Sara ganó cuatro peleas y perdió una ese domingo. Ella sabía lo que eso significaba, problemas. Mientras se cambiaba en el gimnasio, intentó pensar alguna manera de zafar de la situación que se le venía. Pero, por suerte la solución le llegó sola.
Ava le envió un mensaje de whatsapp diciendo si quería ir a dormir a su casa y ella aceptó.
Así que se fue de Amazó sin que Dinah y Malcolm la vieran, se encontró con Ava y fue a su casa.
— Hola chicas. — Las saludó Pam, cuando llegaron a la casa.
— Hola. — Le devolvieron el saludo.
Ava y Sara siguieron a Pam hacia la cocina y dejaron que ella les caliente la comida que había sobrado para cenar.
— ¿Qué tal estuvieron tus vacaciones? — Preguntó Pam a Sara.
— Bien, tranquilas. No hice nada muy interesante. — Respondió ella con sinceridad.
— Bueno, las vacaciones son para descansar. — Dijo Pam pensativamente. — ¿Por lo menos pudiste hacer eso? — Pidió saber.
— Si, creo que sí. — Asintió ella.
— ¿Con ganas de empezar las clases? — Preguntó Pam.
— Mamá, nadie tiene ganas de empezar las clases. — Dijo Ava, haciéndose la frustrada, lo que hizo reír a Sara.
— Si, creo que nadie tiene ganas de estudiar. — Coincidió ella.
Sara pensó que iba a ser raro tener una conversación con Pam fuera de la terapia grupal. Ella había estado yendo una vez por semana y en esos meses había logrado hablar de varias cosas muy personales: su tortura, sus cicatrices, su hermana, su padre.
La verdad es que Sara tenía cierto temor, como si esperara que Pam consideraría que ella estaba demasiado jodida como para ser amiga de su hija. Pero Pam la trató con amabilidad, como si fuera normal que ella estuviera allí en su casa. Sara apreció a aquella mujer por un instante y se preguntó qué se sentiría si su madre tuviera un mínimo de esa amabilidad con ella.
Ava le pasó un paquete de arvejas congeladas para que las ponga en sus manos. Intentó ser disimulada, pero Pam notó el gesto enseguida.
— ¿Qué pasó? — Preguntó Pam, señalando las manos de Sara.
— Hago boxeo en el gimnasio y hoy tuve entrenamiento. — Respondió ella, usando la excusa que le parecía más creíble.
Pam le dio un par de consejos, como doctora, sobre cómo cuidarse los moretones y las manos. Luego sacó la lasaña del horno y le sirvió una porción a cada una en un plato.
— Bueno, las dejo. — Dijo Pam. — Intenten no quedarse mucho más tiempo despiertas que ya es tarde y mañana empiezan las clases. — Les aconsejó.
Sara y Ava cenaron tranquilas, mientras conversaban sobre lo que esperaban para el comienzo de las clases. Ese era el último año de la secundaría para ellas y eso les traía varias ansiedades ante las decisiones por tomar. También Ava habló sobre Ashely, sobre lo raro que se sentía que su hermana se hubiera ido a la universidad. Era con la primera hermana que realmente sentía el peso de la separación.
Sara y Ava estaban en un campo lleno de flores. Estaban acostadas en el césped, mientras jugaban a encontrar formas a las nubes del cielo.
— ¿Puedo besarte? — Preguntó Ava de repente.
Ante esa pregunta Sara reaccionó sentándose. Ava la imitó. Se miraron a los ojos por un largo momento, manteniéndose en silencio.
— Si. — Afirmó Sara con una sonrisa. — Pero si me besas, vas a tener que aceptar que en otros momentos yo también quiera besarte. — Advirtió, cuando notó que la otra empezó a acercarse a ella.
— Me gusta como suena eso. — Dijo Ava.
Ava cortó una flor y la colocó sobre una de las orejas de Sara. Le dijo que era hermosa y después unió sus labios en un dulce beso.
— Sara. — La llamó Ava un par de veces.
A Sara le costó reaccionar, había estado durmiendo tan profundamente y teniendo un sueño tan lindo, que su mente no había querido colaborar en despertarla. Finalmente, cuando logró despertarse, no pudo evitar sentirse avergonzada y ruborizarse. Ella había estado soñando con Ava, que se besaban. ¿Cómo se suponía que tenía que encararla ahora?
