47. Amanecer

Al día siguiente por la mañana, dudó si ir o no a la cita de Nagato. Durante horas, miró su reloj indecisa, sin saber qué hacer, pero al final decidió que no. Si iba, aquel animal acabaría violándola.

A las once y media le sonó el móvil. Al ver el número e intuir quién era, se alejó para que nadie la oyera y siseó:

—¿Qué quieres, maldita sea?

—Si me hablas así, ahora mismo le mando a tu novio la fotito que Yahico nos hizo ayer encima de tu bonito coche. Le encantará ver cómo tenía las manos dentro de tus pantalones.

Sakura se mordió la lengua y, cuando fue a decir algo, Nagato soltó:

—Tú lo has querido, pelirosa. No has acudido a nuestra cita, así que ahora atente a las consecuencias.

En cuanto el teléfono se quedó mudo, Sakura se asustó. Rápidamente lo llamó. Iría a donde él quisiera, pero no se lo cogió. Eso la dejó angustiada.

Por la tarde, le pidió a Itachi que fuera con ella a buscar a los niños al colegio. Él la notó nerviosa y cuando le preguntó, ella le quitó importancia al asunto diciendo que estaba preocupada por Ayamé. Esa tarde quería hablar con ella.

Itachi no volvió a preguntar y regresaron a casa, pues él tenía que trabajar.

Una vez en su estudio, le sonó el teléfono. Era su amigo Jake.

—¿Qué pasa, tío? —lo saludó encantado.

—Mejor digamos qué pasa contigo —rio el otro—. Desde que te has echado novia ya no sales con los amigos.

Él soltó una carcajada. Jake tenía razón y, mirando la foto de Sakura que tenía sobre la mesa, respondió:

—Tienes razón. Pero ya quedaremos. Prometo llamarte la semana que viene y salimos un día, ¿te parece?

—Te tomo la palabra, colega.

Tras hablar durante un rato de cosas diversas, Jake le preguntó:

—Tu novia es pelirosa, ¿verdad?

—Sí. —Itachi sonrió—. Una pelirosa preciosa.

Jake, cogió unos papeles que tenía desde el día anterior y siguió preguntando:

—¿Se llama Sakura Haruno y conduce un Volkswagen Escarabajo rojo?

—Sí, ¿por qué?

Jake se incorporó en la silla y, acercándose más el teléfono a la boca, bajó la voz y dijo:

—Tío, no sé cómo decirte esto.

—Joder, Jake, ¿qué pasa? —preguntó Itachi molesto.

Sin dar más rodeos, su amigo respondió:

—Dos de mis agentes la cazaron ayer por sobrepasar el límite de velocidad. Cuando recibí el aviso y vi tu nombre en los papeles del seguro, les pedí que no la arrestaran, pero...

—Mándame las multas, yo las pagaré —lo cortó Itachi sonriendo—. Seguro que tenía prisa.

—Sí, prisa tendría, tío, pero no se puede conducir a cien y ciento veinte kilómetros en tramos de sesenta y ...

—¡¿Cómo dices?!

Jake soltó una carcajada.

—Lo que oyes, amigo. Tu chica se excedió en varios tramos de la carretera de California ayer por la mañana y ...

—¿Ayer por la mañana?

—Sí —dijo el otro, mirando los papeles—. Concretamente a las once y diez. Y cuando mis agentes llegaron a donde estaba parada, dicen que la vieron con dos tipos de pinta poco recomendable, en una actitud algo rara.

—¿Qué tipos y qué actitud? —masculló furioso.

—Acabo de hablar con mis hombres sobre ello. Dicen que ella tenía sangre en la boca y que se la veía alterada. Y aunque les dijo que uno de aquellos tipos era su novio, mis chicos no se lo creyeron, por eso te he llamado, principalmente.

Atónito por lo que estaba oyendo, dejó el bolígrafo que tenía en la mano sobre la mesa y, sin ganas de seguir hablando con Jake, dijo:

—Ahora mismo voy a hablar con ella. Ya te llamaré.

