¡HOLA MIS BELLAS!

Siento la tardanza, (me he comido una semana) pero en serio os digo, que me ha costado horrores comenzar este capi.

Tenía claro cómo iba a ser, pero no encontraba forma de comenzar.

A parte, de que he tenido muy poquito tiempo esta semana... Tareas maternas y familiares, ineludibles.

MIL GRACIAS A TODAS POR VUESTROS COMENTARIOS. SON GENIALES Y ME HACEN SACAR TIEMPO DE DONDE SEA PARA SEGUIR ESCRIBIENDO. ME ALEGRO QUE OS ESTÉ GUSTANDO LA HISTORIA Y OS MANTENGA ENTRETENIDAS (ESE ES EL OBJETIVO).

* Por falta de tiempo, no os dejo los comentarios. Pero han sido ¡magníficos!

PERO COMO TODO LO BUENO SE ACABA, ESTE FIC, LLEGA A SU FIN.

2 O 3 CAPIS Y... ¡SE FINÍ!

Pero, luego seguiré con "LA PROTEGIDA", que se pondrá muy interesante.


CAPÍTULO 49


Tres días después, Bella y Edythe compartían coche con Edward en dirección a Forks, desde el aeropuerto de Seattle.

Bella se quedó sin argumento para rebatir el ir a solas en el coche, ante la petición de la niña, de pasar un rato los tres, juntos y solos. Lo que menos quería era darle a Edward la oportunidad de hablar, porque no sabía cómo se tomaría en esos momentos una charla con él.

Pero Edythe hizo de "carabina" hablando durante todo el viaje y permaneciendo despierta, por lo que Edward, no tuvo ninguna oportunidad de comenzar una conversación conmigo.

Desde que había despertado, tras su último cambio, Edward y Bella no habían hablado nada de lo sucedido. Edward se disculpó, de forma breve, casi atropelladamente y Bella se limitó a asentir.

Fin de la disculpa.

El vampiro querría haberle dicho muchas cosas, extender su disculpa, pero la semi humana, no le dio opción, y su hija tampoco ya que no se separaba del lado de su madre para nada, en modo superprotección.

Tras un largo rato de silencio, el cual estaba siendo asfixiante dentro del habitáculo del vehículo, Edward comenzó una liviana conversación con Edythe. Intentó incluir a Bella, pero esta se había girado, mirando por la ventanilla, abstraída.

Rememorando el momento en que despertó…

·

FLASHBACK:

Abrí los ojos, desorientada. No sabía donde estaba; no reconocía nada a mi alrededor. Pero mis sentidos estaban alerta; muy alerta. La vista, el oído, el olfato… Todo entraba en mi de una manera extraña.

Hasta que mi cerebro se percató de que algo faltaba a mi lado en la cama…

- ¡Edythe! - Exclamé. Fruncí el ceño, sorprendida con el sonido que salió de mi garganta. Era mi voz, pero al mismo tiempo, no lo era.

- Tranquila, está desayunando con todos abajo. - Me respondió Carlisle.

No necesité que concluyera la frase, porque reconocí su esencia a mi lado. - ¿Cómo te encuentras? - Podía distinguir un ligero toque de preocupación.

- ¿Qué… ha pasado? - Me llevé la mano a la garganta, ya que esa voz, le resultaba extraña a mis propios oidos.

Carlisle se sentó a mi lado; Al tenerlo tan cerca, pude observar la claridad con la que era capaz de ver ahora. Era una mejora sobre la mejora que me había otorgado Edythe al morderme. Su voz, era carismática, suave, e incluso hipnótica.

- El subidón de adrenalina que sufriste, hizo que tus pulsaciones se dispararan y de esa forma, activaran los restos de ponzoña en tu sistema. - Me explicó muy directo, pero su voz estaba bañada en suavidad. - En conclusión, has vuelto a sufrir otro cambio. - Carlisle me miró fijamente, analizando mi reacción. Pestañeé y arrugué el ceño.

