CAPÍTULO 45
EL RESCATE DE GAARA
Parte final
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Debe buscar ese algo y protegerlo con todas sus fuerzas, Hinata-sama.
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Patética ―pensó Neji al ver a sus dos primas menores combatiendo.
Hanabi había traspasado la defensa de Hinata y le había asestado un fuerte golpe de su palma en el abdomen. Hinata cayó al suelo de rodillas, intentando respirar mientras tosía por el golpe. Los ojos de los presentes se fijaron en ella, silenciosos, juzgando su actitud, posición y falta de talento. Todos parecían estudiar lo que ocurría, mientras permanecía ahí cabizbaja y humillada.
La pequeña intentó ponerse de pie, apoyada de rodillas y manos. Neji frunció el ceño y suspiró cuando lo hizo. ¿Para qué se esforzaba cuando el resultado de ese combate se podía ver con claridad? Era vergonzoso para todos ellos seguir presenciando el fracaso de Hiashi en intentar que su heredera se volviese alguien a la altura de su rango.
Los muslos de Hinata temblaban, tenía sangre cayendo por su mentón y una de sus rodillas también estaba herida. Para ser sólo un tonto combate con una infante cinco años menor, Hinata estaba recibiendo cada golpe sin que pareciera poder esquivarlos o si quiera reaccionar.
¿El destino me puso bajo esta persona? ―pensó Neji apretando el puño ante lo injusto que era todo aquello. ¿Por qué él debía servir a alguien tan débil y patética? ¿Por qué no podía ser él quien heredara el futuro del clan si había heredado también sus mejores rasgos?
Todo el dojo estaba en silencio. El abuelo Hyūga miraba pacientemente la escena mientras que podía percibirse en la mirada de Hiashi toda la frustración y decepción que sentía al ver a su hija mayor, su heredera y quien llevaría consigo el legado Hyūga, siendo humillada de esa manera por una niña de seis años. Los murmullos en el Dojo de entrenamiento, en donde varios otros miembros del clan observaban, se escuchaban con claridad. Todos pensaban que quizás debían detener eso, pero Hiashi era inflexible. Aunque no le dijera palabra alguna, estaba esperando que la niña volviese a pararse para continuar. Era como si la estuviese castigando por su debilidad, sin detener ese enfrentamiento, a pesar de que había una clara ganadora. Hinata sólo seguía siendo lastimada con cada golpe que recibía sin que nadie quisiera detener su tortura.
La lluvia caía intensa afuera. Un relámpago iluminó con fuerza el salón por un momento, para luego ser seguido por el retumbante sonido del trueno. Y ahí, en silencio, los distintos miembros del clan que eran lo suficientemente importantes para estar presente se lamentaban sin palabras de la deshonra de Hiashi. Pues, sin importar cuantas veces se repitiese esa escena en que la niña era humillada así, su padre insistía en continuar su suplicio.
Neji apretó el puño con más fuerza, enterrando sus uñas en las palmas para soportar la frustración que experimentaba, preguntándose a sí mismo por qué Hinata no se rendía de una vez. ¿Por qué se empujaba a sí misma a ese punto en donde cada golpe que recibía no sólo dañaba su cuerpo, sino también esa mirada gentil que se quebraba lentamente? Sólo necesitaba decir que era débil, que no podía continuar, rendirse y aceptar su destino. Parecía tan simple. Un fracaso era un fracaso. Sin importar lo mucho que entrenara o cuantas veces pasara por ese doloroso proceso, siempre sería vencida por Hanabi.
De pronto, su pequeña prima volvió a subir el rostro y Neji notó algo en sus ojos cansados. Era un brillo extraño que la hacía lucir mayor y hermosa. ¿Era determinación?
Aquello le provocó extrañeza.
Muchas veces cuando eran niños había observado cómo Hinata se rendía después de un par de caídas, abandonaba el dojo llorando y Ko tenía que pasarse el día persiguiéndola por Konoha.
A nadie más le importaba lo suficiente como para seguirla.
Esa parecía no ser la situación en ese momento. No lucía como si le importase cuanto era golpeada ni las miradas de desaprobación de todos los que la rodeaban. Volvía a intentarlo. Seguía poniéndose de pie aferrándose a una esperanza que Neji no comprendía.
―Tú debiste ser mi hijo ―escuchó que decía de pronto Hiashi junto a él, cuando Hanabi volvía a golpear a Hinata, esta vez en un brazo, haciéndola trastabillar y caer.
No reaccionó a sus palabras, pero podía escuchar que muchos atrás de él susurraban lo que todos pensaban. ¿Por qué Hinata no era desheredada de una vez y se concentraban los esfuerzos en Hanabi, que parecía ser más fuerte? ¿Por qué seguir haciendo pasar a la princesa Hyūga por un proceso tan doloroso para todos de ver? ¿Por qué deshonrar el nombre del clan con alguien que evidentemente nunca estaría a la altura de ellos? ¿Para qué seguir haciéndola pasar por eso si no tenía el talento para ello? ¿Acaso sería sólo el orgullo de Hiashi lo que provocaba todo ese sufrimiento?
―No subestimen a Hinata aún ―dijo quietamente la voz serena del abuelo Hyūga, sorprendiendo levemente a Hiashi y haciendo que Neji pusiese atención a lo que decía―. Veo el futuro de nuestro clan en ella.
―¿Se da cuenta que no tiene carácter alguno para liderar, otou-sama? ―preguntó Hiashi con dureza al retirado líder del clan. El abuelo no respondió, pero permaneció impasible esperando que ella se pusiera de pie―. No posee ninguno de los rasgos de los Hyūga. No le gusta el combate, ni confrontar a otros. Es débil y frágil, así como amable al punto de ser patética. Ko la encontró de rodillas pidiéndole perdón a un grupo de niños que se burlaban de ella un par de días atrás. Es torpe, lenta y tímida. Ella no es nada de lo que representa nuestro clan. Si aún no la desheredo es porque usted no ha consentido en ello durante las reuniones del consejo.
―Hiashi ―el abuelo soltó un suspiro para luego mirar en dirección a Hinata con confianza―. ¿Aún con todos los años que te he enseñado a usar tus ojos, sigues sin poder ver? ―el ceño del líder de los Hyūga se frunció. Neji observó entonces a su prima, pensando que sin importar lo que dijera el abuelo, un fracaso siempre sería un fracaso. No se podía cambiar ese destino. Seguramente el abuelo se estaba volviendo senil y blando con los años que tenía encima―. Neji ―dijo de pronto el abuelo―. Un Hyūga nunca es un fracaso. Precisamente, porque es un Hyūga. No puede serlo. Nadie que nace con el Byakugan tan puro como Hinata, Hanabi o tú, pueden serlo.
El joven volteó su rostro hacia su abuelo, sin entender cómo era posible que hubiese leído así lo que pensaba. ¿Acaso lo había dicho en voz alta? Estaba seguro que no. Sin embargo ahí estaba como si pudiese escuchar sus pensamientos. ¿Era responsable de ello el sello maldito que llevaba en su frente o sería aquella otra de las técnicas secretas que se pasaban entre los miembros de la familia principal?
―Sólo por tener el byakugan, Hinata está destinada a grandes cosas. Como todos en nuestra familia. Ese es el verdadero destino que nadie puede cambiar.
Hiashi Hyūga bufó ante lo que el abuelo decía y abandonó el dojo. El anciano no se movió de su posición, apoyado por un bastón con la espalda encorvada hacia adelante y su pelo de plata destellando con el brillo de las lámparas de aceite
―Tu tío no está enfadado porque Hinata sea inferior o una perdedora, como te gusta decirle cuando crees que nadie los escucha ―Neji bajó el rostro, con algo de sorpresa―. Está enfadado porque elige serlo. No está golpeando a Hanabi a propósito. No desea herirla. En vez de eso, permite que su hermana la golpee. Prefiere recibir los golpes y la humillación, antes que dañar a Hanabi. Hiashi está enfadado por ello, porque carece del carácter que desea en Hinata, su hija mayor, quien heredará sus responsabilidades y todo el legado de nuestro clan. Siente frustración de ver a alguien tan amable y gentil, al punto que es incapaz de cumplir con su deber si con ello lastimará a su hermana menor. ¿Qué opinas de eso?
―Ella no tiene lo necesario para ser un shinobi. Mucho menos para liderar el clan ―respondió con honestidad―. Hiashi-sama no debería permitir que esto continúe. Sólo está perdiendo el tiempo. Hinata-sama nunca será una buena líder para el clan Hyūga. Todos lo saben.
―¿Qué hace a alguien un buen líder? ¿Qué cualidades crees que debería tener el líder de los Hyūga?
―Un líder debe honrar al clan, protegerlo y guiarlo en la adversidad. Debe ser firme y decidido. Debe ser élite. Fuerte, valeroso y justo ―Neji pensó en su padre, sintiendo que algo dolía en su pecho―. Debe ser alguien que otros quieran seguir.
―Sí, creo que tienes razón ―dijo el abuelo, mirando a Hinata con seriedad―. ¿Pero lo seguirán porque inspira respeto y lealtad... o simplemente porque le temen? ¿Lo admirarán porque lo aman, o porque sienten miedo a oponérsele? ―Neji frunció el ceño, sin creer que eso importara.
―Mientras sea el líder, podrá hacer lo que desee si alguien lo displace ―respondió Neji pensando en la marca de su frente―. Un líder cruel es alguien que no inspira a sus hombres, pero uno blando pierde el respeto de todos y deja que lo pisoteen.
―Exacto. Un líder debe ser suave y fuerte a la vez. No puede ser todo luz o todo oscuridad ―sonriendo, el abuelo apuntó al símbolo del clan que colgaba desde un lienzo en la entrada del Dojo. El Yin y el Yang. La dualidad inevitable del clan Hyūga.
De inmediato pensó que si el mundo hubiese sido justo, y su padre hubiese salido antes de su abuela, él habría sido el siguiente líder del clan. Pero la marca en su frente decía lo contrario. El mundo no era justo y el nombre Hyūga era una enorme prisión que lo enjaulaba, encadenándolo para siempre a esa patética niña.
―Los Hyūga no estamos aquí para ser prisioneros, Neji. Estamos aquí porque nos negamos a serlo ―el chico frunció sus cejas y observó al abuelo. Hacía tiempo venía diciendo cosas raras entre más años tenía, como si sintiese su muerte cerca y estuviera dejando plantadas las semillas para que otros cosecharan los frutos de su sabiduría. Pero sus ojos eran demasiado fuertes... veía más allá que los del resto del clan, a un punto que parecía estar metido en sus cabezas―. Odias el sello en tu frente, pero alguna vez te has preguntado, ¿Por qué, realmente por qué, está ahí? ¿Pueden tus ojos verlo o aún es muy temprano para ti?
―Está ahí para someter a los miembros del clan a una vida de servidumbre y destruir el Byakugan cuando morimos ―respondió Neji sintiéndose súbitamente enojado y observando a Hinata con desprecio―. Ese es el destino de los que no nacemos en la familia principal.
―Te equivocas respecto al destino una vez más, Neji ―el abuelo comenzó a caminar alejándose del Dojo y como no había terminado de hablar, asumió que deseaba que lo siguiese―. No somos iguales a otros clanes antiguos. Ya te has dado cuenta, ¿verdad? Ya que has comenzado a asistir a la Academia, conviviendo con otros chicos de tu edad ―el abuelo se detuvo. Neji notó que la lluvia había cesado―. Los Hyūga nos casamos entre nosotros, vivimos entre nosotros y nuestros secretos no salen fuera de estas paredes. ¿Has pensado por qué? ―Neji no respondió, pero sabía que los Hyūga no eran una familia como las demás. Era como si se hubiesen quedado estancados en otra época, no sólo por sus vestimentas, sino por cada una de las tradiciones que se seguían dentro del complejo en donde todos los miembros del clan vivían bajo sometimiento―. No somos un simple clan Shinobi antiguo, como los Senju, los Uchiha o los Sarutobi. Somos una familia noble, arraigada desde épocas inmemoriales a estas tierras que con los años llamaron el País del Fuego. Nuestro mayor tesoro no es la riqueza que tenemos, sino el Byakugan. Por ello, muchos sacrificios deben hacerse para cuidar el regalo que nos dieron los mismos dioses al hacernos a su imagen y semejanza. Debido a esto, nuestras tradiciones son distintas ya que provienen de una época ancestral. El resto se ha alejado de sus raíces, pero nosotros hemos cuidado de nuestra pureza, nuestro legado y misión, así como también protegemos el mayor regalo que nos dieron: nuestros ojos, nuestro chakra y nuestras técnicas secretas. No somos igual a otros clanes o familias Neji. Somos superiores, y lo somos precisamente porque hemos hecho muchos sacrificios para conservar nuestra fuerza. Pero, no podemos ser arrogantes con nuestro poder y legado, sino, utilizarlo para cumplir nuestro deber. ¿Crees que los sacrificios que hemos hecho son en vano? ¿Crees que el destino hubiese puesto a Hinata ahí si ella fuese débil?
―¿Por qué me hace dichas preguntas, ojii-sama? ―le preguntó Neji un tanto fastidiado. No sentía afecto por el anciano. Si estaba ahí en ese momento no era porque fuese su voluntad, sino lo que se esperaba de él. Por lo mismo seguía ahora al abuelo por los largos corredores de madera de la mansión―. Hinata es un fracaso. Siempre lo será. El destino es algo que no se puede cambiar.
―Sí ―respondió el abuelo con pesar―. Por mucho que lo intentemos, el destino de las personas está definido desde mucho antes de que incluso lleguen a nacer. Hinata, tú, Hanabi... todos están unidos a ese destino, a eventos que ya otros predijeron hacen miles de años atrás. No obstante, estás viendo todo mal, Neji. El destino de Hinata no es ser un fracaso. Un Hyūga nunca podría ser un fracaso. Es algo que le he repetido muchas veces también a tu tío Hiashi.
―No lo entiendo.
―Sé que no. Y quizás un día cuando lo hagas, comprendas tu papel en todo esto y aceptes tu destino.
El abuelo se detuvo de pronto. Neji lo hizo también, observando su espalda encorvada. Su longevidad era asombrosa, aunque no del todo sorprendente. Las personas en su clan envejecían de forma distinta, como si la edad apenas los tocara, sin alterar la belleza que su casta tenía por sí misma. A veces creía las tonterías del abuelo sobre tener un linaje divino sólo por ello.
