Ai 3:
La heroína se siente decaída. ¡Levanta la cabeza, Ai-chan!
¡Hai domo! ¡La primera youtuber virtual interdimensional, Kizuna Ai, está aquí! ¡Lista para comenzar con otro día de aventuras! A ver, si la memoria no me falla, hoy me espera un día muy, muy ocupado. Tengo que ir con el señor Fuji a preparar unas cajas de mercancías, ayudar con las reparaciones de algunos edificios y la ya acostumbrada ronda de vigilancia por todo el pueblo. Se ha dicho que una banda de asaltantes comenzó a rondar por las afueras de este territorio y como la heroína de Akita, tengo muchas responsabilidades que atender. Lo sé, es un título genial pero que quede claro, no es algo para vanagloriarme de mi gran fuerza, sino para apoyar a todas aquellas personas que lo necesiten. Soy la protectora de este pueblo y sus alrededores. ¡La justiciera de Akita está lista para retomar sus labores!
¿Uh? ¿Qué cómo puedo estar tan animada después de verme tan deprimida al final del capítulo anterior? Um, um, um. No voy a mentirles, fueron días muy difíciles desde entonces. Quiero decir, ¡estuve a punto de morir aplastada por un monstruo hecho de piedra! Soy una chica que ha pasado los últimos cinco años de su vida recluida en su habitación; una experiencia cercana a la muerte me iba a afectar demasiado, es obvio. De hecho, aún tengo algo de miedo a lo que pueda ocurrirme en este mundo. No debo tener muchos conocimientos de Tibitha para estar segura de que habrá monstruos peores a los petravitas esperándome en el desierto. Es también casi seguro que en algún momento tendré que enfrentarme a esos seres y el solo imaginarlos me produce pánico. ¡Tanto que mis piernas tiemblan apenas lo pienso! Estar atrapada en un mundo de fantasía vuelve infinitas todas las posibilidades. Quizá en el futuro encontraré un tigre gigante que destroza arboles de un zarpazo, o una tortuga voladora que escupe fuego, ¡incluso podría encontrarme con una planta mutante llena de tentáculos que…! Am, mejor olvidemos eso. Espero no encontrar nada con tentáculos en este mundo.
¿En que estaba? Ah, sí, mi depresión después de la batalla contra ese gigante. Verán, pasé muchos días encerrada en mi casa, sin salir de la cama y abrazada a mis recientemente adoptadas mascotas. Incluso creo que notaron algo extraño en mí, porque no paraban de mirarme y ocasionalmente llegaban a restregárseme cada vez que podían hacerlo. Era algo lindo, me gustaba mucho sentir su pelaje cálido sobre mi piel, aunque me hicieran estornudar un par de veces; pero no bastaba para animarme tanto como me hubiese gustado. Sí, recibí el primer golpe de realidad y no fue lindo. Para nada. El terminar aquella noche llorando de rodillas ante mi amiga, me hizo ver la fragilidad de la vida y lo peligroso que es este mundo. ¡Los protagonistas de los isekai la tienen muy fácil! Lo reciben todo de una manera sencilla. Para todos esos personajes, basta con extender la mano y el mundo comenzará a darles lo que necesitan.
Bueno, tal vez estoy exagerando. No todos tienen una vida fácil, ¡pero siempre encuentran la manera de superar los obstáculos! En un principio me dejé llevar por la emoción y creí que vivir en un mundo como este sería divertido. Hasta cierto punto lo es, estoy rodeada de gente buena y las maravillas de esta realidad no paran, pero no todo es alegría. Un error, una mala decisión, un monstruo sanguinario, todo eso y más puede costarme muy caro. A fin de cuentas, estoy en un entorno hostil al que debo acostumbrarme y dominar. ¡Eso es! Sí pienso sobrevivir en este mundo, no puedo ser la Ai hikikomori de la Tierra. Debo afrontarme a cualquier adversidad que se presente, debo plantarle cara a cualquier enemigo que se acerque. Es mi deber como guardiana de Akita; tengo que hacerlo por la reputación de mi otra yo y, en especial, por mí. Solo de esa manera lograré crecer como persona.