- Y eso, quiere decir que… Ahora soy, ¿un poco más vampira? - Pregunté algo dubitativa. Él asintió muy solemne. Giré la cabeza, ocultando mi asombro y mi miedo de los ojos escrutadores de Carlisle. Suspiré y volví a encararlo - Y esto... ¿qué significa? - Lo miré directamente.

- Llegados a este punto, y observando tus nuevos cambios - sonrió y yo fruncí el ceño sin entender su gesto - creo que eres un poco más vampira que humana. - No pude evitar que de mi boca se escapara un más que audible jadeo. - Aunque no has hecho la transición completa, ya que tu corazón aun late. - Se apresuró a decir, ante mi cara de espanto.

Carlisle, como siempre prudente, me dejó tiempo de asimilación, sin apresurarme.

En ese minuto, máximo dos, de una cosa que fui consciente y que me llamó la atención sobre otras, era la calma que mantenía.

Notaba mi pulso más rítmico, pero no agitado, y mi respiración estaba acompasada. Nada en comparación a como debía estar reaccionando.

- No quiero que te ofendas… - lo miré con disculpa y él negó - Pero… esto - me señalé a mi misma - es como un - Aguanté el aire en mis pulmones, sin terminar la frase. Era como insultar a Carlisle, y no quería.

- ¿Un castigo divino? - Afirmó, más que preguntó. Sonrió, transmitiéndome tranquilidad. - No me ofendes, pero gracias por tu consideración. - Miró por un segundo a la nada y volvió a posar sus dulces ojos en mí. - Se puede ver de dos formas… Una, como un castigo, como tu dices y otra, como un regalo; el regalo de la vida eterna. En tu mano está el decidir como quieres asimilarlo. - Bajé la cabeza, sintiéndome un tanto sobrepasada - Bella, tu hija, en menos de dos años, será una vampira legítima… Es algo, inevitable. Y tu… - Alce la mirada, observándolo con los ojos entrecerrados - Creo que llegará el día, en que tendrás que hacer el cambio completo. - Soltó sin florituras, pero con la voz en un tono cuidadoso. Yo no pude más que abrir los ojos alarmada.

- Una vampira… ¿Completa? - Pregunté en un susurro, con la respiración entrecortada. Carlisle asintió.

- Creo que podrías volver a sufrir otro cambio - meditó - y… pudiera ser, incluso más doloroso que este último. - Solté todo el aire de mis pulmones y mi cara debía estar retorcida en una extraña mueca. Me tomó de la mano, mirándome de forma muy dulce. - No es necesario que lo decidas hoy - Alzó las cejas de forma casi divertida. Asentí, suspirando.

- Mi vejiga también funciona, porque necesito ir al lavabo. - Carlisle rió y yo incliné mis hombros.

Fue una manera simpática de concluir la conversación, por ahora.

·

- Atentos. - comentó Alice mirando hacía arriba, al piso superior donde estaba Bella. - Va a verse en el espejo, en… 4, 3, 2, 1… - Toda la familia estaba allí, haciendo compañía a Edythe mientras desayunaba y así, le daban espacio a Bella, para que hablara tranquila con Carlisle.

·

- ¡Dios mío! - Grité perpleja al ver mi reflejo en el espejo. - Pero… ¡Qué coño! - Me acerqué, sin tener la necesidad realmente, y me toqué… mi nueva cara. - Es… ¡una pasada! - Exclamé en una mezcla entre asustada y asombrada.

Giré mi rostro en todos los ángulos posibles, comprobando, revisando, reconociéndome. Era yo, por supuesto, pero parecía que hubiese pasado por un experto retoque de photoshop. A penas se me veían los poros, que siempre tuve marcados por mi tendencia a tener la piel grasa; las líneas de expresión que tenía en los bordes de los ojos, apenas eran imperceptibles, incluso una pequeña cicatriz que tenía en medio de la barbilla, había, prácticamente, desaparecido. Mis pómulos estaban algo más angulosos. Mis cejas estaban perfiladas y mis pestañas eran más largas y espesas…

Era difícil de explicar, pero era consciente de que mi rostro había cambiado; se había… embellecido.

