Diana 3:

Magia de agua

Adaptarme a la vida en Tibitha ha resultado más sencillo de lo esperado. En un principio creí que me enfrentaría a muchas dificultades por desconocer en su totalidad este mundo, pero las cosas han resultado fáciles. Demasiado, podría decir. Hasta el momento, mi mayor problema ha sido recordar los nombres de algunas personas, cosa que en verdad no es de gravedad y he logrado disimular de una manera tan cortés como educada. En cuanto a las clases, tengo muchos cuadernos y pergaminos que me sirven para estudiar todo lo necesario para las clases. Otra gran guía ha sido esa voz en mi cabeza. La misma voz que me dijo paso a paso como realizar el encantamiento durante la clase del maestro Silver, se ha manifestado en cada ocasión que he necesitado realizar un hechizo. Creo que podría acostumbrarme a esto de la magia, resulta entretenido y, sobre todo, sencillo cuando tengo a la Diana de este mundo para darme las instrucciones necesarias.

Ya sea durante una clase práctica o porque alguna compañera me pide ayuda con un hechizo que no consigue realizar, la conciencia de la otra Diana (por llamarle de alguna manera, aun no estoy segura de qué es) suena en mi cabeza para darme las instrucciones necesarias: la manera en que debo mover las manos, cómo se controla el flujo de magia y la correcta pronunciación de los conjuros. Todo eso llega a mi mente en un susurro que suena como mi propia voz. No tengo idea de por qué puedo escucharla o si en verdad se trata de mi otra yo, aunque no creo que exista otra opción; lo único que no puedo asegurar es la gran ayuda que esto ha significado para mí. Sin su guía, estaría perdida en este nuevo mundo. Solo hay un detalle que me parece extraño. No siempre puedo escucharle con la misma intensidad; en ocasiones es fuerte y clara, puedo comprender sin problema alguno sus palabras, como si estuviese a mi lado susurrando lo que debo hacer. Pero en otros momentos, resulta difícil oírle; se vuelve una voz débil, apenas entendible y da la impresión de alejarse. Eso me provoca miedo, temo perder mi principal fuente de información sobre este mundo. Por eso debo aprender lo más que pueda en el menor tiempo posible. Tampoco es la primera vez que me veo en este escenario. Por culpa de mi tía y su irresponsable estilo de vida, me vi obligada a aprender rápidamente temas de administración y economía aun cuando no era el momento adecuado.

Me detengo frente a una de las muchas columnas del pasillo. Miro a todas partes. Para mi alivio, estoy sola. Al fin, unos minutos de calma. Como esta parte del edificio se encuentra cerca al jardín principal, puedo sentir una brisa fresca y perfumada que proviene de ahí. Es agradable este ambiente, lo que daría por tener un lugar así en la Tierra y no esa enorme mansión fría y hostil. Siempre he pensado que es demasiado grande para mí. Tal vez debería entregársela a mi tía de una buena vez. Ella y mis primas seguro que encuentran como usarla, aunque eso signifique que la venderán. Por otra parte, algo me detiene a hacerlo, después de todo, es la casa que mi familia ha ocupado por años. Es el lugar donde crecí, donde mi madre se crio y dirigió por varios años los negocios de la familia Cavendish. Y... es también el lugar donde murió. ¿De verdad puedo hacer algo así con esa mansión? Cada vez que he pensado en irme de ahí, me da un sentimiento extraño. ¿Culpa, quizá? Pero en verdad creo que lo mejor para mí sería conseguir un lugar más pequeño donde no me sienta sola. Si alguna vez consigo volver a mi mundo.

Un alboroto llama mi atención. Al otro lado del jardín, con un paso firme y lento, veo al maestro Silver. Luce fastidiado y con razón, detrás suyo le sigue un grupo de estudiantes, todos le piden un momento para hablar a lo que su respuesta es absoluto silencio. Mi otra yo no me explica lo que ocurre, pero no hace falta pensarlo mucho para darse cuenta. A juzgar por la escena, el grupo de estudiantes que lo sigue están rogando por una segunda oportunidad. Vaya, son bastantes.

