CAPÍTULO 50
Era mi día especial. No era realmente mi día, pero desde que estábamos en la espera del día del nacimiento, todos eran días especiales, quería que fuera perfecto, que al volver atrás y recordar cada detalle nos trajera únicamente alegría. Los nacimientos en mi familia no parecían ser buenos, ni tener buenas historias detrás, realmente nadie se atrevía a traer a la mesa mi nacimiento o el de Henry.
Después de la agradable reunión familiar que tuvimos en casa de mis padres creí que las cosas mejorarían, pero todo pareció enfriarse con la llegada del día del nacimiento.
—Es normal —dijo Sarah en un susurro.
—No lo es.
—Creo que para tus padres el día en que naciste fue realmente muy malo, no puedes juzgarlos por eso.
—Esto no se trata de ellos, es…
—Doloroso, Emma. ¿O vas a decirme que para ti no es doloroso recordar el nacimiento de Henry?
Lo era. Y el problema real de la situación era que de una u otra manera Regina estaba en el medio de todo. Así que teníamos prohibido hablar del tema en pasado, razón por la cual acepté la distancia que mis padres habían decidido darnos hasta después del parto; una pequeña parte de mí se preguntaba si serían capaces de querer a esta bebé de la misma forma que querían a Henry.
—¿Qué hacen aquí afuera? —preguntó Regina—. Se van a congelar.
—No está tan frío.
—Está helando. Te vas a congelar —me abrazó lo mejor que pudo con su hermosa barriguita entre nosotras—. Vamos adentro. Sarah puede ser la Reina del hielo, pero tú no.
Henry se mantenía ajeno a la presión de los últimos días, preferimos no decirle que su hermanita podría llegar en cualquier momento o de lo contrario se volvería loco, y nos volvería locas, incluso parte del plan era que llegado el momento se quedara con mis padres, pero ya no estaba tan segura. En serio mis padres estaban cumpliendo su palabra de mantener la distancia, y no podía evitar sentirme un poco triste por eso.
—¡Emma! —dijo Regina en voz alta llamando mi atención—. ¿Qué pasa contigo hoy que estás distraída?
—Estoy ansiosa. Nuestra princesita puede llegar en cualquier momento.
—Lo único que espero es que no caiga ninguna tormenta de nieve, ni nada que pueda afectar nuestro día perfecto.
—Será perfecto. No voy a despegarme de ti ni un solo momento.
Incluso había dado vacaciones a mi asistente porque no quería tener que estar al pendiente o preocupada de que algo ocurriera. En un principio lo iba a dejar a cargo, pero lo pensé mejor; con nuestro historial todo era posible. El negocio iba bien, así que necesitaba cuidarlo, unos días cerrado no nos afectaría, y así estaría al día con las vacaciones anticipadas.
Fuimos a nuestro control prenatal y la doctora volvió a confirmarnos que nuestra hija llegaría en cualquier momento, nos recomendó descansar, evitar cualquier esfuerzo innecesario y que la llamemos cuando comenzaran los dolores de parto. Regina había sentido alguna molestia en la cadera, pero dijo que era normal, producto de la preparación del cuerpo para el alumbramiento.
—¿Quieres comer algo especial?
—No —contestó sin mayor interés.
—¿Estás segura que hemos comprado todo lo que necesitamos?
—Si.
—Gorritos, pañales, leche en caso de que no…
—No lo digas —dijo casi enojada—. Todo será perfecto. Voy a tener un parto natural y voy a dar de lactar. ¿Sabías que de por sí ya tendré una gran desventaja al no traer a nuestra hija en casa?
—Me lo has dicho un par de veces.
—No quiero drogas, Emma. Lo digo en serio.
—Está bien.
Estaba segura que rogaría por todas las drogas del mundo en cuanto comenzaran las contracciones, pero no iba a contradecirla por ahora, llegado el momento tendríamos una excelente doctora que nos ayudaría a tomar las mejores decisiones, las maravillas del mundo moderno que me hacían sentir más que agradecida.
Al llegar a casa, después de pasar un rato todos juntos, cenando y viendo programas tontos de televisión, Regina y yo nos retiramos a nuestra habitación, habíamos enviado a Henry a la cama, pero estábamos seguras que seguía despierto jugando o leyendo alguno de sus libros. Era un nerd, y lo más bonito es que tenía un grupo lindo de amigos nerd igual a él.
