"¿Queréis escucharla?" Preguntó la rubia mientras desdoblaba el papel doblado y se rascaba la garganta para leer en voz alta mientras Kudo seguía agachado, intentando parar las imágenes de su cabeza.

Shiho sintió el aire pararse en sus pulmones y su mirada no podía desviarse del moreno que gemía en el suelo.

Todo lo que Gin le había contado, era real. Él quería dejarlas...iba a hacerlo de verdad.

Gin apartó la pistola de su cabeza sin soltarla y con la otra mano sacó un cigarrillo del paquete de su bolsillo para encenderlo sobre sus labios. Realmente disfrutaba de esta escena, verla quebrarse poco a poco mientras chocaba contra la realidad en la que vivía y ese sueño que creía se hacía añicos.

"No sé quien encontrará esta carta, ni cuanto tardaréis en saber las dos en lo que me he convertido..." Empezó Vermouth, entrecerrando los ojos y acercándose a ellos con el único ruido de fondo del repiqueteo de sus propios tacones altos, mientras empezaba a leer cada una de esas últimas palabras que estaban cargadas de dolor y cariño, escritas en el propio puño y letra del moreno, logrando captar la plena atención de cada uno de los presentes.

Ran apenas pestañeaba, se había quedado sentada y sin fuerzas. Y Shiho, apeas podía retener las lágrimas que amenazaba con caer.

"…Hubo un tiempo, en el que pensé que las relaciones eran como dos círculos superpuestos donde el trozo que queda libre es íntimamente de uno mismo, es un espacio necesario. Pero...yo no he sabido cómo mantener ese trozo. Os he querido tanto…a las dos, que no me daba cuenta de que mi parte se iba agotando...poco a poco. Y ya no soy capaz de dar un paso más."

Shiho cerró los ojos, imaginando el dolor que sentía mientras trazaba esas letras. Quería escucharlas por más que doliesen, necesitaba entenderlo.

"Akai, tu me has echo verlo esta noche, gracias, amigo, por decirme que parara. Y siento toda la mierda en la que te he llegado a involucrar, porque no te lo mereces." Dijo haciendo que las dos mujeres se girasen hacia su socio, entendiendo el motivo por el que habría echo desparecer esa carta.

"Me volví loco de amor. Loco." Siguió leyendo la rubia con un tono melancólico, transmitiendo a la perfección cada sentimiento gracias a su don por la interpretación. "Ran, primero por ti. Porque eres bondadosa, eres sexy, eres poderosa y me da ternura que tú seas, la que menos cuenta se da de eso. Eres el amor de mi vida y yo un cobarde."

Kudo miró a su mujer mientras la rubia leía sus propias palabras, reviviendo el momento exacto en el que las escribía y viendo el dolor que se formaba en los ojos de la morena. Le había traicionado de una manera incurable.

"Ni siquiera soy capaz de volver a tu lado, Shiho." Shinichi giró su mirada hacia la pelirroja y el pecho volvió a darle un vuelco. "No puedo estar a la altura de tu infinito amor y la infinita generosidad con la que miras el mundo. Eres…Eres la mujer de mi vida y yo soy ese hombre mediocre que no ha sabido estar a vuestra altura." Shiho agachó la cabeza reprimiendo un sollozo, sin se capaz de mantener el contacto visual con él por mucho tiempo.

Era desgarrador.

"Y Aiko...Eres lo único puro que hay en mi vida, mi amor, así que no te pongas triste porque papá ya no esté. En la vida hay accidentes, enfermedades, hay tristeza, hay...hay muchas otras sensaciones que no nos permiten disfrutar de las cosas interesantes. Y a veces lo llenan todo, como cuando apagas la luz y no se ve nada. No se puede ver la luz del verano mas que en las cosas que recuerdas, pero las interesantes son las mejores y tú, las vas a tener."

A Shiho le temblaban las piernas y Ran parecía estar completamente en shock. Asimilar toda esa información en un momento como ese, no era algo precisamente fácil. El caso de sus cabezas se hizo mayor con cada palabra que escuchaban.

Y Kudo, apenas tenía el valor de mirarlas. Les había traicionado a todos y se había mentido.

"…Os quiero, más de lo que pueda escribiros aquí." Finalizó la rubia, tirando la carta a los pies de la pelirroja antes de peinar su pelo de nuevo. "Que carta más empalagosa. Y que cobarde que demuestras ser con ella." Rió divertidamente.