Hasta el momento, de todos los maestros que he conocido, Silver es el más estricto y exigente. Explica solo una vez, pero lo hace de una manera tan detallada y con el debido tiempo que se vuelve fácil comprenderle. El problema con él es que exige un resultado perfecto al primer intento, algo logrado por muy pocos de sus alumnos. Tristemente para la mayoría de la academia, existimos personas que logramos cumplir con sus exigencias. Me siento un poco mal por los demás; la ayuda que recibo de esa voz en mi cabeza me ha otorgado una amplia ventaja por sobre el resto de mis compañeros, al grado de sentir que estoy haciendo trampa. Por otro lado, los halagos recibidos por la mayoría de mis compañeros indican que Diana de este mundo siempre ha actuado de esa manera. Sin importar lo complicado que sea el hechizo, la pócima o cualquier actividad encargada por los maestros, Diana Cavendish es una prodigio capaz de cumplir con las instrucciones de cualquier maestro con solo uno o dos intentos. Eso me alivia un poco. Del mismo modo, saber que otras personas, como Sucy y Jasminka, tienen facilidad de dominar algunos hechizos me quita un gran peso de encima.

El desfile de estudiantes ya ha cruzado medio jardín y cada vez se acercan más. El maestro, sin sorprenderme, sigue callado. En la Tierra no recuerdo a ningún profesor que se comportara de esa manera; podríamos fastidiarlos hasta cierto grado, pero siempre recibíamos una respuesta, aunque esta fuera solo para conseguir algo de tiempo o calmar los reclamos de los estudiantes. En este caso, admiro la paciencia que demuestra ante el grupo que le persigue, pero debería tener la gentileza de decirles algo, al menos una respuesta negativa a sus peticiones. Ocurre lo contrario con las maestras Clío y Úrsula. Ellas son las más queridas de Magna Luna, así como las más cercanas y accesibles a los estudiantes. Siempre se toman el tiempo para atender a toda persona que se les acerque, aunque eso les quite bastante tiempo. Incluso permiten que les llamemos por sus nombres en vez de los apellidos. La diferencia entre ellas, según he visto, es que mientras la maestra Úrsula busca darles solución a todas las dudas de sus estudiantes, la maestra Clío se pierde muy fácil en sus pensamientos y comienza a hablar de cosas ajenas a aquello que le preguntaron... o comienza a dar una clase de historia sin darse cuenta.

—Basta —escucho la voz del maestro. Se detuvo frente a una puerta. Gira despacio para darle la cara a los alumnos que le siguen y, sin mostrar emoción alguna, sigue hablándoles—. Ustedes conocen las reglas de mi clase. Estas se aplican a todos sin excepción, así que no aceptaré un reclamo más. Los espero el fin de semana en mi aula al medio día. Quien no se presente, ya sabe cuáles son las consecuencias.

—Pero maestro Silver, este fin de semana es…

—En eso debieron pensar antes de incumplir con sus deberes. No hay más que decir, retírense y vayan a sus clases.

Sus palabras fueron tan firmes que incluso yo me sentí intimidada por su voz, aunque ni siquiera me habló. No es necesario que su rostro muestre alguna emoción, es suficiente con escuchar el tono de su voz para comprender el fastidio que todo aquello le causa. De nuevo se da la vuelta y… oh, me está mirando. No esperaba que nuestras miradas se cruzaran en este momento. No sé cómo actuar en este incomodo momento; podría solo apartar la mirada, fingir que no escuché nada, aunque sería descortés de mi parte. Lo mejor es saludarlo con un gesto y esperar que esto no le moleste. Pero ha sido más rápido que yo, cuando estaba por levantar mi mano, el maestro se dio la vuelta y entró al salón de clases. Demoré mucho en actuar. Sé que no debería temerle, es un miembro del cuerpo docente y sin importar la realidad en la que vivo por ahora, deben existir ciertos límites que no se pueden sobrepasar. Sin embargo, eso no quita el hecho de su aura atemorizante. También sentí que me miraba de una manera distinta a la usual durante sus clases, cómo si algo hubiese llamado su atención. Me provocó la misma sensación que la maestra Úrsula.

—¡Diana, ya es hora! —me llama Barbara desde la sala de descanso.