Regina se puso su pijama después de su rutina de cremas, se acomodó sobre las almohadas y yo me acosté a su lado, se había vuelto una rutina para nosotras que yo acariciara su pancita y le hablara a nuestra hija, adoraba sentirla moverse, se podía sentir claramente sus piecitos empujando contra mi palma.
—La doctora dijo que estaba bien posicionada, que era bueno para el parto.
—¿Cómo fue con Henry? —preguntó acariciando mi cabello.
—Creo que no dio muchos problemas, me puse enorme pero no se movía tanto, seguramente estaba leyendo incluso en la panza.
—Lamento que…
—No lo digas. Prometimos pensar solo en las cosas positivas. Y para nosotras lo más positivo que hemos tenido es que yo te diera a Henry, es lo que nos unió.
—Lo sé. Solo quiero que sepas que lo siento, que si pudiera hacer algo…
—Te pediría que lo hicieras exactamente igual para que podamos llegar justo a este momento. Hemos pasado por cosas muy malas, pero ahora podemos tener toda la felicidad que nos merecemos.
—¿Cuándo te volviste tan elocuente?
—Cuando te conocí.
La besé y ella correspondió. Nos acurrucamos debajo de las cobijas, su espalda contra mi pecho y nuestras manos en su barriguita, protegiendo nuestra pequeña creación perfecta. No sé en qué momento nos dormimos, solo sé que me desperté sobresaltada, sentir a Regina en mis brazos me devolvió la calma, aunque no el sueño. Permanecí acostada acariciándola, pensando en todo lo que habíamos pasado, en que seguramente nadie nos creería si les contáramos quiénes somos.
—Prometo que siempre seremos felices, mi amor.
XXXSQXXX
REGINA
Me sentía un poco nerviosa por el parto, no sabía qué esperar, no sabía si me dolería tanto que no podría hacerlo, y al mismo tiempo me tranquilizaba un poco tener toda la tecnología y atención médica del mundo moderno en el que estábamos. Era cierto que me sentía en desventaja con Nieve, ella dio a luz a Emma en el bosque encantado mientras yo intentaba matarla, el problema era que no creía ser capaz de pasar por lo mismo que ella.
Los últimos ideas había intentado no transmitir mi nerviosismo a Emma, quería continuar en absoluta calma, la molestia en mi espalda era un poco insoportable y era difícil encontrar la posición correcta para dormir, así que no me sorprendí al levantarme temprano, por muy cansada que me sintiera prefería estar despierta e ir a buscar algo de comer, moría de ganas por un helado de fresa con manjar y chocolate derretido.
Abrí el refrigerador y sonreí al encontrar todo lo que deseaba, Emma era maravillosa, no había nada que ella no hiciera por mí. Serví una porción extra grande y comí sin culpa mi desayuno improvisado, estaba embarazada después de todo, podía hacer todo lo que yo quisiera.
—¿Qué haces despierta? Son las cinco.
—Tenía un antojo.
—Helado a esta hora, volvamos a la cama. Tienes que descansar.
—En un minuto.
Intentó robar de mi helado, pero no se lo permití, así que me besó.
—Gracias por comprar helado para nosotras —la besé una vez más en agradecimiento.
—No fui yo esta vez, debió ser Sarah —me besó probando el helado de mis labios—. Sabes delicioso.
—Cuando nuestra princesa nazca, y pasen los días que debemos esperar voy a compensarte mucho.
—¿Qué tanto exactamente?
—Haremos todas las cosas pervertidas que te encantan.
—Voy a morir lentamente con tanta espera.
—Haré que valga la pena.
Las dos reímos en complicidad. Terminé mi helado y volvimos a la cama abrazadas. Cualquiera que nos viera estaría muy cansado de lo cariñosas que nos habíamos vuelto; nos resultaba imposible estar separadas una de la otra. Emma se había vuelto mi lugar feliz, mi refugio, así que no me fue difícil darme cuenta que el distanciamiento con sus padres la afectaba más de lo que ella quería admitir.
Cuando me quedé a solas, más tarde en la mañana, tomé mi teléfono y le envié un mensaje a su odiosa madre. "Creo que tenemos que hablar". No se me ocurrió nada mejor, y algo me decía que ella sabía exactamente lo que debíamos hablar.
