Después de la densa conversación que tuvieron Harry y Sirius, este último se fue a su habitación, quedándose dentro de ella por todo lo que restaba del día.
No tenía las intenciones de conversar con su ahijado aún, más que nada para poder calmar sus emociones y sentimientos. Se había dado cuenta que, dentro de su discurso, confesó muchas cosas que ni siquiera él mismo tenía claras. Cosas que no consideró hasta el momento que su cuerpo sin dar un aviso previo decidió sacar de sí todo lo que sentía por su prima.
Se dio cuenta de que realmente tenía sentimientos muy fuertes por la bruja, porque jamás se habría imaginado que, dentro de su vida, tomaría partido hacia la oscura mujer. Si le hubiesen dicho años atrás que se pondría del lado de la bruja que le hizo la vida imposible dentro de la cárcel, que además era considerada una de las personas más temidas y peligrosas, defendiéndola del resto y poniéndola por sobre el hijo de su mejor amigo, lo más probable es que le habría roto la cara al idiota que se atrevió a decir tamaña blasfemia. Pero ahora se veía a sí mismo, después de abrir su corazón de esa manera, cayendo en cuenta de sus propias palabras, sopesando todo lo que sucedió.
Acostado con su antebrazo cubriendo sus ojos, analizaba todas aquello que le dijo al chico, sintiéndose embriagado por las sensaciones que estaban tomando lugar en su ser.
Era cierto que su prima fue en su infancia la única que le ayudó a poder soportar la vida junto a sus padres. Fue su compañera de juegos y travesuras, fue quien siempre estuvo a su lado sin importar los miles de castigos que recibían luego. Era la que le daba un motivo para seguir adelante soportando las estupideces que sus padres querían enseñarle, solo que con el pasar de los años y su conjunto a su crecimiento, se fue olvidando que ella estaba allí y la cambió por nuevas amistades, las cuales cumplían con las aptitudes que él buscaba, ser totalmente opuestos a sus ideales familiares.
Estando dentro del castillo se olvidó que antes de conocer a James, Remus y Peter, estaba Bellatrix…, la única amiga que estuvo a su lado cada vez que necesitaba un apoyo siendo un niño. Se centró tanto en su nueva vida, en las nuevas experiencias que estaba viviendo, que no recordó el nimio hecho de que, así como él tenía que sufrir ser un Black, Bellatrix también y le dejó sola, teniendo que soportar todo aquello sin su compañero. La dejó expuesta a que las influencias familiares se hicieran con su cerebro y adoptara todos los ideales que sus padres impusieron desde antes que pudieran decir siquiera un mísera palabra.
Sí, claramente en esos tiempos fue un niño que solo quería salir de allí, cosa que puede excusar sus acciones, pero su prima también lo era y nunca le dejó solo.
También era cierto que dentro de Azkaban, dejando de lado lo molesto y desagradable que era el tener que escucharla día tras día gritar que su asqueroso amo volvería para salvarla, siempre le dio motivos para seguir adelante. Siempre le dio las fuerzas para poder salir de allí y cumplir con sus cometidos, le dio las energías para no rendirse.
Era real el momento en que dentro de su cuerpo existía un vacío porque no la tenía cerca, porque no sabía de ella y porque se quedaron sus ilusiones a su lado cuando se escapó de la cárcel.
Soltó un suspiro. Fueron muchas las cosas que le confesó a su ahijado, cosas que ni él había aceptado realmente hasta que las dijo y se decidió de manera definitiva a enmendar el error que cometió el chico, solo que todavía no tenía idea de cómo hacerlo. Lo más probable era que su prima estaba rumiando contra él y Harry, debía estar enojadísima y si le ordenó que no volviese, sería difícil que lo dejase pisar los terrenos, aunque estuviese a kilómetros de distancia.
