Nos acabamos de enterar de lo sucedido en Colombia. Desde aquí les enviamos un abrazo patotástico, esperando que las cosas se solucionen en el futuro. Mientras, tanto, les dedicamos este capítulo, con la intención de sacarles una sonrisa mientras se olvidan, por un instante, de las cosas terribles que están ocurriendo.


Amor Prohibido - Capítulo 55

-¿Se puede saber qué rayos pasó allí afuera?

Yin lanzó la pregunta apenas puso un pie en la habitación que compartía con Yang. La poca iluminación de aquel cuarto era propiciada gracias a la poca luz que lograba atravesar las cortinas cerradas y la lámpara sobre la mesita de noche. Yang se encontraba sentado sobre la cama dándole la espalda. La coneja no podía dejar de sorprenderse ante las palabras de su hijo, revelando una noticia que jamás imaginó que le tocaría vivir. Ellos dos conformaban un matrimonio que debió enfrentar desafíos más grandes y profundos que cualquier matrimonio corriente. No podían caer en el error más básico de cualquier relación.

Yin se acercó hacia el conejo, quien ni siquiera se inmutó ante su presencia. Se sentó a su lado, a la espera de alguna respuesta. Yang se encontraba cabizbajo, absorto en sus pensamientos. Todo había ocurrido tan rápido que era obligatorio ponerle orden. La noticia del embarazo, el recuerdo de la vasectomía, el beso con Sara, el encuentro con Jack, la reciente revelación. Debió aclarar las cosas con su hijo, pero, ¿cómo?, ¿diciéndole que su madre lo había engañado primero? Aunque tenía claro que una infidelidad no se soluciona con otra infidelidad, sí era cierto que con Sara encontraba un oasis en medio de este torbellino, oasis que ya no encontraba en Yin.

Ambos se quedaron allí, en silencio. Las palabras no se atrevieron a aflorar. Yin no pensaba en presionarlo. Yang no sabía cómo comenzar. Los minutos se estiraron cada vez más.

-¿Sabes Yang? A mí no me importa realmente que te hayas besado con Sara –dijo Yin rompiendo estruendosamente un delicado silencio-, lo que me preocupa es que te haya visto Jack.

Yang no pudo evitar voltearse a verla.

-Sea cual sea el problema que tengas, no debes meter a los niños en esto –sentenció ella.

No parecía realmente enojada. Su mirada apaciguadora buscaba implantar la culpa en su corazón. Debía mantener los hechos firmes en su cabeza para no volver a pasar por idiota.

-Yin –se atrevió a hablar con determinación-, ¿estás segura que esos hijos que esperas son míos?

Con aquella pregunta había logrado hacerla enfadar.

-¿Cómo se te ocurre preguntar eso? –alegó molesta-. ¡Por supuesto que son tuyos! ¿Cómo te atreves a dudar de eso?

Yang, sin perder la calma, contestó tras un suspiro:

-La verdad no te lo quise decir antes, pero poco después de lo de Yanette, me hice la vasectomía.

Yin quedó congelada en medio de su alegato. Incluso la respiración se le consiguió detener. Para ella, la vasectomía parecía poco menos que un disparate. Algo le decía que era tan imposible como que Carl algún día lograra tapar los soles.

-Yang, tu nunca te hiciste la vasectomía –sentenció con firmeza.

Ahora era el turno de Yang de ofuscarse.

-¡¿Qué?! –alegó-. ¿Acaso me vas a decir qué hice y qué no hice con mi vida? Recuerdo con total claridad que me hice una vasectomía.

-¿A sí? ¿Y cómo fue exactamente? –cuestionó Yin con seguridad cruzándose de brazos.

-Pues fui, me la hicieron, y listo –Yang respondió con un dejo de duda. Se sorprendió a sí mismo al no recordar más allá de la conversación que tuvo con el médico.

Yin dejó pasar unos cuantos segundos de silencio antes de continuar.

-Yang, el lunes vamos a ir al urólogo a confirmar si tienes una vasectomía –ordenó.

-¡¿Qué?! –el conejo se hallaba completamente indignado-. ¿Acaso no confías en lo que te acabo de decir?

-Yang –respondió ella en un tono más suave-, acabas de salir del hospital tras un problema cerebral muy serio. Carl me dijo que podrías tener algunos problemas con tus recuerdos durante algunos días. No te puedes confiar ni siquiera en lo que tú mismo recuerdas.

