N/A: Una nota sobre el maldito estatus de los personajes en este fanfic:
Sirius Black: Sangre pura (Sagrados 28)
James Potter: Sangre pura (linaje muggle cuestionable en algunas generaciones pasadas)
Remus Lupin: Mestizo (el mago Lyall Lupin se casó con la muggle Hope Howell)
Peter Pettigrew: Mestizo (padre fallecido, madre bruja)
Lily Evans: Nacida de muggles
Dorcas Meadowes: Sangre pura (linaje muggle dudoso)
Marlene McKinnon: Mestiza (ambos padres son mágicos, pero ambos nacieron en familias muggles)
Mary MacDonald: Nacida de muggles.
50. London Calling (parte dos) – Verano 1976
La parte más difícil de toda la excursión, según coincidieron todos, fue que ninguno de ellos pudo ponerse de acuerdo.
En verdad no era de extrañar, poner a ocho adolescentes muy diferentes con distintos tipos de orígenes en una ciudad muy abrumadora y esperar que todos quisieran la misma experiencia, no era posible, ni era algo en lo que hubieran pensado realmente.
—¡Ya veremos a dónde nos lleve la noche, Lily! ¿Dónde está tu sentido de aventura, Lily? ¡Tu coraje de Gryffindor! —se burló la pelirroja, sonriendo triunfalmente a sus amigos—. Deberíamos haber tenido un plan como mínimo. —Se apoyó contra la gran cabina telefónica roja en la que James y Sirius se habían metido, completamente desconcertados por la idea de hablar en ella por este lado, y que la otra persona, en algún lugar completamente diferente, le respondiera.
—Bueno, ¿por qué no funciona? —preguntó Sirius, frunciéndole el ceño al auricular que tenía en la mano mientras James se ocupaba en enroscar el cable elástico alrededor de su mano.
—Es un teléfono público, Sirius —suspiró Remus, negando con la cabeza hacia ambos—. Además, ¿a quién llamarías? No conoces a nadie con teléfono.
—¡David Bowie probablemente tiene un teléfono! Podríamos llamar…
—¿En serio? —Marlene rio, mirando a los dos sangre pura con la mayor diversión—. ¿De alguna manera te las has arreglado para conseguir el número telefónico de David Bowie, Sirius?
—¿Qué es un número telefónico? —preguntó James, ahora con el cable enredado hasta su codo.
—De acuerdo. Los dos, fuera de la cabina telefónica. —Remus gruñó cuando los dos chicos se quejaron como protesta—. James, te cortarás la circulación si sigues así. Vengan aquí.
Peter y Mary estaban sentados en la acera con un mapa de la ciudad abierto encima de sus regazos.
—Hay un montón de museos a algunas calles de aquí —dijo Mary, arrastrando su dedo a través de la línea que representaba la calle en la que estaban—. No he ido al Museo de Historia Natural desde que era pequeña. Podría ser divertido.
Peter dejó salir un sonido inseguro e hizo una morisqueta.
—No estoy seguro de que Sirius y James sean apropiados para un museo. —Miró hacia la ventana de la cabina telefónica donde Remus parecía tener problemas para desenredar a James del cable del teléfono mientras Sirius continuaba haciendo un puchero porque no le permitieron hacer una llamada.
Mary hizo un sonido de aprobación.
—Tal vez no.
—Bueno —resopló Dorcas, dejándose caer al otro lado de Mary—, yo por un lado, no dejé que me pincharan con alfileres y casi me gasearan hasta matarme con spray de cabello para que sólo nos sentemos aquí. —Se inclinó para tener una mejor visión del mapa—. ¿Dónde están las discos? ¡Quiero bailar!
—Nadie nos dejará entrar en ningún lado —señaló Lily, ella misma sonando decepcionada—. Todos somos menores de edad y ninguno tiene una identificación.
Hubo un fuerte ladrido como risa por parte de Sirius, quien finalmente se había rendido con la cabina telefónica.
—Oh, mi querida e inocente Evans. Se te ha olvidado con quiénes estás lidiando.
—Sí —dijo James, salió a trompicones, frotándose el brazo que había adquirido una especie de tinte morado. Aunque no pareció importarle, y sonrió con orgullo a Lily—. Estás con Los Merodeadores ahora, Evans. Y si esa es la clase de noche que quieres, sólo di la palabra.
Lily lo miró con nerviosismo, sus labios apretándose.
—¿Exactamente qué estás sugiriendo?
—Está sugiriendo que simplemente confíes en nosotros, Lily —dijo Sirius, claramente entendiendo lo que fuese que su mejor amigo tenía en mente—. Pero hay una trampa.
Los brazos de Lily se cruzaron sobre su pecho y suspiró.
—¿Cuál es la trampa?
James y Sirius intercambiaron una rápida mirada, legible sólo entre ellos dos.
