Episodio 95: Skeleton Den
La trampilla descubierta bajo el altar daba acceso a un pasadizo vertical, con una escalera de mano que los cuatro cazadores descendieron con precaución, se trataba de un pasaje oscuro, estrecho y húmedo, incómodo en general.
- ¿No había otra salida? – Preguntó Luis con fingida curiosidad, incapaz de disimular su tono de protesta.
- La hay – informó el pelirrojo, que miraba hacia abajo tratando de no posar la vista en el trasero de Claire, que bajaba tras él – pero tenemos una buena razón para no usarla. Lo entenderás más tarde – añadió.
La escalera finalizaba junto al pasadizo a una altura de unos cuatro metros sobre el suelo, uno a uno, se fueron descolgando empleando el látigo de Simon, que descendía el primero, como cuerda a fin de acortar la caída todo lo posible. Toda precaución era poca.
El pasaje había dado a una sala excavada en la roca, a sus espaldas se alzaba un portón de madera reforzado que podía abrirse de un simple empujón, y al frente dos puertas algo más pequeñas.
- Una bifurcación… - Observó la muchacha mientras miraba los dos accesos.
- ¿Ideas? – El Fernández había lanzado la pregunta al aire, pero era evidente quién era el destinatario.
- Hay dos puertas, somos cuatro – Respondió inmediatamente el aludido – Blanco y en botella...
- Tenemos que separarnos – Completó Luis.
- ¿De verdad os parece buena idea? – Intervino Simon – Eso también dividirá nuestras fuerzas.
- La teoría y la práctica convergen, hermanito – Contestó Erik – Si los cuatro tomamos el mismo pasadizo es muy probable que al salir seamos atacados por los monstruos del otro camino. No nos conviene arriesgar.
- Entonces decidamos parejas – Propuso Claire.
- Ya están decididas – La interrumpió el español – Erik viene conmigo, y tú acompañarás a Simon.
- ¡Pero…! – Por la protesta, era evidente que ella no estaba muy satisfecha.
- Seremos dos equipos de guerreros veloces capaces de usar magia, cada uno junto a un Belmont – La interrumpió Luis, tajante – Y yo llevo toda mi vida luchando junto a Erik, nos compenetramos mejor que nadie.
Calló de inmediato. El argumento del español era incontestable.
Sólo faltó decidir el pasadizo que tomaría cada pareja, cosa que decidieron los Belmont jugándolo a una partida de Piedra, Papel, Tijeras. El perdedor tomaría el camino de la izquierda, a bien que a ninguno le gustaba aquel lado por algo tan estúpido como el significado de ésta en latín: Sinistra. Por supuesto, Simon perdió, Erik tenía más que aprendidas las pautas de su hermano en este juego.
Una vez decididos los emparejamientos y destinos cada par tomó su camino correspondiente. No fue ninguna sorpresa para Simon y Claire encontrar su pasadizo parcamente iluminado por una serie de antorchas y, por supuesto, las paredes forradas de cráneos.
Avanzaron unos cuantos metros hasta que la joven se detuvo de repente, miraba al Belmont con seriedad e incluso cierto nerviosismo, como ansiosa por decir algo.
- Simon…
- ¿Sí? - El Belmont se mostró extrañado, Claire no tenía razón para estar tan tensa ¿O sí?
- Sin contar la batalla del Louvre, tú y yo no nos conocemos, y nunca hemos luchado juntos…
- Pues no
- Quería decirte que… bueno… Aquí hemos de compenetrarnos – Parecía insegura. Mucho – Haré todo lo posible por adaptarme a tu forma de combatir.
Simon, que esperaba algo más grave o importante, se echó a reír.
- ¡Oye! – protestó ella.
- Lo… lo siento – se disculpó él, recuperando paulatinamente la seriedad – Es sólo que esta es la primera vez que oigo algo así ¡Eso debería decirlo yo, que soy el novato!
- Bueno… es nuestra primera batalla en equipo, en ese sentido yo también soy novata.
- ¡Tonterías! – Le tendió la mano - ¡Cada vez que mi hermano habla de ti recalca que eres una genio! ¡Vamos juntos y pateemos unos cuantos culos!
