XLVI

—¿Se puede saber qué demonios te pasa? —le miré de brazos cruzados tras salir de una reunión con Hange. Jean emitió un gruñido.

—Es que he ido a ver a mi madre y me pone los nervios. Hemos vuelto a discutir.

—¿Sigue con lo mismo?

—No. Esta vez ha sido un poco diferente. Me vuelve loco —el chico suspiró.

—Si esta vez no te apetece hablar de ello, no pasa nada, pero vamos a comer algo. Mi madre siempre dice que las cosas se ven de otra manera con el estómago lleno.

—Esa es la peor excusa para comer antes de la hora de la cena que he escuchado nunca.

Solté una sonora carcajada.

—Es que tengo hambre.

—Entonces dilo claramente —me miró de reojo, pero aún así noté como se sonreía.

Jean me siguió hasta la cocina del cuartel. Saqué un par de sartenes y comencé a cocinar algo rápido con carne y trozos de verdura picada, que aderecé con un poco de especias. No era la primera vez que los dos nos reuníamos para comer algo solos. Desde la llegada de los barcos de Marley y dado el estrés que a veces nos provocaba la actitud de los nuevos reclutas y compañeros, nos juntábamos de vez en cuando para charlar a solas, desahogarnos o simplemente matar el tiempo hablando de trivialidades. No sabría si llamar a aquello amistad, pero sí que tenía claro existía entre ambos una profunda relación de camaradería.

El olor pronto envolvió la cocina y coloqué la sartén sobre uno de los mostradores. Jean cogió un par de cubiertos y me entregó uno. Los dos empezamos a comer en silencio.

—Está muy bueno y se hace muy rápido. ¿Quién te lo ha enseñado? —me preguntó.

—Becca —miré a Jean con curiosidad—. ¿Mejor? —el chico asintió— Ya te lo he dicho. Con el estómago lleno siempre se está mejor.

—Tendremos que comerlo deprisa. Como nos pillen aquí, nos va a caer una buena.

—Será nuestro secreto —le guiñé un ojo, a lo que Jean sonrió de medio lado.

—Oye, _ _ _ _... —levanté la vista de la sartén cuando Jean habló tras varios segundos de silencio tranquilo entre los dos— Sé que no me incumbe, pero me llevo preguntando esto desde hace mucho tiempo —enarqué una ceja expectante—. ¿Por qué te enamoraste del capitán Levi?

Me quedé anonadada por unos instantes. Analicé su expresión. Jean parecía triste en cierta manera. Terminé deduciendo que la discusión con su madre debía de ser el tema de siempre, los deseos de la mujer porque su hijo se casara y formara una familia. Y entendía perfectamente los motivos de Jean si no lo deseaba en esos momentos. No nos encontrábamos en la mejor situación. Acabábamos de llegar de Marley, Sasha había muerto y Eren había declarado la guerra al mundo. Desde luego que no era el mejor momento para pensar en ello, cosa que resultaba irónica teniendo en cuenta que todo apuntaba a que podría estar embarazada.

—Mmmm… —reflexioné por unos segundos— No tengo muy claro el punto exacto en el que me enamoré de Levi. Creo que fue un proceso más bien lento y fueron un cúmulo de situaciones.

—¿No fue un flechazo?

—Para nada —emití una leve risa—. ¡Por las murallas! No le soportaba. Me trataba fatal y era muy grosero. Y yo tampoco es que fuera muy agradable con él. Pero, en algún punto, y en mis esfuerzos por intentar llevarme medianamente bien con él teniendo en cuenta que éramos compañeros, comencé a ver cosas de Levi que me gustaron. No sé si llamarlo tierno, pero me di cuenta de que Levi se preocupaba mucho más de lo que parecía por los demás. Así fue cómo me empezó a picar la curiosidad y empecé a observarlo muy a menudo. En algún punto, me enamoré.

—¿Y no te has preguntado nunca cuándo el capitán comenzó a tener sentimientos por ti?

—Pues la verdad es que no —aquella pregunta me pilló desprevenida. No me lo había planteado nunca—. Supongo que sería un proceso también natural, igual que yo.

—¿Y no te gustaría poder vivir una vida normal con él? No tener que involucrarnos más con esto. Poder vivir tranquilos y formar una familia.