Por su puesto que antes de llegar a este momento tan admirable de superación personal, tuve que pasar poco más de una semana recluida en casa. Como ya les dije, apenas y salía de mi cama para cubrir las necesidades más vitales. Tenía miedo de toparme con otro de esos monstruos de roca o algo peor. Nunca, en toda mi vida, había experimentado una sensación de peligro tan grande como la de aquella noche; aun antes de volverme una reclusa social, lo más peligroso que había experimentado fue andar en bicicleta por una calle empedrada. Se siente muy feo. Tan solo en un abrir y cerrar de ojos, todo eso cambió ¡y casi muero aplastada por un golem de roca! La vida siempre tiene giros impresionantes, pero esto fue una exageración. Mi primer acercamiento con un monstruo de este mundo fue una experiencia cercana a la muerte. ¡Eso no es justo!
Durante toda la semana pasada me negué a tener contacto alguno con el mundo; estaba aterrada por lo que pudiese encontrar allá afuera. Recordaba esos momentos de pelea contra el petravita y solo podía sentir un nudo en la garganta que me dolía con fuerza. Quería llorar y gritar sin control, quería salir corriendo lo más lejos posible y, sobre todo, mis deseos por evitar cualquier contacto humano se hicieron más fuertes que nunca. Ni siquiera cuando vivía en la Tierra me sentí así. Claro, no hay punto de comparación, los peligros entre ambos mundos son por completo diferentes; allá no hay gigantes de piedra que quieran aplastarte la cabeza. Mis temores eran otros, pero la aparente solución que encontré fue la misma: apartarme de todo. De permanecer encerrada en mi casa, nada podría lastimarme, los peligros se mantendrían lejos de mí.
Esa semana me dio mucho tiempo para reflexionar sobre el destino que había tomado mi vida, uno que yo misma me impuse motivada por mis propios temores. Cuando me alejé de toda convivencia humana, lo hice por miedo a la sociedad. Todos esperan que seas alguien activo en el mundo que te rodea, tienes la presión de encajar en una sociedad amoldada de cierta manera que, de alejarte un poco de los estándares, te verán como un ser indeseable y extraño, algo ajeno al resto del mundo. Debes producir algo util al mundo, pero no lo que tú quieras ni cómo quieras hacerlo, sino de la manera que todos te dicen. Yo nunca me sentí muy cómoda con las personas que me rodeaban, salvo en muy contadas ocasiones. No puedo recordar cuando comenzó esta molestia, pero sí tengo presente el momento en que decidí apartarme de todo el mundo: fue cuando decidí iniciar mi camino como youtuber virtual. No quería hacer nada convencional, ni trabajar en una oficina o una tienda; quería producir entretenimiento para las personas, aunque a mi manera. Por supuesto, esto no es cosa sencilla de explicar, siempre está la posibilidad de experimentar el rechazo hasta de personas que no creías capaces de darte la espalda. Quise evitar todas esas molestias, tenía miedo a recibir malos comentarios por parte de mi familia, de mis conocidos y, en sí, de toda la sociedad. Y aun cuando he logrado el éxito, el temor sigue presente. No solo me aislé, también permanezco en el anonimato, pues nadie sabe quién es la persona que se esconde detrás de ese avatar. La Ai que se ve en pantalla, esa chica escandalosa y siempre animada, no es la verdadera Ai, es la persona que quisiera ser y nunca me atreví.
Cuando desperté en este mundo, además de la sorpresa que pasé, lo sentí como una bendición. Aquí podía comenzar de nuevo, aunque tomé el lugar de mi otra yo, no hacía falta esconderme. ¡Podía ser como en verdad quería! Los habitantes de Akita, tal vez los de otras ciudades, estaban acostumbrados a otra versión de mi persona, la aceptaban y admiraban por mostrarse tal como ella era. Muy pronto aprendí que las cosas no eran tan sencillas como parecían. Tenía el afecto y respeto de toda la ciudad, además de una habilidad de combate única y la fuerza suficiente para enfrentarme a los peligros que me rodean, ¡básicamente desperté para volver realidad la fantasía de cualquier otaku moderno! Sin embargo, las cosas no son tan sencillas como en las novelas. Mi otra yo trabajó muy duro para proteger este pueblo. La admiro por lograr una labor tan grande. En cambio, yo solo repetí lo mismo que hice en la Tierra. Eso no era justo para nadie, ni para mis nuevos vecinos, ni para mi otra yo.