—Ya voy —respondo. No puedo sacarme de la cabeza al maestro Silver. ¿Y si el también sospecha que no soy la Diana Cavendish de este mundo? Debo suponer que, entre tantos magos y brujas, algunos tienen una mayor experiencia que otros, habilidades distintas y, como creo, la capacidad de ver cosas que a simple vista no pueden notarse. Es una suposición arriesgada, pero no me extrañaría que vieran algo distinto en mí.

—¡Ah! Por fin la última clase del día —exclama Akko al salir de la sala de descanso—. Una hora más y tendremos la tarde libre.

—Suenas demasiado relajada para alguien que no ha hecho sus tareas de pociones —responde Sucy.

—¡Ya te dije que lo haré esta noche! He estado ocupada con la maestra Úrsula estos días. Diana puede confirmarlo.

—Es verdad. Akko ha trabajado muy duro durante sus clases particulares.

—¡¿Lo ves?!

—Pero no es motivo para descuidar tus otras obligaciones —agrego a mi respuesta antes de que Akko comience a hablar sin sentidos—. Si aceptaste la ayuda de la maestra Úrsula, debes responder por igual a ella y la academia.

—Lo sé, lo sé. ¡Y voy a cumplir con todo! ¡Ya lo verán! —hace una pausa para tomar aire. Su mirada cambia de la molestia a la ternura; ya sé lo que hará en este momento—. Pero puede que necesite ayuda de una experta en pociones para...

—No pienso hacerte la tarea —responde Sucy de inmediato. Lo sabía, la Akko de mi mundo hacía lo mismo cada que tenía problemas con una materia.

—¡No iba a pedirte eso! Solo que me ayudaras un poco…

—La respuesta sigue siendo no —le dice Sucy y da la vuelta para seguir su camino.

—¡Pero Sucy! —vuelve a gritar Akko. Ni siquiera se molestó en decirnos nada, solo tomó sus cosas y salió caminando detrás de Sucy, aun rogando por su ayuda—. ¡Sucy!

—Ah… quería pasar a la biblioteca después de clases, pero creo que Akko necesita ayuda con esas tareas —de alguna manera debo corresponder al gran favor que me hizo la primera mañana que pasé en este mundo. Gracias a las frutas que me dio durante la clase de historia, pude soportar hasta la hora del descanso.

—No te preocupes por eso. Todos los días veo escenas así entre ellas dos —menciona Lotte. Ambas caminamos hacia las escaleras junto al resto de nuestros compañeros—. Sucy siempre le responde de esa manera, pero al final, se apiada de Akko y pasan toda la noche juntas terminando los deberes. Ya sabes, aunque diga que no, Sucy aprecia mucho a Akko. Lo único malo es que no me dejan dormir.

—Con razón ustedes tres siempre se quedan dormidas a media clase.

—Lo siento. No es nuestra intención ser una molestia.

—No pasa nada, al menos mientras los maestros no las descubran.

La siguiente clase, sin temor a equivocarme, tiene a la maestra más llamativa de toda Magna Luna sin duda alguna. Los docentes que he conocido, tanto quienes me dan clases como los encargados de otros grados, componen una amplia gama de personalidades y rasgos tan distintivos que me será difícil olvidarlos aun cuando regrese a mi mundo. Por ejemplo, la maestra de magia curativa pasaría por una religiosa en la Tierra; excepto por los colores de su ropa, que suelen ser muy claros o brillantes, cualquiera diría que se trata de una monja. La maestra de pociones, por su parte, tiene todo el aspecto de una bruja de cuentos de hadas, incluso tiene una nariz larga en forma de gancho; en cuanto al maestro de magia de hielo (clase con pocos estudiantes), siempre lo veo muy abrigado y cada vez que habla se nota un vaho escapar de su boca. Cada uno tiene sus rasgos particulares muy marcados, pero nadie como la maestra Pisces y es que ella ni siquiera es humana.

