Capítulo 46

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SOL OSCURO

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Quiero destruir por impulso

Soy el sol oscuro que ilumina la oscuridad.

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Estamos más cerca de Sunagakure que de Konoha. Debemos ir hasta allá de inmediato y buscar un equipo médico que pueda...―recordaba Naruto que Neji había dicho, mientras observaba las llamas de la fogata frente a él. La escena se repetía una y otra vez en su cabeza.

No. En Sunagakure no tienen los antídotos para este tipo de veneno ―dijo Sasuke―. Necesitamos a la Quinta.

De acuerdo ―había asentido Neji―. Nos pondremos en marcha de inmediato.

Yo la llevaré, ustedes asistan a Kakashi. Soy el único que puede invocar un águila para nos llevé. Me demoraré un día y medio en llegar a Konoha desde aquí si... ―comenzó a decir Sasuke.

No lograrás mantener una invocación por tanto tiempo ―le advirtió quietamente Hinata, sin mirarlo, con el tono de voz apagado y distante, enfocando su mirada en la horrible imagen frente a ella―. Y es probable que tampoco viva lo suficiente para...

Cierra la boca, Hyūga ―exclamó Sasuke observándola con el ceño fruncido―. Esto no estaría pasando si...

Soy el más rápido entre ustedes ―interrumpió Neji antes que la rabia y frustración de Sasuke fuese dirigida a la primera persona que intentara contrariarlo―. Puedo cargarla. Demoraré dos días en llegar si no me detengo a dormir. Aunque quizás debería hacerlo Gai Sensei o Lee. Ellos son los más rápidos cuando se trata de...

No sabemos cuánto tiempo tenemos. Hay que tomar una decisión ahora ―Sasuke cerró los ojos tomando la posición de líder de su equipo―. Mantendré esa invocación. La vida de Hinata depende de que lo haga ―dijo mientras envainaba su chokuto ensangrentada.

Naruto no pudo evitar contemplar la delicada forma en que caían las gotas carmesí desde el metal hasta el suelo rocoso, como si el tiempo hubiese decidido ir más lento de lo normal, la sangre flotando en el aire para luego descender ligera como plumas desde el metal hasta la roca. Si se concentraba, estaba seguro que podría oírlas golpear el suelo.

Percibió su corazón latiendo en los oídos mientras que las cosas a su alrededor empezaban a dejar de tener sentido y se le helaba el cuerpo.

Sasuke tomó el kunai envenenado de entre las manos muertas de Chiyo, abrió un pergamino pequeño que llevaba en su portaherramientas y limpió el contenido del metal en el papel. Garabateó un par de cosas para luego enrollarlo, invocar un halcón y amarrarlo en su pata.

Enviaré el veneno a Tsunade-sama ―dijo soltando el ave de su antebrazo y dejándola volar―. Con suerte habrán preparado un antídoto cuando lleguemos a Konoha. No podemos confiar que sea el mismo veneno que mató a Kankuro ―Neji asintió dándole la razón, mientras que Hinata permanecía enmudecida y ausente.

Naruto entreabrió los labios, frunció las cejas en un gesto doliente y se miró las manos. ¿Estaba temblando? ¿Por qué? ¿Por qué él temblaba mientras que Sasuke y Neji se coordinaban para hacer algo? ¿Por qué sentía que estaba tan lejos de las personas a su lado, incapaz de reaccionar?

Su mirada nerviosa se movió lentamente al cuerpo decapitado de la anciana. Su sangre escurría rápidamente por el suelo. Su cabeza había rodado un poco más allá y no le veía el rostro, sólo un manchón de cabello plateado hundido entre las pequeñas rocas. La imagen era tan grotesca que le costaba creer que hacía sólo un par de minutos atrás, esa mujer había estado viva y hablándoles. La escena le revolvió el estómago.

Entonces escuchó un suspiro trémulo a su lado.

Hinata ―pensó frunciendo el ceño con preocupación, mientras el fuego consumía la madera frente a él y se perdía en sus propios recuerdos que no le permitían dormir.

Su compañera observaba la misma brutal escena. Su pequeña mano se encontraba temblorosamente posicionada sobre el lugar donde había sido herida. Subió lentamente el rostro para encontrarse con los ojos de su amiga, percatándose de la palidez de sus mejillas, el sudor que le perlaba la piel, y aquella herida en su frente que aún sangraba.

Sus ojos se encontraron, ambos entendiendo sin palabras lo que sentían. A pesar de haber estado lejos uno del otro durante los últimos años, sabía tan sólo con ver la expresión en ella exactamente lo que estaba cruzando por su cabeza, haciendo que se le apretara el pecho. Ambos estaban experimentando la misma sensación acongojante. Había miedo en la mirada de Hinata y una silenciosa súplica porque se quedara junto a ella.

Él también lo sentía. Sabía exactamente lo que ella estaba pensando porque era lo que también le estaba apretando el pecho.

A ambos les causaba el mismo temor lo que acababan de ver en Sasuke.

¿Por qué hiciste eso? ―preguntó subiendo la mirada y encontrándose con los ojos de Sasuke. Arrastró con lentitud sus palabras, con recelo, con la impresión de que nunca había estado tan lejos de él como en ese momento, a pesar de estar a su lado. Se sentía molesto y defraudado con su mejor amigo, su hermano, preguntándose dónde estaba la persona que él conocía―. Estaba inmovilizada, desarmada y moribunda. Ya no presentaba un peligro. ¡No había necesidad de matarla! ―exclamó en un repentino arrebato que lo trajo de vuelta de su ensimismamiento. No soportaba que hubiese puesto esa angustia y desesperación en la mirada de Hinata.

Sasuke le mantuvo la mirada con clara hostilidad, haciéndole creer que el siguiente a quien quería cortarle el cuello era él. Se percató del instinto de matar rebosando desde Sasuke y aquello le provocó un escalofrío por toda la piel. No obstante, no movió los ojos, retándolo en ese instante a responder su pregunta en vez de intentar fulminarlo con la frialdad que mostraba.

No le temía a Sasuke.

Lo único que realmente temía era que en vez de descargar su furia sobre él, lo hiciese sobre Hinata. Estaba dispuesto a soportar el exabrupto de Sasuke si significaba que su compañera no tuviese que volver a ver nuevamente esa oscuridad en él. Lo que no estaba dispuesto a aceptar, de ninguna manera, era que lastimara a Hinata. Prefería molerlo a golpes y hacerlo reaccionar antes que ver tristeza y miedo en ella.

¿No representaba un peligro? ―preguntó Sasuke lentamente, amenazante, con la voz grave y profunda―. Mira a Hinata ―resopló irritado. Permaneció un momento en silencio mientras apretaba la mano alrededor de la vaina de su chokuto.

Naruto se posicionó levemente por delante de Hinata mientras Neji fruncía el ceño. Algo en él temía que de un momento a otro fuese a atacarlos a ambos. Ante la visión, Sasuke bufó, cansado, exasperado. Era como si algo finalmente reventara dentro de él. Naruto creyó que finalmente estaba dejando salir algo que llevaba escondido y que ya no soportaba más ocultar.

Desde que éramos niños yo... ―se interrumpió, apretando con fuerza su puño, soportando algo que parecía dolerle y que Naruto no supo interpretar. Su voz era tan fría, tan distinta del amigo que conocía―. Tú y ella son iguales. Ingenuos y estúpidos. Se merecen uno al otro.

La joven bajó levemente el mentón y su flequillo le cubrió el rostro. Naruto dudó un momento, pero no cambiaba su opinión sobre lo que había dicho. Por mucho que esa anciana hubiese intentado matar a Hinata, Sasuke la había inmovilizado. No iba a presentar pelea, no era una amenaza para ellos en esa condición.

Deidara había hecho algo mucho peor, matando a Gaara, pero Sasuke lo había capturado en vez de terminar con su vida. Incluso Kakashi sensei había tratado de matarlo porque reconocía en él un peligro verdadero. No obstante, sin brazos y paralizado, Sasuke decidió que no valía la pena acabar con su vida si podían extraer información de él. Había actuado racionalmente, trazando un plan, como un shinobi.

