51. Palabras del alma

En casa de Sakura e Itachi, tras el agitado día, todos dormían cuando el teléfono de Sakura sonó.

Se despertó sobresaltada y, al mirar el reloj digital de la mesilla, vio que eran las tres y media de la madrugada.

Al tercer timbrazo, Itachi también se despertó, y cuando Sakura cogió el teléfono oyó:

—Cachorra...

Al reconocer la voz de Genma, se despejó de golpe y más cuando lo escuchó llorar. Cuando este le contó lo ocurrido, solo pudo decir:

—En media hora estoy ahí.

—¿Qué ocurre? —preguntó Itachi, saltando de la cama tras ella.

Con el rostro desencajado y los ojos llenos de lágrimas, Sakura susurró:

—Era Genma para decirme que Iruka está ingresado en el Memorial Hospital.

—Pero ¿qué ha ocurrido, cariño?

Sakura respondió mientras se vestía:

—Nagato lo ha visitado.

Sin preguntar nada más, Itachi también comenzó a vestirse con semblante pétreo y, tras avisar a Lola y a los de seguridad de que se marchaban, montaron en el coche, desde donde Itachi llamó a Naruto para explicarle lo que había pasado y decirle que reforzara la vigilancia en la casa. Antes de colgar, este quedó con ellos en el hospital.

Al llegar allí, fueron a urgencias y encontraron a Genma sentado al fondo, con los ojos hinchados de tanto llorar. Al verlos, se vino abajo, y Sakura lo abrazó murmurando:

—Ya estoy aquí, cariño. Ya estoy aquí.

Itachi los observaba con la mandíbula tensa y, acercándose, los abrazó a los dos. Durante un rato, Genma lloró, hasta que salió un médico preguntando por los familiares de Iruka Umino. Los tres se levantaron rápidamente y el hombre explicó:

—Sufre fuertes contusiones por todo el cuerpo y tiene un par de costillas fisuradas. La paliza que le han propinado ha sido considerable, pero está bien. Le hemos dado varios puntos en la cabeza y en la boca. Pero tranquilos, se recuperará. Está consciente y dentro de un ratito se podrá marchar a casa.

—Ay, mi Iruka, cachorra —lloró Genma, angustiado—. Ay, mi Iruka.

—Tranquilízate, lo importante es que está bien. Ya has oído al médico.

Minutos después, llegó Naruto, preocupado. Tras informarles de que había enviado a dos hombres más a la casa, intentó tranquilizar a Genma. Cuando lo consiguieron entre todos, Itachi se acercó a la máquina de café con Naruto.

—He llamado a Jake. ¡Joder, no puedo creer lo ocurrido! —masculló Itachi.

Naruto asintió, le puso una mano en el hombro y a continuación contestó:

—No te preocupes, lo solucionaremos.

Cuando regresaron junto a Genma y Sakura, Itachi, le entregó una tila a Genma y preguntó:

—¿Qué ha ocurrido exactamente?

Tras beber un sorbo de su infusión, Genma explicó:

—Iruka me ha llamado al trabajo a eso de las dos y cuarto de la mañana. Tenía la voz trémula y apenas entendía lo que decía, pero he sabido que algo no iba bien. Asustado, me he ido del trabajo y al llegar a casa y verlo casi me muero. Tenía la cara llena de sangre. De hecho había sangre por todos lados y ... y ...

—Tranquilo, Genma, tranquilo —susurró Sakura, abrazándolo.

Cuando su amigo se volvió a calmar, prosiguió:

—Al parecer, Iruka estaba viendo la televisión cuando han llamado a la puerta. Él ha abierto y dos armarios de tíos lo han empujado y se han metido dentro. Uno de ellos ha dicho que era Nagato y le ha pedido que te llamara para que fueras a nuestra casa. Iruka se ha negado y ... y ... entonces le han empezado a golpear.

Horrorizada, Sakura se tapó la boca con la mano, mientras Itachi maldecía en silencio.

En ese instante, se abrió una de las puertas de urgencias y salió un enfermero empujando una silla de ruedas en la que iba un maltrecho y demacrado Iruka. Tenía la cara amoratada y la cabeza vendada.

