Sara estaba en el vestuario de Amazó, preparándose para competir. Esta noche sería mejor que gane todas las peleas, sino sus problemas se iban a intensificar porque el mes pasado no lo había hecho y había estado logrando evitar efectivamente a Dinah y Malcolm.
— Ey, Sara. — La llamó Jennifer. — Creo que vinieron unos amigos tuyos a verte. — Le dejó saber.
— Si, vinieron. — Dijo ella, una vez que miró por la puerta con Jennifer y pudo comprobarlo.
— ¿Crees que es una buena idea? — Preguntó Jennifer.
— ¿A qué te referís? — Preguntó ella confundida.
— A tu mamá. — Intervino Nico, entendiendo a qué se refería la otra chica. — ¿Crees que va a estar de acuerdo? ¿Qué no te va a traer más problemas? — Preguntó con preocupación.
— No lo sé. — Admitió ella, porque no había pensando en eso antes. — Espero que no se de cuenta de sus presencias, que esté tan concentrada en las peleas que no preste atención al público. — Expresó su deseo.
Las peleas de esa noche fueron duras e intensas. Pero ella puso toda su concentración y energías en ganar, y lo logró. La presencia de sus amigos le hizo sentir una determinación especial, una que nunca había sentido durante otras peleas. Era como si la habrían motivado a ganar, como si por primera vez tuviera ganas de concentrarse para hacer orgulloso a alguien y no simplemente por obligación.
Dinah y Malcolm quedaron satisfechos con su rendimiento de esa noche, así que la llevaron a casa sin tener ninguna pelea de por medio. Una vez que estuvo en su casa, se encerró en su habitación. Y luego se fue por la ventana, ya que quedó en encontrarse con sus amigos en lo de para cenar.
— Estuviste increíble. — La felicitó Jax.
— No tenía idea de ese lado tuyo, pero realmente eres ruda. — Apreció Zari.
— Supongo que sí. — Dijo ella, haciendo hombros.
— ¿Cómo es que aprendiste a pelear? — Preguntó Zari con curiosidad.
— Bueno, ella hacía artes marciales, ¿No? — Comentó Ava, recordando cuando Sara se había presentado a la clase por primera vez.
— Si, hice un par de años de artes marciales. Era algo que compartía con mi papá, a ambos nos gustaban. — Relató ella, con una mezcla de felicidad y melancolía al recordar a su padre.
— ¿Y Amazó? — Pidió saber Jax.
— Malcolm competía allí cuando era más joven. Así que cuando se enteró sobre estas peleas de adolescentes y cómo se empezaron a poner de moda, se le ocurrió que era buena idea que yo lo hiciera. — Explicó ella.
— Sabes que es ilegal que te hagan pelear, ¿No? Si la justicia se entera podrían quitarles su responsabilidad parental sobre vos. — Dijo Zari pensativamente.
— Lo sé, aunque espero que no suceda. — Admitió ella. — Ya me falta poco para cumplir los dieciocho e ir a la universidad, allí ya podré ser libre. — Compartió la idea que le daba esperanzas.
La cena continuó tranquila y Sara se quedó a dormir en lo de Jax.
Las siguiente dos semanas fueron de exámenes. Además, también fue el comienzo de las postulaciones para las inscripciones a la universidad. Así que Sara se la pasó estudiando con sus amigos y ayudándose a desestresarse mutuamente cuando sentían que las responsabilidades los agobiaban.
Respecto a la universidad, le llegó algo nuevo que pensar. Su profesor Isaac, el de artes plásticas, le recomendó que pensara en estudiar algo relacionado al arte. Según él sus dibujos tenían potencial. Sara nunca lo había pensado, pero al haberlo escuchado, la idea le resultaba agradable. Tal vez debería considerarlo dentro de sus opciones, y no solamente pensar en ser detective.
El fin de semana, en vez de trabajar, viajó con Ava y Nora a Metrópolis para presenciar el acto de defunción de Damien Darhk. Sara no había estado segura de si quería ir, pero Pat la convenció, haciéndola saber que iba a estar con ella en todo momento si lo necesitaba.
— ¿Estás bien? — Le preguntó Nora.
— No lo sé. — Respondió ella con sinceridad. — ¿Vos? — Preguntó.
— Tampoco lo sé. — Contestó Nora. — Pero creo que juntas podemos hacerlo. — Dijo, con algo de esperanza.