Colgó el teléfono con manos temblorosas. ¿Qué estaba ocurriendo allí?

Ofuscado, salió del despacho y fue hacia el salón. Allí la encontraría. Al entrar la vio en el suelo, sentada con Lola y los niños. La observó y, dando un paso atrás, cerró la puerta. ¿Qué ocultaba Sakura?

Molesto, caminó hacia el garaje, encendió la luz y miró el Volkswagen rojo con detenimiento. Se fijó en que el parachoques estaba algo hundido y tenía un resto de pintura azulona.

Salió del garaje furioso y volvió al salón. Al entrar, Sakura lo miró y él, cogiéndola del brazo sin miramientos, le dijo a Lola:

—Da de cenar a los niños y acuéstalos.

No entendía qué ocurría, pero Sakura se dejó guiar en silencio hacia el garaje y, al llegar allí, señalando la parte trasera del vehículo, Itachi le espetó:

—Dime qué es eso.

Ella miró y vio el golpe en el parachoques y la pintura azulona.

—Supongo que al aparcar le daría a algún coche cuan...

—¡Mientes! —gritó él.

Sakura no entendía su enfado por algo tan nimio y se disponía a hablar, pero Itachi dijo:

—Hoy te he notado nerviosa, ¿qué me ocultas?

Ella no supo qué responder.

—¿Me puedes decir por qué ayer mentiste y dijiste que habías estado en el spa toda la mañana, cuando lo que realmente hiciste fue conducir como una loca por la carretera de California? ¿Y quiénes eran los tipos con los que te encontraron?

—Itachi ...

—¿Y qué es eso de decir que uno era tu novio?

Eso sí que la dejó de piedra. No esperaba que Itachi se enterara de aquello.

—¡¿Qué me ocultas?! —gritó. Y, mirándole el corte del labio partido, siseó—: Dime que esos desgraciados no te hicieron eso.

Acorralada, Sakura cerró los ojos. Lo peor que podía pasar ya había ocurrido.

Sin entender cómo se había enterado Itachi, murmuró:

—Nagato me ha encontrado.

Al oír ese nombre, él se quedó sin habla y ella prosiguió:

—Gracias a la prensa, a que mi cara sale en todas las revistas, a mi pelo rosa, me ha encontrado. Hace un tiempo fue a mi trabajo y ... y ... yo...

—¿Hace un tiempo? ¿Cuándo?

Sakura se apoyó en el coche e, intentando ordenar sus ideas, respondió:

—Tiene unas fotos mías de cuando estábamos juntos, practicando sexo, y me chantajeó. Me dijo que, si no le daba seis mil dólares, las enviaría a la prensa y así tú las verías al mismo tiempo que todo el mundo.

Anonadado, él no supo qué decir.

—Te juro, Itachi, que cuando apareció no supe qué hacer. Me asusté. Me bloqueé. Él me sugirió que te cogiera ese dinero a ti, pero no pude. No pude hacerlo y entonces llamé a Naori...

—Ella te dejó el dinero, ¿verdad? —Sakura asintió y él, enfadado, gritó—: ¡Perfecto, Sakura! Ese delincuente te chantajea, pone en peligro tu vida y la de los niños y tú, en vez de acudir a mí, al hombre que ha prometido cuidarte y protegerte, consigues ese dinero y se lo entregas. ¡Genial!

—Itachi, me asusté —dijo, acercándose a él—. No quería que entregara esas fotos a la prensa. No quería que tú vieras algo que...

—Mira, Sakura, todos tenemos un pasado. Tú, yo, ¡todos! Y aunque esas malditas fotos me hubieran enfadado, ten por seguro que saber que no acudiste a mí me enfada aún más. —Nervioso, caminó por el garaje y explotó—: Pero ¿cómo no me lo dijiste? ¿De verdad creías que pagándole a ese imbécil ibas a solucionar el problema?

—Lo siento, Itachi ... yo...

Sin querer escucharla, andaba arriba y abajo como un león enjaulado y de repente, al recordar algo, preguntó:

—¿El golpe con Harry también se lo debes a ese maleante?

