Bellatrix, Sirius y Draco salieron de la casa solariega acompañados por Denébola y Pinchi. Caminaron hasta un espacio adecuado para así aparecerse en los terrenos de la Casa de los Gritos. A pesar de que al estar dentro de Exmoor se podían aparecer fácilmente en cualquier parte, la bruja quería caminar y así poner en orden sus pensamientos, incluyendo el hecho de que tenía que calmarse antes de llegar al castillo.
Les tomó media hora de caminata, porque la bruja quiso seguir avanzando a pesar de las quejas de los hombres a su lado, pero ya dándose por vencida, tuvo que aceptar que no era ninguna broma y se tenía que presentar ante el viejo director.
Desde que había llegado la carta con las indicaciones, Bellatrix estuvo esperando que llegase otra diciendo que no era necesario su presencia allí, aunque esta nunca llegó y tuvo que aceptar su fatídico destino.
Llegaron prontamente a la destartalada casa, la cual luego de uno que otro hechizo, logró dejar de tambalearse y así no matar a sus recién llegados.
Se adentraron por el pasillo y caminaron en silencio por todo el espacio hasta dar con la salida del Sauce Boxeador.
Estando en los terrenos, Bellatrix tuvo que reprimir un escalofrío que quería recorrer por su cuerpo. No le gustaba estar allí, tenía un presentimiento inquietante y no le agradaba para nada. Sirius por su parte, estaba extasiado como cada vez que ponía sus pies en los terrenos de Hogwarts, siéndole imposible ocultar su felicidad.
A Draco le daba exactamente igual. Estaba todo el año metido allí y no era nada nuevo. Lo que sí le llamaba profundamente la atención era el motivo de la llamada por parte de Dumbledore, sobre todo porque estaba siendo dirigida expresamente a su tía. Era obvio que se traían algo ellos dos y él no estaba entendiendo nada, más aún después del conocimiento sobre la libertad de su padre. Todo se volvía más confuso dentro de su cabeza y necesitaba respuestas.
Bellatrix levantó su barbilla y caminó con toda la elegancia que la caracterizaba, dejando claro hasta para el aire que nadie ni nada era mejor que ella.
Tal como lo dijo Dumbledore, el castillo estaba desierto. No había ni un adolescente o niño molesto corriendo por todas partes y el silencio era avasallador, cosa que a la bruja le dio un recuerdo muy fuerte de su estancia allí. Adoraba los días en que se escapaba de su sala común para deambular por los pasillos solitarios, sin tener que cuidarse de los empujones o hechizos que no iban dirigidos a ella (aunque muchos sí eran para y por ella). Recordó la vez que sobornó a Filch para que la dejase dar vueltas a las horas que quisiera y no la acusara, diciéndole que le ayudaría a tener magia. Recordó los momentos en que le entregaba al celador libros para que practicara el movimiento de la mano, pociones "para despertar el núcleo mágico" (que no era más que agua con colorante y un poco de purpurina comestible), y un dige para que lo llevara siempre consigo y le ayudara a sentir un poco de la magia del resto (solo se trataba de un amuleto que le regalaron en uno de sus cumpleaños y que no le gustó, pero sí que ayudaba a percibir una vibración de magia alrededor). Eso hizo que, en sus años de estudiante, el hombre le tomara cariño y la dejara hacer lo que quisiera, haciendo la vista gorda a todas las faltas al reglamento que cometía, pasando por alto que los esfuerzos puestos por su parte no le dieran la magia que tanto quería, atesorando el dige que la chica le dio. Al menos podía percibir un poco de magia y eso lo agradecía.
Llegaron al despacho de Dumbledore, donde la puerta del lugar se abrió ante la presencia de ellos. El director les esperaba sentado en su gran silla y sus manos entrelazadas sobre el escritorio.
—¡Ah!..., por fin llegaron, les estábamos esperando solo a ustedes —comentó Albus, poniéndose de pie. —. Qué magníficas criaturas son las que les acompañan —elogió al león y al escorpión en su lomo con una sonrisa.
Bellatrix no dijo nada, porque esperaba que la conversación fuese dentro del despacho y se sorprendió al escuchar ese "estábamos". Solo podía significar que habría más personas y allí radicaba su mal presentimiento.