―Siempre son dos ―dijo el abuelo con un aire regio.
Por un momento, entre las nubes que seguían amenazando con largarse a llover de nuevo, un resplandor de luz de luna entró iluminando el sector en que estaban. Luz y oscuridad se presentaba frente a Neji, como si el cielo se abriera para concordar con la solemnidad del más viejo de los Hyūga.
―Nuestra familia vive en una constante dualidad que intenta mantener el equilibrio. En toda luz hay oscuridad. En toda oscuridad hay luz. Incluso en la noche más oscura brilla la luna. En los días más soleados, también hay sombras. Nosotros somos los que balanceamos el poder que se nos legó. Es nuestra labor. Es lo que hacemos aquí ―Neji frunció el ceño sin comprender―. Naciste primero que Hinata para ayudarla a cumplir esa labor y mostrarle el camino. Siempre, son dos. Recuérdalo, Neji. Hizashi y Hiashi, Hiroshi y yo, Hino ojii-sama, y su melliza, Hana-sama... siempre, son dos. Desde el inicio. Hasta el final.
―Hinata-sama y Hanabi-sama. Ya son dos. ¿Cuál es mi lugar en ese caso? ―preguntó solemne y lejano. No estaba destinado a ser la mano derecha de su prima ni nada por el estilo. Él no era hermano de Hinata.
―Hinata nació sola y siempre son dos. Desde el inicio, fueron dos ―dijo el abuelo, como si aquello fuese un mantra que repetía en su chochez―. Ellos también vienen de a dos... ―Neji frunció el ceño. Su abuelo subió la mirada y observó hacia el jardín de entrenamiento, como perdido en sus propios pensamientos, observando la luna que se dejaba entre ver a través de las nubes―. Aún no. Aún hay tiempo.
―¿Qué sucede, Ojii-sama? ―preguntó Neji sin comprender.
―En las noches como hoy mis viejos ojos pueden ver más ―susurró frunciendo el ceño en la dirección en que miraba. Su byakugan estaba activo―. ¿Deseas volverte fuerte, Neji? ―preguntó después de un prolongado silencio―. Entonces escucha con atención. No nos volvemos fuertes porque derrotemos enemigos fuertes. Nos volvemos fuertes cuando encontramos algo que deseamos proteger. Neji ―el abuelo volteó su rostro y lo observó severo, como si hubiese recuperado por un momento su fuerza de antaño haciéndolo sentir extremadamente pequeño―, busca ese algo y protégelo con todas tus fuerzas. Nadie, nunca, podrá quitarte a ti los ojos.
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Nos volvemos fuertes cuando encontramos algo que deseamos proteger ―escuchó Neji resonando en sus memorias, sintiendo la angustiosa sensación de que no podía permanecer más tiempo ahí. Las palabras dichas por el abuelo en esa ocasión se le presentaban tan claras como si las escuchara susurradas en su oído.
Realmente no entendía qué era lo que estaba sucediendo. A pesar de que habían golpeado a los clones, estos no desaparecían. No sólo eso, los originales realizaban esa masiva técnica de clones de sombra y pronto estuvieron luchando contra un ejército. No recordaba demasiado de ese escandaloso compañero de equipo de Hinata, aparte de que en cierta oportunidad intentó golpearlo en el rostro y él lo rechazó liberando chakra de los tenketsus de su mejilla. Aparte de eso, y que Hinata parecía enamorada de él desde pequeña, Naruto era un misterio para él. No era de extrañarse, considerando que el joven había desaparecido de la Aldea hacía casi tres años dejando al equipo de su prima con un miembro menos y previo a eso, su orgullo le hubiese impedido mostrar interés en lo que rodeaba a Hinata.
El combate con los clones no había resultado tan sencillo como esperaban. En particular, Lee y Tenten estaban sufriendo con ello, debido a sus estilos de combate. Con la asistencia de Gai lograron vencer a uno de los clones, el cual, en vez de desaparecer sólo se volvió lodo.
Los miembros del Equipo Gai se miraron preocupados y asumieron que fuese lo que fuese que estaba ocurriendo era una trampa de los enemigos que estaban cercanos a enfrentar en esa caverna a la cual los guiaba Pakkun. Un jutsu de ese nivel les indicaba qué tan fuertes eran los sujetos de Akatsuki. Ellos mismos habían sido abordados por uno de ellos cuando intentaban llegar a ese lugar y si no hubiese sido por la maestría de Gai en todo lo que era combate, Neji estaba seguro que no podrían haberlo derrotado. Y aún así, cuando lograron vencer, notaron como el cuerpo del sujeto se transformaba en alguien más, indicándoles que ni si quiera estaban peleando con el verdadero miembro de Akatsuki.
Todo aquello era bastante confuso para ellos, pero no tenían tiempo que perder investigándolo cuando la vida del Kazekage de Sunagakure estaba en riesgo.
Gai era el shinobi más fuerte de la aldea por debajo de la Quinta, de eso Neji no tenía duda, y quizás por lo mismo no se sintió mal por la decisión que estaba por tomar. Era bastante afortunado de haber sido puesto en un grupo con su maestro y creía que no era casualidad, sino su destino. Había aprendido muchísimo gracias a sus eficaces métodos de entrenamiento, volviendo a un fracasado y una muchacha sin talento alguno, en compañeros hábiles y confiables. Eran el mejor equipo de Konoha, o al menos, el mejor pagado. Se les conocía por su increíble rapidez para llegar a cualquier lugar y las técnicas en conjunto de sus diversos tipos de taijutsu y shurikenjutsu. Quizás por eso confiaba que podrían salir de ese aprieto por sus propios medios mientras él resolvía sus asuntos personales.
Sí, estaba decidido. Había cosas que un hombre tenía que afrontar con el corazón ligero y seguro; sabía que su equipo lo comprendería, aunque su actuar pareciese egoísta. Pero no iba a cambiar de opinión ahora que sabía qué era lo que debía hacer. Dar un paso adelante sin titubear era lo que siempre lo caracterizó.
―Debo ir con Hinata-sama, Gai sensei ―dijo Neji.
Gai lo miró un tanto sorprendido un momento observándolo con duda. Neji le mantuvo la mirada haciéndolo entender que lo que había dicho iba en serio. Entonces, su maestro sonrió y levantó su pulgar en signo de aprobación.
―Lucha con todo el poder de la juventud, Neji ―dijo para luego ponerse espalda a espalda con Lee.
El joven de gruesas cejas y la hermosa Tenten también sonrieron al verlo tan decidido. Ellos sabían lo que significaba para Neji haber pronunciado esas palabras en voz alta y no iban a detenerlo con dudas y preguntas. Ellos eran un equipo y confiaban los unos en los otros. Sabían que parte de su trabajo en equipo en ese momento era poder facilitar que Neji cumpliera con lo que acababa de decir.
Tenten, Lee y Gai habían visto a Neji recorrer su entrenamiento shinobi sin rumbo, guiado por su genialidad, talento y odio. Sus compañeros había comenzado sus vidas como shinobis con sueños y anhelos, mientras que Neji parecía ahí porque era lo que se esperaba de él. Cada uno de ellos, e incluso Gai, se habían esforzado en que se alejara de esa ruta de odio y que encontrase algo que lo hiciese más determinado y fuerte. Gai intentaba inculcar motivaciones en él que alejaran el odio de su pecho, pero no había logrado que Neji encontrase ese algo que le facilitara el rumbo no sólo a convertirse en un shinobi, sino en un hombre de verdad.
Para Gai, escucharlo decir que debía ir y proteger a la misma prima pequeña que había odiado en silencio tanto tiempo, era grato. Para Lee y Tenten, saber que parecía haber encontrado un propósito los hacía sentir que finalmente su compañero de equipo había tomado la decisión correcta. Conocían a Neji hacía muchos años, habían pasado gran parte de sus vidas juntos, habían crecido y enfrentado sus miedos uno al lado del otro. Sabían lo que provocaba en él lo de su familia, su clan, ese sello que llevaba en la frente; conocían de su dolor y lo mucho que había luchado por aceptar que también tenía algo importante que deseaba proteger. Y más importante aún, que había hallado ese algo en el lugar menos esperado para él.
―¿Lo encontró? ―preguntó Lee emocionado mientras lo miraba partir.
―Sí ―respondió Tenten desenrollando su pergamino y lanzando armas a las copias―. Tenemos que apurarnos, Lee. Neji nos necesita también.
―¡Así se hace, Neji! ―gritó Lee entusiasmado, subiendo su puño.
―¡Josh! Nosotros no nos podemos quedar atrás ―dijo Gai animadamente―. Debemos pelear con todo el poder de la juventud para alcanzar a nuestro camarada y proteger su sueño.
―¡No tiene que decirlo dos veces, Gai sensei! ―dijo Tenten con una enorme sonrisa.
―¡Acabemos con ellos! ―gritó Lee chocando su puño con la palma de su mano, deshaciéndose de todos los clones de Naruto que intentaban cortarle el paso a Neji, mientras Tenten lanzaba una gran cantidad de armas haciendo que se esfumaran otros clones más.
Mientras corría a toda velocidad sobre el pasto alto de esa planicie, Neji agradeció en silencio por la solidaridad de su grupo al cubrirlo.
En ese momento, al ver hacia adelante el trayecto que lo separaba de Hinata, supo exactamente por qué recordaba esa conversación con el abuelo Hyūga mientras peleaban con los clones de Naruto y su byakugan veía a la distancia a su prima luchando con un temible adversario.
Su sentido del deber fue más grande que su capacidad de seguir ordenes, abandonando a su equipo para dirigirse hacia ella. Su deber no estaba realmente en Konoha, en el país del Fuego, en su equipo, en sus amigos o si quiera en sí mismo: Su deber era cuidar de Hinata. Ella estaba sobre todo lo demás. Eso era lo que el abuelo había intentado hacerlo ver.
Sus piernas quemaban de lo rápido que se movía. Nunca utilizó pesos como Lee porque era naturalmente rápido, pero en ese momento parecía sentirse tan lento como una tortuga ante la urgencia en su pecho por alcanzarla. Su estómago quemaba y sus entrañas ardían, hasta sus manos picaban con el deseo de ponerlas en uso de una vez. No era propio de alguien tan tranquilo como él sentirse así, pero no podía evitarlo cuando su byakugan le mostraba lo que estaba ocurriendo dentro de esa caverna a un kilómetro de distancia. Sabía que debía controlarse y pensar con claridad en la forma de vencer a ese sujeto, pero, ¿Cómo hacerlo, cuando veía lo que ocurría en ese combate y lo que estaba planeando Hinata?
Cuando la observó posicionando sellos explosivos por todo el lugar, lo supo.
No lo permitiré. No se sacrificará así ―pensó mientras corría.
Su pecho se oprimió. ¿Acaso iba a perder a Hinata antes de poder decirle lo que realmente había deseado durante el último año, sin lograrlo? Maldijo su orgullo, su necedad y también al clan Hyūga. Maldijo en silencio no estar con ella cuando más lo necesitaba. Maldijo a Sasuke y Naruto, incluso a Kakashi por dejarla sola contra un enemigo así. Maldijo su inhabilidad para poder mirarla a los ojos y decirle lo que sentía. Eran sólo dos estúpidas palabras, tan pequeñas, tan cortas. ¿Por qué su orgullo se lo impedía?
¿Por qué no pude decirte que lo siento cada vez que nos veíamos? ―pensó mientras la mandíbula se le tensaba―. No me dejes antes de poder decírtelo. Espérame, por favor.
Durante esos últimos años, mientras observaba a la distancia cómo su pequeña y tímida prima se volvía una kunoichi bastante hábil, se percató que cada vez que la instó a desistir había estado equivocado.
Durante los últimos tres años, cuando vio todo el sufrimiento de Hinata por la frialdad de Hiashi y el menosprecio del resto del clan, lentamente comprendió que al igual que él, su prima sólo era una víctima más de las tradiciones de su familia. Ella había sido una hermana para él, alguien que había prometido proteger cuando eran pequeños e inocentes. Había entrenado fuerte a sus tiernos cuatro años con ese propósito, porque quería protegerla de cualquier daño y estar con ella por siempre. No obstante, todo aquello se había acabado y destruido con la muerte de su padre.
Culpó a Hinata por ello, a Hiashi, al abuelo. Todos se volvieron blancos de su odio. Incluso odió a Hanabi cuando ésta nació.
Sin embargo, siempre hubo un lugar pequeño y recóndito en su interior que no podía negar que si odiaba a Hinata era porque en algún momento la había amado. Y lo seguía haciendo, ahora más que nunca al darse cuenta de todo el tiempo que había perdido culpando a su prima de algo en lo cual no tenía culpa. Y no era precisamente un amor romántico o platónico, sino el amor que sólo dos hermanos pueden experimentar uno por el otro. Si bien aún tenía dificultades aceptando su rol dentro de la familia Hyūga y odiaba pensar que siempre sería un sirviente más del clan, sabía que Hinata no era la responsable de su miseria, sino la única que podía ponerle fin cuando el clan fuese encabezado por ella.
Él había creído que un fracasado siempre sería un fracasado. Realmente lo había creído. La habría matado gustosamente para evitarle la humillación de fracasar en convertirse en una kunoichi. Sin embargo, cada vez que la observaba caer, al levantarse algo brillaba con determinación en los ojos de su prima. En cada oportunidad que escuchó que alguien la menospreciaba, Hinata intentaba demostrar su entereza con palabras serenas, pero firmes, insistiendo que ella un día lograría su propósito de ser una gran shinobi. En cada momento que sus ojos se posaron sobre su gentil sonrisa, veía esa determinación en convertirse en una mejor versión de sí misma. Era la primera en comenzar a entrenar en la mañana y la última en acostarse. Se había logrado graduar de la Academia con notas considerablemente buenas y había sido puesta en un grupo genin con Kakashi Hatake, un destacado shinobi de la aldea. Desde entonces, su esfuerzo se había duplicado y cada paso que daba lo hacía sin mirar atrás. Cada nuevo logro que alcanzaba, lo hacía con la firme convicción de que alcanzaría su propio destino.
El destino de Hinata no era ser un fracaso. Ahora lo veía. Ahora entendía al abuelo que decía que un Hyūga nunca podía ser un fracaso.
