¡Hola a todos! Estoy de vuelta con la continuación. Hoy os propongo otro capítulo de reflexión antes de relanzar la acción, ¡espero que os guste!
luisangel°camachohernandez: ¡muchas gracias por tu review! Quise contestarte por MP, pero tienes esta funcionalidad desactivada, no sé si lo has hecho a propósito, así que te contesto aquí: me alegra de que te haya gustado esta historia y que te parezca que respeto bien el carácter de todos los personajes, era uno de mis objetivos más importantes cuando empecé a escribir esta fic. ¡Espero que la continuación te siga teniendo enganchado!
¡Buena lectura a todos!
Capítulo 49
Cuando Sora y Mimi llegaron a la Agencia, como si la tinta se desparramase sobre un fondo liso, la noche había recubierto los relieves del alto edificio. Dirigiéndose al porche de entrada distinguieron una alta silueta que se movía detrás de la puerta de vidrio del vestíbulo.
– ¡Es Joe! le reconoció Sora.
– ¿Qué diablos está haciendo? preguntó Mimi.
El chico caminaba por el pasillo con las manos en la cadera y tenía la cara ansiosa. Hablaba solo y hacía amplios movimientos de brazos, como si estuviera ensayando un papel teatral. Cuando se acercaron las dos chicas oyeron el eco de su voz:
– ¡Vamos, Joe, cálmate! se estaba repitiendo. Tienes que ordenar tus pensamientos... no tienes que perder la calma... eres el mayor, te toca a ti pensar en lo que hay que hacer ahora... aclara tu mente... está simple, es lo mismo que durante un examen...
En ese momento se detuvo y pareció darse cuenta de que acababa de decir una tontería. Se llevó las manos a la cabeza:
– ¡Qué digo yo, no es nada como pasar un examen! ¿Pero qué dices, Joe? ¿Acabas de enterarte de que el destino de la Tierra fue alterado por completo por culpa del mundo digital y quieres razonar como cuando pasas un examen? ¡Estás perdiendo la cabeza! Vaya, ¿qué debo hacer? ¡Hay demasiada informaciones por integrar a la vez!
Mimi abrió la puerta de la Agencia y exclamó:
– ¡Joe! ¿Estás bien?
El chico se sobresaltó y se dio la vuelta. Avergonzado, balbuceó:
– Habéis... ¿habéis oído lo que estaba diciendo?
– Pues sí, un poco, admitió Mimi.
– ¡Olvídalo! gritó agitando las manos. Estaba diciendo tonterías...
– ¡No son tonterías! Nosotros también nos hacemos preguntas... es normal después de lo que acabamos de descubrir. Al final, cada uno de nosotros lo asume como que puede y todos estamos preocupados. Puedes pensar en voz alta si te ayuda... aunque, sabes, Joe, ¡tengo que admitir que la cara que ponías hace algunos minutos era muy graciosa!
– ¡No se suponía que fuera gracioso!
– Tranquilo, sabes que estoy bromeando. Tenemos que mantener la calma.
– ¿Mantener la calma? ¿Mantener la calma? Acabamos de enterarnos de un secreto que ha trastornado la historia del mundo, ¿y quieres que mantengamos la calma?
– Yo te entiendo Joe, intervino Sora.
Mimi y Joe se volvieron hacia su amiga que se había mantenido imperturbable hasta ahora. El silencio se hizo entre los tres adolescentes. Al cabo de unos minutos, Mimi lo rompió:
– Antes de rompernos la cabeza respeto a lo que tenemos que hacer ahora, tendríamos que pensar en comer un poco; siempre pensamos mal con el estómago vacío. ¿Qué os parece si nos vamos con los demás?
Joe miró a su amiga: tenía razón. En muchas ocasiones, Mimi podía parecer un poco superficial e ingenua, pero en ese momento esa aparente ligereza le daba la fuerza suficiente para seguir adelante y para no dejar que el miedo o la angustia la invadieran, a pesar del secreto que habían descubierto.
– Vamos, asintió con una sonrisa.
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Cuando salieron de la sala de reuniones, Daisuke, Miyako, Iori y Ken tomaron algo de beber a la máquina de café. Hikari, que había ido al baño para refrescarse la cara, se juntó con ellos.
– ¿Takeru no está con vosotros?
– No, no lo he visto, respondió Daisuke.
