Se dieron la media vuelta, dando movimiento a sus pies hacia el interior de la propiedad. Al pasar por la entrada de la tienda, se toparon una cantidad de clientes considerablemente buena.

—¡Voy pasando! —gritó Rabastan con una bandeja de latón apoyada en su hombro izquierdo, impidiéndole la vista periférica.

Bellatrix se sorprendió al verle de aquella manera, porque jamás imaginó que alguien tan quejumbroso e hijito de papás como él, estaría trabajando tan arduamente entre Muggles. Se le veía contento, más feliz de lo que le vio jamás y por sobre todas las cosas, se notaba que se habituó a la nueva vida que estaba teniendo.

—Voy a estar adentro Rabito…, en caso de que pase algo, me gritas —comentó Nellie, feliz de que su tienda estuviese siendo atendida por alguien con tanto entusiasmo.

—¡No hay problema señorita Nellie, cualquier cosa le aviso! —contestó Lestrange, llevándose las empanadas de carne hacia las mesas que estaban en el exterior. No se dio cuenta de la presencia de la bruja allí, porque estaba demasiado ocupado como para sondear el terreno. Hacía meses que no tenían problemas, más allá de los vagabundos que tenía que sacar a rastras de vez en cuando, pero después de la muerte de Todd, ya no tenía que estar al pendiente por la vida de su benefactora con instintos asesinos.

—Vente Mi Bella, creo que tengo dos botellas de whisky en la pieza —invitó la muggle, tomando de la mano a su amiga.

Caminaron más profundo en la casa, pasando por el pequeño salón de descanso que tenía allí Eleanor. Bellatrix se dio cuenta que efectivamente a su amiga le estaba yendo muy bien en las ventas, puesto que estaba todo muy diferente a la última vez que estuvo allí.

El empapelado roído y desgastado de las paredes ya no era el mismo. Antes siendo este de un color deprimente y lleno de imperfecciones, se trataba ahora de una pared color rosado pastel, todo de manera uniforme con algunos estampados de rositas rojas por aquí y por allá. La mesa ratonera que yacía antes allí ya no era la misma, puesto que anteriormente era de madera gastada y astillada. Ahora era una hermosa mesa de vidrio pulido con algunos adornos encima, siendo presidida por un florero de cristal mediano rebosado en rosas. El sillón que estaba a punto de caerse por el mal estado ya no estaba y en su lugar yacía uno nuevo, de tres cuerpos tapizado en terciopelo negro, resaltando entre todo el decorado. Los muebles alrededor también eran nuevos, siendo que antes no estaban y ahora se podían ver algunas repisas empotradas en ciertos espacios de las paredes, soportando el peso de adornos de porcelana y un marco de plata.

Lentamente se acercó a dicho objeto, porque era lo más llamativo en todo el lugar y se dio cuenta que apresaba una fotografía. Eran ellas dos, vestidas con sus mejores ropajes para el día de la celebración de Samhain. Nellie ese día había pedido a Pipi que les tomase una fotografía y la elfina luego de hacer aquello, se la entregó.

—Solo ustedes pueden verla moverse. La cosa fea hizo que ante los ojos de un Muggle que no sabe de la magia se vea como una fotografía cualquiera, pero yo sí que la puedo ver como es. ¡Así que bien por mí! —comentó la mujer de cabello caoba, una vez que se dio cuenta del lugar adonde su amiga estaba viendo.

Efectivamente la imagen se movía, y mostraba a una Bellatrix recibiendo un beso de Nellie en la mejilla, para que luego la muggle hiciera un gesto de querer recibir uno ella también, apuntando con su índice el espacio en su cara donde lo estaba esperando. La bruja se vio a sí misma sonreír ladinamente y dejar el beso pedido, luego la acción se reproducía una y otra vez en bucle.

Se dio la media vuelta y caminó hasta donde estaba la habitación de Eleanor, tirándose estrepitosamente sobre la cama. Así como el salón anterior estaba cambiado, la habitación también, mostrándose mucho más cómoda y acorde a lo que se merecía la muggle, siendo la cama muchísimo mejor que la que antes estaba allí. Por el salto que dio sobre el colchón, su cuerpo rebotó y luego descendió dejándole en la postura que ella quería, es decir, piernas sobre la cama, manos detrás de su nuca y el cuerpo estirado, esperando para escuchar todo lo que su atrapada amiga tenía para decir.