La joven británica miró sorprendida la mano tendida por Simon, y encontró en aquel gesto una gran similitud entre los hermanos: los dos eran amistosos y amables, y no dudaban en ofrecerle su simpatía.
Sonrió y apretó aquella mano ¿Compañerismo? Aquello empezaba a gustarle…
- ¡Agáchate!
El grito de alerta avisó al Belmont, que observó de refilón cómo Claire lanzaba sobre su cabeza tres puñales, al mirar al punto de impacto contempló atónito cómo dos fantasmas se disolvían en el aire mientras unos cuantos esqueletos emergían de las paredes.
- Parece que hemos perdido demasiado tiempo – murmuró ella mientras preparaba más dagas en ambas manos.
- Sólo nos hemos distraído – la corrigió él – Pero ¿Perdido? ¡JA! –Simon preparó una cruz en su mano izquierda, mientras que la derecha estaba lista para desenrollar el látigo en cualquier momento - ¡Empecemos a colaborar!
Los dos jóvenes se lanzaron contra las criaturas, asaltándolas antes de que pudieran reaccionar incluso. Tomando cada uno un lado del pasadizo, las rápidas piernas y manos de Claire daban fácilmente cuenta de las osamentas de los muertos vivientes mientras que Simon, más lento y consciente de que su látigo podría traer problemas en un espacio tan reducido, realizaba movimientos amplios para terminar con varios esqueletos a la vez.
Había sido fácil, unos muertos vivientes tan básicos y débiles no eran una amenaza para ellos.
Por su parte Erik y Luis, que habían tomado el camino de la derecha, avanzaban silenciosa y relajadamente, el pasadizo contaba con un buen número de antorchas que les daba una iluminación más que decente y les permitía observar su entorno con atención. Al igual que el camino tomado por los otros dos, el que ellos recorrían también estaba forrado de osamentas, pero en este caso no eran humanas.
El silencio entre los dos compañeros se debía sobre todo a la curiosidad del pelirrojo por aquellos esqueletos, algunos de ellos semienterrados en el muro terroso como si hubieran sido descubiertos en la excavación del túnel, otros eran animales que iban desde gatos a caballos y los demás… eran indescriptibles, porque no parecían ser de nada que perteneciera al mundo humano.
- Nada de esto venía en el libro… - Articuló el Belmont tras unos minutos de observación.
- ¿Qué? – Reaccionó Luis con extrañeza - ¿No venían todos los detalles sobre la construcción de este sitio?
- Sí y no. Se detallaba la construcción de una cripta-depósito para los animales, pero esto…
Se detuvo al sentir un leve bufido de su compañero a su espalda.
- ¿Qué pasa?
- Erik, ven aquí un momento.
- ¿Eh? ¿Para qué?
- Tú solo ven.
Confuso, el pelirrojo obedeció y se acercó a su colega, que apenas lo tuvo cerca fijó la vista en su rostro.
- Tío… ¿Tengo monos en la cara o qué? – Preguntó, entre extrañado y molesto - ¡No tenemos tiempo para esto!
- No, tanto como monos no – Respondió el Fernández con voz entre severa – pero sí unas ojeras que te llegan al suelo, y se te caen los párpados. Ahora entiendo por qué no esquivaste el ataque del fantasma.
Ahora fue Erik el que resopló.
- Estoy bien – Torció el gesto, molesto – Tengo algo de sueño atrasado, pero ya está – Presuroso, se adelantó a su compañero – Hemos de darnos prisa.
- Definitivamente he hecho bien al no emparejarte con Claire – Continuó Luis mientras o seguía a unos pasos por detrás – Parecía preocupada, y ya veo que con razón. Ella te ha visto de cerca en el primer piso.
Tras escuchar estas palabras Erik se detuvo y suspiró con resignación.
- Sí, mira, es cierto – Reconoció volteándose parcialmente para mirar a su amigo a la cara – Me extralimité esforzándome para traducir el libro y ahora mi cuerpo lo está pagando, pero – Recalcó el pero con mucha fuerza – gracias a eso vamos a poder movernos por aquí con relativa seguridad, e incluso me estoy asegurando de que luego tengamos una vía de escape, así que…
- Que sí, que sí – Luis se apresuró a interrumpirlo, le irritaba cuando se ponía soberbio – Mientras no te pase factura a la hora de luchar, guay.
