53. Tú me acostumbraste
Apenas quedaban doce días para la boda y en una bonita tienda de Beverly Hills, las chicas, junto a Iruka y Genma, buscaban desesperadamente sus vestidos de novia. Los hermanos Uchiha se ocupaban del resto de los preparativos de la boda. Ellas solo se tenían que preocupar de estar preciosas ese día.
Tras rechazar un nuevo vestido que no le gustaba y mientras se metía en el probador con otro, Hotaru dijo:
—De aquí no salimos sin los vestidos de novia.
—Pero, cuqui... si tú y a tienes un vestido de novia maravilloso —insistió Valeria.
Sakura soltó una carcajada y, echándole un cable, dijo desde dentro de otro probador:
—Usar un vestido destinado a otra boda le daría mala suerte y con Utakata no se la quiere jugar.
—¡Ni loca! —asintió Hotaru —. Bastante me la juego ya casándome con el bichito otra vez.
Mirando hacia el exterior de la tienda, Temari preguntó:
—¿Ese tal Naruto tiene novia?
Iruka negó con la cabeza y Genma cuchicheó:
—Solterito... solterito. Es un bombón, ¿verdad?
Temari asintió y, mirando a Naori, dijo:
—¿Te he dicho ya que me encantan los bombones? —Su amiga se rio y Temari añadió—: Es ver uno y no parar hasta comérmelo.
—¡Qué ofrecida! —se mofó Genma.
—Y lo mejor de todo, Genma —murmuró Temari—, es que ese bombón con pantalones de cuero y pinta de macarra ¡no engorda!
Se estaban riendo divertidos cuando Sakura salió del probador con lo que parecía un incómodo vestido de novia.
—¿Qué os parece? —preguntó.
Todos la miraron y Naori, arrugando la nariz, dijo:
—Va a ser que no.
—No me gusta —opinó Valeria.
Genma, tras mirar a su marido, exclamó:
—Uiss, cachorra, pareces una coliflor, con tanto tul.
Temari negó con la cabeza y ella, sentándose, murmuró:
—Por el amor de Dios, ¿tan difícil es encontrar un puñetero vestido de novia?
—Pues no lo entiendo —comentó Temari—. Yo veo preciosidades a nuestro alrededor.
—Y yo también —dijo Naori—. Pero una cosa es tu boda, en la que quieres llevar el vestido que te enamore y te haga sentir especial y otra cosa es la boda de otra. Hay una gran diferencia.
Sin decir nada, Sakura le quitó a Temari la copa de champán que tenía en la mano y, tras beber un sorbo, comentó, mirando a la dependienta:
—Me he probado media tienda y todavía no hay un solo vestido que diga ¡este es! No dudo que todas las colecciones que tenéis aquí sean preciosas, pero yo no busco algo terriblemente sofisticado con una larga cola, como quiere Hotaru. Yo soy más desenfadada que ella vistiendo y no quiero disfrazarme de alta costura en mi boda. Me gustaría algo con lo que me sienta cómoda y guapa. Algo con lo que cuando Itachi me mire, se quede embobado y ratifique que soy la mujer de su vida.
La dependienta le guiñó un ojo y dijo:
—Dame unos minutos. Creo que tengo algo que te puede gustar.
Sakura asintió desanimada y, mirando a Temari, le advirtió:
—Naruto es un tipo encantador que se merece encontrar a alguien especial y que no lo haga sufrir. Por lo tanto, no lo utilices como un kleenex.
Valeria soltó una carcajada y Temari respondió:
—Uiss, cuqui, tranquila. Conmigo, cero sufrimiento y todo placer.
En ese momento, Hotaru abrió el probador y gritó emocionada:
—¡Lo superencontré!
Todos los ojos se clavaron en ella y Naori murmuró:
—¡Es ideal, Hotaru!
Sakura, Temari y Valeria asintieron encantadas e Iruka dijo:
—Mi amol, si no quisiera tanto a mi marido te pedía matrimonio.
Todos rieron por aquello y la dependienta que la estaba ayudando, dijo:
—Es un vestido de Rosa Clará. Está confeccionado en fino encaje chantilly bordado con pedrería natural y nacarada. Su línea es de corte sirena, lo que te favorece muchísimo, pues tienes una buena figura y unos bonitos hombros para lucirlos, y por detrás lleva una cola ultralarga, como tú querías, de fino encaje bordado con motivos florales, que luego puedes quitarte para bailar, por ejemplo.