Caminaron por los pasillos hasta llegar al séptimo piso, donde una enorme puerta apareció frente a ellos y les dio permiso para su ingreso.
Una chimenea enorme le dio la bienvenida a Pinchi, quien al solo sentir su calor se bajó del lomo blanco y se deslizó por todo el suelo alfombrado para llegar hasta el fuego que le esperaba ansioso.
—Me pide modales a mí y él se pasó por el orto a todo el mundo solo para llegar al fuego —susurró Sirius a su prima, quien solo esbozó una sonrisa ladina asintiendo.
Dené por su parte, caminó dentro del espacio con la cabeza en alto y su pecho inflado, mostrando su elegancia y grandeza. Aunque seguía siendo un cachorro, adoptaba muy rápido algunas cosas, por lo que no se podía ver menos que el resto, más que mal era el bebé de Bellatrix.
La bruja sonrió orgullosa de su pequeño león, pero más para aminorar el desasosiego que sentía. En tres sillones diferentes, estaban Molly, Arthur, Tonks. Shacklebolt y dos pelirrojos que se veían mayores que su sobrino. Harry, Ron y Hermione también se encontraban allí, mirándoles atónitos y finalmente, Snape y Moody que estaban parados en una de las esquinas del salón.
—Ya estamos todos —comunicó Dumbledore, usando una butaca que se veía bastante cómoda. Seguido, un sillón de dos cuerpos apareció detrás de Sirius y Bellatrix, por lo que estos se sentaron en silencio y esperaron a que hablase el viejo mago.
Draco por su parte, se situó detrás de su tía, desestimando la invitación de Harry a que se sentase a su lado.
Denébola se acercó a su dueña y se sentó a su lado, dejando que esta acariciase su cabeza lentamente, ayudándole a que se tranquilizara.
—Como ya todos saben, nuestra querida Bellatrix no es parte de la Orden como tal, pero sí ha hecho algunos convenios conmigo, por lo que es justo que esté en esta reunión —dijo Albus de manera anticipada, previniendo el griterío que se formaría, antes de tiempo —. Están al tanto de que, si incurren en una agresión hacia ella, nuestro Sirius será quien pague por ello, así que les pido dejen sus varitas de lado en este encuentro y conversemos como personas adultas. Si les he citado en esta ocasión es por una situación que ha ocurrido y que todos conocemos porque ha salido en "El Profeta". Hubo una nueva fuga en Azkaban, teniendo dentro de los fugados a Lucius. Esto nos indica que el ministerio está bajo las influencias de Voldemort y su séquito, tomando en cuenta que los Aurores no han realizado esfuerzo alguno en la captura de los prófugos. Moody me ha puesto al tanto de este acontecimiento. Bellatrix ya se ha encargado de la seguridad de nuestra estimada Narcissa, pero aquí —dijo señalando al rubio detrás de la bruja —, el señor Malfoy, está desprotegido fuera del castillo. No tengo dudas que dentro de la vivienda de su tía no tendrá problemas, pero su padre intentará contactarlo —comentó. Dirigió sus ojos hacia el rubio que no le quitaba los ojos de encima y espetó —, quiero que le dejes acercarse a ti.
Draco apretó sus manos fuertemente en el respaldo del sillón. Bellatrix se tensó y sintió como la mano de Sirius se posaba en su muslo, aminorando la reacción que podría tener. Sin embargo, eso no ayudó en nada.
—¡¿Te volviste loco?! —exclamó la bruja —. Me vas a disculpar Dumbledore, pero no voy a dejar que uses a mi sobrino en tus planes. Si quieres usar adolescentes para que hagan cosas por ti, ya tienes a Potter y compañía, pero ningún Black se va a prestar para lo que tengas en mente. No he hecho todo lo que te prometí para que vengas y quieras mandar a Draco donde se te pegue la gana. Ya tienes a todos estos muermos para que mueran en tu nombre.
—¡¿Cómo te atreves a hablarle así a Albus?! —se quejó Molly, enojada por la manera en que la bruja se dirigía al viejo hombre.
—Tú no te metas coneja, que nadie pidió tu opinión —masculló la oscura mujer, elevando más aún su barbilla.