¿Entonces por qué no había hecho lo mismo con la abuela Chiyo? ¿Por qué ir a ese extremo cuando la mujer estaba vencida y no podría presentar más resistencia?

Lo que la anciana había hecho era horrible e imperdonable, y Naruto no sentía un atisbo de aprecio por alguien que atacara así por la espalda a otro que intenta ayudarle. Incluso, quizás, habría sentido deseos de matarla también si hubiese logrado su cometido. No obstante e independiente de sus propios sentimientos respecto a esa vieja, ¿Cuál era la diferencia entre los crímenes de ambos para que Sasuke, el racional y analítico Sasuke que él conocía, decidiera que uno de ellos merecía morir por lo que había hecho y el otro no?

Los sujetos de Akatsuki mataron a Gaara y capturaste a uno de ellos en vez de matarlo. ¿Acaso él no presenta un peligro para mí y para todos nosotros? ―Naruto frunció el ceño irritado―. ¡Esos bastardos están detrás de los Jinchūrikis! ―exclamó también perdiendo la paciencia.

Sasuke afiló sus ojos oscuros bajando levemente los párpados. Naruto volvió a sentir esa hostilidad en él que le quitaba el aliento, como si no fuese Sasuke quien hablase sino alguien más.

Sí, y podremos protegerte mejor si tenemos información sobre ellos. Vamos a extraer cada pensamiento de ese tipo y sabremos contra qué nos enfrentamos si Itachi viene por ti ―Naruto no podía negar que Sasuke tenía razón. No obstante, su cuestionamiento pareció ofender al pelinegro.

¿Entonces lo hiciste por Itachi? ―preguntó sintiéndose irritado de pronto.

¡Todo lo que hago es por Itachi! ―Hinata cerró los ojos asustada cuando Sasuke gritó―. Cada paso que he dado desde el día que murieron mis padres, todo ha sido por él. Incluso tener que soportar estar en el mismo equipo que tú ―Naruto frunció el ceño, sin saber si lo que le dolía en el pecho eran las palabras de Sasuke, o saber que estaba mintiendo. Saber, que había algo más que lo estaba llevando a ese punto de colapso sin que pudiese decirlo―. ¿Quieres saber quién realmente mató al Kazekage? ―el estómago de Naruto se apretó al escucharlo y su gesto evidenció que pensarlo le dolía. Hinata levantó la mirada, sorprendida e incrédula de la frialdad con que Sasuke se dirigía a Naruto―. Fue esa vieja miserable. Fue ella quien selló en Gaara un bijū. Si no hubiese sido por ella, ese chico aún estaría vivo. Este mundo no se pierde de nada porque una basura como ella esté muerta.

Naruto sintió algo revolverse dentro de él y creyó entender entonces la respuesta a su pregunta original.

¿Por qué lo había hecho?

Gaara era alguien que no significaba nada para Sasuke, sólo un chico que habían visto en algunas ocasiones y que ahora ocupaba un alto rango en el gobierno de Sunagakure. Que Akatsuki lo hubiese matado le era indiferente. Si mantener con vida a Deidara lo acercaba a Itachi o a Akatsuki, lo mantendría vivo. Y hasta cierto punto, Naruto creyó que tenía razón, por lo mismo no había reclamado cuando decidieron capturarlo, dejando de lado por completo sus propios sentimientos al respecto que en ese entonces le quemaban la piel al punto que lo único que deseaba era poder golpear el rostro de Deidara una y otra vez hasta desfigurarlo. No obstante, se abstuvo, porque creyó en la decisión de Sasuke. Podían obtener información valiosa sobre Akatsuki y así presentar pelea si el momento llegaba en que el resto de ellos viniese por él.

Lo sucedido con la abuela Chiyo era completamente diferente. Había lastimado a Hinata y... Hinata... no era una desconocida. No era alguien que le fuese indiferente ni una extraña. Ella era un miembro de su equipo, alguien querida e importante no sólo para él, sino que también para Sasuke. Hinata era la que con su suave sonrisa podía lograr que dejaran de pelear, la que guiaba el camino de ambos para que evitaran desviarse y los apoyaba en perseguir sus metas. Ella era quien cargaba sobre sus hombros la labor de disipar la oscuridad en el fondo del corazón de Naruto, así como intentar traer a luz toda la bondad que había en Sasuke.

Ella era lo que los mantenía unidos.

Naruto había notado la cercanía entre ellos, la forma en que se complementaban y cómo Sasuke parecía siempre pendiente de ella. Estaba dispuesto a ir al extremo de matar a una anciana si con ello podía proteger a alguien que sí importaba para él. Carajos... incluso estaba dispuesto a matarlo a él si el Kyūbi se descontrolaba y ponía en riesgo a Hinata, pues ya se lo había advertido.

Sasuke estaba actuando así porque no podía controlar sus propios sentimientos ante la idea de perder a Hinata. Por un momento, incluso quiso creer que quizás esa era la forma tosca en que Sasuke mostraba afecto y preocupación, ya que no sabía cómo hacerlo de otra manera. ¿Había matado a esa anciana entonces porque deseaba protegerla?

No. Ya no necesitaba protegerla. El peligro ya había pasado ―pensó Naruto mientras observaba el fuego en medio de la noche, sintiendo que un nudo se formaba en su garganta al recordar la escena―. Sin importar sus excusas o lo que dijera sobre esa anciana... la mató en un impulso. Ni si quiera lo pensó, sólo actuó a base de... su odio. Lo hizo porque... verla morir lo hizo sentir bien.

Y aquel pensamiento no abandonaba la cabeza de Naruto desde el momento que lo vio partir sobre el águila con Hinata rumbo a Konoha, revolviéndole el estómago y causándole un extraño pesar en el pecho. Ni tampoco el conocimiento de que su compañera, su mejor amiga, llevaba consigo el peso de haber provocado esa reacción en Sasuke. Pues sabía sólo por haber contemplado el rostro de Hinata, que ella también se había percatado de los motivos de Sasuke para hacer lo que hizo.

Quizás Sasuke tenía razón y sí eran ingenuos. Después de todo, habían creído que con una promesa podrían contener todo el odio que albergaba en su propio ser. Ambos habían visto en ese momento que no había desaparecido, sólo estaba durmiendo esperando una excusa para manifestarse.

Por un momento, pensé... que veía una llama oscura en él creciendo y absorbiendo toda la luz a su alrededor ―recordó Naruto mientras observaba el fuego del campamento quemar lentamente la madera. Los ojos ónix de Sasuke se le presentaban cada vez que cerraba los ojos y los veía cubrirse de una espesa frialdad que se le hacía completamente extraña, como si fuese la primera vez que estuviese frente a esa persona. Y por algún motivo, esos ojos le dolían tanto como recordar el rostro muerto de Gaara.

Hinata ―pensó abrazando sus piernas y hundiendo su rostro en las rodillas, dejando escapar un llanto silencioso―. ¿Cargaste sola con esa oscuridad todo este tiempo? Lo lamento tanto. Si tan sólo lo hubiese sabido yo...

Porque si bien todo dentro de él dolía por lo de Gaara, la preocupación por Hinata no lo dejaba dormir. La mera idea de perderla le angustiaba tanto que deseaba ponerse de pie y seguir corriendo hacia Konoha.

Hinata es fuerte. Sasuke debió llegar a tiempo. Sasuke nunca dejaría que algo le pasara ―porque de algo estaba seguro y era que su compañero apreciaba a Hinata. Y a él. Eran un equipo. Eran amigos de verdad. Por mucho que tuviesen altos y bajos, momentos felices o tristes, compartieran dolores y alegrías... siempre estarían juntos―. Si reaccionó así, fue precisamente porque hirieron a Hinata.

Mientras lloraba en silencio, Naruto no pudo evitar pensar en lo solo que se sentía. Pero no podía hacer nada al respecto. Lo hacía recordar a los días en que se quedaba mirando la fogata durante las noches en que Jiraiya pasaba alguna borrachera y se dormía. En esos momentos solitarios extrañaba a sus amigos, al igual que ahora, que los necesitaba tanto.