- ¡Ja! No creo que…
Los dos se detuvieron, la conversación los había distraído y ahora, unos pocos metros más allá, les esperaban una serie de esqueletos de las formas y tamaños más variados, pero algunos de ellos llamaron especialmente la atención de la pareja de cazadores: Parecían humanos, o al menos eran humanoides, pero su cuello estaba anormalmente adelantado o su espalda demasiado abultada, como si estuviera jorobado, además sus brazos se mostraban atrofiados y recogidos de un modo similar al de las alas de las aves, sus piernas eran demasiado largas y su costillar… era ancho, demasiado ancho y abultado.
- ¿Qué cojones…?
El ejército de no muertos pareció detectar que ahora los cazadores centraban su atención en ellos y empezó a atacar, embistiendo primero lo que parecían ser restos de gatos e incluso, por tamaño y movimiento, Erik llego a suponer que dos o tres grandes felinos; la respuesta de ambos fue rápida y precisa, en una estrategia similar a la llevada a cabo en el piso superior, Luis permaneció en su lugar destrozando con su Yasutsuna a toda criatura que lo embistiera, mientras Erik aplastaba con sus puños cualquier esqueleto que se interpusiera en su avance con el fin de acortar distancias y, en el momento justo, abrir una brecha en aquella barrera ósea animada.
Sin embargo no contaba con un par de cosas, apenas el pelirrojo alcanzó la posición que él creía idónea para situarse y lanzar un ataque tentativo a distancia, apareció de la nada un esqueleto alado portando pica y escudo, su cabeza era la de un macho cabrío y lo embestía volando erráticamente. El Belmont, incapaz de reaccionar con la suficiente ligereza como para evitarlo, destrozó la oxidada protección con su puño destruyendo así mismo a su portador, teniendo que hacer frente de igual manera a otra gárgola que lo embistió.
El segundo problema fue aún si cabe más sorpresivo, una vez destruido el segundo adversario volador, algo le hizo cubrirse el rostro con su brazalete alquímico, sintiendo un fuerte golpe en el antebrazo que no lo derribó por muy poco.
- ¡Erik! – Desde su perspectiva el Fernández no pudo ver nada de esto último, pero sí escuchó el tremendo impacto y abandonó su posición para ir a asistir a su amigo, momento en el que ambos hubieron de echarse a un lado ante un segundo ataque que identificaron in extremis.
Era la cabeza de aquel extraño esqueleto humanoide, su espina dorsal… ¿Se estiraba? En todo caso era retráctil, y el ataque era impredecible, y muy muy rápido.
- ¿Qué coño es esa cosa? – preguntó Luis mientras rechazaba con su puño una pequeña rata que se había abalanzado sobre él.
- No lo sé – Respondió Erik mientras se afanaba en evitar los cabezazos de la criatura, que se había empecinado en atacarle – Pero no es humano ¡Dudo incluso que sea natural!
El pelirrojo se mantuvo frente al esqueleto tanteando su velocidad para encontrar el momento justo para atacar, mientras su amigo había de hacer frente a otro de ellos, que lo atacó abriendo su costillar y lanzando un verdadero chorro de huesos a modo de proyectiles con una potencia comparable a la de un arma de fuego, afortunadamente, el español tuvo el acierto de proteger cabeza y torso encorvándose y cruzando ambos brazos a modo de escudo.
El Belmont, que no esperaba aquello, pasó un mal rato cuando su contrincante se cansó de fallar sus ataques y realizó el mismo movimiento; el brazalete de Leon Belmont sirvió para absorber gran parte del daño, pero aún así algunos de los impactos dolieron de verdad; de hecho, los cazadores no tardaron en darse cuenta de que los esqueletos animales, fácilmente rechazables con sus puños, no eran nada comparados con aquellas alimañas.
Y en ese momento tenían a cinco delante.