Al verlo aparecer todos fueron hacia él y Genma, abrazándolo, murmuró:

—Te quiero... te quiero... te quiero...

—Lo sé mi amol —dijo él sonriendo—. Pero deja de apretarme o me asfixiarás.

Cuando Genma se apartó, Sakura susurró angustiada:

—Lo siento, Iruka. Todo esto es culpa mía y ...

—No digas tonterías, mi amol —dijo su amigo sonriendo.

—Tú no tienes la culpa de nada —intervino Naruto.

Itachi, que hasta el momento había permanecido en un segundo plano, se acercó a Iruka y preguntó:

—¿Cómo te encuentras?

El otro suspiró y dijo con gesto cansado:

—Ese hijo de mala madre va a por Sakura.

—No la va a tocar —afirmó Itachi con seguridad.

Mirándola entonces a ella, Iruka explicó:

—Me ha pegado cuando me he negado a llamarte. Quería que vinieras a nuestra casa para... para... Ay, Dios, no quiero ni imaginar para qué. Y sabe que los niños son de él. Me lo ha dicho mientras me golpeaba.

—Dios santo —murmuró Sakura—. Estamos perdidos...

—Se ha vuelto loco, cachorra —prosiguió Iruka—. He creído que me iban a matar a golpes, pero de pronto han parado y, antes de irse, Nagato me ha pedido que te dijera que te vayas despidiendo de los niños.

Sakura soltó un gemido e Itachi, abrazándola, dijo para tranquilizarla:

—Nadie se va a llevar a los niños ni os va a volver a hacer daño, ¡te lo prometo!

Cuando salieron del hospital, Itachi se empeñó en seguir su coche hasta su casa. Naruto también iría en su moto. Iruka y Genma accedieron y, al entrar en la vivienda y ver el desastre de muebles rotos y cosas caídas por el suelo, Sakura murmuró con un hilo de voz:

—¡Ay, Diosito!

La bonita casa de Genma e Iruka estaba destrozada. La tele nueva rota, la mesa partida en dos, el sillón rajado. Parecía que por allí hubiese pasado un tsunami y Sakura dijo desesperada:

—Lo siento... lo siento...

Genma la abrazó.

—Calma, cachorra, lo único que me importa es que Iruka esté bien y que los niños y tú también lo estéis. El resto es reemplazable. No te preocupes por nada.

Pero ella, llevándose las manos a la cabeza, musitó:

—Ahorrasteis durante meses para poder compraros ese televisor y ... y ... ahora...

—Mi amol —susurró Iruka, agotado—, al televisor que le den. Como te ha dicho Genma, lo importante somos nosotros. La familia. Y si estamos bien, el resto no importa.

Itachi los escuchaba emocionado junto con Naruto. Era evidente cuánto se querían y, no dispuesto a que permanecieran allí ni un segundo más sin protección, dijo:

—Genma, coge lo que necesitéis para Iruka y para ti. Aquí no os podéis quedar, os venís a casa.

—Te lo agradecemos —contestó Iruka, sonriendo—, pero no quiero que los niños me vean así. Mi reina de la telenovela se angustiará y los pequeños se asustarán y no quiero darles miedo.

—Tiene razón —opinó Naruto—. Los niños se espantarán si lo ven así.

Itachi lo pensó. Tenían razón, pero insistió:

—Entonces os llevaré a otro sitio donde podréis pasar la noche. Mañana ya regresaremos y veremos qué se puede hacer.

A Sakura le pareció buena idea y dijo:

—Iruka, tú quédate ahí tranquilo, nosotros cogeremos todo lo necesario. —Y, mirando a Genma, añadió—: Vamos, cariño, yo te ayudo.

Genma preparó una maleta con cuatro cosas indispensables para un par de días, hasta que él regresara a casa y ordenara aquel desastre. Cuando salió al destrozado salón con la maleta, Itachi se la quitó de las manos y dijo:

—Todos al coche.