Ah, por cierto, el señor Fuji y Luna-chan me ayudaron mucho durante esos días. Me agrada el señor Fuji, es como un abuelito para todos en el pueblo. Siempre está atento a las necesidades de todos; da igual si buscas una caja de clavos, una fruta para merendar o un consejo para cuidar tus plantas, él está presente en todo momento para darte la mano. Después del incidente con el petravita, el señor Fuji fue el primero en atenderme. Se acercó a mí con una canasta de buen tamaño, llena de vendajes y muchos frascos con líquidos de colores. Todo el camino hasta casa me preguntó si estaba lastimada, si sentía dolor en alguna parte del cuerpo o solo necesitaba algo para recuperarme del susto. Sé que lo hizo con las mejores intenciones, pero tanta atención terminó por aturdirme más de lo que ya estaba. De todas formas, se lo agradezco. Creo que nadie se había preocupado por mí de tal manera, ni siquiera mis padres.
Después de esa noche, el señor Fuji comenzó a visitarme todos los días. Se presentaba en mi casa durante la mañana y me dejaba el desayuno en la puerta. Como sería una falta de respeto ignorar su bondad, siempre me comí todo lo que dejaba para mí, excepto la popular pasta negra. Tengo todos esos frascos escondidos en la cocina. ¡No hay manera de que pueda comer algo como eso!
Volviendo al tema; el señor Fuji no solo me llevaba comida en las mañanas, volvía a visitarme durante las noches y dejaba un par de panecillos y leche para que comiera. Cómo no quería ser grosera, también acepté su bondadoso gesto mientras me reprochaba por dentro todas las molestias que le estuve causando. Pero no se limitó a llevarme comida dos veces al día durante una semana; en cada una de sus visitas se quedaba junto a la puerta por varios minutos. Me preguntaba cómo me sentía, si no me dolían los golpes que recibí durante la pelea y, antes de despedirse, me preguntaba por cualquier cosa que necesitara, ya fuera algo que pudiese comprar en la tienda o si quería decirle algo. Nunca le dije nada, las palabras simplemente no salían de mi boca.
Esta situación no me ayudaba mucho. Solo me sentía culpable por causarle tantas molestias a un hombre mayor que no tiene la culpa de mis inseguridades. Sabía que estaba obligada a terminar con esto, pues no era justo para nadie; el problema es que no podía hacerlo. Cada vez que abría la puerta, me daba mucho miedo de encontrarme de nuevo con algún peligro. Sé lo que deben estar pensando: "vaya heroína". No les culpo, yo también lo pensé. Sí esto fuera un anime, la actitud de la protagonista sería muy criticada por todos. Eso es justo lo que más miedo me da. Se supone que soy Ai, la poderosa guardiana de Akita y estaba encerrada en casa, muerta de miedo. Sin duda, todos comenzarían a hablar pestes de mí, me mirarían con desconfianza y se cuestionarían mi capacidad para protegerlos. Pero gracias al señor Fuji, me di cuenta de mi error.
—Señorita Ai, sé que puede oírme —me dijo una mañana—. Todos estamos preocupados por usted. La pelea contra ese petravita fue más peligrosa de lo que pensamos. Nunca se había visto a uno tan violento. Incluso los guardias estaban asombrados por tanta hostilidad.
Quería responderle, pero ¿qué decirle? La heroína del pueblo simplemente no podía confesarle que tenía miedo a salir de su casa después de lo ocurrido. Y ese es el problema, yo NO (sí, así en mayúsculas) soy esa Ai heroica y aguerrida que todos en Tibitha conocen. Solo soy una chica que tuvo la mala suerte de verse atrapada en este mundo, algo que le trajo muchas responsabilidades que cumplir y una reputación que mantener. Lo peor es que tampoco puedo decirle eso. ¿Cómo lo tomaría? Aunque en algunas novelas, su protagonista admite que proviene de otro mundo y todos lo toman bien. En ese momento pude intentarlo, pero la mente del señor Fuji fue más rápida que mis palabras.