Desde que el Equipo Siete había sido formado la melancolía había abandonado sus nobles gestos, siendo remplazada por una suave sonrisa cada vez que pensaba que nadie la observaba. La veía marcharse con ánimo a entrenar, preocupada de no fallar, ansiosa de que un nuevo día comenzara en que pudiese emprender rumbo a ese destino que ella vislumbraba. Observarla era como ver la nieve derritiéndose al final del invierno, cuando los brotes verdes comienzan a cubrir las ramas desnudas y los suaves tonos pasteles inundaban las calles de Konoha en pequeñas flores sobre los árboles. Un sol de primavera brillaba sobre Hinata y Neji lo veía. Sabía exactamente por qué los ojos de Hinata habían cambiado tanto y lo que había provocado su fe absoluta de que podía lograr todo lo que se proponía si lo seguía intentando.
¿Por qué no desiste? ―le preguntó un día cuando la encontró en el pasillo de la mansión, con las manos sangrando mientras las cubría en vendajes para que nadie lo notara―. Es patética. Avergüenza a todo el clan. No tiene lo necesario para ser una kunoichi.
No hay a-atajos para lograr lo que queremos.
¿Quién le dijo esa estupidez?
Na-Naruto-kun.
¿El chico que se graduó último de su clase y que ahora es su compañero de equipo? ¿Ese perdedor? ―preguntó Neji con gracia―. Él es incluso más patético que usted. Es sólo cosa de escucharlo gritar esa estupidez sobre volverse Hokage algún día. Un fracasado siempre fracasará en todo lo que se proponga. Nunca alguien como él logrará con...
Lo hará ―Hinata lo había dicho con tanta confianza, que por un minuto, creyó que quizás se había equivocado en juzgar a ese chico―. Porque Naruto-kun no retrocede en su palabra. Ni yo. Ese es mi nindo también. Será el mejor Hokage que ha visto Konoha.
Entonces supo que ese brillo en ella, esa fuerza, esa mano invisible que la ayudaba a levantarse una y otra vez aunque todos a su alrededor le recordaban lo débil y patética que se veía, la sonrisa en sus labios, el aire de ensueño en su mirar, la manera en que suspiraba cuando miraba el horizonte al verlo llegar escandalosamente a buscarla para entrenar en la mañana y lo que le había devuelto la esperanza y alegría... era ese sujeto.
El sol de primavera en la vida de Hinata era Naruto Uzumaki.
Hinata había encontrado en él aquella fuerza que carecía y la determinación de conseguir alcanzar sus sueños. En cierta forma, Neji estaba seguro que la había salvado de una miserable existencia, pues la veía sonreír cuando se volvía a levantar después de caer, cuando se detenía porque las manos le dolían de tanto golpear los postes de entrenamiento o cuando su padre salía del Dojo decepcionado de que Hanabi una vez más la derrotara. Sin importar lo difícil que fuesen las cosas para ella, había un anhelo en su mirada, un deseo de demostrarse a sí misma que podía quebrar ese destino de fracaso que todos parecían poner sobre ella.
Y ese cambio en Hinata que la había hecho florecer, era debido a Naruto. Él había sido para ella, lo que la primavera era para los cerezos de Konoha.
No obstante, las palabras, sueños e ideales son una cosa muy distinta de la realidad.
Decirle a un pez que puede volar no le crea alas mágicamente. Y la realidad de Hinata era que la joven era débil, pequeña, torpe y cobarde, demasiado lenta para reaccionar, naturalmente amable, incapaz de confrontar a otros, y que además, odiaba los conflictos así como las peleas. Por mucho que un cabeza hueca soñador le hubiese dicho "¡Eres fuerte, vas a lograrlo!", sus palabras no iban a hacer que Hinata amaneciera al día siguiente con todas las cualidades naturales que carecía para ser Shinobi. Por ese motivo, por mucho que se estuviese esforzando y a pesar de que se veía una actitud diferente en ella para afrontar su propia patética realidad, ésta no cambiaba en su núcleo. El problema de la falta de rasgos de un shinobi seguía presente en ella. Y por ello, Hinata continuaba recibiendo palizas, siendo humillada y despreciada por todos en la familia. La única diferencia desde que se había graduado de la Academia era que ahora las palizas se las llevaba afuera del dojo, en sus misiones y durante sus entrenamientos con el resto de sus compañeros.
Neji creyó sinceramente que Hiashi la desheredaría ahora que el abuelo estaba enfermo y era incapaz de impedir que lo hiciera, hasta que la vio en el ejercicio de sobrevivencia en el Bosque de la Muerte. Aún recordaba la manera en que las manos de Hinata se habían posicionado, dispuesta a activar el sello de su frente debido a su confrontación con ese Uchiha.
Cuando tuvo que informar lo ocurrido a Hiashi, notó la sorpresa en el rostro de su tío al escuchar que Hinata había estado dispuesta a activar el juinjutsu de su familia para impedir que atacara a su compañero de equipo. Aquello había creado en él un nuevo y extraño sentido de respeto hacia las agallas de su prima, sabiendo que estaba dispuesta a ir hasta esos extremos por proteger lo que para ella era importante. En una cuestión de pocos meses, ya no recibía palizas de Hanabi, y aunque no la lastimaba, tampoco dejaba que la golpeara así como así. Varios miembros del clan incluso habían mencionado lo mucho que creían que Hinata había avanzado durante sus años de formación genin.
Con el pasar de los meses, después de aquella ocasión en el Bosque de la Muerte, mientras la veía entrenar junto a Sasuke, notó leves cambios que antes no habían estado ahí. Había rapidez, agilidad y hasta inteligencia a la hora de combatir. Cuando la observó desde la distancia mientras ella y su compañero corrían por Konoha, supo que algo había cambiado definitivamente en ella. Neji había visto durante esos años la determinación en Hinata de volverse más fuerte, pero no había sido el soñador idealista de Naruto quien la hizo fuerte, al punto que ahora estaba jugándose la vida luchando contra un temible adversario allá en esa cueva que desesperadamente intentaba alcanzar.
No. No había sido una mano invisible la que la ayudaba a pararse, ni palabras de aliento esperanzadoras, ni sueños ilusos sobre no retroceder en la palabra dada, sino dos ojos oscuros que la amenazaban si no avanzaba, una voz dura que le exigía excelencia, una presencia severa que le demandaba que se pusiera de pie cuando él mismo la hacía caer, que la instaba a esforzarse, a no rendirse, insistiendo en que debía ser más fuerte porque no tenía otra opción que esa si quería estar a su altura y dejar de ser un estorbo. No habían sido palabras, sino, hechos; Había sido Sasuke quien la empujó, a la fuerza, a avanzar.
Al haber contemplado su interacción, Neji sabía que su compañero de equipo no le había dado charlas idealistas ni motivacionales, sino que simplemente la hacía correr, entrenar, levantarse, respirar y vivir su entrenamiento como lo único que importaba. La había llevado a su límite una y otra vez sin darle tregua ni subestimarla por ser una mujer, y además, alguien más débil que él. La había tratado con dureza, quizás bordeando en la crueldad, todo con el único propósito de ver en ella a una kunoichi. La había golpeado, hecho sangrar, llorar, desfallecer, todo con la única finalidad de usarla a su beneficio y que toda esa determinación no quedara como un sueño infantil, sino que se transformara en un avance real.
Naruto le había dado esperanza y confianza para tomar los primeros pasos que necesitaba para volverse fuerte, pero quien había concretado el deseo en Hinata de volverse una Kunoichi había sido Sasuke Uchiha.
Y Neji sentía algo raro revolverse en su estómago cuando pensaba en ello.
En un comienzo creyó que se trataba de la apuesta. Le había dicho que en seis meses lograría que Hinata fuese más fuerte que él y en ese momento se tendría que disculpar. Neji había aceptado, confiado en que su prima nunca lo vencería. Creyó por lo mismo que todo ese interés en que ella entrenara y se volviese más fuerte era producto del simple hecho de que Sasuke no quería perder. Era un tema de orgullo entre ellos.
No obstante, sus ojos comenzaron a ver miradas anhelantes de él hacia ella, la forma en que la buscaba, como se acercaba a su persona, como la protegía y actuaba si otros ponían sus ojos sobre su prima. Pronto, esa cercanía le comenzó a enervar y una profunda desconfianza se anidó en él al observarlos desde la distancia. Verlos caminar por Konoha uno al lado del otro le daba una sensación de que Hinata era como una triste polilla volando alrededor del fuego, lista para quemar sus alas y extinguirse. Porque cada vez que Neji Hyūga miraba hacia ellos, notaba la intensa oscuridad que rodeaba a Sasuke, tan pesada y espesa que se sorprendía que Hinata pudiese respirar alrededor de esa profunda soledad y miseria que emanaba.
Entonces lo comprendió. No era Hinata la que caminaba cerca de él como una polilla que busca las llamas, era Sasuke quien lo hacía. Era Sasuke quien necesitaba y se sentía atraído a esa calidez que emanaba su prima. Hinata era quien impedía que cayera por completo en ese lugar de desolación, en donde la esperanza se perdía y se vivía solo en base al odio. Oh, lo sabía bien, él había vivido mucho tiempo en ese oscuro rincón de su ser. Por lo mismo lo podía ver en Sasuke.
Y lo que temía de verdad era que eso terminara quebrando a Hinata. Que su dulce sonrisa se volviese una mueca seria, que sus ojos amables se tornaran duros y severos, que su esperanza se convirtiera lentamente en desesperación. Lo venía notando. Lo veía con su byakugan ahora que la observaba pelear. Esa mirada en ella no era la que recordaba de su dulce prima pequeña... era la joven que Sasuke había moldeado y arrastrado a su soledad.
Los Hyūga eran el balance entre la luz y oscuridad. El símbolo de su clan así lo representaba. ¿Acaso Hinata se había puesto sobre los hombros darle ese equilibro a Sasuke sin si quiera darse cuenta? ¿Acaso ella era quien en medio de tanta oscuridad le permitía que no cayera en la desesperación? No lo sabía. Porque si Sasuke era oscuridad, entonces, Naruto era luz. Y ver eso lo asustaba, creyendo entender lo que su abuelo le había intentado advertir sobre el deber de su casta milenaria y su verdadero propósito en Konoha. ¿Eran ellos quienes debían traer equilibro? ¿Podría Hinata tener la fuerza para algo así?
Había algo en Sasuke en lo cual no confiaba, algo oscuro que dormitaba, desesperado por ser libre y desencadenarse con furia contra todo lo que pudiese destruir junto a él. Neji lo veía a veces en su mirada, esa ansia por descargar el odio que llevaba dentro... y Hinata había comenzado a absorber toda esa carga en ella para liberarlo. Nunca fue más claro para él que cuando fueron a la isla de las Siete Hierbas; ella soportaba el peso de su odio. Y lo que le asustaba, de verdad, era que la fuerza de Hinata no fuese suficiente y finalmente él la arrastrada a esa miserable existencia.
Pero, no podía estar seguro. Todo era producto de su observación e intuición. Quizás sólo exageraba. Muy probablemente era un primo celoso y sobreprotector que habría pensado lo peor de cualquiera que se viese demasiado interesado en Hinata, ya fuese Naruto, Sasuke, Kiba o quien fuera. Ninguno de ellos la merecía ni estaba a su altura. Ninguno de ellos veía lo que él veía en ella. Era demasiado buena para cualquiera y tenían suerte de que Hinata agraciara sus vidas sólo con su presencia.
De verdad, no quería tener la razón sobre lo que su corazonada le advertía.
Un poco más, espérame un poco más ―pensó cuando sus pies tocaron el agua de la laguna que se formaba en el río frente a la caverna. Su cabello largo y castaño se movía de un lado a otro mientras con gracia surcaba la distancia sobre la superficie del agua que lo separaba de su prima.
Justo entonces, su byakugan distinguió cómo Hinata formaba un único sello de mano, aprontándose a activar todos los explosivos que había posicionado sobre la caverna. Su corazón se heló y un nudo le obstruyó la garganta. No podía permitir que ella muriese haciendo algo como eso. Podía ver en ella que apenas tenía chakra. No iba a poder rechazar esa explosión de forma alguna. ¿Por qué se estaba sacrificando de esa manera?
¿Era demasiado tarde entonces?
La explosión que siguió no logró alcanzarlo cuando se adentró en la caverna, con su mirada fija en sujetarla. La tomó entre los brazos mientras era expelida hacia atrás con fuerza, evitando que su frágil figura se estrellara contra la pared de roca. No pudo hacer nada por la anciana, pero tampoco estaba ahí por ella. Su único pensamiento era proteger a Hinata y ahora que la tenía contra su cuerpo, algo lo hizo respirar aliviado al ver que no estaba muerta, que no había hecho todo eso con el propósito de matarse sino para demorar un poco más a ese enemigo. O al menos eso quiso creer. Pensar si quiera que ella estaba dispuesta a sacrificarse le era demasiado que digerir en ese momento.
¿Por qué era tan intempestiva? No lo sabía. Supuso que al igual que él, ella deseaba proteger algo con todo su corazón. Porque entre sus brazos, estaba lo que Neji deseaba proteger con todas sus fuerzas, aquello que el abuelo Hyūga le dijo que encontraría algún día, ese sueño que Gai le había dicho debía buscar para convertirse en alguien grandioso.
―Lamento llegar tarde, Hinata-sama ―dijo, suspirando aliviado y sonriendo en su dirección. Lamentaba mucho más que eso y ahora al menos tendría la oportunidad de disculparse por ello. Pero no en ese momento. No podían perder tiempo hablando de algo así cuando estaban contra un rival tan poderoso―. ¿Se encuentra bien?
―Sí, nii-san ―la joven sonrió en su dirección de forma cálida intentando recuperar el aliento. Neji notó que su frente tenía una herida y sangraba un poco, pero además de estar un tanto golpeada por la explosión, lucía bien―. Chiyo-sama...
―Está viva, sólo inconsciente ―dijo Neji observando con su Byakugan en dirección hacia donde estaba la anciana, preguntándose si sería pertinente asistirla o ir a ayudar a Kakashi, Sasuke y Naruto, quienes se encontraban peleando con otro sujeto a unos dos kilómetros de distancia. Sólo cuando se aseguró que las piezas de ese sujeto estaban dispersas por el suelo y no había vida en él, relajó su dojutsu―. El sujeto al que se enfrentó tenía la corriente de chakra más extraña que he visto. ¿Acaso era una marioneta? ―Hinata asintió―. ¿Dónde está el verdadero?