-¿Y qué sabe ese idiota sobre mí? –lanzó ofuscado cruzándose de brazos.

-Él fue quien entró a tus recuerdos para repararlos –respondió Yin-. Si no fuera por eso, ya estarías muerto.

-Yin, tú eres muy buena para confiar en los tipos malos –la acusó el conejo con el índice derecho.

-¡Lo importante es que estás vivo! –se defendió ella-. ¡Y ahora tenemos problemas aún más graves por si no te has dado cuenta! ¡Nuestros hijos se acaban de enterar de nuestro parentesco!

Aquella frase lo detuvo en seco. Ella tenía razón. Antes de salir de aquella habitación, el parentesco entre ambos era un secreto que solo ambos compartían. Ahora, hasta Sara lo sabía. Un escalofrío lo obligó a enfrentar una lucha interna para evitar temblar de cuerpo completo. La verdad era como un monstruo que había logrado esconder debajo de una sábana. Ahora se veía obligado a darle la cara.

Agachó la cabeza y las orejas. Su regreso a casa era solo el punto de partida de una nueva historia. Ahora sus hijos eran cómplices del secreto que cargaban. Tenía que hablarlo con ellos, tenía que tratarlo. Levantó una de sus manos, y notó que no podía evitar que temblara. Yin también se percató de todo eso. Ella sentía que ni siquiera había infidelidad. Solo eran patadas erráticas de alguien que no sabía lo que estaba haciendo. Era una responsabilidad demasiado grande para él. Hubiera querido no tener que darle aquel peso, pero las cosas se dieron de manera diferente.

De improviso ella lo abrazó. Él ni siquiera se lo esperaba. Se sintió bien, reconfortante. Su mano dejó de temblar. Sentirla así de cerca a pesar de lo ocurrido no tenía precio.

-Vamos a salir de esta, juntos –le susurró cerca del oído.

El conejo no pudo evitar derramar las primeras lágrimas.

Aquella noche Yang tenía una tarea pendiente. Se encontraba frente a la puerta del cuarto de Jack, con la inútil esperanza de solucionar su problema sin tener que ingresar. El resto de sus hijos lo observaban desde las puertas entreabiertas de sus habitaciones. El conejo golpeó la puerta un par de veces.

-Hijo, déjame pasar –le pidió.

La puerta se abrió, mostrando a un Jack con una mirada cargada de seriedad.

-¿Qué quieres? –espetó.

-Tenemos que hablar –respondió.

-¿Qué pasó con mamá? –preguntó cortante.

-Ella está bien. Me pidió que hablara contigo.

El chico lo menos que quería era hablar con su padre. Aún le tenía resentimiento por lo visto. A pesar de todo, si aún seguía en casa a esa hora, era porque le dio una muy buena excusa a mamá. En el fondo, sentía curiosidad por la excusa armada.

El chico se hizo a un lado, dejando pasar a su padre. Dejó la puerta un par de centímetros abierta. Sabía que sus hermanos estarían copuchando muy cerca de él.

-Vaya, el lugar se ve igual que siempre –comentó Yang con una sonrisa al ver el desorden reinante. Aquel sitio le recordaba a él mismo a su edad.

-¿Qué quieres? –Jack interrumpió sus pensamientos cruzándose de brazos.

-Vaya, esto es un poco incómodo –comenzó a hablar Yang con nerviosismo jugueteando con sus dedos-. La verdad es que es cierto, me equivoqué con lo que pasó ese día en el hospital. Lo peor es que te involucré en el asunto, a ti y a tus hermanos, y quisiera pedirte perdón por eso.

-Mira –respondió cortante-, a la única que le debes pedir perdón es a mamá. Total, a ella es a quien le estabas poniendo los cuernos…

-¡Pero si vengo de hablar con ella! –insistió Yang-. Ella quiso que viniera a hablar contigo porque, bueno, también tienes que saber qué fue lo que realmente pasó.

-¿Y qué fue lo que realmente pasó? –preguntó Jack.

Su padre lo invitó con un ademán a sentarse sobre la cama. Apenas ambos se instalaron, Yang dio un suspiro para intentar tranquilizarse ante tan dura prueba.

-La verdad es que cometí un error –comenzó a hablar con cautela-, un error del cual también debes aprender a…

-Yo jamás engañaría así a mi novia –le interrumpió molesto.