Recordó con pesar como Kakashi, Gai y él llegaron a Sunagakure en un ambiente desolador. La población civil se había conglomerado en la entrada de la aldea esperando por noticias del Kazekage y también de lo que estaba sucediendo en las fronteras. El sonido aullante del viento fue lo único que se escuchaba mientras Naruto, ayudado por algunos de sus clones de sombra, hacía la entrada a Suna cargando una camilla en donde se encontraban los restos de Gaara y la abuela Chiyo.

Cada paso que dio se le hizo más difícil de soportar que el anterior, sobre todo cuando tenía que mantener la vista en frente, con el peso de todo el dolor de esas personas sobre él. Escuchó llanto y tristeza mientras avanzaban, el lamento general de aquellos que sabían que en esa camilla iba ese joven Kazekage que había caído.

¡Viva el Kazekage! ―se escuchó de pronto, quebrando el silencio.

¡Viva el Kazekage! ¡Gaara del Desierto! ¡Viva el Kazekage!

Primero fueron personas aisladas que tímidamente gritaban. Pero luego más vítores le siguieron. Pronto, la mayoría de ellos aplaudía, sabiendo que le estaban dando la bienvenida al heroe que había salvado a la aldea de ser destruida. Era la forma en que el pueblo de Suna le rendía un último homenaje a ese joven pelirrojo que tanto habían temido.

Naruto lloró sin culpa mientras las personas a su alrededor se acercaban a la camilla para ayudar a cargar los restos de Gaara. Completamente cabizbajo, dejó que el viento le revolviera el cabello rubio, cerrando los ojos, sintiendo que su amigo se encontraba junto a él mientras veía lo que había deseado toda la vida.

¿Por qué tenían que esperar que muriese para acercarse a él? ―pensó con el corazón quebrándosele, hundiendo su rostro en sus rodillas, sollozando silenciosamente. Su pecho dolía tanto.

Aunque fuese después de muerto, Gaara había cumplido ese camino que se había puesto a sí mismo: era reconocido por su Aldea. Cómo hubiese deseado poder tener un momento así también, en que finalmente las personas de Konoha lo aceptaran. Su vida se había vuelto agradable cuando hizo amigos, con Hinata y Sasuke, con Kakashi Sensei e Iruka Sensei, con los demás chicos, Gaara y Ero-sennin... había llenado lentamente ese hueco que tenía en su corazón. Pero siempre había deseado que toda la aldea lo viese como una persona, no una cosa. Quería demostrar su valor siendo el Hokage, ¿Pero cómo podía serlo si ni si quiera había logrado salvar a un amigo? ¿Cómo podía seguir adelante ahora si había roto su palabra?

Mientras se limpiaba la nariz con la manga de su campera naranja, recordó a Kakashi y Gai sensei dando las explicaciones al consejo de Sunagakure. Escuchó en sus memorias cómo narraban los acontecimientos y la decisión de llevar a Deidara directamente a Konoha debido a que creyeron que Suna no podría resistir un ataque más de Akatsuki en caso de que decidieran salvar al escandaloso rubio de Iwagakure.

Hubo varias discusiones al respecto, pero Naruto no pareció preocupado por nada de lo que escuchaba. Estaba tan ensimismado en su propio duelo por lo ocurrido con el Kazekage, que ni si quiera sabía cómo podía permanecer de pie ahí. Por ello se había retirado hasta los pasillos del edificio, acongojado y cabizbajo, sentándose contra la pared.

Escuchar que el país había sido atacado en la frontera le hizo pensar qué habría hecho Gaara al saber que su nación estaba en esa posición tan vulnerable porque Akatsuki había decidido actuar en contra de ellos. Por un momento, incluso cerró los ojos intentando imaginarse al pelirrojo, escuchar lo que decía el viento y saber qué podía hacer él para resarcir el hecho de no poder salvarlo.

De pronto alguien se paró frente a él y tuvo que subir el rostro.

Se encontró con un par de ojos de un intenso verde que lo observaban severos y fríos. Naruto creyó empequeñecer sin poder articular las palabras que necesitaba, sintiendo que un nudo se le formaba en la garganta ante la angustia de verla.

No pudo decir nada, sólo, agachó la cabeza tembloroso, en una sumisa posición, disculpándose sin palabras por el fracaso de la misión que le había costado la vida a Gaara.

Permanecieron así un momento, sin decir nada.

Ponte de pie y sígueme ―había dicho Temari, haciendo que Naruto le obedeciera torpemente, incapaz de reclamar.

Cuando llegaron a la parte alta del edificio, Temari se detuvo dándole la espalda. Ahí con las ventanas abiertas, el viento le removió la cabellera.

¿Qué ves? ―le preguntó.

Sunagakure ―dijo observando a través del vidrio.

La noche en que Akatsuki atacó, Deidara de Iwagakure lanzó una enorme bomba sobre la aldea. Todos pensamos que moriríamos ―Temari se volteó sobre el hombro―. Pero Gaara protegió la aldea valientemente. Utilizó todo su chakra al hacerlo, pero la aldea sigue en pie. Él dio su vida por este lugar. Por ello, no aceptaré que luzcas ese tipo de dolor por causa de lo sucedido. Ofende la memoria de mi hermano que te lamentes porque cumplió con su deber como shinobi.

El semblante de Temari se suavizó y Naruto notó que su corazón se estaba rompiendo al igual que el suyo. Ella, que había sido descrita como la kunoichi más cruel dentro de Sunagakure, le sonrió con ojos llorosos.

Gracias por traerlo de vuelta, Uzumaki Naruto ―dijo la joven.

Lo lamento tanto ―gimoteó mientras se tapaba el rostro con el anverso de su brazo para ocultar que lloraba―. Llegamos demasiado tarde. Hicimos todo lo posible pero...

¿Por qué lloras? ―le preguntó con una voz más severa y con un leve tono de sermón, lo cual a Naruto le pareció gracioso, pues ella misma estaba conteniendo las lágrimas―. Un Shinobi no debe llorar durante una misión.

Lo siento... yo... No pude salvarlo.

¿No pudiste? ―Temari sonrió―. Lo hiciste, Naruto. Lo hiciste allá en Konoha, aunque no te hayas dado cuenta. Y ahora, dijiste que lo traerías de vuelta y aquí está. Mis hermanos podrán descansar juntos uno al lado del otro, sabiendo que defendieron la aldea ―ella se dio la vuelta y su voz se quebró levemente. Naruto no podía olvidar su dolor, al punto que se odiaba a sí mismo por no haber podido impedir que Temari llorase―. Gaara y Kankuro son héroes de esta aldea y no se merecen lágrimas de tu parte. Ahora es mi turno de defender Sunagakure... cuando asuma la posición de Kazekage. Así que espero que tú también cumplas tu palabra y te conviertas en Hokage un día, porque la alianza con Konoha en muy importante para mí y quien está en deuda conmigo ahora, eres tú.

Habían abandonado la aldea ese mismo día. Kakashi sensei apenas podía moverse, por lo cual, Gai sensei lo llevaba sobre su espalda. No tenía nadie con quien hablar de cómo se sentía y la soledad que tanto temía fue su única compañera durante el silencio de las noches.

Neji, Tenten y Lee habían sido encomendados con llevar a Deidara lo antes posible a Konoha. Mientras miraba las llamas que quemaban la madera, pensó que gustosamente habría partido de vuelta a Konoha para saber noticias sobre el estado de Hinata, pero su honor le exigía ir a Sunagakure, mirar a Temari al rostro y decirle personalmente que había fracasado en salvar a su hermano. Gai aseguró que con Neji bastaría para tener las cosas bajo control, por lo cual a pesar de lo peligroso que era ese escandaloso bastardo, todos acordaron que era la mejor estrategia a seguir.