—¡Es divino! —afirmó Genma.
Hotaru asintió y, mirándose en el espejo, cuchicheó:
—Me superencantaaaaaaaaaaa. Cuando me vea el bichito, ¡se muere!
—Uiss, nena, no digas eso... lagarto... lagarto —se mofó Iruka, haciéndolas reír.
Mientras admiraban lo bonita que estaba Hotaru con aquel maravilloso traje, la otra dependienta llegó con un vestido bajo el brazo y, mirando a Sakura, dijo:
—Vamos, acompáñame.
Al entrar en el probador, y solo ver que aquel vestido ocupaba la mitad que los otros que se había probado, a Sakura le gustó.
—Hagamos una cosa —dijo la dependienta—. No te mires al espejo hasta que yo termine de colocarte todo lo que he traído, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —contestó ella.
Sin tiempo que perder, la mujer se puso manos a la obra y, mientras la ayudaba a meterse en ese traje de novia, Sakura sonrió. Le gustaba el tacto, le gustaba lo que sentía con él puesto y estaba deseando ver el resultado. Cuando oyó que la dependienta subía la cremallera y que la prenda se ajustaba a su cuerpo increíblemente bien, fue a darse la vuelta, pero la mujer dijo:
—No, recuerda que tienes que esperar a que yo acabe. —Y luego le pidió—: Ahora, suéltate el pelo.
Sakura se soltó la coleta y su cabello rosa y ondulado cayó sobre sus hombros. La dependienta asintió sonriendo. Después, sacó una banda plateada de una cajita y un velo de otra caja, y, mientras le ponía la banda alrededor de la cabeza y le sujetaba el velo detrás, la dependienta explicó:
—El velo de novia pirata se lleva muchísimo, en especial para las más modernas. Y en tu caso creo que te va que ni pintado. Además, tienes una cara preciosa.
Una vez terminó de colocarle el velo, dijo:
—Ya puedes darte la vuelta.
Sakura se volvió, impaciente, y al mirarse en el espejo, susurró:
—¡Ay, Diosito!
Se miró incrédula. Aquello era exactamente lo que buscaba. El vestido era increíble y, tocándose la banda plateada en forma de infinito que llevaba alrededor de la cabeza, se emocionó.
—¿Qué te parece? ¿Crees que tu novio cuando te vea se reafirmará en que eres la mujer de su vida?
—Creo que sí —susurró Sakura, imaginándose a Itachi.
Tras mirarse un par de minutos más al espejo, convencida de que aquel era su vestido, abrió la puerta del probador. Todos estaban alrededor de Hotaru, hablando de su precioso vestido de novia, y nadie la vio.
De repente gritó:
—¡Lo encontré!
Todos se volvieron y por la expresión de sus caras, supo que estaban de acuerdo con ella. Encantada, miró a Iruka y rio al ver que susurraba: «¡Ay, Diosito!».
—Dios santo, ¡estás guapísima! —dijo Naori emocionada.
—¡Me superencanta! —afirmó Hotaru, acercándose.
—Madre mía, Sakura —exclamó Temari—, con ese vestido estás que lo crujes.
La dependienta, al escuchar los comentarios, explicó sonriente:
—Es un vestido ibicenco de la colección Yolan Cris, modelo Togo, hecho de tejidos orgánicos. Está realizado en tul de bordar y tul de algodón, con un bonito escote en uve. La espalda, como veis, queda al descubierto, y a lo largo del vestido, diferentes volantes terminados en finos encajes y puntillas le dan un toque muy hippie, desenfadado y especial. A ello le hemos sumado el velo pirata con una banda plateada.
—Cachorra —afirmó Genma—, cuando Itachi te vea se va a reenamorar.
—Ya te digo. Estás despampanante —afirmó Valeria.
Sakura sonrió feliz y, cogiendo a Hotaru de la mano, dijo:
—Vamos a comernos a esos Uchiha.
Esa noche, tras un esplendoroso día de compras, decidieron ir a tomarse unas copas al local donde habían trabajado Sakura y Genma, El Mono Rojo. Naruto los acompañó y, con disimulo, sonrió al sentirse observado continuamente por la alocada mujer llamada Temari. Sus ojos y sus miraditas le indicaban lo que quería.
