—No Harry, ese no es el movimiento de la muñeca… —explicó Sirius por quinta vez durante esa mañana en el comedor —, tienes que moverla de izquierda a derecha, subiendo en una especia de espiral corto. Debes tener mayor control de tu mano, de tu brazo y tu pierna, porque cada movimiento del cuerpo cuenta a la hora de batirse en duelo Harry…—.

Todavía no podía entender como es que le costaba tanto el movimiento de la mano en ese hechizo, es decir, había luchado ya contra Voldemort…, no podía ser tan difícil la práctica para un Protego de mayor envergadura. Estaba convenciéndose más con el pasar de los días que Harry realmente tenía mucha suerte y que su Expelliarmus era muy bueno.

Tres semanas habían concurrido. Tres semanas en las cuales los terrenos de la magnánima bruja estaban siendo utilizados como campo de entrenamiento y se veía lleno de colores creados por los diferentes hechizos lanzados al aire desde muy temprano en la mañana hasta entrada la noche.

La convivencia de quienes yacían en la casona estaba siendo no menos que particular. Draco y Bellatrix se la pasaban todo el día encerrados, practicando Oclumancia y su contraparte, Legeremancia. Luego de eso, pasaban al maletín de la mujer para seguir con el entrenamiento físico y de hechizos, evitando así que los otros ocupantes de la casa se pusieran a husmear lo que estaban haciendo. Bellatrix se tomaba demasiado a pecho el tener que entrenar al rubio, por lo que le hacía exprimir su cuerpo lo más que podía, asegurándose de que en un futuro sería capaz de batirse en duelo con quien fuese y salir victorioso.

El mismo tipo de pensamiento era el que tenía Sirius con respecto a Harry, solo que su forma de aprendizaje era mucho más burda y sus movimientos más sucios, cosa que no entendía si en Hogwarts enseñaban muy bien ese tipo de cosas.

"Aquí se muestra la decadencia del castillo…" pensaba el animago, cada vez que veía a su ahijado tomar la varita con una brusquedad horrenda. Sabía que el puesto de maestro en DCAO era uno que cambiaba anualmente, que por esto mismo no se tenía un constancia a la hora de aprender, no le podía echar toda la culpa al chico.

Él no era de los más quejumbrosos en ese tipo de cosas, pero su crianza bajo el manto de los Black le impedía hacer la vista gorda en esos aspectos. La elegancia era parte de un duelo y a pesar de que él mismo era más brusco en sus movimientos, reflejando su rebeldía, quedaban aún remanentes de esa educación refinada que recibió. "Tienes que mostrar respeto por tu contrincante, incluso con tus movimientos" decía Orión cada vez que le enseñaba tácticas y técnicas de duelo. La elegancia, la firmeza y la forma de moverse por el campo de batalla entregaba al oponente la señal de con qué tipo de persona se estaba enfrentando, si era alguien que le subestimaba o si entendía que el duelo era una especie de ritual digno de admiración.

Las formas en que se movía Harry por el terreno le hacían querer golpearlo por lo bruto que era, pero se lo tenía que aguantar. No podía hacer algo así, aunque James estuviese pensando, probablemente, lo mismo que él desde el más allá.

Tal como lo había pensado Bella cuando ofreció su casa para el ahijado de su primo, no estarían exentos de los encontrones. Después de un comentario desafortunado por el Niño que Vivió, ella exclamó gritando que no dejaría que supiera sobre los entrenamientos que recibía Draco, que se las arreglara solo y le pidiera ayuda a su padrino, que para eso estaba. ¿Cuál había sido el comentario?, pues que le gustaría estar presente en uno de los entrenamientos del rubio, para comparar las cosas que estaban aprendiendo por separado. ¿Porqué esa reacción de la bruja?, porque Harry le caía mal y el hecho de que respirase le molestaba. Además, que estaba sumida en un estrés que le hacía querer degollar a quien fuese.

Lamentablemente, todas las veces que Harry quiso saber lo que hacían esos dos en sus horas de soledad, no consiguió nada. Estaba avanzando mucho en su aprendizaje de hechizos defensivos y ofensivos, más de lo que había aprendido hasta esos momentos en Hogwarts, pero por las noches cuando le preguntaba a Draco lo que hacía son su tía, este no contestaba nada. Se limitaba a decir que no le interesaba y se dormía.

Por causa de los entrenamientos, terminaban los días agotados, exhaustos y poco más podían hacer que dormir y Harry se estaba planteando realmente si los mayores los exprimían tanto solo para que no pudiesen estar juntos en las pocas horas que podían estar solos.

