CAPITULO 54
NOBODY
Hermione estaba mirando el botón que Edward le dió, lo apretó con fuerza en un puño para después meterlo en el bolsillo del pantalón de hospital. Sacó los pies de debajo de las sábanas y se puso las blandas zapatillas de hospital y salió de su habitación.
El largo pasillo que conducía hacia las habitaciones de cuidados era el mismo que el de ella… o casi. Donde ella estaba eran las salas "normales", pues ya estaba casi completamente curada de la maldición que Dolohov le lanzó en el asalto al Departamento de Misterios y pronto iba a ser dada de alta. Ahora mismo se dirigía a las salas de cuidado que eran más "especiales".
Hermione lo había escuchado por casualidad, el nombre del paciente que llegó de emergencia la anterior noche, el paciente que movilizó a todo el personal nocturno, pues como todo el mundo decía: Era alguien importante. El apellido "Greengrass" se coló entre los pasillos en la mañana y para el medio día ella pudo averiguar con certeza que era Edward. Se suponía que ahora mismo era su hora de caminata, pero su único objetivo era averiguar qué había sucedido con sus propios ojos, pues las enfermeras no decían nada en absoluto, cerrando filas entre ellas y solo diciendo que "Se dará información solo a familiares".
Ella avanzó con toda la solemnidad que le fue posible, creyendo que sería difícil encontrar la habitación exacta… sin embargo, luego de ver a magos vestidos de negro y haciendo guardia solemne uno a cada lado de una de las puertas del pasillo, algo le dijo a ella que ese era el lugar. Mientras más se acercaba más nerviosa se ponía.
¿Por qué habrían guardias en la puerta de una habitación de hospital? Había visto algo parecido en el primer día en que recobró la conciencia, pero eran magos del Ministerio custodiando prisioneros. Esos magos no parecían ser del Ministerio, parecían más magos preparados para pelear, pero sin armas. Cuando vio las joyas púrpura brillante en los lóbulos de ambos magos, entendió que eran magos de Nott, pues había visto eso en la fiesta de año nuevo en la que participó y también en la delegación de Sebastian McGrath en Hogwarts.
"La amatista es para la guerra" le había dicho Theodore una vez.
"Guerra" pensó ella, mientras se acercaba "Son magos en guerra en un Dominio sin cabeza "
"Sin cabeza". Así había llamado el Profeta a la situación de ese Dominio. Philip Nott estaba en Azkaban y su único sucesor tenía paradero desconocido. Edward le había dicho a ella que a Theodore le tendieron una trampa y que ahora las familias estaban divididas en dos, básicamente, los que estaban de su lado y los que no. Los últimos eran los que no dudarían en hacerle daño.
"Y puede que ellos le hayan hecho daño a Edward" pensó ella afligida, ya que nadie tenía que explicarle a ella de qué lado estaba el mago.
—Buenas tardes —dijo ella casual, plantándose frente a los altos y jóvenes magos— Esta es la habitación de Edward Greengrass ¿Verdad? Mi padre es un buen amigo suyo y escuché que llegó aquí anoche. Quisiera verlo —añadió con un tono más preocupado— por favor.
Los guardias la miraron y luego se miraron el uno al otro, visiblemente desconfiados. Como si se hubieran comunicado mentalmente, uno respondió por ambos.
—Eso no es posible —dijo el mago— Sin visitas.
—Por favor —dijo ella— solo será un momento y….
—No hay manera de que pueda entrar —le contestó uno de los guardias.
—¿Por qué no?
—Porque no está permitido.
—Ustedes no pueden prohibirlo —dijo mientras se cruzaba de brazos— ¿Son del Ministerio?
Los guardias se callaron.
Hermione sonrió internamente ante esa reacción— Solo el Ministerio puede permitir poner guardias a pacientes y…
La puerta custodiada de pronto se abrió y una enfermera asomó medio cuerpo.
—El Director de San Mungo también puede en este caso particular —dijo la enfermera con firmeza— Este paciente necesita descanso —dijo mirando acusadoramente a todos— y silencio.
—Es amigo de mi familia —dijo ella rápidamente— Solo quiero ver como esta —murmuró ella.
—Inconsciente, pero estable —dijo la enfermera— ahora, retírese por favor. Usted también es una paciente que necesita reposar.
"Inconsciente" pensó preocupada.
—Pero…
—No hay peros. Regrese a su habitación, señorita Granger.
La enferma volvió a cerrar la puerta y dejó a Hermione con las palabras en la boca. Los guardias mientras, la con rostro de suficiencia; el porte presuntuoso de saber que ellos tenían razón. Presuntuosos, no hostiles.
"Están cuidando de Edward" pensó "Si lo cuidan entonces están de su lado, por lo tanto, también están del lado de Theodore". Hermione tomó aire antes de hablar.
— ¿Ustedes saben algo de…?
Pero entonces se calló de inmediato. No, no podía permitirse ser confiada con extraños en esos momentos y preguntarles por Theodore. Tenía que ser más lista que eso.
"Tengo que hablar con Edward" pensó. Rápidamente le dio la espalda a los guardias y se fue por donde vino, pero no del todo, sino que se alejó lo suficiente para vigilar discretamente. Solo con verles el porte a los magos desechó de inmediato la idea de que podría distraerlos, pues ellos se mantenían firmes e inamovibles y ni siquiera charlaban entre ellos. Parecían más soldados que guardias, además Hermione notó que ambos tenían varita: Algo impensable en esa área de San Mungo.
"Esto es demasiado" pensó más preocupada
¿Estaban cuidando a un aliado? ¿O vigilaban a un prisionero?
Hermione se frotó la cabeza. Esa última opción era la peor. Si Edward era un prisionero, entonces ¿Qué había pasado con Theodore?
Mientras caminaba, miles de pensamientos fatales cruzaron por su mente; escenarios imaginarios en donde Edward ayudaba a Theodore y terminó así por ello. Sacudió la cabeza y al hacerlo, notó que había terminado cerca de los vestidores del personal y entonces se le ocurrió una idea.
Si no podía entrar por la puerta… tenía que encontrar opciones. Y cuando vió un uniforme colgado se le ocurrió la mejor idea. Camino por los pasillos que la llevaban a las escaleras de servicio para evitar encontrarse con demasiada gente. La ropa de personal de limpieza no llamaba la atención, pero no se arriesgaría. Incluso acomodó su cabello debajo de un gorro de hospital y se cubrió medio rostro con un tapabocas.
Le costó subir las escaleras, pues aún tenía cierta molestia en el pecho y se fatigó bastante pronto, sin embargo, continuó. Ya en el techo, busco escobas en la caseta de servicio. Tenía que haberlas, pues una vez vió como alguien lanzaba hechizos de limpieza a las ventanas desde afuera. Ella planeaba hacer algo parecido.
La escoba estaba algo destartalada, pero llegados a este punto, ella no podía flaquear. Hace no mucho había volado miles de kilómetros a lomos de una criatura semi-salvajes que no podía ver, montar una escoba sería nada.
Con firmeza y decisión avanzó hacia la orilla del edificio, calculando cuál sería la trayectoria correcta para descender hacia la ventana de la habitación de Edward. Hermione puso un pie sobre la pequeña saliente frente a ella, luego puso el otro. Al mirar la altura a la que estaba, aunque solo por un segundo sintió el vértigo. Su mano temblaba, pero logró controlarlo a pura fuerza de voluntad. Tomó aire y apretó la escoba con fuerza.
"Aquí vamos" se dijo a sí misma.
—Alto —dijo alguien en voz alta a su espalda.
Hermione se dio vuelta de inmediato, confundida de pronto. Primero, la idea aterradora de haber sido descubierta. Y luego, luego el inesperado e imposible pensamiento de que reconocía esa voz. Pero detrás de ella no había nada… así que apretó los dientes y volvió a tomar coraje para seguir su plan.
"Es solo mi imaginación" se dijo.
Pero entonces, como salido de la nada, entre un parpadeo y el siguiente, Theodore Nott acababa de aparecer justo a unos pasos de ella.
Hermione entornó los ojos asombrada y sin poder decir una sola palabra, mientras, Theodore levantó rápidamente la mano y la tomó de la muñeca, para un instante después llevarse a ambos con magia. Solo la escoba se quedó atrás, haciendo eco solitario al caer.
Theodore recibió el pequeño pergamino en medio de una llamarada azul salido desde la chimenea. Las chispas y el papel volando en el aire le recordó a cuando se eligieron a los participantes del torneo de los tres magos. Estaba revisando la textura del papel cuando la chimenea volvió a brillar y Aliester Darke apareció dando vueltas en medio de más fuego azul.
—¿Qué dices, Theodore? —preguntó, de pie a su lado de inmediato y mirando por encima de su hombro el pequeño pergamino— ¿Qué te ha parecido?
—No está mal —contestó, pero notó como el rostro del mago a su lado se iluminaba.
A Serafina se le había ocurrido que podrían implementar un uso más a la red Flu, enviando solamente correspondencia mediante pergaminos encantados. Los pergaminos habían sobrevivido el viaje nacional, pero cuando se enviaban al otro lado del mar… bueno, solo llegaban cenizas. Serafina entonces, había recurrido a Darke quien con sus conocimientos amplios y junto a toda la comunidad de investigadores de la que era parte, se dispusieron a crear un material resistente y al parecer, lo habían conseguido.
—Aún no se como vamos a convencer a las personas de que sus mensajes llegarán a destino seguros —dijo Theodore— no podremos usar "confidencialidad" para vender esta idea.
—Theodore, la mejor manera de vender algo es enaltecer los beneficios y restarle importancia a los problemas. —dijo Aliester— Ultimaremos los detalles en lo que va del año, pruebas y todo eso. Podríamos lanzarlo oficialmente en Diciembre y venderlo como la solución de enviar tarjetas de navidad, eso no necesita confidencialidad. Luego podemos ir por el Año Nuevo y los cumpleaños, día de las madres, del padre… —Aliester se detuvo y pronto se aclaró la garganta— hay bastantes festividades, Theodore.
