54. All of Me

La mañana de la boda fue un caos en la preciosa casa de Iruka y Genma en Melrose Hills. Ambas novias, Sakura y Hotaru, estaban allí para vestirse, peinarse y arreglarse, y pronto llegaron también Temari y Naori.

Como si de una gran producción de Hollywood se tratara, la casa se comenzó a llenar de los periodistas enviados por Leroy, el amigo de Itachi, y Hotaru y Sakura los atendieron amablemente, dejando que les hicieran fotografías mientras se maquillaban, peinaban o vestían.

Cuando acabaron su trabajo y se marcharon, Temari dijo divertida:

—¡Voy a salir en el Vogue del mes que viene!

—Sí y también en Hello, People, Elle, Prestige y Cosmopolitan —aplaudió Genma encantado.

—¿Sabéis algo de Valeria? —preguntó Naori—. Es raro que no haya llegado. Anda que no le va a jorobar haberse perdido esta sesión de fotos.

Todas negaron con la cabeza y Hotaru explicó:

—Ayer la llamé por teléfono y no me lo cogió. Eso sí, luego me envió un mensaje diciéndome que estaba bien y que hoy me contaría.

Las demás se miraron sorprendidas, pero en ese momento se abrió la puerta y aparecieron los críos. Los niños de azul y las niñas de rosa estaban guapísimos y Ayamé, al ver a Sakura ya con su bonito vestido de novia y unos mechones de color en el pelo, exclamó:

—¡Mamita linda, estás redivinaaaaaaaaaaaaaaa!

Sakura sonrió, abrió los brazos y la estrechó con cariño. De repente, un extraño olorcillo invadió la estancia y Temari abrió las ventanas. Sakura miró al pelirrojo que reía a mandíbula batiente y dijo:

—Kai, como se te ocurra tirarte un pedo en la iglesia o en el banquete, te prometo que te castigaré el resto de tu vida, ¿entendido?

—Sedé bueno, mami. Te lo pometo —contestó él, asintiendo.

En ese momento, un remolino de color azul turquesa entró en la habitación y Valeria las miró con una sonrisa radiante.

—Bueno... bueno... bueno... Qué cutis más terso tiene esta hoy —Temari.

Hotaru, al intuir de lo que se iba a hablar allí, le dio un beso a su hija, que ya se había asegurado de que llevara puesta la pulsera de zafiros, y ordenó a Rosa y a Amelia que sacaran a los niños de allí.

Cuando se hubieron marchado, Valeria dijo:

—Alain llegó ayer de Francia. ¡Ha pedido el traslado aquí! ¡Ha hecho una locura de amor por mí!

Todos aplaudieron encantados, abrazando a la felicísima Valeria.

Una hora después, toda la comitiva salió hacia la iglesia en una impresionante limusina blanca. Sakura se abanicaba nerviosa y Linda, al verla, la cogió de la mano y dijo:

—George estará muy orgulloso de ti; lo sabes, ¿verdad?

Sakura emocionada. Ese día habían pasado por su cabeza su padre, su madre, su hermano y, por supuesto, George.

—Sin duda, estará sentado en primera fila para no perdérselo —susurró conmovida.

Al llegar a la iglesia, Naori cuchicheó:

—Madre mía, Valeria, qué guapo está Alain con ese traje gris oscuro.

Su amiga miró por la ventanilla y, al ver a su chico hablando con Shisui y Fugaku replicó:

—Pues sin traje, ¡ni te cuento!

Bajaron de la limusina entre risas. Valeria y Linda, junto a la Tata, se ocuparon de los niños, y Naruto se acercó a Temari, que le daba un beso a su pequeñita, y dijo:

—Si no le importa, señorita, Utakata Uchiha la espera en el interior de la iglesia.

Temari lo miró. Estaba impresionante con aquel traje oscuro y su cara de perdonavidas y, levantando el mentón, respondió:

—Me parece genial. Ahora mismo iré.

Dicho eso, Naruto se dio la vuelta y se marchó. Era el encargado de la seguridad en la boda y, con un pinganillo en la oreja, controlaba que todo marchara a la perfección.

Naori, al ver cómo lo miraba Temari, fue junto a ella y cuchicheó:

—No me digas, gordicienta, que ya te has comido ese bombón.