La chica frunció el ceño, preocupada, y luego sentó en uno de los bancos al lado de la máquina de café. Todos sus amigos sostenían un vaso en su regazo, en silencio. Daisuke, que sentía oprimido por esta atmósfera pesada, finalmente soltó con un toque de ironía:
– Al final, Ken, me pregunto si no hubieras tenido que dejarnos dormir en el hospital... ya que tuvimos que ponernos al día después de cuatro meses de coma, ¡ahora tenemos que tragarnos todas las revelaciones del historial del mundo digital! Si la cosas siguen así, creo voy a tener una indigestión de informaciones...
– No hables de todo esto como si fuera gracioso, lo regañó Iori.
– Aún con todo, no se equivoca del todo, admitió Miyako. Yo también me siento un poco abrumada por todo lo que hemos descubierto.
Daisuke dejó su vaso de café en una mesa y levantó la cabeza hacia Ken, que miraba con la cara sombría al suelo.
– ¿En qué estás pensando, Ken? ¿En las torres negras que construiste?
El joven se mordió el labio:
– Sin mí, Yggdrasil no hubiera recuperado su poder tan rápido.
– ¡Deja de sentirte culpable! Incluso sin estas torres, Yggdrasil hubiera encontrado una manera de regenerarse tarde o temprano. Ya no eres el Emperador de los Digimons.
– Pero lo fui. Aunque haya cambiado, mi pasado nunca se borrará y cuando veo que mis acciones todavía tienen consecuencias a día de hoy, me siento tan... avergonzado.
Daisuke frunció el ceño: consideraba a Ken como su mejor amigo y no podía soportar que continuara flagelándose por lo que había sido. Sin embargo, también sabía que no tenía control sobre los miedos y remordimientos que estaban arraigados en su corazón: solo Ken podía luchar contra ellos. Iori apoyó sus manos en los muslos y apretó los labios.
– Lo que a mí me fascina es saber que los digimons tienen un alma. Ya sabíamos que sentían las mismas emociones que nosotros, pero en realidad... somos exactamente iguales.
– Es verdad, asintió Miyako. Me hace sentirme más cerca de Hawkon aún...
– Y yo de Armadillomon. Sin embargo, ahora encuentro las guerras entre humanos y Digimons aún más horribles y me pregunto hasta qué punto tenemos derecho a destruir a seres vivos tan similares a nosotros.
– Si Yggdrasil nos ataca, tendremos que defendernos, observó Daisuke.
– Aun así, cuando destruimos a un malo digimon le condenamos al Mar Oscuro.
– No, lo contradijo Ken. Un digimon que sirve al mal ya se ha condenado solo.
– ¿Y tendríamos que desintegrarlo por eso? No es ni más ni menos como cometer un asesinato. Es una grave responsabilidad.
– Puede que no tengamos otra opción, por desgracia, murmuró Daisuke.
Hikari miraba en el pasillo sin verlo y su cara se había oscurecido. Entendía las reservas de Iori, pero sabía que Daisuke tenía razón. Levantó la cabeza:
– Por cierto, ¿dónde están Tailmon y los demás? Salieron de la sala de reuniones todos juntos y desaparecieron…
– Creo que querían estar entre ellos, dijo Miyako. Después de lo que hemos aprendido, lo entiendo. Si bien para nosotros el impacto fue grande, ni puedo siquiera imaginar lo que han podido sentir al presenciar la creación de su especie...
En ese momento, el ruido de unos pasos resonaron en las escaleras y aparecieron Joe, Mimi y Sora.
– ¡Os hemos comprado bocadillos! exclamó Mimi.
– ¡Sois adorables, gracias! la agradeció Miyako.
Simultáneamente Koushiro y Sakae llegaron bajando las escaleras que conducían al piso superior, seguidos por Meiko; el Sr. Nishijima y Yamato aparecieron a su vez.
– ¡Perfecto, estamos casi todos! comprobó Joe.
– Tomad, servidos, dijo Sora, entregándolos las dos bolsas llenas de comida.
Mientras cada uno se tomaba un sándwich o unas galletas, Hikari miró hacia los pasillos de la Agencia: Takeru todavía no había vuelto a aparecer, su hermano tampoco, y eso empezaba a preocuparla. Sacó su móvil e intentó de llamarlos, pero cayó en la mensajería de voz. En ese momento, Takeru apareció en la esquina de un pasillo y se acercó a ellos: tenía la cara cansada y la mirada sombría.
