Kuon estaba sorprendido.
"¡¿Qué?! De verdad... De verdad lo dijo... Entonces..."
Un rayo de luz celestial iluminaba a Kuon Hizuri, el rayo de la esperanza, se estaba ilusionando, su corazón latía ansioso.
— Es decir —le sonríe—... Quiero recompensar lo gran mentor y lo amable que has sido conmigo, Tsuruga-san...
Y entonces sintió como pincharon el globo que se inflaba en su pecho, sí, otra penosa experiencia para el libro del recuerdo, ella lo hizo de nuevo... Bueno, a fin de cuentas, era lo que uno se esperaría de la primera miembro de la sección Ámame. Y él... Ay, él volvió a caer otra vez, ¡Otra vez! De verdad que no aprendía la lección, no sabía que era peor, la obligación o que lo manden a la tan temida zona de amigos... De cualquier forma ya no importaba, no lo iba a dejar así.
— Kyoko, yo no hice eso por amabilidad —le dijo con una voz ronca—... No soy tan buena persona, no me sobre-estimes —con voz ronca le decía mientras más se acercaba, transformándose en el emperador de la noche—... ¿No te lo dije? —suelta una ligera risa seductora— Un hombre no siempre es tan, tan, tan amable con una mujer de no esperar algo de...
— Al propósito, Tsuruga-san —nerviosamente, no, casi desesperadamente cortó las palabras de Ren y acabó con ese ambiente—... ¿Cómo me encontraste aquí?
Ella olímpicamente cambio la dirección del asunto, en el fondo sabía a lo que iba y, no es que en el fondo no le gustara el destino de ese camino que estaba tomando tema, pero tenía miedo. Sí, se sentía una cobarde pero tenía que cuidar su corazón, porque si escuchaba una insinuación más de él ya no sabría qué sucedería con su corazón, con su ya de por sí inestable tranquilidad emocional y mental, y si en realidad ella era la única que tomaba en serio esas palabras, si en realidad para él no significaban nada... Ella no podría aguantarlo. Por su lado, él realmente estaba asombrado, a pesar de que creía que ya se esperaba todo de ella, aun cuando pensaba que su experiencia con ella iba a servir para prevenir lo que sucedería, de verdad que ella era una caja de sorpresas. Se recuperó, sonrió con resignación y explicó la historia.
— Fui a buscarte por todos lados, a penas llegué, y en el hotel me dijeron que no te encontrabas en tu habitación, ni tampoco tus compañeras... Y pregunté dónde podrían estar, nadie pudo darme razón de tu paradero, solo me dijeron que probablemente se fueron a disfrutar del Tanabata...
"Es... Es cierto, el ruido de hoy es porque es el Tanabata... Sí... Lo olvidaba... Ja... Tal vez será porque no tengo buenos recuerdos de este festival..."
Y es que era cierto, el único recuerdo que tenía de ese festival era ver los fuegos artificiales sola, desde la ventana de su cuarto, esperando a Sho, quien llegaba muy tarde después de andar haciendo quién sabe qué con su novia de turno. Y aún así, sabiendo eso, ella lo recibía sonriente para saludarlo por ese día. Extrañamente no sentía nada de recordar eso, no sentía más que pena por sí misma... Pero dolor por él no, eso era muy raro considerando que supuestamente estuvo enamorada de él.
"Tal vez... En realidad no lo fue..."
— Y entonces —carraspeó, se había quedado en silencio mirándola, sabía que seguro tuvo algún otro recuerdo, y lamentablemente con ese chico, pero lo raro es que no había enfado ni tristeza, la mirada en sus ojos era como la de una anciana recordando su errores de juventud, sabiduría fue lo que vio.
Kuon por alguna razón se sintió tranquilo cuando ella lo miró, y se admiró de lo madura que se veía en ese momento, como si hubiese aprendido algo valioso... Como si hubiese crecido en ese momento, justo en ese mismo momento. Pero en ese instante los ojos de ella se iluminaron y su sonrisa brillaba más que las estrellas de ese cielo hermoso que se lucía sobre ellos y verla así no solo quedó encantado otra vez, no, no solo volvió a ser flechado por Eros, sino que un recuerdo, el mismo recuerdo que a ella le hacía sonreír en ese momento, le asaltó la mente y le endulzó la vida, dándole más material para sus sueños con ella.