Pero no tenían por costumbre rendirse o verse superados, de hecho y tal y como supuso, tras el cañonazo óseo Erik encontró frente a sí el cráneo del esqueleto que lo enfrentaba, atacando de nuevo, por lo que en un momento de lucidez tan inesperado como extremo la agarró y sujetó durante un segundo mientras la pulverizaba con su propia cabeza, entre tanto Luis agarraba la del otro esqueleto, que también la había emprendido a cabezazos, y la sujetaba con una mano mientras con la otra partía literalmente su columna vertebral para, acto seguido, usar la propia calavera como proyectil.
- ¡Buena esa! – exclamó el pelirrojo antes de fallar un puñetazo con el que contrarrestar el ataque del siguiente, recibiendo un fuerte golpe en todo el pecho.
- No estás muy fino hoy, definitivamente – Observó por su parte Luis al contemplar el impacto, mientras esquivaba el envite simultáneo de los otros dos engendros.
El Belmont observó la pauta de ataque de su nuevo adversario, era la misma que la del anterior así que, tras evitar otros dos cabezazos finalmente contrarrestó el último con un puñetazo que redujo a añicos el sólido cráneo mientras Luis asía los cráneos de sus contrincantes y los reventaba uno contra otro, acabando así con aquel grupo de enemigos.
- ¿Estás bien? – Preguntó el Fernández a su compañero tras darse cinco segundos de silencio y reposo.
- Me han dado un par de veces – Respondió éste – pero estoy bien.
- Tendremos que andar con cuidado – Comentó el español – Esto tenía pinta de ser sólo el comité de bienvenida, y eran bastante efusivos…
Erik torció el gesto.
- Espero que Simon y Claire no estén teniendo muchos problemas… Tenemos que llegar en el mejor estado posible hasta De Rais.
Afortunadamente, los otros dos cazadores habían tenido mejor suerte hasta el momento, los únicos esqueletos con los que se habían topado eran los más básicos, y ni siquiera se habían visto obligados a desenfundar sus armas.
- ¿Simon?
- Dime
Claire se había habituado rápidamente a luchar junto al Belmont y no hacían mal equipo juntos, Simon estaba impresionado, y no podía evitar sentir cierta admiración.
- Puedo preguntarte… ¿Qué le pasa a tu hermano?
- ¿A Erik? – El muchacho arqueó una ceja, extrañado - ¿Es que notaste algo?
- Sí – el gesto de la joven denotaba cierta preocupación – Tiene una cara de cansancio tremenda desde que nos encontramos, curar sus heridas no fue suficiente.
El Belmont torció el gesto, no estaba seguro de si debía contárselo o no – Su hermano lo omitió en su momento – pero tras mirarla a la cara una vez más se decidió; le habló del libro, de los viajes a las abadías y la traducción a contrarreloj durante la que apenas comió a pesar de que, por el tremendo gasto de energía provocado por su fuerza, solía necesitar grandes raciones.
- ¿¡Y aún así ha venido a combatir!? – Exclamó escandalizada.
- Los Lecarde son viejos amigos para él, creo – contestó – No se iba a quedar…
- ¡SHH!
La súbita interrupción de la Simons lo puso en guardia, se había detenido y retirado su cabello para descubrir la oreja izquierda, Simon la imitó e inmediatamente escuchó algo: Un siseo.
Era un siseo extraño, no como el de una serpiente o algún tipo de escape de gas, era un siseo violento, furioso y crepitante.
¿Pólvora?
La oscuridad no daba para mucho, aún con los ojos acostumbrados era difícil para ellos distinguir algo bajo aquella luz tan tenue, lo que fuera que emitía aquel sonido sonaba cada vez más cercano y las paredes reflejaban y ampliaban el siseo, por lo que era imposible detectarlo, hasta que al Belmont se le ocurrió darse la vuelta… y ahí estaba.
Era un espectáculo bastante extraño, un esqueleto corría hacia ellos a la desesperada, la coloración de sus huesos parecía diferente y su calavera, o más bien el interior de la misma, echaba chispas… literalmente. Se preparó para recibir la embestida, pero antes de que se encontrara a menos de cinco metros sintió a Claire contraatacar con un trío de cuchillas, provocando la explosión inmediata de la criatura.
- ¿¡Esqueletos bomba!? – Exclamó ella - ¿¡Qué puta broma es esta!?