Tenten había utilizado su excelencia en ninjutsu de sellado espacio-tiempo para invocar un caja de madera y metal especialmente diseñada para transportar a prisioneros de alta peligrosidad. Al parecer, por lo que escuchó Naruto, no era la primera vez que el Equipo de Gai sensei se dedicaba a ese tipo de misiones. Eran especialistas en combatir shinobis de alto rango y muchas veces tenían que ser capturados. Por lo mismo, se adelantaron en llevar a Deidara a Konoha.

De pronto, escuchó que alguien se movía.

―¿Kakashi sensei? ―cuestionó Naruto al ver que el hombre se removía intentando sentarse―. Debería dormir ―le dijo Naruto―. Yo haré la guardia hoy.

―Gai tiene un sueño bastante pesado ―dijo Kakashi mientras se acomodaba contra la corteza de uno de los troncos del bosque en los lindes del país del fuego―. Es difícil dormir mientras ronca, ¿no?

―Sí ―respondió Naruto secándose las lágrimas disimuladamente con su chaqueta naranja.

Ambos quedaron en silencio, acompañados por el lejano ulular de los búhos del bosque. Ver verde en vez de arena les indicaba que ya habían cruzado la frontera y que muy probablemente, pronto estarían de vuelta en Konoha.

―Lo que le ocurrió a Gaara no fue tu culpa ―le dijo quietamente, después de que ninguno habló.

Naruto no respondió de inmediato, agachando su rostro un poco más. Con una ramita comenzó a mover las brasas del fuego. Su pecho se apretó con fuerza y ese nudo en su garganta apenas lo dejó hablar.

―¿Entonces, por qué siento como si lo fuese? ―preguntó cabizbajo.

―A veces, por mucho que lo intentemos, no podemos salvar a nuestros amigos ―Kakashi suspiró―. Y tenemos que aprender a vivir con eso. Es parte de ser un shinobi.

―Usted es uno de los shinobis más fuertes de Konoha, sensei ―dijo Naruto con algo de melancólica gracia―. De seguro nunca le pasó algo así.

―Mi mejor amigo murió durante una de nuestras misiones. Era un poco menor que tú cuando aquello sucedió ―Naruto abrió ampliamente los ojos en sorpresa―. Y luego, mi mejor amiga siguió el mismo destino. Ambos eran mis compañeros de equipo ―por un momento Kakashi se detuvo y Naruto pensó que no diría nada más al respecto, por lo cual, no quiso indagar en el tema―. Le prometí a mi amigo que la mantendría a salvo, y no pude cumplir con esa promesa. También pensé que era mi culpa. Creí por mucho tiempo que podría haber hecho algo distinto para salvarlos y me quedaba durante las noches repitiendo en mi mente una y otra vez aquellas escenas... cómo seguramente tú haces ahora. ¿Qué debí hacer de manera distinta para poder evitar que muriesen? ¿Les había fallado? ¿Merecía ser un shinobi si no pude protegerlos?

―¿Y encontró una respuesta? ―preguntó Naruto, volteándose para observar a Kakashi―. ¿Encontró una forma para que deje de doler?

―Sí ―dijo, con calma―. Pero eso es algo que tú tienes que encontrar por ti mismo, Naruto. Es parte de crecer.

―Sensei ―susurró Naruto, tragando saliva―. ¿Cree que Hinata esté bien?

―¿Qué crees tú? ―Naruto no respondió―. ¿Sabes que el chakra es una forma en que todos nos conectamos?

―¿En serio? ―preguntó incrédulo.

―¿Qué te dice tu interior sobre Hinata? ¿La sientes aún?

―Siempre... ―respondió con suavidad, subiendo levemente el rostro y mirando sobre las llamas hacia la lejana luna creciente que se escondía en el horizonte―. Siempre está conmigo, Sensei ―Naruto llevó la punta de sus dedos al collar del primer Hokage, recordando lo que Sasuke había dicho.

Ese collar que llevas en el cuello. Ella lo sujetaba entre sus manos como una oración cada vez que dudaba y necesitaba fuerza, cada vez que quería superarse. Cada vez que necesitó fuerza, pensó en ti. ¿No puedes hacer lo mismo?

Cerró los ojos intentando soportar su propio corazón roto mientras también decía una plegaria silenciosa para pedir fuerzas y dejar de llorar.

―Sólo hay algo que me molesta. Algo bastante extraño ―dijo Kakashi volviéndose a acomodar para dormir―. Que Kankuro y Hinata resultaran envenenados de esa manera pero que Chiyo-sama fuese herida con un corte limpio de una espada. ¿No lo crees?

Naruto lo entendió en el tono de voz de su maestro. Kakashi sospechaba de lo que había ocurrido. Ese sujeto de Akatsuki había matado a cien shinobis altamente entrenados en Sunagakure, pero ninguno de esa forma. Kakashi era un genio, estaba seguro que no podía engañarlo y mentir, pero no iba delatar a Sasuke. No podía decirle que Hinata había sido atacada por Chiyo y que por ello Sasuke la había ejecutado.

Chiyo era un alto rango dentro de Sunagakure. Konoha tenía una frágil alianza con Suna. Si se llegaba a saber que Hinata había sido atacada de esa manera, podía tener repercusiones graves para ambos países. Naruto no entendía nada sobre el motivo de esa anciana para hacer lo que había hecho, pero no podía delatar a Sasuke. Estaba seguro que Hinata habría apoyado la decisión de permanecer en silencio.

―Espero que Sasuke haya conseguido llegar a tiempo a la Aldea ―dijo Naruto, mirando el cielo estrellado.

―Descuida. Estoy seguro que lo hizo ―lo tranquilizó Kakashi.

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Llevaba cinco días en el hospital de Konoha. No se había movido de ahí, aunque en más de una ocasión le insistieron que fuese a su propia casa a reposar, que intentara comer algo y dejase descansar a Hinata. Obstinadamente, permaneció justo donde estaba, porque no había otro lugar al cual quería o debía ir en ese momento.

Durante esos días permaneció junto a ella, esperando, observándola pelear una batalla muy distinta, una en donde su fuerza, su entrenamiento y su valor no tenían importancia. Al fin de cuentas, incluso el shinobi más fuerte de todos podía ser derrotado por veneno.

Pensó sinceramente que en una situación así tendría la firme convicción y confianza de que ella pudiese sobreponerse, pero entre más días pasaban sin cambios, más dudas destrozaban su propia paz mental. Ya ni si quiera estaba enojado por lo sucedido, tan sólo había miedo. ¿Qué pasaría con él si perdía a Hinata? ¿Qué haría? No podía imaginar una vida en donde su suave sonrisa y sus mejillas sonrojadas no fuesen parte de su día a día. No quería imaginar una vida en donde el sonido de su risa no lo hiciera feliz.

Por ello, sin saber qué hacer ni dónde ir, con la misma obstinación con que perseguía cada una de las cosas que deseaba... se quedó ahí, deseando que ella despertara, lo mirara y le dijera que todo estaría bien. Pronto descubrió que a base de su propia fuerza de voluntad aquello no ocurriría y que por primera vez en mucho tiempo, se veía impotente de controlar una situación.

Con cada día que pasaba, más vacío se sentía en esa miserable soledad en la cual se hundía poco a poco. Esa quietud lo ahogaba. Creyó que seguramente así moría el alma de un hombre en vida; si la perdía, si llegaba a perder a Hinata, no habría vida que le quedase en el acto de vivir.

Esto esto es mi culpa... ―pensó mientras el sol entraba por la ventana tenuemente, iluminando todo en los colores pasteles del atardecer. Contempló como el pecho de Hinata subía y bajaba imperceptiblemente, con la ayuda de la respiración mecánica, sintiéndose tan miserable que podría fácilmente haberse quebrado y llorar. Por un momento, creyó que ese horrible sonido agudo que medía el ritmo cardíaco de su compañera lo iba a volver loco―. ¿Por qué no me di cuenta antes de lo que esa vieja intentaba? ¿Por qué? ¿Por qué no interpuse mi mano entre ese kunai y tu espalda, Hinata?