Ya eran más de diez años atrás cuando una niña adorable, con mirada tierna y brillante, le contaba muchas cosas sobre su cultura, y muy alegremente un rubio de ojos esmeraldas la escuchaba, por alguna razón se le hacía más bonita, más interesante y apasionante la cultura y tradición japonesa cuando la narraba ella que cuando lo hacía su padre, y eso que él era su adoración. Al terminar de contar la historia, esta vez sobre el cuento que inspiraba una celebración de las más bonitas y románticas del año, ella tímidamente le preguntó si es que el "príncipe hada" se quedaría lo suficiente para la Festividad de las Estrellas, el Tanabata. El "príncipe" no sabía que responder, no quedaba más que una semana y media para que regresara a su "reino", su hogar del otro lado del Pacífico, así que con pesar le respondió que eso no era muy probable, y al ver la mirada triste en esos ojos ámbar que le daban luz sintió que le oprimían el pecho, y más aún cuando dijo esa frase, que ahora en Kuon Hizuri, es decir, Tsuruga Ren, hacían eco en su mente:
"Está bien, Corn, de todas maneras... Yo... Estoy acostumbrada a ver los fuegos artificiales sol desde mi cuarto... Y a ver el festival por televisión..."
Y también recordaba cuando, un poco celoso, le preguntó por qué no la pasaba con ese tal "Sho-chan", y ella con una sonrisa triste le respondió que él le había dicho que ese festival romántico era una tontería y que le daba náuseas estar rodeado de esos enamorados. Y tampoco era muy difícil de entender el motivo, en esa época Sho tenía cinco años y a la única niña a la que no le tenía ese "típico asco infantil" era a Kyoko, y no tardó mucho en cambiar de opinión, bueno no del todo. Después de eso intentó distraerla, y lo logró, pero Kuon se quedó con la idea rondando por su mente, así que al día siguiente llevó una linterna, un par de títeres que encontró y un libro de cuentos japoneses en el cual ese no podía faltar ese en especial, y se llevó a la niña a una pequeña cueva que había encontrado por casualidad. Ahí hicieron su propio espectáculo de títeres, y él le explicó que no importaba la fecha, ese fue su Tanabata, suyo y de nadie más, y luego de un rato inscribieron en esa cueva un: «Aquí fue el primer Tanabata de Corn y Kyoko juntos»
Dejaron los títeres y el libro en la cueva, en caso de que volviesen y así podrían recordarlo, aún si no lo hiciesen juntos, y, como dicta la tradición, escribieron en un papel su deseo y los colgaron en un bambú a lado de la cueva.
"Así que ella siempre tuvo madera de actriz..."
— Bueno —se ríe, por su pensamiento, por su recuerdo y también por lo que contaba—... Me escapé de Yashiro, pues él ya quería llevarme a presentarme para la primera parte de la sesión fotográfica, y las busque en el festival, pude verlas, a Kotonami-san y a Amamiya-san, después de casi recorrer todo Karuizawa—suspira—. Ellas estaban acompañadas, bueno, no estabas con ellas, y entonces decidí ir a preguntar dónde estabas, pero cuando fui a hablar con ellas ya se estaban perdiendo entre la multitud, intenté seguirlas pero justo en ese momento Yashiro me encontró y me llevó a rastras al estudio —suspira y Kyoko lo miraba incrédula.
Lo que le dijo Ren la despertó por completo y la distrajo, y de no muy buena manera, de sus recuerdos maravillosos con Corn. Los dejó a un lado cuando este terminó de hablar, pues ahora estaba muy sorprendida por lo que escuchó decir a su mucho más que respetado senpai, de forma tan despreocupada.
"¡¿Quién es este hombre frente a mí?! ¡Oh, cielos! ¡Seguro es por mucho respirar el mismo aire que Shotaro! ¡Maldición! ¡La flojera era contagiosa! ¡Shotaro mira lo que hiciste, imbécil! ¡Estúpido, mi senpai, idiota!"