—Queridas mías…, por favor mantengamos la calma. Es lógico que Bellatrix se preocupe por el señor Malfoy, pero es necesario que él haga esto. Debe acercarse a su padre para saber qué está sucediendo dentro de las filas de Voldemort.
Bellatrix reprimió un escalofrío y las ganas de gritar que no dijese el nombre de quien en su momento fue su mentor, pero se contuvo. —¿Por qué no usas al grasiento de Snape?, ¿para eso lo tienes dentro de los Mortífagos no?, no necesitas que un chico haga eso. Además, si Draco no pudo cumplir su misión, lo primero que harán es matarlo. Te salvé la puta vida Dumbledore, no dejaré que mi sobrino vaya directamente a ellos y que se ofrezca a que lo maten, le salvé el culo justamente para que no lo mataran y tu lo quieres mandar a la boca del lobo, no me jodas.
—¡¿Cómo que le salvaste la vida?! —quiso saber Tonks, mientras a su vez todos se volteaban a la bruja que seguía con la barbilla alzada. —Te haces ver como alguien que se preocupa por lo demás, pero no te importa nadie más que no seas tú misma —su voz destilaba rencor.
—Sí…, eso mismo me gustaría saber a mí, cómo es que supuestamente salvaste la vida del director —comentó Snape desde su posición. El saber que la bruja había hecho algo que él no pudo le inquietaba muchísimo, sobre todo porque se la pasó meses buscando una solución al mal que aquejaba al anciano, fallando de manera magistral. En uno de los días que le llevaba la pócima al viejo mago, la cual ayudaba a detener el avance del maleficio, este le comentó que ya no la necesitaba porque estaba curado. Solo le comentó que alguien tremendamente hábil le había encontrado una solución a su mal y todo quedó allí. Severus quería conocer a esa persona con todas sus fuerzas, porque significaba que sería alguien diestro en las pociones y eso solo despertaba admiración contenida. Saber que era Bellatrix, le estaba carcomiendo las entrañas.
Bellatrix al escuchar la voz de su antiguo compañero, volteó la mirada y se puso de pie. Lentamente soltó la mano que le tomó Sirius, quien estaba intentando retenerla a su lado, y se acercó a paso paulatino en dirección del adusto hombre que le miraba con una ceja alzada. Se tomó todo el tiempo del mundo, y cuando llegó a su lado, se apostó frente a frente con él, colocando una mano en uno de los botones de su levita. —¿Conoces el compendio de Lucrecia Borgia? —susurró mirándole a los ojos, mientras tironeaba ligeramente del botón, de manera juguetona e infantil.
—Claro que lo conozco —contestó Severus con fastidio. No le gustaba el acercamiento humano y el de Bellatrix mucho menos. Siempre le ponía nervioso y le inquietaba.
La mujer acercó sus labios al oído de Snape y susurró suavemente —Adivina de quién es ahora… —.
Snape se alejó de un solo golpe, mirando a la bruja con expresión atónita. Aquello no podía ser cierto, eso significaba que tenía la información de pociones y venenos que se creía, no eran más que mitos. Vio su sonrisa altanera y su semblante orgulloso, lo cual le indicó que no estaba mintiendo. —Es imposible… —murmuró, sin creer aquella información.
—Para mí nada es imposible Snape, así que ya te puedes postrar a mis pies…, porque jamás serás tan bueno como yo y te volví a ganar en algo —susurró dejando un beso en el aire y así volver a su asiento.
Una vez en su puesto anterior, dejó que Sirius besara su mejilla mientras le susurraba que eso le había encendido tremendamente —No hay nada mejor que verte humillando a Quejicus…, elegí bien a mi mujer —.
Bellatrix se rio con fuerza y movió la cabeza feliz por el elogio, cosa que llamó la atención de los demás.
Las mujeres adultas, que se dieron cuenta de la complicidad que se traían los primos, saltaron de sus asientos y les apuntaron con el dedo índice, acusatoriamente —¡Eres un maldito traidor, estás con ella! —gritaron al unísono. Sacaron sus varitas y apuntaron al animago. Aunque sabían que no podían hacerle daño, el amenazarle les daba cierto control en la situación. No obstante, rápidamente lo volvieron a perder.
