil como intentar atrapar un puñado de aire con las manos. Yo era poco más que una fulana que habría yacido "vete a saber con qué sucio soldado en horas de necesidad", y el bebé era "el bastardo de Hyrule" y nada más. Y luego estaban todos los que pensaban que Faren estaba maldito, que era una treta de la oscuridad y un largo etcétera, cuando la realidad era que yo estaba segura de que era un milagro de luz, todo lo opuesto a lo que nadie podía pensar o insinuar.
Por eso, desde el día en que lo sentí removerse en mi vientre por primera vez, supe que tendríamos que marcharnos del castillo tarde o temprano. Nuestra vida no podía seguir atada a rumores de la corte ni a cuchicheos. Sólo tenía que decidir el cuándo y el dónde, y Faren y yo nos marcharíamos para ser felices y vivir alejados de las mentiras y los juicios de los demás.
Padre tenía su propia idea sobre cómo protegernos. Incapaz de ocultar y expulsar "el error" para siempre, ahora se esforzaba en taparlo con un matrimonio.
—Se está quedando calvo —susurró Gae, por encima de mi hombro.
—¡Calla! Es normal que se le caiga el pelo. Además, por aquí le ha crecido mucho, ¿ves? —gruñí.
¿Sería normal que se le cayese y le creciese por otros lados? ¿Y si no era normal que le pasara eso? Maldito Gae y sus estupideces que sólo servían para volverme aún más paranoica con el niño.
—Parece una especie de viejo blandito, calvo y lleno de arrugas.
—No hagas caso del tío Gae, eres precioso, ¿verdad que sí?
Faren se rio, agitando los bracitos y pataleando, con los ojos muy abiertos. Ahora se reía mucho y se excitaba con facilidad cuando le hablábamos, deseaba que le hablásemos. Y él hablaba a su manera, o hacía todos esos ruiditos tan graciosos.
—Toma, sujétalo un poco —dije, dejándolo en brazos de Gae. Yo me puse a limpiar los pañales sucios y a doblar otros limpios que no tardaría en necesitar.
—Sabes que no tienes por qué ocuparte de todo eso, Mel puede hacerlo, o cualquiera de las miles de personas que trabajan aquí.
—Es conveniente que sepa hacerlo todo yo. Y sabes que, a excepción de Amy, sus hijas o Impa, nadie debe acercarse a Faren.
—Aún piensas en largarte, ¿verdad?
—No lo sé, Gae —resoplé —pero si te soy sincera, no creo que pueda aguantar mucho más.
—No puedes largarte por ahí con un bebé de poco más de tres meses, serías pasto de los moblin en cuestión de días.
—Ya me largué y volví de la región de los orni, y como ves estamos a la perfección.
—Ibas con Mel, con Impa y con sus Ojos.
—Gae, no voy a casarme con ninguno de esos viejos caballeros. No voy a seguir agachando las orejas y obedeciendo a padre. Si Faren no puede llevar el apellido Bosphoramus, no sé qué diablos estamos haciendo aquí. Se supone que la familia debe protegerse, pero no sólo para lo bueno. En el momento en que no sirvo a padre para hacer uniones políticas o para heredar la corona, ya no sirvo para nada, salvo para traer vergüenza a su casa.
—Siempre lo pintas de la peor manera posible, Zel. Sabes que padre te quiere, y quiere a Faren. ¿No te has dado cuenta aún de eso?
—Pues si es verdad dejará que haga con el resto de mi vida lo que me parezca. Puede empezar por asumir que no voy a casarme con un viejo, con un viudo o con un señor gordo y seboso con gota en los pies. No. No voy a hacer nada de eso ni voy a exponer al bebé a ese tipo de vida.
En ese instante tocaron a la puerta. Aún era temprano para el almuerzo.
—Alteza.
—Impa, adelante —abrí, dejándola entrar.
—Vuestro padre me pide que os busque, al parecer ha llegado otro pretendiente al castillo.
—Qué bien —protesté, y miré a Gae para ver si de una vez comprendía mi desesperación.
—Os aguarda en el jardín de atrás, donde os esperaron los anteriores.
—Estupendo. Así se distraerá cuando vea que no aparezco.
—Zel... no me parece bien —dijo Gae. Le quité a Faren de los brazos y comprobé con satisfacción que estaba todo hecho y recogido. El bebé volvería a necesitar que lo cambiase en poco tiempo y vuelta a empezar, así que era un orden efímero y engañoso.