―Él era el verdadero ―dijo la joven, a lo cual Neji reaccionó con sorpresa―. Modificó su cuerpo para utilizarlo de esa manera. Nunca vi nada igual ―los ojos de Hinata se habían estado refinando mucho últimamente, al punto de que ella había notado cosas que quizás él había pasado por alto al estar a más distancia―. Su cuerpo no contenía órganos internos u intestinos, sino una cuerda enrollada a la altura de su abdomen con una punta afilada. No sé con qué propósito la utilizaría. Además, tenía un par de mecanismos adheridos a su espalda baja, con cuchillas que lucían como garras y sobre éstas había cuatro pergaminos. En su pectoral derecho poseía un hueco extraño que mi byakugan no distinguió con claridad, pues mi visión se distorsionaba en ella. En el pectoral izquierdo tenía la única parte en él que estaba viva, con tejido blando, una especie de corazón cilíndrico que alimentaba un sistema de chakra deformado. Todas sus armas estaban cubiertas en un poderoso veneno.
―Esos sujetos de Akatsuki son más similares a monstruos que personas ―dijo Neji, recordando al otro enemigo que su equipo había combatido y que lucía como una especie de pez humanoide.
―S-sí. Pero no tenemos tiempo para hablar de esto. Debemos ir a ayudar a...
Sólo entonces el rostro de ambos primos se dirigió hacia el lugar en donde se escuchó una piedrita rodar despacio, haciendo un indistinguible sonido metálico. Neji fijó su byakugan en el punto que el humo aún cubría y notó como de entre los escombros surgía nuevamente un hombre, idéntico al que Hinata había derrotado, envuelto en una capucha burdeo.
No lo comprendía del todo, ya que él aún veía las piezas del cuerpo de ese extraño individuo regadas entre los peñascos de piedra que habían caído desde la parte superior de la caverna, que ahora estaba abierta, permitiéndoles ver el cielo.
―Sigue ahí ―dijo observando con cuidado el cuerpo extraño, mecánico y con corrientes de chakra retorcidas. No podía distinguir órganos y apenas había un solo punto que parecía contener vida en el centro con un Kanji que decía "Sasori"―. No servirá de nada que sigamos destruyendo su cuerpo. Lo volverá a armar o utilizará otro. Lo que debemos destruir es la parte en donde se concentra su chakra.
―Lo sé ―dijo Hinata suspirando―. Pero ya no tengo suficiente chakra para combatir.
―Entiendo ―dijo él, estirando su mano hacia ella ayudándola a ponerse de pie. Hinata lo observó sorprendida al sentir como se aferraban sus manos.
―Debo admitir que te subestimé ―dijo Sasori observando a ambos con el rostro impávido―. El byakugan está en otro nivel. No es de extrañarse que sea precisamente la pieza que falta para perfeccionar mi arte ―Neji frunció el ceño al escucharlo―. No obstante. Sin mi abuela, las posibilidades de que venzan son muy escasas, a pesar de que son dos ahora. Ya no tengo que pelear tan precavidamente ―dijo mientras observaba sus manos aferradas―. Me aseguraré que los ojos de esa joven complementen tu cuerpo cuando seas mi próximo contenedor ―ni Neji ni Hinata respondieron mientras permanecían ahí, con las manos entrelazadas, atentos a lo que se aproximaba.
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Mientras Kakashi electrificaba su mano para volver a abalanzarse en contra de ese joven de Iwagakure, no pudo evitar sentir como el suelo bajo sus pies temblaba. Tanto él como Deidara observaron hacia la dirección en donde se veía una enorme explosión, preguntándose qué estaría ocurriendo allí.
―Sasori-dana no se está conteniendo, hn ―dijo con gracia, haciendo que Kakashi sudara frío―. Que fastidio. Tendré que soportar el olor putrefacto por días mientras trabaja en convertir a esa pobre niña en una de sus apestosas momias.
Kakashi sabía que no había sido tan diligente con Sasuke y Hinata a la hora de entrenarlos como ellos se merecían. Ambos jóvenes provenían de familias de élite dentro de Konoha y de haber tenido un entrenamiento riguroso y guiado, quizás en ese momento estarían a nivel jōnin. Había hecho lo mejor que podía, en el tiempo que la Aldea le permitía, siempre en pausa debido a que su equipo genin sólo contaba con dos y no tres miembros. Al crecer se dijo que él era un genio y por lo mismo, nunca tuvo una guía estructura; todo lo que había aprendido había sido por instinto y razonamiento. Incluso con su maestro y el resto de sus compañeros, lo que realmente aprendió de ellos fue a trabajar en equipo. Por lo mismo, supuso que no era muy bueno cuando se trataba de enseñarle al resto.
Mientras la montaña a lo lejos parecía estarse despedazando, no pudo evitar pensar en Hinata y la culpa lo invadió. ¿Había sido suficiente lo que le enseñó para que le hiciera frente a un enemigo tan poderoso? ¿Había tomado la decisión correcta en dejarla ahí y seguir a Naruto? Repasó cada una de sus decisiones como maestro en su cabeza y comprendió con algo de arrepentimiento que no había estado a la altura de lo que ella necesitaba.
No obstante, algo bueno había hecho. La había mandado con Gai mientras servía fuera de la aldea en una misión directa con el señor Feudal, así como también cuando él y Sasuke se dirigieron al País del Hierro. Y si había alguien en todo Konoha que podía enseñarle a Hinata Taijutsu, ese era Gai. Además, uno de los miembros de su equipo era Neji Hyūga. Confiaba que entre ellos hubiesen podido guiarla mejor que él. Por otro lado, sabía que Sasuke se dedicaba a que avanzara tanto como él. Hinata conocía bastante ninjutsu e incluso era la que mejor utilizaba el fuinjutsu entre sus alumnos, sin mencionar que su jikūkan ninjutsu los había salvado de varios apuros al guardar en pergaminos lo que comerían y beberían.
Sí, Hinata estaba bien preparada para ser una shinobi e incluso se habría atrevido a decir que su nivel en ese momento era de un chunin bastante talentoso, pero... no podía evitar pensar que quizás no estaba preparada para un adversario como el que estaba enfrentando.
Por un momento, el rostro de Rin vino a sus memorias. ¿Acaso de nuevo estaba sobreponiendo la misión en vez de sus preciados compañeros?
No podía pensar en eso en aquel preciso momento en que se enfrentaba a alguien tan poderoso como ese chico. Si querían recuperar al Kazekage, debía vencerlo y hacerlo caer de esa espantosa ave en cuyo interior se encontraba Gaara.
Notó que tenía una ventaja mientras el combate se movía desde el río hacia el bosque, esquivando los explosivos e intentando contra-atacar con ninjutsu; ese chico carecía de uno de sus brazos y por ello estaba evitando utilizar sellos de manos, excepto por aquel que activaba las explosiones. Eso le daba ventaja. Sólo tenía que deshacerse del brazo que faltaba.
Debía confiar en Hinata y la abuela Chiyo, así como había confiado en que Sasuke calmara al Kyūbi con su Sharingan. Kakashi sabía que el tiempo que había logrado aprovechar entrenando con ellos, ya fuese en Konoha o en el país del Hierro, había servido para que todos ellos se convirtieran en shinobis. No iba a permitir que se repitiera lo que había ocurrido en el País de las Cascadas, cuando casi perdió a los tres niños que habían estado a su cargo. Naruto había entrenado con Jiraiya, Sasuke con él y Hinata con Gai, él y hasta con su propio padre. Estaban preparados para ese combate, tenían que estarlo.
Ya no son niños que debo cuidar. Son importantes compañeros. Se han vuelto fuertes... en especial...
Sus ojos se posaron en la figura que se paraba a su derecha, mientras que Naruto lo hacía a su izquierda.
Sasuke era alguien que constantemente le preocupaba. A diferencia de Hinata y Naruto, Sasuke ya había alcanzado el nivel de un Jonin. Su velocidad, agilidad, dominio del ninbjutsu, su alto nivel de genjutsu, su desempeño con el taijutsu, la facilidad con que podía trazar una estrategia y su inteligencia... lo hacían alguien que lentamente se estaba volviendo temible. Durante el último tiempo, Kakashi había notado lo mucho que había comenzado a madurar y aquello se reflejaba también en la actitud que reflejaba cuando se ponía su protector de frente y realizaba labores como shinobi de Konoha.
―¿Y ahora, Kakashi? ―preguntó Sasuke.
―Los estaba esperando ―suspiró, pues sabía la condición en que quedaba después de utilizar su Sharingan―. Debemos ser rápidos para volver a asistir a Hinata y Chiyo-sama.
―Sensei ―Kakashi miró a Naruto, quien lucía extrañamente determinado―. Debemos derrotar a este sujeto.
―Tengo un plan, pero necesito de su ayuda.
De sus tres alumnos, Sasuke era sin duda quien estaba por delante. Le recordaba a sí mismo. Era un genio que brillaba en cada aspecto de lo que significaba ser un shinobi y que aprendía todo con tal facilidad que no había nada que pareciese no poder perfeccionar.
No obstante, Naruto era fuerte a su modo. Su estamina era muchas veces superior a la de Sasuke y también a la suya propia. Aquello se debía a su sangre Uzumaki sin duda alguna. Entre ellos serían una dupla muy poderosa a la hora de combatir y muchas veces se preguntaba si ese habría sido el propósito del tercer Hokage al ponerlos juntos en un equipo.
―Utilizaré mi Sharingan ahora ―Sasuke lo observó extrañado cuando vio que su ojo se transformaba―. Ustedes deben hacer el resto.
―¿Desde cuándo puedes utilizar...?
―No eres el único que ha estado entrenando últimamente, Sasuke. Pero, no es momento para hablar de esto. Luego lo conversaremos y responderé todas tus inquietudes al respecto.
―Como sea ―dijo Sasuke un tanto irritado, preguntándose cuanto tiempo su maestro le habría ocultado información de ese nuevo nivel del Sharingan.
―Escuchen, cuando empleo esta técnica quedo muy débil. A pesar de contar con estos ojos, mi cuerpo no es el de un Uchiha y el esfuerzo me dejará fuera de este combate, por lo cual ustedes dos deberán volver lo antes posible por Hinata y Chiyo-sama. ¿Entendido? ―tanto Sasuke como Naruto enfocaron su mirada en Deidara que dejaba caer una docena de figuritas de greda en dirección a ellos―. ¿Están listos?
Los tres se desplegaron por el bosque desapareciendo de la vista inmediata de Deidara, quien observaba todo desde la altura. Al joven no le importaba que se escondieran, simplemente volaría todo el bosque en pedazos. No estaba en Akatsuki porque le importaran los planes estúpidos del líder o porque deseara poder, sino, porque lo habían forzado a ello. Era una especie de prisionero. Lo único que confortaba su libre corazón era saber que podía hacer su arte sin límites y si estaba forzado a estar ahí combatiendo contra esos sujetos, al menos haría arte en esa lucha, llevando al límite su poder.
Observó dentro de su contenedor de greda, notando que quedaba poca de ella. En su interior, pensó que debió haber llevado más y que seguramente Sasori le daría un sermón por ello.
Subió su única mano y formó el sello.
―¡Katsu!
Experimentaba una especie de catarsis al observar como todo desaparecía a sus pies. Le parecía hermoso poder contemplar el fuego y la destrucción. La idea de deshacerse del hermano menor de Itachi le hacía latir el corazón con intensidad, como si finalmente tuviese una oportunidad de vengarse por lo que le habían hecho en esa organización, y más que nadie, Itachi. Después de todo, había estado los últimos años de su vida preparándose específicamente para combatir contra el Sharingan.
―¿Qué opinan de mi arte? ―gritó maravillado, deleitándose con el paisaje, cuando de pronto notó a Kakashi sobre la copa de uno de los árboles que aún permanecían en el lugar, mirándolo directamente.
De inmediato sintió como el espacio a su alrededor se retorcía, generando una presión horrible en su cuerpo. Era como si el aire hubiese abierto un agujero que succionaba su brazo hacia él. Inmóvil, gritó de dolor al sentir que su extremidad era despedazada y parte de su brazo caía al suelo, haciéndolo retorcer en dolor. Pensó que perder uno de los brazos en Sunagakure ya había sido lo suficientemente malo, pero ahora sentir que su piel, huesos y tejidos eran desgarrados de su propio cuerpo fue casi insoportable. Con un tanto de pánico, notó que el resto de su cuerpo seguiría el mismo destino si no hacía algo pronto.
No obstante, de pronto Kakashi detuvo la técnica sujetando su ojo. Lo observó jadeando y demacrado, sabiendo que si tenía una oportunidad de escapar ese era el momento.
Para su infortunio no tuvo tiempo de ejecutar su nueva parte del plan, ya que Naruto lo alcanzaba en su posición en el aire, encima de un águila.
―¡Devuélveme a Gaara, bastardo! ―gritó abalanzándose contra él, dándole un puñetazo en el rostro que lo tiró del ave y lo hizo caer en picada hacia el suelo.
Aún encima del ave de Deidara, Naruto formó tres clones de sombra, realizando el rasengan y estrellando la esfera de chakra giratorio contra el ave para partirla en dos. A continuación, el verdadero Naruto y dos de sus clones sujetaron la cabeza del ave mientras caía, intentando impedir que se estrellara contra el suelo, ya que Gaara se encontraba en ese lugar. Kakashi fue de inmediato asistido por uno de los clones, ya que apenas lograba mantenerse en pie.
Deidara no tuvo la misma suerte de que su caída fuese apaciguada, pues tan pronto tocó el suelo una espada electrificada le atravesó el hombro. Sasuke aprovechó el impulso al correr y lo derrumbó poniendo un pie encima de su pecho, para luego clavar todo el cuerpo de Deidara contra el suelo. La corriente eléctrica que le recorría el cuerpo le impedía moverse, algo que Sasuke había aprendido muy bien mientras estudiaba los efectos de la electricidad en el cuerpo, al punto de que si lo hubiese querido podría haber parado su corazón sólo base de ello.
―Maldita sea ―gruñó Deidara cuando notó que no sólo no podía moverse, sino que incluso pudiendo hacerlo, no le hubiese servido de mucho en ese momento al no contar con brazos. La sangre empezaba a abandonarle el cuerpo y un pozo de ésta comenzaba a teñir el césped―. De todas las formas de morir... esta es tan poco cool ―el Sharingan de Sasuke era parecido al de Itachi y ver que ese par de ojos lo inmovilizaban le provocó un profundo odio.