Gin le dio una calada al cigarro y soltó el pelo de Sherry para cargar su beretta mientas se acercaba al detective. "¿Lo ves? Eres tan repugnante como nosotros." Le comentó con una media sonrisa. "Toda la honradez y lealtad que aparentas con tu trabajo y vida perfecta, solo es una fachada que se desmonta al ver la persona de mierda que eres realmente. Eres un hipócrita."

Kudo apretó los puños en el suelo y se dio cuenta de que lloraba al notar como las lágrimas resbalaban de sus mejillas para caer en sus manos. Llevaba demasiado tiempo jugando con fuego y esta vez, se había quemado hasta las cenizas.

El rubio quitó el seguro de su arma y apuntó a su cara sin vacilar ni desviar la mirada. Puso un dedo en el gatillo dispuesto a apretarlo pero en el momento que iba a hacerlo, recibió un disparó desconocido en su brazo izquierdo. Gimió de dolor, se agarró el brazo sin soltar la pistola y se puso a buscar al disparador con la mirada por toda la sala a la vez que sus compañeros hacían lo mismo, completamente confundidos.

"Se te ha acabado el tiempo, Gin." Le dijo Heiji entrando a la sala, preparado de arriba abajo con un traje antidisturbios a la vez que innumerables policías llenaban la sala, armados hasta los dientes y bloqueando todas las salidas.

Vodka soltó la pistola y se rindió al acto poniendo sus manos tras la cabeza y agachándose al suelo. Era un hombre débil, después de todo. Sin embargo, Vermouth no bajó el arma y siguió forcejeando con varios agentes hasta que lograron inmovilizarla y esposarla entre insultos y patadas.

Pero Gin, no pretendía dejarse atrapar tan fácilmente y si lo lograban al final, al menos acabaría con los causantes de sus problemas primero.

Sonrió fríamente mientras observaba como venían a por él, esquivó a un par de agentes con facilidad y noqueó a un tercero antes de voltearse hacia el moreno y levantar la mano para dispararle.

Pero recibió un disparo inoportuno antes de poder hacerlo, esta vez en el hombro, logrando hacer que perdiese el equilibrio hasta chocar contra el suelo. Intentó levantarse rápidamente pero la punzada de dolor le retuvo en el suelo, así que intentó hacer lo único que le quedaba y levantó la pistola para apuntar hacia su propia cabeza. Pero unos agentes le robaron el arma con facilidad antes de poder actuar.

Ahora estaba debilitado y la sangre que perdía le mareaba.

Los agentes que se acercaron a él, se miraron entre ellos intentando descifrar cual de ellos había apretado el gatillo, pero el ruido sordo de una pistola chocar contra el suelo, les hizo levantar la mirada hacia los pies de la pelirroja, donde ahora yacía una P35.

Esa mujer había cogido el arma de Vodka justo a tiempo y había logrado acertar aun con las manos atadas.

Se los llevaron esposados poco después y liberaron a los tres de las esposas y las cuerdas, pero ninguno de ellos se movió del sitio.

Una compañera acercó con un par de mantas a Ran y Shiho mientras les preguntaba si estaban bien, pero ellas solo asintieron con la cabeza agachada, casi sin fuerzas para hablar.

Akai se acercó a ellas lentamente, intentando ayudar a Ran a levantarse mientras se disculpaba de nuevo. "Lo siento…no debí esconder algo así. Es que, saber que había tomado esa decisión por mi culpa…no quería que me odiases por ello." Se explicó lleno de culpa, sin atreverse a mirarlas a la cara.

"No te preocupes, ahora ya la hemos escuchado todos. Y ninguno de nosotros ha hecho las cosas bien…" Le dijo con una triste sonrisa, observando al moreno que aún seguía agachado con las manos en la cabeza. Se separó de Akai después de apretarle el hombro con cariño y se acercó a su marido, si aún podía llamarlo así, porque ya no sabía como iban a continuar las cosas entre ellos dos.

"Shinichi…" Le llamó con cuidado, intentando llamar su atención y sacarle de ese trance e el que se encontraba. "Ya ha acabado, se los han llevado."

Él levantó la cabeza poco a poco, con el rastro de las lágrimas que había llorado aún en sus mejillas y la mirada llena de dolor. Y ella le ofreció su mano para ayudarle a levantarse.