—Hasta hartarme —contestó su amiga, suspirando. Y luego añadió y al ver que Naruto le volvía a mirar con intensidad—: Te dejo, que tengo que ir a coger del brazo al nenaza de Utakata antes de que se desmaye. Manda narices que justamente yo sea su madrina —masculló.

Naori la vio marcharse corriendo y en ese momento Shisui se acercó a ella y dijo:

—Itachi te espera dentro de la iglesia. No para de preguntar dónde está su madrina y que cuándo llega Sakura.

—Qué impaciente —rio ella.

—Es un Uchiha, ¿qué esperabas? —se mofó Shisui, besándola.

Cuando desaparecieron en el interior de la iglesia, Hotaru, que estaba en la escalinata junto con Sakura, la miró y dijo:

—Aiss, cuqui, parezco novata. Estoy supersupernerviosa y eso que es la segunda vez que me voy a casar con el mismo Uchiha.

—Pues ni te digo cómo estoy yo, que es la primera —contestó Sakura, intentando templar los nervios.

—¿Quién entraba primero en la iglesia, tú o y o? —preguntó Hotaru.

—Tú —respondió Sakura—. Eso nos dijeron los chicos ayer, que son quienes lo han organizado todo.

Hotaru la abrazó y dijo:

—Ha llegado el día. Que seas muy ... muy feliz.

—Lo mismo digo —contestó Sakura emocionada, abrazándola también.

Tras separarse, Hotaru dijo:

—Yo ya he caído dos veces en La maldición de los Uchiha. Espero que tú caigas solo una. —Y, tocándose la llave que llevaba al cuello, añadió—: Y como dice aquí, que sea para siempre.

En ese instante, Fugaku se acercó a ellas y, tras mirarlas con un gesto más que aprobatorio y orgulloso, dijo:

—Sois los bellezones más impresionantes que he visto en mi vida y no sabéis lo que me gusta que ambas llevéis las llaves colgadas al cuello, al igual que Naori. —Luego, mirando a Sakura, al ver unos mechones de colores en su pelo rosa, comentó divertido—: Chica arco iris, te esperamos dentro.

Ella asintió guiñándole un ojo y él, sonriente, le ofreció el brazo a Hotaru.

—Vamos, preciosa. La ceremonia ha de comenzar o a mi hijo le da un infarto.

Cuando Hotaru comenzó a subir la escalinata de la iglesia con su suegro, Iruka y Genma, que estaban junto a Sakura y eran sus padrinos, la miraron con emoción y Genma, tendiéndole su bonito ramo de rosas rojas, dijo:

—Cachorra, será un placer entregarte a ese morenazo.

—Estoy atacada —murmuró ella, dándose aire.

—Lo sé, mi amol, pero tranquila, todo va a salir bien —la animó Iruka.

Naruto hizo un gesto para que entraran Hotaru y Fugaku y de pronto se oyeron unos violines.

Moon River, ¡qué maravilla! —exclamó Genma al oír la melodía.

Sakura sonrió imaginando la cara de felicidad de Hotaru. Utakata era muy detallista. Aún recordaba cómo el día de la «no boda», Hotaru repetía una y otra vez que la marcha rusa no era Moon River.

Naruto bajó los escalones y se acercó a ellos.

—Estás preciosa, cara bonita. Que seas muy feliz —le dijo a Sakura.

—Gracias.

Durante unos segundos, ambos se miraron, y supieron que entre ellos todo estaba bien y que siempre serían amigos.

—Sé por Itachi que te vas como jefe de seguridad de los Rolling Stones en su gira europea.

—¡No me digas! Con lo que te gustan los Rolling —aplaudió Genma.

Naruto sonrió y dijo:

—Sí, siempre me han gustado y no sabéis lo feliz que me hace acompañarlos en esta gira. —En ese momento, a Naruto le dijeron algo por el pinganillo, abrazó a Sakura y, subiendo la escalinata, añadió—: Vamos, cara bonita, te toca entrar. Por lo visto, el novio te espera ansioso.

Cogida del brazo de sus padrinos Iruka y Genma, Sakura comenzó a subir la escalinata y, cuando entraron en la iglesia y oyó los primeros acordes del piano de All of Me, de John Legend, sonrió emocionada. Itachi era otro gran detallista. Pero instantes después, se quedó de piedra al ver que John Legend en persona comenzaba a cantar la canción.