— Oye... Se lo pido por favor, Mío-sama, relájese —se ríe—, no quería decirlo pero... ¡Sabía que reaccionarías así! —se vuelve a reír pero se calma cuando ve la mirada de sed de sangre de Kyoko— Está bien, está bien... Lo siento —suspira—... En realidad, sí, el trabajo es importante, sí, es muy importante para mí, pero —la agarra de la mano y la pone sobre su pecho—... Tú eres más importante para mí que eso... De hecho, eres más importante para mí que cualquier cosa.
— Tsuruga-san...
No, no, no, muy tarde, se quedó hechizada por su mirada, de nuevo, y esta vez no había quién la libre. No, ya no pudo salvarse, se quedó en blanco, y él también. Kuon se quedó hechizado por su mirada, y no se dio cuenta cuando poco a poco se acercaba a su rostro, pero entonces volvieron a estallar fuegos artificiales y ambos volvieron a la realidad. Se quedaron maravillados por lo bonitos que eran, y aún cuando terminó el pequeño show, adelanto del espectáculo que se alzaría en el cielo nocturno de media noche, se quedaron mirando hacia arriba y un cómodo silencio fue lo que siguió.
— Y cuando salí de la sesión tuve la suerte de encontrar a Kotonami-san entrar a este edificio, así que entré para preguntarle por ti y me perdí en los pasillos, la busqué por todos los pisos y finalmente me choqué con ella abajo —le acaricia el hombro suavemente—... Me dijo que estabas aquí...
"Moko-chan..."
Hubo un silencio, en el que intercambiaron mil palabras sin pronunciar realmente ninguna. Y entonces se escuchaba toda la diversión fuera del Hotel, miles de parejas celebrando ese romántico festival, un festival tradicional nacido de un cuento chino, festival que el país del sol naciente adoptó mucho tiempo atrás, en el período Nara, y ya era una tradición ahí también, la Festividad de las estrellas, que al igual que la festividad china se inspira en el famoso cuento asiático de "La princesa y el pastor".
— Vamos —dijo él extendiéndole las mano.
— ¿A... A dónde?
— ¿Acaso pensabas quedarte mirando desde aquí? —ella se queda sorprendida, y no solo porque el hombre acertó, si no que también él la miraba de un modo que era imposible para ella creer, no se podía creer lo que obviamente le estaba sugiriendo— Ven conmigo.
Sí, lo dijo, la estaba invitando a pasar el festival con él y seguía con la mano extendida para ella... ¡Para ella! Y se moría por aceptar pero... No sabía cómo reaccionar, estaba nerviosa, no sabía qué hacer.
«Ama, ya deja de complicarte sola la vida... Ay, solo toma la mano del hombre y ve a divertirte...»
Decía una de los demonios mentales mientras comía palomitas despreocupada y bastante relajada, con monotonía y un bostezo, mientras tanto el resto y las ángeles se comían las uñas, esperando la respuesta de su ama, y hasta le rogaban que acepte.
— Pero... Pero —titubeaba—... Mañana... Trabajo... Temprano...
— Te prometo que, te regreso luego del último show de fuegos artificiales —sonríe—... A media noche, mi cenicienta.
— Pero...
— Además, la señorita Matsunai nunca se levanta antes de las once de la mañana, ni para el trabajo, siempre pone como parte del contrato que no deben pedirle eso de ninguna manera —se ríe y Kyoko lo medita y era verdad, pero no tuvo tiempo de reír al imaginársela con ojeras cuando sintió unos dedos en su mentón que la llevaron a encontrarse con esos ojos a los que no se podía resistir— Apenas son las siete, Mogami-san —le sonríe pícaramente—... La noche es joven...
— Bien —dijo después de un silencio de suspenso largo para ambos—... Pero...
Solo bastó ese "bien" para que Kyoko sea arrastrada por él escaleras abajo y en un parpadeó estaban frente a la puerta de su habitación, y grande fue su sorpresa cuando notó que la habitación de él estaba justo al frente de la suya. No tuvo tiempo de pensar mucho en eso cuando él abrió la puerta y la hizo pasar.
— Pero, Tsuruga-san, debería avisarles... ¿No?
Él sonrió, de manera peligrosa, como un niño travieso.
— Déjame robarte solo por esta noche...