Sin rechistar, todos subieron en el coche de Itachi, mientras Narutto los seguía de nuevo en su moto. Al cabo de un rato llegaron a una lujosa urbanización y Genma exclamó:

—¡Ay, Diosito! Esto es Melrose Hills, ¿verdad?

—Sí —afirmó Sakura—. Y os encantará la casa. Ya lo verás.

Cinco minutos después, cuando el ascensor llegó a la planta décima del lujoso edificio, Itachi sacó las llaves y, abriendo la puerta de su apartamento, dijo:

—Entrad. Estáis en vuestra casa.

Genma e Iruka no daban crédito a lo que veían. Era una casa de ensueño. Amplia, moderna y decorada con un gusto exquisito.

Tras sentar a Iruka en un sillón, Itachi le explicó a Genma el funcionamiento de algunas cosas, como las luces regulables, la música ambiental o la alarma y, cuando terminó, al ver la cara de agotamiento de sus amigos, añadió:

—Creo que ahora deberíais acostaros. Mañana vendremos para ver qué tal estáis.

Ambos asintieron y Sakura preguntó:

—¿Queréis que me quede con vosotros?

—No, mi amol —respondió Iruka—. Tú ve con los niños. Me quedo más tranquilo sabiendo que estás con ellos.

—Os acompañaré en la moto para estar seguro de que llegáis bien a casa y luego regresaré para quedarme aquí con ellos —dijo Naruto.

Itachi asintió y Sakura, tras darles un beso a cada uno y quedar en que se verían al cabo de unas horas, se marchó con Itachi y Naruto.

En el camino de regreso, Sakura estuvo muy callada e Itachi, al imaginar lo que pensaba, puso música de Barry White, le tocó la rodilla con cariño y dijo:

—Cierra los ojos. La música te relajará. Y no te preocupes por nada, cariño, yo me ocuparé de todo.

Cuando llegaron a casa, se despidieron de Narutto y este regresó junto a Iruka y Genma. Subieron a su habitación cogidos de la mano. Se desnudaron en silencio y se acostaron. Pero Itachi, al ver la inquietud de ella, la abrazó para acercarla más a su cuerpo y le preguntó:

—¿No puedes dormir?

—No. No puedo dejar de pensar en lo ocurrido. Si a Iruka le hubiera ocurrido algo, nunca me lo habría perdonado y ... y ... —Se le escapó un sollozo.

Itachi encendió la luz, se sentó en la cama y, haciendo que ella lo mirase, afirmó:

—Iruka está bien y yo me aseguraré de que lo siga estando.

—No me puedo creer que Genma y él estén pasando por esto. No se merecen que ese desgraciado les haga lo que les ha hecho. —Y, llorando, añadió—: Ellos son mi familia, las personas que me han querido y me han cuidado cuando no tenía a nadie en el mundo y ... y ahora me veo atada de pies y manos, sin saber qué hacer ante ese idiota que se ha propuesto destrozarnos la vida a todos...

—Ahora también me tenéis a mí —la cortó Itachi.

Sakura se retiró un mechón rosa de los ojos y murmuró desesperada:

—Pero Nagato sabe que Kairi y Kai son sus hijos y ...

—Solucionaremos también ese tema —sentenció Itachi, intuyendo que no sería fácil.

Ya al amanecer, cuando consiguió que Sakura se durmiera, oyó que su móvil vibraba. Un mensaje.

Dile a la pelirosa que los siguientes serán ella y los niños.

Furioso, Itachi se levantó de la cama, bajó a su despacho y, tras cerrar la puerta, marcó el teléfono de Nagato y siseó:

—Si te acercas a ellos o a cualquiera de los míos, lo vas a pagar muy caro.

Nagato, que en ese momento tenía una botella de whisky en la mano, soltó una carcajada y dijo:

—No solo me robó, también me privó de mis hijos.

—No son tus hijos —bramó Itachi fuera de sí—. Son de ella.

—Oh... oh... el nene se enfada al pensar que antes ella pasó por mi cama. —Itachi no contestó y Nagato añadió—: Mmmmm... la pelirosa era ardiente, muy ardiente y le encantaba que...

—¡Cierra la bocaza! —masculló Itachi furioso.