—No puedes cuestionar nada —dijo James seriamente—. Sin importar qué tan ilegal o peligrosas nuestras acciones puedan pare… —En alguna parte, Remus se golpeaba la cabeza contra la cabina telefónica y murmuraba que no quería sacar a nadie de la cárcel muggle—. Sólo haz lo que te digamos y nos aseguraremos de que todos se diviertan. ¿De acuerdo?
Las chicas se miraron entre ellas, preguntando en silencio si alguien quería echarse atrás. Finalmente todas se volvieron y asintieron.
—De acuerdo.
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—En serio no estoy seguro de esto, Sirius —Peter murmuró inseguro mientras los dos se dirigían al oscuro callejón que había detrás del club que todos había escogido finalmente.
Sirius le dio una palmada en el hombro para animarle.
—¿De qué no vas a estar seguro, Wormy? ¡Es igual que en la escuela! Sólo tienes que transformarte y encontrar otra entrada. Es lo que mejor sabes hacer, Pete.
Peter se frotó la nuca con nerviosismo.
—Bueno… quiero decir, eso es en la escuela. Esto es… ya sabes… El mundo. Y el mundo Muggle, además. ¿Qué pasa si alguien ve…?
—Eres una rata, amigo. Estamos en la ciudad. Hay alimañas...
—¡Oye!
—… en todos lados —siguió Sirius, quien se llevó un cigarrillo a los labios y lo encendió, apoyándose contra la muralla de piedra del callejón—. Nadie más que tú y yo aquí. Sólo date la vuelta y escapa como lo has hecho un millón de veces antes. Me quedaré aquí a vigilar. No te preocupes tanto. —Sonrió, dejando salir lentamente el humo por su nariz—. Si les das a las chicas una linda noche afuera, Mary podría besarte.
Peter frunció el ceño.
—Emmeline es mi novia, amigo. No soy infiel.
Sirius rio y se encogió de hombros.
—No estás casado con la chica, Pete.
—Tú no estás casado con Moony. ¿Estás diciendo que está bien para ti ir besando a otros tipos? —preguntó Peter, levantando una ceja.
Sirius sacudió la cabeza.
—Eso es distinto.
—¿Cómo?
—Moony de verdad me mataría. —Peter no pareció divertido ni convencido y Sirius suspiró, dando otra calada a su cigarrillo y sacudiendo la cabeza—. Mira, ese no es el punto. El punto es que toda esta noche está dependiendo de ti y lo vas a hacer o te moleré a palos y te dejaré en este contenedor de basura. Es tu decisión, amigo. Pero serás el culpable de tener un grupo de chicas decepcionadas si no lo haces.
Peter dejó salir un suspiro exasperado y se pellizcó el puente de la nariz.
—Te odio algunas veces, Pads.
—Me odio algunas veces también. Ve antes de que se acerque alguien. —Sirius le señaló con impaciencia, mirando alrededor del lado del basurero que tenían al lado para asegurarse que de hecho, no tuviesen invitados inesperados. Le dio a Peter una señal y el chico más bajo dio un gruñido más de molestia antes de transformarse en la forma de una rata y desapareciendo en la oscuridad de la calle.
Sirius botó el final de su cigarrillo y lo pisó con la punta de su bota, apoyándose de forma casual contra la muralla para esperar el regreso de Peter. James y Remus le habían dicho una y otra vez que fuese un poco más amigable con el chico más pequeño, los dos desaprobaban las constantes bromas de Sirius. Él siempre se encogía de hombros. No significaba nada para él, era inofensivo. Quería a Peter tanto como quería a todos sus amigos y si alguien más fuese a molestar al chico de la forma que él lo hacía, Sirius sería el primero en arrancarle los dientes de un golpe.
Estaba a punto de encender otro cigarro, asumiendo que tomaría unos minutos antes de que Wormtail regresara con el diseño del club, cuando un fuerte sonido de rugido del otro lado del callejón llamó su atención. Levantó la vista a tiempo para ver un destello de luces brillantes y metal negro y plateado pasando a toda velocidad, más rápido que cualquier escoba de carreras que él y James pudieran permitirse juntos.
Ahora que su interés era mayor, se colocó el cigarrillo detrás de la oreja y comprobó rápidamente que no había rastro de Wormtail antes de avanzar con cautela por la calle. El ruido de los rugidos había cesado, pero todavía se oía un ruido sordo y constante que llenaba el aire de la calle…
—¡Padfoot!
Sirius maldijo en voz baja y se giró para ver a Peter de pie junto al contenedor de basura una vez más. Trotó de vuelta para encontrarse con el otro chico, quien lo miró con el ceño fruncido.
—¿Todo bien?
Sirius asintió con la cabeza.