Me senté, como en shock en la taza del inodoro, y al llevar un camisón, pude verme las piernas. Esas, no eran mis piernas, eran las extremidades de una deportista; de alguien que corre a diario, o se ejercita en un gimnasio. Torneadas, sin un gramo de grasa, y… sin un solo pelo. Eso me hizo hacer una mueca un tanto extraña, casi llegando a la guasa.

Fin Flashback

·

·

- Bella… - me llamó Edward, haciéndome salir de mis recuerdos. - Le decía a Edythe si le apetecería parar… - Me miró fijo durante dos segundos; sus pupilas bailaban nerviosas, no queriendo hacer un contacto tan directo conmigo.

- Claro - Me giré hacía nuestra hija. La cual me miró con gran cariño.

Estábamos a unos pocos kilómetros de llegar a Port Ángeles.

- ¿Aquí no es donde está ese restaurante italiano que tanto te gusta? - preguntó con total inocencia, y yo abrí los ojos con espanto y apreté la mandíbula con gran fuerza.

Desde que había despertado, me percaté de esa manía: Apretar la mandíbula cuando algo me enfadaba o me frustraba. Ahora podía comprender mejor cada reacción de Edward, y así, estar preparada cuando hubiera otro envite.

- Si. Aquí es. - Le respondí manteniéndome muy digna, y suponiendo lo que vendría tras mi respuesta.

- ¿Podemos parar a cenar aquí? - Su dulce vocecita infantil, me sonó un tanto forzada.

Otro dato del que estaba siendo consciente, era que tenía una niña muy inteligente, (eso ya lo sabía) y que tenía un don extremadamente poderoso (eso también lo sabía antes), pero todo junto, hacían que fuese manipuladora y jugara con todos.

Pero ahora yo estaba en condiciones de poder jugar con sus mismas reglas. Ya que nadie era consciente realmente de mis "mejoras".

Justo cuando iba a contestar que no, Edward se me adelantó:

- Claro… ¿Por qué no? Aunque yo no cenaré - le guiñó un ojo a través del espejo retrovisor y Edythe soltó una risita acampaniñada, haciendo a Edward derretirse. Yo no pude más que rodar los ojos.

- Me alegro de que sigas teniendo muchos de tus gestos humanos - Soltó él, dirigiéndose a mi, pero sin mirarme de frente. Yo, que si me había girado hacía él, asentí haciendo una mueca con los labios. - En un tiempo, dejaréis de tomar comida humana, - abrí los ojos atónita - me pareció buen momento para ir y que disfrutarais de un plato de pasta, por eso no te pregunté.

- Te refieres a que, Edythe - recalqué su nombre - dejará de comer. - Lo miré directamente, sabiendo que él estaba viéndome perfectamente a través de su vista periférica.

- Como digas… - Y ahí estaba el gesto: Apretando la mandíbula. Alcé una ceja, y me volví a girar hacía la ventanilla.

Edythe comenzó a hacer preguntas sobre Port Ángeles, que Edward respondía servicial, por lo que yo, me sumergí otra vez en mis recuerdos al despertar aquella mañana.

·

·

FLASHBACK2

Una vez duchada y vestida, bajé a la cocina. Estaba nerviosa, mucho. Pero de alguna manera, inexplicable, sentía un control sobre mi misma que no tenía hacía unas horas. Mis pulsaciones estaban aceleradas, pero mucho menos de lo que deberían y mi respiración, igual.

- Buenos días - saludé de forma completamente normal.

- Mamá - Edythe se bajó de la silla y vino corriendo hacía mí y me abrazó. - Estás preciosa. - Su mirada brillaba, maravillada.

- Gracias. - Le respondí dándole un cariñoso beso en la coronilla.

- Bella, estás fantástica - Alice también se bajó de la silla y se acercó unos pasos a nosotras. - Aunque ayer nos diste un susto de muerte - Gesticuló, expresando ese terror en su rostro.

- Si… bueno… Supongo que no es lo más normal que alguien caiga de rodillas gritando - Rodé los ojos, haciendo una mueca extraña con la boca.