Él hizo una mueca, no lo convencía del todo, pero tenía que aceptar que podría funcionar.
—Bien. Entonces no hay más que decir. Adelante, Aliester.
—Gracias, Theodore —dijo asintiendo satisfecho— por cierto, quería preguntar… ¿Qué planeas hacer luego?
Él parpadeó— Volver a la escuela.
—Entonces estás libre.
Theodore frunció el ceño— Algo así. ¿Por qué?
…
La casa de vacaciones de Sebastian McGrath era enorme, no tanto como alguna de las suyas, pero tenía algo que comenzaba a notar que la hacía abismalmente diferente. Estaba llena de gente. Las únicas veces que Theodore veía su casa llena de gente era cuando había reuniones, sociales u obligatorias. En ambas, el ambiente no se parecía ni siquiera un poco al que podía apreciar con todos sus sentidos.
El hijo de McGrath había nacido a mediados de la semana y según Aleister, no harían una fiesta al menos hasta su primer año, así que ese Domingo estaban teniendo el no muy común evento conocido como "fiesta privada".
Theodore había querido decir a Aliester que bajo ese título, sería algo inesperado que precisamente él apareciera y puede que fuera hasta incómodo, pero al final no lo hizo y aceptó la invitación. Desde hacía unos días, mediante el vínculo pudo saber del sentir de Sebastian y ahora mismo quería verlo con sus propios ojos, pues estaba realmente curioso.
¿McGrath estaba feliz? Theodore quería ver eso.
Aleister fue primero en la chimenea, él lo siguió poco después. El viaje en la Red Flu los llevó desde allí, Inglaterra, hasta Noruega en un tiempo corto. Las maravillas del viaje trans-oceánico. Nada más salir de la chimenea, Sebastian parecía confundido cuando Aleister estaba diciendo que trajo a alguien más y el sentimiento fue de amenaza cuando cruzaron miradas, pero se disipó bastante pronto y solo quedó una ligera incomodidad.
McGrath tenía muchos invitados, su sala estaba llena de ellos y podía escuchar risas chillonas viniendo desde el patio interior. Al menos cuatro niños de diferentes tamaños riendo mientras corrían, jugando entre ellos. Pronto todo mundo se acercó a saludar. La mayoría era familia de Anya, pues como era sabido, la familia McGrath no se tomó a bien ese matrimonio, sólo reconoció a la hermana menor de Sebastian y a la madrina de Anya como ingleses, el resto eran todos Noruegos.
Era bastante evidente el como los Noruegos se sentían más a gusto y nada nerviosos con Theodore cerca. Algo completamente natural, tomando en cuenta que los Nott iniciaron en ese país. Su padre siempre le había dicho que Noruega nunca le daría la espalda a su familia. Una vez, le preguntó por qué entonces sus ancestros habían ido a Inglaterra. El grandioso Philip Nott dijo que fue, naturalmente, por ambición; ya que después de todo, el Dominio en Noruega era pequeño y con recursos muy limitados. El Dominio en Inglaterra era belicoso, pero ciertamente más solvente.
—Vamos Theodore, —dijo Aleister, llamando totalmente su atención— Anya está arriba. Tenemos que ver a mi ahijado.
Aleister se movía por la casa como si fuera la suya, naturalmente la conocía bien, pues era el mejor amigo de Anya. Theodore notó como Sebastian se liberaba de la conversación que estaba teniendo con su suegro y disimuladamente les siguió el paso por las escaleras hacia el segundo piso. El mago masculló algo acerca de que ya iba siendo hora de que Anya bajara.
La encontraron en la habitación del bebé, ella estaba cerca de la ventana cargando un bulto envuelto en tela fina y de colores claros, sujetándolo contra su cuerpo y dándole palmaditas. Ella se giró en cuanto Aleister dió toquecitos en la puerta y les regaló una sonrisa radiante.
—¿De nuevo? —preguntó Sebastian, acercándose de inmediato y llevando las manos de inmediato al pequeño bulto con una mirada que parecía buscar imperfecciones.
—No empieces —dijo Aleister, acercándose también— Los niños devuelven la comida a veces, Sebastian, eres medimago, lo sabes. Calmate. Y quítate, quiero ver a mi lindo ahijado.
Anya solamente reía mientras Aleister empujaba amistosamente a Sebastian y miraba con orgullo el bulto. Entonces, como si hubiera recordado que Theodore seguía en la puerta, Anya se giró y le sonrió.
—Hola Theodore —dijo ella amigablemente.
Ella se volvió entonces y aunque Aleister estaba haciendo juegos con las manos al bebé, se alejó caminando hacia Theodore.
—Hola Anya —dijo entre confundido y extrañado, la bruja a un metro de él.
—Que gentil de tu parte venir a celebrar con nosotros. —dijo mientras acomodaba a su hijo entre sus brazos— Acercate, quiero presentarte a mi pequeño.
Y Theodore se acercó, más curioso que educado. El bebé era más pequeño de cerca, sus ojos estaban muy cerrados y casi no tenía cabello en la cabeza, pero era rubio como el de Anya.
—Se parece a tí —murmuró Theodore, viendo con atención la carita del pequeño.
—Lo que es una fortuna, imagina que se pareciera a Sebastian —dijo Aleister entre risas— mi ahijado será lindo y tendrá carisma ¡Mil veces mejor que una cara intimidante!
—Cállate —dijo Anya juguetonamente— Se parezca a quien se parezca, es mi precioso bebé.
Aleister se encogió de hombros— Hablando de eso, ¿Cuando decidirán el nombre? No planean llamarlo "bebé" por siempre ¿O sí?
—Bueno, de momento se llama "bebé" —Anya se volvió hacia Theodore— Aliester insiste en que deberíamos llamarlo… ¿Theodore?
Él tenía la vista clavada en el niño, quien agitaba sus pequeñas manos como si quisiera sujetar algo y como no lo encontró, comenzó a llorar.
En un instante, Sebastian estaba detrás de ellos y Anya rápidamente le pasó al bebé, luego se volvió para decirle entre risas y mirada anhelante que cuando el bebé lloraba Sebastian lo cargaba y se callaba de inmediato. Precisamente eso sucedió.
Theodore escuchaba por encima una historia de Anya acerca de cómo ella y Sebastian descubrieron eso, pero su total atención estaba centrada en cómo Sebastian cargaba a su hijo, sujetándolo contra su pecho y devolviéndole la mirada, sus oscuros ojos clavados en los suyos y sin siquiera pestañear.
Theodore llegó a la casa del Norte pasado el mediodía, se fue de casa de McGrath luego del almuerzo y había que decir que había sido delicioso, pero había algo que le estaba molestando y no podía quitárselo de encima. Todo, absolutamente todo estaba en silencio y generalmente eso le gustaba, pero no ahora. Por un instante pensó que eso se debía a que últimamente no pasaba su tiempo solo y quizá se había acostumbrado a estar relativamente acompañado…. la imagen de Hermione colándose frente a sus ojos de pronto.
"Supongo que la extraño" pensó casi en un suspiro, pero queriendo alejar la idea de inmediato.
Camino hasta el ventanal más enorme de la habitación y se puso a mirar por allí para poner en orden sus pensamientos.
—Tini —dijo y en medio segundo la elfina apareció a su lado— vino —ordenó— por favor.
La elfina lo obedeció de inmediato y en silencio. Pronto Theodore tuvo una botella de diez años a mano y también una copa. Le dijo a la elfina que se retirara y se sirvió una copa. De pie frente a la enorme ventana de su habitación en el último piso, bebió sorbo a sorbo.
"¿Porque siempre ves por la ventana? Afuera no hay nada" le había dicho a su padre la vez que lo encontró del mismo modo en que estaba él, frente a una enorme ventana y con una copa de vino en la mano.
"Los magos listos deben estar conscientes de todo lo que los rodea, siempre debes tener una buena vista de todo" había dicho su padre y Theodore lo tomó como una gran lección de vida y desde entonces siempre quería estar cerca de vistas panorámicas.
Sin embargo, afuera de las ventanas por las que miraba… realmente nunca había nada.
¿Todo lo que él decía era sabio o solo yo creía eso? Se preguntó, mientras se bebía el resto de la copa de vino, sintiéndose sediento de pronto.
Philip Nott bebía bastantes copas de vino en ciertas ocasiones y siempre lo hacía frente a la enorme ventana de su estudio. Cuando Theodore preguntó para qué era el vino, este le dijo que le ayudaba a pensar. Pero ahora que hacía lo mismo, comenzaba a creer que en realidad era para dejar de hacerlo. Dejar de pensar, pues es lo que él estaba logrando. El alcohol atontaba los sentidos y luego de tres copas, para él parecía fácil distraerse con los colores de afuera y dejar vagar ideas tontas en su cabeza.
—Veo, veo… algo azul —dijo en voz alta, recordando un viejo juego de quién sabe dónde, pero para ese juego se necesitaban dos personas y allí no había nadie más.
Theodore frunció el ceño y se sirvió una nueva copa. La cuarta. Para la quinta copa, sentado en el suelo inclinado hacia la ventana y con la frente apoyada contra el vidrio, parecía tener las cosas un poco más claras. Realmente extrañaba a Hermione, pero concluyó que esa era una respuesta a su reciente necesidad de no estar solo, necesidad que estaba saliéndose de control últimamente, pero no tanto como ahora. Ahora era peor. Pensó en los posibles motivos… no quería, pero tenía que. Quien ignoraba como se sentía y se engañaba a sí mismo era idiota y él no lo era.
Luego de unos momentos concluyó que lo que tenía, el origen de todo… era envidia.
"Por eso Sebastián me miró así" pensó, "por el vínculo mágico entre nosotros, debió darse cuenta".
Theodore entonces, se echó a reír él solo. "Envidia… patético" pensó, queriendo no ahondar más en ello, pero no lo consiguió. La envidia nacía de desear algo que otros tenían y tú no.
De nuevo, Theodore recordó la forma en la Sebastian lo miró.