—Llevaré conmigo a Faren, a lo mejor así consigo asustarlo —bromeé —los hombres se asustan de las mujeres que tienen bebés nacidos de los espectros.
Los tres dejamos la habitación. Gae se quedó de piedra cuando vio que Impa y yo girábamos hacia la biblioteca y no hacia al jardín trasero.
—Dile a padre que no voy a casarme con ningún viejo ni voy a ver a nadie más —sentencié.
No me gustaba tener que hablarle así, pero tampoco quería que él se convirtiese en la pequeña y encantadora marioneta de padre. No quería que se dejase manipular y que padre usase nuestra buena relación para convencerme de nada. Como príncipe heredero esperaba que su juicio fuese distinto al de nuestro padre, que supiese valorar mis decisiones. Tal vez así, cuando él fuese rey, a lo mejor sentía que podía vivir en el castillo sin asfixiarme.
Impa y yo llevábamos un tiempo intentando averiguar por nuestra cuenta más cosas sobre la Guerra Oscura y sobre las desapariciones. No sólo la de Kahen, él no fue el único en desaparecer sin dejar rastro. La pérdida más llamativa fue la de Ganondorf, el príncipe gerudo. Me resultaba tan extraño que Impa y yo llegamos a la conclusión de que ambos hechos debían estar conectados sin remedio.
Teníamos una buena selección de textos que nos habíamos dividido a partes iguales para agilizar la búsqueda de pistas en el pasado, uniéndolas a datos que ella había recopilado en campo, preguntando y rastreando pistas. No pude acompañarla en esa investigación por culpa de mi embarazo, pero en cuanto Faren fuese mayor, tenía intención de viajar con ella para seguir indagando y buscando a mi hermano. También tenía unos cuantos tomos en mis aposentos, aprovechaba cuando Faren tardaba en comer o dormirse para echar un vistazo, aunque a veces terminaba tan cansada que me desplomaba sin remedio sobre los libros.
Pasamos toda la mañana en la biblioteca y pedimos que nos sirviesen el almuerzo en una de las salas privadas. A los sirvientes ya no les extrañaba que hubiéramos invadido una estancia para convertirla en comedor y en cambiador del bebé. Se había vuelto común que las dos pasásemos tiempo allí, e Impa había tenido el bonito detalle de hacer una cunita para Faren para poder llevarla donde la necesitásemos. Era artesanía sheikah, "un regalo del pueblo de las sombras para el pequeño príncipe".
Los sheikah eran mis aliados. Impa había sido mi primera aliada, consolándome cuando hasta mi hermano sintió la sombra de la duda en su corazón, al principio de recibir la noticia. Recurrí a ella cuando sospeché lo que me pasaba y no me hizo ni una pregunta. Ni una. También sabía que tenía las puertas de Kakariko abiertas si deseaba irme allí. Me las abrieron el día que supieron por Impa lo de mi intento de fuga, cuando aún llevaba al niño dentro. "Nadie os juzgará, alteza. Nadie hará preguntas ni habrá rumores estúpidos. La matriarca ya me ha hecho saber que es un orgullo que os mudaseis allí, hay una casa para ambos tan pronto lo deseéis." Cada día me veía más tentada de aceptar la oferta. Si no sabía dónde empezar una nueva vida, ¿por qué no allí?
—Impa, estoy cansada de leer. Podríamos salir a dar un paseo.
—Parece como si fuese a llover, alteza.
—Diablos, no seas aguafiestas. Sólo hasta la colina y volver. Hace dos días que el niño no respira el aire no contaminado del castillo.
Aunque tuve casi que arrastrarla, conseguimos ensillar los caballos y salir. Sólo a los alrededores, me bastaba con eso. No era como si fuésemos a cabalgar hasta el Cañón de Tanagar, y mucho menos con el bebé a cuestas. Pero al final tuvo reconocer que el paseo nos vino bien a ambas, hasta las finas gotitas de lluvia que cayeron al final de la tarde nos despejaron la cabeza. Al menos a mí me la despejó. Supe que había llegado la hora. Ya me había cansado de esperar algo que nunca llegaba: la aceptación por parte de padre, el cese de los rumores... Además, querían casarme y yo estaba en contra de eso. Iba a iniciar los preparativos para irme a Kakariko y después ya veríamos. Todo lo que necesitaba era un punto de partida y había llegado el momento de aferrarme a eso.
Al llegar al castillo fui directa a mis aposentos para dar de mamar a Faren, que había empezado a lloriquear a última hora. Comió y se quedó dormido muy rápido, antes de que hubiera anochecido del todo.