-Claro, claro –respondió nervioso-, lo que pasa es que actué por despecho. Yo…

-¿Estás queriendo decir que lo hiciste porque creías que mamá te había engañado? –cuestionó el chico con indignación y sorpresa.

-¡Tienes que entenderme! –suplicó Yang-. Tengo demasiado fresco en la memoria el momento de la vasectomía…

-¿Vasectomía? –preguntó Jack esta vez atrapado por la sorpresa.

Un grito ahogado proveniente de la distancia llamó la atención de los conejos.

-¿Puedes dejar que vengan mis hermanos? –le preguntó Jack-. Total, deben estar escuchando nuestra conversación desde donde sea que estén.

Yang se puso de pie, se dirigió hacia la puerta, y la abrió. Del otro lado se encontró con el resto de sus hijos, quienes le regalaron una sonrisa sospechosa cada uno.

-Pueden pasar –los invitó Yang.

-¿Cómo es eso de la vasectomía? –preguntó Yenny mientras la comitiva ingresaba a la habitación.

-¿Qué es una vasectomía? –Yuri lanzó la pregunta.

-Es una operación –contestó Jacob-. Básicamente te imposibilita seguir teniendo hijos.

-Pero, si no puede tener hijos, ¿de dónde salieron nuestros nuevos hermanos? –preguntó Yuri con confusión y curiosidad.

-¡Ese es el dilema! –respondió Jacob con impaciencia.

Su hermana lo observó con la mirada vacía, hasta que preguntó:

-¿Qué es un dilema?

Jacob simplemente se golpeó la cara con la palma.

-Papá –Yenny nuevamente atrajo la conversación al problema-, entonces, ¿te hiciste la vasectomía?

-La verdad es que –la respuesta era más difusa de lo que debería ser-… no lo sé.

-¿Cómo es eso? –cuestionó la chica confundida.

Su padre se sentó sobre la cama lentamente con la mirada perdida.

-O sea, tengo recuerdos sobre haber hablado sobre el tema con un doctor hace varios años –respondió Yang-, pero por más que intento, no tengo más recuerdos de eso.

El silencio se hizo ensordecedor.

-No lo entiendo –sentenció Yuri.

-Miren –continuó con más seguridad-, el lunes iremos con mamá al doctor para aclarar el problema, y saber si realmente tengo una vasectomía hecha. Según ella, lo mío puede ser un desajuste en mis recuerdos luego de lo que me pasó hace poco.

-Haber si entendí –intervino Yenny-: si te hiciste la vasectomía, entonces mamá te engañó con alguien más, pero si no te hiciste la vasectomía, entonces estás loco. ¿Es eso?

-Básicamente –Yang se encogió de hombros.

-¡Ambas opciones son horribles! –alegó Yenny consternada.

-Yo preferiría la opción dos –intervino Jimmy.

-¿Qué? ¿Hay que elegir? –alegó Yuri asustada.

-Alguna de las dos opciones tienen que pasar –respondió Jacob-. Personalmente espero que si sale la dos, tu enfermedad no sea tan grave.

-Gracias hijo –Yang le sonrió-, y lamento que esté sucediendo todo esto en tu cumpleaños.

-No tienes la culpa de las coincidencias –respondió el chico.

-Yo quiero pensar que todo se trata de un enorme malentendido –intervino Yenny-, y que luego de todo al final solo sea un recuerdo del que nos terminemos riendo.

-Sé que todo saldrá bien –le respondió su padre con una sonrisa esperanzadora.

Padre e hija terminaron por darse un abrazo, cosa que terminó por colmar paciencia de Jack.

-¿Es que acaso no se están dando cuenta del fondo del problema? ¿No se dan cuenta que papá engañó a mamá porque él creyó que ella lo había engañado primero? ¿Qué cuando se dé cuenta que no tiene ninguna vasectomía quedará como un idiota? –alegó molesto.

-Entiendo tu punto, y reconozco mi error –se adelantó en responder Yang.

-No es que quiera ser la abogada del diablo, pero si mamá está dispuesta a perdonarlo, ¿quiénes somos nosotros para juzgarlo? –comentó Yenny.

Jack bufó por lo bajo como respuesta.

-Escucha Jack –le dijo su padre-, entiendo que estés molesto por lo que ocurrió. A diferencia de tus hermanos, tú fuiste testigo de lo que pasó. Solo espero que con el tiempo logres perdonarme –agregó apenado.

