Sweet Child of Mine – año seis
La plataforma 9¾ estaba más llena que nunca. Las lechuzas chillaban, los gatos maullaban y siseaban, junto al sonido de los padres y estudiantes apurándose para llegar a la locomotora escarlata que resonaba en el aire como de costumbre.
—Y volvieron a revisar para estar seguros de que llevan todo, ¿sí? —La Sra. Potter preguntó, levantando una ceja a James y a Sirius.
—Mamá, lo tenemos todo. No somos de primer año, sabes. Tenemos dieciséis, básicamente somos adultos. —James impacientemente se despidió de ella con la mano, mirando alrededor para asegurarse de que nadie, en particular chicas, lo vieran siendo mimado por su madre.
Euphemia le dio a su hijo una mirada de complicidad antes de sacudir su cabeza y buscando en su bolsillo.
—Básicamente adultos, ¿eh? —lo reprendió en voz baja mientras sacaba la varita de James de su libro de bolsillo—. ¿Supongo que no necesitas de tu mamá para volver a revisar esto entonces? Parece bastante importante.
El rostro de James se volvió rojo y rápidamente arrebató la varita de sus manos, lanzándole a Sirius una mirada malvada cuando el chico más bajo rio fuertemente.
La Sra. Potter rio suavemente divertida cuando se dirigía al mejor amigo de su hijo.
—¿Crees que es divertido, Sirius? —La risa de Sirius se apagó inmediatamente cuando la mujer le pasó su corbata y el libro de pociones.
—Gracias, mamá —los dos chicos murmuraron suavemente, sus mejillas sonrojadas por la vergüenza y solamente agradecidos que ninguno de sus amigos habían presenciado ese momento.
La Sra. Potter suspiró y besó a ambos en la mejilla.
—Compórtense bien ese semestre, ¿de acuerdo? No necesito otra carta en casa, James Potter. Lo digo en serio.
—Oh, seremos unos completos ángeles —dijo James, quien había localizado a Lily Evans en la concurrida Plataforma y ya apenas le prestaba atención a su madre—. ¿No es así, Sirius?
—El retrato de la inocencia, en serio —estuvo de acuerdo Sirius, sus ojos examinando a través de la horda de estudiantes para intentar encontrar a Remus y a Peter.
—Estoy segura —murmuró Euphemia rotundamente—. De acuerdo entonces. Váyanse, puedo darme cuenta que ambos son demasiado adultos para despedirse adecuadamente de su madre.
Ninguno necesitó que se lo dijeran dos veces, y con un último abrazo rápido, se alejaron para encontrar a sus amigos.
—¿Ves a Moony o Worm en alguna parte? —Sirius preguntó cuando caminó a empujones por un grupo de chicas riendo de tercer año, las que se juntaron alrededor de una copia de la revista Witch Weekly, admirando a alguna celebridad.
James inclinó su cuello.
—Nah. Jodidamente lleno este año, ¿verdad? Siento como si se llenara más cada año, ¿sabes? —Suspiró, quitándose las gafas para limpiarlas con su camisa—. ¿Nos separamos? Será más fácil encontrarlos. Nos vemos aquí, ¿de acuerdo?
Sirius asintió y James tomó la dirección donde Sirius estaba seguro que había visto a Lily y a Marlene hacía un momento atrás. Rodó los ojos y se dirigió en la dirección opuesta, empujando a la gente en su camino. James estaba en lo correcto, de verdad se sentía más lleno cada año. Supuso que era que más y más magos se estaban casando con Muggles todos los días, y eso significaba que había más niños con la chance de nacer teniendo magia, lo que significaba que había más estudiantes siendo aceptados en Hogwarts. Se preguntaba si el castillo se había ampliado de alguna forma para tener espacio suficiente para el creciente número de estudiantes, y si…
Una mano en su hombro interrumpió sus pensamientos y él sonrió para sí mismo cuando se giró para ver a Remus.
Su estómago dio un vuelco y de repente olvidó cómo respirar cuando la persona parada frente a él no era Remus Lupin, sino que su madre. La mano en su hombro se apretó mientras los labios de Walburga se torcían en una fría sonrisa.
—¿De verdad pensaste que podrías deshonrar el nombre de tu familia y escapar para siempre, Sirius?
Los ojos de Sirius cayeron hasta el suelo y tragó con fuerzas. Podía sentir que estaba temblando y silenciosamente rogó para que se detuviera. Quería salir corriendo, pero sus pies parecieron estar pegados en ese lugar. Se preguntó si tal vez ella lo había atacado con alguna maldición para trabar sus piernas. Estaba entrando en pánico.
—Walburga —la usual voz calmada de la Sra. Potter hizo que Sirius recordara que necesitaba de aire en sus pulmones para poder vivir. Tomó un respiro mientras su gentil y cálida mano descansó en su otro hombro—. ¿Puedo ayudarte con algo?
El rostro de Walburga se torció ligeramente cuando sus ojos se fijaron en la otra bruja.
—Euphemia —sus labios apenas se movieron cuando saludó a la otra mujer frente a ella con una dulzura en su voz tan forzada que hizo que el vello en los brazos de Sirius se erizaran.
—Me disculpo por cualquier problema que mi hijo ha de haberte causado junto a tu esposo en los últimos meses. Entiendo el tipo de inconveniente que puede ser.
—¿Inconveniente? —repitió Euphemia con ligereza, fingiendo confusión—. Estoy segura de que no entiendo lo que quieres decir, Walburga. Sirius no ha sido nada más que un encanto. —Su mano apretó tranquilamente la mano en su hombro izquierdo a comparación del agarre que casi enterraba las uñas de Walburga en su hombro derecho. Sirius se mantuvo en silencio, aún demasiado asustado para moverse o hacer un sonido.