El escorpión que seguía deleitándose en su espacio de calor, sintió la amenaza que sufría su humano y se puso frente a él con una rapidez descomunal. Acrecentó su tamaño hasta llegar a medir un metro de altura y sus tenazas se tornaron a un rojo vivo. Su cola comenzó a secretar veneno y estaba rígida, esperando el momento oportuno para atacar.
A su vez, Bellatrix miró a su león y murmuró —Miedo —.
Escuchando el comando, Denébola se alejó de su dueña y se puso a la par con el arácnido, dejando que sus fauces se vieran, que sus colmillos se alargaran y las uñas de sus patas crecieran. Un latente gruñido salía de su cuerpo y sus ojos azules se tornaron a rojos, vivaces y amenazadores. Su dueña le había dicho "miedo", por lo que eso era lo que debía infundir en los demás.
Las brujas se sentaron inmediatamente, más que asustadas por las imponentes criaturas que defendían a sus dueños. No pensaron que serían guardianes y se golpearon internamente por dejar salir nuevamente sus emociones. Les costaba entender que Sirius, la persona que se quejaba siempre de su prima, estuviese sentado a su lado, presumiendo una relación que todos desconocían, o casi todos.
—Sirius me lo comentó…, dijo que Madame Black había salvado a Dumbledore —susurró Harry.
—¡¿Cómo que Madame Black?!, ¡¿qué te pasa Harry?! —preguntó Molly a los gritos, sin creerse todo aquello.
—Para que veas —comentó Bellatrix, conteniendo la carcajada que quería salir. —, sigue el ejemplo de Potter y muestra respeto.
—Por favor señores, mantengamos la compostura —dijo Albus, intentando apaciguar la situación —. Bellatrix querida…, ¿podrías pedirle a tus adorables pequeños que bajen la guardia?, no queremos que nadie muera tan pronto y mucho menos en lo que debería ser una reunión tranquila. Molly, Nymphadora, les ruego eliminen de sus sistemas el estar amenazando cada dos segundos a los señores Black…, no puedo asegurar el bienestar de ambas, me temo.
Molly y Tonks, con todas las reticencias posibles, hicieron caso al experimentado mago y adquirieron una postura más sumisa, todavía sintiéndose sobrepasadas por la amenaza de los animales que no apartaban la mirada de ellas.
Bellatrix chasqueó los dedos y Dené se relajó, gruñó en dirección de las mujeres y volvió a su posición anterior, dejando que su dueña acariciara su cabeza.
—Ya está amigo, vuelve a tomar el calor —dijo Sirius, agradecido por la protección que su pequeño le había brindado. No era que deseara mostrarle al resto lo peligroso que sería irse en su contra, pero sí se sentía genial el poder ver como su compañero le defendía ciegamente y todavía daba vueltas en su interior lo hermoso que se sentía pensar en él y en su prima como "Los Señores Black".
Haciendo caso a lo escuchado, Pinchi retomó su tamaño original y volvió a posarse frente al fuego, no sin hacer el amago de inyectar veneno a la gente en su camino.
—Perfecto, después de ver ese magnífico despliegue de lealtades, volvamos a lo que nos convoca —añadió Albus como si nada de lo anterior hubiese sido traumático —. Luego de que amablemente Bellatrix impidiera mi prematura muerte, Severus no obtuvo el respeto dentro de las filas de Voldemort. Esto nos deja en desventaja para que podamos hacernos con la información que podríamos haber obtenido. No pido que Draco vuelva a la mansión ni nada por el estilo, pero en el caso de que Lucius desee ponerse en contacto con él, se lo permita. Así tendremos más información de la que tenemos ahora.
—¿Entiendes que, si Draco se reúne con el inútil de Lucius, él lo puede querer entregar al Lord para tener su beneplácito?. Dumbledore…, no he pasado por tantas cosas como para que, de un segundo al otro maten a mi sobrino, solo porque quieres información. Lo lamento, pero Draco no está disponible. Snape se ofreció a realizar la misión que le encomendaron por él y dijo que lo sustituiría, que acate las consecuencias.
—¿Y por qué no está disponible? —preguntó Moody, quien se había mantenido en silencio durante toda la reunión.
—Porque yo lo digo —contestó Bellatrix.