A las doce de la noche, cuando las luces se apagaron y los camareros y las camareras se subieron a la barra para ofrecer tequila gratis, mientras sonaba la canción Bailando, de Enrique Iglesias, Naruto cogió a Temari de la mano y, acercándose a ella, le dijo al oído:
—Cuando quieras y como quieras, guapita. Pero una vez acabemos, olvídate de mí. Yo nunca repito.
Ella lo miró con descaro y respondió:
—Esta noche cuando todos se vayan. Y tranquilo, guapito, que yo tampoco repito.
Dicho eso, ambos se separaron y no se volvieron a mirar, aunque los dos sabían que esa noche tenían una cita y que no era precisamente para hablar.
Naori, con su peluca puesta para que nadie la reconociera, al ver el show de los camareros le susurró a Sakura divertida:
—Con lo celosos que son estos Uchiha, habría matado por ver la cara de Itachi mientras tú hacías eso.
Sakura sonrió. Viéndolo ahora desde el otro lado, entendía los celos de Itachi.
—Digna de ver, Naori... digna de ver.
Esa noche, cuando Sakura se despidió de Naruto y entró en la casa, se encontró a Itachi leyendo en la quietud del salón. Este, al verla, abrió los brazos y ella, encantada, se cobijó en ellos. Qué maravilloso era regresar al hogar.
Dos días antes de la boda, en cuanto Itachi llegó de trabajar, saludó a los pequeños, que estaban en la piscina con Rosa, la cual había vuelto con ellos tras la recuperación de su madre, y subió a la habitación, donde sabía que se encontraba Sakura.
Al entrar, la oyó hablar por teléfono en el cuarto de baño y supuso que se trataba de Genma o de Iruka, por las cosas que decía.
Había sido un día largo y productivo y, contento, Itachi se quitó la chaqueta y se encaminó hacia el baño.
—Hola, preciosa —la saludó, abriendo la puerta.
Sakura sonrió al verlo y, con un gesto con los dedos, le pidió un segundo.
—Vale, Iruka, que sí, la noche antes de la boda nos iremos todos a dormir a vuestra casa. No me lo repitas más.
—Haremos acampada en el salón, ¡como en los viejos tiempos! —dijo Iruka.
—Los niños se volverán locos cuando lo sepan, pero a Itachi no sé si le gustará tanto que me vaya.
—Mi amol —replicó él—, es una manera de que ese hombretón tuyo tan guapo, pelinegro y varonil te añore un poco y así, cuando te vea tan guapa, tan preciosa, tan angelical con tu vestido de novia al día siguiente, solo desee raptarte y llevarte a un rincón oscuro.
Sakura rio al oírlo y añadió:
—Te dejo. El hombretón guapo, Pelinegro y varonil ha llegado.
Tras colocar el teléfono sobre el mármol del lavabo, se tiró a los brazos de su amor y murmuró:
—Hola, Uchiha. Te echaba de menos.
Él la besó encantado y luego preguntó:
—¿Qué es eso de que la noche antes de la boda os iréis a dormir a casa de Iruka y Genmaa?
—Linda viene desde Minnesota y se alojará con ellos. Y aprovechando la ocasión, han pensado hacer una acampada en el salón.
—¿Qué es eso?
Sakura soltó una carcajada y explicó:
—Era un juego que Iruka, Genma y yo hacíamos con los niños. La noche que todos librábamos, veíamos películas hasta el amanecer, nos hinchábamos a chuches y patatas fritas y dormíamos en el suelo del salón todos juntos. —Y, mimosa, añadió—: Ya sabes, cariño, que cuando no hay dinero hay que aguzar el ingenio para pasarlo bien.
Él, tras besarla en el cuello, murmuró:
—Cuando quieras, inauguramos en casa la noche de la acampada en el salón.
Sakura rio e Itachi preguntó:
—¿Seguro que tienes que ir?
—Sí, cariño. Quiero y tengo que ir.
Itachi frunció el cejo. Dormir sin ella ya no le gustaba y musitó:
—No me hace gracia.
—Pues lo siento, Uchiha, pero así va a ser, lo quieras tú o no.
Su voz tajante le hizo saber que no la haría cambiar de opinión y, quitándose la corbata, dijo:
—De acuerdo, cabezota.
—¿Qué tal tu reunión de hoy? —preguntó ella.
—Unanimidad total. La canción Bonita casualidad será el tema principal de la película.
Sakura palmoteó de alegría. Sabía lo importante que era aquello para Itachi y lo mucho que había trabajado para conseguirlo. Lo siguió fuera del cuarto de baño, se lanzó a su espalda y él la cogió a caballito.
