Tal cual como se lo había advertido a Sirius, Bellatrix no volvió durante toda la noche a la casa.
Para mala suerte de ella, quien aún no volvía, el animago no lo había entendido del todo. Desde que su bruja salió de los terrenos, él esperó pacientemente a que volviera. Se dedicó a seguir entrenando con Harry en un comienzo, con el rubio a su lado, observando los movimientos y jadeos del "Elegido", aunque pareciera cualquier otra cosa, porque el mundo mágico se podía dar por perdido si veían como su salvación lloriqueaba por estar usando un corsé de entrenamiento.
Sirius sí que agradeció la idea de su prima a pesar de los reclamos de Harry, porque eso le ayudaría mucho a marcar las doctrinas que se tenían que aplicar al duelo. Aunque sentía lástima por ver a su ahijado de esa manera. Recordaba muy bien las veces que tuvo que usar ese cacharro y le daba escalofríos pensar en esos días, lamentablemente era una muy buena manera de enseñanza, aunque un poco arcaica.
Ya después de estar entrenando con los chicos, se dedicó a correr, gastar energías lo más que podía y luego dormir.
La ausencia de Bellatrix en la casa se notaba demasiado para él, porque, aunque no estuviese pegado a ella todo el día, con solo saber que estaba en la casa se sentía bien. Ahora sabiendo que no lo estaba, su desesperación aumentaba y sentía que se quedaría solo por el resto de su vida.
Les había dado descanso por el resto de la tarde a Harry y a Draco, así que los chicos desaparecieron y se encerraron en la habitación del rubio.
Luego, la llegada de Remus y Rodolphus no ayudó en nada, porque, aunque estaban exhaustos, con cara de muertos en vida y casi en los huesos, solo le mandaban un mensaje al animago. "En esta casa están todos en pareja…, y yo solo". Sentía que su vida era una miseria y Pinchi no ayudaba para que su humor cambiase.
Se dedicaron a conversar todo lo que estaba pendiente y se pudieron "desahogar" de una manera muy peculiar.
Los dos frente a la chimenea, Sirius con un vaso de whisky en la mano y Pinchi con un cuenco lleno de bichos muertos cerca de sus tenazas.
Como consecuencia a que Pinchi se hubiese colocado la diadema de Ravenclaw encima, este adquirió la habilidad de poder comunicarse mediante gestos y expulsiones de intenciones con humanos y animales. No recibió la información del mundo entero ni una inteligencia descomunal, pero sí que el tener contacto con una reliquia tan poderosa como esa, le entregó diferentes habilidades y dentro de las cosas que podía hacer ahora, estaba el poder comunicarse con los humanos a su manera, siendo esta forma muy parecida a el arte de la Legeremancia y Oclumancia, con la diferencia de que nadie se metía en su "mente" para saber lo que quería decir. Gracias a esto, quienes tenían cercanía a él le podían entender mucho más que antes y podía imponerse a animales de igual manera, como era el caso con Denébola.
Gracias a la conversación que mantuvieron Sirius y Pinchi, pudieron llegar al acuerdo de tratarse con más amabilidad por ambos lados, sin dejar sus estupideces lejanas, pero sí dejando en claro que eran un equipo y como tal tenían que trabajar juntos. Pinchi recalcó que sus momentos junto al fuego no los cambiaría por nadie más que por Bellatrix, que era la única que le veía con el respeto que se merecía y le trataba de manera digna.
Sirius hizo un berrinche y gritó que él era su compañero, aunque no le gustase, pero sí que entendió que su prima tenía una cercanía especial con los animales.
"No sabe tratar con humanos, pero sí con criaturas como este traidor" pensaba el animago. No se lo diría, pero desde que el escorpión llegó a su vida todo había cambiado y agradecía internamente el tenerle junto a él. Le tenía un cariño especial y aunque las discusiones no terminarían, jamás podría decir que no le tenía cariño, porque eso sería mentira.