"Entonces así es como se ve un padre protegiendo a su hijo" pensó.
Edward observó las memorias de Nate Jeremiah meticulosamente. La intrépida Amira Craston había aprendido a maniobrar entre imbéciles como eran los Mulciber y se las había arreglado para cogerlos por su lado débil: Se ganó su confianza, los emborrachó y gracias a eso se enteró de detalles importantes, impresionantes y tan jugosos como el hecho de que Philip había pactado al inicio de todo con Mulciber mientras estaba en Azkaban. Y claro, otros detalles acerca de la lúgubre reputación pasada de Philip, pero eso él ya lo sabía.
—Noté que las memorias están incompletas —dijo Edward mirando de reojo a Nate.
—Lo están —dijo el muchacho.
Edward hizo una mueca, pues a veces no podía con tanta honestidad. Nate Jeremiah soltaba la lengua sin meditarlo demasiado y fácilmente revelaba cosas que él consideraba que no deberían ser secretos, sin embargo, aún así podía guardarse cosas que gracias al talismán que tenía en el interior del estómago no podría sacarle aunque quisiera. Edward había concluido que era el tipo de personas que podía llevarse secretos a la tumba… en realidad, fue por eso que lo reclutó desde el principio.
—¿Por qué? —Preguntó.
—Amira me lo pidió —contestó.
Edward se frotó el mentón. "Amira, ahora es Amira… ya no señorita Craston"
—¿Paso algo? —Preguntó.
Nate asintió.
—Algo malo —dedujo.
Nate dudo.
—Bastante malo —dijo finalmente— Tuve que intervenir.
Edward se pasó la mano por la cara y estaba a punto de darle un sermón, pero notó en Nate el rostro de la indignación. Ese chico era bastante tranquilo, para verse tan indignado debió ser algo realmente grave. Una mirada bastó para imaginarlo.
—Pedazos de porquería andante —masculló enfadado— ¿Le hicieron algo a nuestra Amira? ¿Está bien?
Nate asintió y en su rostro se presentó el enojo— No pasó a mayores, pero aún así…
—¿Cómo se atreven? —dijo Edward, molesto también— ¿Te descubrieron?
—No. Tenía el traje de asalto y no me mostré, con suerte Elliot va a pensar que fue cosa del alcohol que se bebió.
—O puede ponerse paranoico y revisar en las muchas cámaras de seguridad que tiene en sus "centros de entretenimiento". —murmuró Edward, luego miró a Nate, quien ahora se veía preocupado y le dió una sonrisa tranquilizadora— Tranquilo. No es demasiado grave. Evitaste que a Amira le pasara algo, así que hiciste lo correcto. Además conseguiste información valiosa. —le dijo dándole una suave palmada en el hombro— Le diré a Theo que Mulciber pacto con Philip desde el inicio, será suficiente para que desconfíe de ellos y los aleje, así Amira ya no se expondrá.
Nate asintió satisfecho.
—¿Puedo decírselo a Amira? —Edward le miró alzando una ceja— Para que esté tranquila. Creo que quedó bastante afectada —añadió Nate rápidamente.
—Ajá, puedes hacer eso —dijo mirándole de reojo— Es mejor que se lo digas en persona. Pero si vas a escribirle, debes ser sutil. Recuerda, actúa como si supieras que te vigilan, siempre.
Nate asintió— Lo haré —dijo satisfecho, pero con una mirada que Edward ya se conocía bastante bien, tanto que no pudo evitar darle una nueva palmada en el hombro.
—Y, Nate, amigo mío, cuidado con eso. Amira es dulce, hermosa y amable, pero aunque sea una tarea muy difícil, procura ganarte solo su amistad. A los tipos como nosotros generalmente nos va mal cuando apuntamos demasiado alto. —dijo sin poder evitar la nostalgia— Su sangre es más espesa, con más historia y rango que la tuya. En nuestro mundo, ese tipo de diferencias lo definen todo.
Nate, quien se dio cuenta al instante de lo que Edward sugería se apresuró a contestar— No me malinterpretes. —dijo de inmediato. Demasiado de inmediato— La admiro, eso es todo. Además… lo que has dicho, eso ya lo se. —luego, se aclaró la garganta— También sé que Frederick no la ha olvidado, seguramente volverán en algún momento. Ser amigo de la futura señora Taylor no estará nada mal. —murmuró— Ella será una persona importante, casada o no, parecida a Magellan, estoy seguro. También es amable, así que recordará que la ayudé y eso será bueno para mí y mi familia —dijo sin mirarlo, como si se lo dijera a sí mismo.
Edward soltó un suspiro y soltó una sonrisa involuntaria. Ah, más nostalgia. Preciosos ojos azules como el cielo en invierno mirándolo. Sacudió la cabeza.
—Ahora ya hablas como todo un mago ambicioso, eso combina mejor con el Dominio —dijo para animarlo. No le gustaba mucho pinchar sueños ajenos, pero era necesario. Algo que él en su tiempo necesitaba y nadie le dió. Pero al menos Nate lo tendría a él.
"Pinchar sueños ajenos" pensó, y ahora Theo llegó a su mente.
"Theo" pensó "¿Qué voy a hacer contigo?"
Podías volver a la realidad a alguien como Nate, haciéndole ver sus limitaciones. Mientras más limitaciones, más efectivo era conseguir que las personas crean que lo que desean son imposibles. Aunque claro, en cuestiones sentimentales… era un terreno totalmente impredecible. En las relaciones de dos, quien busca primero es quien se arriesga y el buscado es quien tiene la respuesta final, la que no siempre era lógica. Podías tener todo lo socialmente aceptable para ser la mejor opción y ser rechazado sin piedad. O también podías no tener nada que ofrecer y ser aceptado con alegría incluso. Aunque claro, en todo había truco… pero eso no quitaba que fuera una total apuesta ser o no elegido…
Y ese era el problema con Theo. Él era de los afortunados, había sido aceptado alegremente por quien le gustaba (una buena chica incluso) y según daba a entender, le iba bien… por ahora. Podía verlo en su carita satisfecha con la vida. En lo que Edward entendía, Theo estaba perdido, pues alguien como él, tan sediento de afecto, estaba perfectamente arropado en cariño de alguien dulce y amable como Hermione.
Sin embargo ¿Qué iba a hacer él cuando su chica impura, una chica como Hermione, se enterara de que estaba pensando seriamente ir a la guerra con un purista extremo como el Señor Tenebroso? Theo hacía una apuesta pensando como el "Señor Nott"…. Pero esa era solo la coraza externa que mostraba al mundo
¿Qué haría Theo; la persona, no el "Señor"; alguien tan inestable y que se aferra tanto, cuando ella lo dejara? Porque estaba seguro que cuando se enterara de todo, ella lo iba a dejar.
Edward suspiró. Ese realmente sería un dolor de cabeza.
—Hay algo más que quiero reportar —dijo Nate.
—Dime.
—No es algo demasiado llamativo, pero he notado que desde hace bastante tiempo algunos de los que he marcado como dudosamente leales desaparecen ciertas horas del día de manera coordinada. Lo reporté a McGrath, pero como lo hacen individualmente, siempre dan excusas convincentes así que no parecen sospechosos pero es algo que sigue molestandome.
Edward frunció el ceño— De momento confiemos en la vigilancia y encantamientos de McGrath —dijo, pero luego se lo pensó mejor— O podrías… seguir a uno que otro. El que peor te caiga.
—De acuerdo —dijo Nate.
—Y no lo olvides, no dejes que…
El mago dejó de hablar y levantó la cabeza rápidamente, magia resonando en sus oídos. Miró hacia Nate muy fijo.
—Theo me está llamando. —murmuró mientras sacaba el reloj de bolsillo— Que raro. Se supone que ya debería haber vuelto a la escuela —luego recordó que Nate seguía delante suyo, le sonrió— en fin. Cosas que pasan. Nos vemos.
Para los casos extremos, Theodore tenía un traslador que conectaba con otro que Edward tenía, así que cuando él lo llamaba, Edward sencillamente tenía que responder al llamado y la magia hacía el trabajo de llevarlo a donde fuera que Theo estuviera. Eso claro, no aplicaba a Hogwarts, ya que las protecciones del castillo lo impedían.
En medio del remolino mágico, Edward se encontró con que llegó a la casa del Norte, el tercer piso, la habitación de Theo. Aunque había algo diferente, cierto desorden anormal en el ambiente y algunos muebles cambiados de lugar. El enorme sillón principal girado hacia la ventana. Más importante, Theo no estaba por ningún lado.
—Bienvenido, Edward —dijo alguien de pronto con voz alegre.
Entre ese tono y el hecho de que seguía sin verlo por ningún lado le hizo creer que no era Theo, pero era inconfundible, reconocería su voz donde fuera. Edward caminaba hacia el sillón cuando en el camino pateó una botella de vidrio que rodando vació su contenido al instante.
"¿Qué demonios?" pensó mientras se agachaba a recogerla de inmediato, aún confundido por todo, pues unos zapatos estaban al pie del sofá, pero seguía sin ver a nadie.
—Theo ¿Estás aquí?
—¿Que acaso no...? —respondió la voz desde ningún lado— oh, claro. Que idiota. La capa— En el sofá entonces, fue como abrir el telón y con un truco aparecía Theodore donde antes no había nada— Bu —dijo antes de comenzar a soltar una especie de mezcla entre resoplido y risa ahogada.
Edward, por supuesto, se quedó boquiabierto. Theodore estaba descalzo, con el cabello revuelto y totalmente recostado sobre ese sofá. Solo le faltaba colgar un pie del reposacabezas para completar el cuadro de la personificación de la despreocupación. Edward miró de nuevo la botella en su mano y luego de olerla se dio cuenta de que era vino y conectó todo.
—¿No es algo temprano para ponerse a beber? —dijo con una sonrisa mitad diversión, mitad preocupación.
Theodore sacudió la mano y ocultó un bostezo— ¿Se supone que hay un horario?
—No realmente —contestó Edward, sentándose en el suelo alfombrado algo cerca de donde Theo estaba.