—Sí, sólo que pensé que había visto algo extraño… Pero es el mundo Muggle así que supongo que todo es extraño para mí. —Forzó una risa—. ¿Tuviste suerte?
Una sonrisa orgullosa se esparció en los labios de Peter y asintió con entusiasmo.
—Casi no hay seguridad alrededor y afuera hay un área con una puerta trasera. Debería ser fácil. Especialmente si podemos usar algún tipo de distracción con el único guardia detrás. —Sacudió la cabeza—. Pero honestamente, parece más interesado en conversar con las chicas que en cualquier cosa.
Sirius se rio y pasó un brazo por encima de los hombros del chico más regordete.
—¿Ves, amigo? Pan comido, como te dije. Igual que en la escuela. Ten más fe en ti mismo y no tendré que presionarte tanto, ¿eh?
Los hombros de Peter se desplomaron ligeramente y sus mejillas se sonrojaron.
—Sí, lo sé. Gracias, Padfoot.
—Buen hombre. Vamos por el resto, entonces.
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El interior del club estaba en su mayor parte oscuro, iluminado por muchos focos de colores y una gran bola brillante sobre la pista de baile que reflejaba brillantes orbes plateadas por todo el local. La música que sonaba a través de los grandes rectángulos negros («Altavoces», le explicó Remus, teniendo que gritarle por encima del ruido) era alegre y estaba tan alta que todos podían sentirla vibrar en el pecho.
Sirius, cuya experiencia con la música muggle se limitaba básicamente a lo que Remus o Marlene le mostraban, hizo una mueca.
—¿Y qué es esta música, de todos modos?
—Disco —suspiró Marlene, sacudiendo la cabeza—. No es el mejor género, pero es divertido bailar. —Para probar su punto, ella hizo un pequeño meneo de caderas, golpeándolas suavemente contra las de Sirius al ritmo de la música—. Vamos, Black. ¿Eres demasiado punk para bailar un poco de música disco?
—Oh, pagaría para ver a Sirius Black bailar The BeeGees —Lily rio, sus ojos encendidos por la diversión y Remus escondió un bufido pretendiendo que estaba tosiendo en su mano.
Sirius levantó su barbilla con seguridad, echando los hombros para atrás.
—Sepan que puedo bailar cualquier cosa, muchas gracias. —Sus ojos grises se desviaron hacia la pista de baile, observando a los jóvenes que se movían al ritmo de la música—. Er… quizás un trago primero, ¿eh?
James y Peter parecieron compartir sus sentimientos y fueron al bar.
Mary rio en silencio para ella misma.
—Nunca han ordenado tragos muggles antes… —La risa se convirtió en una carcajada al imaginarse a los chicos intentando pedir un whiskey de fuego en el Londres muggle, ni hablar de intentar averiguar la moneda muggle por la que habían cambiado su oro en Gringotts antes.
Lily y Remus intercambiaron una sonrisa socarrona antes de suspirar.
—Bien —dijo Lily, sus labios casi dolorosamente torcidos en una sonrisa, deseando que los chicos se avergonzaran solos—. Los ayudaré.
Lily terminó pidiendo para todos, sorprendiéndolos con su amplio conocimiento de licores y bebidas mezcladas mientras decía los nombres y marcas con tanta facilidad que a nadie se le ocurriría cuestionar si era o no mayor de edad para estar allí. Llevó su pequeño bolso a la barra, sacando varios billetes y entregándoselos al camarero.
—Yo pago la primera ronda —le sonrió suavemente a los chicos.
James se quedó boquiabierto, completamente impresionado y asombrado.
—Er… Gracias, Ev… Lily.
Ella se encogió de hombros.
—Ustedes nos dejaron entrar. Es lo justo. —Levantó su vaso, un brebaje rojo brillante con una cereza en el borde—. Salud. —Y saltó del taburete de la barra para unirse a las otras chicas en la pista de baile.
Los ojos de Remus estaban pegados en el rostro de James mientras el chico con gafas veía a la pelirroja alejarse.
—Bueno, James Potter, si no te conociera diría que de verdad estabas intentando ser una persona decente. —Sonrió y le dio un sorbo a la cerveza que Lily le había ordenado. No estaba tan mal, de hecho, estaba relativamente seguro de que su padre la había dejado probar algo parecido a comienzos del verano mientras trabajaban en el patio.
James resopló, bajando la mirada a su propia bebida y tratando de ocultar sus mejillas encendidas.
—Cállate, Moony. Sólo estoy… ya sabes… tratando de no molestarla tanto.
—¡Bien por ti, amigo! —dijo Sirius, quien ya casi acababa con lo que fuese que estaba en su propio vaso. Remus no estaba exactamente seguro de lo que Lily le había ordenado, pero podía oler el alcohol, y ciertamente no era débil—. Era cosa de tiempo para que pasaras la página…
—No he pasado la página —James gruñó irritado, agitando un poco el líquido en su trago—. Sólo me estoy acercando desde otro ángulo.