Fuera de la habitación, Harry se estaba debatiendo o si tocar la puerta de su padrino o no hacerlo. Quería arreglar las cosas con él, pero al mismo tiempo se quería ir a La Madriguera para poder estar con sus amigos y disfrutar de sus días libres de estudios. Quería estar con Draco también y saber que todo estaba bien, pero eso sería mucho más difícil de conseguir.
Esperaba que Sirius no estuviese tan enojado, porque lo que menos quería era el tener que irse y no solucionar las cosas con su padrino. En unas cuantas horas sería Navidad, por lo que no era ninguna gracia el estar enojado con el hombre que consideraba su figura paterna.
Dejó sus miedos de lado y tocó la puerta de madera, esperando a que desde adentro sonara la voz del hombre dándole el pase para abrir. Tuvo que tocar nuevamente tres veces, porque no obtenía el permiso que tanto deseaba.
Cuando Sirius le indicó que entrase, Harry se armó de valor y dijo lo que había meditado dentro de la biblioteca.
—Sirius…, yo…, quiero pedirte disculpas —comenzó el muchacho, recibiendo como respuesta una ceja alzada del hombre. Se dio cuenta al entrar que todo estaba muy silencioso dentro de la habitación, así que luego de que el mayor quitase su brazo de su cara, le miró sin expresión en su rostro, hasta que elevó su ceja invitándole a seguir hablando —. No debí hablarte de esa manera dentro de la casa de tu prima. Entiendo que me pasé al reaccionar así y te pido disculpas por mi mala reacción. No entiendo realmente lo que tengas con ella, pero no es mi asunto y no quiero interferir. Solo deseo que seas feliz, independiente con quien decidas serlo. No te puedo decir que me llevaré bien con ella de un día para el otro, porque no puedo. Tengo una…, mala imagen de Bellatrix, pero sí puedo decir que intentaré soportar los momentos en los que tenga que estar a su lado. Solo te pido tiempo.
Sirius se sentó sobre el colchón y levantó la camisa de su antebrazo. Delineó con su índice el tatuaje que yacía en su piel, marcando varias veces la letra "B" que estaba en la constelación de su creación. Entendía ahora por qué se la hizo, después de todo lo que estaba pasando, pudo darle finalmente un significado al momento en que se tatuó el dibujo que hacía tantos años le vio hacer a su prima.
Sin dejar de delinear el tatuaje dijo —No te pido nada Harry…, ni siquiera que aceptes a Bella. La imagen que ella tiene se la hizo sola y no está arrepentida de ello. Te lo dije, ella no se arrepiente de las cosas que hace, nunca lo ha hecho. La única vez que le he visto retractarse de algo ha sido el día en que me alejó del velo…, el día en que no cumplió la promesa de matarme. Será decisión tuya el compartir un espacio con ella, aunque dudo mucho que Bella quiera estar a un metro cerca de ti, pero serás tú quien lo decida. Yo solo quiero que entiendas que no dejaré de amarle porque tú u otra persona me lo pida…, eso no va a pasar —susurró, sintiendo en su pecho un calor al ver las líneas de la constelación en su piel —. Acepto tus disculpas.
Harry, al escuchar aquello, soltó el aire que estaba conteniendo y sintió que el mundo volvía a ser hermoso, alegre, porque no podía soportar la idea de estar enojados con su padrino —Muchas gracias Sirius, no sabes lo
—Pero —cortó el animago, dejando de lado su brazo para plasmar sus ojos grises en los verdes del chico —, tienes que pedirle disculpas a Bellatrix también, más que mal, fue a ella a quien decidiste insultar.
—¿Q-qué?, ¿es broma cierto? —murmuró Harry, percibiendo un frío recorrer en su espina dorsal. No quería tener que ver nuevamente a la mujer, al menos no tan pronto. Sí, se había equivocado, pero no por eso había que pagar tan caro por su error.
Sirius sin darle respuesta alguna, volvió a acostarse sobre la cama y tapó sus ojos con su antebrazo, dejando la información requerida por Harry más que explícita. No negociaría aquello, el chico tenía que pedir las disculpas correspondientes y no había nada más de qué hablar, aunque no supiese cómo o cuando tendría que hacerlo, porque veía muy difícil estar con Bella dentro de lo pronto.