Miré a Jean con detenimiento. El chico tenía los ojos puestos sobre la sartén y jugueteaba con el tenedor con un trozo de comida. Creo que podía imaginarme a qué venía todo aquello. Jean parecía mentalmente agotado de todo lo que nos estaba sucediendo. Y no le culpaba.

—Lo creas o no, soy bastante feliz con lo que tengo. Jamás pensé que podría enamorarme de alguien como Levi. De hecho, creo que en otras circunstancias posiblemente no nos habríamos fijado el uno en el otro. Pero todo lo que hemos vivido nos ha llevado a ser quienes somos en este momento.

Tras unos segundos de reflexión, Jean cogió la sartén, ya vacía de comida, y se remangó para fregarla.

—Tú has cocinado, yo limpio —me dijo con simpleza, dando por zanjada nuestra conversación, a lo que asentí.

—Entonces me voy adelantando, tengo que revisar los informes.

—Oye, _ _ _ _, gracias. En la próxima cocino yo.

—Mentiroso. Seguro que le pides a Niccolo que cocine algo. A ver si te crees que no te he pillado. Tú no cocinas tan bien a no ser que hagas tortilla.

Aquello hizo reír a Jean.

—Por cierto —añadió antes de que cruzara la puerta de la cocina—, no me preguntes por qué, pero tengo la impresión de que al capitán le gustas desde hace bastante tiempo, incluso cuando era tan duro contigo.

Sentí una punzada de dolor en la nuca. Sentía los párpados pesados, pero poco a poco los fui abriendo. Me incorporé, apoyándome en los codos.

—Comandante, ya ha vuelto en sí.

—Menos mal.

Aquellas voces las reconocía. Miré a mi alrededor. Tardé unos instantes en situarme, pero al final comprendí que estaba en una celda acompañada de más soldados.

—¿Cómo te encuentras? —levanté la vista para comprobar que, efectivamente, el comandante Pixis estaba a mi lado.

—He tenido días mejores —respondí, sentándome bien sobre el banco en el que me habían tumbado. Me llevé la mano a la nuca. No parecía tener sangre, pero sí un enorme chichón.

—¿Qué te ha pasado? Te trajeron un par de jaegeristas y te metieron aquí.

—Ah…—al mencionar aquello recordé lo que había pasado, cómo me habían perseguido y había forcejeado con ellos por no querer compartirles dónde se encontraban Levi y Zeke— Me peleé con ellos y me terminaron noqueando. Querían que les dijera el paradero del capitán Levi.

—Como suponíamos, van tras Zeke —Pixis asintió.

Reconocí a varios de los soldados que estaban allí. Las personas de confianza de Pixis, Nile Dok, otros miembros de la Policía Militar y… Me puse en pie. Me mareé ligeramente al hacerlo tan deprisa, pero supe recuperar el equilibro sin que apenas se notara.

Falco estaba tumbado sobre otro banco en el otro extremo de la celda. Parecía inconsciente y tenía una venda en la cabeza, así que me acerqué. Me agaché a su lado y le observé con detenimiento. Posé mi mano sobre la zona vendada. Estaba bastante bien puesta y la forma en la que se habían unido los dos extremos me indicó que se había tratado de Hange. Solo ella lo hacía con un pequeño nudo. Aquello me tranquilizó un poco porque eso significaba que estaba bien, aunque me seguía preocupando que ella no estuviera entre nosotros.

—¿Qué ha pasado? —pregunté. A mi pregunta le siguió un silencio incómodo y ahí fue cuando me di cuenta de que algo grave había sucedido— ¿Es que nadie me lo va a contar? —fruncí el ceño, impaciente por su silencio.

—¿D-Dónde estoy? —Falco se incorporó. El niño parecía somnoliento.

—Estás bajo arresto. Como todos nosotros —le expliqué mientras le ayudaba a sentarse. Sentí un hormigueo al tocarle. Había descubierto hacía tan solo unas horas que éramos familia. Todo aquello era muy extraño para mí—. ¿Cómo te encuentras?

—Un poco aturdido.

—Es normal. Parece que te dieron un golpe muy fuerte en cabeza.

—Sí… —noté que el niño agachaba la mirada y apretaba los puños con fuerza.