Dejé caer el teléfono sorprendida al recibir su llamada, no esperaba eso.
—Regina —dijo apenas contesté.
—Sí, soy yo.
—No creo que sea un buen momento para hablar, estás muy embarazada.
—Y si no es un buen momento por qué llamaste.
Evidentemente ella seguía siendo una tonta.
—No quería que pensaras…
—Solo ven a verme, a menos que pretendas que yo vaya a verte en mi estado. Imagina lo que pensará Emma.
La escuché protestar entre dientes y sonreí al saber que ella haría lo que yo quisiera para no enojar a Emma, me lo debía después de todo.
—Está bien.
—Y trae al idiota de David.
Corté y guardé mi teléfono. Mi espalda me estaba matando, era un dolor un poco fastidioso, me robaba un poco el aliento y parecía intensificarse a medida que pasaban las horas. Moría de ganas por un masaje de Emma, pero ella estaba ocupada preparando algo de comer. Me recosté contra las almohadas, cerré los ojos y me concentré en relajarme. Estaba pensando en las manos de Emma en mi espalda cuando de pronto escuché un fuerte sonido, me sobresalté y abrí los ojos de inmediato. En mi mesita de noche había restos de la bombilla de vidrio que parecía haber explotado.
Pensé de inmediato en mi magia e intenté reestablecer la bombilla, pero no funcionó, quizá solo fue una descarga eléctrica o un corto circuito.
Emma entró a la habitación y su presencia me sobresaltó un poco.
—Te prepararé un baño de burbujas, estoy segura que debes estar adolorida, te vendrá de maravilla.
No le dije nada, esperé que preparara la tina y viniera por mí. Sus manos inquietas lograron distraerme por completo.
—Te metes conmigo por favor.
—¿Estás segura?
—Lo necesito más que nunca —realmente me sentía muy antojada de todo, y estaba segura que las manos mágicas de Emma me ayudarían a relajarme.
—No creo que hacerlo en la bañera sea seguro.
—Solo entra conmigo y luego volvemos a la cama.
Me acomodé entre sus piernas, y tal como lo había imaginado, sus manos hicieron maravillas con mi espalda adolorida, cuando me sentí satisfecha guíe su mano entre mis piernas, se acomodó mejor detrás de mí, su boca encontró mi pulso en el cuello, ese lugar que a ella le encanta y a mí me vuelve loca, y sus dedos comenzaron a moverse lentamente en mi interior. A duras penas me había empezado a tocar cuando sentí que todo en mi interior se encendía en llamas, estaba a punto de llegar vergonzosamente rápido, cuando un ruido detrás de nosotras nos detuvo, de no ser porque realmente me asustó habría estado muy molesta porque ella se detuvo.
—Espera, bebé. Se cayó algo.
Un pequeño arreglo de flores que yo siempre ponía en el baño se había caído, no se rompió porque cayó sobre la alfombra, pero volvió a inquietarme un poco.
Emma quiso que volviéramos a la cama y yo estuve de acuerdo.
—Trae el juguete.
—¿Cuál?
—Tu favorito.
Ella corrió encantada, se acomodó el arnés, subió a la cama y nos acomodamos de lado, ella detrás de mí. Yo estaba demasiado ansiosa, en el último tristemente se había vuelto muy cariñosa y extremadamente delicada, mientras que yo anhelaba un poco la Emma pervertida. No iba a quejarme, estar super sensible tenía el beneficio de que una simple caricia me llevaba al éxtasis total.
Sentí sus dedos en mí nuevamente, su lengua recorriendo parte de mi espalda, y el juguete apretado entre nosotras.
—Emma —dije entre jadeos ansiosos.
—Espera un poco… quiero que estés lista.
—Lo estoy —dije un poco frustrada.
Giré un poco hacia ella y perdí al aliento con sus besos, su lengua en mi boca sabía exactamente qué hacer. Mis gemidos se hicieron más fuerte al sentir su juguete favorito presionar mi entrada cuando sus dedos abandonaron mi interior y frotaron mi clítoris. Un pensamiento fugaz cruzó por mi mente e imaginé lo que se sentiría que termina dentro de mí, su semilla cálida llenándome en lo profundo.
Se movió con un poco más de fuerza, abriéndome con su juguete caliente, sus pliegues rozando con los míos, sus dedos frotando mi clítoris hasta hacerme gritar, fue suficiente para mojar las sábanas, pero yo necesitaba más.