La fuerza de la explosión parecía haber dañado levemente el lugar donde había reventado, aquello era malo, se encontraban bajo tierra y no sabían hasta qué punto resistiría aquella estructura ¿Era una trampa? Si no andaban con cuidado podían acabar enterrados allí.
Más siseos. Desoyendo los consejos de Erik y Luis, el Belmont decidió invertir energía en crear una bola de luz lo suficientemente potente como para poder vislumbrar sus alrededores, encontrándose algo que heló la sangre a ambos:
Esqueletos. A decenas. Corrían hacia ellos frenéticamente y en apenas unos segundos les estallarían encima, Claire colocó ambas manos frente a su pecho y comenzó a recitar un aria, pero casi inmediatamente Simon la agarró de una muñeca y echó a correr con ella, arrastrándola.
- Mierda… ¡No me enterrarán aquí! – Profirió entre dientes el Belmont mientras corría hacia el grupo de esqueletos bomba que tenían delante.
- Simon… ¡Espera! ¡Estaba a punto de-!
La joven contempló horrorizada cómo estaban cada vez más y más cerca de los no-muertos kamikaze. En apenas unas décimas de segundo quedarían reducidos a pulpa.
- DEFFENSIVE CROSS
Las explosiones abrumaron sus oídos, las llamas la hicieron cerrar los ojos y el calor extremo la hizo sentir asarse viva, pero todo pasaba a su alrededor, como si se encontrara dentro de un túnel; no comprendió hasta que frenaron bruscamente, cuando todo había pasado.
Para Simon era normal, pero era la primera vez que ella veía aquella cruz, un poco más grande que el muchacho, brillante y delicadamente decorada, de una apariencia increíblemente sólida.
- ¿Estás bien? – Le preguntó él – Lo siento, sólo conozco dos barreras y ninguna protege demasiado de estas cosas, ésta es la más sólida de las dos.
A Claire no le preocupaba eso en absoluto, acababa de quedar impresionada, aquella cruz los había protegido de ¿Cuántas explosiones simultáneas? ¿seis? ¿siete? Rememorando la batalla del Louvre no se había llevado mala imagen de Simon, pero no esperaba aquello.
El estruendo tampoco le dejó escuchar lo ocurrido a sus espaldas, la carga/huída del joven no sólo les había permitido pasar a través del grupo de esqueletos bomba sin un rasguño, si no que además había evitado que quedaran sepultados por los escombros de la covacha, que había quedado cerrada tras ellos.
Su plan era congelarlos, el aria que recitaba era la de un conjuro de congelación masiva que le hubiera llevado un segundo completar, segundo y medio como mucho. En medio segundo aquel novato había concebido un plan más loco y efectivo.
No tuvo tiempo de pensar en ello mucho más, su instinto la hizo desenvainar su No Name y adelantarse al Belmont, deteniendo el ataque de un extraño enemigo, demasiado rápido como para ser visto en aquella oscuridad, que se retiró inmediatamente, momento en que Claire pudo observar que la respiración de su compañero se había vuelto un poco más pesada.
- Al final has gastado un poco de energía – Le reprochó.
- Da igual – Respondió él - ¿Qué era esa cosa?
- Creo que lo sé, pero se ha escondido demasiado rápido – Admitió ella mientras sostenía su espada en alto – Mantente en guardia.
Sin la cruz defensiva ni la bola de luz para iluminarlos – Simon había disipado ambas para no empezar a agotar su aura – aquello volvía a ser un antro húmedo y oscuro, y lo peor es que en aquella oscuridad había algo acechándoles, armado con armas blancas y lo bastante rápido como para escapar a los ojos de la joven.
- ¿Alguna idea? – preguntó el Belmont sujetando la empuñadura de su látigo, listo para el combate.
- Sólo sigamos avanzando – Le ordenó – pero no dejes de concentrarte en el enemigo que quiere rebanarte el pescuezo.
Obedeciendo, empezó a avanzar por el túnel al mismo tiempo que Claire, espalda con espalda y listo para contraatacar a cualquier agresión, centrado en la oscuridad que les rodeaba, ahora más espesa a causa de los escombros que bloqueaban el camino.
De repente, un sonido, y el joven sintió un corte abrirse en su hombro derecho.
- ¡Simon!