Sirius por otra parte, estaba radiante. Tenía a su ahijado y compartía muchas horas al día con él, aunque tuviese que batallar todos los días con el chico. Por la noches dormía abrazado a la cintura de su bruja y eso le deba razones para seguir viviendo. No tomaba mucho en cuenta a Draco, pero era normal, ninguno de los dos se caía muy en gracia y solo respetaban sus espacios personales, más que nada para no hacer enojar a la dueña de la casa. Al igual que su ahijado, tenía curiosidad por las cosas que estaba enseñándole su prima al rubio, pero conocía de sobra a Bella y no se iría a meter en sus cosas si quería salir vivo de allí.

Quien no disfrutaba mucho sus días, era la oscura mujer. Se golpeaba mentalmente por haberle ofrecido a Sirius que se llevara a Potter, incluso se golpeaba por tener a Draco allí también. A diferencia del primero, su sobrino sí se sabía comportar en todo momento y eso disminuía sus ansias de querer matarlo, pero Harry era algo totalmente diferente y la estaba sacando de quicio. Sus modales eran paupérrimos, dejaba muchas veces las camisas tiradas en el vestíbulo porque estaba sudado y se quería quitar la prenda lo antes posible. Hacía sonidos al comer y respiraba muy fuerte, así que Bellatrix estaba a segundos de estallar en esa tercera semana.

Tomando en cuenta que ella era alguien a quien la compañía de gente menor no le gustaba (entiéndase adolescentes y niños), era comprensible que pasara por esas situaciones. No obstante, el problema radicaba en que intentaba hacer la vista gorda para que así Sirius no pusiera cara de perro herido. Las pocas veces en las que estuvo a segundos de discutir con el chico, su primo ponía esa cara de pena para que lo dejara pasar y ella simplemente apretaba los labios, respiraba con rabia y se iba.

Estaba muy feliz de los avances de Draco en sus estudios, eso no lo podía negar, pero ya estaba harta y necesitaba irse de allí lo antes posible o mataría al mocoso de pelos parados antes de que lo hiciera quien fue su señor.

Centrándonos en ese día, las cosas estaban de esta manera:

Harry y Sirius seguían conversando en el comedor sobre los movimientos de la muñeca y la varita en distintos tipos de hechizos. Bellatrix y Draco estaban cada uno en su baño, terminando de arreglarse para que el universo viera el regalo que mandó al mundo y así, el mundo se deleitara con su presencia…, con su mera existencia.

Estando ya preparados, Bellatrix y su sobrino aparecieron en escena, encontrándose con los otros ocupantes de la casona. Ocuparon sus lugares habituales y se dispusieron a desayunar.

El rubio tenía un desayuno contundente y calórico, consistiendo en rebanadas de pan, huevo revuelto con tocino y aguacate en rebanadas. Desde que su tía le entrenaba, gastaba muchas energías, lo que le hacía comer más de lo normal por las mañanas y tardes. Eso ayudaba a que no se desmayara a medio camino (cosa que le había pasado durante la primera semana). Bella bebía de su Earl Grey con doble de whisky y unos chocolates rellenos de coñac.

—¿Cómo puede beber tanto y nunca tener olor a alcohol en el cuerpo? —susurró Harry a su padrino, quien no despegaba los ojos de la bruja que se estaba llevando un chocolate a la boca.

—Una de las maravillas de ser Bella… —contestó él, solo para que la aludida escuchase. Él también ostentaba esa facilidad, pero era gracias a la genética. La sangre de los Black, al estar impregnada en magia oscura, hacia que los poros del cuerpo sacasen las toxinas malignas o las convirtieran en algún beneficio para el cuerpo. Por esa razón era que Druella se tenía que comprar de los perfumes más caros de Francia y así tapar el olor a alcohol que la seguía a todos lados, pero Walburga podía beber como enferma de la cabeza y no dejar el hedor en el aire. Por supuesto que esto no se lo contaría a Harry, porque era una muy buena idea comenzar el día haciendo elogios a su prima, mientras él también se bebía su café con su roble ración de whisky matutina.

—¿De qué estaban hablando antes de que entrásemos? —preguntó Draco deslizando una servilleta de tela por la comisura de sus labios, viendo a su vez como el rostro de Harry cambiaba lentamente.

—De los movimientos del cuerpo en duelo —respondió el chico, sabiendo que fallaba mucho en eso y que su padrino le reprendía de la manera más sutil posible, solo para no hacerlo sentir mal. Él sabía que no tenía fluidez en combate, pero era porque se fue formando a la fuerza y no porque hubiese sido guiado por alguien. Era lógico que tuviera fallos y se sentía mal porque no sabía como superarse en ese aspecto. Teniendo en cuenta que el único club de duelo digno en Hogwarts fue liderado por Lockhart…, nada bueno se podía esperar de él en ese ámbito.