Itachi había querido sorprenderla y lo había conseguido. Cuando lo vio, ya no pudo pensar en nada más. Su moreno, aquel Uchiha que la amaba con locura, estaba guapísimo con su traje oscuro y su camisa blanca y sonrió cuando leyó en su boca aquello de ¡Ay, Diosito!

Sin apartar los ojos de él, con sus hijos delante de ella, echando pétalos de rosa, caminó sonriente directa hacia el altar, donde la esperaba su amado, mientras John Legend cantaba para ellos aquella increíble canción.

Itachi, por su parte, apenas podía respirar. Ver a Sakura tan preciosa, con aquel vestido, con aquella sonrisa, con sus mechas de colores entre su pelo rosa, lo dejó sin habla. Ella lo era todo para él, como decía la canción.

Cuando Iruka y Genma, la soltaron, Itachi le tendió la mano, como cientos de veces había hecho, y Sakura se la cogió. Mirándolo a los ojos se puso a su lado y él, sin importarle el gesto del cura, le dio un rápido beso en los labios y dijo:

—Estás preciosa, cariño... preciosa.

Cuando terminó la ceremonia, tras haber sido sepultados en arroz y pétalos de rosas blancas y rojas y haber recibido cientos de besos de felicitación, Itachi tenía en brazos a los gemelos, y en ese momento Ayamé, acercándose hasta ellos, cuchicheó:

—¡Ay, papacitos, me acabo de enamorar locamente!

Ambos sonrieron al oírla y Sakura preguntó:

—¿De quién, cariño?

Ayamé señaló con disimulo a un joven rubio que hablaba con los invitados y cuchicheó:

—Ay, Diosito, mamita. Ese galán al que he visto mil veces enamorar y besar a otras en las telenovelas, me ha mirado, me ha sonreído y me ha dicho que estoy muy ... muy guapa con este vestido.

Itachi, sorprendido por la reacción de la niña ante ese halago, respondió:

—Cielo, eso mismo te dije yo cuando te vi.

—Sí, pero tú eres mi papito y no cuenta, en cambio, ¡Michael Brown es un dios! Y el hombre de mis sueños.

Y cuando la cría se marchó tras Preciosa, que la llamaba, Sakura, al ver el gesto de sorpresa de Itachi, dijo riendo:

—Mentalízate, cariño. Ayamé es una preadolescente. Ahora eres su papito y ha dejado de ver en ti al chico guapo de la sonrisa bonita, el cochazo impresionante y los ojos como los amaneceres de Acapulco.

Al oírla, Itachi sonrió; a continuación soltó a los gemelos, que corrieron tras Ayamé y dijo, acercándose a su mujer:

—Habrá que controlar a esa preadolescente muy de cerca, pero mientas tanto, para quitarme el disgusto que me acaba de dar, ¿qué tal si me besas, señora Uchiha?

—Será un placer.

Sakura lo hizo, mientras los flashes de los periodistas no paraban de centellear.

Tras cientos de fotos y de saludar a todo el mundo, Fugaku, la Tata y Linda metieron a todos los niños en la limusina y se marcharon hacia el lugar donde se iba a celebrar el festejo. Sakura, al ver aquello, miró a Itachi y preguntó sorprendida:

—¿Y nosotros cómo vamos?

En ese instante, él dio un silbido y un mozo apareció con el bonito Volkswagen rojo de Sakura. Miró a Itachi encantada y enamorada. Ir en aquel coche era como tener a su padre, a su hermano y a su madre cerca, y sonrió emocionada cuando vio también un cartel trasero que ponía las iniciales de «Hasta el infinito y más allá», HEIYMA.

—Estás en todo, Itachi Uchiha.

Él sonrió y, guiñándole un ojo, dijo:

—Por ti lo que sea, mi vida.

Ella lo besó y, cuando se montó en el vehículo, Valeria gritó:

—¡Sakura!

Ella miró, asomada a la ventanilla, y vio a Valeria, a Temari y a otras chicas amigas de Hotaru, y Valeria dijo:

—Tienes que tirar el ramo. Hotaru ya lo ha hecho.

Sakura arrancó una rosa roja, que dejó sobre el salpicadero del coche para guardarla eternamente en el interior de su libro preferido y, mirando a Itachi, ordenó:

—Arranca.