Le di unas palmaditas en la espalda, intentando animarle por lo que fuera que le había ocurrido. Me percaté entonces del pañuelo que tenía atado alrededor de su brazo y que me sonaba haber visto hacía no mucho. Levanté la vista y vi que el resto de los soldados también lo tenían. En cambio, yo no tenía nada en mi brazo izquierdo. ¿Por qué era la única?

—¿Qué significa eso? —señalé a Pixis. El hombre no pareció ni siquiera inmutarse, pero noté que otros soldados se ponían tensos.

—Significa que hemos ingerido fluido espinal de Zeke.

—¿C-Cómo? —estaba confundida. ¿Qué significaba eso? ¿En qué momento había sucedido?

—Contaminaron el vino con su fluido espinal. Es el final, _ _ _ _ —Pixis parecía apenado—. Nosotros ya estamos condenados.

Falco miró su brazo y se dio cuenta de que él también tenía el pañuelo atado. Por unos breves instantes noté pánico en su mirada, pero rápidamente recuperó la compostura.

—Pero eso no significa nada—articulé—. No tenéis por qué transformaros.

Nadie dijo nada, lo que me hizo sentirme como una idiota. No podía admitir en ese instante que en cualquier momento aquellas personas con las que había compartido mi día a día o a las que respetaba, como a Pixis, pudieran desaparecer en cuestión de segundos.

De forma natural, todos regresaron a sus respectivos sitios. Se sentaron a esperar y me vi resignada a hacer lo mismo. El silencio entre todos era pesado. Pasaban muchas cosas por mi mente, en especial, cómo estarían todos. Me preguntaba si Aaron y el resto habrían seguido mis instrucciones y se habrían puesto a salvo, si Historia estaba bien, si habrían encontrado a Levi y si le habrían hecho algo… Era una tortura no saber nada y, además, ser totalmente impotente. En aquella celda no podía ayudar y quería hacerlo.

—¿Un terremoto?

Nuestro silencio se vio interrumpido por unos temblores. Las paredes de las celdas subterráneas crujieron. Los murmullos se extendieron por toda la habitación y sentí cómo los latidos de mi corazón se aceleraban. Ya ha empezado, pensé. Esos temblores, esos sonidos lejanos solo podían significar una cosa: Marley había llegado a la isla.

Varios soldados entraron en pánico y comenzaron a aporrear las puertas de las celdas. Querían salir de aquel lugar cuanto antes. Pasaron solo unos minutos, pero a mí me parecieron horas, hasta que nos liberaron. Salí junto a Pixis y algunos de sus hombres de confianza. Habían sido Armin y el resto los que habían abierto las puertas.

—Creo que nunca me había alegrado tanto de veros —dije al ver a Connie y a Jean.

—¿Dónde demonios te habías metido? —me espetó Jean, visiblemente preocupado.

—Dejémoslo en que he tenido un pequeño desencuentro con los jaegeristas.

—¿Se encuentra bien, comandante Pixis? —Armin se acercó a nosotros.

—Sí. Todavía no chocheo. Solo bebí demasiado —el hombre les mostró el pañuelo y las expresiones de Armin, Jean y Connie cambiaron por completo.

—¿Lo sabíais? —pregunté.

—Sí —me respondió el rubio—. Es una larga historia.

—Ya nos pondremos al día —añadió Connie.

—¿Cuál es la situación? —demandó Pixis.

—Han llegado aeronaves desde Marley —informó Armin—. Y esos temblores solo los podrían provocar unos titanes, por lo que seguramente Eren estará combatiendo.

—¡Atentos todos! —Pixis se giró para hablar a los soldados, entendiendo inmediatamente la situación— ¡Aquí tenemos una cantidad limitada de Equipos de Maniobras Tridimensionales! ¡Los equipos serán prioritariamente para aquellos que no lleven brazalete negro! ¡Los borrachos que cayeron en la trampa del enemigo como yo que me sigan! Nos enfrentaremos a los invasores desde la primera línea.

—¡Sí, señor!

Nos dirigimos rápidamente a uno de los almacenes para ponernos los equipos. Cuando salí, me percaté de que Nile Dok estaba hablando con Falco y los dos pronto notaron mi mirada sobre ellos. Nile abrió la boca para decirme algo, seguramente alguna excusa, pero no la necesitaba. Sabía perfectamente qué es lo que estaba haciendo.