—Bien… Er, eso es bueno también entonces —Peter intentó sonar alentador.
La verdad era, y ninguno de ellos se lo diría a James, todos habían comenzado a pensar que la persecución de James a Lily Evans había alcanzado su punto máximo. Era divertido al comienzo, mirar a James hacer el ridículo soltando tontos sonetos en la mesa del desayuno o gritando por el pasillo sus declaraciones de amor eterno. Todos se divertían con lo creativos que eran los maleficios de Lily que no dejaban lugar a cuestionar su firme y rotundo «Ni en tus sueños, Potter» en todas las ocasiones. Pero ahora… estaban creciendo. Estaban a punto de entrar en su sexto año de escuela, se les pediría que eligieran un enfoque de carrera y empezaran a planificar su futuro… quizás era el momento de que James tirara la toalla. Había muchas otras chicas atractivas que podría escoger en Hogwarts, que quizá no le pondrían a James unos calzoncillos dos tallas más pequeñas si las invitaba a cenar.
Terminándose el resto de su bebida, Sirius se deslizó fuera del taburete de la barra.
—Bueno, no sé ustedes, chicos, pero ya he tenido mi coraje líquido. —Se giró y le guiñó un ojo a Remus antes de tomar su mano—. Vamos, Moons. Baila conmigo.
Remus casi se atoró con su bebida, con ojos saltones. Dejó su vaso en el bar y se secó la barbilla con la manga.
—De ninguna jodida manera. —Sacudió la cabeza.
—¿Por qué demonios no?
Riéndose con incredulidad, el hombre lobo sacudió su cabeza.
—Yo no bailo, Padfoot. Especialmente no en un club. ¡Con personas! —Bajó la voz—. Además, no estamos exactamente en el parte correcta de la ciudad para que dos chicos estén bailando juntos.
Peter y James miraron hacia otro lado, incómodos. La cara de Sirius decayó y sus ojos se llenaron con decepción por un momento. A Remus se le apretó el pecho con culpa, pero luego Sirius sonrió y se encogió de hombros.
—No te preocupes, Rem. —Le dio a la mano de Remus un apretón antes de soltarla—. De hecho voy a salir para fumar antes, de todas formas.
Remus asintió, no completamente convencido por el comportamiento feliz de Sirius, y miró al otro chico irse.
—Relájate, Moony —dijo James, sintiendo la angustia obvia de su amigo—. Lo superará cuando comience a girar con McKinnon en la pista de baile después.
Remus se mordió el labio.
—Parecía molesto…
Peter se encogió de hombros y bebió de su propio vaso.
—Aunque estabas en lo correcto, este no es el mejor lugar para que ustedes dos… Bueno. —Suspiró—. Digo, no es que no deberían poder estar juntos siendo lo que son, pero… bueno, no todos…
Remus suspiró, volviendo a tomar su vaso.
—Lo sé, Peter.
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Lógicamente, Sirius sí sabía que Remus estaba absolutamente en lo correcto. El mundo afuera no era como estar en la escuela, e incluso con íconos como David Bowie y Freddie Mercury, no todos estaban dispuestos a aceptar a dos chicos bailando, tocándose, besándose…
Suspiró y encendió su cigarrillo. No era justo, pensó con amargura mientras miraba a una chica, usando unas altas botas blancas con plataformas que le llegaban al muslo y una falda rosa brillante que apenas le cubría, tiró de su novio y lo besó ahí mismo en la calle. Él debería poder besar a Moony así sin importar dónde estaban o quién los veía.
Entonces lo escuchó de nuevo, ese ruido bajo, un gruñido retumbante que había escuchado antes en el callejón. Frunció el ceño y miró a su alrededor, nadie parecía muy preocupado por el estruendoso sonido. No debía ser extraño. Pero él no pudo evitar sentirse atraído por el sonido. Cediendo a su propia curiosidad, dobló la esquina.
Casi perdió el cigarrillo que colgaba de sus labios cuando se quedó boquiabierto.
No era como si nunca hubiese visto una motocicleta antes. Las veía todo el tiempo en la revista muggle de rock que coleccionaba, y siempre se había sentido intrigado por ellas. Sin embargo, nunca había visto una motocicleta antes. Había dos estacionados justo al lado del camino. Y maldición, si eran hermosas.
—¿Todo bien, amigo?
Sirius casi saltó, sin darse cuenta de que lo había estado mirando uno de los pilotos de la moto. Los dos era relativamente jóvenes, aunque obviamente mayores que Sirius, probablemente tenían 21, y ambos eran increíblemente guapos con sus chaquetas de cuero y sus pantalones gastados. El que le había hablado se quitó el casco, sacudiendo su desordenado cabello café oscuro y le sonrió a Sirius.