Entonces, Sakura, sacando la mano por la ventanilla, lanzó el precioso ramo de rosas rojas hacia las chicas. Con curiosidad, se dio la vuelta para ver quién lo había cogido y rio al ver que Temari lo tenía en las manos y saltaba junto a Valeria, mientras gesticulaba y sonreía.

Al llegar al lugar de la celebración, Itachi aparcó y ayudó a la que ya era su mujer a salir del coche. Caminaron de la mano hacia los niños, que al verlos corrieron a abrazarlos. Segundos después, la Tata y Linda se llevaron a los pequeños y Fugaku hizo pasar a una salita a sus tres hijos y a sus tres nueras. Una vez los tuvo a los seis ante él, dijo emocionado:

—Quiero que sepáis que en este instante soy el hombre más feliz del universo, pero también es un momento en el que echo mucho de menos a vuestra madre. Aunque conociéndola —sonrió—, estoy seguro de que estará organizando en el cielo una buena fiesta para celebrar lo mismo que nosotros en la Tierra.

Las tres parejas sonrieron y Fugaku, sacándose un sobre del bolsillo, miró a Hotaru y dijo:

—Tú ya sabes lo que pone, pero por favor, hija, léelo de nuevo.

Emocionada, Hotaru lo cogió y, mirando a su flamante marido, murmuró abriendo el sobre:

—Espero que esta vez sepamos aprovechar los consejos de tu madre con más cabeza.

—Te aseguro y te prometo que sí, amor —afirmó Utakata con seguridad.

—«Mi querida hija:

»Sin duda hoy es un día maravilloso para contraer matrimonio con el hombre de tu vida. Y, sin duda, si estás leyendo esta carta, Utakata lo es.

»Mi hijo Utakata es un ser lleno de alegría, luz propia y ambición. Es el que más se divierte en una fiesta, el hombre al que todas quieren acercarse en esa fiesta, pero al mismo tiempo es el que más trabaja para conseguir los propósitos que se marca en la vida.

»Amor es una palabra corta, que te llena el corazón y el alma de infinitos sentimientos y Utakata es un hombre de infinitos sentimientos. Sé fuerte y sorpréndelo. No dejes, no permitas, que él abra siempre el camino. Adelántate y abre esos caminos tú para que nunca dejes de sorprenderlo y mi hijo tenga claro la clase de mujer con la que comparte su vida.

»Mi querida hija, me habría encantado conocerte para abrazarte y decirte entre muchas cosas, tres que son especiales.

»La primera, el amor no es de quien lo rompe, sino de quien lo repara.

»La segunda, el amor no es amor si no has cometido alguna locura por él.

»Y la tercera, el verdadero amor no tiene un final feliz, porque, simplemente, no tiene final.

»Os deseo una maravillosa y próspera vida juntos y, por favor, cuida a todos los Uchiha, como estoy segura de que ellos van a cuidar de ti.

»Os quiere.

»Mamá Mikoto.

»P.D. Dile de mi parte al ogro de Fugaku que sonría y nunca deje de quereros, o cuando lo vuelva a tener delante de mí, lo lamentará».

Hotaru terminó la carta con los ojos llenos de lágrimas y, mirando a su emocionado marido, dijo:

—Puedes estar seguro, Utakata Uchiha, de que en esta ocasión la carta que escribió tu madre ha significado para mí mucho más que la primera vez que la leí y ...

Pero no pudo decir nada más, porque Utakata la abrazó conmovido y murmuró:

—Te quiero, amor, y te aseguro que nuestra vida será tal como ambos deseamos.

Naori, que junto a Shisui y el resto había escuchado primero la carta y después lo que ellos se decían, miró a su marido y sonrió. Aún recordaba los consejos que Mikoto le había dado en su carta y, tras entregarle a Fugaku un pañuelo para que se limpiara los ojos, preguntó mirándolo:

—¿Tienes que entregar alguna carta más?

Fugaku sonrió y, sacándose otro sobre del bolsillo, dijo, dirigiéndose a Itachi:

—Siempre has querido saber lo que tu madre había escrito para ti y para tu mujer. Pues bien, hijo, el momento ha llegado.