—Están todos distraídos preparándose —le dije con aparente indiferencia—. Nadie notará su ausencia —mis ojos viajaron a Falco, quien asintió levemente, como si profiriera en silencio un pequeño "gracias" que yo no creía que me mereciera.

Armin, Mikasa, Connie, Jean y yo subimos hasta la azotea del cuartel de Shiganshina. Fuera era todo caos. Levantamos la vista para ver cómo una de las aeronaves de Marley era envuelta en llamas y perdía altura hasta estrellarse contra algunas casas.

—La puerta de Shiganshina está bloqueada. Zeke ha derribado la aeronave —miramos a nuestra derecha. Yelena observaba todo a tan solo unos metros de distancia de dónde nos encontrábamos nosotros—. El instante en el que la historia cambiará está a punto de llegar.

A lo lejos, veíamos a Eren y a Reiner combatir en su forma de titán, tal y como había supuesto Armin. Pero lo que de verdad hizo que mi corazón se detuviera fue distinguir la figura del Titán Bestia sobre la muralla.

—¿Q-Qué hace ahí Zeke? —pregunté con voz temblorosa. Todos mis temores se estaban haciendo realidad.

—Dudo que el capitán Levi lo dejara en libertad —Jean notó en seguida mi preocupación—. Oye —esta vez se dirigió a Yelena—, ¿dónde están el capitán y la comandante?

—Es razonable pensar que Zeke les venció. Zeke ha aparecido en el lugar y a la hora acordados —la mujer miró por encima de su hombro y sonrió de medio lado.

—¡Eso es imposible! —exclamó Connie.

Armin apretó los dientes con fuerza antes de girarse hacia nosotros y hablarnos.

—¡Por desgracia no nos queda otra! ¡Lo hacemos para que Zeke y Eren salven el mundo! ¡Nosotros también nos uniremos a los jaegeristas y ayudaremos a que los dos entren en contacto!

Al principio no entendía a qué venían las palabras de Armin, pero pronto comprendí que estaba siguiendo el juego a Yelena. La chica se acercó a él por detrás, intimidante, como si intentara probar al muchacho, lo que nos hizo ponernos en alerta, en especial a Mikasa, que dio un paso al frente. Sin embargo, la expresión sombría de Yelena cambió de repente y sonrió de forma encantadora, pero en el fondo espeluznante, a Armin.

—Ayudad a Zeke y a Eren, por favor. Confío en ti, Armin.

El rostro de Armin había palidecido, pero finalmente asintió y fue el primero en usar su equipo de maniobras tridimensionales para alejarse del lugar y nosotros le seguimos muy de cerca. El problema era que resultaba muy complicado acercarse a Eren. Las balas volaban en todas direcciones y terminamos refugiándonos en un tejado.

—¡Es inútil! ¡Hay demasiados enemigos! —gritó Connie.

—¡Es el Mandíbula! —exclamé. Por el rabillo del ojo identifiqué algo de movimiento.

El titán se acercaba a Eren a gran velocidad, pero de repente varias rocas impactaron contra su cuerpo, deteniéndolo en su ataque sorpresa. Había sido Zeke desde la distancia. Además, parecía que el Titán Cuadrúpedo había sido derrotado. Y digo "parecía" porque el cañón con el que cargaba disparó, impactando la bala con fuerza en el cuerpo del Titán Bestia, que cayó desde lo alto de la muralla.

—¡Van a por ellos! ¡No quieren que entren en contacto! —grité.

El Titán Mandíbula se lanzó a las piernas de un Eren que estaba intentando correr hacia Zeke. Eren parecía que iba a lograr deshacerse de su ataque, pero una de las balas especiales de Marley atravesó la cabeza de su titán.

—¡Tenemos que ocuparnos del Titán Cuadrúpedo!

—¡Armin! —Mikasa le empujó y una bala rozó al chico.

Los dos disparos que vinieron a continuación impactaron en los francotiradores de Marley que había dentro de una de las casas.

—¡Por aquí es imposible! ¡Retirémonos! —ordenó Jean.