Ya después de la conversación que se extendió lo suficiente, se fue a la cama. Se aseó y tras ponerse el pantalón que usaba de pijama, se metió debajo de las sábanas. Lamentablemente, no logró conciliar el sueño y estuvo horas moviéndose de un lado para el otro en el colchón.
El no tener el cuerpo de su prima a un lado le estaba carcomiendo el cerebro y la penumbra le hacía volver irremediablemente a su celda en Azkaban. Las noches frías y la desolación regresaban como un fantasma que estaba esperando su momento oportuno, el segundo exacto para así atormentar su descanso.
El recuerdo de los Dementores acechándolo dentro de las paredes de piedra, el frío que se apoderaba de su cuerpo y los interminables gritos desgarradores saliendo de su propia garganta, le hacían temblar de forma incontrolable.
Se tuvo que levantar y caminar hasta la habitación de Bellatrix, encontrándola tan fría y oscura como la suya, con la diferencia de que el cuerpo blanco y peludo de Dené hacía el contraste con el entorno. Caminó despacio y se metió dentro de las sábanas.
—Necesito un abrazo —susurró él hacia el león que había movido la cabeza en su dirección para saber qué pasaba. Como respuesta, recibió un bufido y una de las patas delanteras alzada, dejando un espacio por el cual pasó su brazo y se aferró al torso del felino. Hundió su cara en la melena sedosa del león y percibió frambuesas, pachulí y manzanilla, el mismo olor que tenía su prima en el cabello; por lo que junto al calor corporal que expelía Denébola, pudo conciliar el sueño.
La mañana lo pilló de manera bastante movida. Los ruidos de la cocina se podían oír por todas partes y casi le taladraban la cabeza. Se puso de pie y se aseó, para bajar luego a ver qué era todo ese alboroto.
En la cocina, se encontró con Remus y Rodolphus, cocinando animadamente mientras que Harry y Draco reían a boca suelta.
"Gente de mierda que no tiene consideración" se dijo, sintiendo molestia al ver tanta felicidad.
—¡Canuto!, ¡qué bueno que despertaste!..., estamos preparando el desayuno, ven siéntate —invitó Remus, quien lucía una enorme sonrisa en el rostro.
Eso hizo que un sentimiento no conocido se instalara en su estómago y respondió —Qué asco —, yéndose del lugar tal cual como había llegado.
—¿Qué le pasa? —preguntó Harry, sin entender el extraño comportamiento de su padrino.
—Mucho tiempo con mi esposa al parecer —respondió Rodolphus, quien ya se había habituado a la nueva dinámica de la casa. Claramente le sorprendió a su llegada el ver a Potter y a Draco tan juntos y en la casa que estaba usando su esposa, sin sangre y sin gritos de tortura. No obstante, tenía una facilidad muy grande para adecuarse a los cambios y no fue un problema entender todo lo que su sobrino le había explicado.
—O puede ser la falta de tu esposa lo que le tiene de esa manera —susurró Remus, sintiéndose bastante seguro de sus palabras. Él conocía mucho a su amigo, a pesar de que en bastantes ocasiones se preguntaba si realmente le conocía. En esta ocasión, sin embargo, estaba seguro de que el mal ánimo que tenía el hombre de ojos grises era porque cierta bruja no estaba gritando y saltando por la casa. Desde que se hicieron amigos, Remus sabía que su rebelde compañero tenía una obsesión con la mayor de sus primas, a la cual no le despegaba los ojos mientras eran estudiantes y ya después como adultos tampoco. Se convencieron de que era el odio lo que le arrastraba a ello, le diferencia de pensamientos y el querer imponerse al otro, pero después de como se habían dado las cosas entendió que nunca fue ese sentimiento lo que le impulsaba a sus reacciones, sino que el bizarro amor que se tenían era más importante que todo, incluso si en su momento no se habían dado cuenta.
Como acuerdo tácito, todos en la casa decidieron darle su espacio, aunque lamentablemente las cosas no mejoraron.