— ¿Estás bien? — Preguntó Ava, llamando su atención devuelta al presente.
— Si. — Afirmó ella. — Solo dormida todavía. — Intentó excusarse.
— ¿Malos sueños? — Pidió saber Ava, algo preocupada.
— No, sorprendentemente no. — Respondió ella honestamente.
Por suerte no hubo tiempo para más preguntas, ya que Amy entró a la habitación pidiendo que se apuren. Ava le prestó útiles y ropa, para que pudiera ir a clases tranquila. Desayunaron rápidamente y luego fueron para el colegio.
A Sara le gustaba el hecho de estar vistiendo ropa de Ava. Por más que le quedaba un poco grande, le parecía cómoda y le gustaba que tuviera el perfume de la otra: una mezcla de coco y vainilla.
El reencuentro con sus amigos y retomar los entrenamientos de baile fue lindo, aunque todos notaron el tema de su ropa e hicieron chistes al respecto. Por suerte Sara solía tomarse esas cosas con humor, y eso siempre la hacía quedar bien parada hasta en las situaciones incómodas. Aunque, en realidad, lo incómodo no era el tema de la ropa para ella sino el de su sueño.
— Entonces, ¿me vas a contar sobre la ropa de Ava que llevas puesta? — Pidió saber Zari, con curiosidad.
— No hay mucho para contar. — Respondió ella, intentando quitarle importancia al asunto. — Me quedé a dormir en su casa, así que me prestó ropa para que no tuviera que perder tiempo en ir a cambiarme a mi casa. — Informó.
— Dale, soy tu amiga y te conozco. — Insistió Zari. — Te gusta, ¿no? — Preguntó, aunque ya estaba casi segura de la respuesta.
— ¿Qué importa si me gusta? — Retrucó ella. — Ava y yo somos amigas, y no voy a arruinar la amistad que tenemos solamente porque me gusta. — Justificó.
— ¿Y qué pasa si ella también gusta de vos? ¿Ahí sí importaría? — La cuestionó Zari, de manera desafiante.
— Ella no gusta de mi. — Respondió ella con seguridad.
— ¿Cómo sabes? — Preguntó Zari.
— Porque me lo dejó bien en claro la vez que nos besamos. — Explicó ella, esperando que eso fuera suficiente para dar por cerrado el tema.
— Cierto, me había olvidado del beso- — Dijo Zari. — ¿No volvieron a hablar sobre eso desde qie ocurrió? — Preguntó totalmente sorprendida.
— No, porque fue solo un beso y no paso nada más porque ella no quiere, me lo dejó muy claro. — Respondió ella. — Así que, ¿podemos no hablar más de esto por favor? — Le pidió.
— De acuerdo, no más hablar del tema. — Aceptó Zari. — Al menos por ahora. — Agregó, guiñandole un ojo.
Zari cumplió su palabra y no volvió a hablarle del tema. Eso hizo que el resto del día continuará casi normal, que no se la pasara pensando todo el día en Ava como solía ocurrir más de una vez.
Por el resto de la semana siguió evitando cruzarse con su madre y/o Malcolm, ya que no quería tener un enfrentamiento con ninguno de ellos. No estaba lista para lidiar con sus enojos, sus reproches y sus posibles métodos para controlar los miedos. Así que un par de días durmió en lo de Jax y otros en el gimnasio de Maze. Por suerte se las ingenio bastante bien.
O lo hizo, hasta que su madre apareció la noche del viernes en Danver's Dinner durante su turno de trabajo.
— Tenemos que hablar. — Le dijo Dinah, cuando ella le llevó la carta a su mesa.
— ¿Tiene que ser acá? — Preguntó ella, entregándole el menú.
— Estás evitando estar en casa, así que si. — Respondió Dinah y señaló la silla vacía que tenía frente a ella.
— ¿Para qué hablar? — Preguntó ella, sentándose en la silla. — Si ya sé lo que vas a decir, que estás enojada porque no gané todas las peleas y que la próxima vez tengo que volver a ganar todas. — Dijo sintiéndose frustrada.
— Prometiste que de ahora en más ibas a ganar todas y no lo hiciste. — Dijo Dinah con seriedad.
— No es una promesa que esté totalmente en mis manos. — Le recordó ella, intentando hacerla razonar. — Pero siempre intento ganar todas, eso es lo que importa. — Argumentó.