—No te detengas —fue todo lo que pude decir.
No recuerdo haber sido tan vocal, tan sensible y necesitada.
—¡Oh por Dios! —la escuché gritar de placer.
Sus caderas cobraron más ímpetu, se podía escuchar el sonido de su pelvis golpeando mis nalgas. Salía y volvía a sumergirse, volviéndome loca de placer. Acomodó mi pierna para penetrarme mejor, sus dientes mordieron mi hombro y aceleró un poco, llenándome una y otra vez, como ella sabía hacerlo, fue entonces cuando lo sentí, caliente y espeso llenando mi interior, no era yo, era ella, producto del calor del momento mi mente parecía jugarme trucos, me hizo perder la concentración.
Ella se detuvo, aún dentro de mí, dándose cuenta que yo no había terminado, aunque no por las razones que ella creía, me volteé para verlo con mis propios ojos, pero solo vi el juguete saliendo de mí.
—Espera bebé, no he terminado contigo.
Me besó y gemí al ser penetrada nuevamente, Emma no se detuvo hasta que me hizo llegar, entre jadeos y gritos de pasión, con sus manos tocando todo mi cuerpo, me quedé dormida entre sus brazos, segura y amada.
XXXSQXXX
MARY MARGARET
David y yo fuimos al día siguiente de recibir la petición de Regina. Era importante para Emma tenernos cerca, así que era trabajo de todos hacer un esfuerzo. Debo admitir que Regina lucía impresionante hasta en sus últimos días de embarazo, como si producto de la magia se mantuviera impecable, seguramente algo de magia aún quedaba en ella para hacerla lucir siempre tan bien.
Emma se sorprendió gratamente cuando llegamos pero no pudo evitar preocuparse cuando supo que Regina hablaría con nosotros en el estudio, sin ella.
—Es importante para Emma tenerlos en su vida, así que tenemos que hacer un mejor trabajo en esta familia disfuncional. Evitar matarnos no parece ser suficiente.
—No voy a llevarle la contraria a una mujer embarazada. Si te alteras y algo ocurre Emma no me lo perdonará. Una parte de mí cree que por eso estás haciendo esto ahora.
—Por supuesto, porque muero de ganas de poner a mi hija en peligro.
—Agradecemos este ofrecimiento de paz, Regina —dijo David deteniendo la discusión inminente—. Quiero que sepas que con el tiempo he logrado entenderte un poco, y quizá algún día logremos perdonarnos por completo. Es solo la situación actual que nos trae viejos recuerdos.
—No somos máquinas después de todo —dije sin poder evitar quedarme callada—. Cometimos errores, pero tú también, y esos errores nos costó toda una vida con Emma.
—Es por esa razón que estamos hablando en este momento, porque admito mi responsabilidad, y porque quiero que ella esté bien —dijo ella—. Nos comportaremos civilizadamente por el bien de Emma.
—Y por mis nietos —dije con firmeza—. Esa niña es tan nieta mía como Henry.
Eso pareció agradarle más de lo que evidenció. Fue hasta la puerta cerrada del estudio y dejó entrar a Emma que parecía estar pegada escuchando nuestra conversación.
—¿Ves? Nadie murió —dijo Regina con ironía y su sonrisa maliciosa habitual, pero su sonrisa se convirtió en una leve mueca y se inclinó hacia Emma quejándose un poco—. Mi espalda me está matando.
—¿Desde cuándo estás así? —Me acerqué a ella y sin pedir permiso toqué su barriga, dura como una roca—. Es una contracción.
Regina apartó mis manos de ella acercándose más a Emma.
—Solo es un dolor de espalda, normal por todo el peso que estoy cargando.
—Es una contracción, estás en trabajo de parto —dije un poco preocupada.
—Estoy segura que sabría si estoy en trabajo de parto.
Terca como siempre e incapaz de darme la razón, se hubiese salido con la suya de no ser por que su fuente se rompió mojando sus pies y los de Emma. Lo único que pensé era que esperaba que tuviésemos tiempo suficiente para llegar a la clínica, una cosa era hacer una tregua por el bien de Emma, y otra totalmente diferente ayudarla a traer a mi nieta al mundo, tenía miedo de volverme loca con toda la presión del momento.