—¡Hay enemigos dentro de las casas! —informó Connie.

—Bien. Nos ocuparemos primero de los soldados marleyanos —añadió Mikasa con determinación.

No obstante, mientras nos desplazábamos, escuchamos no muy lejos de nosotros a Pixis dar la orden de dar la vuelta y capturar al enemigo por detrás. Armin nos obligó a detenernos, pues consideraba que Pixis tenía razón. No era el momento para entretenernos luchando contra soldados de Marley.

Decidimos separarnos en dos grupos. Mikasa y Armin se ocuparían del Titán Cuadrúpedo y Jean, Connie y yo iríamos a proteger a Eren. Ni siquiera el grito de Zeke que profirió mientras nos desplazábamos por los edificios y que sabíamos lo que implicaba, nos detuvo en nuestro cometido. Sentí un pinchazo en el estómago el escuchar las explosiones que provocaron todas las transformaciones a la vez, pero debíamos seguir hacia delante.

Eren había salido de su titán y corría hacia Zeke. Reiner, que en principio parecía derrotado, se volvió a incorporar y extendió su brazo hacia el chico. Para impedir que pudiera atraparlo, activamos una lanza rayo que impactó en la mano del Titán Acorazado. El chico levantó la vista, posando sus ojos verdes sobre nosotros tres. Zeke se arrastraba por el suelo, iban a hacer contacto, pero entonces escuchamos el sonido de un arma que se activaba y lo siguiente que vimos fue la cabeza de Eren volando por los aires. Cuando cayó en la mano de Zeke, todo comenzó a temblar.

El muro se resquebrajó y los titanes colosales que había en su interior cobraron vida. A lo lejos, un ser monstruoso empezó a alzarse. Entre el caos, el vapor de los titanes y el polvo de los muros derribados resultaba difícil identificar aquella forma, pero parecía el esqueleto de una enorme bestia.

—¿¡Qué demonios es esa cosa!? —Connie intentó gritar por encima del estruendo— ¿¡Eso es Eren!?

—Ha activado el Titán Fundador…

—¿¡Qué dices!? ¡No te oigo!

—¡Que ha activado el Titán Fundador! —elevé mi tono de voz para que ambos chicos me escucharan.

—¡La Muralla María también ha caído! —señaló Jean en aquella dirección. Efectivamente, el muro ya no estaba y en su lugar había de pie numerosos titanes que estaban comenzando a marchar.

—¡Pero no es necesario tanto para acabar con las tropas de Marley! —lo tenía más claro que nunca. Eren no nos estaba intentando proteger, no en ese momento. Su objetivo era otro muy distinto— ¡Es una locura perder a todos los titanes para atacar! ¿¡Para qué quiere tantos titanes!? —me giré para mirar a Jean y Connie y por sus expresiones supe que ellos habían llegado a la misma conclusión que yo.

—¡Tenemos que ir con Armin y Mika-!

"Escuchadme, súbditos del pueblo de Ymir"

Jean no acabó la frase. Los tres estábamos paralizados. ¿Era esa la voz de Eren?

"Me llamo Eren Jaeger. Me dirijo al pueblo de Ymir mediante el poder del Titán Fundador. Se han deshecho todos los muros de la isla Paradis y los titanes que estaban confinados en su interior se han puesto en marcha. Mi objetivo es proteger a los habitantes de la isla Paradis, el lugar donde nací y crecí. Pero el mundo desea la extinción de los habitantes de la isla Paradis. Su odio se ha ido incrementando a lo largo de mucho tiempo y no se detendrá hasta que, no solo los de esta isla, sino todos los súbditos de Ymir hayan sido asesinados. Yo impediré que ese deseo se cumpla. Los titanes de los muros pisotearán todas las tierras que hay fuera de la isla hasta que las vidas que haya en ellas sean erradicadas de este mundo"

Cuando su voz cesó me encontré de rodillas en el suelo. Sentía el corazón desbocado y estaba aturdida. Eren nos había hablado a todos. Era como si entrara en nuestras cabezas, como si estuviéramos en un lugar en el que estábamos, pero a la vez no estábamos. Jean, Connie y yo nos incorporamos lentamente, nuestras expresiones vestidas todavía de desconcierto. Debíamos reunirnos con Armin y Mikasa cuanto antes y trazar un nuevo plan, pero antes de activar nuestros equipos para marcharnos vi un cuerpo en el suelo.