Pasaron tres días, en los cuales la cara de Sirius solo empeoraba y su ceño se fruncía cada vez más. Los demás residentes estaban ocupando sus tardes en ayudar a los chicos en sus estudios, Rodolphus haciéndose cargo de Harry por el uso del corsé y Remus de Draco, quien, aunque estaba reacio, se dejó guiar por quien en su momento fue su profesor. Llegó un punto del día en que ya se estaban planteando ir en búsqueda de la mujer, porque no podían seguir aguantando a Sirius de esa manera tan desagradable, escuchándolo rumiar, lanzando hechizos al cielo o dando pisotones como un niño pequeño por todas partes; no era la imagen a la que estaban acostumbrados y no se les hacía grato verle de esa forma, así que sus valoraciones de ir y raptar a la bruja del lugar que fuese eran más latentes a medida que pasaban las horas, mas no fue necesario.
Las protecciones de la propiedad dieron el aviso de un nuevo visitante y estaban claros de quien se trataba, por lo que nadie se movió y dejaron que el animago hiciera lo que debía.
Bellatrix puso un pie en el vestíbulo y lo primero que sintió fueron unos brazos apretándola con fuerza, unos labios apoderándose de los suyos y luego nada. Estupefacta por el recibimiento, abrió los ojos y se fijó en que Sirius la miraba directamente, como queriendo leerle la mente.
—Siri…, ¿qué…? —quiso preguntar de qué se trataba aquello, pero no pudo, porque fue interrumpida.
—Muchos días —murmuró el animago, quien después de decir aquello se dio la media vuelta y se fue.
Se quedó allí sola, sin entender nada, pero no hizo falta preguntar, porque su marido y el lobo aparecieron. El ver a su esposo allí le trajo una alegría inmensa, así que se lanzó a sus brazos y le saludó con ímpetu.
—También me alegro de verte querida —susurró Rodolphus, dejando un beso en la mejilla nívea de la bruja.
—¿Cuándo llegaste? —preguntó ella, queriendo saber de inmediato cómo les había ido en su viaje.
—Llegamos, mi vida, no volví yo solo —corrigió Lestrange.
—Sí, sí noté la presencia de Wilfredo, pero esperaba que se hubiese quedado por allá. Ven vamos —le invitó hacia el salón de descanso.
Rodolphus movió la cabeza, en señal de que había cosas que no cambiarían nunca y Remus solo le dio una sonrisa, con ello diciendo que entendía y que no se preocupase. Siguieron a la bruja y se sentaron en uno de los sillones de dos cuerpos, encontrándola en el piso acariciando la lanceta de Pinchi con cariño.
—Bien…, dime cómo les fue y espero que sean buenas las palabras que vas a soltar —masculló ella. Al sentir diferentes emociones pululando en el aire, levantó la mano —Cállate que esto es importante —murmuró hacia los hombres, quienes solo se miraron y guardaron silencio. Sin despegar la mirada del escorpión, fue murmurando unos "ajá", "ya veo" y "entendido" hacia el animalito, quien ya le estaba explicando sobre el inestable comportamiento de su humano y que creía prudente, ella supiese. Cosa que Bellatrix agradeció. Desde que Dumbledore les había devuelto a sus bebés, notó la nueva forma de comunicación del escorpión, así que desde allí le empezó a tomar más atención que antes y estaba extasiada por tener a un aliado vigilando todo lo que ella no podía ver. Gracias al aviso de Pinchi, entendió que Sirius sufría los mismo problemas de apego que ella, solo que quizá un poco más extrovertidos, porque los hacia notar. Ella en cambio se quedaba callada y se guardaba los sentimientos adversos que le invadían.
Al tener lista esa parte, dio permiso nuevamente a su esposo para que le dijese lo que necesitaba escuchar, mientras acariciaba al friolento bichito pegado a su torso.