—¡Alteza! —Mel entró como una exhalación en la estancia. Venía sudando y con las mejillas rojas por la carrera.
—Schhh, ¡calla! Se ha quedado dormido, voy a comer algo antes de que el gordito se despierte para la "segunda cena".
—Alteza, es importante, os he buscado por todas partes durante todo el día —exclamó Mel.
—Estaba en la biblioteca con Impa, como siempre.
—No os he hallado allí.
—Bueno, ¿y qué pasa? Me estás poniendo nerviosa, diablos.
—Es el chico guapo del poblado orni.
—¿Qué? —ahora sí empecé a ponerme nerviosa de verdad.
—El chico guapo, el capitán Link. ¡Está en el castillo!
—Mientes, te burlas de mí. No estoy para bromas ni rumores, Mel.
—Os juro por mi vida que lo he visto. Me enteré por Alice la lavandera, que dijo que vio a un chico joven esperando en los jardines traseros. Las doncellas que sirven al rey le dijeron a Alice que habían llevado comida a un hombre muy guapo que esperaba en los jardines y no había querido moverse de allí. Me dije: "Mel, deberías echar un vistazo".
—Diosas... —me senté, tratando de asimilar aquella información, porque no era posible. ¿Él en el castillo?
—Hice como que necesitaba llevarle una cesta con manzanas a mi madre, hay que pasar por el jardín trasero para ir a la despensa de manzanas, y pasé por allí.
—Y...
—Y al verme, el capitán Link me reconoció. ¡Es tan agradable! Me dijo que había venido a visitar a la princesa de Hyrule, y que estaría esperándola en el jardín, pero habían pasado las horas y ella aún no se había presentado.
—¿Qué le dijiste tú?
—Que a lo mejor no os habían avisado o estaríais ocupada, pero que podía ir a buscaros.
Me puse de pie de un salto y empecé a buscar una capa fina que no estuviese mojada. Diosas, debía tener un aspecto espantoso, no podía ni mirarme en el espejo.
—¿Cuándo fue eso? ¿Cuándo le dijiste que irías a buscarme?
—Hace horas, alteza, os he buscado por todas partes y no he dado con vos.
Caí a plomo en la silla. El sol se había ocultado hacía más de una hora. Sentí ganas de golpear algo, a mí misma, por ejemplo. Yo y mis estúpidas ganas de no hacer lo correcto, aunque fuese por cortesía. Debía creer que lo había repudiado. No, seguro que pensaba que lo había repudiado y de mala manera. Había venido de muy lejos y yo no había querido recibirle, ni siquiera para saludar, seguro que se habría marchado creyendo que yo no... Era tan irreal que hubiese estado todo el día aquí, tan cerca, precisamente él, y justo cuando estaba consiguiendo arrancármelo de la cabeza.
—Gracias, Mel. Puedes marcharte.
—Pero... ¿No vais a ir a buscarle?
—Debe haberse marchado. Lo más seguro es que ya esté camino de su país. Pedí a Gae que comunicase a padre que no voy a recibir más visitas.
—A lo mejor sigue ahí.
—Mel... —sonreí, agitando la cabeza.
—Él parecía muy seguro, alteza, dijo: esperaré aquí y no me iré hasta que haya hablado con la princesa de Hyrule.
Resoplé y miré por la ventana. Era absurdo, ya era de noche. No sabía si podía soportar la idea de que se hubiera ido. Ni si quiera sabía si podía soportar verle otra vez sin que todo mi ser se removiese por dentro, como una tormenta. Y si volvía a verle, no estaba segura de poder dejarle atrás otra vez, con una palabra en la boca.
—Sé lo que sentís —dijo Mel —os vi ese día. Radiabais felicidad. Me sentí muy feliz por vos, por veros ilusionada de esa manera. Lamenté mucho que el capitán bárbaro tuviera que marcharse sin más.
—Ni siquiera yo sé lo que siento —me reí, irónicamente.
—Entonces id a averiguarlo.
La maldita esperanza que Mel había infundido en mí me hizo sentir muy nerviosa cuando atravesé alas y escaleras hacia el jardín trasero. Crucé hasta el lugar donde me había encontrado otras veces con los caballeros que habían venido a verme, pero sólo hallé silencio, sólo se oía el canto de los grillos.
Sólo por si acaso di unas cuantas vueltas alrededor, el jardín era grande, a lo mejor... Lo único que encontré fue a las luciérnagas revoloteando alrededor de las fuentes y los canales de agua. No había nadie, era una ilusa por creer que me esperaría a pesar del rechazo tan evidente por mi parte.