Jack volteó la vista hacia la ventana que tenía a un costado.

-Bueno, debo irme a dormir –dijo Yang finalmente poniéndose de pie-. Mañana será otro día, y espero que sea un día mucho mejor para todos –agregó con una sonrisa.

El domingo fue demasiado aburrido como para ser narrado. El lunes siguiente llegó con el amanecer de los tres soles. Yin se mantuvo prácticamente toda la mañana recorriendo el edificio en donde trabajaba en pos de resolver uno de sus casos que se había extendido por demasiado tiempo. En el fondo deseaba que el caso de Carl no se extendiera hasta la graduación de los gemelos que estaba esperando en su vientre. Se encontraba de buen ánimo. Su salud marchaba sobre ruedas, al igual que sus múltiples trámites.

Aunque no todo resultó de maravillas. Una llamada desde el piso de arriba le avisó que la causa que buscaba la inocencia de la cucaracha quedó rechazada. El informe era prácticamente el mismo que había preparado junto a Lucio y a Myriam hace tiempo. El rechazo prácticamente se debía al excesivo tiempo transcurrido. Es así como citó a su cliente apenas se enteró de la noticia.

-¿Eso significa que debo ir a la cárcel? –preguntó Carl con cierta preocupación.

-Es probable –respondió Yin jugueteando con un lápiz que tenía sobre su escritorio-. Estoy pensando en algo para demostrar que no tuviste nada que ver.

-¡Sí! –exclamó Carl-. Al final quien terminó por secuestrar a Jimmy fue el bogart.

-Sé que debe haber algo para demostrar la culpabilidad de una entidad espiritual –comentó Yin mientras comenzó a buscar alguna respuesta en su computadora.

-¡Por supuesto! –respondió Carl-. Si consigues a un cazador de demonios profesional, puede demostrar la presencia del bogart y con eso sumado a tu informe, nadie puede alegar lo contrario.

-Pero tú eres un cazador de demonios, ¿no? –inquirió la coneja.

-Estoy involucrado en el caso –respondió Carl-. Automáticamente estoy inhabilitado.

-Hmm –musitó Yin pensativa-, ¿y no conoces algún otro cazador de demonios? No lo sé, ¿algún colega tuyo?

-Lo siento, los cazadores de demonios somos escasos –respondió la cucaracha-. Buscar a uno es como buscar una aguja en un pajar.

-¿Y no tienen alguna asociación en caso que los necesiten? –insistió Yin.

-¡Oh no! –exclamó Carl-. No podemos tener eso. Es por seguridad.

Yin lanzó un suspiro pesado. Aburrida, hojeó la respuesta desde el piso de arriba.

-La verdad, no me molesta pasar un tiempo en la cárcel –respondió Carl intentando consolarla-. La última vez no fue tan malo. Aburrido, más no malo.

-A mí sí me molesta –respondió la coneja-. Recuerda que debes ir a buscar el amnesialeto, y en serio, lo necesito lo más pronto posible.

-Entiendo –contestó Carl mirando hacia un rincón.

A Yin le hastió aquel jaque mate. Frunciendo el ceño, tomó un nuevo impulso. Se puso de pie tomando la carpeta y se dirigió hacia la salida.

-Vamos a ir a ver al señor Bux –le ordenó mirándolo por el rabillo del ojo.

Ambos se dirigieron rumbo a la oficina del señor Bux, recorriendo eternos y engorrosos pasillos. Yin dirigía el camino con pasos cargados de seguridad. La cucaracha la seguía en su justa distancia intentando no perderla de vista.

-Entonces… ¿llevarás a Yang al urólogo para ver lo de la vasectomía? –comentó Carl intentando romper el silencio con algún comentario aleatorio.

-Sí –contestó ella-. Estoy segura que él no tiene ninguna cosa. Es imposible.

-Es posible que sea alguna clase de confusión –respondió la cucaracha-. No recuerdo haberme encontrado con algo así cuando lo revisé –agregó mintiendo.

Sus esperanzas se encendieron de golpe cuando Yin le comentó respecto a la posibilidad de la inexistencia de la vasectomía. Si de verdad no existía dicha vasectomía, ya se podía olvidar de cualquier paternidad. Ya se imaginaba respirando más tranquilo. La seguridad con que Yin afirmaba que Yang jamás se había hecho dicha operación ya lo daba por ganador. Había olvidado completamente que a pesar de la inexistencia de la vasectomía, aún tenía probabilidades de paternidad.