Tsunade le había explicado que lo mejor para Hinata en ese momento era estar profundamente dormida gracias a todos los medicamentos que le estaban aplicando y que de esa manera su cuerpo pudiese comenzar a recuperarse. Ino le solía llevar una que otra cosa para comer y le advertía si Tsunade-sama estaba de turno para que se escondiera o de lo contrario lo terminaría echando de la habitación.

Sakura también había mostrado mucha más amabilidad y comprensión de la que esperó de ella considerando que desde niños la creía irritante; no obstante, cuando la veía realizar su ninjutsu médico sobre Hinata intentando recuperar sus órganos para que desempeñaran sus funciones vitales de forma normal nuevamente, experimentaba una cierta gratitud y un respeto inexplicable. Algo que nunca creyó que llegaría a sentir por Sakura Haruno.

Lo único positivo dentro de las cosas negativas que estaban sucediendo, fue que tanto Hiashi Hyūga como Hanabi Hyūga estaban fuera de Konoha en una misión diplomática del clan. Por ello, no había tenido que ir a darle explicaciones de lo sucedido. Sinceramente, no habría podido soportar tener que narrar los hechos una vez más. Ni si quiera le había dicho toda la verdad a Tsunade. Y curiosamente, tampoco lo hizo Neji cuando arribó a la aldea transportando a Deidara de Iwagakure que en ese momento se encontraba encerrado en un recinto del departamento de Inteligencia de Konoha mientras era interrogado. Curiosamente, todo sobre Deidara lo tenía sin cuidado. Lo único en que podía pensar era que debía estar ahí con ella, acompañándola en silencio como tantas veces ella lo había hecho con él.

De pronto la puerta se abrió. Sasuke no volteó a ver quién era. No le importaba realmente. Tampoco le preocupaba qué era lo que querrían allí. Permaneció quieto y sentado junto a la cama en donde reposaba Hinata.

―¿Ha habido algún cambio? ―preguntó Sakura con un tono bastante jovial, moviéndose con algo de timidez mientras se acercaba a él. Sasuke negó, sin responder―. Ya veo ―tomó la tablilla con la ficha de paciente que colgaba a los pies de su cama―. Descuida, Sasuke. Según los exámenes de esta tarde, sus riñones han respondido bien a la medicina que le preparé. Gracia a dios. Eso sí es un alivio.

La verdad, no entendía mucho de lo que había fallado en el organismo de Hinata. No obstante, sí recordaba perfectamente bien cómo su cuerpo se había ido deteriorando con el paso de las horas. Algo en él seguía doliendo cuando todo aquello volvía a su memoria, atormentándolo como una constante pesadilla que se repetía en su cabeza sin que se pudiese escapar de ella. No podía dejar de escuchar los quejidos agonizantes cada vez que había silencio a su alrededor, sentir esa temperatura ardiente en su propia piel recordando la fiebre que la aquejó durante el trayecto, ni la visión de su sufrimiento durante aquellas horas interminables en que ambos intentaban llegar a Konoha. Sólo se había sentido igual de desesperado al ver a sus padres muertos bajo los pies de Itachi.

Recordar que en un momento, podía volver a perderlo todo, lo aterraba.

Un deja vu. Así se sentía estar ahí observando a Hinata. Una cruel broma. Era como cuando Itachi lo hizo ver la muerte de sus padres una y otra vez. En cambio, ahora, lo que veía era a Hinata vagando en un espacio entre la conciencia e inconciencia.

―¿Quieres que te traiga algo de comer? ―preguntó Sakura―. Luces pálido. Debes cuidarte también, Sasuke-kun.

―Quién necesita de tu atención en este momento no soy yo, Sakura.

―Tienes razón. Vendré luego a revisar que todo esté bien ―le respondió ella con un tono algo avergonzado, para luego dejarlo solo sin despedirse.

Suspiró poniendo su frente sobre las sábanas que tapaban a Hinata, entrecerrando los ojos un poco. Se sentía tan agotado. Los ojos se le cerraban de sueño, pero no quería dormir. No podía hacerlo. ¿Qué tal si ella despertaba y él se lo perdía?

―Lo siento ―dijo quietamente, mientras volvía a sentarse derecho. Su rostro mostraba el profundo dolor que lo cubría como una mortaja―. Es mi culpa que estés así. Yo cuento con el Sharingan. Debí reaccionar antes. Nadie más que yo podía haber hecho algo. Y te fallé...

No podía sacarse de la cabeza la forma en que no pudo lograr desviar ese kunai en la mano de Chiyo. Se sentía un fracaso. ¿Por qué había entrenado tanto si al momento de poner en uso todo ese esfuerzo, no había podido evitar que esa vieja miserable envenenara a Hinata? ¿Y todo para qué?

Tenseigan significa Ojo de la Reencarnación... ―pensó Sasuke sin entender―. Dijo que no permitiría que despertara el Tenseigan... ―meditó en silencio. Nunca había escuchado esa palabra, ni conocía a alguien con ese nombre, ni una técnica que se le relacionara. ¿Por qué entonces esa vieja había intentado asesinar a Hinata por ello? Su compañera tampoco había mencionado nada de eso, aunque, con todo ese asunto de guardarle secretos quizás...―. Hinata sólo guardo los secretos de los demás, no los suyos. Me lo hubiese dicho. Si hubiese sabido que algo así la pondría en peligro, me lo habría dicho.

Frunció el ceño observándola en silencio, esperando que sus ojos se abriesen pronto para poder preguntárselo y así acabar con esa tortura de saber si ella se encontraba bien o no.

―Debes ser fuerte y recuperarte, Hinata. Si no lo haces, nunca te lo perdonaré ―le dijo de pronto, ahogado de la espera, en una suave súplica―. Por favor... ―rogó cuando un nudo se formó en su garganta. Quizás si le hablaba ella reaccionaría―. Hoy vino ese idiota de Kiba a verte y trajo flores para ti, junto con Shino. Nomeolvides, azules, aromáticas. Sakura hizo que las sacaran de aquí. Dijo que la habitación debía mantenerse limpia. Estéril. Estéril fue la palabra que utilizó. Debiste ver como gritaban en el pasillo. De seguro habrías reído. Hay... hay muchas personas que quieren que te mejores. Muchas... ―no hubo respuesta a sus palabras―. Sakura e Ino han estado muy pendientes de ti. Sakura casi no durmió las primeras noches. Creo que tenías razón cuando dijiste que ella era bastante asombrosa. Claro, pareces siempre ver lo que yo no puedo. ¿Verdad? Siempre ves lo mejor de las personas. Crees en ellas.

Bajó la mirada, ¿Por qué estaba diciendo estupideces como esa? Él nunca era así de sincero, ni si quiera con ella. Suspiró y se tapó el rostro con ambas manos, restregando sus ojos, intentando mantenerse cuerdo y despierto. Quizás era el cansancio que finalmente lo estaba poniendo en ese punto de vulnerabilidad. En el fondo, el deseo de quebrarse y simplemente llorar lo invadía. ¿Qué importaba si lloraba? ¿Acaso alguien lo vería? Ni si quiera ella podía escucharlo.

―Que patético ―susurró mientras apretaba la mandíbula y experimentaba la sensación molesta que le hacía cosquillear la nariz.

Se puso de pie y caminó por la habitación intentando calmarme un poco, pero la verdad era inútil. Pronto terminó en la misma silla, en la misma posición, observando con una desconsoladora melancolía a su compañera. Era como si el corazón se le estuviese rompiendo y dolía tanto que no sabía qué hacer.