―Naruto quiere matarte ―dijo Sasuke mientras se agachaba y con su mano libre le aplicaba presión a su muñón sangrante intentando parar la hemorragia, al menos por el momento―. Yo tengo otros planes para ti.
―¿Qué planes? ―le preguntó irritado.
―¿Dónde está Itachi? ―la mirada de molestia cambió a una de confusión.
―¿Por qué quieres saber eso? ―preguntó extrañado.
―Porque tiene que pagar por lo que le hizo al clan Uchiha con su vida ―Deidara gruñó de rabia. Si alguien iba a matar a Itachi iba a ser él―. Me dirás dónde está Itachi y a cambio no te mataré.
Deidara no alcanzó a responder. Tanto Kakashi como él, y todos los clones de sombra de Naruto observaban la misma escena. Tan pronto la cabeza del ave tocó el suelo, su compañero de equipo se arrojó desesperadamente a la labor de sacar a Gaara de los restos del ave Deidara, enterrando las manos en la greda.
―¡Gaara! ―lo llamó desesperado, sacando su cuerpo desde la arcilla blanca―. Vamos Gaara, abre los ojos. Por favor, Gaara. Por favor abre los ojos. Vamos Gaara. No te rinda ahora. Abre los ojos Gaara. No es momento para dormir... por favor... por favor Gaara.
Sasuke no tenía que acercarse para notar que Gaara llevaba al menos un par de horas muerto. Ni si quiera tenía color en su rostro, sino que un suave gris lo cubría. Apenas conocía al chico, pero sintió lástima por él. Era alguien de su edad, que seguramente tenía muchos sueños que deseaba realizar, que querría alcanzar sus propias metas y disfrutar de una larga vida como el Kazekage de su Aldea. Y ahí estaba frente a ellos, muerto, todo porque dentro de él había habido una enorme bestia de chakra, que esos bastardos con que Itachi se encontraba, habían comenzado a capturar.
La reacción de Naruto fue intensa. La desolación de su llanto mientras sacudía el cuerpo de Gaara, convenciéndose de que había muerto fue doloroso de observar. Ni Kakashi ni él intentaron detener su exabrupto de dolor, sabiendo que la tristeza era demasiado cercana para Naruto, quien había vivido una vida similar a la de Gaara y que además aún tenía esa cosa dentro de sí.
―Por favor perdóname ―gimoteó Naruto, mientras extendía con cuidado el cuerpo sin vida de Gaara sobre el pasto, encorvándose hacia adelante mientras las lágrimas caían sobre el pecho del Kazekage―... Lo siento tanto, Gaara. Prometí que te salvaría y no pude hacerlo ―arrodillado junto al cuerpo inherte, Naruto puso su antebrazo sobre sus ojos y se secó las lágrimas. Todo su cuerpo temblaba y a Sasuke se le apretó el pecho observando lo destruido que se encontraba―. No merezco ser el hokage. Ni si quiera merezco ser un shinobi si no puedo cumplir mi palabra ―el joven llevó su mano al protector de frente y se lo arrancó de golpe, dejándolo caer a su lado.
Los ojos del Uchiha se enfocaron en ese protector de frente que había visto que Naruto lucía con tanto orgullo el día en que se formó el Equipo Siete. Incluso su voz resonaba en sus memorias... ¿No luce genial en mí?
Y ahora ahí estaba dicho protector que Naruto había trabajado tan duro por conseguir, junto a Gaara, como si no sólo el Kazekage hubiese muerto en ese momento, sino también una parte importante de Naruto.
Sasuke sentía que debía decir algo, pero no sabía qué. Seguramente algo similar sucedía con Kakashi quien no había dicho palabra alguna. Por algún extraño motivo, quien parecía siempre lograr alcanzarlo cuando se encontraba así era Hinata, pero ella no estaba ahí. Él no era realmente una persona muy hábil cuando se trataba de decir cosas confortantes y estaba seguro que si abría la boca quizás sólo lo empeoraría.
―Todo este escándalo por ese Jinchūriki inútil ―dijo Deidara con burla.
La mirada de Naruto se volteó lentamente hacia Deidara. Sasuke sintió el odio emanando de sus ojos, a un punto que le provocó un escalofrío. Conocía esa mirada, pero nunca pensó que la vería en alguien como Naruto. Por un momento, creyó que caminaría hasta ellos y lo mataría, así de intensos eran sus gestos en ese instante.
Se puso de pie lentamente y caminó el dirección de Deidara. Podía ver su puño tiritando mientras lo cerraba. Se paró junto a Sasuke, quien se preguntó su debía moverse y dejar que descargara toda su ira sobre el culpable de la muerte del Kazekage.
―Pronto también tendrás que pedirle disculpa a la otra chica que dejaron con Sasori-dana ―dijo Deidara de forma desafiante―. Seguramente también está muerta.
El puño de Naruto tembló con el deseo de golpearlo hasta saciarse, pero tan pronto escuchó eso, no tuvo dudas en su mente respirando profundo y recordando lo que había hablado antes con Sasuke. Tenía algo más importante que hacer en ese momento que reventarle el rostro a ese idiota.
―Debemos ir por Hinata ―dijo Naruto arrastrando sus palabras con una voz profunda y ronca, para luego voltearse.
Su cuerpo dejó de temblar y el llanto pareció concluir. Escuchar a Deidara hablar de su compañera de equipo hizo que el raciocinio volviese a él. Cuando estuviese solo, cuando ya no hubiese peligro ni nada en juego, podría lamentarse todo lo que quisiera sobre lo que había ocurrido. En ese preciso instante lo que debía hacer era apoyar a Hinata, al igual que ella los había apoyado a él todo ese tiempo.
―Kakashi-sensei ―dijo Naruto mirando a su maestro―. ¿Qué hará con él? ―preguntó refiriéndose a Deidara.
―Lo llevaremos de vuelta a Konoha para ser interrogado ―Kakashi caminó con algo de dificultad hacia Deidara, levantando una de sus manos―. Kanashibari no Jutsu ―al emplear el jutsu de parálisis sobre el joven de Iwagakure que no tenía brazos y además habiendo sido sus músculos electrificados al punto que le costaría un buen par de horas volver a moverse, Sasuke se sintió confiado para retirar la espada del hombro del sujeto.
Sin esperar más la puso en su vaine y se paró erguido. Había sólo una cosa más que hacer.
―Volveremos pronto ―dijo, comenzando a correr junto a Naruto en dirección al lugar en donde habían dejado a Hinata.
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A veces, en situaciones como esa, Sasori de las Arenas Rojas creía en el destino. No podía ser casualidad que Akatsuki lo hubiese reclutado, que conociese a Orochimaru en el proceso, que éste fuese nombrado como su compañero, que le permitieran desarrollar impunemente lo que consideraba arte y que hubiese investigado a fondo el secreto de la reencarnación y la resurrección.
Orochimaru había aprendido a prolongar su propia vida traspasando su esencia de cuerpo en cuerpo y manipulando a otros para que combatieran por él a través de técnicas prohibidas como el Edo Tensei. Por su parte, Sasori seguía un pensamiento distinto en el cual creía que la mejor forma de preservar y usar el poder de otro era a través de una marioneta humana. Sus distintas formas de conseguir la eternidad habían resultado en algo bastante simple: Orochimaru estaba muerto, él no.
Aunque para Sasori las marionetas eran obras de arte que representaban su visión sobre la belleza en preservar algo eternamente, aún las consideraba incompletas. Cuando veía a Madre y Padre, sentía un enorme vacío que le recordaba su fracaso al intentar crear en ellas lo que hubiese deseado obtener de sus verdaderos padres. No había sido exitoso al intentar recrear la emoción que sus padres le evocaban cuando era sólo un niño; no había ese amor de un tibio abrazo, o palabras confortantes, o la seguridad de encontrar protección atrás de ellos. Eran sólo títeres que se movían con sus dedos, nada más.
No obstante ese fracaso, Sasori creía que si seguía estudiando, eventualmente encontraría la forma de perfeccionar su profunda convicción: Sólo se encuentra verdadera belleza en la eternidad de algo y la pérdida debía ser lo peor de ese mundo. Deseaba volver realidad su sueño de ver a ambas marionetas caminando a su lado, acompañándolo sin que él las moviera con hilos de chakra, conversando con ambos y que éstas lo protegieran sin que tuviese que ordenarlo así con el flujo de su chakra.
Ese era el verdadero Tensen que buscaba. Lo que deseaba perfeccionar y que la aldea de Sunagakure prohibió era la resurrección de lo inanimado. Así, tendría a su servicio un ejército de guerreros y acompañantes, tal como narraban los escritos fantasiosos de Monzaemon Chikamatsu sobre un enorme castillo en un lejano reino, en el cual un poderoso jutsu ocular era el responsable de que cientos de marionetas protegieran, adoraran y sirviesen a un Príncipe Divino.
En ese momento, observando a ambos Hyūga que sostenían sus manos, Sasori creyó que la respuesta a todas sus preguntas y el resultado de años de estudio e investigación se posicionaban frente a él. Todo lo conducía al mismo lugar: el Clan Hyūga.
No sólo necesitaba un par de ojos, sino, un cuerpo que los pudiese activar de forma adecuada. Aún requería estudiar a fondo ese asunto, pero había llegado a una conclusión gracias a Orochimaru. Su antiguo compañero se había obsesionado con el cuerpo de los Uchiha, pues sabía que sólo en esa familia existía lo necesario para activar el Sharingan a un nivel eficiente; sus cuerpos estaban diseñados para poder soportar el estrés de dicho Dojutsu. El caso de los Hyūga era similar. Sólo ellos podían despertar el máximo poder del byakugan y alimentar sus ojos eficientemente con chakra para que funcionaran. Por ello no sólo necesitaba dichos ojos, sino también un cuerpo Hyūga. Por lo mismo había sido tan cuidadoso de no arruinar el cuerpo de Hinata Hyūga.
Ahí frente a él estaba la solución a ese predicamento, pues había dos Hyūga. En esos jóvenes estaba su camino para acercarse a lo que buscaba hacía más de veinte años; una cuyos ojos no se destruirían, así como los secretos de su clan, y otro que tenía el tamaño ideal para convertirse en su nuevo contenedor. Después de terminar de preparar el cuerpo del joven, posicionar armas, darle flexibilidad a sus articulaciones y conservar lo mejor posible su organismo, podría insertar su propio corazón en él y utilizar el Byakugan de Hinata Hyūga en su nueva creación.
Sería perfecto.
Sería una verdadera obra artística juntar lo mejor de ese clan en un solo cuerpo sólo para él. De esa manera ni si quiera tenía que mantenerla viva por más tiempo, después de todo, sólo quería sus ojos. Podía destrozar cada pedazo de ella centímetro por centímetro, porque el otro cuerpo era más adecuado para él.
Si sus estudios eran correctos y los escritos de Monzaemon Chikamatsu tenían algo de verdad en ellos aparte de las tonterías sobre príncipes y dioses que venían de las estrellas, sus marionetas ya no serían seres inanimados, sino que podría darles vida, tal como había soñado cuando siendo un pequeño niño dejaba que Padre y Madre lo abrazaran. Podría crear un mundo artístico y delicadamente hermoso en donde todo lo que construyese contara con vida eterna junto a él.
Su problema radicaba en que no podía atacarlos con marionetas, pues tal como había ocurrido antes, cortarían sus hilos de chakra una y otra vez sin que pudiese reconectarse lo suficientemente rápido. La joven era demasiado ágil, así como veloz, y aquello lo había puesto en serios aprietos. Si dejaba que se acercara ella sabría qué lugar preciso de su cuerpo debía golpear para sacarlo de combate el tiempo suficiente para ponerlo en aprietos. Esa era la habilidad de ese dojutsu.
―El puño suave es muy molesto ―dijo, pensando que debía evitar que el chakra de dicho taijutsu dañara su único órgano vivo. Ella seguramente lo sabía, pues podría ver que sólo había una parte viva en él que se enlazaba con el resto de los mecanismos de su marioneta a través de hilos de chakra. Si lograba acercársele y golpearlo en dicho punto, podría provocar un daño irreparable y cortar el movimiento que tenía con su propio cuerpo―. Gracias a éste pueden utilizar su chakra como si fuese un cuchillo que irrumpe el flujo de mis hilos invisibles hacia las marionetas. Lo que significa que si se acercan a un rango de alcanzar a golpear una de mis marionetas, pueden inhabilitarla y destruirla sin que pueda hacer nada al respecto. Normalmente, contra otro tipo de marionetista, este sería un gran problema.
Había perdido al Tercero por un descuido, subestimando la precisión del byakugan para ver los hilos invisibles de chakra con que movía sus marionetas. Orochimaru le había hablado del puño suave, pero nunca creyó posible que el byakugan pudiese ver hilos de chakra que eran completamente invisibles a los ojos. Era un error grave que no podía permitirse nuevamente; no podía subestimarlos. Si quería derrotarlos y poder preservar tanto sus cuerpos como el byakugan de la joven Hyūga, no podía utilizar veneno o una técnica demasiado destructiva.
¿Cuál era la solución entonces? Lo primero que pensó era que necesitaba contrarrestar aquel taijutsu con una marioneta que atacara a distancia. Su gran problema consistía en qué hacer si ellos acortaban dicha distancia. Debía protegerse a sí mismo con algo que impidiese que se acercaran a él nuevamente. Estaba en riesgo si el puño suave alteraba las corrientes de chakras e hilos invisibles que le permitían manipular su propio cuerpo.
¿Utilizar su jutsu de cien marionetas sería la respuesta? Tenía marionetas de asedio, de ataque a distancia y cuerpo a cuerpo dentro de su ejército de títeres. Incluso siendo dos no podrían destrozar cientos de hilos al mismo tiempo si utilizaba una gran velocidad para atacarlos. La joven estaba en su límite de chakra y no podría emplear el Byakugan para ello. El otro Hyūga quizás podía darle combate pero aún así conseguiría inmovilizarlo si se aprovechaba del punto débil que veía: su abuela se encontraba inconsciente y la joven Hyūga sin chakra. Ambas estorbarían en el combate entre ellos y si era inteligente en sus ataques, podía buscar que bajase su guardia intentando proteger a Hinata Hyūga.
Quizás debía apostar por ello.