—Bueno —dijo Walburga, su tono alcanzando una octava más alta de lo normal cuando su mirada descanso nuevamente en su hijo—, estoy muy encantada de oír eso. Tal vez un poco de disciplina era todo lo que el curador ordenó. No importa, él regresará a casa después de este semestre. ¿No es así, Sirius?
Sirius abrió la boca para hablar, pero aún las palabras no parecían formarse. Para su suerte, Euphemia saltó primero.
—Con mucha certeza va a regresar a casa —estuvo de acuerdo y por un momento Sirius sintió que su corazón iba a latir fuera de su pecho—, conmigo, Fleamont y James. Donde pertenece. —Dio un paso hacia Walburga, quien lucía realmente furiosa—. Sra. Black, Sirius es un joven maravilloso, amable e inteligente y lo amo como si fuese mi hijo. No va a regresar a la Mansión de los Blacks, me temo. —Walburga hizo un sonido como para discutir pero Euphemia la cortó—. Y si fuera tú, querida, no intentaría nada más allá con el asunto. Dudo que el Ministerio tenga las mismas ideas que al parecer tú tienes para «disciplinar» a un hijo… Alguien podría considerar tus acciones imperdonables.
Los ojos de Walburga se abrieron y el color que escurría de su rostro ante lo que la Sra. Potter había sugerido. Los labios de Euphemia se apretaron en una sonrisa de suficiencia cuando vio la expresión de realización y derrota recorrió el rostro de la otra mujer.
—Ahora, aleja la mano de mi hijo, Walburga. —Sirius jadeó, su rostro volviéndose hacia atrás para mirar a la Sra. Potter. Una cosa era decírselo a la otra gente, como lo había hecho antes, pero decírselo a la misma madre de Sirius...—. Pensarás que al pertenecer a los Sagrados Veintiocho te hace prácticamente de la Realeza, pero ciertamente eso no te pone por encima de la ley. Y si tú o tu esposo tratan de volver a ponerse en contacto con Sirius, estoy segura de que el Ministerio tendrá un expediente con lo que le podría decir sobre lo que pasa en La Noble y Ancestral Casa de los Blacks. Y no querrías eso, ¿verdad? En tiempos como estos —suspiró fuertemente para el efecto—, una incursión del Ministerio ciertamente pondría una mancha en la reputación de la familia, ¿no es así?
Algo que Sirius nunca había visto antes brilló en los ojos de su madre. ¿Era miedo? Sin embargo, el magullado agarre que tenía sobre su hombro desapareció, y ella dio un paso atrás, mirando todavía a Euhpemia como si la mujer la hubiera abofeteado físicamente. Los pulmones de Sirius se llenaron de aire, pudiendo por fin respirar de nuevo, y su cuerpo se relajó cuando la Sra. Potter lo acercó a su lado y le sonrió amablemente.
—Despídete, querido.
Levantó la mirada de vuelta a su madre, o al menos a la mujer que se suponía que lo había parido, y la esquina de sus labios se torció en una sonrisa satisfecha.
—Adiós.
Walburga no hizo ningún sonido, tampoco se permitió a sí misma mostrar ningún tipo de emoción, y su rostro volvió a su habitual aspecto como de piedra mientras se daba la vuelta bruscamente, con su larga y costosa túnica ondeando tras ella. Sirius la vio alejarse por última vez.
—¡Diablos, mamá! —gritó James y Sirius se giró para verlo, Remus y Peter todos los miraban fijamente, sus ojos y bocas abiertas. Cuando lo vieron inmediatamente volvieron a la normalidad, pretendiendo que no acababan de ver todo el asunto.
—Esa boca, James —suspiró Euphemia, pero sacudió la cabeza sonriendo.
James no le prestó la más mínima atención, sonriendo de oreja a oreja y mirando a su madre con el máximo respeto.
—¡Eso fue jodidamente increíble! Has hecho que esa zorra…
—James Fleamont Potter, eso es suficiente —la Sra. Potter lo reprendió firmemente—. Ahora, todos ustedes ya súbanse al tren.
A diferencia del anterior abrazo "demasiado genial para abrazar a mamá" James rodeó sus brazos alrededor de su madre apretadamente y besó su mejilla.
—¡Adiós, mamá!
—Adiós, Sra. Potter —tanto Peter como Remus agitaron la mano desde donde estaban de pie antes de seguir a James Potter que conversaba orgullosamente hacia la locomotora escarlata.
Finalmente Sirius levantó la mirada hacia ella. Sonrió, mordiéndose el labio y sintiendo el calor ir hasta sus mejillas mientras pensaba en todo lo que Euphemia Potter acababa de decir sobre él. Sin otro pensamiento dio un paso adelante y la abrazó fuertemente, lo que ella respondió con el mismo entusiasmo.
—Gracias —murmuró Sirius contra su hombro, su voz muy pequeña de volverse demasiado sentimental ahí en la plataforma.
—De nada. —Besó su cabeza y lo alejó un poco, quitando algunos cabellos de su rostro—. Ten un buen semestre, querido. Te veré para Navidad.
Sirius sonrió y asintió.
—Correcto. Por supuesto… —Se relamió los labios ansiosamente—. Te amo, mamá.
—Y yo a ti, hijo. —Ella mantuvo su mirada por un momento, y luego rio con ligereza—. Ve, ¡o tendrás que montar tu escoba hacia la escuela!
Sirius finalmente la soltó y tomó su baúl, rápidamente dirigiéndose hacia el tren.
—¡Y por amor a Merlin, compórtense! ¡Todos ustedes! —gritó Euphemia detrás de él. Él no respondió. No quería mentirle, después de todo. Y ella ya sabía que era una causa perdida de todas formas.