– Takeru… ¿estás bien? le preguntó Hikari con una voz inquieta.
– Sí, no te preocupes.
El tono de su voz indicaba todo lo contrario. Hikari frunció el ceño: pocas veces había visto a su amigo tan serio, con una expresión decaída, pero no sabía qué decirle para que se sintiera mejor. Lo que sea que pensara Takeru, Hikari adivinó que no podía ayudarlo en lo inmediato. El adolescente se apoyó contra la pared, al lado de la máquina de café, sin tocar la comida que Mimi y Sora habían traído. Con el corazón apesadumbrado, Hikari se llevó sin hambre su rosquilla a la boca.
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En la sala de los sofás, los trece compañeros digimons de los Niños Elegidos habían formado un círculo en medio de la habitación. Después de descubrir las revelaciones del historial habían sentido la necesidad de aislarse por un tiempo de sus amigos humanos. Sin embargo, ahora que estaban entre ellos no sabían qué decirse; todos miraban al suelo, todavía aturdidos y perseguidos por las imágenes del pasado que habían visto. Finalmente Veemon dijo:
– ¿Alguien no tendría algo gracioso que decir? Este silencio es horrible...
– ¿Algo gracioso que decir? replicó Hawkmon. ¿Cómo quieres que estemos de humor para reír después de lo que acabamos de descubrir?
– ¡Lo decía para relajar el ambiente!
Hawkmon se encogió de hombros y recayó el silencio. Después de unos minutos, Piyomon susurró:
– Os dais cuenta... ahora sabemos que los digimons fueron creados hace doce mil años.
– Desde mucho más tiempo de lo que creíamos, admitió Gabumon.
– Es asombroso pensar que nuestra especie existe desde tantos siglos, reflexionó Armadillomon.
– Yo, estoy pensando en Yggdrasil, dijo Patamon. Lo destruyó todo porque no podía soportar la relación que teníamos con los humanos...
– Es porque no podía entenderla, observó Agumon.
Todos los digimons se volvieron hacia el compañero de Taichi, sorprendidos. Pocas veces Agumon hablaba con tanta seriedad y en sus ojos verdes brillaba una gravedad lúcida y llena de compasión.
– Yggdrasil no tiene alma... pero nosotros sí tenemos una. Es ella que nos permite entender los sentimientos de nuestros compañeros humanos y estar a su lado, pase lo que pase. También es lo que da sentido a nuestra existencia; cuando estoy con Taichi, me siento vivo. Hoy, sé que lo que faltaba a Black Wargreymon era un amigo humano, alguien con quien compartir sus momentos felices o su tristeza… lo que quería era tejer vínculos con alguien que le diera sentido a su vida. Este es el vínculo que compartiremos con nuestros compañeros, es muy valioso; no debemos permitir que Yggdrasil lo rompa.
– Es la primera vez que te oigo hablar así, Agumon, se sorprendió Gomamon. ¡Pero estoy de acuerdo contigo al cien por cien! ¡No dejaré que nadie destruya mi amistad por Joe!
Tailmon frunció el ceño:
– Hikari y los demás siempre se han sentido responsables del destino del mundo digital y la Tierra porque fueron elegidos por Homeostasis; pero somos nosotros los verdaderos responsables del destino de ambos mundos.
– Es verdad, asintió Gabumon. Nosotros también fuimos elegidos por Homeostasis.
– Es nuestra responsabilidad proteger a Ken y los demás, añadió Wormon, precisamente porque han aceptado su misión sabiendo que no tienen el poder para luchar contra los digimons malvados. Depende de nosotros darles esta fuerza.
– Vimos lo que los diez digimons del pasado tuvieron que hacer para derrotar a Yggdrasil, dijo Tentomon con gravedad. Fue realmente impresionante... y si fuera posible, desearía que Koushiro y los demás no tuvieran que sufrir la misma suerte, pero nosotros, como compañeros, puede que debamos...
No pudo terminar su frase. Los digimons bajaron la cabeza hacia el suelo y sus ojos se perdieron en la oscuridad de la habitación donde se habían cerrado las cortinas. Las pupilas de Agumon se pusieron a brillar y declaró:
– Es cierto, tal vez debamos hacerlo. Y si llegamos a eta extremidad, tenemos que estar preparados.