-Pero bueno –sentenció ella-, cualquier cosa te comento.

La cucaracha le sonrió ante el voto de confianza regalado.

Llegaron frente a una puerta con ventana polarizada y cuyas letras doradas informaban que se trataba de la oficina de William Bux. La puerta entreabierta informaba que eran bienvenidos.

-Lo siento, señora Chad –le decía una oveja de frondoso pelaje, lentes de marco delgado, y un terno nuevo con corbata incluida-, como bien dice, la única evidencia aceptable a esta altura, es una revisión interna del interior abstracto de la víctima, trabajo que solo puede realizar un cazador de demonios profesional y ajeno al caso.

-¿Y no tiene el antecedente de alguno? –preguntó Yin.

-Lamentablemente todos los cazadores de demonios de los que tenemos registros han sido condenados por abusos de sus poderes –respondió la oveja-, y dudo que sus testimonios sean válidos en alguna corte.

-¡Pero Bux! ¡Tenemos que hacer algo! ¡No podemos dejar que un espectro barato siga culpando a inocentes! –insistió Yin con molestia.

-Lo siento Yin, pero sin un cazador de demonios que confirme tu punto, temo que tu cliente terminará pasando un largo tiempo en la cárcel –comentó regalándole una mirada de tristeza a la cucaracha.

De pronto, la puerta se abrió de golpe. Un caballo alto y grande cruzó el umbral con prepotencia. Era de pelaje café y con un diamante blanco en la frente. Traía una gabardina oscura que le llegaba hasta los tobillos y con una enorme solapa que lograba cubrirle toda la nuca.

-Marcelo Gonzales, cazador de demonios –se presentó con autoridad mostrando una identificación desde su billetera-. Necesito un registro detallado de todos los trabajadores de este edificio.

-¡Pero señor! ¿Qué no ve que estoy ocupado? –alegó el señor Bux ofendido.

El caballo se volteó, encontrándose con Yin, a quien le regaló una mirada de dureza.

-Yo no estoy aquí por bolitas de dulces –alegó el caballo volteándose hacia su interlocutor-. Necesito esta información lo más pronto posible. Cada segundo que pasa el mundo podría estar en riesgo.

-Señor –contestó la oveja con más tranquilidad-, aunque este fuera su turno, no podemos darle esta información. Nosotros protegemos la información de nuestros trabajadores, y tenemos todo el derecho del mundo en hacerlo.

-No me vengas con estupideces –el caballo sujetó a la oveja de su corbata y lo acercó hasta tenerlo cara a cara-. Te daré una hora para tener esa información, o iré registrando oficina por oficina hasta encontrar lo que busco.

El terror cayó por fin sobre la oveja, tras sentir la respiración agitada del caballo y enfrentarse a sus ojos cargados de furia. Se sentía desfallecer y perder el conocimiento en cualquier momento.

-¡Oiga! ¡Usted no puede venir así como así a amenazar a la gente! –Yin, ofuscada, se puso de pie y enfrentó al caballo.

-El problema no es con usted, señorita –el caballo se volteó soltando a su víctima, quien pudo respirar-. Le recomiendo que no se meta en donde no la llaman si no quiere tener problemas.

-¡Oye! ¡No la trates así! –intervino Carl poniéndose de pie.

La mirada furibunda se volteó hacia la cucaracha, transformándose a una sorpresa indescriptible.

-¿Rey Yakko? –preguntó sorprendido tras reconocerlo.

-Ay no, ¿Marcelo? –contestó la cucaracha al reconocerlo también.

-Disculpen, ¿ustedes se conocen? –preguntó Yin confundida.

-¡Pero claro! –respondió el caballo en un tono alegre y animado-. ¡¿Cómo me voy a olvidar del rey Yakko?!

-¿Rey Yakko? –preguntó Yin mirando a Carl, quien había bajado la mirada muerto de vergüenza.

-Es de una obra que interpretó en la universidad –respondió el caballo-. ¡Ha sido el mejor rey Yakko que he visto en mi vida! –agregó dando unas gruesas risotadas.

-Un momento, ¿Esa es la comedia de El rey y yo? –preguntó Yin.

-¡Esa misma! –respondió Marcelo-. Es un clásico que se actuaba en todos lados.