—¿Te gusta lo que ves, entonces?
Sirius tragó, sintiéndose avergonzado y sin palabras.
—Er… Digo… Es sólo que…
—Ya sé, ella es cegadora, ¿no es así? Acabo de comprarla la semana pasada. He estado ahorrando casi toda mi vida. —Sus ojos azules le dieron un chequeo muy familiar, deteniéndose por un momento justo debajo del cinturón y se mordió el labio antes de ofrecer su mano—. Curt.
—Sirius.
Curt levantó una ceja, justo cuando Sirius se dio cuenta de que siendo un muggle, probablemente no usaría nombres como ese, estaba listo para explicar la tradición con la astrología de su familia, pero Curt se encogió de hombros.
—Entonces, ¿tú manejas, Sirius? —preguntó.
Sirius rio y sacudió la cabeza, demasiado cautivado por la reluciente moto negra y cromada para darse cuenta del tono coqueto de la voz del mayor.
—¿Te gustaría? —preguntó Curt, y ahora los ojos de Sirius se levantaron para encontrarse con los suyos.
Era muy atractivo, Sirius definitivamente no podría negar eso, y si era completamente honesto consigo mismo, por supuesto que quería saltar en la parte de atrás de la moto y dejar que este guapo hombre lo llevara en esa máquina monstruosa y brillante. Se mordió el labio y suspiró.
—No puedo. —Retrocedió un paso y sacudió la ceniza de su cigarrillo—. Lo siento. Mis amigos están adentro esperando por mí.
Curt se encogió de hombros y le dio una sonrisa ligeramente desanimada.
—Tal vez la próxima vez, ¿eh? —Asintió hacia Sirius—. ¿Podría al menos robarte un cigarrillo entonces?
Sirius se llevó su propio cigarrillo a los labios y rebuscó en su bolsillo trasero para sacar la vieja pitillera que él y James habían encontrado en el cobertizo. Sacó uno y se lo entregó al hombre antes de encender el mechero.
—Mierda —murmuró al ver que no aparecía ninguna llama. Volvió a encenderlo—. Joder, amigo. Está muerto.
Curt sonrió alrededor del cigarrillo en su boca.
—No hay problema. —Y antes de que Sirius se diera cuenta de lo que estaba pasando, Curt levantó la mano, tomó suavemente su barbilla y tocó la punta de su cigarrillo con el encendido de Sirius. Se apartó y le guiñó un ojo—. Que tengas una buena noche, Sirius. —Volvió a ponerse el casco y montó en la moto, acelerando un par de veces antes de que él y su amigo se alejaran a toda velocidad, dejando a Sirius como un idiota sonriente y sonrojado en la acera.
Sirius se tomó un momento para asimilar lo que había pasado y se llevó una mano por el cabello. Aún sonriendo, se dio vuelta para regresar a la entrada del club.
Su sonrisa desapareció cuando se encontró cara a cara con un Remus no muy feliz.
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Lily tenía que admitirlo, se estaba divirtiendo mucho. Unos cuantos tragos y las chicas habían conseguido que Peter y James se les unieran en la pista de baile.
—Quédate con el vuelo, Potter —rio Dorcas, sacudiendo su cabeza hacia el capitán de su equipo—. Claramente no tienes los mismos movimientos en el suelo como los que tienes en el aire.
—¿Oh, sí tengo movimientos, Meadowes! —James insitió, tirando de la chica por su brazo—. Sólo que no te das cuenta porque estás ebria. —Le dio unas vueltas.
Marlene se rio, acercándose detrás de su novia para que ahora hicieran un sándwich entre ella y James.
—Creo que te confundiste un poco, James. Tú estás ebrio y es por eso que piensas que tienes los movimientos.
—¿Sabes lo que jodidamente extraño? —dijo Dorcas, mirando a su izquierda a través de la pista de baile—. Peter sí tiene los movimientos.
Todos se giraron hacia Peter y Mary, quien de hecho tenía un decente público a su alrededor mientras bailaban juntos. El resto de ellos cayó en un ataque de risas.
Lily sacudió la cabeza, sonriendo ampliamente.
—Ni siquiera estoy lo suficientemente ebria para esto. —Empezó a dirigirse al bar—. ¿Alguien más?
Los otros la rechazaron y siguieron con su baile.
Lily se sentó en un taburete, sonriendo para ella mientras veía a sus amigos de lejos y esperaba por el bartender. No podía creer que de verdad estaba teniendo un buen rato con James Potter en público, quién estaba sacudiendo sus pasos groove y haciendo girar tanto a Marlene como a Dorcas. Se rio para sí misma, tal vez las cosas estaban cambiando. Estaban creciendo, después de todo. Tal vez James Potter estaba madurando.
Se ordenó un vodka con jugo de arándanos.
—¿Entonces?
