Miren quién volvió *eyes emojis*. Si siguen pendiente de esto, les pido mil disculpas por desaparecer por tanto tiempo, pero espero retomar el ritmo con esta historia, que hasta este momento, aún no está terminada (va en el cap 107 uff), pero intentaré llegar a eso de alguna forma.
Estuve editando todos los capítulos anteriores, para quienes quieran volver a leerlo antes de continuar... Ah, y también comencé a postear la traducción en Ao3, mi user es MoonySmith, por si les parece más cómodo leer ahí.
Y... eso. Perdón :c
London Calling, parte 1 – Verano 1976
—¿Te rindes? —preguntó Remus presumidamente, usando una sonrisa satisfecha mientras sujetaba a su amigo contra el suelo.
—Nng… ¡Nunca! —se negó James, luchando por darle la vuelta. Sirius y Peter estaban sentados en la cama de Sirius viendo el combate con la mayor diversión. La lluvia golpeaba con fuerza en la ventana y se habían quedado sin actividades en el interior hace horas cuando James había apostado que podría vencer a cualquiera de ellos en una pelea.
Sirius negó con la cabeza, sonriendo ampliamente.
—Te dije que no desafiaras a Moony, amigo.
—Esto… ¡Uh! ¡Esto es ridículo! —James se retorció, claramente frustrándose mientras parecía que Remus ni siquiera lo estaba intentando.
—Aw, puedes hacerlo mejor que eso, Prongs. —Remus rio, que ni siquiera había sudado una sola gota—. Vamos, ¿dónde están esos increíbles músculos de Quidditch de los que tanto presumes?
—Maldición, ¿cuánto pesas? —James resopló sin aliento, todavía tratando tercamente de lograr una maniobra para salirse.
—75. No importa. Fuerza de hombre lobo, amigo. Es mejor que te rindas antes de que te desmayes.
Con un gemido de derrota, James se quedó sin fuerzas.
—¡Bien! Me rindo.
Remus se levantó y se limpió. James se sentó de piernas cruzadas en el suelo y Sirius le lanzó sus lentes, riendo por lo bajo y sacudiendo su cabeza.
Remus estiró su mano.
—¿Cinco galeones?
James refunfuñó, metiendo la mano en su bolsillo y pasándole el oro a su amigo.
—Maldito.
Remus rio.
—Tú eres el idiota arrogante que apostó que podía ganarle a cualquiera de nosotros.
—Me imaginé que Sirius sería el primero en ofrecerse como voluntario —James admitió enfadado. Sirius parecía ligeramente ofendido, pero no dijo nada.
—Sí, bueno, yo imaginé que a tu ego le serviría desinflarse un poco. —Remus se encogió de hombros.
Peter asintió, sonriendo para sí mismo y metiendo la mano en la pila de bocadillos en la cama de Sirius para sacar una tarta de caldero.
—Ese es tu título oficial, Moony. Desinflamador de Ego, para estos dos idiotas.
—Se toma su trabajo muy en serio —murmuró James, enderezándose.
—Alguien tiene que hacerlo. —Remus suspiró dramáticamente, cayendo en la cama y apoyando su cabeza en la rodilla de Sirius. Sirius rompió un pedazo del mejor chocolate de Honeydukes que estaba comiendo y se lo dio al otro chico sin quitar los ojos de la carta que estaba leyendo.
—¿De quién es? —preguntó James, uniéndose a los otros en la cama.
—De Marlene —Sirius murmuró—. Las chicas se han estado quedando con ella por el verano y están aburridas también. Quiere que nos juntemos.
La mano de James voló a su cabello y sus ojos se iluminaron.
—¿Las chicas? ¿Así como… todas ellas?
Sirius arqueó una ceja hacia él.
—Bueno, no todas las chicas de Hogwarts. —Sonrió con ironía— Pero sí, Evans está con ellas, si eso es lo que estabas preguntando, idiota.
Peter resopló, una sonrisa formándose en sus labios mientras le daba con el codo en las costillas a James.
—Prongs, ¿qué crees que pasa en una de esas pijamadas? ¿Crees que son todas de peleas de almohadas en camisón?
Tanto él como James rieron locamente para sí mismos mientras las visiones nublaban sus mentes, similar a los escenarios que habían visto en las revistas sucias escondidas bajo el colchón de James.
—¿Has pensado sobre Meadowes y McKinnon juntas? —preguntó James con una sonrisa maliciosa que Peter igualó en una respuesta afirmativa.
Remus puso una cara.
