Point Place, Wisconsin.
Jueves 27 de febrero de 1992.
Bodega del granero de PALACEA.
(Residencia de Carl Butcher)
Luego de mucha insistencia, Carl atendió a la puerta. Era un empleado de la compañía de luz CASSERE que dijo haber recibido una llamada para revisar el transformador junto al granero. Carl los había llamado, desde luego, porque hace más de una semana que no tenía luz. Aunque le pareció que por primera vez respondían eficientemente rápido.
A pesar de la profesionalidad de su presentación, el traje y las preguntas acostumbradas de la compañía, Carl fue incapaz de comprender de inmediato porque no había asistido el hombre de siempre y las excusas que le dio el nuevo no le inspiraban ninguna confianza. Aunque tampoco se le ocurrió una razón por la que querría mentirle.
—Está justo ahí— le indicó andando por el camino— Marca siempre el doble, han venido a revisarlo cientos de veces y dicen que ya quedó. Pero pasan dos meses y se vuelve a descomponer. He tenido que apagar el servicio completo y sigue corriendo el marcador.
Hyde se acercó a la fuente y se acomodó la gorra del personal de la compañía con la etiqueta de CASSERE.
—Ya veo ¿Le molesta si reviso el granero? Tal vez hay una interferencia.
—Adelante, por favor. — señaló Carl.
Hyde entró con un paso férvido acostumbrado. Como contratista tenía los conocimientos básicos para atender a emergencias técnicas de los circuitos eléctricos.
—AH, AHÍ ESTA EL PROBLEMA. —espetó Hyde. —Vamos a tener que romper esta pared.
Carl se redujo incómodo.
— ¿Qué? ¿Por qué?
Hyde ideó una respuesta rápida.
—El circuito pasa por encima de la feria de la corriente, genera constantes cortos y podría estar ingresando medidas de varios volteos al metraje sin que usted tenga ninguna luz encendida. Puedo repararlo pero hay que sacar la tira completa y acomodarla más arriba.
Carl lo dudó. Hyde sudó por un momento pensando que si el sujeto sabia un poco del tema estaba jodido.
—Está bien pero ¿Cuánto van a cobrarme por eso?
Hyde trató de controlar el suspiro de alivio.
—Corre como gastos de la compañía señor. No debe preocuparse por nada.
—Está bien, en ese caso lo dejare trabajar. Pero necesito limpiar primero. — Carl se acercó a la puerta.
—No se moleste, señor. — Hyde puso un pie en la puerta. — Es parte de mi trabajo
—No es ninguna molestia. — Carl puso fuerza contra el pie de Hyde
Hyde sonrió incómodo. Si había alguna evidencia que lo incriminara de algo, estaba en ese granero, si lo dejaba limpiar antes, se desharía de todo; pero no quiso levantarle más sospechas de las que ya sabía que tenía.
—Está bien — cedió Hyde— Iré por mis herramientas.
Hyde salió al camión forrando con las insignias de CASSERE y se apoyó en el pequeño radio que Kelso le había dado.
—Aquí barquero, a la base ¿me copian?
—Aquí el rey en la base, adelante pudding, cambio.- Dijo la voz de Kelso del otro lado del radio.
La frecuencia fluctuó haciendolo sonar como terminator.
—No me llames así idiota. Creo que se lo tragó, pero se puso a limpiar el granero, definitivamente hay algo que no quiere que vea. Voy a tratar de echar un vistazo por atrás.
—Bien, procede pudding. Cambio.
—Deja de llamarme así…
…
—… cambio.
— ¿Qué te costaba decirlo? Cambio.
Hyde rodó los ojos.
Carl comenzó a guardar todo lo que pudiera relacionarlo con el incidente del niño Regano. Ya tenía una coartada por si la policía decidía visitarlo pero no estaba preparada para un electricista. Se había deshecho de la mayoría de las evidencias. Se dio cuenta de lo tonto que había sido dejar a la vista la muñequera matiz que llevaba el niño, se la puso de prisa para hacerla pasar como suya y poder transportarla a la seguridad de su sótano mientras el contratista andaba rondando por ahí.