Draco estaba nervioso en su puesto, viendo como su tía no dejaba que le utilizaran, cosa que solo engrandecía el sentimiento de gratitud y lealtad que sentía hacia ella. No podía creer que alguien a quien todos tachaban de loca o psicópata le estuviese cuidando a capa y espada. No podía creer que alguien mostrara un mínimo de preocupación por él, pero allí estaba su tía, sin dejarse amedrentar por nadie.
—¿Qué opinas tú Draco? —preguntó Dumbledore, sin perder su mirada serena y su tono de voz tranquilo.
El aludido le miró con los ojos llorosos, más que nada por los sentimientos que le embargaban. La realidad pegaba a cada segundo en su mente, porque entendía que sus padres hasta eso momento no había hecho nada por protegerle como lo estaba haciendo la oscura mujer. Su tía se imponía frente a todos, sin importar lo que quisieran ellos. Recordó lo que en su día conversaron, cuando le vio en su mansión.
"Mira Draco, hay algo que tienes que aprender, y es que ante todo…, la sangre siempre tira"
No lo había entendido, pero ahora que veía la actitud de su tía frente a los demás lo pudo comprender. No importaba qué mal hubiese cometido, lo insignificante que fuese para ella. Era su sobrino, era su sangre…, era un Black, y con eso ya merecía la protección de la mujer más poderosa de la tierra.
—Haré lo que mi tía considere correcto. Si ella quiere que me contacte con mi padre, entonces lo haré. De lo contrario, seguiré las cosas que ella dictamine. Mi madre está a salvo gracias a ella y si le tengo que dar las gracias a alguien por sacarme el peso de la misión que tenía antes, es a ella.
—Snape sigue estando dentro de los Mortífagos. Que se las ingenie él para conseguir la información que necesitas. Yo por mi lado ya estoy reclutando gente, criaturas y todo eso, así que estoy cumpliendo con mi parte del trato. Por otra parte, tú —dijo Bellatrix mirando al viejo director —, quieres poner en peligro la vida y seguridad de Draco, así que estarás incumpliendo en tu juramento.
El silencio en la sala de Menesteres era sepulcral. La oscura mujer tenía un punto muy certero y todos podían ver eso.
—Haré lo que pueda para ganarme la confianza del Señor Tenebroso, director —masculló Snape, sabiendo que su antigua compañera de armas tenía toda la razón.
Soltando una exhalación lastimera, Albus tuvo que aceptar que aquello era lo óptimo. Asintió una sola vez y siguieron conversando de otros puntos menos importantes. Cuando ya hubieron discutido, sufrido alguna que otra amenaza por parte de Bellatrix y llegado a diferentes acuerdos, todos se fueron despidiendo para marcharse a sus hogares.
Harry no se quería ir sin conversar con Draco primero, por lo que se rezagó y esperó pacientemente. Antes de eso, se acercó a Bellatrix y Sirius, abrazando a su padrino y saludando escuetamente a la bruja con un "Madame Black" y un asentimiento de cabeza, saliendo del salón luego de eso para aguardar fuera.
Draco tuvo que salir también, siguiendo las órdenes de su tía de "arreglar los problemas de cama con Nancy".
Dumbledore, Sirius y Bellatrix eran los únicos dentro del espacio junto a los animales.
Cuando Bellatrix vio que Potter y compañía salían y ya no quedaba nadie, soltó lo que tenía dentro —¿El chico sabe que tiene dentro un pedazo de Él? —. Llevó su mano hacia el bolsillo dentro de su vestido, sacando así los objetos que contenían un pedazo del alma de Voldemort, la copa y el relicario. A su vez, haciendo esa acción, le dio a entender al director la situación de la que estaba hablando. Para ella no era imposible detectar la magia oscura de su antiguo señor plasmada en los objetos. Anteriormente, no había tenido a Harry tan cerca, pero después de que se acercó a ellos para saludar a su padrino, pudo sentir la magia del Señor Tenebroso latente en Potter.
Había llevado los objetos para entregárselos al director y así mantenerse alejada de ellos, además que daba por cumplida una parte de su juramento.
Dumbledore se quedó en silencio, sopesando el nuevo acontecimiento, viendo la reacción que podría tener Sirius.
—¿De qué hablas Bella? —preguntó el animago, sin entender lo que ahora sucedía.
—Hablo de que Potter tiene un pedazo del alma de Él…, y dudo mucho que tu querido director se lo haya contado… —.