—Entonces no importa —murmuró.
—No, la verdad no —contestó— pero lo que sí importa —dijo en medio de otra sonrisa nerviosa— es que recuerdo que la última vez que te vi aún tenías diecisiete. Dime, ¿Ya eres mayor de edad y no me he enterado?
Theodore abrió los ojos de inmediato— ¿Vas a sermonearme?
—Para nada. —dijo Edward, llevando ahora la botella a los labios y dándole un largo sorbo— solo es una duda razonable.
—Los cumplo en Septiembre, —contestó— como siempre.
—Eso imagine. Supongo que no importa si te adelantas un poco —dijo dudoso.
—En la escuela, el whisky de fuego es una de las cosas que más se intercambia por contrabando —murmuró— sinceramente, es asqueroso. Acabo de decidir que prefiero el vino.
—Eso dices ahora —dijo agitando la botella y poniéndola a contraluz para tratar de adivinar exactamente cuánto es que se había bebido— solo por curiosidad ¿Cuántas copas te tomaste?
—Siete. —dijo de inmediato— Iba a detenerme en la sexta, pero el siete es de la suerte.
Edward no pudo evitar no reír por esa respuesta, solo le dio otro sorbo enorme a la botella.
—A tí no te gusta el vino —murmuró Theodore, mirándolo atentamente ahora con sus ojos enormes y curiosos.
El mago se encogió de hombros— Lo tolero, pero no me gusta el alcohol en general.
—¿Por qué?
—Bueno… —Edward pensó su respuesta. El niño lo miraba demasiado fijo y como era costumbre, decidió decir la verdad. Un gramo de desconfianza y podría arruinarlo todo— … en realidad, es una larga historia.
—Me gustan las historias. —contestó, completamente curioso— Habla —dijo como si fuera una orden.
Edward se removió incómodo— Yo nací en Asia, con la familia de mi madre. Llegamos a Europa unos años después de que fallecieron sus padres, mis abuelos, y como debes imaginar… no fuimos del todo bien recibidos, pero nos protegía mi tío materno y mi madre por sí misma era encantadora. Pero entonces… sucedió un evento bastante… malo.
—¿Qué evento? —preguntó Theodore.
—¿Sabes que la actual esposa de Antón es la segunda, verdad? —Theodore asintió— Bueno, la primera esposa era una Prince, pero digamos que su deslumbrante belleza externa no reflejaba la interna. A nadie le gustaba, la gente decía que ni Anton la soportaba. Ellos tenían una hija, su nombre era Celeste y no se parecía en nada a esa bruja. —Edward se llevó de nuevo la botella y le dió grandes sorbos— Ella era muy dulce y amable. Un día, Anton decidió que mi madre fuera quien le enseñara modales, lo que en aquel tiempo se traducía a saber manipular y disfrazarlo de encanto. Tú entiendes —él rodó los ojos— eso no le gustó a la esposa de Antón, porque se supone que ella era quien debía enseñar a su hija. Hizo un berrinche, gritó y se indignó, pero al final Celeste pasaba mucho tiempo con nosotros y me hice cercano a ella. —Edward bajó la mirada un instante, bebió otro sorbo de la botella, luego miró a Theodore— Un día Antón nos llamó a mi madre, su hermano y a mí a su estudio. Su esposa también estaba allí, cruzada de brazos y tan altiva como siempre. También había un pensadero en el escritorio. Ella acusó a mi madre de manipular a Celeste… para que fuera una traidora a la sangre, usandome a mí en el proceso. Sus pruebas fue solo un paseo inocente. Celeste se había sentido mal, le dió fiebre (ella siempre enfermaba) y se mareo, yo solo la llevé de la mano hasta la torre principal… Solo teníamos diez, Merlin. —dio otro sorbo a la botella— Mi madre primero se tomó todo a broma, luego también hizo un berrinche intentando quitarle importancia a ese evento antes de que su hermano lograra calmarla. Al final, cuando Antón dió su veredicto, mi madre sí que gritó. —Edward suspiró— Exilio. Nos enviaron a Noruega solo a nosotros dos a una casa de vacaciones de la familia, con el mar delante y montañas solitarias detrás, sin derecho a volver por aquel grave pecado. —Edward sacudió la cabeza— Mi madre solía ser una estrella social, pero lejos de casa y sin posibilidad de hacer amigos, simplemente se marchitó. Aún no había Red Flu, además Noruega no tiene tanta población mágica en la zona donde estábamos y era un Dominio ajeno. —dijo mirando de reojo al niño— Con el tiempo, mi madre se volvió bastante neurótica y comenzó a vaciar la bóveda de licores de esa casa, una botella al día. A veces dos. —volvió a sacudir la cabeza— Esa fué una decadencia... que odie mucho.
"Fué tu culpa madre" pensó Edward mientras daba otro sorbo a la botella "Todo lo que obtuviste fue porque lo buscaste tú misma. Puedo perdonarte por cómo comenzó todo, pero no por el camino que al final decidiste tomar. No puedo perdonarte por ser soñadora y estupida".
—Mentiroso —dijo entonces Theodore.
Edward alzó la cabeza y se encontró con una mirada alarmantemente fija. Sus ojos eran tan intensamente azules como los de cualquier Nott, pero con el atardecer ya cayendo y esa habitación en medio de la penumbra, parecían tener cierto brillo que no era de ese mundo.
—Mentiroso. —volvió a decir Theodore, mirándolo desde arriba— Aunque solo al final. ¿Qué odiabas en realidad? ¿Que tu madre se alcoholizara o a ella?
Edward se enderezó— No la odiaba. Tomó las peores decisiones, pero no la odiaba. —murmuró— No podría, después de todo, incluso al final, ella siempre me protegió.
Era exactamente como se sentía y no lo dijo intencionalmente, pero logró un efecto interesante al decirlo. Theodore ahora se veía inexplicablemente enojado… pero luego se rió otra vez.
—La gente está loca. —dijo antes de enderezarse, agacharse y recoger una copa que estaba en el suelo, luego estiró la mano hacia Edward— ¿Por qué pasan estas cosas, Edward?
—Si, Theo —dijo mientras también estiraba la mano y servía un poco más de vino en la copa extendida— Todo este mundo está realmente loco.
—¿Los odias? —preguntó mientras daba un sorbo a su copa.
Edward soltó una risa involuntaria— Odio a mucha gente —contestó dando un sorbo a la botella.
—Los Greengrass —dijo Theodore— Antón. Su primera esposa. Su segunda esposa. ¿Astoria y Daphne? —él dudó— ¿Tu padre? —alzó una ceja— ¿Llegaste a conocer a tu padre?
El estómago de Edward se retorció, por un instante miró a Theodore. "Tiene el anillo" pensó "si le miento lo sabrá"
—Odio a todo aquel que me ha hecho daño. —contestó sombrío— Mientras más daño, más odio. —apretó con fuerza la botella— yo creo… que las deudas se tienen que pagar. No soy una persona virtuosa, Theo. Para mí, el perdón no es suficiente.
—¿Aunque sean familia?
—Especialmente si son familia. Más si solo eres un niño y en lugar de protegerte quieren hacerte daño. Es peor. Malditamente peor. Solo alguien mal de la cabeza haría algo así. —Edward puso la cabeza de lado, la cara de Theodore era la confusión total— ¿Esta conversación no es porque estás pensando en perdonar a Philip, o sí?
Theodore agachó la mirada— Mi padre me dijo que estoy maldito. Dijo que si lo sacaba de Azkaban, me diría cómo librarme.
Lo dijo sonando cansado y él solamente podía pensar en que no negó la posibilidad de un perdón, haciendo que la rabia hiciera revoluciones en su interior. James dijo que Philip le propondría algo a Theo y que este no iba a rechazarlo. Dijo que Philip ya había ganado.
¿Este es tu plan Phillip? ¿Chantaje emocional?
Edward apretó los dientes con rabia.
—Suena a patrañas —dijo de inmediato— muy convincente. Philip es un experto cuando se trata de manipular.
—Lo pensé. Pero también se me ocurrió que podría ser verdad, son posibilidades de mitad y mitad. —Theodore miró hacia otro lado, pero incluso su voz sonaba dudosa— Edward, creo que algo está mal. Conmigo. ¿Y si de verdad estoy maldito?
—¿Ha pasado algo… que te haya hecho pensar eso?
Theodore dejó la copa de vino en el suelo, poco a poco, se cubrió la cara con las manos— No puedes decirle a nadie. —murmuró— A nadie.
—Lo juro —murmuró Edward.
—Hoy fuí invitado a la casa de McGrath, su hijo nació y Aleister me llevó allí. Estaba lleno de gente, mucha gente. Familia de Anya y de Sebastian. Aleister tampoco era de la familia pero no se sentía como ajeno, todo parecía encajar tan bien…. —Theodore tomó aire— y entonces… Cuando vi a ese niño, no me pareció nada de otro mundo… pero… Edward… —murmuro— yo lo odio. Es pequeño, inutil, sin talento ni nada especial a la vista, pero ya lo tiene todo. Lo tiene todo y sin ningún esfuerzo, solo maldita suerte. —Theodore entonces se comenzó a reír y ahora clavó sus ojos en los del mago— Tú lo has dicho, a más daño, más odio. Dime entonces, Edward ¿Cómo puede alguien estar bien de la cabeza cuando odias tanto a alguien que no te ha hecho nada? ¿Solo porque tiene lo que siempre he querido? ¿Acaso eso tiene sentido?
Edward abrió la boca, pero no pudo decir nada.
—Odio esto. —dijo Theodore, mirando hacia el suelo. Luego, él comenzó a reír sin energía— Esta estúpida "familia" que no parece familia. Nos amenazamos como si fuéramos enemigos, pero al final no hacemos nada. —Theodore se cubrió la cara de nuevo— Ojalá él me odiara más y me hiciera daño para que yo pudiera devolverle el doble. —él hizo una mueca— Sentimentalismo idiota, para el peor padre del mundo. —él se echó a reír de nuevo— De verdad… no tienes idea de cuanto odio esto.