- Estoy bien – La tranquilizó rápidamente – Ten cuidado, ahora está en tu lado.
Claire reforzó su concentración y alzó su espada de nuevo, aparentemente aquello, fuera lo que fuera, tenía que atacarlos desde arriba si quería pasar de una pared a otro.
"Erik…" Pensó mientras afianzaba su mano en la empuñadura "¿Cómo le estará yendo?"
En la fuertemente iluminada cripta animal, un puñado de vértebras del tamaño del torso de Luis caían al suelo, el español envainaba su Yasutsuna después de su batalla mientras su compañero, con algunas quemaduras superficiales y haciendo uso de sus hachas para golpear a distancia, se batía en combate contra un dragón esquelético compuesto únicamente por el cráneo y una larga espina dorsal anclada al muro.
- ¿Necesitas ayuda? – Preguntó el español desde la lejanía, preparado para ir a socorrerle.
- ¡Es evidente que NO! – Respondió Erik de inmediato mientras, con un gancho certero, estampaba contra el techo al Dragón que se había lanzado a morderle.
Teniéndolo ya donde quería, el Belmont preparó un hacha en cada mano y las lanzó verticalmente contra la calavera del monstruo, destrozándola y destruyéndolo con ello, tras lo que su cuerpo lo traicionó, cayendo sobre sus rodillas.
- ¡Erik!
- ¡Cálmate! – Reaccionó instantáneamente el pelirrojo – He perdido el equilibrio, es todo.
Luis fingió tranquilizarse, pero no, él sabía que era imposible que su compañero perdiera el equilibrio por algo tan sencillo. A este paso caería antes de llegar a De Rais.
- ¿Cuánto nos queda? – Le preguntó finalmente, tratando de disimular su impaciencia.
- Si no me equivoco – respondió Erik irguiéndose lentamente – ya casi hemos llegado al final del túnel. Sólo nos queda un poco más.
- Bien, pues sigamos.
- Sí.
Continuaron avanzando sin prisa, pero sin pausa, el Fernández pretendía ir despacio para que su compañero pudiera recuperarse mejor, pero éste no parecía dispuesto a darse tregua.
Prosiguieron durante unos metros, se hizo muy extraño para ambos que, no habiendo dejado de luchar durante todo el camino, aquella área estuviera completamente vacía. Aquello les hizo relajarse, lo que sin duda dio lugar a su sorpresa cuando el suelo tembló bajo sus pies.
Tembló una vez, un tremor corto e intenso, aunque lejano.
Luego otro, y otro, y otro…
Eran pequeños, como si alguien golpeara el suelo rítmicamente.
Pasos.
Luis desenvainó su Yasutsuna mientras Erik preparaba sus puños. Estaba cerca…
- ¿Qué cojones es eso? – Preguntó el español en voz alta.
- No lo sé… Pero lo tenemos cerca, y es grande.
De repente y cuando los temblores eran tan intensos que casi los hacían tambalearse, un rugido los ensordeció, y apareció frente a ellos un esqueleto enorme, apenas un poco más pequeño que el esqueleto gigante al que habían hecho frente en la plaza y de aspecto feroz, apoyado sobre dos gruesas patas, con garras pequeñas, cuerpo robusto y compacto y cráneo alargado con dientes puntiagudos, enormes y afilados.
- No jodas… ¿¡Eso es un tiranosaurio!? – Exclamó Luis, que por poco deja caer su katana.
- ¡Anda! ¡Así que este es el punto donde se generan los enemigos de este nivel! – Comentó jocoso el Belmont.
- ¿¡Te parece este el mejor momento para hacer bromas frikis!?
Por su parte, Simon y Claire continuaban avanzando a tientas por el túnel, el joven Belmont había recibido ya algunos cortes y apenas había rechazado un par de ataques, mientras que la No Name de la muchacha había bloqueado ya varios tajos rápidos, no obstante, por la velocidad de su adversario y la falta de iluminación les era imposible contraatacar, y ella empezaba a hartarse.
Afinó el oído y sintió llegar otro ataque, instintivamente alzó la guardia hasta su frente y sintió un potente golpe que la derribó junto a Simon. Aquello podría haber atravesado su cráneo, de no haberse fiado de su intuición ahora estaría muerta.