―¿No van a atacar? ―preguntó quietamente, analizando la situación―. Creí escucharte decir que planeabas matarme ―le dijo a Hinata, buscando que sus palabras la motivaran a moverse por impulso―. Terminemos con esto. Debo ir por el Jinchūriki ―Hinata frunció el ceño cuando lo escuchó.
Sasori no pretendía seguir menospreciándolos o subestimándolos, pero una cosa era cierta: además del byakugan, la prioridad era recolectar a los Bijū y tenían la fortuna de contar con uno de ellos ahí mismo. Sería un doble acierto llevarse el byakugan y además, al Kyūbi.
―Antes de eso quiero que me respondas algo ―dijo Hinata. Sasori no contestó, dando a entender que la dejaría hablar―. ¿Por qué buscan a los bijū? ¿Qué planean hacer con ellos?
―Las motivaciones que impulsan el accionar de Akatsuki no son de tu incumbencia ―respondió con simpleza. Él jamás traicionaría a la organización hablando de sus propósitos y planes. Era completamente leal a ellos porque creía en el mundo que deseaban crear―. De cualquier forma, deberías estar más preocupada de ti en este momento. El siguiente ataque definirá todo.
―Hablas con bastante seguridad para alguien que acaba de recibir una paliza ―dijo Neji con su usual altanería.
―Ya vi todo lo que puede hacer el clan Hyūga en combate. No hay más sorpresas de su parte. Yo, ni si quiera empiezo ―Sasori observó con algo de gratificación como el rostro de Hinata mostraba un dejo de preocupación. Aprovechó dicho momento de vacilación para proponer nuevos términos que hicieran de todo eso algo más sencillo―. Hyūga Hinata, aún puedo dejarte ir. Ya no necesito tu cuerpo. Si me das tus ojos sin resistir te dejaré volver a Konoha. Puedes entregarme a ese chico y lo utilizaré como contenedor de tus ojos ―la confusión de Hinata pasó a una evidente ofensa que se reflejó en su mirada desafiante―. ¿No es así como se conduce el clan que liderarás algún día si sobrevives acá? ―luego observó a Neji―. ¿No es esa la función de la familia que lleva el sello en su frente, sacrificarse y servir de por vida a la familia principal de su clan? Sería un honor para ti darme tu vida a cambio de la de ella, ¿No? Después de todo, así murió tu padre ―Orochimaru había compartido mucha información con él respecto a esas prácticas―. Piénsalo detenidamente, pues tus probabilidades de vencer se han vuelto muy escasas. Ya no tienes a mi abuela susurrando en tu oído la forma de combatir contra mí y ahora voy a usar mi mejor marioneta ―Hinata frunció el ceño observando a la venerada anciana de Sunagakure, caída y aparentemente inconsciente debido a la enorme explosión―. ¿Qué dicen? ¿No lo consideran un precio justo para que la heredera de los Hyūga continúe con vida?
―Desde el momento que peleaste con Hinata-sama antes que conmigo, tus propias probabilidades se volvieron en tu contra ―dijo Neji con seriedad sorprendiendo a Hinata al soltar su mano.
―¿De verdad? ―preguntó Sasori, retirando la capa que cubría su cuerpo para mostrar su verdadero ser. Ninguno pareció sorprendido al ver sus mecanismos y la forma en que había transformado su cuerpo en una marioneta, pues ya habían observado con su Byakugan lo que había dentro de él ―. Ya he peleado contra ella. Comprendí mi posición desfavorable a la hora de combatir con marionetas ante el Byakugan. Gracias a ello pude estudiar y analizar el estilo de combate Hyūga; ahora puedo contrarrestarlo. Esto se acabó ―Sasori lucía complacido―. Ya no la necesito viva. Sólo quiero su byakugan. Para el resto de mi obra utilizaré tu cuerpo.
Sasori no estaba siendo altanero, sino realista. Dentro de Akatsuki, quizás era uno de los miembros más peligrosos a la hora de combatir. Se conocía bastante bien que había hecho caer un país por sí mismo y su estilo de pelea era tan eficaz y sutil que cuando alguien se daba cuenta de lo que ocurría, ya estaba cercano a morir. No sólo contaba con veneno que mataba a su víctima en tres días, sino que muchas de sus armas poseían sustancias tan tóxicas que eran capaces de derretir la piel, enfermar, cegar o paralizar. Era un experto en el cuerpo humano, quizás la persona con mayor conocimiento de medicina dentro de Sunagakure. Había dedicado muchos años de su vida a estudiar distintas concentraciones de toxinas y metales pesados dentro de los venenos para provocar distintos efectos en sus adversarios. Su abuela se lo había enseñado y él había perfeccionado sus venenos al punto que estaba seguro que eran imposibles de contrarrestar. No por nada había logrado matar al shinobi más fuerte de Sunagakure sin que nadie si quiera supiese que había sido él.
Sasori era letal, como su nombre, un verdadero escorpión desértico, mucho más inteligente que ambos jóvenes que estaban frente a él. Si hubiesen sido chicos de cualquier otro clan o nación, ese combate habría sido hasta tedioso. No obstante, ambos jóvenes contaban con el byakugan que contrarrestaba completamente su estilo de pelea. Pues, tendría que cambiar de estilo si quería vencer. No sólo era un marionetista, también era un shinobi. Aunque hería su orgullo admitir que no podía combatir con marionetas, estaba dispuesto a aceptar ese ataque a su forma de arte por obtener el byakugan.
―Es cierto. Seguramente, puedes contrarrestar el estilo de combate de Hinata-sama al haberlo visto ―dijo Neji después de un prolongado silencio. Si había algo que distinguía al genio de los Hyūga era su propia templanza y calma a la hora de combatir. Pensaba cada uno de sus pasos como si fuese el último que iba a dar. Por lo mismo, una provocación absurda no lo desconcentraría ni aminoraría su determinación de terminar ese combate de una vez―. Pero ahora no vas a pelear con Hinata-sama, sino, conmigo. Si hubieses combatido con cualquier otro miembro del clan Hyūga que no fuese Hinata-sama, quizás también entenderías mi modo de combatir. Sin embargo, ella no es igual a nadie más dentro de la familia y su taijutsu es completamente distinto al mío ―el byakugan de Neji se activó―. Estoy de acuerdo con lo que dices. Esto se acabó.
Por años, la diferencia marcada de Hinata y el resto de los miembros del clan había hecho que muchos la consideraran un fracaso, un error de la genética y la naturaleza. La hija de Hiashi, quien algún día debía guiar al clan, no sólo era demasiado pequeña, sino que también débil.
No obstante, tal como había dicho el abuelo Hyūga en cierta ocasión, ningún miembro del clan puede ser un fracaso, precisamente, porque cuenta con el byakugan. Hinata había tomado su condición distinta y había hecho de su estilo de combate algo único, diferente y hermoso de observar. Había aumentado su velocidad y estamina, creando movimientos rápidos y precisos, livianos e impredecibles. Ser la decepción de Hiashi había significado que su padre dejase en cierto punto de entrenarla, obligándola a aprender el puño suave por su cuenta, practicando una forma bastante híbrida del Puño suave y taijutsu normal. Había entrenado tanto tiempo con Sasuke en vez de hacerlo con otro miembro del clan Hyūga, que su cuerpo imitaba los movimientos rápidos y certeros del taijutsu del Uchiha en vez de moverse con el estilo Hyūga. Ella era ágil y su pequeña figura le daba una flexibilidad que hacía que su movimiento de pie fuese más un baile que una embestida. Quizás por lo mismo no podía realizar las sesenta y cuatro palmas, pero sí podía contrarrestar el movimiento de un arma sólo con sus palmas o crear una defensa absoluta en una rotación aérea.
En conclusión, el destino de Hinata de nacer sin talento y fracasando en su entrenamiento había forjado un camino distinto para ella, uno en donde por sí misma y alejándose de las enseñanzas del puño suave, había creado su propio estilo de combate de elite. El destino de Hinata había sido combatir de modo distinto al suyo precisamente para poder vencer a ese sujeto en ese momento. Ahora entendía al abuelo y lo equivocado que él había estado cuando veía el destino de su prima menor.
Sasori esperaba que él combatiese como Hinata y ese no era el caso. Hinata y él no peleaban de la misma manera y eso ahora era su carta de triunfo.
―Ella tiene su propio estilo de combate, muy distinto del que yo empleo. El de ella es sutil, como el agua que intenta quebrar lentamente la roca por desgaste. El mío, es un poco más agresivo que eso.
Neji dio un paso al frente y se posicionó levemente agachado y con sus manos en alto. Sasori entrecerró los ojos observándole, esperando su movimiento, estirando sus palmas hacia adelante. Hinata entendió lo que iba a ocurrir, ya que Neji se había parado entre ella y su enemigo; él sería quien tomase la iniciativa. Era la decisión correcta, ya que de ambos, era quien contaba con la estamina y el chakra adecuado para un combate intenso mano a mano. Observar a su primo desde esa posición la hizo percatarse de lo adulto que lucía y que efectivamente, en él se habían manifestado los mejores rasgos de su clan.
La hizo sentir extrañamente a salvo, a pesar del peligro en que ambos se encontraban.
No obstante, Sasori no iba a darle en el gusto con un combate de corto rango. Sabía que tan pronto una de esas palmas estuviese cerca de su cuerpo haría catástrofes en los mecanismos que había en él. Por ello, activó uno de los pergaminos que había adheridos a su espalda y una nueva pieza cilíndrica se asomó por sus palmas revelando que éstas también eran un arma.
La enorme llamarada de fuego que se dirigió a ambos primos los hizo separarse. Cada uno de ellos corrió en una dirección distinta intentando esquivar las llamas. Pronto, encontraron refugio atrás de los enormes peñascos que había dejado la destrucción de la caverna, pero incluso ahí, pronto notaron que las rocas se fundían.
Neji supo que no podía permanecer escondido por más tiempo, por lo cual fue conciso en su actuar. Cerró los ojos concentrándose y posicionando su cuerpo en los ángulos correctos para que el chakra fluyera más rápido por sus tenketsus. El yin yang del clan Hyūga apareció bajo él, anunciando que emplearía esas técnicas secretas que venían siendo pasada de generación en generación por más de mil años.
Quizás porque se encontraba atrás de un peñasco Sasori no lo vio, o muy probablemente fue porque estaba demasiado extasiado por estar empleando su verdadera fuerza sin tener que contenerse más. No obstante, cuando vio las piedras volar hechas añicos en su dirección comprendió que el joven no necesitaba acercársele como lo había intentado hacer Hinata durante todo el combate para poder golpearle; era demasiado tarde para evitarlo.
―Hakke Hasangeki.
El fuego fue expulsado hacia los costados por esa enorme presión de chakra que salía desde las propias palmas de Neji.
Aunque evidentemente no podía esquivar un ataque así por la proximidad y la velocidad del joven Hyūga, Sasori también era bastante rápido, y sobre todo, inteligente. Analizó la distancia y posicionamiento de lo que estaba ocurriendo, observando como Hinata se movía en la dirección a la cual había sido expelido por la técnica de Neji. No podía permitir que ella lo alcanzara, pues si combatían cuerpo a cuerpo, tendría que matarla y ella podía destruir su byakugan antes de sucumbir. Debía hacerse con sus ojos, luego, podría matarla. Por ello, realizó una maniobra que no lo sacara completamente de combate aún.
La cuerda con el aguijón metálico que se encontraba enrollado en el lugar en que debió estar su intestino logró clavarse en el suelo antes de recibir de pleno el golpe de presión desde la palma de Neji. Tal como lo indicaba el nombre de aquel jutsu, sintió que esa ráfaga de chakra podía ser capaz de romper una montaña y algunas partes del cuerpo artificial salieron desprendidas, entre ellas, uno de sus brazos y algunas de las hojas metálicas de su espalda. Todas las rocas y peñascos que había entre él y los Hyūga volaron por el aire creando un agujero lineal en su dirección, momento en el cual notó como la pequeña chica saltaba entre las rocas para lograr aproximársele con la ayuda del impulso que conseguía afirmándose con sus pies sobre los escombros flotantes.
Esto es malo ―pensó al notar que no podía moverse producto de la presión que ejercía sobre él la técnica del otro Hyūga. Si bien no había salido expulsado contra la pared de piedra, mantenerse en el aire así lo ponía en una vulnerable posición.
Estiró su mano y uno de sus hilos de chakra se conectó con la cuchilla que había sido desprendida de su espalda y utilizó sus técnicas de marionetas para manipular el arma y lanzarla en contra de Hinata desde su retaguardia. Para su sorpresa, la joven esquivó las cuchillas con velocidad y sólo entonces notó que su byakugan seguía activo.
¿Cómo? No tenía chakra ―pensó mientras aterrizaba en el suelo y activaba el primer pergamino de su espalda y los hilos invisibles de chakra volvían a poner en su lugar su brazo faltante―. Ya veo. Por eso se sostenían las manos.
Para sus adentros volvió a admirar al clan Hyūga. Sus técnicas que lograban hacerlos ver los tenketsus del cuerpo y así traspasar chakra con distintos propósitos al cuerpo de otro le parecía realmente extraordinario. Ni si quiera el Sharingan podía rivalizar con algo así.
Cuando la presión del chakra de Neji cesó sin destrozar por completo su cuerpo, logró enrollar el cable que lo sostenía y se acercó nuevamente al punto en donde había clavado su aguijón para así alejarse de Hinata. No obstante, hacerlo lo puso en una distancia pequeña de la posición de Neji, quien ya había acortado la distancia entre ellos con su feroz movimiento de pies.
La velocidad con que se movía el otro Hyūga realmente lo sorprendió. No era para nada parecido a la forma ligera en que se desplazaba Hinata Hyūga para intentar aproximarse, con cautela, como una animal que acecha y estudia. Neji era irreverente y en vez de acechar, emboscaba, abalanzándose con una agilidad arrolladora que no dejaba espacio a reacción.
Comenzaron un combate cuerpo a cuerpo, Sasori intentando cortarlo con lo que restaba de sus cuchillas en la espalda, Neji esquivando y dándole golpes de chakra presurizado en el cuerpo con sus manos. Ni si quiera se tenía que acercar para golpearlo, y pronto notó que retrocedía cada vez más con el embiste. Nunca había luchado con alguien que a esa distancia no temiera su veneno, pero la determinación de derrotarlo en sus facciones le hicieron preguntarse qué le daba esa confianza para creer que vencería.