Eleanor por su parte se acercó a una cómoda, abriendo uno de los cajones y sacando a su vez dos botellas de whisky escocés. Le tendió una a la bruja y se recostó a su lado, abriendo ambas su botella para dar el primer sorbo.

—Bien…, empieza —demandó Bellatrix, todavía ligeramente molesta por lo que había visto afuera.

—Ya… —susurró Nellie, bebiendo nuevamente para aclarar sus ideas —. ¿Te acuerdas de la vez en que te dije que me espantabas a los pretendientes? —preguntó.

—Sí…, y esperaba seguir haciéndolo —apuntó Bella, no siendo del todo sincera. Ella quería que su amiga fuese feliz, porque nadie más que ella se lo merecía, pero eso no quería decir que se contentaría con cualquier imbécil que se quisiera meter en su cama. Primero tenían que pasar por su criterio y luego ya vería ella si daba el permiso o no.

—Bueno, la cosas es que muchos hombres y mujeres querían acercarse a mí y conocerme…, sobre todo después de la que tienda empezó a tener más éxito. Con la llegada de la estirada y Rabito, la gente se pasea mucho más por mi tienda. Un día unos clientes estaban hablando de que daba menos miedo comer aquí cuando no estaba esa mujer de cabello negro que miraba a todo el mundo con cara de querer matarlos y justo pasó la rubia que tiene cara de oler a mierda y soltó que eras su hermana. Desde ese día, la gente la empezó a mirar con un poco de admiración, porque no entendían como alguien tan "bonita y elegante" podía ser hermana de alguien que tiene cara de loca. Son sus palabras…, no las mías, tú sabes que amo tu carita hermosa —comentó Nellie, apretando una de las mejillas de su amiga con cariño y un poco de fuerza.

—Me vale mierda lo que unos muggles puedan pensar de mí y no me estás contando lo que quiero escuchar…—murmuró la bruja, sobándose con cuidado la mejilla que le habían apretado.

—Pero yo soy muggle también —susurró Nellie, con el labio descendiendo ligeramente y sus cejas frunciéndose con tristeza.

—Sí, pero eres mí muggle, así que eso no cuenta. Ya, sigue contándome por favor y ve luego al punto —.

—El punto es que después de eso, menos pretendientes se me acercaban directamente, porque tenía viviendo a tu hermana aquí y pensaban que llegarías en cualquier momento y —

—¡¿Qué tiene que ver Narcissa con que te haya pillado intercambiando saliva con un hombre?! —exclamó Bella, ansiosa por saber luego de qué se trataba todo.

—Tiene mucho que ver, porque por sus putas ganas de querer ser la mejor y andar alardeando, me espantó todos los posibles polvos. La cosa es que un día, en el banco que está a unas cuantas cuadras de aquí hubo un asalto muy grande. Llegó la policía y se escucharon tiroteos por varios minutos…, casi treinta y después de eso las alarmas de las patrullas se escucharon por todas partes. La cosa es que, a los minutos, la puerta de mi tienda se abrió con fuerza y entró un hombre con gabardina, un sombrero de copa y una pistola en la mano. Cerró con pestillo y me miró…—

Flashback:

Disculpe la intromisión tan abrupta Madame, no fue mi intención importunarla —susurró el hombre, retirando el sombrero de su cabeza.

Un peinado perfectamente pulcro, una camisa salpicada en sangre y la pistola aún sostenida por él con fuerza, fue lo que vio Eleanor en esos momentos.

Narcissa y Rabastan ya se habían retirado hacia su piso superior. El día laboral había terminado y ella solo estaba limpiando el interior de la tienda, ya que Rabastan era quien se encargaba de la limpieza exterior.

Deslizó su mirada, escudriñando la imagen que recibía. Respiración agitada, una notoria yugular palpitando, sudor en la frente bajo el flequillo húmedo y tensión muscular.

Eres de los que están arrancando de la policía —susurró ella, sabiendo que su análisis era el correcto.

Y usted es quien trabajaba con Todd…, anteriormente Barker —respondió el hombre, sacando de sus hombros la gabardina, para luego dejarla apoyada en una de las sillas.

¿Quién te dijo a ti eso? —preguntó ella, sorprendida porque alguien supiese eso. Se suponía que Rabastan se había hecho cargo de ello y nadie debía conocer ese tipo de información.