- Es increíble que tras unas horas, estés aquí, de pie y con semejante cambio - Comentó Jasper admirado.

- Lo importante es que estás bien. - Emmet se situó junto a Edythe y yo, y nos abrazó a ambas. - Mis chicas están a salvo en casa, con la familia.

- Emmet… Acabas de sonar como un jefe de la mafia… - Varias risas se escucharon de fondo; incluidas las mías y las del propio Emmet, el cual rodó los ojos de forma guasona.

Edward me miraba fijamente, tenso. No enfadado, pero parecía nervioso. Mis ojos se quedaron un par de segundos ligados a los suyos, hasta que los aparté. No de forma dramática, sino con desinterés.

Realmente no sabía como sentirme en ese momento respecto a él. A nosotros.

- Querida, ¿tienes hambre? - Me preguntó Esme acercándose a mí de forma agradable.

- ¿Me tenéis un humano guardado para mi solita? - Levanté las cejas divertida, pero con la cara rozando lo serio. Esme pestañeó atónita, abriendo los ojos con espanto.

El resto de la sala se lanzó una rapidísima y breve mirada consternada, cargada de preocupación. La cara de Carlisle, era un completo poema.

- ¡Mamá! - me llamó Edythe, mirándome con su linda ceja alzada, regañándome. - Tu siempre dices que a los humanos, no se les toca. Ni siquiera se les puede olfatear. - Me recordó, rozando lo altanero.

Viendo su carita, no pude aguantarme y me lancé a reír a carcajadas.

- Teníais que haberos visto las caras… ¡jajaja! - Seguí riendo, llevándome las manos a la tripa.

- ¡Isabella! - El tono de Carlisle era severo, pero solo hizo que riese más.

Las risas atronadoras de Emmet, tardaron un microsegundo en acompañarme; Jasper, Rose e incluso Esme, también se rieron de forma más comedida.

Alice sonreía, haciendo mohines con la boca, aguantando las carcajadas. Y Edward, sonreía de forma traviesa, aunque meneando la cabeza.

- ¡Oh, vamos! Ha tenido mucha gracia - Me acerqué a Carlisle y apoyé mi mano de forma cariñosa en su brazo.

Seis pares de ojos, siete si incluimos a Edythe, lanzaron sus pupilas a una velocidad imposible hacía ese gesto.

No contenta con eso, deslicé levemente mi mano, a modo de caricia. Los seis, no pudieron ocultar su asombro ante eso. Ese gesto de cariño, de confianza era un mensaje clarísimo:

"Mi repulsión hacía vosotros, ha desaparecido"

- Por favor, te pido desde ya - Comenzó de forma muy solemne el patriarca - que no tengas ese sentido del humor. Con Emmet, tenemos bastante - Rodó los ojos, dejando salir una sonrisa traviesa. Alcé las cejas, e incliné la cara hacía un lado, como una niña revoltosa, alzándole las cejas a Emmet de forma cómplice.

- Esme, un café con leche y cualquier cosa para acompañar estará bien, pero tranquila, puedo servirme yo sola. - Esme movió la mano, negando.

- Toma asiento, te serviré el desayuno. Siempre me ha gustado mucho hacerlo. - Me miró tierna.

Cuando giré la cara hacía el otro lado, para tomar asiento al lado de Edythe, algo llamó mi atención.

- ¡Oh, vaya! - Volví a acercarme a Carlisle el paso escaso que me había movido. - Nunca me había fijado. - Él me miró extrañado. - Tienes… - Alcé la mano, estirando mi dedo índice, pero sin tocarlo. No por "grima", sino por respeto. - Una cicatriz… - Fruncí el ceño, asustada. - Como la mía… - Parpadeé boquiabierta. Carlisle me miró con el ceño fruncido, casi preocupado, para dar paso a un gesto conmovido.

- Si. - Se tocó el cuello - De mis primeros años en está nueva vida - Suspiró melancólico - Pero… ¿Cómo has podido verla desde donde estabas? - Preguntó, volviendo a poner cara curiosa. Me incliné de hombros, confusa por su pregunta.