Y Edward, él sintió culpa; aplastante y dolorosa culpa. Pero de nuevo, no pudo decir nada, concentrado totalmente en alejar una sombra de recuerdo, la peor de todas. Una calle solitaria, la esquina de un barrio muggle, un papel en la mano y una cafetería delante. Lluvia lenta y suave. La duda. El dolor. Alguien esperando y alguien que nunca llegó. La traición. La culpa. La maldita culpa.
El resultado de sus malas decisiones delante suyo, tan doloroso de ver porque ya no podía hacer nada para arreglarlo.
"Una mala decisión justificada por la duda y el egoísmo. Solo una mala decisión que se paga de por vida" se dijo a sí mismo, mordiéndose el interior de la mejilla para prohibirse hablar. No era el momento. "Aún no, pero pronto" se dijo a sí mismo "Pronto y entonces, Theo, te prometo que…."
—No quiero estar aquí. —dijo Theodore de pronto con urgencia y se puso de pie, pateó la copa del suelo que se estrelló contra otro mueble y terminó haciéndose trizas— Tengo que irme de aquí.
Edward, confundido, también se puso de pie— ¿Theo?
Pero él no escuchaba.
—¡Tini! —dijo Theodore con voz alta y desesperada— ¡Tini!
La elfina apareció al instante— ¿Amo?
—Tini, gracias a Merlin —dijo agachándose a su altura y sujetando los hombros a la criatura— Rápido, tú y los elfos deben quedarse aquí. Pondré la casa bajo fidelius y tú serás la guardiana. Tienes que mantener a los demás elfos aquí, sino irán con padre y eso no debe pasar. No hasta que yo me haya ido del continente.
—¿Theo?
Theodore entonces se giró asustado, y en respuesta, en un instante la casa reaccionó y los lazos rojos pronto aparecieron y tan rápido como fueron llamados, se detuvieron en el aire, a solo centímetros de Edward y la magia desapareció.
—¿Edward? —dijo mientras se sujetaba la cabeza, confundido— ¿Qué haces aquí?
Edward sonrió nervioso— Estábamos hablando hace un minuto, Theo. Allá, en el sofá.
—Pero… yo… —Theodore se sujetó la cabeza con ambas manos— yo… odio esto —dijo consternado— ¿Lo hizo de nuevo? ¿Se metió en mi cabeza otra vez? —luego comenzó a reírse, dando pasos hacia atrás hasta dar con la ventana de cristal y lentamente se dejó caer hasta el suelo, sus manos aún en la cabeza y murmurando para sí mismo. — Lo odio. Lo odio. ¿Por qué me hace esto a mí? ¿Por qué no me lo dijo desde el principio? ¿Por qué?
—Theo —murmuró Edward, acercándose lentamente.
—Edward —murmuró, ahora mirándolo a los ojos, completamente aterrado— Edward, ayúdame. Ayúdame.
Esa fué, una de las noches más largas que Edward había vivido. Theodore se puso muy enfermo. Pudo haber sido el alcohol combinado con su propia inestabilidad que hizo que colapsara de ese modo. Por momentos, parecía el viejo Theo, como si hubiera vuelto un año atrás, hablando de sus planes para irse. "América o Asia, aún no lo decido" decía. Luego, hablaba de un gato. Y también… hablaba de alianzas, de sacrificios. De una promesa, eso era lo que más repetía, además de desesperarse si su capa no estaba cerca. Pedía perdón y juraba venganza por igual. "Los mataré por esto" decía. Luego le dió fiebre y devolvió todo lo que se bebió al menos dos veces. Tini y él lo cuidaron lo mejor que pudieron, hasta que finalmente se quedó dormido en la mitad de la madrugada.
"Lo siento, Theo" pensó Edward con dolor "Todo esto es mi culpa. Lo siento mucho".
Ni bien amaneció, Edward escribió a Frederick para que con su autoridad enviara una carta a Hogwarts para avisar que Theodore no asistiria al menos hasta el siguiente día, pues estaba enfermo. La respuesta de Frederick fue concisa y bastante firme, al parecer alertado por la escuela, ya había escrito anoche y el niño, seguramente con vino encima, había contestado que iría a Hogwarts por la mañana sin problemas. Obviamente eso no iba a suceder, así que no iba a enviar nada hasta ver a Theodore en persona para comprobar que todo estuviera en orden.
"Acepta esto y recíbeme. Si no lo haces, llamaré a las familias" decía el final de la carta.
Más tarde, llegó otra lechuza, esta vez de Serafina pidiendo lo mismo. Finalmente una de Sebastian, que no estaba pidiendo ver a Theo, pero sí que esperaba que Serafina o Frederick lo hicieran y que solo aceptaría la palabra de uno de los dos, si no era así, "actuaré", decía.
Edward suspiró mientras veía las lechuzas esperando respuestas.
"Supongo que ellos ya no confían en mí" pensó cansado, pues así todo se complicaría demasiado.
—¿Qué voy a decirles? —se quejó en voz alta— ¿Que el Señor Nott tiene resaca? —exasperado, negó con la cabeza.
Miró hacia donde estaba Theo, profundamente dormido. "Ojala solo fuera resaca" pensó con un suspiro. Había que despertarlo y realmente suplicó a quien fuera que llevara los hilos de los acontecimientos del mundo, que Theo no perdiera la cabeza y que tampoco se pusiera tan errático como anoche.
Eso no sucedió, claro. Sin embargo, el resto del día y el siguiente, aún con un Theodore funcional, todo fue considerablemente… un desastre tras otro.
"¿Qué voy a hacer contigo, Theo?" se preguntó; mitad culpa, mitad incertidumbre.
Hermione caminaba por el oscuro pasillo. Estaba de mal humor, pues esa había sido una semana horrible. Las clases eran muy intensas, Harry seguía ocultando secretos y Ron se había vuelto insufrible luego de su discusión con Ginny, tratándola como si fuera una niña y a ella no se le ocurrió mejor manera de demostrarle que no lo era, siendo bastante demostrativa con su actual novio.
Hermione suspiró. Theodore volvió hasta el miércoles y cuando lo hizo, el Profesor Snape lo envió a tomar las clases perdidas por las noches, así que casi no habían pasado tiempo juntos los últimos días de la semana; era sábado por la noche y ella había dudado en aceptar verlo tan tarde, pero él en su nota insistía en que había algo que quería mostrarle. Ella, mientras, quería interrogarlo.
Esperó de pie en el pasillo indicado, pero estaba desierto, oscuro y aunque ella tenía un gorrito y ropa abrigada, su capa no lo era tanto y comenzaba a hacerle frío. Hermione miró su reloj de mano y comprobó que eran pasadas las nueve de la noche.
"¿Dónde está?" se preguntó, frotándose los brazos.
—Ya vine —Theodore apareció a su espalda.
Hermione volteó asustada y con la varita en la mano. Él, también levantó las suyas rindiéndose y le sonrió burlonamente, tanto, que ella sentía que debía empujarlo por asustarla así. Guardó su varita y él bajó las manos. Traía puesta su capa, la gran cosa oscura que hacía que pareciera que la noche misma que se había tragado a Theodore y solo era visible su pálido rostro, incluso sus ojos azules parecían brillar.
—Ven aquí —él la llamó, mientras daba un paso hacia atrás, en medio de la penumbra del pasillo, ensombreciendo su rostro.
Hermione caminó hacia él, notó como Theodore extendía sus brazos hacia ambos lados, como si fuera un ave tenebrosa que echaría a volar. Ella se internó en la oscuridad y cuando estuvo frente a él le rodeó el cuello con los brazos y al mismo tiempo él la había rodeado la espalda con los suyos, prácticamente haciéndola desaparecer entre la penumbra. Visto desde lejos, era como si la noche se hubiera tragado a Hermione.
Abrazarse cada vez que se veían se había convertido en una constante que a ninguno de los dos incomodaba, de hecho, Hermione notaba cómo es que cada vez Theodore tardaba cada vez más tiempo en soltarla y eso hacía que quisiera sonreír.
Theodore era más alto y aunque Hermione estaba de puntillas, él se agachó para besarla.
Hacía frío cuando ella estaba en el pasillo, pero ahora, justo ahora era todo agradable. Aquella capa, aunque se veía monstruosa, era cálida y suave cuando ella la tocaba. Se deslizaba y hasta parecía mullida. Cómoda. Era como estar en medio de una nube.
Cuando dejaron de besarse, se quedaron abrazados un buen rato hasta que Theodore habló a su oído— Quiero mostrarte algo.
Entonces él, que tenía el rostro descansando en el cuello de Hermione, se removió y rompió el abrazo.
Hermione estuvo a punto de quejarse— ¿Qué es?
Él le sonrió y le tendió la mano desnuda— Ven conmigo.
Hermione le miró, no se había dado cuenta de eso— ¿Y tus guantes?
Él también se miró la mano, pero se encogió de hombros— Me aburrí de eso —dijo sencillamente— ¿Vamos?
Hermione tomó su mano. Theodore movió la suya y entrelazo sus dedos. Caminaron por el pasillo que había delante en silencio. Ella de cuando en cuando miraba sus manos unidas. Le gustaba esa sensación. Le gustaba mucho.
Él ya había hecho una broma terrible acerca de que quizá ya no debería de usar guantes, ya que tocarla sin ellos era diferente a cuando lo hacía con ellos en sus manos. Ella enrojeció cuando recordó porque comenzó a actuar así y porque dijo aquello. Ambos, los dos en la sala de los menesteres besándose sobre la alfombra de su especial sala de estudios.
—Llegamos —dijo Theodore. Una rendija de luz se veía asomada en la pared, Theodore sacó su varita y apuntó. No dijo ningún encantamiento, solamente chispas púrpura salieron de la punta de su varita. Una puerta se materializó al instante— Vamos.
Después de cruzar la puerta, un gran pasillo iluminado con escasas antorchas, luego, la oscuridad. Caminaron, caminaron y caminaron por lo que parecía un pasillo infinito. Hermione presionó con fuerza la mano de Theodore y este le devolvió el apretón.