—Aquí.
Con el corazón latiendo como un tambor me di la vuelta y lo vi, había pasado por su lado y ni me había dado cuenta. Estaba sentado contra el tronco de un cerezo. Se puso en pie y se acercó para hacer una reverencia torpe.
—Me había quedado dormido, perdona.
—No, por todas las diosas, perdóname tú a mí. No sabía... yo estaba... maldita sea —tomé aire, porque me estaba ahogando en mi propia estupidez —Es que he estado fuera del castillo y...
Era tan apuesto, incluso después de todo un día esperando, del cansancio del largo viaje y la espera, me pareció más perfecto que el más perfecto de los nobles de Hyrule. Yo debía estar despeinada, con el pelo encrespado por la lluvia de la tarde, la camisa interior aún manchada y un poco húmeda por haber estado alimentando a Faren... Habría invertido toda mi energía en lucir bien si hubiera sabido desde un principio que se trataba de él, eso es seguro.
—Sabía que Mel conseguiría que vinieses a verme —sonrió, y su sonrisa consiguió estremecerme tanto que seguro que él lo notó.
—No sabía que eras tú, lo juro por las diosas.
—No importa, al final has venido.
—Gracias por esperar tanto tiempo. Es una cantidad indecente de tiempo.
—No seas tan dura contigo, lo entiendo. Verás, he venido de muy lejos y estaba convencido de que aceptarías recibirme, así que ni siquiera he buscado posada para pasar la noche. Así que... este sitio no está mal. Pensé en dormir en el jardín y marcharme por la mañana. Es mi pequeña ofensa personal contra Hyrule por dejarme aquí fuera. O mi castigo por ser tan arrogante y estar seguro de que me recibirías. Diablos, ¿cómo iba a olvidarse la princesa de un bárbaro al que salvó de ahogarse?
—Claro que quería recibirte, no estabas equivocado, quería recibirte —me reí como una idiota.
Me había desarmado por completo y por una vez en la vida no sabía qué decir. Él vio mi nerviosismo y se acercó un poco para agarrarme una mano.
—Tranquila, está aclarado, de verdad. ¿Estás bien?
—Sí. ¿Y tú?
—Cómo responder a eso... —se rio, dejando escapar mi mano.
—No merezco explicaciones, pero, inténtalo por favor.
—Vine hasta aquí bastante esperanzado, mentiría si dijese lo contrario. Me pareció ver algo ese día en el lago...
—¿Has venido tú solo desde el Oeste?
—Sí. He venido solo y casi en secreto. Sólo Frea, una amiga de confianza que vive en el Nido sabe que estoy aquí. Es que, sentí como un impulso y me marché, dejando todo lo que estaba haciendo en ese momento.
Tomé aire sin saber qué decirle, todavía no me podía creer que estuviese delante de mí, estaba segura de que no volvería a verle nunca más.
—Me sentí seguro de mí mismo hasta que vi el tamaño de este castillo, la ciudad... todo. Todo es demasiado grande aquí —prosiguió —Luego empecé a ponerme nervioso, sobre todo al ver que tú no venías. Maldije los malos modales de Hyrule, me enfadé mucho hasta que unas mujeres amables me trajeron comida y eso mejoró bastante mi humor... Pero seguías sin venir. Después volví a ilusionarme al ver a Mel, y luego... bueno. Supongo que luego es cuando empecé a perder del todo la esperanza y a creer que a lo mejor estaba equivocado.
—Un día demasiado largo.
—Sí, lo ha sido —admitió.
—Y... ¿Por qué has venido, Link?
Esa pregunta se la hacía a todos mis pretendientes. Era una pregunta lógica, casi protocolaria. Con él tenía otro significado. Con él significaba un mundo, y recé para que no me dijese que era para darme seguridad a mí y al niño, o tierras y caseríos, o para que mi hijo heredase un apellido, o para... para salvarme.
—No he podido dormir desde el día en que nos conocimos —dijo, y me hizo temblar como una idiota —estás en todos mis pensamientos. Creí que se me pasaría, que era pasajero. Sólo nos vimos un día, sólo uno, es de locos. Pero no puedo dejar de pensar en ti. Tiene que significar algo, por eso he venido.
—Diosas...
—Siento ser tan directo, aunque seguro que te lo dicen a menudo —se excusó, con timidez.