Sakura asintió y, furioso, Itachi dio un puñetazo al vehículo. Se tocó la mano dolorido y cuando Sakura fue a auxiliarle, la retiró gritando:

—¡¿Cuántas... cuántas veces más has estado en peligro y me lo has ocultado?! —Y enloquecido, voceó—: Has puesto tu vida y la de los niños en peligro, por no hablar conmigo, por no contármelo, por ocultármelo, ¿no te das cuenta? —Con las lágrimas corriéndole por las mejillas, ella asintió e Itachi siseó—: Cuéntame lo que ocurrió ayer. ¡Cuéntamelo!

—Sa... salí de la reunión del colegio y Nagato estaba esperándome apoyado en el coche.

—Joder... joderrrrr, Sakura.

—Comenzó a preguntarme por los niños, por ti, por mí. Me asusté y, como pude, me monté en el coche para huir de él, pero me persiguió. No sabía adónde ir y aceleré. Él aceleró también y cuando fui consciente de lo mucho que me estaba alejando, salí por un desvío, pero este me llevó a una playa y tuve que parar.

Itachi la miró con la respiración entrecortada, a la espera de que continuara, y ella susurró:

—Bajé del coche, Nagato bajó del suyo y ... y ...

—¿Y qué?

Lo que iba a decir sabía que lo enfadaría aún más, pero consciente de que ya no quería ocultarle nada, dijo:

—Me arrinconó contra la puerta del coche y, cuando me resistí, me dio un bofetón. Después me besó. Dijo que mi conducción lo había excitado y otras cosas horribles, mientras un hombre que lo acompañaba se bajaba del coche y comenzaba a hacernos fotos con su móvil. —Itachi se llevó las manos a la cabeza—. Me apuntó con una pistola, metió la mano en mis pantalones y ...

—¡Lo mataré! —gritó Itachi, enloquecido—. Juro que lo mataré.

Secándose las lágrimas, Sakura lo agarró del brazo y dijo:

—No consiguió su propósito. La policía llegó a tiempo y Nagato tuvo que parar, pero me amenazó con enviarte las fotos a tu móvil si los delataba ante los policías. Por eso dije que era su novia. Y luego, cuando ya estaba en casa, me mandó un mensaje al móvil y ...

—¿Qué? —Sakura asintió e Itachi, reprimiendo las ganas que tenía de gritar, preguntó—: ¿Que decía ese mensaje?

—Quería verme esta mañana en el mismo sitio de ayer, pero yo... yo no he ido y hoy él me ha llamado y me ha dicho que me atenga a las consecuencias.

Itachi resopló, la miró con intensidad y, alargando la mano, dijo:

—Dame tu móvil.

Sakura se lo sacó del bolsillo trasero del pantalón y a continuación se lo entregó.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó.

Ofuscado, Itachi buscó en los mensajes el número de teléfono de Nagato y contestó mientras marcaba desde su móvil:

—Decirle a ese tipo que si se acerca a ti lo mataré.
»Soy Itachi Uchiha. Si te acercas a Sakura o a los niños, ten por seguro que te las vas a ver conmigo.

Una vez dijo eso, colgó el teléfono con la respiración agitada. La miró en silencio. Lo que le había contado lo hacía enloquecer. No solo había tratado de propasarse con ella, sino que también la había golpeado. La rabia se apoderó de él y gritó. Dio patadas a la rueda del vehículo para desfogarse y, cuando acabó, la agarró del brazo y apretándola contra su cuerpo, murmuró, mientras notaba cómo ella temblaba:

—Te dije que me ocuparía de vuestra seguridad y así será. Si algo te ocurre a ti o a los niños nunca me lo podría perdonar. —Ella sollozó al escucharlo y él prosiguió—: No vuelvas a ocultarme nada, por favor. Eres mi mujer, mi responsabilidad, y te juro por mi vida que cuando pille a ese desgraciado va a pagar por todo el daño que te ha hecho.

Esa noche, Sakura lloró durante horas abrazada a él, mientras Itachi le prometía una y otra vez que nadie le haría daño.