—Lo has conseguido, Itachi Uchiha, ¡eres un crack!
—Gracias a ti, cariño. Tú has sido mi musa.
—Me encanta ser tu musa.
Él la soltó, se dio la vuelta para agarrarla de nuevo y dijo:
—Ahora solo falta que le guste al público.
—Gustará, enamorará y encantará —afirmó convencida—. Es una maravilla de canción.
—¿Me has echado de menos? —susurró contento.
Ella asintió mimosa y, acercando la boca a la de él, respondió:
—Cada microsegundo del día.
Itachi rio y, al ver que ella le metía la mano por debajo de la camisa, murmuró:
—Estás juguetona.
—Terriblemente juguetona.
—¿Y los niños? —murmuró él.
Sin decir nada, Sakura corrió el pestillo de la habitación y subió el volumen de la música.
—Están con Rosa en la piscina y no creo que nos necesiten.
Itachi le devoró la boca con auténtica pasión mientras ambos, ansiosos, se desnudaban dispuestos a hacerse el amor.
Una vez desnudos, Sakura le enredó los dedos en el oscuro cabello y él, sucumbiendo a sus encantos, se arrodilló ante ella. Sin hablar, ella supo lo que él quería. Sin dudarlo abrió las piernas para él y este introdujo la cabeza entre los muslos, sacó la lengua y lentamente se la pasó por la vagina, mientras ella se agarraba a sus hombros.
—Adoro cuando estás terriblemente juguetona.
Sakura, extasiada por lo que ese hombre le hacía sentir, cerró los ojos y se dejó saborear. Quería disfrutar de aquel ataque tan maravilloso al que la iba a someter cuando, de pronto, Itachi la cogió en brazos y la llevó hasta la cama.
—Túmbate y ábrete de piernas para mí.
Sin dudarlo, se tumbó con lujuria, y dispuesta a volverlo loco se abrió de piernas sin dejar de mirarlo. Se entregó a él. La sensualidad con que la contemplaba la hizo jadear aun cuando no la tocaba. Y en cuanto él abrió un cajón de la mesilla y sacó el vibrador que tiempo atrás le había regalado, ella simplemente sonrió.
Con mimo, Itachi llevó de nuevo la boca hasta la vagina. Le buscó el clítoris con la lengua y tras endurecérselo, se lo cogió con suavidad entre los dientes y lo tocó con la lengua, y eso hizo que ella jadeara y se arquear a para introducir el cuerpo más y más en su boca.
Cuando la tuvo tan caliente y entregada como él ansiaba, posó el cabezal del vibrador sobre el clítoris y en cuanto este comenzó a vibrar ella se movió.
Sakura tenía el clítoris tan hinchado que tuvo que reprimir su primer grito de placer. El placer que aquello le ocasionaba era extremo.
—¿Te gusta, mi vida? —preguntó Itachi sin dejar de moverlo.
—Sí —asintió ella arqueándose todo el tiempo.
Ambos jadeaban. Sakura por lo que sentía y él por ver cómo ella disfrutaba con lo que le hacía. Contemplar cómo se deshacía entre sus manos lo volvía loco y cuando ella gimió de nuevo con tanta pasión, dejó a un lado el vibrador, cogió la corbata que instantes antes se había quitado y le sujetó las manos al cabecero de la cama.
—Me vuelves loco —murmuró.
Maniatada y expuesta a sus caprichos, Sakura se revolvió e Itachi, con deleite, la sujetó. Sin penetrarla dejó que su duro pene le golpeara en la cara interna de los muslos y, dándole un sensual azotito en el trasero, preguntó:
—¿Me deseas?
—Locamente —respondió ella con la boca seca por el deseo.
Se movió para restregarse contra él, mientras Itachi, con dulzura, pasión y entrega, le repartía cientos de besos por la frente, las mejillas, y la comisura de los labios, calentándola con sus palabras y volviéndola loca.
Ella se arqueó con ganas de que la poseyera, pero Itachi estaba dispuesto a hacerla rabiar. Tocó sus pechos, los masajeó, los chupó, los lamió y una vez acabó dijo:
—Mañana por la noche estarás en casa de Iruka y Genma y ya no volveré a hacerte el amor hasta que seas la señora Uchiha; ¿has pensado en ello?