―Naruto debe estar por volver. No quieres que te vea así, ¿Verdad? Estás hecha un desastre, Hyūga ―sonrió nervioso, creyendo que quizás si le hablaba de esa persona que ella parecía amar tanto, quizás despertaría―. Te vas a morir de vergüenza si despiertas y te enteras que Naruto te vio así ―el único sonido que lo acompañó en su conversación era el de la máquina que medía el ritmo cardíaco de Hinata. Permaneció en silencio, buscando alguna reacción, cualquiera, aunque fuese un incremento de su respiración o el movimiento de sus párpados... cualquier cosa que le indicase que lo escuchaba―. Naruto te va a necesitar más que nunca ahora. Por lo de Gaara ―suspiró recordando la forma en que había llorado al notar que Gaara estaba muerto―. Yo... ya sabes que no tengo el tacto para esas cosas ―Sasuke permaneció en silencio, mirando por la ventana abnegadamente, sabiendo que ella no respondería pero imaginándose que lo hacía―. No. No me disculparé. Es un idiota. Y tampoco voy a estar consolándolo. Que se ahombre un poco y lo soporte como todo el resto ―dijo, como si supiese exactamente lo que Hinata le habría dicho en ese momento―. Ya dejame en paz. Que sea mi amigo no significa que deba tolerar todas sus estúpideces. Es tan ingenuo que me provoca el deseo de golpearlo para que despierte y vea como en realidad las cosas. Tan ingenuo y estúpido. Como tú... ―bajó el rostro, sabiendo que lo quería igual que a ella, a pesar de que ambos eran ingenuos, inocentes y estúpidos―. Tú y él, son personas... compasivas. Buenas. Tienen sentimientos nobles que no tranzan. Sin importar que ello los lastime, siguen creyendo firmemente en sus propios valores y también en que el resto piensa como ustedes. No sé por qué. Tú y Naruto me recuerdan constantemente que dentro de mí no existe esa bondad ni esos valores. Que no soy lo suficientemente bueno para caminar junto a ustedes.

Hizo una pausa, mirando su precioso rostro, recordando la forma en que siempre le sonreía cuando lo veía llegar en las mañanas para entrenar con él, recordando cómo lo había apoyado en cada cosa que había hecho desde que se formó su equipo. Si no hubiese sido por ella, no habría deseado volverse alguien mejor, con la esperanza de que tal vez, sólo tal vez ... ella lo mirara a él también y no sólo a Naruto.

―Y aunque sé que no soy como Naruto, intento dejar de lado mi egoismo y pensar en ti. En él. De verdad, hago un gran esfuerzo por ser parte de su mundo. Por mucho que intenté alejar a ambos, no me dejaron solo ―su voz se quebró levemente entonces―... así que no me dejes solo ahora, por favor ―sintió que las lágrimas le quemaban los ojos―. Tú y él... siempre quieren creer lo mejor de las personas. Ven lo mejor de los demás, a diferencia del resto ―Sasuke frunció la mirada mientras contenía las lágrimas a base de su propio orgullo―. ¿Es por eso que siempre creíste también en mí, Hinata?

―Ella siempre creyó en ti, porque eres su amigo ―el pecho se le heló al escuchar esa voz―. No necesitaba más motivos que ese. Es el tipo de persona que Hinata-chan es ―escuchar ese "Hinata-chan" encrespó sus nervios.

―¿Te dedicas a espiar conversaciones ajenas ahora, perdedor? ―preguntó Sasuke con molestia, sin voltearse, con una voz grave que intentaba ocultar que había estado al borde de las lágrimas. Sabía que Naruto se encontraba en el umbral de la puerta, demasiado cobarde como para entrar y acercársele―. ¿Y Kakashi?

―Tres habitaciones a la derecha ―respondió Naruto.

Sasuke notó los pasos lentos y la vacilación en la decisión de acercarse. No se volteó a observarlo. Lo conocía lo suficientemente bien para saber exactamente por qué no se acercaba. Al igual que él, sentía que lo que había sucedido con Hinata era su culpa. Después de todo, era él quien se encontraba a su lado, distrayéndola con su cercanía.

No le importó que permaneciera en la habitación, pero se sintió inmediatamente ofuscado y ahogado con su presencia ahí. A pesar de que con el tiempo se habían logrado acercar y volver amigos, parecía como si fuesen dos extraños en ese momento. Así de molesto se encontraba con él, por algún motivo que no tenía del todo claro. Simplemente, así se sentía. Molesto, irritado, ofendido. Aún no se le olvidaban las palabras que habían intercambiado y había una clara antipatía entre ellos en ese momento. Lo supo porque en vez de chacharear como siempre hacía, se quedó callado observando a Hinata atrás de él, incapaz de acercarse más.

De pronto escuchó un gruñido de parte de Naruto. Incluso así, no se volteó a verlo.

―¡Maldición! Nunca aprendería a vivir con esto, Kakashi-sensei ―exclamó, saliendo rápidamente de la habitación.

Sasuke suspiró.

―Cobarde ―dijo con algo de melancolía y rabia.

Comprendía perfectamente lo que sentía Naruto al ver a Hinata en ese estado, y quizás, Naruto era el único que podía comprender como él se sentía. Tenía razón al decir que eran amigos y por lo mismo podían comprender el dolor que les causaba saber que Hinata, su querida amiga, estaba ahí. Y ambos se culpaban a sí mismos de eso.

No obstante, mientras Naruto se iba a esconder de sus propios sentimientos de culpa con los cuales no sabía lidiar, Sasuke estaba ahí junto a ella, esperando que despertara.

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Los ojos celestes de Ino se perdieron en la imagen al otro lado del vidrio de la ventana del pasillo. El sonido intermitente y lejano de la máquina que medía el ritmo cardíaco de la joven en la cama la hacía sentir una inesperada melancolía que le apretaba la garganta. Era un sonido bastante típico en esos pasillos en que se trataban los casos más graves dentro de Konoha. Se había acostumbrado a ese timbre mientras caminaba durante su práctica médica al servicio de Tsunade Senju, como si fuese algo cotidiano en ese mundo que había decidido seguir cuando no la mandaban de misión con el resto de su equipo.

La escena frente a ella, en cambio, le resultaba desgarradora. Odiaba ver a alguien conocido entubado y conectado a un respirador artificial. Algo dolía en su pecho.

Y no era sólo porque en dicha cama se encontraba alguien querida peleando por su vida, sino porque sentado a su lado, esperando como si la vida se le fuese en ello, estaba la persona que Ino amaba. La persona que intentaba dejar de amar.

Hubiese jurado que rezaba, mientras mantenía el rostro cabizbajo, perdido en la mano que reposaba sobre la blanca sábana que la cubría.

Hinata había ingresado de urgencia al hospital hacía una semana ya. Había sido parte del equipo que intentó estabilizarla, apenas consiguiéndolo. Si hubiese llegado sólo un par de horas tarde, el daño causado en sus órganos vitales habría sido irreparable. Quizás sólo un par de médicos ninja habrían podido ayudarle en procedimientos largos, dolorosos y experimentales para reparar el tejido que había comenzado a morir. Incluso en ese momento todo pendía de un hilo ante las fallas múltiples de sus riñones, hígado y pulmones. Sakura, Shizune-san, Tsunade-sama y ella habían pasado horas intentando sólo mantenerla con vida, dividiéndose el trabajo de aplicar el antídoto que neutralizaba el veneno que recorría su organismo, eliminar las toxinas en su torrente sanguíneo y aplicando chakra en ella para estabilizar sus órganos vitales debido al profundo daño que habían recibido durante los días de viaje entre el País de los Ríos y Konoha.

Por horas había visto como su situación empeoraba sin que nadie pudiese hacer mucho al respeto. Estaba deshidratada, inconsciente, pálida, afiebrada y convulsionaba de vez en cuando. En más de una ocasión pensaron que entraría en un paro cardiorrespiratorio mientras Tsunade intentaba mantenerla viva retirando el veneno de su cuerpo con una complicada técnica que involucraba agua, mientras Sakura buscaba tratamientos que pudiesen contrarrestar el desastre que el veneno había causado en sus órganos.

Supuso que la diferencia en que estuviese ahora viva había radicado en el mensaje de un halcón que Sasuke había mandado, con el veneno que había penetrado en Hinata y noticias sobre su pronto arribo desde el momento en que recibieran el halcón, para así tener todo listo.