La primera vez que la vi, realicé un gran esfuerzo para esconder mi asombro. No podía permitir que nadie notara mi desconcierto por la maestra ni decir algo que pudiese considerarse una ofensa. Momentos como ese hacen difícil mi estancia en este mundo. Apenas entramos a su aula comenzaron las sorpresas. A diferencia del resto, esta se encuentra apartada de los edificios principales y fue construida muy cerca de un rio que pasa cerca de la academia. Suena lógico si se trata de una materia sobre una magia elemental. Según he leído, estos tipos de magia se vuelven más fuertes si entran en contacto con su elemento. El asunto con esta aula es que en su interior está llena de agua. La cercanía con el río se debe a que, de alguna manera, lograron desviarlo para que su cauce se encuentre dentro del salón de clases. Esa fue solo la primera sorpresa. No terminaba de asimilar las curiosas instalaciones cuando del agua salió una mujer de cabello rubio. Se sentó sobre una piedra y nos saludó. Todos a mi alrededor estaban acostumbrados a verla y yo no podía gritar de asombro. Ante mis ojos estaba una sirena, ¡una sirena de verdad! En la Tierra son solo un mito, pero en Tibitha son tan reales que dan clases de magia. Mis esfuerzos por no actuar asombrada fueron sobrehumanos, no podía creer lo que mis ojos estaban mirando en ese momento. Por supuesto, con el paso de los días pude acostumbrarme a ella, aunque no deja de sorprenderme la presencia de una sirena ante mí.

Entramos al salón de clases. En esta ocasión, la maestra Pisces está sentada a la orilla del río. Por alguna razón, ella nunca sale completamente del agua. Siempre que ocupa la piedra que usa por silla o se acerca tierra firme con nosotros, mantiene una parte de su cola sumergida, así sea solo la punta de su aleta.

Hay varios libros apilados detrás de ella, un tintero abierto y en sus manos carga un grueso cuaderno que bien podría pesar el doble que mi mochila. Todos nos acercamos a nuestros asientos mientras ella continua absorta en su labor. ¿Qué hace? No puedo saberlo, pero a juzgar por sus gestos, es una labor un tanto fastidiosa. El murmullo de todo el grupo comienza a crecer a medida que el tiempo pasa y nuestra maestra no aparta la mirada de su cuaderno. Llena la pluma de tinta, escribe algo, hace un gesto y repite sus acciones. Espero que mi actitud en este momento no resulte sospechosa, solo que no puedo dejar de mirarla. Aunque tengo más de dos semanas viviendo en este mundo, no hay manera de acostumbrarme tan pronto a la presencia de una sirena en mi vida; con el resto de la gente ha resultado sencillo por más peculiaridades que tengan. El asunto con ellos es que no dejan de ser humanos; incluso resulta más fácil acostumbrarme a ver a todas esas razas con rasgos animales, pues su apariencia es de una persona normal; el hecho de tener colas y orejas distintas no es tan impactante en comparación a una sirena. En la Tierra se ha vuelto cada vez más común ver a algunas personas con diademas que tienen forma de orejas de gato. Esto comenzó como algo que solo algunas personas usaban en convenciones de historietas y fiestas de disfraces, pero de pronto se volvió común entre todas las personas como una moda más. En cambio, tener a una sirena real de maestra resulta en un hecho espectacular.

—¡Bien! Demos inicio a la clase de hoy —exclamó la maestra Pisces tras cerrar su pesado cuaderno. Su voz se escuchó de una manera tan fuerte y clara que me dio la impresión de tenerla de frente, aunque nos separan varios metros. Debe tratarse de sus habilidades propias de sirena—. Seguiremos trabajando con la manipulación del elemento en su entorno, así que tengan cuidado con sus apuntes, no vayan a mojarlos.

Todos en el salón hacemos caso a la indicación de la maestra. Los libros, cuadernos y pergaminos que acabamos de poner en los escritorios, vuelven a las mochilas para no verse arruinados por la práctica de hoy. Algunos se quitan los zapatos y los esconden debajo de las mesas junto a sus mochilas. En general, el ambiente se siente animado y festivo. No es para menos. A diferencia del maestro Silver, que intimida a todos, y la maestra Clío, capaz de hablar por horas sin parar, con Pisces todo es más alegre. Hasta Akko, con todos los problemas que tiene para controlar la magia lo pasa bien.

—Cómo ya hemos explicado antes, las cuatro magias elementales básicas se vuelven más poderosas cuando entran en contacto con su elemento. Por razones obvias, el viento y la tierra son los más sencillos de encontrar, sigue el agua y por último el fuego. El ejercicio de hoy tiene el objetivo de acostumbrarles a manejar el agua a su alrededor para así potenciar sus hechizos. Solo extendemos nuestra mano hacia el río y... ¡Stoiche Cheirimos1!