—No creerán que las chicas hablan así de nosotros, ¿verdad?
—Bueno, personalmente creo que toda la escuela debería hablar así de nosotros. —Sirius le sonrió, ganándose un golpe en el estómago.
James rodó sus ojos.
—Algunos de nosotros no tenemos otra opción —dijo con fuerza, mirando a la pareja—. Cuando ciertas personas olvidan sus malditos encantos silenciosos antes de follar como conejos. Honestamente, sé mucho más sobre lo que les gusta a ambos en la cama de lo que me…
—No se nos olvida tantas veces —dijo Sirius a la defensiva mientras el rostro de Remus se enrojecía ligeramente.
Peter soltó una risa aguda.
—Oh, claro que no. ¿Te suena esto familiar? —Adoptó un tono agitado e intentó imitar el acento elegante de Sirius— «¡Oh, Moony, hazlo otra vez!»
James lloró de risa, golpeando fuerte en la cama.
—¡Sí! Y espera, y «¡Sirius, haz eso con tu lengua! ¡Oh joder!»
Remus había hundido su rostro enrojecido en el estómago de Sirius y gruñó fuertemente avergonzado. Sirius lucía completamente intacto y les ofreció a ambos una mirada.
—Para ser un par de chicos heterosexuales, seguro que han estado escuchando suficiente. Podrían decir algo, ya saben. ¿O están viviendo indirectamente nuestra vida sexual porque ninguno de los dos está teniendo algo? —Las risas murieron casi inmediatamente y Sirius mordió la cabeza de una rana de chocolate con una risa victoriosa— Eso pensé.
-o-o-o-
—¡Oh, malditas banshees! —Marlene maldijo en voz alta cuando su mano resbaló y el brillante esmalte rojo se desprendió de la uña de Dorcas y llegó a la piel de su dedo—. Es la tercera vez. ¿No puedes quedarte quieta?
—Lo siento —se disculpó Dorcas, aunque sonaba igual de irritada—. ¿Qué diablos estás haciendo con mi cabeza, MacDonald? No es un cojín de alfileres, ¿sabes?
Mary rodó los ojos y pinchó a propósito el cráneo de la chica más morena con una horquilla.
—Tú pediste rizos de alfiler. ¡Así es cómo se hace!
Lily, que estaba sentada con las piernas cruzadas en el suelo del dormitorio de Marlene ordenando discos, levantó la vista y sacudió la cabeza.
—No veo por qué se arreglan tanto. ¿A quién tratan de impresionar?
No veía el sentido de todo este esfuerzo en lo absoluto, pero sus amigas parecían decididas a salir de la casa y más allá del patio de la propiedad de los McKinnon, que era decentemente grande. Podía entenderlo, supuso. Tenían dieciséis, casi diecisiete, y no es que una noche de fiesta no le gustara, sino que la compañía a la que habían invitado, le ponía la piel de gallina.
—No estamos tratando de impresionar a nadie —explicó Marlene mientras comenzaba de nuevo con las uñas de su novia—. ¿Cuál es el problema, Lils? Tú y Remus son amigos. Y has estado en términos decentes con Sirius…
Lily resopló.
—No es Sirius el que me preocupa. Es quien viene con Sirius…
—Remus —rio Mary, y Marlene y Dorcas lo hicieron también.
Lily hizo todo lo posible por parecer indiferente, pero la sombra de una sonrisa se dibujó en su rostro y tuvo que morderse el labio interior de la boca para no soltar una risa.
—No me digas que no has pensado en eso —sonrió Marlene, aún concentrada en mantener su mano firme—. ¿Black y Lupin?
—¿Quién no lo ha hecho? —Mary soltó una risita soñadora mientras hacía girar un largo mechón de la espesa melena negra de Dorcas alrededor de si dedo índice y lo fijaba contra su cabeza.
Lily rio bruscamente, con los verdes ojos examinando la portada de un álbum de Simon y Garfunkel.
—No tengo que pensar en ello. Remus y yo tenemos las mismas rondas. ¿Saben cuántas veces los he pillado a los dos saliendo a trompicones de un aula vacía? —Arqueó una ceja de forma sugerente mientras las otras chicas la seguían con risas intrigadas.
—Durante las rondas, ¿eh? —Dorcas sonrió—. Y yo que pensaba que era un buen prefecto.
—Lo es —dijo Lily con un ligero encogimiento de hombros—. Sólo que es también un Merodeador. —Suspiró y puso los discos en su sitio—. Entonces, ¿cuál es exactamente el plan de todos modos? ¿Nos reuniremos en el Callejón Diagon? ¿Y luego qué? ¿Caminar sin rumbo?