- Viéndola… No sé - Volví a inclinarme - ¿Cómo se explica lo que se ve? - Pestañeé azorada.

- La marca del cuello de Carlisle, es… mínima. - Comentó Jasper alucinado - Es increíble que la hayas podido ver.

Carlisle se acercó aun más a mí, sobresaltándome.

- Permíteme - Pidió permiso.

Con gran cuidado y suavidad, estiró de mi párpado y me miró las pupilas con atención durante unos segundos.

- No me había percatado, - movió la cabeza, regañándose a si mismo - Hay que fijarse muchísimo… - Murmuró - Tienes el borde del iris y la pupila, en tono borgoña.

- ¿Estás seguro? - Edward se posicionó a nuestro lado en menos de un latido. - ¿Puedo? - Preguntó mirándome con cautela. Yo asentí, dejando salir el aire de mis pulmones, intentando no entrar en pánico.

- Estáis asustando a Bella. - Comentó Alice con un cierto deje de advertencia. Sostenía a Edythe por los hombros, la cual estaba apoyada con su espalda en las piernas de su tía de forma cariñosa.

- Tranquila - Susurró Edward, mirándome muy intensamente. Asentí.

Edward hizo el mismo gesto que su padre, separándome los párpados y mirando fijamente dentro de mis ojos.

No puedo negar que cuando me tocó, sentí un, reconocido, cosquilleo. Y estaba segura de que Edward, sintió el ligerísimo temblor que emanó de mi traicionero cuerpo.

- ¡Dios mío! - Susurró Edward, disculpándose con su mirada. - Es… increíble. - Se separó solo unos centímetros y me miró con gran intensidad, y mi corazón bombeó rápido y enérgico.

Justo cuando iba a saltar, para preguntar qué pasaba con mis ojos, Carlisle se adelantó.

- Tus ojos, están cambiando de color. Como dije, tienes los bordes rojo oscuro. - Gesticulé, apremiándolo - Cuando nos convertimos, nuestros ojos cambian y se vuelven rojos. En nosotros, al alimentarnos de sangre animal, se vuelven dorados al cabo de unos pocos meses. - Abrí la boca tanto, que pensé que se me descolgaría la mandíbula.

- Y esto… ¿Quiere decir, qué…?

- Que tienes más parte vampira de la que suponía.

- La ponzoña que está en tu sistema, está activa. - Completó la explicación Edward.

- ¡Esto es culpa mía! - Soltó Edythe en un lamento, haciendo a toda la estancia saltar sobresaltados.

Corrí hacía ella, bajando para estar a su altura.

- No. No vuelvas a decir eso, ¡jamás! ¿Me oyes, Edythe? - La reprendí, pero con gran aprensión en mi mirada. - Tu me salvaste. Si no fuera por ti, estaría muerta, cariño.

- Pero tu odias esto. - Su mirada estaba cargada de tanta culpabilidad, que me destrozaba el alma. Cerré los ojos con fuerza.

- Eso era antes. No podría odiar lo que tu eres. Nunca. Y si yo, tengo que cambiar, por ti… Lo haría sin dudar. Entregaría mi vida, mi alma, mi… humanidad por ti. - Recalqué la última parte, y mi niña sonrió.

Fin Flashback.

·

·

- Bella - me llamó Edward. - Hemos llegado.

- Lo se. - comenté mirándolo de reojo. Él gesticuló, frunciendo el ceño.

- Estabas tan sumida en tus pensamientos, que…

- Puedo tener mi atención en varias cosas, sin perder nada… O casi - incliné los hombros. Edward asintió, con un rostro inmutable, casi rozando lo serio.

- Se me hace raro que ahora seas, casi, como yo… - giró su cara hacía el frente. - Creo que necesitaré algo de tiempo para acostumbrarme. - Dejó salir una sonrisa torcida, pero no su sonrisa "sexy", sino una más bien traviesa.