El mundo por el que yo circulo está lleno de información que puede servir en algún momento. No se preocupe, después de la desaparición de ese trastornado pobre hombre, no hay nada que la ligue a él y extrañamente nadie se acuerda de su existencia. Yo por otro lado, es difícil que se me olvide información como esa…, todo conocimiento es bueno si lo puedo usar a mi favor —respondió el hombre, acercándose lentamente hacia el mesón.

¿Y de qué te puede servir saber algo así?, ya lo dijiste, nadie se acuerda de él y no hay nada que me pueda ligar a las cosas que pudo haber hecho, así que no sacas nada conmigo —apuntó ella, tratando de que su nerviosismo no se notase.

Eso lo sé estimada, pero, así como usted sabe algo de mí, yo sé algo de usted… —.

Fin del Flashback.

—¿Y?, ¿porqué no lo mataste? —preguntó Bellatrix, sintiendo que le hervía la sangre de solo escuchar que su amiga se había visto envuelta en algo como eso.

—Es que él no me quiso matar a mí, así que le ofrecí un trago de Gin. Nos sentamos a conversar un rato y le pedí que me entregara su camina para limpiarla.

—Entonces…, en lugar de romperle la puta cabeza por irrumpir en tu local de esa manera y por saber información que nadie más debía saber, decidiste que era mejor ponerte a chismosear… —apuntó Bella, sorprendida por lo que estaba escuchando.

—Es que no se me hizo alguien malo, además que solo estaba poniendo en conocimiento lo que sabía de mí, así como yo dije lo que sabía de él. No me hizo nada y fue muy caballero conmigo. De hecho, me contó más cosas de él. Por ejemplo, me dijo que estaban ese día efectivamente robando un banco, que es parte de una banda muy buscada y que tiene información de cualquier persona que yo quiera saber. ¡Es mafioso Bellita!, es de Estados Unidos y se escapó de allá para así hacerse con más poder en otros países importantes. Ahora está aquí en Inglaterra y dice que por mí se piensa quedar —comentó emocionada y con cara soñadora.

—¿Y eso te gusta?, ¿cómo te puedes emocionar por estar saliendo con un ladrón de bancos? — preguntó Bellatrix, confundida por la información.

—Mi mejor amiga es una asesina y es una de las personas a quien más amo en el mundo…, no le veo lo malo a estar saliendo con un mafioso —respondió encogiéndose de hombros. Le dio un nuevo sorbo a su botella y siguió hablando —. Después de ese día, nos hemos estado viendo seguido, me trae regalos, joyas y cosas así, me ha contado de su vida y yo de la mía. Así que ahora sabe quien es mi mejor amiga, y que hace mucho que no la veía, que la extraño mucho y que debe tener una conversación contigo porque eres muy celosa —.

—¡¿Le dijiste de la magia?! —exclamó la bruja alterada, sentándose de inmediato sobre el colchón.

—¡No!, ¡qué te pasa!, ¡no soy estúpida Bella! —respondió Nellie, cruzándose de brazos por la desconfianza. Luego recordó que su amiga era de las mujeres más desconfiadas en el mundo y se calmó, volvió a beber de su licor y siguió —, le dije que mi mejor amiga es una de las mujeres más influyentes en el mundo. Que es una mujer de negocios con santos en la corte y que hasta la reina de Inglaterra te escucha. Que eres una empresaria muy poderosa y que te echaba mucho de menos —hizo un puchero y estiró los brazos, invitando a la bruja para que se acurrucara junto a ella.

Ante el gesto, Bellatrix sonrió con cariño y se acercó a la mujer, estrechándola con fuerza. No le gustaba la idea de que Nellie estuviese saliendo con alguien así, pero si podía entregarle un poco de protección, bien podría considerar la existencia del hombre. Dejó su botella en la mesilla que estaba a un costado de la cama y aplastó a la muggle contra el colchón, posicionándose ella encima.

Miró fijamente a los ojos castaños y quitó espacio entre sus rostros, dejando a un palmo sus labios. Los alientos de ambas se mezclaban por la cercanía y el latido de sus corazones los podían sentir por la fuerza con la que estos estaban trabajando.

—Tal como lo dijiste Mi Nellie…, yo soy muy celosa y nadie me quita lo que es mío. Tú eres mía…, y no puedes ser de nadie más. —posó una mano en la cadera de la muggle y empezó a dejar caricias en la piel, por sobre la ropa. Acarició su cintura y siguió subiendo hasta llegar al borde bajo sus pechos, pero se vio interrumpida por un golpe en su brazo y un empujón.