—Tiene miedo, ¿verdad? —lo dijo al fin. No fue una burla ni un reclamo, sino un gesto cálido de comprensión. Ya sé que puede parecer extraño, que son cosas muy diferentes, pero me sentí abrazada por sus palabras. No tuve que decir una sola palabra, él pudo notarlo, aunque ni siquiera pudiera ver mi rostro—. Está bien sentir miedo, señorita Ai. Nos mantiene vivos y alertas hasta cierto punto, pero dejarnos controlar por este es peligroso para cualquiera. Nos ciega y nos impide seguir adelante. Simplemente, nos roba la vida poco a poco. Ah, pero ya lo superó una vez, podrá con esto de nuevo.
—¿De nuevo? —le pregunté. En ese momento no me importó demostrar la falta de conocimiento por la vida de mi otra yo. Me llamó la atención esa afirmación.
—Disculpe si mis palabras revivieron malos recuerdos…
—No… no se preocupe.
No quise ser grosera, pero desde ese momento ya no pude seguir la conversación del señor Fuji. Comprendo que su única intención era animarme y en cierta parte lo hizo, por otro lado, sus mismas palabras me hicieron pensar en otra cosa muy distinta. Hasta ahora no me había fijado en un detalle muy importante; estaba tan centrada en mi temor a ser aplastada por un monstruo de roca que no me di cuenta antes de la reacción del pueblo ante mi comportamiento. No había reclamos ni burlas, ni un solo comentario negativo llegó a mis oídos durante ese tiempo. Todo lo que me decía el señor Fuji era que la gente estaba preocupada por mí, le preguntaban si no estaba herida o algo similar. Entonces recordé que alguien mencionó algo sobre un incidente de hace muchos años. ¿Mi otra yo pasó por algo similar antes? Tenía que descubrirlo por mí misma, pues no sería prudente preguntar a alguien por los detalles. Es algo que yo debería saber.
Ya era de noche. Me aseguré de que el señor Fuji no estuviera cerca y que las luces del pueblo estuvieran en su mayoría apagadas. Necesitaba el mayor silencio posible y las menores interrupciones para concentrarme. Cuando me cercioré de que el ambiente era el adecuado, inicié mi plan: contactar con la otra Ai.
No sabía si aquello iba a funcionar. Tampoco tenía idea de cómo hacerlo, pero ya estaba decidida. Sí puedo escuchar su voz, puedo hacer más que eso sin duda alguna, solo es cuestión de enfocarme en ello. Menos mal que vi varios videos de meditación durante mi vida en la Tierra y jugué varias veces el Wii Fit. Cerré mis ojos y comencé a respirar despacio, tomando la mayor cantidad de aire posible a cada inhalación. No voy a mentirles, es difícil hacer esto, especialmente cuando tienes una mente tan inquieta como la mía. Me costó mucho encontrar la manera adecuada de respirar y me fue aún más complicado aclarar mis pensamientos. Cuando por fin lograba alejar cualquier idea extraña de mi cabeza, otra comenzaba a surgir acompañada de muchas dudas. ¿Lo hacía de la manera correcta? ¿En verdad funcionaría? Sí… Ser tan insegura en esos momentos no es lo mejor.
Al final, después de mucho tiempo intentando e intentando, logré escuchar la voz de la otra Ai, pero no era muy clara. ¡Hola! Ai de la Tierra llamando a la Ai de Tibitha, responda, responda. Si puedes oírme, agradecería mucho que me sacaras de algunas dudas. ¿Hola? Pero por más que intenté, no obtuve gran cosa. Podía escucharle, aunque no entendía una sola palabra. Su voz era demasiado baja, parecían murmullos y por más que intenté concentrarme, las cosas no cambiaron. Solo pude rescatar una palabra entre todos los susurros: petravita. No fue mi miedo, en verdad la otra Ai dijo eso. ¿Será que compartimos un temor ante esos monstruos?
Quise probar suerte por más tiempo, aunque eso significó repetir toda la meditación hasta volver a escuchar la voz de la otra yo. ¡Fue muy difícil, me tomó como dos horas! Aunque admito que en más de una ocasión me fui a la cocina a comer algo y pisikas querían jugar conmigo, algo que no podía ignorar. Pero lo importante de todo esto es que fui capaz de tener contacto con la otra yo, o con uno de sus recuerdos, para ser más exacta. Ahora, ¿cómo puedo describir lo que vi? Eran unas imágenes, pero muy borrosas. Apenas y podía distinguir las figuras que me rodeaban. En su mayoría solo eran siluetas humanas corriendo a mi alrededor, como si huyeran de algo. ¡Eso era! Logré ver uno de los recuerdos de la otra Ai. Esta visión era acompañada por unos ruidos incomprensibles que solo puedo llamar gritos y eran unos de terror absoluto.