-o-
Draco estaba sentado en uno de los sillones, esperando que el ardor característico del whisky de fuego pasase pronto. Su tía después de soltar aquella idiotez en conjunto con la mujer de cabello caoba, le ofreció un trago de licor.
Cuando le sentaron en el sillón y le pasó el vaso de whisky, comenzó alegremente a contarle la nueva relación amorosa que estaba viviendo su madre con el hermano de su tío Rodolphus.
No se podía creer realmente que aquello fuese cierto, porque su madre siempre había amado a su padre con todo su corazón. Siempre fue devota a él, casi lamiendo el piso por el cual el rubio mayor pasara. Fue una esposa abnegada, que no dejó de lado a su marido jamás, sin importar las malas decisiones que tomó en el pasado.
Le costaba creer que lo que su tía le contaba fuese cierto y tampoco podía entender porque la oscura mujer estaba tan contenta con todo lo que le estaba contando. Él no se sentía feliz para nada y ciertamente tenía la sensación de náuseas amenazándole en la boca del estómago. Sentía como la bilis subía y bajaba por su faringe, necesitaba urgentemente tener una conversación con su madre para saber si todo aquello era cierto.
—¡Ahora te quiero más! —celebró Bellatrix, más que contenta —. O sea, seguirás teniendo los genes de Lucius, pero podrás tener un poco de la crianza Lestrange. Aparte que lo más probable es que tengas un hermanito o hermanita y ya con eso arreglamos los conflictos de intereses —comentó, saboreando la oportunidad que su hermana menor le estaba brindando con tanta amabilidad.
Eso hizo que el chico se sintiera mucho más asqueado. Su tez se volvió mucho más pálida de lo normal y realmente estaba experimentando los estertores de su cuerpo, que luchaba por no dejar salir el vómito inminente.
—Mi Bella…, déjalo que digiera la información. Míralo, está que se muere ahí sentado —susurró Nellie en el oído de su amiga, quien seguía sin darse cuenta de la cara que tenía su sobrino.
Bellatrix movió su mirada desde su amiga a su sobrino y le vio blanco como la nieve. Sintió ganas de romperle la cara por lo débil que era la gran mayoría del tiempo y bufó con fuerza —Bébete eso luego, hará que dejes de ser tan llorón…, o que llores de verdad, una de dos — comentó. Recibió un apretón en su antebrazo por parte de la mujer a su lado, cosa que le indicó una sola cosa, debía tener un poco más de consideración con el chico. Suspiró sonoramente y se levantó de su asiento, caminando con lentitud hasta estar a un lado de su sobrino. Le tomó una de las manos y le hizo mirarla a los ojos. Ella odiaba tener que hablar con alguien que no la mirase. —Draco —comenzó, la voz tranquila e intentando que saliese amena —, tienes una marca en tu brazo…, ¿no? —preguntó.
Si el chico ya estaba pálido, aquella pregunta le hizo sentir escalofríos fuertes haciéndose dueños de su cuerpo. Claro que tenía la marca en su piel y no le gustaba recordarlo para nada. Asintió con dolor en el pecho, cosa que le invitó a Bellatrix el seguir hablando.
—¿Fue tu madre quien te hizo tomar la marca? —preguntó nuevamente, recibiendo una negación muda —. Si tú tienes ese tatuaje en tu brazo, es por las decisiones de tu padre. Cissy nunca quiso que tu fueras parte de las filas del Lord. A diferencia de mí, Lucius tenía una familia a la que cuidar, y sus malas decisiones te arrastraron a ti y a mi hermana. No eres nadie para juzgar las decisiones de Narcissa, así que ahora te dejas de andar lloriqueando y te comportas como un Black, que para eso tienes el otro lado de tu sangre que te puede ayudar a ser alguien digno —terminó, dejando una palmada en la nuca de su sobrino y levantándose en el acto. Llamó a Pipi, ordenándole el ir a buscar su hermana y a su cuñado. Tenían una asquerosa fiesta que celebrar y ella no haría la estupidez de ponerse a organizar cosas que no le gustaban, para eso estaba su hermana menor.