—¡Ya Bella!, ¡no seas tonta! —exclamó entre risas Eleanor, quien disfrutaba mucho de esos juegos con la bruja, pero a su vez se ponía nerviosa. Siempre tenían ese tipo de juegos, en los cuales rosaban la amistad con las insinuaciones más atrevidas, aunque nunca pasaban a nada más. Se amaban, lo que tenían era más que una simple amistad, y aprovecharse de esa tensión sexual era algo que las ponían al borde rápidamente, solo que no traspasaban ese límite jamás.

Bellatrix por su lado, volvió a su espacio en la cama y con su botella en la mano, siguió bebiendo, riendo y disfrutando del nerviosismo que había logrado en su amiga.

—Pero lo digo en serio…, no me gusta que me cambien —susurró la bruja, siendo sincera en esa ocasión. Tenía muchos problemas con el apego emocional, porque no lo sabía gestionar. Le costaba sentir cariño por la gente, porque después los entendía como que eran de ella y luego, al momento en que llegase alguien nuevo en sus vidas, se sentía amenazada.

—No pienses así, tú sabes que eres la más importante, siempre —aseguró Nellie, abrazándose con fuerza al torso de su amiga —, eres mi chanchita —murmuró con ternura arrugando la nariz y estirando los labios.

—¡¿Cómo que chanchita?! —se escandalizó la bruja, recordando que, en algunas partes, a los cerdos les llamaban chanchos.

—¿Prefieres zorrita?, ¿perrita?..., yo te puedo llamar lo que quiera, así que no me jodas —puntualizó la muggle, restregando su mejilla en el hombro de la otra. —. Ahora calla y bebe, que después te vas a tener que ir y hace mucho que no bebemos juntas —.

-o-

Las protecciones de la casa solariega escondida en Exmoor, dieron la bienvenida a los recién arribados, quienes no demoraron un segundo en llegar hasta el vestíbulo de la propiedad.

Lamentablemente para ellos, el recibimiento que tuvieron no era el más propicio.

Rodolphus y Remus se quedaron petrificados al momento en que sintieron una energía descomunal siendo dirigida hacia ellos. Estaban exhaustos, lo único que querían era poder acostarse en una cama decente y dormir el resto de sus vidas, pero la imagen frente a ellos les hizo olvidar todo.

Denébola, al momento en que sintió nuevas energías pululando en el ambiente, salió directo hacia el recibidor, encontrándose con dos desconocidos. Su dueña no le había platicado de esos humanos y uno de ellos olía asquerosamente a criatura, por ende, no podían ser cercanos a su mami.

Sacó las garras y gracias a que su pelaje ya había crecido, la melena lacia y nívea se empezó a colorear lentamente en un rojo intenso. Sus fauces se abrieron, mostrando sus colmillos que se hacían más grandes a cada segundo que pasaba. El gruñido que salió de su cuerpo era mucho más fuerte y ronco de lo que había sonado tiempo atrás, puesto que ya había crecido más y no era el cachorro que llegó a esa casa.

—E-es…, un l-león de Nem-mea —susurró Rodolphus, reconociendo inmediatamente a la criatura. Supuso que tenía que ser de su esposa, siendo que nadie más que ella estaba obsesionada con ese animal y se sorprendió de que hubiese conseguido tener uno. Sabiendo mucho de la criatura, este debía ya estar enviando avisos a su dueña de los intrusos, por lo que Bellatrix tenía que estar por llegar para salvarlos de la inminente muerte.

—Yo no puedo hacer nada, hasta el lobo se retrae cuando sabe que va a perder —contestó Remus, siendo sincero. Él vivía mucho más cercano a sus instintos licanos después del viaje que tuvieron, y se entendía mejor con esa parte de su ser. No obstante, no era estúpido y tenía más que claro que por mucho que ya lidiara con su lobo interno, este no le ganaría jamás a un animal como ese.

Rodolphus, creyendo que su esposa le había hablado de ellos a su mascota, hizo el ademán de dar un paso al frente, ocasionando que Denébola lanzara un rugido que retumbó por toda la casona.

Gracias a ese estrepitoso ruido, Sirius, Harry y Draco aparecieron por detrás del león, viendo lo que estaba pasando.

Los adolescentes se quedaron quietos, porque todavía no existía confianza real con el león y solo podían empeorar las cosas. Sirius por otra parte, se acercó lentamente hacia el bebé de su prima e intentó llamar su atención, explicándole con suavidad que no tenía que defenderles, que ellos eran amigos.