Itachi asintió emocionado y, mirando a Sakura, que no sabía de qué iba, explicó:

—Mamá le dejó tres cartas a mi padre. Una para cada uno de nosotros, que solo se podrían leer el día de nuestras bodas, especialmente porque son para vosotras, nuestras mujeres.

Sakura lo miró cohibida y cogiendo la carta que Fugaku le tendía, murmuró al tiempo que la abría:

—Se me va a salir el corazón por la boca.

Todos rieron y ella, sacando el papel del sobre, ley ó:

—«Mi querida hija:

»En un día tan bonito como lo está siendo este para ti y mi hijo Itachi, yo tampoco me lo quería perder.

»Cuando mi niño Itachi me dijo "Te quiero" por primera vez, mi vida, mi universo y todo mi ser cambió radicalmente y solo espero que la primera vez que te lo dijera a ti, tu vida cambiase tanto como para que ya no pudieras vivir sin él.

»Itachi es un ser lleno de amor, sentimientos y dulzura. Adora la música, como yo, y en sus composiciones hablará sin duda de vuestro amor eterno.

»Cuídalo como estoy segura de que él te va a cuidar a ti y no olvides que solo el que te quiere de verdad comprenderá estas tres cosas de ti.

»La primera, el dolor detrás de una sonrisa.

»La segunda, el amor detrás de tu rabia.

»Y la tercera, las razones detrás de tu silencio.

»Espero que seas muy muy feliz con Itachi. Que lo ames tanto o más como sé que él te va a amar a ti. Estoy segura de que entre Itachi, tú, su padre y mis otros dos hijos, Utakata y Shisui, vais a crear una sólida familia como la que yo tuve con mis cuatro hombres Uchiha.

»Os quiere y os querrá eternamente,

»Mamá Mikoto.

»P.D. Dile a Fugaku que cualquier catorce de febrero nos volveremos a casar y que sonría. Por favor, que sonría y yo seré feliz».

Una vez Sakura acabó de leer la carta, los cuatro Uchiha estaban hechos un mar de lágrimas.

Ver a aquellos cuatro puertorros tan grandes, tan hombretones, emocionados, atenazó el corazón a las tres jóvenes y Naori murmuró:

—Sin duda Mikotto era una gran mujer.

Ellos asintieron, pero ninguno pudo hablar. El amor que seguían sintiendo por aquella mujer que había desaparecido de sus vidas era tan grande, que a pesar de los esfuerzos que hacían por mostrarse fuertes, les resultaba imposible.

Durante varios minutos, Naori, Hotaru y Sakura se encargaron de consolar a aquellos cuatro titanes, y cuando los Uchiha al completo volvieron a sonreír y sus lágrimas se secaron, las chicas suspiraron de felicidad y todos juntos se unieron a la fiesta, conscientes de que, en el cielo, Mikoto la Leona estaría celebrando los enlaces cantando salsa.

Aquella noche, tras un banquete colosal y una fiesta sin igual en la que bailaron merengue, rumba, salsa y todo lo que se terció, los cuatro Uchiha subieron al escenario con sus tíos y compañía.

Naori, que estaba hablando con Sakura y las chicas en ese instante, al ver a su marido y al de ella en el escenario se quedó en silencio y Hotaru, acercándose, dijo:

—Cuquis... cuquis... que Fugaku ha convencido a los chicos para que canten.

Sakura sonrió. Sin duda Itachi estaría disfrutando, porque le gustaba muchísimo cantar. Pero Naori, que conocía a Shisui, cuchicheó:

—Pobrecito mío, se tiene que estar muriendo de vergüenza.

Los invitados, al verlos en el escenario rodeados de su familia, aplaudieron, y Fugaku, como patriarca, cogió el micrófono y dijo:

—Ya os he dado las gracias mil veces por estar esta noche aquí y, aún a riesgo de que alguno de mis hijos me mate —comentó mirando a Shisui, que sonrió con complicidad—, he querido subirlos al escenario para que canten conmigo, como habrían hecho con su madre. Mi Mikoto siempre decía que lo mejor de la salsa lo tenía en casa y por eso os vamos a cantar Represento. Una canción muy nuestra que siempre nos gustó a todos.