—Esa perra va a pagar por haberme ocultado a mis hijos.

Itachi colgó el móvil, salió de su estudio angustiado y fue a la cocina. Mientras bebía agua le sonó de nuevo el móvil. Era otro mensaje. Blasfemó al ver la foto de Sakura y Nagato sobre el Volkswagen, con un mensaje que decía:

Te guste o no, sigue siendo mía.

Lo primero que tuvo ganas de hacer fue estrellar el móvil contra el suelo. No podía mirar aquella foto. Pero se contuvo y llamó a su amigo policía.

Cuando Sakura se levantó al día siguiente, Itachi no le dijo nada de lo ocurrido y se fueron a visitar a Genma y a Iruka. Naruto les abrió la puerta y Sakura se tranquilizó al ver a Iruka un poco más espabilado que la noche anterior.

Al entrar, Itachi y Naruto se apartaron un poco para hablar en privado, pero enseguida se unieron a los demás. Genma explicó que había dormido bien y que, cuando se había despertado, le había dado las medicinas que les habían prescrito en el hospital.

Genma puso unas cervezas y un zumo sobre una bandeja y cuchicheó:

—Ay, cachorra, qué susto, ayer, ¡qué susto!

—Siento mucho todo lo que está ocurriendo —dijo ella—. Yo nunca habría querido que...

—Como vuelvas a decir que tú tienes la culpa, te juro por mi vida que te retiro la palabra para siempre.

—Vale... no lo diré, pero entiende lo mal que me siento. Y encima ahora él sabe que los niños son suyos. ¿Qué voy a hacer?

—Ese tipo es un desgraciado que no tiene dónde caerse muerto, y que ha visto en ti un filón de dinero del que vivir. A él no le importan los niños ni le importa nada ni nadie. Quiere lo que quiere, aprovecharse de que tu novio es rico para sacar la mayor tajada posible.

Sakura suspiró acongojada y abrazó a su amigo.

—Itachi va a intentar protegernos a todos —dijo.

—Aisss, qué mono es. —Genma sonrió y, consciente de la angustia que veía reflejada en su rostro, cambió de tema—. Menuda casa bonita es esta. Esta mañana, Iruka y yo hemos ido habitación por habitación alucinando.

—Sí. Es preciosa —afirmó Sakura.

—Y tiene tanta luz..., no como nuestra casa. Y los baños, ¡oh, Dios, si hasta hay jacuzzi! La pena es que Iruka no lo va a poder disfrutar.

Cuando regresaron al salón, Itachi, Naruto e Iruka estaban hablando y, tras un rato más en el que los cinco charlaron sobre lo ocurrido y sobre cómo proceder, Sakura miró a Iruka y, para relajar el ambiente, dijo:

—Así que te gusta la casa.

—Es maravillosa, mi amol. Es todo tan amplio y está decorada con tanto gusto, que da hasta miedo tocar nada.

—¡Es divina! —afirmó Genma, mirando a su alrededor.

—Y desde la terraza he visto que hay piscina comunitaria. ¡Qué lujazo! —susurró Iruka.

—¡Y gimnasio en la primera planta! —apostilló Genma.

Sakura sonrió ante sus comentarios e Itachi, que ya lo había pensado durante las horas en que no había podido dormir, se levantó, le entregó una llave a Iruka y otra a Genma y dijo:

—Me alegra saber que os gusta tanto, porque a partir de ahora, este será vuestro hogar.

—Creo que los golpes me afectaron al oído; ¿qué has dicho? —preguntó Iruka.

Sakura miró a Itachi y al ver que le guiñaba un ojo, sonrió, llena de felicidad.

—He dicho que, a partir de ahora, este es vuestro hogar. Vuestra casa.

Genma, tan boquiabierto como Iruka, susurró:

—Pero nosotros nunca podríamos pagarte lo que debe de costar el alquiler de este piso. Ni con el dinero que los dos ganamos podríamos hacerlo.

—¿Y quién te ha pedido un alquiler? —contestó Itachi.

Al entender lo que quería decir, Genma se llevó las manos a la boca.