Las personas no paraban de correr y yo (es decir, la otra yo) era la única que iba en la dirección contraria. Apenas se distinguía el lugar en el que estaba, pero puedo asegurar que era el pueblo de Akita. Entonces lo vi ante mis ojos. Era un petravita enorme, aún más grande que aquel contra el cual me enfrenté hacía unos días y, por alguna razón, mucho más temible; su cuerpo estaba compuesto por rocas afiladas, todas negras como el carbón y parecía tener una expresión de furia en su rostro. Entonces lo sentí. Un miedo enorme me sacudió por completo. Sí, sí, sabía que aquello era un recuerdo incapaz de hacerme daño, ¡pero no podía evitarlo! Podía sentirlo todo, el temor, el corazón acelerado, mis brazos y piernas helados. Me giré. Había una niña escondida debajo de una carreta. Corrí a su lado, hice la carreta a un lado y le dije que huyera tan rápido como pudiera. Pero ella no respondió, solo miró sobre mi hombro y gritó. Me di la vuelta para ver como el puño de aquel monstruo cayó sobre mí, terminando con la visión y mi meditación. En ese instante di un salto y abrí mis ojos; me costaba respirar, el corazón golpeaba tan fuerte mi pecho que sentí un dolor intenso. Pero, sobre todo, lo peor fue sentir un nudo en la garganta y una lagrima sobre mi mejilla. Desde esa noche, ya no he escuchado la voz de mi otra yo.
De esta experiencia me quedaron muy claras dos cosas: uno, ni la Ai de Tibitha ni yo estamos en buenos términos con los monstruos de roca; esos gigantones podrían ser considerados nuestros grandes enemigos. ¿Y cómo no lo serán? ¡Casi nos aplastan a ambas! Sabía que no era la única que la estaba pasando fatal durante el enfrentamiento contra el petravita, la otra yo también estaba sufriendo a su manera. No tengo muy claro que ocurrió aquella noche, sin embargo, fue un suceso que dejó marca en la otra Ai. Y dos, no estoy sola. Bueno, esto era casi obvio, pero necesitaba unas cuantas pistas más. Entonces, ¿podría decirse que solo mi conciencia se ha transportado de un mundo a otro? No es que apareciera en Tibitha, esto parece más una posesión. ¡Momento! ¿Entonces soy un fantasma? ¿Me morí en la Tierra? Ah... demasiadas cuestiones que no puedo ni quiero reflexionar. Debo parar, es posible que no me guste lo que estoy por descubrir y me niego a seguir sin una voz guía. Quisiera tener contacto de nuevo con la otra Ai, pero no he logrado nada. Supongo que hice resurgir un viejo trauma y no parece que existan psicólogos en estas tierras. Todo lo que desencadenó la visita del señor Fuji. Al menos me brindó su apoyo en un momento complicado.
¡Ah! Pero Luna-chan también (creo) fue de mucha ayuda para superar esto, aunque me hubiese gustado que se comportara de una manera más delicada. Ella siempre esperó a que el señor Fuji se fuera de mi casa para acercarse. ¿Por qué? Bueno, porque Luna-chan hace las cosas a su manera y no siempre les agradan a las personas a su alrededor. Llamaba a mi puerta con fuerza y gritaba mi nombre sin parar hasta el cansancio, incluso hacía la voz más estridente con el fin de fastidiarme. En la Tierra solía funcionarle ese truco. A veces solo hacía eso, en otras ocasiones me invitaba a salir para comer o a dar una vuelta por el pueblo. Decía que necesitaba despejarme y tenía mucha razón en eso, pero no quería hacerlo. En esos días estaba más centrada en mí misma, en tomar las fuerzas necesarias para dejar atrás todos esos temores y por fin salir de casa. El señor Fuji dijo una gran verdad: el miedo puede robarte la vida. Ya había pasado por eso una vez en mi mundo cuando comencé con la idea de ser una vtuber, afrontar el miedo al rechazo del público fue lo mejor que pude hacer ¡y miren a donde me ha llevado! Básicamente soy una marca y se inició un fenómeno internacional. No miento, ahora hay vtubers para todos los gustos, públicos y hasta idiomas. Ay, me desvié mucho del tema.