-o-
Al tener más que claro que Bellatrix no le dejaría volver a la casona para las fiestas, Sirius y Harry aceptaron la invitación que les hicieron los Weasley para unirse a ellos. Ciertamente el animago no tenía ninguna intención o ánimos de celebrar nada, mucho menos la Navidad, que era algo que no le gustó nunca, pero podía tomar la oportunidad para despejar su mente y salir de Grimmauld Place. Cualquier cosa era mejor que estar dentro de esa tétrica casa.
Se aparecieron dentro de los terrenos de la numerosa familia a las diez de la noche, hora que la matriarca les indicó.
Al llegar se encontraron con muchas personas, es decir, todos los pelirrojos y los miembros de la Orden.
Harry corrió a estar con sus amigos y disfrutar del momento, considerando que no estaba teniendo un buen comienzo de sus vacaciones temporales y necesitaba un respiro del problema con su padrino.
Sirius por su parte se centró en el licor que tenían para ofrecer los anfitriones, esquivando a todo aquel que intentase acercársele para conversar. No quería estar con nadie, porque todos se pondrían a hablar de sus vidas o a hacer preguntas estúpidas que no tenía ganas de contestar. Ya tuvo el problema con su ahijado por su inusual relación que iba más allá del parentesco con su prima, no quería tener que estar discutiendo con más personas sobre el asunto, porque dentro de lo que podía contar de sus últimos meses, era que había estado viviendo con la bruja bajo su techo y que se estaba enamorando de ella cada día más.
No notó cuando una mujer se acercó lentamente a su lado, posando su peso en la mesa de madera que soportaba las copas de vino de elfo.
—Hace mucho tiempo que no te veía Sirius —le dijeron, con la voz dulcificada.
El aludido elevó el rostro y se encontró con una cara que tal cual como había dicho, hacía mucho tiempo que no veía. Andrómeda le estaba mirando fijamente, sin apartar sus ojos de él.
Recordó cuando en su juventud, solía confundirla con su hermana mayor, y es que, en ese tiempo, Andrómeda intentaba parecerse a su hermana en cada uno de los detalles que pudiese, solo que a pesar de tener alguno que otro rasgo parecido, no eran iguales para nada. Los risos de Bellatrix, no los tenía la mediana de las Black, ni sus labios…, ni sus ojos o esa aura oscura que rodeaba a la mayor de las hermanas. No, definitivamente no eran parecidas en nada más que en los rasgos que heredaron de los Black, cosa que hasta él tenía.
No pudo evitar hacer la comparación y la decepción que sintió fue enorme y a la vez liberadora. Su Bella era única y ni sus hermanas se le podían comparar.
—Mucho tiempo, sí —contestó escuetamente Sirius, bebiéndose el contenido de su copa de un solo trago.
—¿Estás bien? —preguntó Andrómeda, posando su mano en el antebrazo de su primo.
Esa acción hizo que el hombre se sobresaltara, alejándose ligeramente de ella. No era Bellatrix quien le estaba tocando y eso le molestó en demasía. Tenía claro que su prima solo quería ser amable y tener una conversación normal con el único familiar que tenía allí además de su hija, pero él no quería eso.
—Discúlpame —susurró el animago, alejándose de ella para salir al patio trasero de la vivienda. Necesitaba tomar aire, se sentía rodeado y constantemente vigilado por todas las personas que estaban allí. Miró a su derecha, encontrándose con su ahijado que reía junto a sus amigos con alegría. Él no pintaba nada allí. Caminó hasta ellos —. Luego hablamos —informó escuetamente y tras decir aquello se fue sin más, dejando a Harry con la palabra en la boca y sin saber lo que había pasado.