- AAAAAAAAAAAAAAAARG – Gritó con rabia - ¡SE ACABÓ!
Se irguió con rapidez y el Belmont, que aún estaba preguntándose qué había pasado, sintió una explosión sorda generada en el cuerpo de su compañera, un segundo después la cueva estaba completamente iluminada por una suave y fría luz celeste.
- ¿Eh? ¿Qué…?
A su alrededor las paredes habían quedado salpicadas de diminutos cristales que brillaban como pequeños luceros, la luz era de un color azul tenue y, en lugar de emitir calor, había inundado el lugar con una tímida sensación de helor que le permitía ver el vaho siendo expelido por su boca.
Claire por su parte no se fijaba en esto en absoluto, si no que se encontraba de pie, en posición de guardia, frente a dos esqueletos vestidos con brillantes grebas y corazas verdes, sus propios huesos parecían blanqueados o pulidos, estaban intactos, y empuñaban en cada mano lo que parecía ser una espada kunoichi.
- ¿Son… dos? – preguntó el muchacho mientras se incorporaba.
- Sí – respondió ella – por eso no podía seguir bien sus movimientos en la oscuridad.
Sin previo aviso, los esqueletos se abalanzaron contra ellos blandiendo sus armas, pero sus movimientos no eran como los del resto de su especie, eran precisos, cuidados y rápidos, y sujetaban sus armas con decisión.
- ¡Aquí vienen! – Advirtió Claire mientras se preparaba a rechazar el ataque.
Simon, que seguía sin querer desenfundar su látigo por la estrechez del lugar, adelantó ambas manos mientras relajaba sus músculos en previsión de una maniobra evasiva, lo que no esperaba es que su adversario saltara limpiamente sobre su cabeza, pero aquello hizo saltar sus alarmas y se dobló hacia atrás siguiendo su movimiento, esquivando así una estocada voladora que probablemente le habría perforado el cuello.
Claire, armada con su No Name, había detenido el envite de su rival y hecho retroceder de un solo espadazo para proceder a contraatacar con un tajo diagonal que el esqueleto evitó con limpieza, antes de responder con un tajo horizontal desde su derecha, pero la Simons fue rápida y lo rechazó con una patada lo bastante potente como para destrozar la huesuda mano y clavar el arma en el techo; quiso lanzar un puñetazo para aturdirlo, pero el esqueleto se escurrió por debajo y propinó un corte en el costado que ella logró detener con el mango de su otra espada.
Desde su posición doblada el Belmont trató de improvisar un movimiento: haciendo la vertical, aprovechó la inercia provocada por el peso de sus perneras para patear al esqueleto, pero perdió el equilibrio y se encontró cayendo boca arriba, con la criatura corriendo a acuchillarlo, cosa que él evitó rechazándolo de una patada en las costillas, sin efecto gracias a la armadura que lo protegía. Se levantó de un salto mientras que el no muerto aterrizaba de pie, lo embistió directamente y dejó que le atacara para sujetar primero uno de los esqueléticos brazos, y luego otro.
- ¿¡Cómo demonios luchan tan bien!? – Preguntó a Claire mientras forcejeaba - ¡Son sacos de huesos!
- ¡No los subestimes por ser esqueletos! – Respondió ella mientras rechazaba al suyo con un tajo vertical ascendente - ¡Cada uno de ellos es lo que fue en vida! ¡Estos fueron guerreros expertos en su día y lo siguen siendo después de muertos!
Con la defensa de su enemigo abierta, la chica concentró una potente masa de frío en su mano libre y dio una palmada en la coraza del esqueleto, congelándola.
- ¡Lo único que cambia – continuó – es que ya no tienen cerebro! ¡Actúan según los recuerdos de su propio cuerpo!
Mientras la escuchaba, el Belmont aprovechaba su posición para patear el peto de su adversario y mandarlo a volar a lo largo de un par de metros. Lejos de Claire y de la posibilidad de estorbarle al fin podría emplear su látigo.
Ella por su parte reventó la coraza congelada de un solo puñetazo, abriendo un boquete en el que, tras sacar la mano, hundió su espada en una impecable estocada y la retorció antes de sacarla quedando el esqueleto paralizado, gracias a lo que pudo descabezarlo de una patada giratoria, disolviéndose así entre llamas.