— Intentarlo no es suficiente. — Le reprochó Dinah. — ¡Necesitábamos que ganes todas las peleas! ¡Necesitábamos el dinero! — Exclamó enojada.
— Si pensás que intentarlo no es suficiente, pelea vos. Tal vez ahí te des cuenta que cumplir tus expectativas de ganar siempre no es posible. — Retrucó ella, de manera defensiva.
— ¡¿Quién te crees que sos para decirme qué hacer?! ¡Eres una insolente! — Dijo Dinah con furia.
— Disculpen, pero necesito que bajen la voz. — Pidió Eliza, interrumpiendo la pelea. — Este es un resto bar y necesitamos tranquilidad. — Agregó dirigiendo su atención a Dinah.
— Ella es mi hija y puedo hablarle como quiero. — Dijo Eliza de mala gana.
— Y este es mi restobar, y si quiero puedo pedirle que se retire. — Advirtió Eliza. — Sara, vuelve a trabajar por favor y señora si no va a consumir nada será mejor que se retire. — Indicó.
Su madre se fue y ella sintió un gran alivio ante eso. Agradeció a Eliza y continuó con su trabajo. Cuando finalizó su turno de trabajo guardó sus propinas en un sobre y las llevó a su casa, se las dejó a su madre en la mesa. Luego se fue a dormir a lo de Zari.
El domingo se encontró con Mari en el parque de skates, para continuar con las clases de patinaje. Pasaron un lindo rato patinando, hasta que fueron interrumpidas por Ava y Nora. Mari se fue con su hermana Kuasa y Sara se quedó con las otras dos chicas.
— ¿Qué sucede? — Preguntó ella, con curiosidad.
— Tengo algo que contarte. — Respondió Nora.
— De acuerdo. — Aceptó ella.
— Iré a comprarnos unos batidos, cualquier cosa si me necesitan llámenme. — Informó Ava, dándoles el lugar para que pudieran hablar tranquilas.
Eso la hizo preocupar un poco a Sara. Si Ava quería dejarlas solas era porque Nora necesitaba hablarle de algo importante. No sabía lo que se venía por delante, pero intentó prepararse mentalmente para cualquier mala noticia. Nora también parecía nerviosa y eso la hacía calmar un poco sus propias ansiedades. Estaba bien que ambas estuvieran nerviosas.
— No sé cómo decírtelo, así que simplemente lo voy a decir. — Le dijo Nora, finalmente rompiendo el silencio que se había formado entre ellas.
— Está bien. — Asintió ella.
— Sentenciaron a muerte a Damien. — Informó Nora.
— Eso es… — Comenzó a decir ella, pero se cortó así misma porque la situación la agarró desprevenida. — No sé qué decir. — Dijo con sinceridad.
— No hace falta que digas nada. — Aseguró Nora. — Yo simplemente quería que lo supieras, sentía que merecías enterarte por mí y no por las noticias o algo del estilo. — Explicó sus motivos.
Ambas se quedaron en silencio. Evidentemente ninguna sabía cómo reaccionar, ni cómo sentirse al respecto. Sara esperaba que eso le trajera algo de paz, al menos eso era lo que los adultos siempre le habían dicho… que la sentencia de Damien le iba a traer un cierre a su trauma y paz. Pero ella no sentía eso, ella simplemente sentía vacío.
— Esto apesta, y debe ser difícil para vos. — Dijo ella, tomando la iniciativa para hablar. — Así que gracias por decírmelo. — Agradeció.
— La verdad no sé cómo sentirme con todo esto, yo casi no lo conocí. Pero sé que es una persona cruel y sé todos los crímenes que cometió. — Intentó expresar Nora algo de todo lo que sentía.
— ¿Y tu mamá? — Preguntó ella.
— Creo que todavía siente culpa, pero dice que vamos a superar todo esto juntas. — Respondió Nora con sinceridad.
— Eso es bueno. — Apreció ella.
Era bueno que Nora tuviera alguien de su lado, porque Nora era una buena persona y no se merecía sufrir. Sara no podía darle todo el apoyo que quería darle, porque todavía no había logrado superar sus traumas. Pero en ese momento se permitió a sí misma creer que en un futuro iban a poder ser amigas.
A los minutos Ava apareció con los batidos. Las tres se pusieron a tomarlos mientras conversaban y hacían chistes. Ava trajo la alegría con ella, y Sara dejó que eso la relaje y la haga olvidar de todos los problemas por un rato.