– Muchos de nuestros amigos dieron su vida para salvar la nuestra, recordó Palmon. Leomon, Wizardmon, Chuumon... si tenemos que desaparecer, al final, haremos honor a su sacrificio.
Los digimons levantaron la cabeza e intercambiaron miradas decididas. Más que nunca, ahora sabían lo que tenían que hacer.
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Taichi apoyó la mano en el cristal: desde ese ala paralela de la Agencia veía el piso donde estaban comiendo sus amigos. Detrás de la única ventana iluminada del edificio, adivinó las siluetas de sus compañeros: podía reconocer cada uno de ellos aunque fuesen de espaldas. Se conocían desde tanto tiempo, casi habían crecido juntos; ahora eran los depositarios del mayor secreto de la humanidad. Taichi no conseguía borrar de su mente el recuerdo de esos diez humanos que se habían sacrificado para salvar ambos mundos. Él y sus amigos habían superado muchas pruebas, habían estado al punto de morir varias veces, pero nunca se le hubiera ocurrido que quizás tuvieran renunciar voluntariamente a la vida. Sabía que esa posibilidad existía, pero solo con pensarlo le hacía sentir como si un vacío abismal se abriera bajo sus pies. Sus hombros se tensaron, frunció el ceño y entonces recordó lo que el Sr. Nishijima les había dicho, cuando Eiichiro, Shigeru e Ibuki habían desaparecido: habían afirmado que sabían por qué habían sido elegidos y que al dar sus vidas solo estaban cumpliendo con su deber. ¿Pudiera ser que Homeostasis les hubiera revelado la verdad en aquel instante? ¿O realmente lo entendieron por sí mismos? No se habían echado atrás cuando tuvieron que tomar la decisión final. Taichi esperaba que pudiera demostrar el mismo valor si él y sus amigos tenían que enfrentarse a esta grave decisión. Sin embargo, no podía obligarles a que le siguieran. Cada uno de ellos era libre y como líder Taichi tenía que respetar esa libertad: guiaría a quienes quisieran acompañarlo. Yggdrasil aún podría ser derrotado. Taichi apretó los puños, decidido, y se dirigió hacia las escaleras.
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Los Niños Elegidos comían en silencio, cuando de repente, el ruido de unos pasos resonó en las escaleras: volvieron la cabeza y vieron a Taichi emerger de la sombra. En su rostro se dibujaban unas arrugas que tenían una solemnidad que no era la de un adolescente. Los miró uno después del otro, en silencio. Después de unos segundos, les dijo con voz grave:
– Sé que tenéis que estar todos bastante conmovidos por lo que acabamos de descubrir. Os mentiría si os dijera que eso no me afecta.
Sus amigos lo miraron en silencio. En el parpadeo de los ojos de su amigo, en las líneas de contracción de su mandíbula, en la curva arqueada de sus cejas se leía una determinación impresionante, que formaba como un aura alrededor de su cuerpo. Con un tono perfectamente tranquilo Taichi continuó:
– Ahora sabemos por qué fuimos elegidos y qué responsabilidades recaen sobre nuestros hombros. Actualmente, Yggdrasil se está regenerando para lograr lo que no ha podido hacer en el pasado: eliminar a los hombres y todos los digimons que se han unido a nosotros. Somos los Niños Elegidos y debemos hacer todo lo posible para detenerlo.
Taichi parpadeó y continuó, enfatizando cada una de sus sílabas:
– Por eso... tenemos que considerar la posibilidad de que tengamos que hacer el mismo sacrificio que los primeros diez hombres. Es una decisión difícil, que involucra nuestras vidas y las vidas de nuestros compañeros. Si algunos de vosotros no se sienten preparados para comprometerse en algo tan importante, lo entenderé. Sin embargo, les pedo que se manifiesten ahora, por favor.
Todos los adolescentes intercambiaron unas miradas furtivas, escudriñando la reacción de su vecino. Algunos se mordieron el labio, otros se retorcieron las manos, otros más se balanceaban en sus asientos. Taichi les miró con el miedo de que uno de ellos se levantara para abandonar.
Pero nadie habló. Nadie se movió. Taichi, cuyo corazón latía sordamente, sintió de repente que su ansiedad disminuía gradualmente; sus amigos le miraron intensamente.
– Hemos llegado demasiado lejos juntos para rendirnos ahora, ¿no? dijo Yamato con una sonrisa.