¿De que hablaba? ¡Cierto! Decidí que ya había pasado mucho tiempo encerrada en casa y era hora de afrontar al mundo. No podía permitir que mis temores (y los de mi otra yo) me privaran de seguir avanzando. Desde que desperté en este mundo, me hice a la idea de que estaría lleno de peligros, me dije a mi misma que no iba a detenerme en esta nueva oportunidad que recibí para vivir y, lo más importante, no encontraría la manera de volver a mi mundo encerrada en estas paredes. Porque ningún anciano sabio ni una princesa de un reino importante vendrán a mí. ¡Tengo que salir a buscarlos yo misma!
Ahora, me gustaría decir que salí de casa por mi propia voluntad. Así lo tenía pensado, pero no contemplé que, después de una semana y justo cuando ya me estaba preparando para dar el gran paso en esta aventura, Luna-chan actuó como solo ella podría. De nuevo, comprendo que sus motivos son los mejores, lo hizo porque somos amigas y sin mi compañía se aburre mucho; sin embargo, sus planes podrían ser más sutiles. Aún estaba en mi habitación, terminando de cambiarme de ropa cuando un escándalo me alarmó.
—¡Ya tuve suficiente con esto, Ai! —gritó Luna-chan tan fuerte que su voz atravesó toda la casa—. ¡Saldrás de ahí quieras o no!
—¡Señorita Kaguya, espere! —le suplicó el señor Fuji. Eso me alarmó.
Traté de actuar lo más rápido posible. De inmediato corrí hacia la entrada de mi casa, pero fue demasiado tarde. Apenas llegué a la sala cuando la estruendosa caída de la puerta me hizo saltar del susto (y me aturdió un poco). Luna-chan improvisó un ariete con un tronco que a saber de donde consiguió y derribó la puerta para obligarme a salir. De no ser porque en Japón eso es ilegal, la Luna-chan de la Tierra habría hecho eso mismo hace mucho tiempo.
—¡Ai! ¡No puedes seguir encerrada aquí! Debes... debes... ¿Ai?
Aunque comenzó hablando a gritos, su voz poco a poco se fue apagando al caer en cuenta del desastre que acababa de provocar en mi casa. Esa expresión suya de seguridad se transformó en una de arrepentimiento al verme a mitad de la sala, ya lista para salir a la calle para retomar mis labores como la guardiana de Akita. Detrás de ella, con una cara aún más asustada, estaba el señor Fuji que no podía creer lo que acaba de ver. ¿Será por lo que acababa de hacer Luna-chan o por mí? Quizá fueron ambas cosas. Ella dejó en el suelo el tronco y era incapaz de hablarme. Yo, por mi parte, ya recuperada del susto y el aturdimiento, comencé a molestarme. ¡Esta casa es mía! Bueno, de la otra Ai, pero por ahora yo estoy viviendo aquí, lo que me vuelve responsable de lo que ocurra. Además, derribar la puerta de tu mejor amiga está mal, ¡muy mal! Me sentí más que molesta ante ese actuar tan imprudente y creo que era bastante obvio para todos.
—Luna —le dije—. No era necesario hacer eso...
—¡Lo siento, Ai! ¡Lo siento! —respondió ella de inmediato—. ¡Te prometo que la repararé ahora mismo!
Sin decir nada más, Luna-chan salió corriendo de mi casa. A veces puedo ser muy expresiva y, aunque no estoy segura de cómo me veo cuando estoy enojada, ha bastado para hacer reaccionar de esa manera a algunas personas. Desde niña me pasaba con algunos compañeros, con familiares y, en los últimos años, hasta con mis ayudantes del canal (y eso que solo trabajamos mediante videollamadas). No era mi intención asustarla, pero si terminé muy molesta por su comportamiento. Suspiré, no tenía sentido seguir molesta ahora que estaba a solas con el señor Fuji. Lo miré y me di cuenta de algo muy importante. Puede ser que, hace unos segundos, Luna-chan me viera como una amenaza creciente para su vida, un ser lleno de rencor que clamaba justicia o que al menos repararan su puerta; sin embargo, para el señor Fuji, escuchar mi voz ya parecía la mejor noticia que pudo recibir durante aquella mañana.