Se giró. James estaba ahí de pie, sonriéndole. Se permitió sonreírle de vuelta.
—¿Entonces qué, Potter?
Tomó asiento al lado de ella.
—Entonces, ¿te estás divirtiendo? —preguntó, dándole una sonrisa ladeada. No era la sonrisa a la que ella estaba acostumbrada de él, al menos no cuando se dirigía a ella. La había visto algunas veces en los pasillos o en la sala común cuando estaba tonteando con sus amigos.
—Lo estoy haciendo, la verdad —dijo con honestidad—. Gracias. Digo… no hubiésemos podido hacer esto sin ustedes, chicos, así que…
James se encogió de hombros.
—Bueno, gracias por invitarnos. O… Digo, supongo que fue una invitación de Marlene, ¿verdad? Estoy seguro de que no fuimos tu número uno en la lista para ser su compañía. —Ordenó un vaso de agua.
Lily sintió sus mejillas acalorarse con vergüenza y bajó la vista.
—Er… Bueno, yo…
El chico sonrió y le dio un suave golpe con el codo.
—Está bien, Evans. Lo entiendo. Somos molestos. Demonios, incluso nos molestamos entre nosotros.
Lily levantó una ceja.
—¿En serio?
James sonrió.
—Bueno, molestamos a Remus al menos.
Lily rio. Una risa divertida y honesta.
—No. Remus los adora. A todos ustedes.
—Por supuesto que lo hace —dijo James—. Eso no quiere decir que lo volvamos loco. Sirius es su maldita alma gemela y nadie será capaz de fastidiarlo más que ese imbécil. —Dio un sorbo de agua.
Lily frunció el ceño, ligeramente ladeó su cabeza a un lado y lo miró.
—¿Crees en eso?
—¿Uhm? ¿En qué?
—Lo que dijiste. ¿Almas gemelas?
Los ojos de James encontraron los suyos y sonrió, luciendo como si estuviese buscando las palabras correctas.
—Lo hago. —Asintió hacia la puerta delantera del club donde sus amigos habían salido hace un tiempo atrás—. Lo he visto. Créeme, esos dos están hechos para el otro. Nadie más aguantaría al otro. —Sonrió con cariño y Lily no pudo evitar pero reciprocarlo. Nadie podría negar que James Potter amara a sus amigos.
—De todas formas —el chico suspiró, acabándose el resto de su agua—, si me disculpas, tengo una pista de baile por destrozar. —Sus ojos se quedaron sobre los de ella por un momento—. Nos vemos, Lily.
Ella sonrió y se despidió de él con la mano. Por primera vez en más de cinco años, ella no sintió ganas de maldecir los calzoncillos de James sólo por hablar con él.
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—No era lo que parecía, Moony… —dijo Sirius, casi suplicando mientras se apresuraba para alcanzar el caminar rápido de su novio.
—Oh, por favor. —Remus gruñó, alejando su mano cuando Sirius intentó tomarla—. Como si no acabaras de estar coqueteando con un tipo ahí mismo en la calle.
—¿Pero no lo estaba! —insistió Sirius, finalmente arreglándoselas para agarrar el brazo del chico más alto— ¡Estaba mirando su motocicleta! Hablamos por un minuto, le di un cigarrillo, ¡y eso fue todo! —Eso fue todo. Remus sólo tenía que confiar en él—. ¡Joder, Moony! ¿Por qué coquetearía con algún tipo cualquiera cuando he hecho todo lo que he podido para asegurarme de que te tengo a ti! ¿Crees que arriesgaría que…?
Remus se detuvo abruptamente y se giró hacia él. Sirius se quedó sin aliento al ver que Remus se alzaba sobre él, con sus ojos color ámbar llenos de ira y dolor.
—¡Sí! ¡Creo que lo arriesgarías, Sirius! Ya lo has hecho en el pasado. ¿O acaso convenientemente te has olvidado de eso? —Pasó con un empujón al lado del otro chico y continuó caminando por la acera.
Sirius se detuvo, congelado por el impacto con su boca abierta.
—¿Estás…? ¡Jódete, Remus! —Corrió para alcanzarlo otra vez—. ¿En serio? ¿Vas a usar eso contra mí ahora? Esto no tiene nada que ver con eso, Remus. ¡No he hecho nada malo! —Sus dedos se cruzaron una vez más alrededor de la muñeca del hombre lobo y antes de que Remus pudiera alejarse, Sirius lo empujó hacia el espacio que más cerca tenían, una cabina telefónica, y cerró la puerta detrás de él—. Eso estuvo fuera de lugar, Remus. ¡Y lo sabes! —Mantuvo la voz baja, mirando a Remus, quien se rehusaba en hacer contacto visual con él—. Sé que te lastimé el año pasado. Lo arruiné, joder. ¡Pero volviste conmigo y me perdonaste! No puedes usar eso cada vez que tengamos una maldita discusión. ¡No es justo!