Desde uno de sus mecanismos en las palmas expelió gas venenoso intentando así derrotarlo a base las toxinas, pero tan pronto Neji lo notó giró en sí mismo expulsando chakra por todos sus tenketsus con una velocidad que dispersó por completo el gas alrededor de ambos, para volver a arremeter con sus palmas, golpe tras golpe.
Sasori lo notaba. A pesar de que no se estaban tocando, el chakra del Hyūga lo alcanzaba internamente irrumpiendo el fluyo de los hilos de chakra de su cuerpo. Eso no iba a resultar en nada bueno si continuaba, por lo que saltó hacia atrás un par de veces y tomó distancia empezando analizar qué era lo que podía hacer.
Ambos eran fuertes y rápidos, podían ver los hilos de chakra que hacían funcionar todos los mecanismos y articulaciones de su cuerpo, seguramente también veían su centro vivo y además, contaban con la ventaja de tener el puño suave que era capaz de interrumpir los hilos. Miró su mano izquierda y notó que no podía hacer girar la articulación y que algunos de los dedos tampoco se estaban flexionando. Tuvo que utilizar un nuevo hilo conector para reparar lo que ese chico había roto sin si quiera tocarlo.
Usar otro títere humano será un desperdicio si pueden inhabilitar los hilos de chakra incluso a distancia ―pensó con cuidado.
No podía subestimarlos. ¿Acaso había llegado a un punto en que debía desistir del byakugan y matarlos a los dos? No deseaba hacerlo, pero veía que su mejor alternativa en ese momento era envenenarlos con una lluvia de armas que no les dejara espacio a una defensa, ya que Neji tendría que escoger entre usar esa rotación para defenderse a sí mismo o intentar proteger a la heredera del clan. ¿Podría alcanzar a trabajar en sus cuerpos antes de que el veneno los arruinara? ¿Podía correr ese riesgo?
Tendré que usar otra táctica ―pensó mientras el tercer pergamino de su espalda se activaba―. Son sólo niños. Debo usar eso a mi favor. No tienen experiencia en combate.
―Sólo he tenido que usar esto una vez, contra el Tercer Kazekage. Pensar que ustedes me llevarían a este punto ―dijo mientras el pergamino se estiraba sobre él―. No me agrada utilizar mis obras antes de que estén terminadas.
Neji y Hinata observaron el pergamino que flotaba sobre ellos, sin saber qué era lo que pretendía Sasori. Si bien podían leer cada movimiento de su cuerpo y ver cada arma escondida en él, no era así cuando se trataba del contenido de un pergamino. Estaban frente a un nuevo truco que ninguno de los dos conocía o podía estar preparado a enfrentar.
No obstante, en vez de encontrarse con un gran jutsu o cientos de nuevas marionetas apareciendo frente a ellos, un sinfín de hilos de chakra salieron desde el pecho y las manos de Sasori directamente hacia Hinata con una impresionante rapidez, quien fue incapaz de percatarse de lo ocurría al no contar con su byakugan activo.
―¡Hinata-sama! ―le advirtió Neji, pero fue demasiado tarde. Cientos de finos hilos de chakra se habían posicionado alrededor de su cuerpo.
Sasori movió su dedo índice y antes de que Neji pudiese hacer algo al respecto, la figura de Hinata fue impulsada hacia atrás para pararse justo frente a él.
―No puedo moverme ―dijo Hinata mirando a Neji con un atisbo de miedo.
Sasori era astuto. Demasiado para ellos. Había contado con que estuviesen enfocados en ese pergamino que flotaba, en sus palabras, en la amenaza de que algo grandioso se aproximaba para así lograr controlar a esa molesta mocosa con hilos de chakra, convirtiéndola en ese momento en una marioneta a su merced. Había hecho lo mismo con el Kazekage, utilizando a su esposa para dicha estrategia. La única diferencia era que había utilizado un jutsu en ella anteriormente para poder controlar su mente y volverla su espía. El Tercero nunca esperó que la persona que amaba fuese quien combatiese con él y no fue capaz de utilizar sus terribles técnicas para matarla.
No podía usar una marioneta humana contra los Hyūga, pero sí a un humano como marioneta. Y no cualquier marioneta, sino una conectada directamente a él, a través de los hilos de chakra que salían de su propio pecho. Todos los hilos que empleaba al utilizar la técnica de su Jutsu Secreto Rojo: Aparición de las Cien Marionetas estaban ahora siendo empleados para manipular a esa chica, no precisamente porque necesitara de tantos hilos para moverla, sino, porque Neji no podría cortar tantos hilos al mismo tiempo antes de que pudiese volver a adherirse a ella. Por otro lado, la joven no contaba con la cantidad de chakra suficiente que hubiese requerido expulsar por todos sus tenketsus para intentar anular en parte lo que acababa de hacer.
―Se acabó ―dijo, mientras Hinata permanecía entre él y Neji, temblorosa, intentando moverse sin poder lograrlo―. El byakugan ahora es mío, a menos que desees pelear contra ella.
Neji frunció el ceño y lo observó con odio. Evidentemente había duda en sus ojos sobre qué era lo que debía hacer. Sasori probó los movimientos de la joven, haciendo que estirara las manos en posición de combate. Iba a funcionar bastante bien, sólo necesitaba que sostuviese un arma y ella misma podría poderle fin a su compañero.
―Neji nii-san ―dijo de pronto Hinata mirándolo directamente―. Ya sabes lo que tienes que hacer.
Neji asintió con pesadez.
El cuerpo de Hinata se agachó forzadamente, recogiendo entre sus manos una de las espadas que habían desparramadas que habían pertenecido al mecanismo del Tercer Kazekage.
Sasori manipuló el cuerpo de Hinata para que embistiera en contra de Neji con la espada, con un movimiento tan rápido que en un par de segundo estaba junto a su primo, con la espada en alto, lista para cortarlo a la altura de su pecho. No obstante, algo ocurrió que hizo que ésta no lo tocase, como si un escudo invisible lo protegiera desviando la trayectoria de la espada sin alcanzarlo.
Neji había expulsado desde los tenketsus de su torax una enorme cantidad de chakra que impidió que el arma lograse herirlo.
―Hakkeshō Kaiten.
Neji comenzó a girar expulsando todo el chakra que había en su cuerpo a través de sus tenketsus y la rotación violenta alcanzó a Hinata, quien fue expulsada con fuerza hacia un costado, chocando con bastante fuerza contra los restos de roca que habían caído desde la parte superior de la caverna durante la explosión.
El actuar de Neji sorprendió a Sasori, quien no creyó posible que un miembro de la rama secundaria fuese capaz de atacar de esa manera a su señora.
Neji avanzó, sin mirar en dirección a Hinata, cortando de golpe todos los hilos que habían estado manipulando a su prima con la palma de su mano cubierta en chakra. No por nada Neji era un Jounin de Konoha y sabía que aunque acababa de lastimarla, eso era preferible a verla ser manipulada por alguien, como si ella fuese un títere.
Cuando quedó a una distancia suficiente de Sasori estiró ambas manos. Era momento de acabar con ese combate.
―Tu peor error fue subestimar la determinación del Clan Hyūga ―le dijo, mientras los ocho trigramas del clan se formaban bajo él.
El primer golpe de ambas manos se posicionó en el pecho de Sasori, quien de inmediato experimentó como sus brazos dejaban de responderle. Los siguiente cuatro volvieron a golpear la misma zona, impidiendo que fluyera chakra a los pergaminos de su espalda. Los ocho golpes que recibió a continuación confirmaron que acababa de perder el control de su cuerpo. Pero eso no acababa ahí, sino que durante las dieciséis estocadas siguientes de los dedos de Neji en su pecho, sintió como varias de las venas que había alrededor de su corazón comenzaban a explotar. Durante los treinta y dos golpes siguientes el material cercano a su pecho comenzó a resquebrajarse y sucumbir. El chakra del Hyūga estaba haciendo mellas en él y antes de que perdiese completamente el control de sí mismo, expulsó su corazón en búsqueda de un nuevo contenedor entre los que había escondido en la caverna durante el combate. Las sesenta y cuatro palmas terminaron por hacer añicos dicho cuerpo.
No obstante, mientras el corazón salía expelido por el aire buscando un nuevo títere en el cual adentrarse, Hinata corrió en esa dirección, dando un salto entre los escombros para impulsarse con sus palmas extendidas.
―¡Hakke Kūshō!
El resto del chakra que Neji le había compartido cuando se sujetaron de las manos salió expedido con una fuerza abrumadora de los tenketsus de su mano, haciendo que el corazón de Sasori estallara en el aire y pintara de rojo el suelo de aquella caverna.
Después de eso, todo fue silencio. Habían derrotado finalmente a Sasori de las Arenas Rojas, uno de los shinobis más poderosos de Sunagakure.
Tan pronto la joven tocó el suelo, sus piernas temblaron y trastabillo sin poder mantenerse en pie por más tiempo creyendo que caería, no obstante, antes de ello los brazos de Neji la sostuvieron impidiendo que se volviese a golpear.
―¿Se encuentra bien, Hinata-sama? ―le preguntó Neji ayudándola a pararse derecha mientras ella se afirmaba en él. La joven sólo asintió, intentando recuperar el aliento.
Se sujetó con fuerza el abdomen, tosiendo un poco. A pesar del dolor del golpe, se había forzado a sí misma a dar ese paso extra para terminar con el corazón de Sasori cuando vio la oportunidad de hacerlo. Ahora, todo en ella dolía por el impacto que recibió que cuando Neji la rechazó con su Kaiten.
―Se acabó... ―dijo con labios temblorosos, bajando el rostro para que Neji no viese el alivio que sentía de haber derrotado a un enemigo como ese. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
―¿Por qué llora? ―le preguntó extrañado. Nada se escondía del byakugan de Neji.
―Toda mi vida he vivido sabiendo que personas como él deseaban el Byakugan. Cuando era una niña me pasaba todo el tiempo aterrada de que alguien volviese a llevarme en medio de la noche por mis ojos. El byakugan siempre ha sido una enorme carga para mí. Estar a la altura de lo que se esperaba de la hija de Hiashi Hyūga mientras escuchaba como los otros niños se burlaban de mis ojos, llamándome monstruo, fue un dolor amargo que no le desearía a nadie ―Neji permaneció serio escuchando a Hinata hablar mientras ella intentaba caminar en dirección a la abuela Chiyo―. Muchos años viví odiando mi dojutsu, deseando haber nacido sin él. Vi a personas que amaba morir por proteger que nadie intentara quitarme mi dojutsu. No insultaría sus memorias permitiendo que alguien como este sujeto me quitara lo que el clan Hyūga ha protegido tanto tiempo. Nunca creí que mataría a alguien... aunque fuese un monstruo.
―Cumplió con su deber, Hinata-sama ―dijo Neji con una tenue sonrisa―. Lamento haberla golpeado.
―Hiciste lo que te pedí que hicieras―la joven suspiró, aliviada―. Gracias, nii-san.
―Naruto y Sasuke se acercan ―dijo Neji desactivando finalmente su byakugan.
―Esos sujetos quieren capturar a Naruto-kun ―dijo Hinata agachándose junto a Chiyo, notando que tenía varias heridas en su cuerpo maltrecho. Puso sus palmas sobre la que se veía peor e intentó sanarla con su básico ninjutsu médico.
―Usted... ―preguntó Neji un tanto dudoso―. ¿Se empujó a superar sus límites por protegerlo, verdad?
―No saben nada de Naruto Uzumaki ―dijo irritada mientras intentaba cerrar la herida―. No saben nada de él y piensan que es sólo un arma que pueden intercambiar ―dijo con la voz quebrada―. Cuando me llamaban monstruo por mi byakugan, yo me escondía y lloraba. En cambio Naruto-kun nunca dudó de sí mismo. Nunca nadie lo ayudó, ni lo respetó. Nadie si quiera vio que estaba ahí esforzándose y luchando por que las personas encontraran en él algo más que a un monstruo. A nadie le importó todo lo que sufría mientras intentaba superar el odio y el desprecio del resto para cumplir su sueño de volverse Hokage. Pero yo sí lo vi. Naruto-kun no es una masa de chakra ni un arma. Naruto Uzumaki es el próximo Hokage de Konoha ―al ser un jonin de la aldea, Neji estaba al tanto de lo que había dentro de Naruto, por lo cual no mostró sorpresa ante las palabras de Hinata―. Yo confío en eso. Y si tengo estos ojos son para poder ver ese sueño cumplirse y nadie me los va a quitar antes de que pueda contemplar que su anhelo se vuelve realidad ―observó a Neji y éste asintió, comprendiendo que Hinata estaba molesta. Quizás tenía razones para estarlo. Supuso que si alguien intentase lastimar a Lee o Tenten, tendría una actitud similar―. Necesitamos llevar a Chiyo-sama con un médico-nin. Fue descuidado de mi parte no considerar lo que le ocurriría cuando...
―Sí, fue bastante imprudente ―Hinata asintió un tanto cabizbaja―. ¿Acaso usted pretendía morir cuando activó los sellos explosivos? ―le preguntó Neji mirándola fijamente, a lo cual Hinata no respondió de inmediato.
―Sé que fui impulsiva ―detuvo el ninjutsu médico al ver que gran parte de la herida había cerrado ya―. Pero, es como nos enseñó Gai sensei cuando entrené con ustedes. Sólo nos volvemos realmente fuertes cuando tenemos algo importante que proteger, sólo arriesgar nuestra vida si hay algo importante en juego para nosotros.
―Entonces asegúrese que lo que desea proteger realmente valga su vida, Hinata-sama ―la joven lo observó un tanto confundida―. Usted nació para proteger el legado del clan Hyūga. Ese es su destino. Ese debería ser su sueño y su camino. No arriesgue su propia vida por proteger el sueño de alguien más. En usted descansa la esperanza de toda nuestra familia y también nuestro futuro.
Hinata lo contempló en silencio y con tristeza, creyendo que quizás había sido un poco egoísta en actuar así, impulsada sólo por sus propios sentimientos sin considerar a todos los que dependían de que ella cumpliera con su deber como la futura líder del clan.