—¡Esperad! —caí en el suelo con maestría. Falco estaba inconsciente. Tenía marcas en los ojos y todavía desprendía vapor. Si había vuelto a su forma humana era porque había devorado a un cambiante— No podemos dejarlo aquí. Llevémoslo con nosotros.

Jean asintió y cargó con el muchacho. Nos desplazamos un par de tejados cuando nos encontramos con Mikasa y Armin, quienes venían también en nuestra búsqueda. Nos detuvimos para pensar mientras Jean se ocupó de colocar un trozo de tela en la boca de Falco para intentar impedir que pudiera transformarse si lo deseaba.

—Se acabó. Nunca pensé que pretendía matar a todas las personas que hay fuera de los muros —Jean sonaba apenado—, pero, si las personas de fuera de los muros desaparecieran, desaparecerían también los rencores.

—Jean… —podía entender sus palabras, pero no me parecía que exterminar al resto del planeta fuera una decisión moralmente correcta.

—El enemigo que amenaza nuestra existencia será aplastado, y solo quedará una tierra nueva y vacía —prosiguió—. Ha ocurrido lo que más temía la gente del otro lado del mar que sucediera, justo cuando se disponían a matarnos a todos después de tacharnos de demonios. O sea, que este es en realidad un resultado provocado por los de fuera. Nosotros no podíamos hacer nada —Jean levantó la vista y posó sus ojos sobre nosotros. Le notaba verdaderamente desesperado, buscando cualquier excusa para apoyar la decisión tomada por Eren. Él quería seguir creyendo en el muchacho.

—Jean, esto es excesivo —dije finalmente. Seguramente era un pensamiento muy inocente, pero no creía que acabar con el odio hacia una raza exterminando al resto de razas fuera la solución. Prefería creer en que podía terminar solucionándose a través del diálogo y, sobre todo, acabando con la ignorancia a través de la educación.

—Efectivamente —Armin me dio la razón—. Será un genocidio sin precedentes.

—Entonces, ¿detenemos a Eren? —insistió Jean— Él se opone a plan de Zeke, que pretende esterilizarnos mediante la eutanasia y se niega a sacrificar a Historia para conservar el poder del Titán Fundador. Es decir, que para protegernos Eren ha decidido sacrificar a la población extramuros. Somos nosotros los que nos beneficiaremos de este genocidio.

—¿Qué está pasando? —no pudimos continuar con nuestra discusión porque escuchamos gritos y ruido aproximándose hacia nosotros.

—¿Los titanes están luchando contra los soldados? ¿Se han comido ya a todos los soldados marleyanos?

—¡Imposible! —intervino Armin—. Si Eren tiene al Fundador entonces debería poder controlar a los titanes.

—¡Los nuestros necesitan ayuda! ¡Se los están comiendo! —exclamó Jean.

—Espera, Jean —Mikasa le detuvo—. ¿Qué vas a hacer con ese niño?

—Seguramente ha heredado al Titán Mandíbula. No podemos dejarle. Si hacemos que se lo coma uno de los que se han titanizado, salvaremos a alguien. Por ejemplo, al comandante Pixis.

—No. A mi madre —intervino Connie—. ¿Estáis de acuerdo?

—¿Es que habéis perdido el juicio? —No iba a permitir que nadie se comiera a Falco— ¡Es solo un crío!

—Connie, Jean —Armin, más calmado, intentó hacerles entrar en razón—, según dijo Zeke ese niño era un aspirante a guerrero y Reiner y los demás miembros de su unidad lo trataban como a un hermano menor. Si matamos a ese niño, que es tan amigo suyo, surgirá un nuevo conflicto entre nosotros y Reiner y el Titán Cuadrúpedo. Si Marley va a caer, debemos luchar a muerte con Reiner y los demás.

—O sea, ¿que mi madre da igual?

—No es eso…

—¡No tienes ni idea de lo que siento cada vez que regreso a ese pueblo donde está mi madre! —Connie agarró a Armin de la pechera— ¡Tú te comiste a Bertholdt y resucitaste! ¡No puedes impedir que resucite a mi madre!