—Buenos días, señorita Ai —me saludó con una gran sonrisa.
—¡Buenos días, señor Fuji! —y yo le respondí con toda la alegría que pude. Por alguna razón, todo a mi alrededor parecía brillar.
Guantes, listos. Mis botas están bien ajustadas, tengo mi mochila llena con algunas provisiones y agua, le he dado de comer a mis mascotas y, lo más importante, acomodé mi moño para que no se desprenda de mi cabello sin importar lo que haga. ¡Este será un día lleno de trabajo duro! ¡Yey! Creo que nunca en mi vida había realizado tanto esfuerzo físico, a excepción de las capturas de baile para mi modelo 3D. Aquí las cosas son muy diferentes, todo requiere trabajo a mano y mucha fuerza para algunas labores. En los últimos días ayudé a reconstruir un par de techos y algunas de paredes dañadas, aunque en su mayoría solo cargaba los materiales. Era de esperarse, soy la única en todo el pueblo que podría hacer algo como eso. Pero hoy tengo una agenda un poco distinta. ¡Bien! Primera parada, la casa del señor Fuji. ¡Adelante!
Ah, es un día prefecto. El sol brilla con gentileza a pesar de encontrarnos a mitad del desierto; hace calor, pero no es abrumador, y una brisa sopla suavemente por las calles. No es que sea fresca ni nada por el estilo, de hecho, se siente un poco cálida, aunque soportable y lo mejor de todo es que no arrastra arena de las dunas. Oh, ahí están unos vecinos. Los saludo con entusiasmo y ellos responden igual. ¡Toda la gente en este pueblo es muy amable! De no ser por los monstruos, me gustaría quedarme a vivir aquí para siempre. Ni siquiera extraño el internet, la televisión y los videojuegos... bueno, estos últimos quizá un poco. Lo único malo es que aquí no existen las más grandes inspiraciones de mi vida: ¡No tienen a la gran Miku Hatsune ni a las idols escolares de Love Live! En específico a Nico-chan. Ambas son lo que más extraño de mi vida en la Tierra. ¿Ah? ¡Hola vecinos! No, no pasa nada, solo recordaba cosas de mi pasado, antes de tomar el lugar de la Ai que ustedes conocieron. Debo tener cuidado con mis expresiones, no quisiera preocupar a nadie.
Ese aroma, ¡ese aroma tan dulce! Ya sé lo que es. Me acerco corriendo a uno de los pequeños huertos, donde un par de chicos están recolectando el gran tesoro de este pueblo. Estoy hablando de ¡las deliciosas bayas del desierto! A simple vista pueden compararse con una fresa, pero tienen dos grandes diferencias: son mucho más grandes y en vez de rojas, son moradas. Se sienten más firmes y secas (aunque solo un poco) pero con un sabor dulce más marcado. Se han vuelto mi fruta favorita en este mundo (aunque tampoco es que probara tantas desde mi llegada) y este es uno de los pocos lugares donde crecen. Por eso es importante que la mayoría de los vecinos las cultiven y tengan listas para la caravana de mercaderes. Espero conseguir unas cuantas antes de su llegada. ¡Es cierto! El señor Fuji dijo que me guardaría unas cuantas para hoy.
Con esta promesa en mente, retomo mi camino. Es increíble lo que podemos hacer por un poco de comida, ¿no? Especialmente cuando es algo que nos gusta. Por esa pequeña recompensa, estoy dispuesta a trabajar todo el día si hace falta. ¿Exagerado? Si ustedes probaran esto créanme que hablarían de la misma manera. Basta de hablar de frutas, el antojo terminará por ganar y con las calles llenas de tentaciones me será imposible evitar el robo de unas cuantas frutas. Mejor hablemos de la segunda actividad que se desarrolla hoy en el pueblo: la minería. ¿Se le puede llamar así? La verdad es que no estoy muy segura. Nadie entró a una mina ni se ha excavado; lo que hacen algunos vecinos es tomar los restos del petravita que derroté hace unas semanas y romperlos en fragmentos más pequeños. ¿Por qué? Tampoco estoy segura, pero si debo adivinar, diría que esas rocas son un material importante. Es lógico, ¿no? De no ser así, no tendría sentido tomarse tanta molestia por picar esas rocas ni empacarlas en cajas.