Se apareció dentro de su departamento. No quería regresar a Grimmauld, porque eso le haría sentir su soledad mucho más y realmente esa casa no le traía nada bueno. Respiró profundo y dejó que los momentos vividos allí con su prima le llenaran el cuerpo de una emoción diferente. Añoranza y alegría mezcladas, cosa que no sintió antes.
Recorrió con la mirada la estancia, parecía que hacía años habían estado allí. Caminó hasta su habitación, pero antes de entrar en ella decidió irse al espacio que la bruja decoró a su antojo. Se encaminó hasta las escaleras que daban al ático, subiéndolas con lentitud. El cielo oscuro y estrellado le dieron la bienvenida, iluminando los almohadones blancos que seguían en su misma posición, pero que desentonaban en cierto punto.
Su corazón saltó de alegría y jolgorio al ver aquellos rizos negros esparcidos por la tela nívea, brillantes bajo la luz de la luna. No pudo sentirse más feliz, porque su día se había mejorado al tener allí a su ensoñación quien, al parecer, tuvo la misma idea al escoger su escondite.
Sin decir palabra alguna, se aproximó hasta los almohadones y se acostó en ellos, junto al cuerpo de la mujer que tenía sus ojos cerrados, disfrutando del espacio.
—¿Dónde dejaste a Pinchi? —preguntó ella, sin levantar sus párpados.
—En Grimmauld dentro de su caja de vidrio, con varios insectos vivos para que los pueda cazar y comer a su antojo, con su luz prendida también, para que no tenga frío —contestó Sirius, con la mirada fija en las estrellas que yacían sobre sus cabezas —. ¿Tampoco pudiste aguantar tanta felicidad a tu lado? —preguntó con el corazón encogido por la respuesta que podría recibir.
—No me gusta la Navidad…, mucho menos tener que fingir que estoy feliz. Con Cissy y Rody celebramos Yule, pero tampoco quería ser parte de eso ahora. Rody no está, Narcissa tiene que lidiar con el llorón de Draco que no puede entender que la mamá dejó al inepto de Lucius y…, no tenía ganas de fingir —respondió ella, no queriendo decir que las palabras de su amiga le habían llegado hasta lo más profundo de su ser y no podía sentirse bien si Sirius no estaba a su lado. Daba gracias tener a Nellie en su vida, porque ella le instó a salir de su casona para despejarse, dejándole más que claro que ella estaría bien y solo quería verle feliz y tranquila.
El animago asintió silenciosamente, aceptando que ella estaba igual que él. Sin pensar en lo que podría pasar, deslizó su mano para tomar entre sus dedos la delicada de Bellatrix, apretando ligeramente con sus dedos. Volteó la cabeza y acercó sus labios hasta la mejilla de la bruja, quien esbozó una pequeña sonrisa al sentir el beso en su piel. La escuchó soltar un suspiro, para después sin abrir los ojos, moverse hasta quedar con la cabeza en su pecho y así acurrucarse sobre él.
—No necesito a nadie más que tú… —susurró Sirius, dejando un nuevo beso en la coronilla de la bruja yaciendo en su pecho. Como respuesta, recibió el mudo asentimiento de ella, quien después frotó su mejilla contra él.
—¿Me lees esto?, pero haz a la madrastra como la que está en lo correcto y la sirvienta solo es estúpida —murmuró Bellatrix, entregándole un libro.
Sirius acomodó un par de almohadones bajo su nuca, para así tener mejor altura y más comodidad. Leyó la portada del libro y se encontró con que su prima le estaba pidiendo que le leyera "La Cenicienta". Se guardó la pregunta que tenía en la punta de la lengua. Era obvio que estuvo revisando sus libros y no quería romper la atmósfera que les rodeaba, así que, sin más dilación, se dispuso a cambiar la versión del libro en sus manos, dando paso a la Navidad más bizarra y feliz de su vida. Nada podía ser mejor que tener a Bellatrix entre sus brazos.