·

Los tres, fuimos paseando los metros que nos distaban del restaurante; Edythe me dio la mano mientras Edward caminaba detrás de nosotras.

Era una situación extraña, ya que nunca me hubiera imaginado que Edward y yo, caminaríamos juntos con nuestra hija a nuestro lado. Ya de mano, por mi imposibilidad a concebir hijos. Y ya la descarté como imposible, una vez me enteré que él era un vampiro.

- Mamá… Vas muy callada - Me sacó de mi ensoñación Edythe. Pero ahora, no perdía el ritmo de una conversación por estar pensando. Era de las cosas que más me gustaban.

- Mamá está aclimatándose a sus nuevos sentidos. - Sonreí ante la explicación certera de Edward.

- Y… ¿Qué tal? - Preguntó esperanzada. - La verdad es que te veo… bien - Sonó a pregunta; una que estaba encubriendo una duda, un temor.

Sabía que para Edythe era difícil de llevar, por la controversia en sus propios sentimientos. Por un lado estaba encantada de que yo hubiese cambiado otra vez, haciéndome así, menos frágil; ya que tenía un miedo horrible a perderme.

Pero por otro lado, ella se sentía horrible por eso, por su propia felicidad, ya que sabía que yo no quería cambiar "más"; que seguía teniéndole ciertos reparos a los "vampiros".

Y aunque los cambios eran todos buenos, ya que tenía unos sentidos y capacidades magníficas, no estaba lo que se dice "feliz" con está situación.

Porque el sentimiento de desazón al comer, se había ampliado. Nunca me sentía plena y había dejado de disfrutar del placer de comer, ya que mis papilas gustativas, habían dejado de funcionar correctamente, no dejándome saborear plenamente de lo que masticaba.

Y otro dato, el cual no había comentado con nadie, es que cuando una persona, un humano, estaba demasiado cerca de mí, podía olerlo. Era algo difícil de explicar, pero sentía una sensación extraña en mi garganta y mi boca se llenaba de saliva, pero con un sabor como amargo.

Así que agradecí internamente, el marcharnos a Forks cuanto antes. Allí podría recluirme en la casa Cullen, y durante un tiempo no tendría que salir a nada; o por lo menos a lo imprescindible.

·

- Si, mejor de lo esperado - le sonreí lo más natural que pude.

A ella conseguí engañarla, pero a Edward no, que me miraba suspicaz y con un deje de tristeza en sus ojos.

Llegamos al restaurante y la camarera, la cual se quedó idiotizada con Edward, (ahora empezaba a ser plenamente consciente de por qué) nos sentó en una mesa con vistas al parque que había detrás.

- Mamá, ¿puedes saborear bien? - preguntó Edythe una vez nos hubieron servido la comida; estaba atenta y preocupada a cada cosa que pudiera hacerme sentir mal. Y eso, me hacía a mí, sentirme peor.

- Si, nena… No te preocupes. - La miré con amor. Ella frunció la boca, en un gesto muy mío, de que no estaba conforme con mi respuesta.

- No quiero que me mientas. - Soltó dejándome pasmada y a Edward aguantando la risa. - Se que soy pequeña, pero no tonta. - me miró con una ceja alzada. - Se que apenas tienes gusto y que eso te agobia mucho. - Inhalé una gran bocanada de aire, sin saber muy bien qué contestar. - A lo mejor… - su mirada se tornó culpable y bajó el volumen de su voz - deberías probar a acompañarnos a comer a papá y a mi. - Me miró con intención, dejándome claro a qué se refería con "comer".

Edward había llevado un par de veces a Edythe de caza con él. Él se encargaba de atrapar y morder al animal, y ella solo chupaba. Aunque la fuerza y dureza de la niña, era superior a la de una normal; muy superior, Edward no quería ni el más mínimo riesgo. De esa forma iba aprendiendo a degustar la sangre animal.

Apreté la mandíbula para obligar a mis palabras a permanecer dentro de ella, inspiré fuertemente y apreté los ojos.

Todo ello, ejercicios de relajación que me enseñó Jasper.