Ya casi llego a la casa del señor Fuji y no, no he sacado de mi mente la canasta de bayas del desierto que me prometió. ¿Y sí son más? ¡Tal vez sea toda una caja! Nunca creí emocionarme tanto por unas bayas, pero si pudieran probarlas comprenderían porqué me puse de tan buen humor. Ahí está Luna-chan y... ¿unos soldados con el señor Fuji? Tal vez estoy mirando mal. Me froto los ojos (como si eso funcionara para algo) y ahí siguen esos hombres con armadura. Son dos uniformados los que platican con el señor Fuji y, a juzgar por la cara de seriedad que tiene, parece algo muy importante.
—Luna-chan, ¿qué hacen esos hombres con el señor Fuji? —le pregunto apenas me acerco.
—Sí, buenos días. Amanecí bien, gracias por preguntar —me reclama de una manera muy sutil. Perdóname por mis malos modales, pero la escena me impactó más. Luna me mira con severidad, pero de inmediato relaja su expresión—. No lo sé, cuando llegué esos tipos ya estaban ahí. Lo extraño es que no son de nuestros hombres. Llegaron esta mañana desde el campamento de Ozen.
—Ya veo... —no tengo idea de quien es Ozen. ¿O se refiere a un lugar?
—Siempre vienen con nosotras, ¿qué buscaran con el señor Fuji?
—No lo sé. Ya le preguntaremos después.
Los soldados permanecen parados frente a la casa del señor Fuji y no dan la impresión de querer irse. Me gustaría acercarme para escuchar de que hablan, pero existen dos inconvenientes: no hay manera de ser discreta y tampoco es respetuoso espiar a la gente, menos cuando se trata de soldados. ¡Eso podría terminar muy mal! Lo sé porque así suele ocurrir en las películas. Tras unos minutos más, el par de uniformados se despide y caminan directo a la calle principal sin prestarle atención a nadie más. Claramente estos dos son unos hombres muy sospechosos. Al verlos partir, Luna-chan y yo nos acercamos a la casa del señor Fuji. Alcanzo a ver que tiene una carta en sus manos, misma que guarda apenas nota nuestra cercanía. En el acto cambia su expresión de seriedad a su habitual cara de abuelito feliz y atento.
—Señoritas, buenos días —nos saluda con su habitual voz amable, como si nada hubiera pasado con esos soldados. Bien, no quiero sonar muy interesada ni levantar algún tipo de sospecha, así que tocaré el tema de una manera sutil…
—¿Qué hacían los hombres de Ozen con usted? —le pregunta Luna sin el menor tacto. Yo pensando en la manera más adecuada para comenzar la conversación y ella lo hace de esta manera tan brusca. Muy propia de ella.
—Oh, esos dos. No es nada de qué preocuparse —nos respondió restando importancia al asunto. Se da la vuelta y con su mano nos invita a pasar—. Al parecer hay unos problemas en las Ruinas de Kido y necesitan a un guía.
—¿No se supone que ellos tienen a sus expertos?
—Luna-chan, no seas tan agresiva —le digo.
—Tranquilas, no pasa nada. Es verdad que ellos tienen a sus propios expertos, pero nunca está de más recibir la ayuda de un lugareño —termina de decirnos con una risa antes de entrar a su casa—. Pasen, pasen, tenemos muchas cajas que preparar.
—Ya vamos, señor —le respondo con ánimo, aunque no deja de intrigarme su actitud.
—Aquí hay algo raro —me murmura Luna-chan—. Ozen siempre nos hacía a un lado, pero a él le llama para una expedición.
—¿Cuál crees que sea el motivo?
—Ni idea.
Luna-chan da un suspiro y sin decirme nada más, entra a la casa del señor Fuji. ¿Debería estar preocupada por esto? No sé qué peligros existan en las ruinas esas, pero un viejito no debería arriesgarse a ir, hay monstruos y demás cosas peligrosas. Por otro lado, si le llaman a él, debe ser por algo importante que requiere su atención. ¿Entonces el señor Fuji es más importante de lo que creí? ¡Oh, bueno! No pensaré mucho en eso, no necesito estas preocupaciones por ahora. ¡Vamos por esas bayas del desierto!