Al pronunciar el hechizo, una columna de agua comenzó a brotar del río y esta seguía los movimientos que la maestra realizaba con sus manos. En poco tiempo la corriente creció tanto que parecía un rio nuevo que flotaba sobre nuestras cabezas a la largo y ancho del aula. El asombro era general, pero dudo que alguien se sintiera más asombrado que yo. Solo presenciar esto ya es maravilloso, son momentos únicos para mí, cosas que jamás creí posibles de ver. La maestra Pisces mueve sus brazos de una manera delicada y fluida, simulando una corriente de agua. Tras una última vuelta por el aula, la corriente flotante de agua volvió al río ante nuestras miradas de admiración y la sonrisa de nuestra instructora.

—Recuerden que este hechizo solo se utiliza durante la enseñanza. Con la debida práctica, ustedes serán capaces de controlar los elementos sin la necesidad de pronunciarlo. Lo diré de nuevo, Stoiche Cheirimos; no olviden la correcta pronunciación —lo repite un par de veces más, despacio para que todos podamos entenderlo. De reojo veo a Akko. Tiene su libreta a la mano y escribe el hechizo a la vez que lo susurra. En verdad está empeñada a lograrlo—.Esta será la práctica de hoy. No se preocupen por la cantidad de agua que deben manipular; cada uno tiene sus propias capacidades y conocer nuestras limitaciones es algo fundamental para desarrollarnos como usuarios de magia. También está el asunto de las afinidades. Para aquellos de afinidad agua, este ejercicio resultará sencillo, pero para otros resultará más complicado. ¡Bien! —dice con un aplauso—. La primera fila puede pasar.

Obedientes, los estudiantes pasan al lecho del río. La práctica da inicio con una chica de cabello negro que tiene problemas para manipular el elemento. Si no me equivoco, escuché que ella tiene afinidad fuego, la contraria al agua. Al fin logra crear una pequeña esfera que se despega unos centímetros del río. Ella parece estar dando su mejor esfuerzo por conseguir ese resultado, lo veo en su gesto de concentración. La maestra, con una voz serena, le pide tranquilidad para llevar a cabo la práctica y le dice que ese es un buen inicio. Al ver esto, me llega una duda. ¿Cuál es mi afinidad? Hasta ahora, he asistido a clases de magia de viento y fuego, sin presentar problema alguno en estas; diría incluso que fue sencillo llevar a cabo los hechizos que nos enseñaron. Tal vez tengo doble afinidad o, lo que es más probable, la Diana de este mundo es una prodigio de la magia y es capaz de dominar lo que sea. En ese caso, solo estoy aprovechándome de sus habilidades.

Soiche... Stoiche Cerimos... Stoiche Cheirinos...¿Era así? —escucho a mi lado la voz de Akko. Volteo para verla. Su mirada está fija en la libreta donde apuntó el hechizo, mismo que repite sin pronunciarlo de la manera correcta.

—Se pronuncia Cheirimos —le digo—. Stoiche Cheirimos.

—Ah, lo escribí mal. ¡Gracias, Diana! —me responde con una gran sonrisa. Yo... extrañaba ver esa sonrisa tan grande y llena de vida. En la Tierra hace mucho que no estaba cerca de Akko; claro, tenemos las videollamadas, pero no es lo mismo a poder verla de frente. En persona se ve aún más deslumbrante de lo que recordaba—. Siempre estás ayudándome con mis tareas y las practicas. ¡No sé qué haría sin ti!

Ahí está de nuevo, sonriendo de oreja a oreja como si mi ayuda le hiciera la persona más feliz del mundo. No, no puedo reclamarle nada. Así es ella. Akko es una persona que haría todo por quienes aprecia e incluso se detendría a ayudar a quien lo necesitara, le conociera o no. Puede que sea una obstinada y escandalosa, pero esos defectos solo aumentan el valor de sus virtudes. Tampoco puedo negar el hecho de su gran corazón y esa fuerza de voluntad que tiene. A pesar de las dificultades, ella sigue adelante. Pero... no puedo seguir mirándola a los ojos, siento una extraña vergüenza. Giro para observar el río, a la maestra, a mis compañeros, lo primero que me distraiga de Akko.