Sakura aplaudió divertida e Itachi, encantado, le guiñó un ojo. Uno de sus tíos comenzó a tocar la trompeta y acto seguido, su otro tío Kagami los bongos, uno más las maracas y segundos después, Fugaku empezó a cantar. Entre risas, Itachi, Shisui e Utakata se miraban haciéndole los coros, hasta que Fugaku le entregó el micrófono a Itachi y este cantó con seguridad:

Represento a los que llevan la música por dentro,

sea salsa, rumba, mambo o flamenco,

lo que importa es el sabor y el movimiento.

Represento una raza de colores diferentes

que se funden para hacerse transparentes,

y yo soy el vivo ejemplo de mi gente...

—Por el amor de Dios, la virgen y todos los santos habidos y por haber —rio Genma, mirando a su amiga Sakura—. ¡Este chico vale para todo!

Sakura asintió enamorada y respondió:

—Sí, Genma. Absolutamente para todo.

—Ay, cómo baila, mi amol. Pero ¡si parece cubano! —Aplaudió Iruka.

Sakura no pudo evitar reír ante el comentario. Sin duda Itachi bailaba increíblemente bien. Además, era una delicia de hombre, guapo, cariñoso, romántico, triunfador, con una bonita voz. Itachi Uchiha lo tenía todo.

—Cachorra, te voy a preguntar una indiscreción tremenda. ¿Tu marido se mueve igual de bien en la cama que en el escenario? —murmuró Genma, encantado con el espectáculo.

Sakura y Naori soltaron una carcajada y ella, mirando a su maravilloso marido, que sin duda era el capricho de muchas de las mujeres que estaban observando su movimiento de cadera, afirmó:

—Mejor. Se mueve todavía mejor.

—Ay, Diosito, ¡qué calor! —Se abanicó Genma.

Naori, divertida, miró a Hotaru y ambas dijeron al unísono:

—Es un Uchiha, ¿qué esperabas?

Encantadas, Hotaru, Sakura y Naori bailaban y aplaudían a sus chicos, quienes llevaban la salsa en la voz y en sus cuerpos. Nadie podía negar que aquellos puertorros eran los dignos hijos de ¡La Leona!

Tras aquella primera canción, subieron al escenario Gloria Estefan, Marc Anthony, Naori, Luis Miguel, Alejandro Sanz, Luis Fonsi, Ricky Martin... absolutamente todos los amigos de los Uchiha que estaban allí. Deseaban regalarles a los recién casados una canción.

Después de varias horas donde bailaron hasta los periodistas que estaban cubriendo el evento, de madrugada, Sakura e Itachi danzaban acaramelados en la pista.

—«Te morderé los labios, me llenaré de ti, y por eso voy a apagar la luz para pensar en ti» —canturreó Itachi en su oído el bolero que Luis Miguel estaba cantando en el escenario.

Sakura, con el vello erizado, sonreía mientras lo escuchaba. Nunca, nunca en toda su vida hubiera esperado conocer a alguien como él.

Sin duda, el día que le mojó los pantalones de bebida en aquel catering fue el mejor día de su vida, y lo miró enamorada. Quiso retener en su mente aquellos ojos, aquella mirada, la intensidad del momento. Aquella pasión, aquel delirio.

—¿Eres feliz? —preguntó Itachi.

—Como nunca en mi vida —susurró ella.

Acercándola más a su cuerpo, Itachi cuchicheó:

—No veo el momento de llegar a la habitación para quitarte tu precioso vestido de novia y comenzar a encargar un bebé.

A ella nada le apetecía más que eso y, con voz mimosa, susurró:

—¿Sabes?

—¿Qué, taponcete?

—Linda, tu padre y la Tata se ocupan de los niños esta noche.

—Mmmm... Qué maravilla. Una noche entera para nosotros.

—Sí —susurró, acercándose a su oído—. Y hoy te ataré yo al cabecero de la cama para hacerte mil veces mío.

—Wepaaa... —exclamó Itachi embelesado, mientras le rozaba los labios—. Eso que dices suena muy ... muy tentador.

Y sin ganas de compartir ni un segundo más a su pelinegro de los ojos como los amaneceres de Acapulco con el resto de los invitados, sonrió y, tirando de él, dijo:

—Vamos, ven.

—¿A dónde? —rio divertido, caminando tras ella.

Feliz por su sonrisa y por cómo la miraba, Sakura le guiñó un ojo y murmuró, mientras salían en dirección a su coche:

—Uchiha, no preguntes y ¡sígueme la corriente!