El mensaje llegó en medio de la noche. Aún así Tsunade-sama y Shizune habían logrado crear un antídoto para el veneno, pero fue Sakura quien había descifrado su contenido de forma brillante. Tanto ella como su mejor amiga se mantuvieron varias horas despiertas esa noche intentando realizar varias dosis que pudiesen aplicar en Hinata. Quizás eso había hecho toda la diferencia en ese momento, pues cuando Sasuke había llegado a Konoha con Hinata en estado crítico, pudieron comenzar neutralizando el veneno. Lo que restaba era sanar todo lo que éste había dañado dentro de la joven.

Recordaba el rostro de Sasuke cuando la depositó sobre la camilla, alrededor de los médicos que los recibían, haciendo preguntas y pidiendo explicaciones sobre las posibilidades que habían de estabilizar a Hinata. Aún recordaba la forma en que la boca de Sasuke se movía intentando dar respuestas oficiales, formales y frías sobre la misión. No obstante, eran sus ojos lo que contaban la verdadera historia, pues en ellos había visto su desesperación y el ruego de que la salvaran.

En ese momento, mientras lo veía a través del vidrio de la habitación a media noche, después de días sin dejar ese lugar, se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo dentro de él.

―¿Cómo sigue Hinata-san? ―la voz de Sakura la sacó de ese lugar melancólico en que se encontraba.

―Igual que ayer ―respondió con un hilo de voz.

―¿Sasuke-kun sigue con ella? ―preguntó Sakura sorprendida de encontrarlo a esa hora, a oscuras, junto a Hinata. Estaba demasiado enamorada para ver aquello que Ino ya se había percatado―. Pobre Sasuke-kun. Se encuentra muy preocupado por Hinata. No sé qué haría si Kiba o Shino estuviesen en una situación así. Deberíamos decirle que vaya a descansar.

―Puedes decírselo ―Ino suspiró con una melancólica sonrisa―. Pero creo que ya sabes lo que dirá.

―Debe sentirse horrible por todo lo que ocurrió. El kazekage, muerto. Una representante importante de Sunagakure, muerta. Y Hinata-san... ―Sakura suspiró abrazando la tablilla en donde estaban las hojas de varios pacientes―. Ya sabes lo mucho que se exige a sí mismo como Shinobi. Fracasar en una misión tan importante debe ser muy difícil de aceptar para él.

―No lo sé. Las personas son heridas en las misiones. Es normal que algunas queden peor que otras. Somos shinobis después de todo, es parte de nuestro trabajo aceptar las consecuencias que trae consigo una misión ―dijo Ino encogiéndose levemente de brazos, para luego mirar a Sakura por el rabillo de sus ojos―. ¿Sabes lo que sí sé? ―preguntó mientras Sakura negaba con el rostro, extrañada de esa mirada en Ino―. Cada vez que paso por este lado del hospital para revisar la condición de Hinata-san, él está ahí. Día, noche, me arriesgaría a decir que ni si quiera duerme o come. A pesar de que he intentado que haga ambas cosas.

―¿No está comiendo? ―preguntó Sakura preocupada―. Eso es horrible para él en esta situación. Me demoré un día completo en restaurar su chakra cuando llegó. Podría colapsar si sigue así. Creo que iré a hablarle.

Ino pensó en decirle que si lo hacía, probablemente Sasuke la trataría de una forma pobre como solía hacer. El joven no parecía querer hablar con nadie y su rostro se alternaba entre la desesperación, la tristeza y el enojo. No obstante, como amiga, creyó que ya iba siendo hora que Sakura también se percatara de la realidad y dejara de vivir en ese mundo fantasioso e infantil en el cual el primer chico que amase tenía que amarla de vuelta si era persistente y firme en sus sentimientos.

Ino se había percatado con el tiempo que las historias no siempre eran así, con un final feliz, en donde de la nada Sasuke despertaría, la vería pasar y miraría en su dirección enamorándose de vuelta, sin entender cómo había pasado toda su vida sin notarla. Quizás las novelas y las películas funcionaran así, pero no la vida real. Ella amaba a Sasuke, sus sentimientos no eran un juego y cada día que pasaba dolía saberse no correspondida. Pero estaba dispuesta a aceptarlo. Nadie podía obligar a otro a amarte. Ella buscaría su propia historia en donde su príncipe la amase, no dónde tuviese que rogar por su amor. Shikamaru le había enseñado eso.

El amor duele ―pensó Ino, pasando saliva, con un cosquilleo raro en la nariz―. Pero no tanto, como verte así de infeliz, Sasuke-kun.

Con un dolor punzante en el pecho, Ino se dio la vuelta y desapareció por el corredor, mientras que Sakura se aventuraba dentro del cuarto en el pabellón de cuidados intensivos.

―¿Ha despertado hoy en algún momento? ―le preguntó Sakura mientras se acercaba a revisar los niveles que indicaban las máquinas. Sasuke negó lentamente con el rostro, sin levantar la mirada.

No era la primera vez que Sakura veía a Hinata en el hospital. Ya antes había pasado un tiempo muy largo ahí cuando era niña, luego se había lastimado en unas misiones hacía un par de años y a veces tenía que ver sus heridas después de entrenar cuando expulsar chakra por sus tenketsus le lastimaba la piel. Observándola desde su posición, Sakura pensó que Hinata era bastante afortunada por estar siempre cerca de Sasuke, pero, al haber sido agrupada con chicos con tanto talento, era siempre ella la que caía primero cuando algo no salía bien. Se preguntó si aquello se debía a que era más débil que Naruto y Sasuke, o porque se ponía intencionalmente en la posición de ser lastimada para que sus compañeros no lo fuesen. Hinata se le hacía ese tipo de persona, de aquellas que se sacrificaría por otros sin dudarlo.

―¿... Y tú te encuentras bien, Sasuke-kun? ―le preguntó con suavidad, mirando sus ojos oscuros y ojerosos, cuando notó la mirada perdida en él―. Sé que no puedo convencerte de que te vayas a casa, pero al menos deberías bajar y comer alguna cosa. Luces cansado.

―Déjame en paz, Sakura ―a diferencia de otras veces, no parecía haber irritación o molestia en él, solo un ruego. Una verdadera súplica porque dejara de hablarle.

―Lo siento. Pero es mi labor cuidar de todos los pacientes del hospital ―dijo Sakura con una sonrisa amable, sintiendo que Sasuke no estaba del mejor de los humores―. Empleaste casi todo tu chakra en traerla de vuelta sobre aquella águila y aunque te traté adecuadamente... debes comer para recuperar el resto de tus energías ―Sasuke no dijo palabra alguna ni pareció reaccionar a lo que ella decía―. Te sentirás mejor si comes. Aliviará un poco tu tristeza. Hinata despertará y no estará feliz si ve que tú...

―¿Despertará? ―Sasuke no se movió y sus ojos seguían perdidos en la mano de Hinata que reposaba sobre las blancas sábanas.

―Su cuerpo se está sanando a sí mismo y requiere toda su energía para ello, por eso sigue durmiendo. Es mejor así ―la joven miró a Hinata, tan pálida... entubada ahí se veía pequeña y frágil―. No te preocupes, Hinata es muy fuerte. Se recuperará ―mintió, pues hasta ella tenía sus dudas. El daño era muy severo y era probable que Hinata fuese dada de baja por bastante tiempo hasta que su cuerpo sanara por completo, si es que alguna vez sus órganos lograban sanarse del todo.

Incluso creía que con el daño recibido, quizás la vida como shinobi ya no fuese una opción para ella. Pero no podía decirle eso a Sasuke. Dar una conclusión tan drástica no era profesional. Tenían que seguir esperando y ver cómo reaccionaba ante los cuidados intensivos que le estaban proporcionando.

Sasuke movió la mirada hacia Sakura quien lo observaba de vuelta con una sonrisa. Por un momento, la joven creyó que deseaba decirle algo, pero pareció arrepentirse y volvió a mirar en dirección a la cama, asintiendo.

―¿Deseas al menos que te traiga algo para comer?

―Estoy bien ―dijo cortante. No sonaba fastidiado, sólo increíblemente ausente, cansado.

―¿Qué fue lo que ocurrió con la persona que la atacó? ―preguntó Sakura, mientras leía el expediente de Hinata para revisar que todo estuviese en orden y su salud evolucionara―. Dicen que...