Lamentablemente para todos, Denébola no le escuchó, así que por mucho que respetase al humano de su mami, no era su dueño y no recibía órdenes de cualquiera.

—Dené…, por favor…, baja la guardia, de verdad que no nos harán nada, son amigos —volvió a decir Sirius, viendo que no servía de nada. Levantó la mirada para posarla en Lestrange y Remus, viendo como estos intentaban mantener la compostura —. No se muevan y no hablen…, porque si no me hace caso a mí, no lo hará con nadie. ¡QUÉ ALGUIEN VAYA A BUSCAR A BELLATRIX POR MERLÍN! —exclamó, ya perdiendo la paciencia.

Antes de que alguien se pudiera mover y hacer lo que el animago estaba pidiendo, las puertas del salón de descanso se abrieron, dando paso a un escorpión que, al ver la situación, acrecentó su tamaño.

Habían hechizado las puertas de la casa, para que así Pinchi pudiese entrar y salir a su gusto, siendo que era el único que andaba metido en los salones que tuviesen chimeneas.

El arácnido se acercó al enojado león y con una de sus pinzas golpeó ligeramente en su cabeza, entregando algún tipo de mensaje.

Ante el gesto, Denébola se fue calmando poco a poco, hasta volver a su imagen original, se dio la media vuelta y salió hacia los exteriores por la puerta trasera.

Se escuchó una exhalación cargada en alivio por parte de todos.

Luego de esto, Pinchi se aproximó hasta los chicos que veían todo con asombro y les pegó a ambos con una de sus tenazas, llamando su atención. Los chicos bajaron la mirada y se toparon con el escorpión, que les estaba indicando con su cola las escaleras.

—¡¿Es broma?!, ¡quiero saludar a Remus! —exclamó Harry.

Como respuesta, Pinchi volvió a indicar la escalera con su cola, pero de manera más enfática, moviendo esta vez la lanceta.

—Por la mierda…, a lo que hemos llegado…, hacerle caso a un escorpión —masculló el chico, rabioso, pero haciendo lo ordenado. Escuchó como las tenazas del bicho castañeaban con fuerza repetidas veces —. ¡Ya perdón!, ¡no diré más malas palabras frente a ti! —gritó Harry a mitad de los peldaños.

Pinchi se dio la media vuelta y se acercó hasta Sirius, tironeó ligeramente de su pantalón y le indicó el salón de descanso.

—Ya compañero… si sé que tenemos una conversación pendiente, pero no puedes estar mandoneándome así. No es correcto —murmuró el animago, sintiéndose ofendido por como le trataba su amigo friolento.

Como respuesta, Pinchi movió la lanceta lentamente.

—¡¿Ves?!, ¡es que no puedes ser así!, ¡me pides educación y tú no la tienes conmigo! —se quejó Sirius, elevando los brazos sobre su cabeza —. ¡Te mantengo las chimeneas encendidas siempre que andas por aquí, me preocupo de que no te falte calor y te entrego los mejores bichos que puedo encontrar!, ¡¿y así me tratas?! —.

Ante eso, Pinchi movió una de sus tenazas, desestimando las quejas de su compañero humano y caminó hacia el salón de descanso, ignorando olímpicamente la presencia de los otros dos allí.

—¡Oye, te estoy hablando! —exclamó Sirius, sorprendido por la falta de comprensión por parte de Pinchi —, ¡si sabes que me siento solo porque no está Bella y tú llegas y te largas también!

Silencio.

—¡Sí sé que han pasado horas de que no está, pero la hecho de menos y te ni me das atención!, ¡Pinchi! —se quejó —, ¡¿ves cómo me trata?! —preguntó mirando a Remus. —, ¡te estoy hablando Pinchi! —dijo mientras caminaba con rapidez hacia el salón por el cual se había perdido el escorpión, cerrando las puertas detrás de sí.

Remus y Rodolphus se miraron lentamente, incapaces de hilar pensamiento alguno. Aquello les había tomado más que desprevenidos y no sabían que estaba pasando allí. Al parecer, muchas cosas habían cambiado desde la partida de ambos y tendrían que esperar a que llegase Bellatrix para tener una conversación remotamente normal.

—Bienvenido a casa… —susurró Rodolphus, con un tono de voz atónito y siendo incapaz de moverse aún.