—Sois la familia de Sakura y su familia es mi familia —prosiguió Itachi—. Si algo me han enseñado mis padres, es que a los seres queridos hay que cuidarlos y ayudarlos cuando nos necesitan. Y me consta que vosotros siempre habéis ayudado a Sakura, desde el primer día en que la conocisteis. Me ha contado las noches en vela que pasasteis con los gemelos, cómo os habéis ocupado de los niños para que pudiera ir a trabajar, y cómo os habéis desvivido por cuidar a Ayamé, y también a ella.

Genma, emocionado, balbució:

—Pero... pero... si solo hicimos lo...

—Hicisteis algo que no todo el mundo hace —afirmó Itachi, cortándolo—. Por norma, las personas no nos implicamos en las vidas de los desconocidos, pero vosotros lo hicisteis con Sakura, hasta el punto de que habéis formado una auténtica familia. Mucho más auténtica y genuina que muchas otras que se llaman así, y que, cuando sus miembros se necesitan, miran hacia otro lado.

—Es cierto y lo sabéis —afirmó ella.

—Ay, cachorra, que hoy no meo tampoco —se mofó Genma, al que le salían los lagrimones a borbotones—. Vivir aquí es mil veces mejor que el coche amarillo pollo que me prometiste.

—Os merecéis esto y mucho más —contestó ella emocionada.

Entonces, Itachi miró a Naruto, que los observaba callado, y dijo:

—Cuando te conocí, te consideré un rival, pero, tras estas últimas semanas, me he dado cuenta de lo buen amigo que eres. Y cuando esto acabe, prometo conseguirte un trabajo mil veces mejor que los que tienes.

Naruto sonrió por ese voto de confianza y le dio las gracias, emocionado.

—Los tres os habéis desvivido por la mujer a la que adoro y la habéis ayudado siempre, y ahora ella y yo os vamos a devolver toda la generosidad que habéis demostrado durante todos estos años —prosiguió Itachi, y mirando a Iruka y a Genma explicó—: Naruto y yo lo hemos estado hablando y, hasta que se resuelva el tema de Nagato, vais a llevar siempre un guardaespaldas.

—¿Un guardaespaldas? —repitió Iruka.

—Exacto —confirmó Itachi—. No me fío de ese hombre y prefiero que cuando salgáis de la casa vayáis protegidos.

—Uisss, me voy a sentir como Whitney Houston en aquella película —rio Genma, haciéndolos reír a todos.

—Por cierto, Genma —sonrió Itachi—. Un buen amigo mío tiene un local de copas en Rodeo Drive y busca un buen coctelero con experiencia. Yo le he hablado de ti. Según Sakura, preparas unos cócteles estupendos.

—¡Los mejores! —afirmó ella.

Itachi le dio una tarjeta y dijo:

—Se llama Héctor Rodríguez y espera tu llamada. Y te aseguro que con lo que vas a ganar en su local, no te va a hacer falta trabajar más en Harry Events.

—¡Ay, Diosito! —murmuró Iruka.

Emocionado, Genma cogió la tarjeta que le tendía y, mirándolo con seriedad, respondió:

—No te defraudaré. Gracias por esta oportunidad.

—Lo sé, Genma. Seguro que lo harás fenomenal. —Y luego añadió—: En cuanto a la casa, ahora es vuestra; por supuesto, podéis decorarla, pintarla o hacer todo lo que os venga en gana a vuestro gusto. Quiero que sepáis que me hace muy feliz saber que vosotros vais a vivir aquí y que vais a hacer de ella un hogar. Además —sonrió con picardía—, mirando la parte egoísta, tiene tres habitaciones, así podremos dejar a los niños con sus tíos Genma e Iruka cuando Sakura y yo nos vayamos de viaje.

—Aunque tuviera una sola habitación —afirmó Iruka emocionado—. Mis niños pueden venir siempre que quieran. Y vosotros igual.

Genma y él se miraron. En su vida se habían imaginado terminar viviendo en un sitio así.

—No solo eres guapo, estiloso y rico, mi amol —le dijo Iruka a Itachi—, sino que encima eres nuestro Superman.