—Es perfectamente justo, Sirius. ¡Es sobre la confianza…!
—¿CUÁNDO VAS A VOLVER A CONFIAR EN MÍ, JODER? —Sirius gritó, pateando la muralla de la cabina. Se llevó las dos manos por el cabello y dejó salir un sonido ahogado y molesto—. No hice nada con ese tipo, Remus. ¡Aunque él quería! Y jodidamente pude haberlo hecho si hubiese querido también, ¡pero no lo hice! Me preguntó si quería ir de paseo en su motocicleta y, sabes qué, sí, ¡de verdad que quise! Y sí, él estaba jodidamente bueno, y me estaba coqueteando y… eso se sintió un poco bien también… Pero dije que no porque te tengo a ti y, ¡no volveré a cagarla de nuevo! Así que, me pidió un cigarrillo, se lo di, mi encendedor murió y él usó el mío para encender el suyo. ¡Eso fue todo! Eso fue lo que pasó. —Se detuvo para recuperar el aliento. Remus seguía sin mirarlo. Suspiró y se apoyó en la muralla—. Joder, Remus… —Sacudió la cabeza—. Si nunca vas a volver a confiar en mí… Si esto es lo que tengo que enfrentar cada vez que creas que he hecho algo malo… —Se mordió el labio—. Entonces no lo quiero. —Tan pronto como dijo esas palabras, deseó poder retirarlas. Pero era verdad. Siempre iba a tener la noche con Snape aproximándose en su cabeza, siempre se iba a torturar a sí mismo por eso… Pero no podía soportarlo si Remus esperaba tan poco de él sólo por esa noche, que de verdad él creyera tan bajo de él que iría y lo engañaría. No después de haber batallado por recuperarlo.
Remus jadeó cuando Sirius lo dijo, y finalmente levantó la vista con sus ojos temerosos.
—¿Q-qué?
Sirius bajó su propia mirada y se rascó la nuca.
—Es sólo que… —Suspiró—. Te amo, Remus. Sabes eso, o al menos espero que lo hagas. —Se relamió los labios, su boca se sentía seca—. Pero si de verdad sientes como si no pudieras confiar en mí, y siempre vas a estar cuestionando todo en el fondo de tu cabeza por lo que hice el año pasado… Entonces, honestamente, ¿cómo puedes decir que me amas también? ¿Cómo puedes amar a alguien si no confías en él?
Los dos estaban en silencio y continuaron por un largo momento, hasta que el sonido del tintineo de metal llenó la pequeña cabina. Sirius frunció el ceño.
—¿Qué estás haciendo?
Remus no le respondió. Sacó unas monedas muggle de su bolsillo y tomó el lado receptor del teléfono, metiendo algunas monedas en la ranura y girando el círculo extraño que tenía los números allí.
Sirius lo miró con completa confusión. Ninguno dijo ninguna palabra.
—¿Mamá? Soy yo —Remus habló suavemente en el teléfono—. N-no, no pasó nada malo. Estoy bien, de verdad. Nadie está en problemas. —Se mordió el labio—. Estamos afuera en Londres… Sí, estamos siendo cuidadosos, er… La mamá de nuestra amiga Lily está con nosotros. —Sirius resopló ante la mentira—. Escucha, mi… Sirius nunca ha usado un teléfono antes, ya sabes, sangre pura y todo eso… Y no dejará de molestarme con eso así que… Gracias. —Sus ojos finalmente se encontraron con los de Sirius y sonrió, ofreciéndole el teléfono. Sirius sólo parpadeó hacia él.
Remus rio y tomó su mano, la que no notó que estaba temblando, y suavemente lo posicionó correctamente.
—Hablas por esta punta —le explicó en voz baja, entonces llevó la mano de Sirius y el teléfono a la oreja del otro chico—. Y escuchas por aquí. —Asintió para darle aliento—. Di hola.
—Er… —dijo Sirius, aún inseguro de cómo fue todo desde una pelea a parar en eso—. ¿H-hola?
—Hola, Sirius. —La señora Lupin sonaba bastante divertida—. Es agradable conocerte finalmente. Extraoficialmente, obviamente.
Sirius se rio nerviosamente, sus dedos jugando con el cable.
—Es lindo conocerla extraoficialmente a usted también, Sra. Lupin.
Él nunca había conocido a la mamá de Remus. Generalmente su padre, siendo el mago de la familia, lo llevaba a la plataforma cada septiembre o lo dejaba con los polvos flu o se aparecía donde James durante el verano. Aunque había visto fotos de ella. Tenía el mismo cabello que su hijo y, aunque los ojos de Remus eran de un color ámbar brillante directamente por su afección, la forma y la calidez que tenían eran muy similar a los de la mujer con la que estaba hablando.