— Ya estamos cerca —le susurro.
Al final, llegaron hasta una sala mal iluminada y circular. Había unos cuantos retratos inmóviles allí. Igual que una lámpara gigantesca en el techo, pero que parecía llena de telarañas que ensombrecían la débil luz. Olía a polvo.
— ¿Qué es esto? —pregunto a Theodore.
— Una sala secreta —dijo él— Lo leí en un libro esta semana.
—¿Esta es… la sala de las pinturas? —preguntó emocionada, dándose cuenta de que solo podía ser ese lugar— Lo mencionan en Historia de Hogwarts, pero se supone que es un secreto o que no existe. ¿Esta es la sala?
Él asintió— Ven, quiero que veas algo.
Caminaron al centro de la sala circular, allí había una especie de cristalera, allí dentro, una especie de retrato surrealista. Parecía hecho de cristal de colores, pero al mismo tiempo, parecían piedras preciosas. Allí había una mujer que parecía estar recostada sobre una mesa, sus manos como su almohada. Llevaba un tocado enorme que parecía hecho de plumas e hilos de colores que se agitaban junto a su cabello de oro. La mujer vestía una especie de túnica blanca que conforme las velas del candelabro se batían, hacía que brillara en sus pliegues. Hermione recién noto que era no era una mesa, sino una nube. La mujer estaba en el cielo, como si durmiera sobre una nube.
— ¿Te gusta? —Theodore preguntó luego de darle un apretón en la mano.
Hermione asintió— Es bonito —dijo embelesada, miró en las esquinas, pero no había firma ni nombre— ¿Quién crees que sea?
—Una bruja, seguramente —dijo él— creo que está en el fondo del agua.
Ella se rio— Yo creo que está volando.
Theodore entrecerró los ojos— Parece alguien que se ha ahogado. No da señales de que respira y mira cómo se le mueve el cabello.
"Que bizarro" pensó por un momento.
—O está volando y es el viento lo que le mueve el cabello.
— Casi nunca estamos de acuerdo —dijo en un suspiro— ¿Vamos a discutir ahora?
Ella sacudió la cabeza— No, mejor hay que apreciarlo. Es muy bonito.
Hermione apoyó su cabeza contra el hombro de Theodore, quien giró la suya para mirarla.
— Si, bonito —murmuró.
Volvieron en silencio, a paso lento y tomados de la mano. Hermione de cuando en cuando miraba hacia las manos de ambos, sus dedos entrelazados. Se sentía extraño, de alguna manera. Pero también familiar. El recuerdo del anterior día invadió su mente haciendo que sus mejillas se calentaran.
No se lo había contado a nadie, ni siquiera a Ginny, pues sabía que diría ella al respecto: la regañaría. Para ser más joven que ella, parecía tener bastante experiencia al respecto. Ella fue muy clara en decirle cuáles eran los límites en cuanto a llevar el tipo de relación que ella tenía con Theodore… bueno, no era una relación en sí; no eran pareja o algo que se le pareciera ¿O sí? Ginny había dicho que la intimidad era exclusiva de parejas, si no, era jugar con fuego. Que no podía confiar en la otra persona para ir más allá de besos…
Pero Ginny no conocía a Theodore, mientras Hermione sabía que podía confiar en él y estaba segura de que él también confiaba en ella.
Los cambios habían sido abismales del ahora a como había sido en un inicio. Theodore había dicho desde el principio que no podía ofrecerle algo convencional, pues por su condición era imposible. Puso sobre la mesa las condiciones y ella accedió. Era algo en lo que estaban de acuerdo. Ambos.
"Ambos" pensó ella, sin embargo, no pudo evitar sujetarse con algo más de fuerza de la mano de Theodore. Él volvió el rostro, aparentemente curioso, pero solo un instante. Hacía eso seguido, un solo cambio en su postura, incluso acomodarse el cabello… y él la estaba mirando. Eso conseguía ponerla nerviosa, sus mejillas de nuevo calentandose.
Cuando ambos llegaron al pasillo donde debían separarse, Hermione se armó de valor para hablar. Se detuvo en el pasillo y Theodore también, lanzándole otra mirada curiosa.
—No quiero volver justo ahora. —dijo despacio— No te he visto en toda la semana —dijo casi como una excusa. "Te extrañe", pensó, pero no lo dijo— ¿Podemos estar juntos un poco más?
Hermione notó que ahora él parecía nervioso. No lo había visto así antes, y para ser honesta, si no estuviera tomando su mano no se daría cuenta… pues por un instante su mano se crispó y ahora el pulso en ella era ligeramente fuerte de un momento a otro.
Theodore inclinó la cabeza— No hay muchos lugares a donde ir —contestó, mirándola fijamente a los ojos— lo sabes.
Ella asintió.
Theodore entreabrió los labios, pero luego cerró la boca. Se acercó a ella, pero no le soltó la mano. El vaho de sus alientos a la vista a cada respiración.
—Quieres estar juntos —murmuró, casi agachado hacia ella— un poco más.
—Si —ella murmuró— A menos… —ella se aclaró la garganta— si no te importa, quiero decir, si quieres estar solo, yo…
—No —contestó con la voz suave— No quiero estar solo. Y aunque quisiera, también quiero estar contigo.
Caminaron en silencio hacia la sala de los menesteres, aún tomados de la mano. Las grandes puertas aparecieron delante de ellos y ni entonces soltaron sus manos. En silencio, caminaron hasta su pequeña sala de estudios privada. Theodore soltó su mano, pero no sin antes darle un suave beso en sus nudillos. Se quitó la capa y la dejó colgada sobre una de las sillas. Debajo tenía unos pantalones que se veían cómodos y una camiseta abrigada. Luego, caminó hacia la pequeña chimenea que había en una orilla del estudio. Hermione mientras, también se quitó la capa y el gorrito y los tendió junto a la capa de Theodore, no pudo resistir pasar una mano por encima para sentir lo suave que era. Ella llevaba puestos pantalones algo grandes y sudadera abrigada. Se quitó los zapatos y casi se avergüenza de sus calcetines oscuros, mullidos y con lunares rosas. Demasiado infantiles.
Hermione caminó hacia los cojines en una orilla de la habitación y se sentó en ellos, abrazando sus rodillas y mirando la espalda de Theodore, atenta a como él encendía la chimenea. Casi en coordinación, él también se giró, dejó la chimenea cuando ya estaba encendida y caminó hacia ella, sentándose a su lado. Ella respiró despacio e inclinó su cabeza hacia el hombro de Theodore, haciendo que él se sorprenda… Sin embargo, pasado un momento, él también hizo lo mismo, luego lentamente deslizó su mano hacia la suya y Hermione entrelazo sus dedos con los suyos.
Se quedaron en silencio mucho tiempo, mirando el fuego a oscuras.
—Me gusta esto —él dijo de pronto— por lo general es algo incómodo estar en silencio cuando estás acompañado… pero esto me gusta.
Hermione suspiro— a mí también. Creo que es porque somos nosotros dos.
—No —murmuró él, volviéndose hacia ella— Es porque eres tú.
Él se agacho a besarla, Hermione correspondió. El beso era suave y dulce, los besos que a ella le gustaban. Theodore cortó el beso y levantó un poco la cabeza, ella abrió los ojos y lo miró. El calor de sus mejillas se extendió por todo su rostro al notar cómo la estaba mirando.
Él cerró los ojos y volvió a inclinarse hacia ella para besarla. Hermione sintió un apretón en la mano que tenía entrelazada a la de Theodore. Respondió con un apretón también. El subió su mano libre hasta su cabello, enredando sus dedos en él. Ella por su parte llevó la suya a su mejilla, algo áspera, signos de que quizá tendría barba en algún tiempo.
El beso dejó de ser suave y comenzó a ser profundo, demandante. La mano de Theodore la sujetó por la nuca y se inclinó aún más, casi cayéndose sobre ella cuando se recostaron sobre los cojines suaves. Ni siquiera así se soltaron las manos, pues Theodore la sujetó con fuerza y la llevó por encima de la cabeza de ella. Dejó de besarla en la boca y en su lugar fue hacia su cuello y le dio suaves besos por toda la mandíbula, luego su boca de nuevo. Hermione tenía los ojos cerrados, pero era consciente de la mano de Theodore, acariciando su cintura sobre la ropa. Ella decidió imitarlo y llevar su mano hacia su estómago, pasando sus dedos por sobre la tela tan despacio como él lo hacía. Podrían llamarla loca, pero sintió su sonrisa sobre sus labios.
La hasta entonces inocente mano de Theodore ahora había encontrado la orilla de su camiseta y la deslizó despacio hacia arriba. Hermione intentó ocultar un suspiro cuando sintió su cálida mano acariciar la piel de su estómago. Estaba pasando. Estaba pasando otra vez. Se sentía de la misma forma que el otro día, pero era de alguna manera diferente. Ella entreabrió los ojos y notó que Theodore estaba mirando su rostro. Dejó de acariciar su estómago y ahora llevaba la mano a su mejilla, acariciándola.
—Me gusta esto —murmuró con la voz algo ronca, a la luz del fuego de la chimenea dibujaba sombras oscuras en parte de su rostro, pero sus azules ojos parecían brillar— el cómo somos nosotros dos —se agacho y la beso profundamente— juntos —dijo sobre sus labios.
"Juntos"
La forma en la que lo dijo, Hermione podía jurar que nadie jamás dijo esa palabra tan suavemente como él, como si fuera algo preciado. Estaban juntos, lo estaban. Y ella estaba feliz por eso.