Hyde tiró el radio en la puerta de enfrente cuando un auto se estacionó cerca de ahí. Dos hombres se bajaron, luego una mujer, y finalmente un niño. El niño lo miró como si lo conociera y Hyde de hecho lo reconoció.
—Mira mamá, hay un señor ahí.
La señora se giró para verlo.
—Buenos días, señor.
—Buenos días— Hyde se quitó la gorra para saludar. Tratando de disimular el shock.
La familia siguió al hombre con el portafolio en una amistosa discusión hacia la puerta de enfrente. El abogado lo saludó con un gesto y Hyde le respondió igual.
—Mamá ¿podemos ir por un helado después? — decía el niño.
Hyde no podía dejar de mirarlo. Esos ojos, esa boca, esa mirada nerviosa y las manos temblorosas y delicadas como de porcelana. Era como si estuviera viendo al Eric de la escuela primaria de nuevo.
— ¿Le puedo ayudar en algo? — Hyde se sobresaltó, obviamente había estado mirando al niño con una atención casi psicópata y su padre lo había notado.
—No, es que... el señor está limpiando el granero de atrás, trabajamos en la luz. Es por eso que no le responde la puerta. — se excusó nervioso.
—Es usted muy amable en decirnos. — dijo la mujer. Y el niño le sonrió.
—Entonces vamos— dijo el abogado — después de usted. ¿Señor…?
—Hyde— dijo Hyde y le extendió la mano.
El señor hizo una expresión de asco y luego se la estrechó para disimular su disgusto.
—Los Peterson.
Hyde asintió.
—Mucho gusto, por aquí.
Hyde los guio hacia el granero de atrás tratando de hacer una conversación que no sonara ufana.
— ¿Es familiar suyo?
—Sí, señor, es mi hijo — dijo el señor Peterson
—Es mi hermano mayor. — añadió el niño. Y de repente Hyde lo recordó todo.
— ¿En serio? Eso es genial.
—Sí, ¿usted tiene hermanos?
Hyde se lo pensó antes de contestar.
—Silencio Alex— lo riñó su madre — el señor no quiere contestar tus absurdas preguntas.
—En realidad… tengo un hermano. — Dijo Hyde— Tú te pareces mucho a él.
— De hecho se parece a mi familia, es igualito que su abuelo. Y a mi esposo también. Ya sabe cómo se parecen los niños. ¿Tiene usted hijos? — preguntó la madre.
Hyde hizo una mueca y contuvo un gruñido.
—No. —contestó en seco.
—Ya veo — dijo la mujer y ahí se terminó la conversación. Por suerte Butcher llegó al rescate.
—Peterson ¿Qué estás haciendo aquí?
— ¡Hermano! — el niño corrió a abrazar a Carl, Hyde se sintió incomodo en el barullo familiar. Carl lo apartó con una mano sin saludarlo.
— ¿Qué están haciendo aquí? Ahora no es un buen momento, estaba a punto de ayudarle al señor a reparar el transformador.
Hyde sonrió nervioso.
—No, vaya con su familia. Puedo hacerlo solo. Es mi trabajo— dijo él, aprovechando el momento.
—Ya sabes lo importante que es discutir este asunto. — musitó el abogado.
Carl aceptó de mala gana. Seguramente se estaba arriesgando a que Hyde encontrara algo importante que hubiera olvidado y por eso ponía tanta enjundia en ayudarle. Cuando la familia se despareció de su vista Hyde comenzó a esculcar en todo el granero, hizo como que trabajaba y aprovechó cada segundo para explorar el sitio. No estaba encontrando nada sospechoso. Tal vez era una pérdida de tiempo después de todo. De pronto se cayó algo que había dejado mal puesto y cuando se giró reconoció el retrato de una niña. Esa debía haber sido Polly en vida. Alegre y sonrosada. Tenía puesto un traje de bailarina.