— ¿Está bien que estemos juntas? — Pidió saber ella, no quería ser un inconveniente o una mala presencia para la otra.
— Si para vos está bien, para mi también lo está. —Aseguró Nora, sintiendo la misma preocupación que la otra pero al revés.
— Está bien. — Aceptó ella.
Ambas se aferraron a las manos de Ava, una de cada lado de ella, y así entraron a la sala de observación. No había muchas personas que iban a presenciar ese acto, pero eso no importaba. Lo que importaba era que Ava y Pam estaban con ellas para acompañarlas y darles fuerzas.
Sara escuchó las palabras que le dejaron decir a Damien sin en verdad escucharlas. Su voz le traía tantos malos recuerdos, que hizo oídos sordos. Luego observó cómo le inyectaron la droga que detendría su vida. Cuando el corazón de él comenzó a fallar, Sara decidió que ya había tenido suficiente y salió apurada de la sala.
Recorrió los pasillos hasta encontrar la salida y se sentó a un costado del edificio. No sabía cómo sentirse con todo eso, pero su estado de pánico no la estaba ayudando en lo más mínimo.
Respiró hondo un par de veces e intentó concentrarse en sus sentimientos. Vacía… eso, se sentía vacía. La muerte de Damien no significaba nada para ella, no le traía el alivio que había esperado. Porque lo que ya había pasado no podía cambiarse. Su hermana y su padre ya no estaban, y nada iba a traerlos de vuelta. Ni siquiera la muerte de la persona que los había asesinado.
— Aquí tienes. — Le dijo Pam, entregándole una botella de agua.
— Gracias. — Agradeció ella, notando por primera vez su presencia a su lado.
— ¿Quieres hablar de ello? — Ofreció Pam amablemente.
— Eso solo que… no me trajo el alivio que esperaba. Papá y Laurel siguen muertos. — Intentó ella poner en palabras lo que sentía.
— Todo lo que sientas es válido. — Asintió Pam.
— ¿Alguna vez voy a terminar el duelo por ellos? — Pidió saber ella.
— Espero que sí. — Respondió Pam. — Pero Sara, debes recordar que por más que superes la etapa de duelo, el dolor siempre va a estar. Hay pérdidas que se cargan toda la vida, y más las que son producto de hechos traumáticos. — Dijo con calma.
Si, eso tenía sentido. Al menos para Sara lo tenía. Ella sentía que nunca iba a dejar de sentir dolor por la manera en que había perdido a su padre y su hermana. Pero también quería recordarlos con felicidad, quería sentir el amor que había entre ellos cuando los pensaba.
— Gracias por haberme traído. — Agradeció ella, aunque todavía no estaba segura de que la muerte de Damien la fuera a ayudar a continuar.
— De nada. — Aceptó Pam su agradecimiento. — ¿Cómo están las cosas con tu madre? — Pidió saber presintiendo que la otra necesitaba dejar de hablar de Damien.
— Todavía la sigo ignorando. — Respondió ella con sinceridad.
— ¿Sabe de esto? — Preguntó Pam.
— No, no se lo dije porque sabía que si lo hacía no iba a dejarme venir. — Admitió, un poco avergonzada.
— Entiendo porque piensas eso. — Asintió Pam, porque por todo lo que había escuchado decir a Sara sobre su madre en terapia le hacía pensar lo mismo. — Pero deberías decirle estas cosas, ella es tu madre y es su responsabilidad saber dónde estás para poder cuidarte. — Le recordó.
— No creo que ella quiera cuidarme. — Expresó ella su opinión.
— Tal vez, pero tampoco puedes saberlo si no le das la oportunidad. — Dijo Pam, a modo de consejo.
Ava y Nora salieron unos minutos después. Cuando estuvieron todas reunidas fueron a almorzar y luego regresaron para Starcity. El viaje fue silencioso, cada una muy sumergida en sus propios pensamientos.
Fue loco, pero al haber compartido ese hecho, ella y Nora se volvieron más cercanas. Tal vez porque ella ya no tenía más ataques de pánico cuando estaban juntas, o tal vez porque ambas habían necesitado compartir un final para poder tener un nuevo comienzo.
Sara pudo contar eso en el grupo de terapia y sus compañeros la felicitaron porque sabían que eso significa un avance para ella.
Las semanas que continuaron fueron intensas en cuanto a práctica de baile porque cada vez faltaba menos para la competencia final. Ella y Ava tenían que practicar más que el resto, ya que la coreografía de ellas fue la elegida para el baile de pareja. Pero a Sara eso no le molestaba, de hecho le gustaba y lo prefería. Ella amaba bailar y amaba pasar tiempo con Ava. Así que era una buena combinación.