Por su parte, Neji suspiró y sacó de algún lugar cerca de su pecho, un pequeño cuadrado doblado de tela, en cuya esquina estaba bordado el símbolo del país del Fuego con hilo rojo. Hinata lo reconoció de inmediato, pues había pasado un mes bordando torpemente ese pequeño presente cuando tenía sólo siete años de edad para entregárselo a su primo durante el festival Rinne, esperanzada de que sus sentimientos lo alcanzaran y él pudiese perdonarla por lo ocurrido con su padre, y que así pudiesen volver a ser esa familia que tanto anhelaba y extrañaba. Para su decepción, el niño había mirado el obsequio como si fuese basura y terminó botándolo al suelo para seguir su camino sin agradecerle o dirigirle la palabra.
Ver que después de todos esos años, conservaba el pañuelo que le había bordado, la conmovió al punto de que las lágrimas que había contenido anteriormente mojaron sus mejillas. ¿Es que acaso después de todo ese tiempo sus sentimientos sí lo habían logrado alcanzar?
―Nii-san... tú...
―Lo siento ―dijo Neji, con solemnidad, mirándola directamente a los ojos―. Por todo.
Hinata dejó de respirar cuando lo escuchó decirlo.
Él no tuvo que explayarse más ni decir otra cosa que esas dos pequeñas palabras. Ellos sabían exactamente a lo que se refería cuando decía eso.
―Cuando terminemos aquí, hablaremos más de esto, si usted me lo permite. Ahora ―Neji enfocó con solemnidad su mirada hacia el sector hacia donde se escuchaba los pasos rápidos de dos figuras que se acercaban―. Debemos volver con ellos y asistirles si lo necesitan.
―Sí ―dijo Hinata sintiendo una extraña dicha dentro de ella que la hizo creer que finalmente todo estaría bien.
Ella y Neji protegerían el futuro de su linaje. Ya no estaba sola dentro de esa familia.
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Mientras avanzaban por el bosque en dirección hacia el lugar en donde había estado la cueva, Sasuke no pudo evitar preguntarse si había tomado la decisión correcta al confiar en Hinata y dejarla sola contra ese sujeto.
Sabía mejor que nadie de lo que ella era capaz y creía en la fuerza de su compañera, tanto, que le habría confiado su propia vida. No obstante, esos sujetos estaban a otro nivel. Quizás, incluso por encima de Kakashi. Naruto, Hinata y él apenas tenían experiencia real en combate de ese calibre. Todo lo que habían estado aprendiendo había sido puesto a prueba entre ellos durante sus entrenamientos.
Ella está bien ―se dijo a sí mismo fijando la mirada hacia el lugar entre los árboles del bosque que había colapsado producto del desmoronamiento de la montaña. Si su enemigo era tan fuerte que su combate había causado algo así quizás Hinata estaba muerta―. Basta. Ella está bien. Tiene que estarlo.
Intentó disipar esos pensamientos de su cabeza y confió en que Hinata sabría salir de esa situación airosa. Su compañera de equipo había avanzado mucho durante su entrenamiento y sus ojos eran algo en lo cual él siempre lograba confiar. Su pecho se oprimió ante la idea de llegar a ese lugar y encontrarla herida o incluso, muerta.
¡Basta! ―apretó el puño mientras corría, irritado de las imágenes que venían a él―. Estamos en una misión. Deja de preocuparte así. Deja de pensar en ella.
Necesitaba estar atento, tranquilo y frío a la hora de combatir para así tomar las mejores decisiones posibles. Si dejaba que sus sentimientos personales le nublaran la cabeza podía ponerlos en riesgo o ser ineficiente a la hora de combatir. Eran shinobis, no podían darse el lujo de lamentarse, quebrarse o tener miedo en ese momento.
Su preocupación por Hinata era tan grande, que ni si quiera se molestó en observar hacia Naruto mientras corría.
Si lo hubiese hecho se habría percatado que parecía otra persona. Ese particular brillo en sus ojos se había esfumado, siendo remplazado por una rabia que nunca antes había estado ahí. Algo oscuro lo mantenía al borde de su propia cordura, alimentado por los susurros del Kyubi y la desolación que sentía por la pérdida de Gaara. Quizás el único motivo por el cual aún se mantenía levemente razonable era porque sabía que de ello dependía si podía llegar con Hinata. Y al igual que Sasuke, Hinata era su prioridad en ese momento. De hecho, le ardía la piel pensando en que ella pudiese estar herida o que al igual que Gaara, pudiese perderla. Negó con el rostro y aumentó su velocidad, pasando incluso a Sasuke, quien sólo entonces pareció notarlo.
Cuando ambos llegaron al gran agujero en la planicie de hierbas, observaron que en la parte baja, ahí donde se encontraba lo que anteriormente había sido una cueva dentro de la montaña, se hallaban Hinata y Neji intentando asistir a la anciana mujer que los había acompañado representando a Sunagakure. Desde esa distancia, Sasuke creyó que quizás estaba muerta e inspeccionó el resto de la caverna intentando descubrir el cuerpo del otro sujeto.
Naruto saltó de inmediato al encuentro de ambos, mientras que Sasuke se paró un momento en el borde de la apertura observando y evaluando la situación. No obstante, ambos parecieron respirar tranquilos cuando notaron que Hinata había vencido.
―¿Estás bien, Hinata? ―le preguntó Naruto parándose junto a ella para luego agacharse de inmediato y observarle más de cerca el rostro―. ¿Ese sujeto te hizo esto? ―le cuestionó visiblemente asustado, notando el corte que tenía en la frente y algunas manchas de sangre en su ropa un tanto desgarrada. Sin pedirle permiso, tomó el pañuelo que ella tenía entre sus manos y lo presionó contra la herida de su frente, haciendo que inevitablemente la joven se sonrojara―. ¿Te duele mucho?
La joven negó con suavidad, dedicándole una sonrisa que por un momento, trajo algo de paz en la cabeza de Naruto. Neji por su parte subió una ceja preguntándose por qué ese inútil confianzudo se había acercado tanto a su prima.
―Gracias a dios ―dijo, casi en un susurro, respirando un poco más tranquilo.
―¿Y Kakashi Sensei? ―preguntó Hinata desviando un poco su mirada, avergonzada por la cercanía de Naruto.
―Se quedó con el otro tipo. Logramos capturarlo ―le respondió, haciendo que Hinata luciese un tanto sorprendida y por un momento, algo le coloreó las mejillas de rosa, con la esperanza de que su peor miedo no se hubiese vuelto realidad.
―¿Lograron rescatar a Gaara? ¿Cómo se encuentra? ―preguntó la joven animadamente.
Cuando Naruto observó la forma en que los ojos de Hinata brillaban, esperanzada de que todo había salido bien y que él había logrado salvar a Gaara, sintió que perdía todo atisbo de coraje para mirarla al rostro. La tranquilidad desapareció del semblante de Naruto, siendo remplazado por una expresión de desconsuelo y temor, desviando ahora él la mirada. Un nudo se formó en su garganta, y aunque intentó decirlo, no pudo conformar una oración coherente para explicarle a Hinata que había fallado, que a pesar de que había dado todo de sí, no había conseguido salvar a Gaara de esa horrible y solitaria muerte.
―¿Naruto-kun? ―Naruto cerró los ojos y gruñó, apretando su puño al escuchar la dulce voz de Hinata llamarlo. ¿Cómo podía decirle que había fracasado? ¿Cómo podía mirarla al rostro cuando no había podido salvar a Gaara? Ella confiaba en él, y había fallado. No sólo a ella, sino a Temari y sobre todo a Gaara.
―No pudimos llegar a tiempo ―dijo Sasuke, saltando frente a ellos, interrumpiendo ese pequeño desplante de emociones. Hinata subió el rostro hacia Sasuke y frunció el ceño en un gesto de dolor, comprendiendo lo que él quería decir―. ¿Puedes caminar? ―ella asintió―. Bien.
A veces, Sasuke no comprendía del todo la forma de pensar de Naruto y Hinata. Desde que eran niños vivían en un mundo de idealismos, fantasías y tonterías en que pensaban que bastaba con decir que harían algo o que deseaban algo para lograrlo u obtenerlo; esa creencia de que la vida debía ir al ritmo y gusto de ellos le parecía muy absurda. Era algo que le irritaba de ambos.
Sasuke había comprendido hacía bastante que la vida no funcionaba así, sino, que muchas veces daba giros inesperados y debía estar lo mejor preparado para afrontarlos, para así no verse sorprendido por ello. No bastaba con decir que deseaba matar a Itachi; debía hacer que eso se volviese una realidad y mover todas las piezas correctamente para que algo así ocurriese. No bastaba con estar enamorado de Hinata Hyūga para creer que un día ella sentiría de vuelta lo mismo que él sólo porque se lo propusiera. Las cosas, la vida, no funcionaba así.
Tanto Naruto como Hinata sabían desde el momento en que habían entrado a la cueva que Gaara estaba muerto. Hinata, porque lo podía ver con su byakugan, Naruto, porque podía verlo con sus ojos. El propio Deidara se los había comunicado. Y aun así, ambos conservaban esa esperanza ilusa de que quizás, por algún milagro, Gaara abriría los ojos y comenzaría a latir su corazón nuevamente al momento que recuperaran su cadáver. No sabía de dónde venían esos anhelos tan infantiles, pero ya iba siendo hora de que ambos pusieran los pies en la tierra y observaran la realidad. El mundo era un lugar rudo, cruel y no mostraba piedad con los débiles. Supuso que él había perdido esa tonta inocencia infantil que sus compañeros poseían cuando deseó todos los días de su infancia que la muerte de sus padres hubiese sido solo un mal sueño y al despertar los encontrase vivos.
A pesar de lo mucho que rezó y pidió por ello, sus padres seguían muertos.
―¿Qué sucedió aquí? ―le preguntó a Neji, quien se había puesto de pie mientras Hinata intentaba reanimar a Chiyo con ninjutsu médico.
―Logramos vencerlo ―dijo sin dar mayores detalles. Neji, al igual que Sasuke, era alguien bastante preciso a la hora de dar información―. Aunque la anciana no se encuentra muy bien. Recibió bastante daño durante la explosión.
―Debemos llevarla de vuelta a Sunagakure para que atiendan sus heridas y se recupere ―dijo Hinata.
―Nosotros capturamos al otro. Imagino que Kakashi querrá llevarlo de vuelta a Konoha para ser interrogado ―les informó Sasuke mientras Naruto seguía completamente ausente en sus pensamientos, agachado junto a Hinata―. El equipo Gai puede encargarse de llevar a Chiyo-sama y al Kazekage de vuelta a Sunagakure. Seguramente querrán darle un funeral apropiado ―cuando lo dijo, Naruto bajó aún más el rostro―. ¿Dónde está el resto de tu equipo Neji?
Justo entonces, mientras Hinata se enfocaba en la conversación, Neji y Sasuke intercambiaban los datos sobre el combate que Gai y su equipo estaba llevando en contra de los clones y en que Naruto seguía inmerso en sus pensamientos, un brusco movimiento atrás de Hinata captó la mirada de Sasuke. Su Sharingan se activó instintivamente, notando la dirección que llevaba ese kunai. Desenvainó su chokuto con la rapidez que había aprendido en el país del hierro y vio, en cámara lenta, la forma en que el kunai se acercaba a la espalda de Hinata. Su corazón latió fuerte, su adrenalina se disparó y por una fracción de segundo, creyó que todo a su alrededor se detenía.
Cuando volvió en sí, notó que había logrado desviar el kunai que pretendía enterrarse en medio de la espalda de su compañera y saltó sobre Chiyo para inmovilizarla, tirando de Hinata hacia atrás con su mano libre y así sacarle de su camino.
La joven lució sorprendida ante el acto, Sasuke confundido y Neji preocupado. Incluso Naruto pareció quedar pasmado con la escena, siendo Sasuke el único capaz de reaccionar. Era el único de ellos que nunca bajaba la guardia y con su Sharingan activo, había visto el movimiento antes de que se produjera.
Enterró su espada en la mano de Chiyo y logró clavarla en el suelo observándola con la mirada afilada y con una clara intensión asesina.
Hinata bajó la mirada a su costado y notó que, el kunai había conseguido rasgarle la ropa, haciéndole un corte superficial en la cintura. La sangre comenzó lentamente a manchar la tela de su atuendo, haciendo que la mirada de todos se posaran en esa mancha roja que crecía en su abdomen.
De inmediato, Hinata sintió como la piel en esa zona se le entumecía y comprendió lo que ocurría. El veneno de la hoja del kunai se estaba esparciendo por su abdomen a rápida velocidad.
―Veneno ―dijo, incrédula de que alguien que acababa de intentar ayudar le hiciera algo así.
―¿Qué te pasa abuela? ¿Por qué atacaste a Hinata? ―exigió saber Naruto.
―Intente no moverse, Hinata-sama ―dijo Neji, activando su byakugan, observando con cuidado la herida.
―¿Por qué? ―le preguntó a Chiyo, mientras sujetaba su abdomen con una de sus manos, siendo retirada hacia atrás por Neji y con Naruto interponiéndose entre la anciana y Hinata en caso de que intentase otra tontería como esa.
―Lo lamento ―dijo con quietud, suspirando, aceptando el castigo que ellos le quisieran dar por lo que acababa de hacer―. El Tenseigan no puede volver a despertar. Nunca ―todos lucieron confundidos al escucharla hablar. No había un sentido de satisfacción en lo que acababa de hacer, sino más bien, un sentido del deber en sus palabras―. Sasori ya sabía de él y conocía como despertarlo. El resto de Akatsuki también debe saberlo ―siempre había sido extremadamente talentosa para hacerse la muerta. Nunca pensó que le serviría tanto en esa ocasión―. No es nada personal Hinata-san, pero eventualmente lograrán su cometido, ya que eres una joven demasiado amable para ser una kunoi...
Antes de que terminara de hablar, la espada de Sasuke le cortó limpiamente la cabeza.
En ese momento Neji lo vio con claridad y supo que no se equivocaba al sentir recelo de Sasuke todo ese tiempo. Ahí estaba, esa oscuridad en él que por tanto tiempo había pedido ser liberada para arrasar con todos ellos.
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Nota:
Muchas gracias por seguir esta historia hasta este punto. El próximo capítulo lo tengo escrito hace bastante así que espero poder subirlo muy pronto. Les pido amablemente que dejen un review, lo agreguen a sus favoritos y den follow para ayudar con la difusión de esta historia. Se los agradecería mucho. Cualquier duda pueden enviarme un MP o dejarla en sus comentarios, que intentaré responderles. Un abrazo y gracias por leer.