Hyde sintió un hueco en el pecho imaginándose que su propia hija pudiera perder la vida en manos de un montón de jóvenes estúpidos. Luego se recompuso cuando recordó que no tenía ningún hijo.
— ¿Qué está haciendo?
Hyde casi suelta un grito cuando escuchó la voz del niño.
— ¡CARAJO! No andes a hurtadillas por ahí, vas a darle a alguien un infarto— lo regañó — ¿Qué no deberías estar con tu hermano?
El niño se agachó.
—No me quiere.
Hyde suspiró.
— ¿Usted no debería estar reparando la luz?
— ¿Eres un respondón eh? - Hyde se indignó - Justo como tu padre.
— ¿Conoce a mi padre?
Hyde se dio cuenta del error que había cometido.
—Bueno… no. Yo… ¿Por qué no vas a jugar por ahí? ¿Qué no te han dicho que no hables con extraños?
El niño meditó un rato.
—Usted es un empleado de una compañía federal, si me secuestra lo encontraran rápidamente. — amenazó el niño. Hyde levantó una ceja impresionado.
—Igual a Donna. Un sangrón. — Murmuró.
— ¿Qué dijo?
—Que ya que estas ahí me pases esas pinzas.
— ¿Estás?
—No ciego, las otras, las esas, del ese.
El niño frunció el ceño.
— ¡ESAS! — presionó Hyde. El niño se las alcanzó y como seguía observando Hyde tuvo que fingir que hacia algo con los cables. Una chispa botó y casi lo hace caer de la escalera. — ¡Carajo! — maldijo. El niño se rio.
— ¿Está seguro de que sabe lo que está haciendo?
Hyde lo miró con los ojos entrecerrados.
—Por supuesto que lo sé. Soy un profesional. — Una segunda chispa voló y Hyde dejo escapar un grito por la sorpresa.
El niño lo miró perplejo y Hyde trató de disimular carraspeando la garganta.
—Son… gajes del oficio — justificó. El niño volvió a reírse.
—Eres muy divertido. — le dijo. Hyde sonrió sin querer.
—Oye, niño…
—Mi nombre es Alex
—Bien, niño… Alex… como sea… ¿Sabes porque vino ese abogado?
— ¿Thomas?
—Sí, ese.
—Es que mi hermano se metió en problemas pero ese hombre puede sacarlo.
— ¿Qué clase de problemas?
—No lo sé. Solo sé que tenía una hermana a la que quería mucho que tuvo un accidente y se fue al cielo. Pero él no quiere dejarla irse en paz.
— ¿Quién te dijo eso?
—Mi padre.
— ¿Sabes si tu padre está investigando también?
—No sé. Son pláticas de adultos. Mi mamá dice que no puedo entenderlo.
—Creo que tú mamá no te conoce muy bien.
— ¿También vienes a investigar?
Hyde abrió mucho los ojos.
—No — contestó en seguida. — Vine a trabajar.
El niño sonrió.
—Deberías conseguir otro empleo, como por ejemplo, a mí me gustan las ciencias y voy a ser un científico cuando sea grande, como en el comic de…
— ¡Maldición, Forman, otra vez con los comics!
El niño lo miró confundido.
—Quise decir… si, está bien, puedes ser el doctor ocho brazos si quieres. Ahora déjame hacer mi trabajo y aléjate de los cables porque ni siquiera yo tengo seguro.
—Está bien — dijo el niño y se alejó corriendo.
Hyde pasó el resto de las dos horas averiguando como componer el transformador, luego de hacer un corto se retiró discretamente porque se dio cuenta de que no había nada que Carl pudiera estas escondiendo ahí. Si había alguna evidencia ya no estaba allí.
—Lamento no tener propina para darte. — le dijo Carl cuando se retiraba.
—Está bien, señor, corre por cuenta de la compañía. — dijo Hyde y se despidió del niño con la mano.
El niño dejo a un lado las figuras de acción de la guerra de las galaxias y se despidió también.