— ¿Qué pasa? — Pidió saber ella a Ava. — Estás tensa, distraída. — Expresó lo que había estado observando durante la práctica de baile que habían tenido.
— Es que estoy nerviosa. — Dijo Ava, a modo de confesión.
— ¿Por el baile? — Preguntó ella, intentando entender a la otra.
— Un poco. — Respondió Ava y se sentó en el piso del gimnasio. — Va a venir a verme una representante de Julliard a la competencia, para ver como bailó. — Le contó.
— Eso es genial. — Dijo ella, entusiasmada por la otra. — Pero, ¿qué hay de las audiciones? — Pidió saber, mientras la imitaba y también se sentó en el piso.
— Son unos meses más tarde que la competencia. — Informó Ava. — Pero dijeron que iban a venir a verme y según lo que vean me dirán si vale la pena que audicione o no. — Explicó la situación.
— Eso es fantástico, les vas a encantar. — Dijo ella con seguridad.
— ¿Cómo sabes? — Preguntó Ava, sintiendo una mezcla de dudas y miedo.
— Porque eres maravillosa bailando, — Respondió ella, sin siquiera dudarlo. — Eres maravillosa haciendo todo, pero bailando eres incluso más especial porque se nota que lo amas. — Expresó su opinión.
— Eres cursi. — La acusó Ava.
— Bueno, sino te gustan mis comentarios… — Comenzó a decir ella y se incorporó para levantarse del piso.
— No. — Negó Ava, agarrándola del brazo para no dejarla ir. — Gracias, por todo. No sé si podría bailar así sino fuera por vos. Me enseñaste que bailar es libertad. — Le agradeció con sinceridad.
— Lo es. — Afirmó ella con una sonrisa.
Ava la abrazó y ella correspondió el abrazo. Que Ava le haya dicho que ella la había ayudado la hizo sentir bien. Porque Sara haría cualquier cosa que estuviera a su alcance para ayudarla, con lo que fuera. Ella quería que Ava estuviera bien y fuera feliz. Así que la abrazó e intentó transmitirle toda la calma que podía con ese pequeño gesto de intimidad.
Luego continuaron practicando su coreografía. Era encantador y torturador bailar con Ava. Y todo porque ahora estaba consciente de sus sentimientos por ella, y eso hacía que a veces la cercanía y los toques que la coreografía requerían fueran abrumadores. Debía admitir que más de una vez se la pasaba imaginando situaciones donde terminaban besándose. Pero, por suerte, a pesar de su cabeza imaginadora las prácticas siempre resultaban provechosas.
A la siguiente semana tuvieron una conversación informativa sobre el viaje a Nueva York para la competencia de baile. Rip iría con ellos porque era su entrenador, Gideon como docente acompañante y faltaba que alguna madre o padre se ofreciera. Quedaron que durante esta semana lo definirían y que también debían llevar las autorizaciones para poder viajar.
— Eeyy Sara. — Dijo Ava, llamando su atención.
— ¿Si? — Preguntó ella.
— ¿Cómo vas a hacer con lo de la competencia, el viaje a nueva york? — Pidió saber Ava.
— Ir. — Respondió ella.
— Me refiero a que… ¿tu mamá te va a autorizar? — Aclaró Ava la intención de su pregunta anterior.
— No, no creo que ella lo haría. — Admitió ella.
— ¿Entonces? — Dijo Ava, algo insistente.
— No te preocupes, la otra vez la falsifique y todo salió bien. —Justificó ella.
— ¿Qué hiciste qué? — Preguntó Ava sorprendida. — No quiero saberlo. — Negó, sacudiendo su cabeza.
— Entonces no preguntes. — Dijo ella, algo divertida ante sus reacción.
— ¿Y con la lucha libre? — Continuó Ava preguntando. — Es el mismo fin de semana. — Le recordó.
— No va a haber problema, nuestro vuelo de regreso a Starling llega el domingo a la mañana. — Dijo ella, intentando no estresarse.
Así que eso hizo, intentó no estresarse y apartar todos los pensamientos negativos sobre ese tema de su mente. Fue de a poco. Falsificó la autorización, ahorró el dinero gracias a su trabajo, y cuando llegó el día de ir a Nueva York se escapó de su casa.