La primera vez fue un poco incómodo, extraño, algo vergonzoso y ardiente dolor por encima de lo demás, pero ahora… era inexplicable. Theodore había dicho que todo era también nuevo para él, y hasta se mostró de alguna manera incómodo cuando ella había insinuado que él parecía tener más experiencia. "Es como los encantamientos" había dicho, evitando mirarla "sabes las palabras, la floritura y sabes el resultado. Saber la teoría no te hace un conocedor"
Y es muy probable que tuviera razón, porque ella sabía también la teoría, pero no podía dar con las palabras para explicar todo lo que se sentía. Cuando él la besaba y parecía que el mundo desaparecía; cuando él tocaba su piel y la besaba. Cuando deslizaba su ropa, desnudándola y que eso pareciera lo más natural del mundo. Cuando él también deslizaba su ropa fuera y ella lo podía tocar como sabía que nadie más podía. Theodore hablaba de pertenencia, y lo entendía de algún modo. Ahora entendía porque alguien podía aferrarse con fuerza a algo, o porque un abrazo era tan necesario, pero no cualquier abrazo. No cualquiera. Ningún toque era igual al de él, ninguna caricia tampoco y estaba segura que ningún beso lo sería nunca. Esa segunda vez era como si grabara con fuego en su piel y en su memoria cada lugar que tocaba. Hermione esperaba que él estuviera sintiendo lo mismo.
Perdida en su mente con sensaciones invadiéndola y el cuerpo afiebrado, sintiendo sus labios en su pecho y subiendo hacia su cuello, su vientre acalambrado o a punto de estallar por lo bien que se sentía que Theodore estuviera en su interior, unido a ella. Solo sus manos eran como una especie de conexión con la realidad. Sus manos… sintió sus manos en ambas mejillas, él le estaba sosteniendo el rostro y cuando abrió los ojos, vio su rostro agacharse hacia ella para besarla. Ella solamente pudo llevar sus manos a su espalda y aferrarse, aferrarse con todo su cuerpo mientras volvía a perderse entre sensaciones inexplicables.
Él le mordió el labio en algún momento, pero a ella no le importó. Sintió sus manos en la espalda presionandola contra su pecho. Jadeo cuando dejó de besarla y luego llevó sus labios a su cuello. Hermione también estaba teniendo problemas para respirar, pero ninguno de los dos dejó de aferrarse al otro hasta que volvieron a respirar adecuadamente.
Se quedaron acostados uno frente al otro y con manos entrelazadas, solo mirándose y sin decir nada. Estuvieron un buen rato así, hasta que ella se apartó un poco y con intención de levantarse.
—¿A donde vás? —preguntó de inmediato.
Ella enrojeció— Necesito…
—Oh, si —dijo él, apartando la mirada para darle algo de intimidad.
Rápidamente ella recogió su ropa y caminó descalza hacia el pequeño baño de la sala. Se aseo y vistió rápidamente y recién notó que no recogió su camiseta abrigada. Muerta de vergüenza, salió solamente en sujetador y abrazándose a sí misma. Theodore estaba de pie, completamente vestido y sosteniendo la camiseta que ella olvidó. Él se acercó y aunque ella le tendió la mano para que se la entregara, él solamente negó y en su lugar deslizó el cuello de la prenda sobre su cabeza y luego le ayudó con las mangas.
Era como si la estuviera tratando como una niña, pero no pudo quejarse, pues aunque ella no podía verlo, mientras le ayudaba, lo escucho reírse. Luego, él pasó ambas manos sobre sus hombros, la acercó a él en silencio y ella, abrumada de ternura, correspondió al abrazo con fuerza.
—En serio me gusta esto —le dijo al oído.
—Te extrañé —murmuró ella, cargada de seguridad.
Él, sin embargo, se quedó en silencio y por un momento eso fue algo muy incómodo.
—Yo también —murmuró él.
"Ha dudado" pensó por un instante, pero rápidamente ocultó esos pensamientos, en su lugar solo suspiro y lo abrazó con más fuerza.
—¿De verdad?
—¿Crees que es mentira?
—Ummmm….
Él rompió el abrazo y fue como romper la magia que lo envolvía todo.
—¿Qué sucede? —preguntó suavemente.
Ella miró hacia otra parte— Yo…
—No divagues, solo dilo —dijo serio.
El tono y la cara con la que lo dijo, a ella no le gusto. De hecho, la irritó.
—¿La presión es necesaria? ¿Esto es un examen? —preguntó ella ahora.
Theodore, descolocado, no dijo nada. En su lugar, se pasó una mano por el cabello y soltó un largo respiro. Él ahora la miraba con incertidumbre.
—Somos jóvenes. —dijo como si fuera una especie de sentencia— Nos gustamos y se que mucho, pero somos tan volátiles, orgullosos y con una personalidad tan fuerte... que no dejo de pensar que podríamos disgustarnos en cualquier momento. No quisiera eso —dijo—. Incluso al final… no querría que dejemos de ser cercanos solo por alguna malinterpretación.
"El final" repitió ella en su mente y no pudo evitar sentir tristeza, lentamente apartó la mirada y ella misma, abrazándose los codos como si intentara protegerse de algo invisible.
Theodore se aclaró la garganta— Estoy hablando de mí, Hermione —dijo acercándose y quedando frente a ella— No quiero presionarte. —murmuró.— Es solo… no se que estás pensando y eso me pone… ¿Ansioso? —él negó con la cabeza— si se lo que piensas, bueno o malo, puedo hacer algo al respecto. Pero si no… es como si tuviera las manos atadas y solo puedo mirar si es que te alejas o decides quedarte un poco más. —él miró hacia otra parte— Naturalmente… no soy bueno, pero si codicioso. Mucho. Así que querré que te quedes todo el tiempo posible. Claro, si quieres.
—Tú eres bueno —dijo ella levantando la cabeza y encontrándose con su rostro serio. Casi podía ver una sombra sobre sus ojos. ¿Duda? ¿Resignación?— Eres inteligente, muy listo, honesto, justo y caballeroso. Educado, franco… Cumples tus promesas, eres bueno conmigo y creo que hay pocas cosas que no hagas bien. —dijo— Claro que quiero estar contigo.
Theodore puso de lado su cabeza y de pronto le comenzó a pellizcar la mejilla, ella soltó un suave quejido. Cuando volvió a mirarle la cara, él tenía una sonrisa— Has mencionado muchas de mis virtudes, pero olvidas una de las más importantes.
Ella se sintió confundida— ¿Qué?
La mano en su mejilla bajó hasta los mechones sueltos de su cabello y estaba jugueteando con ellos— Me has alabado muy bien, pero no has mencionado lo atractivo que soy
Hermione sintió su rostro arder.
—T-tú tampoco….
—Tú eres bonita —dijo él de pronto— mucho. Escuche una vez que cuando se trata de gente atractiva, a veces el exterior no comulga con el interior, eso es decepcionante y fastidia mucho… pero tú… Atractiva en el exterior y con un precioso interior —dijo con los ojos clavados en los suyos. — Eres bonita, en todo sentido.
El rostro de ella se puso rosa de inmediato, pero él volvió a sonreír.
—Ya te lo he dicho. Tu turno. —ella solo se puso más rosa, quiso apartar la mirada, pero él le sujetó el rostro con las dos manos— Tienes que decírmelo al menos una vez. Vamos, Hermione —murmuró divertido— también soy vanidoso.
—Si, eres atractivo. —murmuró, huyendo de sus ojos— Demasiado.
Theodore se echó a reír con esa respuesta.
Ella levantó la cabeza y dejó de pensar en todo; quedó atónita, pues nunca le había visto reír así y solo pudo pensar que él tenía una risa preciosa. Theodore se llevó el dorso de la mano a la boca, para tratar de cubrir sus labios y miró hacia otro sitio, sus ojos estaban entrecerrados y había ligeros hoyuelos en sus mejillas.
De pronto volvió la vista hacia ella y dejó de reír casi de inmediato.
—No me mires así —dijo serio.
Hermione creyó que estaba quejándose… pero antes de que pudiera decir algo, él se agachaba hacia ella y la estaba besando. Aún luego de romper el beso, él mantuvo su frente pegada a la de ella, respirando acompasadamente y con los ojos cerrados.
—Me gusta mirarte —dijo ella.
Theodore soltó un respiro— Y me gustaría que no dejaras de hacerlo —dijo bajito, inclinando la cabeza ligeramente hacia ella y haciendo que sus narices se rozaran— que quieras seguir viéndome a pesar de todo lo terrible que puedo ser.
—No eres terrible —ella se quejó mientras sus manos tocaban sus mejillas.
Él puso las manos sobre las suyas y cerró los ojos— Podría.
Theodore despertó primero, pero se dio cuenta de la extraña manera en la que dormía, prácticamente aferrado a ella. Hermione estaba de espaldas, su cabeza sobre su brazo y él abrazándola por detrás y una mano posesiva sobre su estómago. Él se sintió raro… pero volvió a cerrar los ojos y presionarla más contra su pecho. Su respiración era tranquilizadora y reconfortante.
"Te extrañé" pensó, con los ojos cerrados.
Lo cierto era que necesitaba algo así. Un poco de paz.
Actualmente, el Dominio estaba cerca del caos. Otra vez.
Cosas pequeñas que escalaron hasta ser un verdadero problema. Aquel lunes, Edward fue quien lo despertó dejándolo totalmente aturdido. Recordaba casi haber vaciado una botella de vino y recordaba también que se había sentido abrumado y necesitaba no estar solo y, al no tener a nadie a más, llamó a Edward. Según el mago, el vino lo enfermó y él se había quedado a cuidarlo, algo que aunque en un inicio le pareció algo reconfortante, luego simplemente le pareció muy extraño. Inexplicable. Incluso peligroso.
—¿Por qué haces esto? —le había preguntado a Edward.
Él seguramente no entendió a qué se refería, así que Theodore tuvo que ser aún más severo. Más directo. Más crudo. Porque no lo entendía. ¿Por qué Edward hacía todo eso? Era un arribista que escalaba cuanto podía, ambicioso y astuto ¿Que quería? Pudo dejarlo solo con Tini, pero se quedó.
Siempre atento, siempre servicial. Siempre presente. Nadie era tan bueno.
—¿Qué ganas tú con todo esto? —le había preguntado.
Edward, lejos de contestar, más bien se mostró ofendido.