- Cariño… - negué con la cabeza. - Por ahora, prefiero seguir con mi comida. - La miré algo seria, dando la conversación por concluida.

.

Una vez que nos metimos en el coche para hacer el último tramo hasta Forks, pude volver a sumirme en mis pensamientos.

·

·

FLASHBACK3

El resto de ese primer día, lo dediqué a hacer pruebas junto a Carlisle para saber el alcance de mis nuevas capacidades.

No había ninguna que fuese extrema, según los Cullen, ya que con el transcurso de las horas, el resto de la familia fue uniéndose a nuestra "clase práctica".

Veía y oía mejor. Mi capacidad cerebral había aumentado. La fuerza, la resistencia y el equilibrio mejoraron. Corría más rápido. Mi corazón y pulmones iban a menor velocidad y como descubrí esa primera noche, dormía menos horas.

Era un humano muy, muy bien dotado; pero nada en comparación a ellos. Aunque claro, para mí era todo un descubrimiento.

- Tienes dotes un poco demasiado mejoradas para un humano normal. - Explicaba Carlisle - Aunque estás lejos de nuestras capacidades, tus cambios son llamativos - me miró con intención. - Bastante, importantes.

- Necesitas otro subidón de adrenalina… O mejor dicho, de ponzoña - Emmet me alzó las cejas, guasón - Para la próxima bronca con Edward. - Soltó riéndose y guiñándome un ojo, y yo rodé los ojos.

- Emmet… - lo llamó el nombrado. - No tiene gracia. - Escupió muy serio.

- Sí, si la tiene. El único que no se la ves, eres tu. - Le soltó Emmet igual, o incluso más serio. - Hay que verlo desde un punto divertido, porque si lo vemos desde tu perspectiva, entonces tendría que arrancarte la cabeza por gilipollas. - Los ojos de Emmet destilaban un odio que nunca creí posible en mi osote.

- Haya paz. - Me interpuse en medio de ambos, pero dándole la espalda a Edward. - Tranquilo Emmet… ya está - suspiré. - Ahora ya está hecho. - No pude evitarlo y bajé mi mirada al suelo con gran pesadumbre.

Solo fueron dos segundos, pero para Emmet bastaron.

- ¡¿Ves!? - Gritó por encima de mi cabeza, haciéndome temblar. Aunque su acusación no iba dirigida a mí, si no a Edward. - Todo es culpa tuya. - Lo acusó con gran ira. - ¿Y todavía te preguntas por que la avisé?

- Ahora ya no te incumbe, Emmet. - le soltó Edward frío como el hielo. - Esto son cosas nuestras. No sigas metiéndote y defendiéndola.

- Eres un mal nacido…

Ambos fueron acercándose, dejándome a mi en medio como una loncha de queso en un sándwich. Pero todo ocurría tan deprisa que mis ojos no conseguían procesarlo.

Entonces Edward me tomó por los hombros y me apartó.

- No me toques - Lo miré con tanta rabia que pensé que se me saldrían los ojos de su sitio. - Emmet tiene razón. Intenta encontrar un poco de humildad y reconocer tus culpas. - Le clavé la mirada sin acobardarme lo más mínimo. En sus ojos, tras el enfado, dirigido a Emmet, pude distinguir una cierta nota de tristeza, amargura más bien.

- ¿Qué quieres que diga? - Alzó la voz. - ¿Qué siento lo de la pasada noche? Pues claro que lo siento… Pero... - apretó la mandíbula y con los dedos, el puente de la nariz. - No sé… Yo... - meneaba la cabeza, negando.

Si. Si sabía, pero no quería decirlo en voz alta. No quería decírmelo a mí.

- Ya está Edward. Déjalo. - Suspiré, con desilusión y me giré hacía Carlisle, dándole la espalda a Edward, ignorándolo. - ¿Podemos seguir? - Él se mostró dudoso.

- ¿No estás cansada? Llevamos horas, no creo que sea conveniente que te esfuerces así.

- A penas. Necesito comprobar hasta donde llego. - Mis ojos fueron suplicantes, y Carlisle claudicó, aunque había temor en su rostro.