Finalmente, terminada con las uñas rojas de Dorcas, que ahora brillaban, Marlene giró sobre su espalda para mirar a la pelirroja, con una mirada aprensiva que hizo que Lily sintiera que no le iba a gustar la respuesta.
—Bueno, estábamos pensando en ir al Londres muggle —dijo la rubia con sencillez, eludiendo claramente los detalles que sabía que a su mejor amiga no le harían ninguna gracia. Los ojos se entrecerraron sospechosamente.
—De acuerdo… —Esto ya sonaba a más problemas de los que merecían la pena… Sirius Black y James Potter sueltos en una gran ciudad muggle—. ¿Y luego? No es como que podamos entrar en ningún pub o discoteca. No somos mayores de edad.
—¡Y luego veremos a dónde nos lleva la noche, Lily! —proclamó Dorcas, con un toque de frustración en su voz—. ¿Dónde está tu sentido de la aventura? ¿Tu coraje de Gryffindor? Tu… ¡agh! —Empezó a atragantarse mientras una espesa nube de spray para cabello descendía a su alrededor. —Maldi… —Tosió—. ¡Demonios, Mary! ¿Estás tratando de matarme?
Mary hizo una mueca, agitando las manos al azar para despejar el aire.
—¡Lo siento, Dory!
Marlene puso los ojos en blanco ante las chicas que ahora discutían en su cama y cruzó la habitación hasta donde estaba sentada Lily. Cogió a la otra chica del brazo y la levantó.
—Ya es suficiente, Evans. Has sido una miserable consentidora todo el verano…
—¡No es cierto!
—Lo es —dijo Marlene con firmeza, apretando los labios en una fina línea. Suspiró—. Mira, sé que aún estás dolida por tu pelea con Severus…
Lily negó con la cabeza.
—Marlene, lo he superado…
—No lo has hecho. —Los ojos azules se clavaron ferozmente en los verdes hasta que Lily exhaló pesadamente en señal de rendición. Marlene le ofreció una sonrisa triste—. Era tu amigo, Lily. Confiabas en él, te preocupabas por él.
—Fui una tonta —Lily susurró con dureza—. Estuvo ahí dentro de él todo el tiempo, sólo estuve ciega…
—Creíste que podías cambiarlo —la voz de Marlene era comprensiva y suave mientras se acercaba para acomodar un mechón de cabello rojo intenso detrás de la oreja de Lily—. Querías cambiarlo. Tú, Lily Evans, no eres una tonta. Viste lo bueno en él. Sólo que… no era lo suficientemente fuerte como para compensar lo malo.
Cuando Lily mostró por fin los indicios de una sonrisa, Marlene la abrazó con fuerza, levantándola ligeramente de sus pies.
—Así está mejor. Ahora, vamos a arreglarnos para una noche en la ciudad y vivir un poco, ¿eh? —Le guiñó un ojo y arrastró a la chica más bajita hasta su armario. Le lanzó varios vestidos, la mayoría de los cuales Lily no creía que la madre de la chica supiera que los tenía, a juzgar por el largo y el corte—. Elige uno de esos y luego te peinaremos y maquillaremos…
—¡No sugiero el Salón MacDonald! —intervino Dorcas en voz alta desde la cama, frunciendo el ceño a Mary, quien le sacó la lengua en respuesta.
Riendo, Marlene y Lily se volvieron hacia el espejo sosteniendo los vestidos del armario.
—Este, supongo —decidió Lily. Era de un color verde oscuro y no era tan corto ni tan ajustado como los otros. También parecía ser el único vestido que tenía Marlene que no era una falda lápiz, sino que se acampanaba a la cintura.
—Sí, me lo imaginaba. —Marlene rio, sacudiendo la cabeza.
—¿Puedes culparme? —Lily sonrió con ironía— El resto me quedaría como una segunda piel. Potter ya babea bastante así.
—Relájate, Lily —dijo Mary, comenzando ahora a quitar las horquillas del pelo de Dorcas, que caía asta los hombros en apretados rizos—. Quiero decir… Claro, los chicos son una molestia. ¡Pero no son animales!
-o-o-o-
—Padfoot, ¿quieres dejar de hacer eso? —le regañó Remus con impaciencia, observando al peludo perro negro revolcarse en el parche de hierba a las afueras de la Heladería Florean Fortescue—. Así cogerás pulgas, ya sabes.