Simon, ya libre, corrió hacia su rival y le lanzó un latigazo horizontal justo en el momento en que éste preparaba sus espadas, el ataque iba destinado a golpear sus manos y, tal y como el muchacho había previsto, las destrozó, desarmándolo y dejándole vía libre para probar otra cosa.
Repentinamente concentró parte de su aura en el látigo, que quedó recubierto por ella, y lanzó un latigazo, y luego otro, y otro, y otro, cada vez más y más rápido, tal y como había practicado en la azotea del edificio de los Lecarde. Los golpes eran tan rápidos y potentes que aún cuando el esqueleto empezaba a desaparecer sus huesos iban quedando reducidos a polvo. Detuvo la técnica cuando ya no quedaba absolutamente nada de la criatura, y se sintió satisfecho al haber podido ejecutarla con éxito.
- Parece que ya hemos terminado por aquí – Comentó Claire a su espalda.
Por su parte, Erik y Luis se encontraban en mitad del combate contra el prehistórico esqueleto, éste comenzaba a agrietarse y la dureza y solidez de sus huesos, mucho mayor que la de cualquier otro no muerto al que se hubieran enfrentado en su vida, les había obligado a tomar medidas drásticas.
Erik había empleado la forma ofensiva otra vez, otorgándose un empuje extra de fuerza y vigor, mientras que Luis había devuelto la Yasutsuna a su vaina y estimulado su musculatura con su propia energía eléctrica, potenciándola y endureciéndola para alcanzar una mayor potencia de ataque, algo a lo que sólo se había visto obligado a recurrir en muy contadas ocasiones.
El dinosaurio los encaraba encorvado, con una mirada realmente feroz en sus cuencas vacías. Los dos cazadores habían logrado escapar de sus lentos mordiscos, pero los coletazos, propinados con aquellas vértebras desnudas, eran lo bastante dolorosos y repentinos como para obligarlos a mantener una distancia prudencial.
- Tenemos que terminar con esto cuanto antes – Dijo el español sin quitar la vista del esqueleto – Ha pillado más palos que una estera, pero sigue sin caer…
- Habrá que pasar al plan B entonces – Respondió su compañero, incendiando su aura rojiza.
- ¡Espera! ¡No gastes energía!
- Luis, mírate los puños
- ¿Eh?
- Sólo míratelos.
El Fernández hizo caso a su colega y miró sus nudillos, estaban ensangrentados y tenía astillas rotas clavadas en ambas manos. No se había dado cuenta hasta ese momento.
- No podemos estar zurrándole hasta que le casquemos algún hueso – prosiguió – El Silverback Skeleton era una cáscara de huevo a su lado. Voy a ir directo a su cráneo, si lo destrozo estoy seguro de que caerá.
Dicho esto, inflamó aún más su aura, ésta crepitaba como una hoguera en su punto más álgido, y Luis pudo sentirla moldearse alrededor del cuerpo del pelirrojo, inmediatamente supo qué era lo que preparaba, y se alarmó.
- No voy a ir a full – Lo tranquilizó Erik, que había sentido la preocupación de su compañero – Creo que con esta potencia bastará.
De repente el aura de Erik dejó de crepitar y se afianzó sobre él como una especie de armadura al rojo vivo, en efecto, era la técnica que el Fernández había identificado como el Fliying Dragon, pero a un nivel mucho menor.
- Si fallo, échame una mano ¿vale?
Luis asintió, e inmediatamente vio a su amigo salir disparado, dejando una estela de fuego tras de sí, su destino como ya había dicho era el cráneo del dinosaurio, que había empezado a embestir a su vez.
El impacto se produjo en un instante, el estruendo, acompañado de la polvareda y la metralla ósea de la que el español se tuvo que proteger, significó sin lugar a dudas que todo había ido bien, y así se lo confirmó un Erik que, cuando el polvo se hubo asentado apareció cubierto de este en el lugar del choque, estaba de rodillas, y su cuerpo absorbía poco a poco la coraza llameante que lo había protegido y potenciado.
- Podemos continuar – Sentenció después de erguirse – Ya estamos muy cerca.