—Para eso somos amigas —alcanzo a decirle—, ¿verdad?

—Jeje, ¡cierto!

Sin notarlo, nuestro turno se acerca. ¿En qué momento pasó tanto tiempo? Entre mis pensamientos y ayudar a Akko con sus dudas, la espera se hizo breve. Apenas pude prestar atención a los demás. Quería aprender esto por mí misma para no depender todo el tiempo de la voz en mi cabeza. Por otro lado, creo que puedo permitirme algún error durante la práctica, todos aquí estamos aprendiendo. De momento, nadie ha experimentado grandes problemas; ni una sola vez se perdió el control del agua y las únicas complicaciones las han tenido aquellos de afinidad fuego.

Bajamos al lecho del río con nuestras varitas listas. Una a una, comenzamos con el ejercicio. Jasminka es la primera, logrando una gran esfera que avanza muy despacio en su primer intento. En este momento puedo oír más murmullos de Akko. La miro de reojo, tengo la idea de que repasa por última vez sus apuntes, pero estoy equivocada. No carga con su libreta, luce nerviosa y sus dedos no paran de golpear la varita. Amanda tiene problemas para realizar el ejercicio, eso me da tiempo para calmar a Akko. Estos minutos se sienten cada vez más breves. Con cuidado, le tomo el brazo para llamar su atención. Da un pequeño salto al sentir mi agarre, pero con su atención centrada en mí, he logrado que olvide por un momento su nerviosismo.

—Está bien Akko, no debes preocuparte —le susurro al oído. Con todas las presiones que tiene, es normal que le domine la ansiedad un momento como este—. Solo hazlo despacio y no te exijas de más. Ya escuchaste a la maestra. No tiene que ser perfecto, con manejar una pequeña cantidad de agua...

—No es eso —me interrumpe. Ella parece hasta sorprendida por todo lo que le estaba diciendo—. No era mi intención preocuparte, solo que ya me dio hambre y quiero que termine la clase.

Esa respuesta me ha dejado sin palabras. Aunque sea muy propia de la Akko que conozco, me resulta imposible no molestarme ante tal afirmación. En verdad estaba preocupada por ella, temía que su propio nerviosismo terminase por jugarle una mala broma en el momento menos indicado. Hasta yo estaba alterada y resulta que solo tiene hambre. Las cosas no siempre son lo que parecen, menos cuando se trata de una persona como Akko.

—Pero... agradezco que quieras ayudarme, Diana —me dice con una sonrisa, esa sonrisa tonta que en ella luce tan bien. Yo no sé cómo responder en este momento. Estoy molesta, pero no del todo; me tranquiliza que sus preocupaciones se deban a otra cosa.

—Señorita Cavendish, es su turno —y de pronto, la maestra Pisces me regresa a la realidad con su voz.

Doy un paso al frente, extiendo mi mano hacia el río y lo señalo con mi varita. Respiro profundo, tal y como la voz en mi cabeza me indica cada vez que realizo un hechizo nuevo. Concéntrate en lo que debes hacer, visualiza el entorno. Puedo sentir como el flujo de magia recorre mi cuerpo, se concentra en mi brazo y de ahí se dirige a mi varita. Es la misma sensación que experimenté cuando estuve en las clases anteriores. Giro levemente mi muñeca y exclamo las palabras mágicas.

—¡Stoiche Cheirimos!

Levanto despacio mi brazo mientras ocurren dos cosas: el flujo de magia se vuelve más fuerte y del río se levanta una columna de agua que crece a cada segundo. Cuando termino, me doy cuenta de que he creado una corriente flotante casi tan larga como la hecha por nuestra instructora. Todos miran este resultado con asombro, incluso yo me siento sorprendida, pues pude hacerlo sin ayuda de ninguna guía interna. A esta sensación le sigue una gran alegría que, por ahora, debo ocultar. Despacio, con unos pases delicados de mi varita, logro mover este cumulo de agua por toda el aula, dando una vuelta completa antes de regresarlo al río. Al final, varios estudiantes me aplauden, incluyendo a Akko.

—Muy bien, señorita Cavendish, que gran manejo. Señorita Kagari, ahora usted.

—¡Sí, maestra! —contesta con mucha confianza—. Mira esto, Diana. Ya verás como logro dominar este hechizo.