—No todo se trata de ganar cosas. —le había dicho mientras ocultaba un bostezo— A veces haces cosas por otras personas solo porque quieres hacerlo.
—No te creo —había dicho y aunque por un lado sabía que debería ser agradecido, estaba enfadado y le ordenó que se fuera.
Él, por supuesto, no le hizo caso y en su lugar le dio la noticia de que Serafina y Frederick estarían de visita, pues querían comprobar con sus propios ojos su estado. Eso… solo lo enfado más. No quería ver a nadie y eso fue lo que le dijo a Edward antes de echarlo de su habitación y atrincherarse consigo mismo. Al final de cuentas, bajo cuando Edward llamó a su puerta y le dijo que los magos habían llegado.
Llamaban a Theodore "Señor Nott" y todos esperaban que él decidiera lo que se tenía que hacer… ¿Pero realmente él decidía algo? Todo eran movimientos prácticamente sobre la marcha, ya encaminados. Decisiones que reforzaban caminos, no trazandolos en realidad. Eso también se sintió molesto, pues se sentía más un esclavo del deber en lugar de ser alguien que estuviera a cargo de algo.
Molesto. Muy molesto.
Fue por eso que Theodore se sintió algo rebelde e hizo lo que le parecía en lugar de lo que supuestamente debía. ¿Renegociar tarifas de las minas? Impensable. ¿Nuevo presupuesto para investigación en exploración? Adelante. ¿Aumentar equipamiento y números a la primera línea? Por supuesto. Cada que un mago refutaba Theodore le respondía y al final se quedaron sin argumentos y tuvieron que obedecer cuanto mandaba. Edward farfulló cuando los otros se fueron pero se calló cuando le recalcó que sus decisiones no eran su asunto.
Las cosas se calmaron, pero Edward no se fue. Permaneció en la casa. Se estaba por marchar a Hogwarts esa tarde del lunes, y entonces lo inesperado sucedió. Tuvo que hacer una corrección.
Fue problemático, demasiado drama. Robertson, una familia relativamente media, que juraron a McGrath, habían comenzado a ser algo revoltosos al intentar hacer que el resto de los suyos presionara a Sebastian para que él exigiera que se ponga sobre la mesa la postura oficial del Dominio. ¿Puristas o neutrales?
Hubiera entendido ese punto, pero luego de que Sebastian los escarmentó y disuadió en su momento, los atrevidos Robertson comenzaron a cuestionar su cordura. De nuevo los viejos rumores saltaron toda esa tarde.
Theodore lo dijo una vez, que cuando cosas así sucedieran, no lo dejaría pasar. Al Dominio le urgía un buen ejemplo y se los dió. Terminó tarde, cerca de la media noche, pero no se sentía cansado, era más como la sensación satisfactoria de que has hecho la tarea del día.
La mañana siguiente, Edward lo visitó de nuevo a primera hora, con noticias importantes. Habló de Mulciber y la alianza secreta que al parecer tuvieron con su padre, Theodore se lo tomó con calma y ordenó que Amira averiguara detalles de eso. Edward casi saltó cuando se lo dijo y le pidió reconsiderarlo, pero Theodore no tenía tiempo para eso. Era una decisión ya tomada y no habría marcha atrás. Todos tenían que hacer lo que él mandara, así eran las cosas.
—¿Qué hora es? —preguntó ella con un bostezo y girándose hacia él, robándose toda su atención.
—Buenos días —dijo Theodore.
—Oh, buenos días —dijo ella mientras se frotaba un ojo.
—Son las ocho, creo —murmuró— ¿No tendrás problemas en tu dormitorio?
—No lo creo —dijo ella, acomodándose de nuevo y cerrando los ojos— cuando no voy a Hogsmeade, salgo temprano a la biblioteca. Quien me busque creerá que estoy allí. Tenemos ensayo de Historia de la Magia, nadie me va a buscar hasta la tarde.
—Entonces… —él dijo mientras le daba un toquecito a la nariz de Hermione— podríamos pasar el día aquí.
Ella abrió los ojos y lo miró fijo— Podríamos —dijo con seguridad.
Theodore asintió lentamente— Aunque está el detalle de la comida. No tenemos aquí.
—Puedo encargarme de eso. —dijo ella, poniéndose de pie.
—¿Cómo? —preguntó curioso.
—Tengo contactos —dijo ella con suficiencia y poniéndose el gorro y después los zapatos.
Theodore la vió salir por la puerta, en silencio y con las manos metidas en los bolsillos. Soltó un respiro y se frotó los ojos con los dedos de la mano, elevando su cabeza y mirando hacia el techo.
Miró hacia la pila de cojines donde habían dormido y… bueno. Theodore sacudió la cabeza. Luego caminó hacia la ventana y miró por esta hacia las afueras del castillo, alumnos de todas las casas saliendo para ir a Hogsmeade en una tarde sencilla en sus vidas sencillas.
Theodore volvió a suspirar. No añoraba ese tipo de vida, ciertamente era una buena vida y en cierto modo gratificante, pero no podría ser lo suyo.
La cima es solitaria, allí simplemente no puedes darte el lujo de necesitar a nadie.
A su mente vino la cara que Hermione puso ayer, mirándolo como si fuera lo único real en el mundo. Sacudió la cabeza de nuevo. No, Theodore no añoraba la vida sencilla… pero… siempre se puede saber qué se siente algo como eso. No mintió el día anterior, le gustaba estar con ella. Era como estar solo, pero con ella presente, al mismo tiempo no. Extraño, sin duda.
No le deseaba el mal, no la odiaba, pero tampoco la atesoraba cómo se supone que debería ni le daba lo que se merecía, porque sin duda se merecía muchas más cosas que las que él le ofrecía. Si hubiera tenido la sangre adecuada… No. Theodore sacudió la cabeza de nuevo. La verdad… es que quería darle cosas. Quería darle muchas cosas, a ese punto le gustaba. Y claro, también la deseaba. Le gustaba besarla, tocarla, hablar con ella, estar con ella. Lo del día anterior… ah, cierto, si se quedaban todo el día allí seguramente querría estar con ella de nuevo de esa manera, tener sexo. Puede que por eso se lo sugiriera. ¿Quién sabe? Las palabras salieron de su boca antes de que se diera cuenta y lo cierto es que quería que se quedara con él, que estuviera cerca. Y tampoco es como si la estuviera obligando o chantajeandola de alguna manera. Era algo que ambos querían y eso era suficiente… de momento.
La vida sencilla no era lo suyo… pero se puede incursionar un poco en ello y no tenía por qué ser malo. Los arrepentimientos eran ridículos. A él le gustaba ella, a ella él. Mientras pudiera manejar eso, no tenía que ser un problema. No la estaba engañando, tampoco a sí mismo. Solo estaba disfrutando de su compañía. Solo estaban viviendo.
Y de todos modos, se acabaría en algún momento, como todo.
"Te aferras demasiado" había dicho Edward el otro día, pero era mentira. No lo hacía.
Theodore sabía que en cuanto Hermione se enterara que planeaba participar en la guerra y no precisamente en el bando no purista, se alejaría de él de inmediato sin importar nada que él pudiera decirle. Nada la convencería. Ella era de moral intachable y no importaría que tanto cariño le tuviera, lo abandonaría sin mirar atrás. Él solo le estaba haciendo las cosas más sencillas, pues llegado el momento ella solo tendría cubrirse con su orgullo y fingir que nada sucedió y avanzar sin mirar atrás, ni una sola arruga en su buena reputación.
En el Dominio se había extendido el rumor de que quizá tenía una novia, así que se podría decir que a su modo la protegía en más de un sentido. Se se llegara a sospechar siquiera de su nombre, solo le complicaría la vida a ella.
Si fueran una pareja convencional, incluso entre sus amigos como Potter o Weasley, tendría sobre ella el prejuicio de que estuvo, literalmente, durmiendo con el enemigo.
Llevar todo en secreto le convenía más a ella que a él.
Para Theodore, involucrarse con ella podía ser visto como una estrategia o como algo temerario y peligroso, pero nada cuestionable; estaba seguro de que habría quien le viera con cierto respeto de embaucador por lograr que alguien tan buena como ella llegara a tenerle cariño a un desgraciado como él, algo así como un genio manipulador. Mientras, a ella la verían como alguien deplorable que se dejó seducir fácilmente por alguien malvado. Alguien débil.
Él no quería perjudicarla de ningún modo. Se lo debía.
La puerta se abrió y Hermione entró con una abultada bolsa de papel en sus manos, sonriéndole.
Theodore se volvio hacia ella. Su cabello era un desastre pero sus bonitos ojos dorados parecían brillar cuando lo miraban.
Oh, eso también le gustaba.
Saber que algo terminaría no tenía por qué ser un impedimento para disfrutar de ello mientras durara.
Sin darse cuenta, estaba sonriéndole de vuelta.
Escribir esto último me sonó mucho a la frase "Cronicas de una muerte anunciada" :s
Ah, ¿Curiosidades?
Si, el inicio era un flash back.
Si, esta sería "la segunda vez" (aaahhhhh, no soy nada pero nada buena con el Lemon, simplemente no puedo jajajaja así que he recurrido a ser vaga en ese asunto LOL)
Ummmmm... ¿Que más? pues... ¿Ya he mencionado que Theo tiene un lio mental terrible? pues si, lo tiene. Quería plasmar todo el ambiente de confusión y su desesperación, pero eso es solo cuando colapsa. Después, es un maldito.
En el siguiente capítulo... pues viene el desmadre y todo lo que tiene que salir mal saldrá mal. Preparar pañuelos y cuchillos.
Esta vez demore demasiado en el capítulo, Lo siento mucho :(
PD: Olvide mencionar, el nombre del capítulo es en honor a una canción que me fascina, "Nobody" de la cantante Mitsky, un edit que es la "male versión" que me tiene loca por como suena. Es tan melancolica pero al mismo tiempo, en un ritmo que no es triste, más bien de resignación, que el aire que me trae el final de este capítulo.
Gracias por leer!