Bella, quien estaba escuchando todo silenciosamente, se puso de pie de un golpe, se tomó lo que quedaba en su taza y miró a su primo, dando la clara señal de que le siguiera. Fue entendida, porque el animago la siguió de inmediato, con los adolescentes caminando a su espalda.

Llegó con prontitud hasta el exterior y con un alzamiento de su barbilla, le indicó a su primo que se pusiera a practicar con su ahijado.

Sirius sacó la varita y atacó a Harry sin avisar. El atacado, fue rápido y logró convocar un escudo que le protegía y anuló el ataque.

—Es muy sucio… —comentó ella, caminando lentamente hasta el animago.

—Lo sé…, ¿tienes alguna idea? —quiso saber él, esperando que la respuesta fuese afirmativa. A diferencia de él, su prima no tendría reparos en hacerle correcciones más bruscas y frías a Harry, así que podría funcionar.

—Ponte en guardia Potter…, vamos a ver cual es tu postura —ordenó ella, con el rostro serio y que daba la clara señal de no querer réplicas.

—¿Porqué ella puede ver mis prácticas y yo no puedo saber lo que hace con Draco? —refutó el chico, no queriendo ser partícipe de eso.

Ante aquello, Bellatrix levantó los hombros, hizo un gesto con las manos y se dio la media vuelta, totalmente desinteresada en si querían su apreciación o no.

—¡No! —gritó Sirius, llegando hasta ella en dos zancadas y tomándola por la cintura —, Bellita de mi vida, cuervo de mis noches…, sabes que eres la mejor y era la única que me puede decir que hacer —elogió, sabiendo que con eso podría convencerla más fácil. Se dio la vuelta y miró al hijo de su mejor amigo. Apretó los dientes y recomendó —. Cállate Harry y escucha…, que esto no se obtiene todos los días —.

Harry apretó la mandíbula y asintió, sabiendo que era verdad. Se puso en guardia y esperó a que la mujer dijese algo.

Bellatrix caminó hasta él, le rodeó varias veces, deslizando su mirada de arriba abajo y finalmente sentenció —Sí…, muy sucio, hay que cambiar eso —. Dando una patada con su pie en la pantorrilla del chico, hizo que este abriera un poco más las piernas y así obtuviese una posición más afianzada, más estable. Golpeó con un puño entre los omoplatos, haciendo que los hombros se fuesen hacia atrás y sacara el pecho. De la misma manera, golpeó los codos y estos tomaron un nivel más bajo. Con sus dedos, dio dos golpes en la barbilla del chico, logrando que levantase la frente y su visión tomara un ángulo mayor. —Esta es la postura básica para un duelo de verdad…, con el tiempo te irás puliendo supongo y encontrarás la manera que más te acomoda. La idea es que entiendas la elegancia y firmeza a la hora de batirse en duelo. De esta forma, tienes más control de tu espacio, del espacio de tu contrincante y tus alrededores. Si te mueves a lo loco, las probabilidades de perder son mayores, porque no controlas nada —.

Harry que solo se había fijado en los golpes que recibió, sí se dio cuenta que de esa forma se sentía más seguro de lo que estaba haciendo y ya no se tambaleaba tanto estando en una sola postura, pero los golpes le impidieron hacer comentario alguno.

—Mete la panza —ordenó ella, dando un manotazo en el espacio indicado —. Si tienes el estómago afuera, existe la posibilidad de que alguien, estando en un ángulo diferente al tuyo, lance un hechizo y que solo por rozarte te maten. Teniendo la panza adentro, evitas que eso pase —comentó, escuchando como Harry volvía a respirar poco a poco luego del golpe recibido. Volteó la mirada y se dirigió a Sirius —. ¿Tienes el corsé que usaba mi tío? —preguntó.

—Sí…, creo que todavía está —contestó él, sintiendo un escalofrío recorrerle por el cuerpo.

—Usémoslo —dijo ella, ladeando la comisura de su boca en una sonrisa llena de regocijo. Recibió un asentimiento cargado de nerviosismo por parte del animago, pero era la mejor opción que tenían. Al segundo, vio como el dichoso corsé de metal aparecía en las manos de Sirius, luego de que este se concentrara en llevarlo hasta allá. Las ventajas de ser el dueño de la gran mayoría de posesiones de los Black. Tomó con sus manos el pesado objeto y se lo colocó encima al adolescente, quien jadeó al sentir su cuerpo apresado. El objeto se apegó de inmediato en la piel de Harry, los costados apresaron el cuerpo quedando como una segunda piel —. Esto se llama corsé de entrenamiento. Lo que hace es apretar tus costillas, espalda y pecho, mientras moldea la forma en que caminas y respiras. La idea es que practiques duelo con esto puesto, porque no te dejará moverte hasta que logres hacer bien lo que tu maestro te está diciendo. Siri lo usó cuando tenía catorce y quince, Reggie también lo usó y yo se lo sacaba a mi tío cuando iba a su casa para practicar con él. La gracia es que no te lo puedes sacar hasta que tu maestro te dé el permiso —.