—Pudimos obtener la lealtad de dos manadas de lobos, gracias a que Remus intercedió. Los vampiros también nos ayudarán y los gigantes estaban en conversaciones con los Mortífagos, siendo Rookwood el encargado de las negociaciones. Como vieron que la bruja más importante del otro bando ya no los apoya y que habían mandado a un inoperante a hablar con ellos, pues nos dijeron que irían a donde tú quisieras. La manada de Fenrir es la más complicada, porque todos ellos se mueven bajo amenazas de su Alfa…, lo que no quiere decir que no lo pensarán. Fenrir tiene un apego hacia Remus y cómo era yo quien estaba encargado hace unos años de mantenerles de nuestro lado, considerarán el cambio hacia nosotros —respondió Rodolphus, tomando entre sus manos las del hombre-lobo.
—Le dejaste claro que no estamos de parte de la Orden, ¿cierto?. Nosotros nos movemos por nosotros…, quien gane solo nos beneficiará a nosotros y no hemos dado lealtad a nadie —.
—Lo dejé claro y piensan de la misma manera. Ellos como criaturas no se ven beneficiados de esta guerra, pero gracias a nuestras palabras y a las anteriores conversaciones con Dumbledore, entendieron que lo mejor es estar del lado ganador —.
—Perfecto, entonces ya está hecha otra parte de mi trato, sabía que podía contar contigo Rody —susurró con una sonrisa sincera en su rostro, sentándose para poder ver mejor a los ojos de su marido —. Mañana seguimos con los demás pasos…, creo que te diste cuenta del entrenamiento que están teniendo Draco y Nancy…, así que podrías ayudarme con eso —. Se puso de pie y se aproximó hasta la puerta, siendo detenida antes de salir por completo.
—¿Nancy es Harry? —preguntó Lestrange.
—No le digas Harry, Rodolphus, te lo pido por favor…, no seas lameculos que ya para eso está Draco —masculló con hastío —, pero sí, Nellie decidió que como no le cae bien, le va a llamar por el nombre de una vecina que tampoco le cae bien…, así que ahora es Nancy, ¿eso era lo que querías saber? —inquirió nerviosa. Ya se quería ir al encuentro con Sirius y no la estaban dejando.
—No, antes de que te vayas…, hay otra cosa que me gustaría decirte y que así lo pienses con detenimiento —comentó Rodolphus, con un poco de nerviosismo.
—¿No puede esperar a mañana?, tengo que ir a ver a mi perrito que está enojado y no quiero irme a dormir así, no me gusta —contestó ella con un poco de angustia y sacudiendo su cuerpo por culpa de un escalofrío que le recorrió. No le gustaba saber que Sirius estaba de malas y era más que nada porque entendía lo que estaba pasándole.
—No es muy largo…, solo quiero que lo pienses —dijo el mago, poniéndose de pie y acercándose lentamente hasta su esposa. Le tomó de las manos y luego de dejar un beso en sus dorsos soltó —. Dumbledore es Jefe de Magos en el Wizengamot y Jefe Supremo…, él puede dar nulidad a nuestro matrimonio sin que tengamos que comparecer ante el estrado. Quiero que firmemos el divorcio Bella…, porque le pedí matrimonio a Remus —murmuró de una sola vez, recibiendo la consternación en los ojos de su aún esposa.
Aquello no le sentó para nada bien a la bruja, quien no pudo procesar la información inmediatamente. Se soltó de las manos de Rodolphus y con su voz varios tonos más suaves, contestó —Tengo que ir a ver a Sirius —. Se dio la media vuelta y se fue rumbo a la habitación del animago.
—No se lo tomó bien —comentó Remus, llegando a un lado de su pareja.
—No…, no se lo tomó bien y ahora habrá que esperar a cuando explote —sentenció Lestrange, sabiendo que, si su mejor amiga no le había matado aún, solo era por el shock del momento. No obstante, no tardaría en pasar.
-o-
Sin tocar la puerta, abrió la habitación y se encontró con la figura de Sirius sentado en la barandilla del balcón. Se acercó lentamente a él y se olvidó de lo que Rodolphus le había dicho, no necesitaba esos sentimientos en aquellos instantes. Cruzó sus manos por detrás de su espalda y con calma habló:
—¿Estás enojado? —preguntó con suavidad, pensando en que sabía la respuesta.
