45. Estar contigo
La noticia del próximo enlace del compositor Itachi Uchiha con la camarera fue un bombazo.
Corrió como un reguero de pólvora y todas las revistas hablaban de ello y sacaban cientos de reportajes de los dos. Había fotos de ellos en el parque con los niños, de Sakura en su trabajo, de eventos a los que asistían juntos por las noches. E incluso fotos y noticias de cuando ella trabajaba de camarera o noticias más antiguas, de cuando ganó su primera carrera.
Sin proponérselo, se convirtieron en una gran fuente de alimentación para espacios del corazón, en los que se hablaba del pasado de Sakura y se ensalzaba a Itachi Uchiha por haberse enamorado de una simple camarera.
Horrorizada, Sakura veía cómo aquella vida que había querido olvidar de pronto era conocida por todos. Y mientras estaba en Puerto Rico con Naori, tomando el sol en la terraza, cerró una revista y siseó:
—¡Ni que tuviera que sentirme mal por ser una simple camarera! Mejor ser eso que una asesina en serie, digo yo.
Naori soltó una carcajada.
—La prensa es así. Ni caso. Yo también era una simple camarera de barco al principio y luego, cuando mi faceta de cantante comenzó su apogeo, explicaban que era la mujer más promiscua del universo. Pero si por liarme, me han liado hasta con Itachi.
—¡No me digas!
—Te lo digo... te lo digo. —Y riendo de nuevo, exclamó—: ¡Anda, mira qué pone aquí! Que Hotaru y Alexei se han casado en secreto.
Ambas miraron la revista y Naori cuchicheó con seguridad:
—Hotaru no haría eso ni loca —dijo Naori.
Entre risas, estuvieron charlando de esto y lo otro y, al ver llegar a los Uchiha, Naori cerró la revista y la dejó sobre una silla. Abrió los brazos y mirando a su marido, soltó:
—Corre... corre... ¡dame un besazo!
Encantado, Shisui hizo lo que ella pedía, mientras Itachi se acercaba a Sakura y también la besaba.
—¿Todo bien, cariño?
Ella sonrió y, señalando a los niños, que junto con la Tata, Lola y unas cuidadoras jugaban a la pelota al fondo del jardín, respondió:
—Esto es vida, tesoro.
—Chicas ¡os vais a quemar! —dijo Fugaku, que llegaba en ese momento con Uttakata.
—Tranquilo, llevo protección cuatrocientos, y los niños también.
Los Uchiha sonrieron. Itachi le besó el hombro a Sakura y le dijo:
—Aun así, debes tener cuidado con el sol.
—¿Esto es cierto? —preguntó de pronto Utakata, enseñándoles la revista.
Todos miraron la noticia de que Hotaru se había casado en secreto y Naori, negando con la cabeza, dijo:
—Qué va. Una mentira más de la prensa.
—Maldita prensa —masculló Utakata, y dejó la revista.
En ese momento, Preciosa y Ayamé llegaron corriendo y ambas se sentaron en las piernas de Utakata.
—Tío Utakata, ¿estás enfogonao? —preguntó Ayamé, mirándolo.
Todos se rieron y Fugaku, al oír esa palabra, exclamó:
—Qué jodía, la rubita.
—No, cielo, no estoy enfadado —contestó Utakata.
—Mamita, la mofeta de Kai se ha tirado tal pedo que la Tata casi se marea —se chivó Ayamé delante de todos.
Sakura, azorada, no sabía dónde meterse, mientras los demás se reían.
—Papi —dijo Preciosa—, ¿vamos a ir esta tarde a bailar salsa al bar de Fito? ¿Y a cantar la canción Represento contigo, el abuelo y los tíos?
Utakata la miró divertido. Durante las vacaciones habían ido varias veces por la tarde a un bar de la playa donde tocaban salsa en directo, y encantado de ver a su niña tan feliz, preguntó:
—¿Vosotras queréis bailar salsa y cantar?
—¡Sí! —Gritaron las dos niñas al unísono.
—Entonces, si mis chicas quieren, ¡iremos! —respondió él.
Contentas al saber que esa tarde se iban a ir de nuevo por ahí con los mayores, Ayamé y Preciosa saltaron encantadas y riendo pero, de repente, mirando a Itachi, Ayamé se paró y dijo:
—Y si está la cochina y mamabicho de ayer que te miraba demasiado lindo, le arrancaré los ojos. Porque tú eres el novio de mi mami y no de ella.
—¡Ayamé! —la regañó Sakura, ante las risas de todos.
—Claro que soy el novio de tu mami y nada has de temer. Pero ahora, señorita, controla tu vocabulario o me tendré que enfadar.
—¡Yo también me apunto a lo de bailar salsa! —dijo Sakura.
—Y yo —asintió Naori.
Y, finalmente, Fugaku asintió y dijo:
—Iremos todos otra vez.
El día de Nochevieja, la Tata, ayudada por las cocineras de la casa, además de por Sakura y Naori, organizaron una estupenda cena uniendo la gastronomía de la isla con la española. Allí no faltó de nada y cuando a las doce de la noche tomaron las correspondientes uvas, tradición que Naori y Sakura se empeñaron en seguir, y el reloj tocó la última campanada para entrar en el nuevo año Sakura sonrió. Miró a Itachi, deseosa de besarlo, por lo mucho que lo quería y por todo lo que le estaba dando, pero antes de poder moverse, Ayamé se tiró a sus brazos y le dio un beso.
—Mamita, tu primer beso del año siempre es para mí.
Itachi sonrió y Sakura, tras ver que él le guiñaba un ojo, afirmó:
—Siempre será para ti, mi niña.
La cría asintió encantada. Itachi entendía que Ayamé aún era una niña y que siempre había tenido a Sakura para ella. No le resultaba fácil compartirla con los gemelos y con él, así que esperó su turno. Y, tras esta besar a los gemelos, abrazó a Sakura y murmuró:
—Feliz año, mi amor.
Ella lo besó, mientras los pequeños pelirrojos y la rubita se abrazaban a ellos, haciendo una piña.
Las vacaciones acabaron y el siete de enero se despidieron de Fugaku y de la Tata y todos regresaron con sus respectivas familias a Los Ángeles. Debían proseguir con sus trabajos.