―Está quemándose eternamente entre este mundo y el mundo puro.

Su voz sonó tan grave cuando lo dijo que Sakura se encogió entre sus hombros. Frunció el ceño al notar esa aura oscura que emanaba. Por un instante, se le olvidó respirar.

―Es difícil cuando las misiones llegan a esos extremos de tener que asesinar, ¿sabes? Al menos yo odio recibirlas ―dijo quietamente, aunque no obtuvo una respuesta de Sasuke―. Cuando veo a Kiba y Akamaru tomar la vanguardia y atacar, sabiendo que debemos asesinar, algo en mi interior se retuerce. No es precisamente miedo porque pueda morir en una misión así, sino porque yo... ―la joven hizo una pausa prolongada― ... sé cómo te sientes, Sasuke-kun. Los miembros de nuestro equipo no son sólo compañeros y amigos... son también nuestra familia ―fuese lo que fuese que ocurría en esa conversación, Sasuke permaneció en silencio. Sakura hubiese esperado que para esa altura ya le hubiese pedido al menos un par de veces que se fuera o lo dejara en paz, pero parecía no querer rechazarla como siempre. Quizás por eso se acercó un poco más, parándose junto a él para observar juntos a Hinata―. Si alguien lastimara a una persona que me importa ―observó a Sasuke con tanto anhelo, que sus mejillas sonrojaron―. También desearía que... ―Sasuke no respondió, ni se movió, pero ella no terminó su frase―. Ese chico, el Kazekage, tenía nuestra edad, ¿verdad? ―preguntó un tanto conmovida pensando en ello―. Para llegar a ser un Kage debió ser muy fuerte... y aún así...

―También está muerto.

―¿Veneno? ―preguntó Sakura, ya que sabía que muchos de los shinobis de Sunagakure habían muerto producto del mismo veneno que había destrozado los órganos de Hinata.

Sasuke no dijo nada. Sakura lo comprendió. Era una misión clasificada. La información sobre qué había matado al Kazekage y las circunstancias de su muerte no eran algo que podía discutirse abiertamente. Esa información había sido entregada directamente a la Hokage.

―Debo seguir mi ronda ―dijo, depositando nuevamente el expediente de Hinata a los pies de la cama en donde se colgaba su ficha médica―. Si vas a pasar la noche con ella, intenta comer algo. La sopa de miso es especialmente buena en la cafetería en el turno de noche. Hay mantas en el corredor, atrás de la puerta que dice Utensilios. Pídele una a quien esté de guardia si te da frío.

―Espera ―la interrumpió la voz de Sasuke―. Por favor ―le suplicó con su voz grave, tan varonil, como si recordara que no estaba hablando con un animal, sino una señorita―. Haz que despierte ―Sakura bajó el rostro sin saber qué decirle―. Tu puedes hacerlo, ¿verdad?

―Sasuke-kun...yo...

―Haré lo que quieras. Te ayudaré a entrenar, te llevaré en un cita, saldré contigo, haré lo que quieras... si tan sólo logras que ella...

―Sasuke-kun ―dijo con tristeza―. Haré todo lo posible, no porque espere algo a cambio de tu parte, sino... porque la medicina y mis pacientes son lo más importante para mí. Estamos trabajando muy duro para que ella se recupere. Así que, cambia ese rostro porque no quiero que Hinata te vea así cuando despierte. Ya tendrás tiempo de invitarme en esa cita cuando estés más descansado ―se burló Sakura aunque sonrojando con sinceridad, pues nunca pensó que él le diría algo así después de esperar tanto tiempo por ello.

El joven no se volteó, no dijo palabra alguna, pareció que ni si quiera la escuchaba. Sakura lo miró con un profundo dolor, comprendiendo lo preocupado que se encontraba por su amiga. Suspirando al no recibir una reacción de parte de Sasuke, caminó hasta la puerta creyendo que por mucho que intentaba acercarse al hombre que amaba y quebrar esa barrera de indiferencia, le era cada vez más difícil hacerlo. No obstante, a veces las cosas suceden cuando menos se esperan.

―Gracias, Sakura.

El estómago de la joven médico se hundió y sintió que un escalofrió le recorría los brazos. Se detuvo sin voltearse, esperando no haberse equivocado al escuchar esas palabras suaves en la voz de Sasuke. Nunca antes había sido amable con ella ni lo había oído decir algo así de sincero sin sonar como si la odiase.

―Por salvar a Hinata. Ino dijo que... tú...

―N-no... no fue...

No pudo decir nada más. No podía decir que ella había sido quien logró estabilizar a Hinata pues Tsunade-sama había hecho la mayor parte de ese trabajo eliminando el veneno que corría por su torrente. Ella tan sólo había estudiado el veneno y hecho un antídoto a base de los conocimientos que su maestra le había entregado. Aún así, escuchar que él reconocía su esfuerzo la hizo sonrojar profundamente, haciendo que su corazón golpeara con violencia dentro de su pecho. Algo se conmovió dentro de ella y se sorprendió aún más cuando él volvió a hablar.

―Todo ese tiempo que Hinata iba a aprender Ninjutsu médico con Tsunade-sama, junto a ti e Ino... pensé que perdía el tiempo. Estaba tan convencido de que todo eso del ninjutsu médico era una tontería y que debía concentrarse en algo mejor, superior... en su puño suave, en su ninjutsu, en cualquier cosa que significara que fuese mi complemento a la hora de combatir. Yo... estaba equivocado ―Sakura entreabrió la boca para decir algo, sintiendo que su cabeza giraba sin entender del todo por qué Sasuke le decía aquello―. Habría sacrificado todo mi conocimiento en ninjutsu, taijutsu y genjutsu por haber sido capaz de... hacer lo que tú hiciste. Por dos días la tuve entre mis brazos y no pude hacer nada excepto verla morir lentamente. Y todo ese entrenamiento, esfuerzo y sacrificio no significó nada al ver como sufría sin que pudiese evitarlo.

Y así como había llegado ese sentimiento cálido que había sonrosado sus mejillas, algo diferente lo reemplazó. Una sensación de nerviosismo la invadió al escuchar la voz de Sasuke. Se volteó lentamente para observar la escena y fue entonces que pudo verlo claramente, como si una venda cayese de su semblante.

Podía verlo en la manera en que la mano de Sasuke se había movido para sujetar la de Hinata que reposaba sobre su sábana. Estaba escrito en su mirada sombría y melancólica que se perdía por completo en el rostro de la joven. Veía su añoranza, su angustia, la desesperación por salvarla ante la idea de perderla. La forma en que la miraba hacía que fuese imposible que lo ocultara o que ella lo ignorara más.

Sasuke tenía sentimientos por Hinata. Y no se trataba de un cariño fraterno, como el que ella sentía por Kiba, Shino e incluso por Ino. Tampoco era un amor familiar, como el que Sakura profesaba por sus padres. No era esa sensación de alegría que ella experimentaba cuando podía comer dulces en un día frío, ni tampoco se trataba de la sensación de jolgorio y felicidad al momento de aprender un nuevo jutsu. No, los sentimientos de Sasuke iban más allá que todo eso.

La ama ―pensó Sakura, sintiendo que un nudo le cerraba la garganta y algo le punzaba el corazón―. Él la ama como yo lo amo a él.

Lo que sentía Sasuke por Hinata era aquel tipo de amor que quiebra el corazón cuando se sabe no correspondido.

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Notita
Muchas gracias a todos los que siguen esta historia que llevo publicando por casi 10 años. Este es el último capítulo que publicaré durante el mes de Abril, ya que estoy en proceso de poder seguir actualizando (a pedido de muchos de ustedes) El Precio de la Paz. Les pido con mucho cariño que me dejen sus comentarios, agreguen esta historia a sus favoritas, den follow y me sigan para seguir compartiendo con ustedes mi contenido en esta plataforma. De verdad se agradece su apoyo. Recuerden que escribo para ustedes, mis queridos lectores.

Nos vemos dentro de poco!