—Remus habla de ti todo el tiempo —continuó la Sra. Lupin, su voz muy suave y gentil, haciendo a Sirius sentir muy cálido—. Te tiene mucho cariño, ya sabes.
Los ojos de Sirius parpadearon hacia el otro chico, quien estaba apoyándose contra la ventana de vidrio en el cubículo, mirándolo por debajo de sus pestañas con una expresión casi de vergüenza. Sirius sonrió.
—Yo también le tengo mucho cariño. —Vio las mejillas de Remus volverse rosas.
Otra voz lo cortó, diciéndole que agregara más monedas o la llamada sería desconectada y miró a Remus confundido. Remus tomó el teléfono.
—¿Mamá? Sí, la llamada se está terminando. Oh, er… sí, lo está. De acuerdo. Fue lindo hablar contigo también, mamá. Te amo. —Colgó el teléfono en su lugar.
Nuevamente hubo silencio entre ellos dos.
Finalmente Sirius sonrió y levantó la mirada.
—¿Le hablas a tu mamá sobre mí?
El rostro de Remus fue de rosa a un rojo brillante.
—Er, bueno… —tartamudeó—. Quiero decir, le hablo sobre todos ustedes, por supuesto y… bueno, no sé. Tal vez sí hablo más de ti de lo que hablo sobre los-mmph —Remus jadeó cuando lo presionaron contra la pared de la cabina telefónica y la boca de su novio había cubierto la suya. Después de un momento se relajó, sonriendo contra los labios de Sirius y rodeando sus brazos alrededor de su cintura, tirando de él contra su cuerpo. Los dos gimieron cuando la lengua de Sirius se deslizó por el labio inferior de Remus y se metió a su boca, profundizando el beso y llevando chispas a través de la cabina.
—Te amo, Sirius —murmuró Remus contra los labios del otro chico—. Lamento lo que dije…
—También te amo, Remus —suspiró Sirius felizmente, acariciando el brazo de Remus hasta dejarla descansar en su cuello, girando sus dedos en los rulos de cabello. Rompió el beso por un momento para levantar la mirada—. Me crees, ¿verdad? No toqué a ese tipo. No lo haría…
Remus asintió.
—Te creo. —Bajó la cabeza para acariciar el cuello de Sirius con la nariz, besando su garganta. Sirius lo sintió sonreír contra su piel sensible y de repente sus posiciones cambiaron para que fuese Sirius el que estuviese contra la pared.
—Aunque puedo olerlo en ti.
—¿Oh? —La voz de Sirius tembló con excitación, traicionando el aire juguetón que esperaba tener—. Entonces no podemos permitir eso. —Gimió cuando los dientes de Remus lo mordieron suavemente en su manzana de Adam.
—Oh, por supuesto que no.
-o-o-o-
—¿Qué jodida hora es? —Marlene bostezó, arrastrando los pies descalzos por las calles empedradas del Callejón Diagon.
—Pasadas las A la Mierda Todo, —gruñó Sirius.
Era bastante tarde. O mejor dicho, era bastante temprano, ya que el sol acababa de alzarse y ellos acababan de volver a Las Tres Escobas donde James había tenido la decencia de reservarles una habitación.
—¿Dónde creen sus padres que están todos esta noche? —preguntó James, su voz entrecortada por la mezcla de alcohol y emoción pura.
Marlene rio, el tipo de risa delirante por falta de descanso.
—Les dije que pasaríamos la noche donde Dorcas. ¿Los de ustedes?
—Se supone que estamos acampando en el bosque a unas calles de distancia. —Peter sonrió, por haber pensado en esa parte del plan él mismo. James fue al mostrador por la llave de la habitación que pagó y los ochos subieron a duras penas, como zombies, las escaleras.
—Las chicas tienen la cama —insistió Lily, apoyándose en Mary, quién estaba apoyada en la pared mientras James se complicaba con la llave en la puerta.
—Evans, pelea conmigo por ella, joder —Sirius refunfuñó, aunque él mismo no estaba en ninguna posición de pelear con nadie, ya que estaba siendo llevado por Remus en su espalda desde la mitad del camino.
Finalmente, arreglándoselas para abrir la puerta, todos entraron a tropezones. Las chicas sí tuvieron la cama, a pesar de los quejidos en protestas de Sirius. Pero apenas importaba, ya que estaban tan cansados que probablemente se dormirían donde quiera que cayeran. Y lo hicieron, casi inmediatamente después de murmurar sus buenas noches entre todos.
—Esperen —dijo Lily repentinamente, su voz rasposa y su mente apenas despierta. Todos gruñeron, sólo deseando dormir alguna por fin—. Es sólo que… ¿Nadie más cree que es raro que Peter pueda bailar? Quiero decir… ¡Peter puede bailar!