– Es cierto, asintió Joe. Si hubo un momento en el que pudimos habernos dado por vencidos, fue al principio. Pero aguantamos.
– Entonces seguiremos luchando, decretó Mimi.
– Los primeros diez humanos lo consiguieron, ¿por qué no podríamos conseguirlos también? añadió Koushiro.
– Tenemos que demostrar que somos dignos de haber sido elegidos, concluyó Meiko.
– Especialmente nosotros, dijo Daisuke, mirando a Miyako y Iori. Dormimos durante cuatro meses, ¡así que es hora de ponernos al día! ¿Qué opinas, Taichi?
Taichi les sonrió y su corazón se hinchó de gratitud. Entonces se dio cuenta de que el Sr. Nishijima lo estaba mirando fijamente: en sus ojos, Taichi leyó orgullo y respeto, y entonces supo que había dejado de ser un niño a sus ojos. Su profesor lo reconocía ahora plenamente como hombre y como líder de los Niños Elegidos y al darse cuenta de esta verdad, Taichi sintió que su energía se multiplicaba por diez. Se volvió hacia sus amigos y dijo:
– ¡Entonces no hay tiempo que perder!
– ¡Bien hablado, Taichi! exclamó una voz.
El chico se dio la vuelta justo cuando Agumon y sus compañeros digimon aparecían en la escalera: en sus caras brillaba determinación.
– Estaremos con vosotros pase lo que pase, declaró Gabumon.
– Vuestra misión es también la nuestra, confirmó Veemon.
– ¡Y no tenemos miedo! dijo Gomamon.
Los Elegidos sonrieron a sus compañeros. Takeru, en particular, miró a Patamon con una emoción que le costaba contener.
– Ahora nuestro equipo está al completo, dijo Taichi con orgullo. En ese caso, ¡hagamos nuestro plan de acción esta noche!
– ¿Qué quieres hacer exactamente? le preguntó Hikari.
– Por lo que hemos podido descubrir con el historial, Yggdrasil persigue dos objetivos: el primero, vengarse de los humanos que considera responsables de haberle hecho creer que era un dios, cuando solo es un programa; el segundo, cortar el vínculo entre la Tierra y el mundo digital para que ya no podamos atacarlo directamente. Para ello, intentará hacerse con los dos bloques de calcorita que alimentan el mundo digital. Uno está en la Tierra, el otro en el mundo digital. Si uno de ellos se destruye, el paso entre el mundo digital y el nuestro se volverá imposible.
– Yggdrasil no puede salir del Mar Oscuro, señaló Sora. Entonces, tendría sentido que envíe a los Señores Demonios para buscar el bloque de calcorita que está en el mundo digital, ¿qué pensáis?
– Es posible, admitió Joe, pero el mundo digital es vasto y Yggdrasil no sabe dónde está este bloque. Al contrario, sabe con precisión dónde está ubicado el bloque que se ha quedado en la Tierra: según Gennai, se encuentra en antigua capital Jomon, sobre la isla Yonaguni.
– Es una isla en Japón, dijo Miyako.
– Sí, asintió Taichi. Yggdrasil sabe que si logra crear una distorsión, podrá acceder directamente a nuestro país. Por eso creo que va a intentar enviar a los Señores Demonios a la Tierra para recuperar la calcorita... pero también para atacar a los hombres.
– Mataría dos pájaros de un tiro, entendió Iori.
– Exacto, confirmó Taichi.
– Pero, ¿cómo va a abrir Yggdrasil un pasaje al mundo real si la Sra. Himekawa se niega a ayudarlo? observó Mimi.
– Quién sabe, dijo Koushiro. Yggdrasil tuvo acceso al historial del mundo digital y todos los programas que contiene. Podría perfectamente usar uno de ellos para crear una distorsión sin la ayuda de un digivice. Taichi tiene razón: la calcorita que está en la Tierra podría rápidamente estar en peligro.
– Así que nuestra prioridad es encontrarla antes que Yggdrasil y protegerla, decretó Daisuke.
– Eso es, dijo Taichi. Pero para eso, tenemos que ir a la isla Yonaguni.
Ken sacó su móvil y miró las ofertas de transporte online.
– Lo más rápido es tomar un avión... pero tomando los billetes en el último minuto, nos va a costar un brazo y una pierna a cada uno.
El Sr. Nishijima se puso de pie y declaró:
– Nos os preocupéis, yo me encargo de esto.