Padfoot se puso de espaldas, dejando al descubierto su barriga y jadeando alegremente mientras dos jóvenes brujas pasaban, riendo y señalando.
—¡Qué dulce! —dijo una de ellas. Tenía las piernas bastante largas y rizos aleonados.
—¿Es tuyo? —preguntó la otra, sonriendo coquetamente a James. Era más baja que su amiga y con curvas, tenía un corte de pixie plateado.
Remus gruñó al ver cómo se ensanchaba la sonrisa comemierda en la cara del chico con gafas.
—Sí, lo es.
—Se llama Snuffles —añadió Peter, sonriendo cuando los ojos del perro se entrecerraron hacia él por un momento. Las dos chicas siguieron adulando a Padfoot, rascándole la barriga y halagando lo lindo que era mientras James y Peter charlaban con ellos. Remus captó el inteligente guiño del perro en su dirección y negó con la cabeza. Sólo estás disfrutando esto, pulgoso...
Las chicas se despidieron riendo y se marcharon, dejando a Peter y a James con sonrisas de bobos.
Remus resopló.
—Saben que ellas tenían al menos veinte. Ustedes ni siquiera han salido de la escuela.
James se revolvió el pelo con una sonrisa ladeada.
—Ellas no lo sabían.
—Encantador —dijo Remus con sequedad—. Las chicas deberían reunirse con nosotros pronto. Padfoot, cámbiate antes de que alguien te vea.
El perro ladró una vez y salió trotando por un callejón oscuro, regresando momentos después como Sirius Black vestido con vaqueros ajustados y desteñidos, y una camisa negra de cuello en V. Cualquier molestia que Remus había sentido antes rápidamente se disipó, especialmente cuando su novio se inclinó para atar los cordones de su bota.
—Entonces —dijo Remus en voz baja, acercándose al oído de Sirius mientras los cuatro empezaban a caminar hacia Las Tres Escobas para encontrarse con las chicas—. Ahora eres el perro de James, ¿verdad? —Deslizó una mano posesivamente en el bolsillo trasero de los vaqueros pecaminosamente ajustados del otro chico.
Sirius le dedicó una sonrisa.
—¿Celoso, Moony?
Unos pasos por delante de ellos, James había divisado el pelo rojo entre la multitud de la concurrida acera y se había detenido en seco para comprobar su reflejo en la vitrina de una tienda.
—¿De Prongs? —Remus se rio, acercando a Sirius y besando el lado de su cabeza—. De alguna forma, no me siento muy amenazado, no.
Mientras se acercaban a Las Tres Escobas, la cabeza rubia de Marlene McKinnon, la más alta de las chicas, se giró y sus ojos azules se abrieron de par en par al verlos. Saludó emocionada y, en cuanto se acercaron lo suficiente, abrazó a Sirius con un chillido de alegría. Cuando se separaron, Sirius la miró y silbó.
—Bueno, McKnickers, ¿acaso no pareces como algo sacado de una página central? —Sonrió. Marlene dio una pequeña vuelta para mostrarse. Estaba muy guapa, y bastante madura, con su falda lápiz negra y sus tacones de aguja—. Cuidado, Meadowes, puede que decida que la quiero de vuelta.
Dorcas enarcó una ceja y se rio.
—¿Oh? Estoy segura de que Remus y yo cambiaríamos con gusto y dejaríamos que ustedes dos se escaparan a lo loco. Pero me temo que es nuestra responsabilidad como seres humanos decentes mantenerlos a los dos bajo control.
—Estoy de acuerdo —dijo Remus, inclinándose para abrazar a Mary y a Lily para saludarlas—. Aunque, ustedes chicas se ven encantadoras, todas ustedes.
—Gracias, Remus —sonrió Lily, aceptando un beso en la mejilla de él—. Hola, Peter. —Su sonrisa vaciló sólo por un momento cuando sus ojos se posaron sobre James—. Potter.
James asintió secamente, y Remus pudo notar que estaba resistiendo el impulso de pasarse la mano por su desordenado cabello.
—Evans.
—Así que… estábamos pensando en ir al Londres muggle —dijo Marlene, todavía zumbando de emoción, la que fue instantáneamente igualada por James y Sirius, ya que accedieron con un entusiasmo que dejó tanto a Lily como a Remus sintiéndose ligeramente aprensivos.
Pero estuvieron claramente superados por su preocupación, y con una compartida mirada de derrota, siguieron al resto del grupo a través del Callejón Diagon hasta el muro de ladrillos que separaba al Mundo Mágico del resto de la ciudad.