—¿T-tú…, u-usaste es-t-to? —preguntó jadeando Harry, sin poder respirar con regularidad.

—Sí…, lo tuve que usar a la fuerza cuando mi padre me pillaba desprevenido. Me lo colocaba y hasta que no tuviera un duelo con él de forma correcta, no me lo podía quitar… —dijo el animago, recordando esos años que pensó haber olvidado y reprimiendo el escalofrío que estaba latente en su espalda.

—Listo…, me estresé así que me voy, me tiene harta y ya no los soporto. Te quedas con estos dos y no me esperes, necesito mi tiempo sin tanto baboso cerca. —comentó Bella, dejando un apasionado beso en los labios de su primo y largándose de allí en un segundo.

—¿No es hermosa? —susurró Sirius, obviando el asco en la cara del rubio y las lágrimas en el rostro de Harry, a quien todavía le costaba respirar.

-o-

Bellatrix se apareció dentro de la tienda de su amiga, esperando tenerla solo para ella.

—¡Mi Nellie!, ¡necesito qué…! —tuvo que detener su llamado de atención, puesto que, en la parte trasera de la tienda, donde solía aparecerse, estaba su amiga acompañada —. Vaya, vaya, vaya…, ¿a quién tenemos aquí corriéndole mano a Mi Nellie? —preguntó, marcando estas últimas dos palabras.

Efectivamente, su amiga no estaba sola y un hombre la besaba con fervor cuando se apareció en el espacio. Lograba ver un sobrero de copa, notoriamente costoso, unos guantes negros de cuero y un traje a la medida color grafito. Eleanor se volteó con rapidez, con las mejillas ruborizadas, topándose con la bruja de brazos cruzados sobre el pecho y una mirada acusatoria.

—¡Mi Bella! —exclamó con alegría la muggle, saltando a los brazos de su amiga, llena de felicidad por verla allí.

—¿No me vas a presentar? —inquirió Bellatrix, luego de dejar un delicado beso en la mejilla de la muggle.

El otro ocupante del espacio sonrió ladinamente, mirándole sin tapujos directo a los ojos, Se acercó con galantería, tomó la mano de la bruja que le estaba estirando con la propia enguantada y dejó un beso en el dorso, diciendo luego —John…, un placer conocerle Madame Black —.

—¿John cuánto? —volvió a decir ella, expectante. Era obvio que estaba teniendo algo con su amiga y por la poca comunicación que estaban teniendo en el último tiempo, no se lo había podido contar. Notó que el desconocido sabía de su existencia, sobre todo por la manera en que le saludó. Su semblante le llamaba la atención, porque para ser un muggle, tenía un aura oscura y atrayente…, muy similar a la de su Nellie. Hizo un análisis rápido de la imagen del hombre y podía notar que se trataba de alguien con dinero, con una vida oscura. Su vestimenta era pasable, y junto a su cadera pudo notar como algo sobresalía, algo metálico con intrínsecos diseños.

—John…, Dillinger —respondió el extraño, mirando a la mujer de cabello caoba seguido de esto.

—Johnny, nos vemos otro día, ¿te parece?. Como te conté, hace mucho que no veo a Mi Bella y tengo que aprovechar que se escapó del loquero que hay en su casa —comentó Nellie, dejando un beso en los labios del hombre, quien solo asintió y se despidió con un gesto de su sombrero.

—Me lo tienes que contar todo… —susurró Bella, acortando la distancia entre ella y su muggle. Pasó una de sus manos entre los cabellos caoba y la dejó allí, aproximando su rostro hasta el de ella, haciendo que casi se rozaran los alientos de ambas, marcando el territorio que aquel hombre le estaba quitando o que quería quitarle.

El comienzo de una nueva guerra se formaba más a cada día que pasaba. Las vidas de muchas personas estaban en riesgo y la decisión del destino para el Mundo Mágico se sabría en breve…, lo que no quitaba que Bellatrix Lestrange demandara saber quien era el tipo aquel, que estaba entrando en la vida de su mejor amiga. Si era celosa por naturaleza, lo era con todos, Eleanor incluída.