—¡Basta ya, Connie! —me interpuse entre ambos— Sé que te duele, pero no estamos en una situación por la que debamos discutir y, por mucho que no quieras reconocerlo, el sacrificio de Armin y el de tu madre no son comparables —el muchacho apretó los dientes con fuerza—. Y aunque Eren esté haciendo todo esto para protegernos y proteger la isla, ¿crees que podríamos cargar en nuestra conciencia con las muertes del resto del mundo? ¿Crees de verdad que eso nos haría feliz, el saber que nuestra felicidad y nuestra libertad ha dependido de arrebatárselas a otros a la fuerza?

Jean abrió la boca para replicar, pero varios titanes nos atacaron. Conseguimos esquivar el golpe de uno de ellos contra el tejado y, en el desconcierto del momento, Connie aprovechó para coger a Falco y llevárselo.

—¡Connie, no! —grité, pero no podía ir detrás de él. Estábamos rodeados y lo peor de todo es que muchas de aquellas caras las conocía. Eran los miembros del ejército que habían ingerido el vino con el fluido espinal y ahora que no había muros generarían el caos entre los civiles.

—¡Vamos! ¡Tenemos que hacer algo!

Jean se puso en marcha. Nos desplazamos entre las casas matando a titanes usando las espadas. Hacía mucho tiempo que no combatía de aquella manera y como miembro de las Tropas de Reconocimiento solo había salido una vez fuera de los muros. Recordé otras veces que había visto titanes, en Trost, cómo entonces me había paralizado. En cambio, en aquella ocasión, sabía cómo moverme y sabía en todo momento qué era lo que tenía que hacer. Ya no era una chica asustadiza y con poca confianza en sí misma. Durante aquellos años había crecido como persona y también como soldado.

—¿Quedan soldados vivos? —preguntó Jean cuando nos acercamos al cuartel. Allí es donde se congregaban la mayor parte de los titanes, atraídos por los reclutas y los voluntarios que había en su interior— ¡Subid todos al piso de arriba! —les ordenó Jean— ¡Reuniremos allí a los titanes y atacaremos!

—¡Traed todas las lanzas rayo que haya! —añadí, a lo que todos se pusieron rápidamente en movimiento.

—¡Si pensáis en vuestros compañeros titanizados olvidadlos ahora mismo!

Varios soldados en su equipo de maniobras tridimensionales se unieron a nosotros. Los titanes treparon por las paredes, intentando llegar a lo más alto del edificio. Nos impulsamos con el gas para tomar más altura y esperamos a que Jean diera la orden.

—¡Ahora! ¡Todos a la vez! ¡Al ataque!

Soltamos las lanzas rayo, que impactaron en las nucas de los titanes. Éstas explotaron, esparciendo los trozos de carne en distintas direcciones. A lo lejos, otro grupo de soldados, liderados por el instructor Shadis, se acercaban a nosotros seguidos de más titanes.

—Es el comandante Pixis —murmuró Armin. Abajo, un titán con el rostro de aquel hombre estiraba sus brazos, intentando atraparnos en vano.

—Está bien —cerré los ojos y suspiré, ganando fuerzas para seguir con mi cometido e intentando obviar que conocía a las personas que ahora intentaban devorarnos—. Debemos continuar.

Me dejé caer al vacío unos metros para activar a continuación los ganchos, impulsarme y cortar la nuca del primer titán que se cruzó en mi camino. Mientras cortaba la carne de aquellos titanes me repetía una y otra vez que ya no eran conocidos. Ya no eran nadie. El comandante Pixis, Nile Dok y los demás ya no estaban. Se habían esfumado y no podíamos hacer nada para traerlos de vuelta.


¡Hola a todos! ¡Ya estoy de vuelta! ¿Cómo estáis? Espero que fenomenal. Yo superando todavía que Ataque a los titanes ha finalizado. Después de tanto tiempo será muy raro no leer un nuevo capítulo cada mes. Pero ahora que ha acabado creo que puedo acelerar esta historia, especialmente porque lo viene a continuación tiene mucha acción y creo que es algo que podré sintetizar.
Siento no responder a vuestras reviews en esta ocasión, pero os leo y mil gracias por estar siempre ahí.

Nos leemos!