- Bella… - me llamó Edward con la voz suave. - Ve despacio. - Y con las mismas, desapareció.

·

Tras unas horas más, estaba desfallecida.

- Bella, no necesitas llevarte al límite así. - Me regañó preocupado. - Ten en cuenta que no se exactamente que es lo que te activa la ponzoña. - Mi pánico quedó reflejado en mi rostro. - Debes mantenerte tranquila.

- Lo que me activa la ponzoña es… - me mordí los labios, y Carlisle disimuló una risita.

- No tienes nada que demostrar. - Alice se acercó a mí y me miró con gran comprensión. - Y… Edward está intentando no provocarte. - Me miró alzando pícara las cejas. - Él realmente siente lo que ocurrió… Pero - suspiró con pesar - debe ser él quien se explique. Ahora ve a descansar.

No me negué, realmente estaba agotada. Exhausta.

No quise ni cenar, a parte de por el cansancio, porque me exasperaba el no saborear la comida, el no tener la sensación de comer.

Me di una ducha y me acurruqué junto a mi hija, la cual quiso dormir en mi habitación, como hacíamos antes.

Quería llorar y gritar, por el disgusto, por la frustración. Pero estaba tan cansada que me dormí en cuanto sentí el calor de mi niña junto a mi cuerpo.

·

·

Al día siguiente desayuné poco. Tenía hambre, pero esa sensación de vacío al comer, seguía ahí, y algo me decía que no desaparecería.

Esme me miraba muy seria, atenta a mi escaso desayuno. Pero no dijo ni una sola palabra.

·

Por la noche, tras dormirse Edythe, nos reunimos todos en el salón, para decidir, de una manera ordenada y educada, palabras textuales de Carlisle, a donde ir.

Muchos se decantaban por ir a Isla Esme. Allí podríamos estar tranquilos, mientras Edythe completaba su crecimiento y yo me hacía a mis nuevos "atributos". Ya casi estaba decidido, cuando me pronuncié.

- Vamos a Forks. - Todos me miraron confundidos.

- Nena - Emmet se acercó a mi lado - La casa de Charlie se arreglará aunque no vayamos allí - Me pasó su gran brazo por los hombros, a modo de abrazo.

- Lo sé Emmet - le sonreí cariñosa. - Pero, creo que sería buena idea. Vuestra casa está en medio del bosque, y allí no se acerca nadie… y si así fuese, Alice lo vería - la nombra asintió - y Edythe, e incluso yo, tendríamos tiempo de escondernos. Si vemos que no funciona, por lo que sea - me incliné de hombros. - Entonces, yo también pienso que ir a la isla sería lo mejor. Pero… incomunicarnos así, - fruncí la boca tristona - Edythe no se como lo llevaría, pero yo… - suspiré.

- Creo que Bella tiene razón. Podemos ir a Forks - me apoyó Jasper - Si vemos que corremos algún riesgo de que alguien vea a la niña, o comiencen a especular sobre ti, nos vamos. Edward estará atento, ¿verdad hermano? - El nombrado asintió.

- Bueno, pues si no hay objeción… Volvemos a Forks. - Sentenció Carlisle; todos asentimos.

La decisión fue fácil.

Creo que todos, en el fondo, estábamos deseando volver a ese pequeño y verdoso pueblo.

·

·

En este capi sacamos en claro varias cosas:

- Bella ha despertado convertida en una híbrida; explicándonos sus nuevas capacidades (Se irán viendo más claras en siguientes capis)

- Edward y Bella, no se "tratan"; solo lo justo y necesario.

- Bella, en este cambio, NO SIENTE NECESIDAD DE SANGRE, pero algo le falta al comer, y ella sabe, aunque no lo quiera reconocer, que es un suministro extra de sangre.

- Emmet sigue enfadado con Edward.

- Bella está siendo consciente de las tácticas de manipulación de su hija. ( no lo veas como algo malo)

- Y al final, vuelven a Forks.

¿QUE SACAÍS EN CLARO VOSOTRAS?