—Llámenos si vuelve a fallar. — Hyde extendió la mano y Carl se la estrechó; en ese momento Hyde vio la muñequera de su brazo y tuvo un vago recuerdo de cuando estaba detrás de la comisaria hablando con el mayor Regano.
Entró con uno de sus colegas y el primero en aparecer fue Sanders. Detrás de él estaba el jefe, el mayor Regano.
—El activo, señor— lo presentó Jack Wallas. — Hizo el trato con Ritchie, no sospechan nada.
El mayor lo observó con cuidado.
— ¿Eres Steven Hyde?
—Sí, señor— lo saludó él
— ¿Sabes que eres un soplón verdad?
—Sí, señor. — contestó
Regano soltó una carcajada ligera
—Me agrada tu irreverencia. Siéntate.
Hyde obedeció.
— ¿Un trago?
—Estoy fuera de alcohol. — Negó Hyde
—Entonces, estás dispuesto a conseguir información del cartel para nosotros. — Hyde asintió— ¿Cuál es tu precio?
Hyde no se lo pensó mucho tiempo.
—Mi esposa. — Dijo —Quiero que la vigilen este donde este, que su casa siempre este custodiada, no quiero que nadie del cartel se le acerque.
—Tenemos un romántico, jefe. — Se burló Sanders — ¿No se lo dije?
—Parece que tenemos un trato, listillo. Ahora dime donde va a ser la fiesta.
Hyde escribió una dirección en una servilleta y se la dio. El mayor sonrió al inspector Camal y le dio la mano a Hyde. Hyde se la estrechó.
— ¿Es bonita no? — dijo el mayor refiriéndose a la muñequera donde Hyde había pegado la vista. — Es un regalo para mi hijo. Él quería un reloj pero no he juntado lo suficiente. Si vas a regalar algo, que sea un buen regalo. ¿No estás de acuerdo?
Hyde sonrió.
—Recuerda que si no los encerramos a ellos, serás tú quien vuelva a prisión.
Hyde dejo ir la mano de Carl y sonrió para desviar su atención.
—Nos vemos — dijo. Y volvió al camión de los servicios de la compañía que Kelso había conseguido.
Carl lo vio alejarse con un tanto de desidia. Había algo terriblemente familiar en su rostro.
—HIJO —llamó el señor Peterson desde la casa. — El abogado quiere decirte unas cuantas cosas.
Carl volvió de mala gana.
—Te dije que no era un buen momento. Qué más da todo esto.
—Es evidente que tú no lo hiciste. — dijo la señora.
—Esto no tiene por qué proceder, no tienen nada para incriminarte. — Añadió el abogado— Solo especulaciones.
Carl arrugó la boca.
—Carl…— insistió su padre— Si hay algo que quieras contarme, hijo. Lo que sea.
—Ya te dije que yo no hice nada — dijo Carl.
—Espero que esta investigación sobre Polly se haya terminado.
—Te he dicho ya que no menciones su nombre.
—Es una locura, Carl. Ella está muerta y no vas a revivirla sacando las piedras. Tienes que avanzar. Seguir adelante, Carl. Buscar una esposa, tener hijos, hacer tu propia familia.
— ¿Cómo tu hiciste para olvidarte de todo no?
—No puedes reprocharme por intentar sobrevivir luego de ella.
— ¿No puedes recordar que fue culpa tuya?
—Carl… estas agitado. Buscar entre los expedientes de la policía no te va a ayudar a…
Carl se levantó de un saltó. Recordó donde había puesto el material de la policía que le parecía útil. Entre febrero y enero de 1980, un conductor ebrio fue detenido por ir a una velocidad más alta de la permitida. El único de la lista con antecedentes penales. Estuvo preso hasta 1985 cuando salió por buen comportamiento luego de cerrar algunos tratos turbios con la policía.
Sacó el portafolio que tenía debajo de la cama y abrió los archivos, arrojó papeles por todas partes, y finalmente llegó a su rostro.
—Steven J. Hyde —Leyó en voz baja con los ojos enrojecidos. — Te atrapé. — Murmuró