Ardiente y fogosa, Sakura fue a responder cuando, de pronto, él le introdujo un dedo en el interior de la vagina y susurró mientras lo movía:
—Mañana estaré solo en esta cama echándote de menos. —Itachi reptó por el cuerpo de Sakura, y cuando llegó a la cicatriz de la tripa, la besó con mimo, para hacerle saber que adoraba absolutamente todo de ella.
Febril, vehemente y ardorosa le pidió que la penetrara. Hizo oídos sordos a sus jadeos y peticiones constantes, y prosiguió repartiendo besos por su Monte de Venus y por la cara interna de los muslos.
El deleite que ella sentía era el mismo que el de él, y cuando Itachi no pudo más le colocó la punta del duro y latente pene en la vagina húmeda y temblorosa y de una sola y certera estocada la penetró.
La profundidad de la embestida hizo que ambos se arquearan y jadearan. Se deseaban. Se querían. Se anhelaban. Itachi la agarró por las caderas, enloquecido por su entrega y su pasión, y entró y salió de ella mientras aceleraba sus movimientos a cada segundo. Finalmente, él tiró de la corbata y le desató las manos. Al sentirse liberada, ella lo abrazó y juntos unificaron su ritmo hasta que un orgasmo increíble y abrasador los invadió y llegaron al paraíso del placer.
Acabado aquel asalto loco, pasional e inesperado, se besaron con mimo durante un largo rato hasta que los niños comenzaron a aporrear la puerta y entre risas se vistieron a toda velocidad para atenderlos. Ellos eran su prioridad.
Al día siguiente, tras darle la noche libre a Rosa, Sakura se marchó con los niños a casa de sus amigos. Itachi salió a cenar con sus hermanos y su padre, que había acudido de Puerto Rico con la Tata para asistir a los enlaces.
Al regresar y entrar en su casa, seguido de los perros, Itachi se quitó la chaqueta, la dejó sobre una silla y se desabrochó la camisa. Después fue directo a la cocina, donde cogió una cerveza y se sentó mirando a su alrededor. La casa estaba vacía, en silencio, como antes de que Sakura apareciera en su vida.
Ese mutismo que ahora lo incomodaba era algo que antes apreciaba sobremanera.
Dio un trago a su cerveza y en ese momento le sonó el móvil. Era un mensaje de Sakura, que abrió rápidamente. Le había mandado una foto de ella y los niños, tirados en pijama en el suelo, riendo, rodeados de aquellas tres personas que tanto los querían.
Durante un buen rato, Itachi miró aquella imagen llena de felicidad y risas, acompañado solamente por Melodía y Luis Alfonso, que dormían plácidamente a sus pies.
Con su cerveza Sierra Nevada Porter en la mano, fue hasta el salón. El silencio y el orden que allí había lo sobrecogió, casi lo abrumó; se sentó ante el piano, levantó la tapa y, pensando en Sakura, cantó la canción que un día ella le había pedido. All of Me, de John Legend.
Cada vez que decía «Porque todo de mí ama todo de ti». Itachi sonreía. Nunca había escuchado nada más cierto en lo que se refería a lo que sentía por Sakura.
Imágenes de ella jugando con los niños, tirándose en bomba en la piscina, bailando con él a oscuras en la cocina, escuchando música en el jacuzzi, bailando salsa con él en Miami, haciéndole el amor con ternura o sonriéndole llenaron su mente mientras cantaba y el corazón inevitablemente se le aceleraba.
Como él siempre decía, ella era su mejor casualidad y la mujer de su vida, a la que le había entregado la llave de su corazón. Y por ella, por tenerla junto a él, por verla feliz y dichosa, pasaría una y mil veces por los momentos duros que había pasado.
Una vez acabó de cantar, Itachi cerró la tapa del piano y dando un trago a su cerveza, miró a su alrededor y echó de menos el bullicio y la vida que ella y los niños le daban a aquel hogar, y finalmente decidió irse a dormir. Al día siguiente se casaba.
Cuando llegó a su habitación, se quitó la camisa, la dejó sobre la cama y al entrar en el baño para darse una ducha, sonrió al ver escrito sobre el cristal con un pintalabios rojo:
H_ _ _ _ E_ I_ _ _ _ _ _ _ Y M_ _ A_ _ _. T_ Q _ _ _ _ _.
Asintió con la cabeza, cogió el pintalabios que ella había dejado sobre la encimera y murmuró mientras rellenaba las letras:
—Sí cariño, contigo ¡HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ! Y también te quiero.
Solo nos queda un capítulo y el Epílogo para finalizar esta historia.