—No lo dicen tan a menudo como crees —sonreí, y ahora era él el que parecía nervioso. Era importante que supiese él no era como los demás, así que tomé aire y me atreví a ser yo quien buscase su mano —yo tampoco he podido olvidarte. Y también he pensado en ti, mucho más de lo que me atrevo a admitir. Pero pensarte me hacía daño y por eso me he esforzado en olvidar que ese día en el lago pasó. Cada vez que acudías a mi mente he intentado apartarte. Para mí fuiste como un espejismo maravilloso, todo ese día, cómo me trataste. Me hiciste sentir normal y... como si yo pudiera ser alguien deseable.
—No sabes lo que dices... —sonrió, agitando la cabeza.
—Ese día te dije quién era junto al lago. Te lo dije, y bromeamos, pero reconociste que yo era la princesa de Hyrule. Asumí que sabías todo sobre mí, todos los rumores —dije, soltando su mano. Tenía que quedar todo claro esta vez —y lo de mi hijo.
—Sabía que eras la princesa por tu nombre, de lo demás no tenía ni idea, Zelda, lo juro. Cuando te vi con el bebé creí que... había estado acercándome de más a una mujer casada.
—¡No, por las diosas!
—Por eso no supe comportarme, te pido perdón.
—No hay nada que perdonar, fue culpa mía. Allá donde voy me persigue mi historia y creí que contigo no sería diferente —respiré —ahora sí debes saber mucho más, si estás aquí, si sabes que padre me busca esposo. Y los motivos por los que lo hace.
—He oído algunas cosas —admitió —pero lo que he oído no se corresponde con lo que he visto o sentido. No puedo creer toda esa basura.
—La única verdad que hay es muy simple. No sé quién es el padre del niño, Link, es importante que lo sepas. No sé qué ocurrió, pero estaba dentro de mí y es todo lo que puedo decirte sobre el asunto.
—En lo que a mí respecta ese niño es tuyo y nada más.
Me tembló el labio y se me escaparon las lágrimas sin querer, pero respiré y me recompuse rápido.
—Aunque sé que no hay forma de demostrarlo, estoy segura de que no es el hijo de la oscuridad, ni de un bandido sanguinario que busca chantajear a la corona de Hyrule. Faren sólo es un milagro raro, como el milagro del fin de la Guerra Oscura, nada más. Y es lo más importante de mi vida, no imaginas hasta qué punto.
—Me queda claro y por eso estoy aquí. Pero también te digo que sé que hay gente que podría querer aprovecharse de eso, de esos rumores. Y si un sucio impostor intentase reclamar algo de ti o acercarse al niño... Créeme si te digo que en el Oeste no somos tan flexibles como en tu país con esas cosas.
—Faren y yo no necesitamos que nadie nos salve. Nació en un mundo en paz, libre de oscuridad. No hay nada que pueda hacerle daño mientras esté conmigo.
—Salvaros no es mi intención. O... diablos —apretó los puños —no negaré que despertáis en mí cierto instinto de protección. Mi intención es, si tú quieres, es...
Empezó a ponerse aún más nervioso, y se trabó un instante mientras se revolvía el pelo bajo la nuca.
—Antes dijiste que temías equivocarte al venir aquí —intervine, intentando ayudarle —pues... no te has equivocado. Acertaste al creer que siento algo por ti. Seguramente lo mismo que sentiste tú cuando dejaste todo atrás sin pensar para viajar hasta aquí. Si alguien me hubiera preguntado cuál es mi deseo habría pensado en Faren... y en ti.
—Maldita sea... —suspiró y apretó los puños, entre nervioso y ofuscado.
Me acerqué a él y lo abracé. Lo primero que sentí fue su corazón, que latía casi tan fuerte como el mío. Y su calor y todo él era... no sé, familiar, como si fuese algo natural, como si estar así fuese lo correcto. Tardó un poco en reaccionar, puede que con miedo de hacer algo mal otra vez, pero al fin respondió mi abrazo estrechándome más, hundiendo la nariz en mi pelo. Yo también lo respiré a él, a través de la ropa. ¿Cómo podían despertarse unos sentimientos tan fuertes por alguien que era prácticamente un desconocido?
Nos separamos un poco para mirarnos a los ojos y vi brillar en los suyos la misma ilusión que crecía en mí. Al igual que el día en el lago, volví a sentirme deseada, correspondida. Me rodeó la cara su mano, que se sentía rugosa y cálida.
—¿Qué crees que diría el rey de Hyrule si le pidiese la mano de su hija?