-¡Sí! ¡La recuerdo! –contestó Yin con emoción-. Era furor en las universidades durante la década del 2010. Me tocó ir a verla un par de veces en la escuela de derecho.

-En Hogwarts cada año lo interpretaba el grupo de teatro. Carl hizo de rey Yakko por lo menos unos nueve años consecutivos. ¡Es que ya se sabe los diálogos de memoria! El grupo de teatro no lo quería dejar ir –respondió entre risotadas.

-Un momento –la seriedad llegó a Yin de golpe-. ¿Usted es cazador de demonios?

-Así es –respondió Marcelo-. Nivel profesional.

La sonrisa llegó de golpe a la coneja.

-¡Pero qué casualidad! ¡Justo necesitábamos uno! –exclamó.

Antes que el caballo pudiera articular alguna respuesta, Yin continuó:

-Le propongo un trato: usted me ayuda en un caso, y yo le entregaré toda la información que necesita.

-Espere un poco, está hablando de ahora, ¿no? –preguntó Marcelo un tanto confundido.

-¡Por supuesto! ¡Vamos a mi oficina y lo conversamos! –lo invitó Yin con un ademán hacia la salida.

El caballo lo meditó un instante antes de aceptar.

-Por cierto, ¿quién es usted? –le preguntó mientras emprendían la marcha.

-Olvidé presentarme –respondió la coneja volteándose-. Yin Chad, abogada –agregó extendiendo su mano abierta.

-¿Abogada? –respondió extrañado estrechando su mano mientras miraba a la cucaracha-. ¿En qué lío te metiste, Yakko?

-No es nada grave –contestó la coneja-, solo requerimos una firma suya y todo se habrá solucionado.

-Bueno –respondió dubitativo.

Continuaron con la marcha en silencio por un rato más. El caballo y la cucaracha seguían a la coneja, quien conocía los caminos de aquel edificio como la palma de su mano.

-Por cierto Yakko, ¿qué tal está Mónica? –preguntó el caballo de improviso rompiendo el silencio.

-Está bien, como siempre –respondió-, aunque hace tiempo que no la veo.

-¿Entonces cómo sabes que está bien? –cuestionó el caballo.

-Suele desaparecer un largo tiempo, y volver como si nada –respondió Carl.

Sin que Marcelo supiera, encendió una de las tantas dudas que tenía en su subconsciente la cucaracha. Esperaba que mientras estuviera en el hospital poder verla aunque fuera una sola vez. Extrañamente, ella no se apareció ni por casualidad.

-Perdón, ¿usted la conoce? –intervino Yin.

-Es mi hermana –respondió el caballo.

-Oh vaya –respondió Yin un tanto sorprendida.

-¿La conoces? –le preguntó Marcelo.

-Atendió a mis hijos en el hospital –respondió la coneja. No tenía los recuerdos más agradables de la yegua.

-Sí, le gusta eso de atender niños –comentó el caballo.

Es así como continuaron su marcha en silencio.


¡Patitos! Estamos terminando este capítulo algo tarde, es por eso que no podremos entregarles una historia que narre nuestro mensaje como la última vez. Además, la próxima semana tenemos parón, así que no nos volveremos a ver hasta dentro de dos semanas más. En fin. El tema es uno solo y muy demasiado importante para nuestros patitos chilenos. El 15 y 16 de Mayo finalmente son las enormes elecciones. Fueron postergadas del 10 y 11 de abril por culpa de la pandemia (y puede que las vuelvan a postergar durante estas dos semanas, pero asumamos que sí serán esos días).

El punto es: ¡Vayan a votar! ¡Son elecciones muy importantes! Elegimos alcaldes, concejales, gobernadores y constituyentes. ¡No le tengan miedo a las cuatro sábanas llenas de nombres! Infórmense de quiénes son los candidatos que están postulando en donde viven y elijan sabiamente. El futuro de Chile depende de estas elecciones. Y lo más importante: ¡Cuídense patitos! Y si las elecciones se vuelven a postergar… a seguir esperando y cuidándose.

Nos volveremos a ver en este fanfic el 16 de mayo, y sobre nosotros, nos veremos el 15 en un nuevo capítulo de "Polidrama" (puede que publiquemos algo antes durante la semana, pero por ahora no tenemos planes).

¡Feliz día de la madre adelantado! (¡Y Feliz San Valentín atrasado!).