"Ya no tienes que preocuparte por ellos." Le intentó animar la morena.

La pelirroja les observó aún sentada, abrazada a la manta que colgaba en sus hombros sin poder desviar su mirada de ellos. ¿Por qué ahora sentía esos celos? Él había renunciado a ella de la misma manera que ella había acabado rindiéndose. Un enfermero había aparecido para atender las heridas de Shiho, pero ella le apartó en cuanto abrió el botiquín y se levantó torpemente para salir de ahí mientras esquivaba a los agentes que caminaban de un lado a otro. Necesitaba salir fuera y saber que había pasado con su hija. La necesitad por encontrarla se apoderó de ella de un momento a otro.

Ellos estaban encarcelados, pero hasta el momento, no le habían dicho dónde la retenían y no la había visto ni una sola vez. Necesitaba verla y saber que estaba bien. Ella era lo único que tenía

Kudo observó a la morena y le acarició la mejilla, agradecido de que no tuviese ni un solo arañazo y ella cerró los ojos bajo su tacto. Kudo se acercó y le besó la frente. "Lo siento, debería haber echo las cosas de otra manera desde un principio…no quería haceros daño a ninguna de las dos y al final, solo era como un pez que se mordía la cola."

"No tienes que explicar nada." Comentó ella. "Ambas estamos al corriente de la situación…"

"Sin embargo." Le cortó cogiéndole de la mano.

"Kudo." Le frenó intentando que la dejase acabar de hablar. "No te vamos a presionar en ninguna decisión que vayas a tomar…pero esta vez, no podrás jugar a los dos hogares. Tienes que hablar con ella y pensar en que quieres realmente." Le dijo con miedo en el interior. "Yo…yo te apoyaré tomes la decisión que tomes."

Shinichi le miró con los ojos abiertos y buscó a la pelirroja entre la sala, pero había salido sin que se diese cuenta. Quería hablar con ella y entender esa necesidad que tenía de tenerla cerca.

"Ve a la ambulancia a que te revisen, voy a buscarla." Le comentó mandándole una media sonrisa mientras le soltaba la mano y salía de la sala a paso ligero.

El exterior estaba lleno de coches policiales y un par de ambulancias. Había anochecido y las luces y las sirenas resonaban por toda la zona. Shiho paró nada más llegar al exterior para intentar recuperar el aliento y controlar las piernas que volvían a temblarle. Parecía que estaba en una nave abandonada a las afueras de la ciudad, pero no sabía bien que ubicación podía ser.

"¡Shiho!" Le llamó Heiji por su espalda, acercándose a ella. "¿Estás bien?" Le preguntó estudiándola con cuidado. "Tienes que ir a que te atiendan, a lo mejor necesitas algún punto." Le dijo observando su labio que sangraba y las heridas de sus brazos.

"Tengo que ir a buscar a Aiko." Le contestó sin escucharle, preocupándose cada vez más a cada segundo que pasaba.

"No te preocupes por ella." Le contestó cogiéndole de los hombros para tranquilizarla. "La hemos encontrado nada más llegar en el asiento trasero del coche de Gin. Estaba durmiendo pacíficamente y esta en perfecto estado de salud." Le dijo indicándole una de las dos ambulancias, donde se encontraba Aiko cubierta con una manta mientras se bebía un zumo de naranja y balanceaba los pies.

"Aiko…" Susurró clavando su mirada en ella, apartándose de su amigo para acercarse a ella a paso ligero.

"¡Mamá!" Exclamó contenta la niña. "¿Dónde estabas?¿Por qué has tardado tanto?" Preguntó confundida, agarrándose al cuello de su madre y enterrando la cabeza en su pelo.

"Lo siento. No volveré a irme." Se disculpó mientras volvía a llorar. Esta vez, de felicidad. "Te lo prometo."

Se quedaron abrazadas unos minutos, disfrutando de ese reencuentro tan reconfortante, sin querer separarse ninguna de las dos.

"Shiho."

Su voz, le hizo erizarle el bello al llamarle. Llevaba tanto tiempo sin escuchar su nombre de sus labios, que había empezado a olvidar el efecto que le hacía. Se giró hacia él lentamente y el corazón empezó a latir le con fuerza.

Después de tantas semanas…estaba ahí, justo delante de ella.