—Yo sé que puedes —me limito de decirle. Aun mi siento un poco irritada por la falsa alarma que su comportamiento provocó en mí.

Con su típica energía, Akko se acerca a la orilla del río. Toma aire varias veces antes de empuñar su varita y, al sentirse lista, apunta con esta a la pacifica corriente. Le toma un poco de tiempo, pero finalmente agita su varita en el aire y pronuncia el hechizo. No ocurre nada. Esto no la desanima, repite una, dos, tres veces. Los murmullos de la clase comienzan a escucharse cada vez más fuertes, incluso la maestra le mira con dudas. Justo cuando está por pedirle que se detenga, ocurre algo maravilloso para todos, algo aún más impactante que lo hecho por mí. Es una esfera de agua, no más grande que un balón de futbol, emerge del río. Es pequeña, sí, pero eso no quita el hecho de que Akko logró cumplir con la primera parte de esta lección. Los murmullos se detienen de inmediato. Veo el rostro de Akko. Su frente está llena de gotitas de sudor, parece apretar los dientes con toda su fuerza y, a pesar de eso, se las arregla para sonreír y mantener el brillo en sus ojos.

Despacio, muy despacio, la esfera flota alrededor de los escritorios, provocando un ambiente que mezcla el asombro y la inseguridad entre nuestros compañeros, pues pareciera que ese balón de agua podría reventar en cualquier momento o caerse sobre alguien. Parte de mi quiere que eso ocurra, solo como una retribución para aquellos cuyo trato con Akko ha sido injusto. Pero sé que a ella no le importa, su prioridad es cumplir con el ejercicio de hoy; esto significa una gran victoria para ella. Cada vez está más cerca de lograrlo, solo unos metros antes de llegar al río. Nadie habla, no queremos interrumpir en este momento y ser los causantes de un accidente que se antoja cercano a todos; la esfera se vuelve inestable a medida que se acerca al agua y Akko parece estar agotada. Tú puedes Akko, tú puedes. Tú...

—¡Ah! ¡Di-Di-Diana! ¡Lo siento! —grita Akko a mi lado.

Yo estoy bien, solo que acabo de recibir un repentino baño de agua helada de río. Cuando estaba por concluir, Akko perdió el control del hechizo y la burbuja de agua salió disparada directamente hacía mí, dándome de lleno en la cara. Mi cabello está todo mojado y varias gotas escurren por mi cuello, produciéndome escalofríos. Antes de que alguien pregunte, no estoy enojada. Todos sabíamos que esto iba a pasar en algún momento

—No te preocupes, Akko —digo al fin. Esto en verdad está muy frío.

—Muy bien, señorita Kagari. Sé que no terminó de la manera esperada, pero logró nuestro objetivo de hoy y debe sentirse satisfecha por eso. Señorita Cavendish, puede ir a secarse.

—Gracias, maestra.

—Diana, de verdad lo siento. No fue mi intención mojarte.

—Ya te dije que no pasa nada, solo es un poco de agua. Para ti esto debe ser algo bueno, lograste cumplir con la tarea. Esas lecciones con la maestra Úrsula están funcionando.

—Eso... es verdad. ¡Lo logré! ¡Al fin lo logré! —y así de fácil, volvió a ser la Akko escandalosa de siempre—. No puedo esperar para decirle lo que acabo de hacer.

—Seguro que se sentirá orgullosa. Si me disculpas, debo retirarme.

—Claro, claro. Ah, llevaremos tus cosas si hace falta.

—Gracias, espero no demorar tanto.

Considerando la gran distancia entre los dormitorios y este salón, lo más seguro es que no alcanzare el final de la clase. No importa. En este poco tiempo han pasado grandes sucesos imposibles de ignorar. Akko, con mucho esfuerzo y un final inesperado, logró dominar un hechizo. Si bien, en las palabras de la maestra, se trata de algo básico, resulta toda una hazaña para una chica cuyo control de la magia es tan escaso como problemático. Requirió más de un intento, pero consiguió su objetivo. Yo, en cambio, pude hacer lo mismo sin la ayuda de esa voz en mi cabeza. Creo que ambas tuvimos un gran avance por hoy.

1 Literalmente, manipulación elemental en griego.