—Muchos días Bella… —respondió Sirius, con voz alicaída y triste.
Escuchar ese tono en su primo hizo que un golpe se alojara en la boca de su estómago. No estaba acostumbrada a esa voz, así que entendió que de verdad le había afectado su ausencia.
—Pero Siri…, necesitaba irme y estar lejos de aquí. Los muermos que están allí abajo me estresan y quería estar con Nellie. Me la paso encerrada entrenando con Draco y tu ahijado no ayuda en nada para que mi humor cambie, tenía que salir de aquí para respirar otro aire y olvidarme que existen —.
—¿Te la follaste? —preguntó él, con renovado interés.
—No…, pero casi —dijo ella, haciendo una mueca triste por su respuesta —. No quise que te sintieras solo Siri, pero necesitaba estar sola, lejos de Draco, de Nancy, de todos… —
—¿Lejos de mí también? —inquirió él con pena en su rostro y su voz.
Bellatrix sonrió con dulzura, cosa que no hacía con nadie más que con Nellie. Estaban cambiando muchas cosas de ella cuando se trataba de Sirius y una de esas era que ya no podía ver sentimientos negativos de ella hacia él. Elevó su mano y la posó en la mejilla del animago, dejando una tierna caricia. —No Siri…, no lejos de ti —respondió. Acercó su rostro hasta el masculino y posó sus labios en los contrarios, creando un intercambio de sentimientos y emociones puro, sin miramientos y sin restricciones.
Compartieron un beso calmado y lento, explicando cuanto se echaron de menos y a su vez cuanto se necesitaban para tener esa calma única que solo ellos se podían entregar.
Se separaron y Sirius volvió a decir —Fueron muchos días Bella…, me sentí solo, estaba en Azkaban y tu no estabas allí para gritarme desde la celda de enfrente —.
Esa mención a los años que compartieron juntos, teniendo sus gritos como compañía constante, hicieron que la bruja entendiera mucho más cuan mal se había sentido su primo. Y lo entendía a la perfección, porque desde que él le había salvado en el Departamento de Misterios, también se sentía de esa manera cuando sabía que él no estaba alrededor. Se abrazó con fuerza a él y susurró—Si sé Siri, para la otra te dejo mi pijama y así me tienes en las noches —. Dejó un beso en la punta de la nariz respingada del hombre y corrió uno de los mechones de cabello que caían por su frente, dedicándole una caricia en el proceso.
—Busqué y no encontré ninguno que estuviera usado…, eso me puso de peor humor —comentó él, pasando sus brazos por la cintura de ella.
—Es que Pipi se lleva los camisones por las mañanas para lavarlos, pero le diré que cuando yo salga sin ti, que deje el que usé y así lo tienes para ti solito —susurró con una sonrisa dejando un nuevo beso en los labios de su primo.
—Bien…, ahora que no he dormido en estos tres días, ponte pijama luego que necesito descansar y ya llegaste, así que apúrate —demandó, quitándose la ropa con rapidez. Vio que Bella hacia lo mismo mientras se reía y estando los dos preparados, se metieron bajo las mantas de la cama, abrazados y así caer en un sueño apacible, dejando de lado sus preocupaciones.
—Estamos bien mal de la cabeza los dos… —murmuró ella, con una sonrisa en el rostro por sentir el pecho del animago pegado a su espalda.
—Sí, pero no lo digas fuerte que nadie más lo sabe —contestó Sirius, aspirando el embriagador aroma que expelía el cuerpo de su bruja.
Los problemas quedaron alejados de sus mentes, solo estando conscientes de que se encontraban en los brazos de aquel que le daba vida a sus vidas…, de aquel que le había devuelto las ansias de seguir batallando con el futuro, de aquel que era su complemento y que siempre había estado allí. Aquella persona que era la constante en sus existencias desde siempre y que ahora le podían ver como lo que eran, como lo que fueron y lo que serían.
