CAPÍTULO 17
SOL RADIANTE
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She's got a smile that it seems to me
Reminds me of childhood memories
Where everything was as fresh as the bright blue sky

Now and then when I see her face
She takes me away to that special place
And if I stared too long I'd probably break down and cry

Sweet child o' mine
Sweet love of mine

She's got eyes of the bluest skies as if they thought of rain
I hate to look into those eyes and see an ounce of pain

Her hair reminds me of a warm safe place where as a child I'd hide
And pray for the thunder and the rain to quietly pass me by
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A veces, por mucho que lo intentemos, no podemos salvar a nuestros amigos.

Y tenemos que aprender a vivir con eso. Es parte de ser un Shinobi.

Las palabras de Kakashi sensei se repetían una y otra vez flotando a su alrededor mientras las lágrimas le impedían ver hacia donde estaba corriendo. Intempestivamente había salido del hospital, sin detenerse a hablarle a Sakura que lo había saludado cuando se cruzaron en el pasillo o molestarse en ver por dónde iba. Estaba tan conmocionado, que incluso olvidó pasar por la habitación de Kakashi sensei para despedirse, corriendo hasta atravesar la entrada del recinto.

No podía permanecer ahí. Sentía que se ahogaba, que el aire se le volvía insoportablemente espeso y que los oídos le zumbaban. No conseguía respirar, literalmente, se le habían apretado los bronquios a tal punto que el aire no entraba a sus pulmones haciéndolo jadear. Los sentimientos que experimentaba dentro de sí golpeaban todo lo que antes lo había hecho caminar con confianza y alegría, provocándole tal grado de angustia que no sabía qué hacer consigo mismo. Su mundo se estaba poniendo a prueba y se despedazaba lentamente a su alrededor sin que Naruto supiese cómo arreglarlo y qué hacer para que todo volviese a tener sentido.

Por ello, tan pronto dejó el edificio atrás y se adentró por las calles de tierra de la aldea, saltó hacia un techo y luego a otro, con la mirada nublada por contener el llanto, mordiéndose los labios para no gritar. Había algo en su interior que punzaba tortuosamente, que se apretaba en su pecho, que le quitaba la fuerza de las piernas para seguir corriendo y mantenerse de pie. Incluso el horizonte frente a él parecía borroso y en cierto momento dejó de entender dónde estaba el cielo y donde comenzaba la tierra.

Sabía perfectamente por qué todo dentro de sí dolía; la imagen de Hinata entubada y con sus ojos cerrados lo llenaba de un temor que le parecía imposible de controlar o superar. Sólo podía escuchar ese horrible chirrido de la máquina que medía los latidos del corazón de la joven en sus oídos, al punto que dejó de percibir otro sonido que no fuese ese.

¿Por qué ella? ¿Por qué de todas las personas tenía que ser Hinata? ―pensó frunciendo el ceño mientras saltaba entre las edificaciones de Konoha.

Había intentado suprimir sus emociones, esconder su llanto, sobrellevar la pérdida y comportarse como lo haría un shinobi en medio de una misión fallida. No obstante, ver a Hinata así quebró definitivamente aquello que había estado tambaleando los últimos días. En un corto periodo de tiempo había tenido que sufrir irreparables pérdidas que nunca tendría la oportunidad de enmendar.

Por mucho que llorara o se lamentara, Gaara no volvería a la vida.

Pero eso no era todo. Tampoco había podido cumplir su palabra con Temari, aunque ella dijese lo contrario. Durante la misión, apenas había conseguido suprimir al Kyūbi (Y sólo porque Sasuke intervino con su Sharingan). Para empeorarlo todo ese mismo amigo, al que quería como un hermano, se alejaba hostilmente sin que pudiese comprender qué era esa oscuridad que había en sus ojos.

Le helaba la sangre pensar en ello. Le asustaba la posibilidad de que la distancia entre Sasuke y él se hubiese vuelto irreparable. No era su culpa haber tenido que abandonar la Aldea, todos los dioses sabían que él no habría ido por su propia voluntad de haber sabido que iba a pasar años lejos de sus amigos y de todo lo que amaba. Pero sabía que ese viaje había cambiado las cosas de alguna forma. Cada uno de ellos había crecido de distintas maneras, pero él no había estado ahí para contemplar los cambios en Sasuke ni en Hinata.

Hinata había crecido, su cabellera era larga y su cuerpo lucía muy raro en algunas zonas que aún no comprendía del todo. Naruto sabía que algo en su figura era distinto, pero no podía poner su dedo sobre qué era. No obstante, seguía siendo la misma joven gentil y amable que él recordaba, quien le abrió de inmediato su corazón perdonándolo por la distancia entre ellos cuando volvió a Konoha. Era la Hinata que él llevaba consigo en sus recuerdos cada vez que algo le resultaba muy difícil para sobrellevar por sí mismo.

No obstante que creía que Sasuke seguía siendo el mismo en su esencia, Sasuke había cambiado mucho. No sólo en su físico, sino, en su personalidad. Sentía una extraña hostilidad de su parte que ahogaba con su silencio. Naruto notaba que había algo molestándole y que no exteriorizaba con palabras. Lo que lo había horrorizado fue notar ese "algo" reflejarse con furia en sus ojos al momento de terminar con la vida de Chiyo.

Sin embargo, no iba a rendirse con su amistad con Sasuke. Debía encontrar la forma de acercársele y mirarlo al rostro para decirle exactamente lo que sentía sobre lo que había hecho. Aunque, no tenía claro cómo hacerlo, porque sabía perfectamente lo que iba a suceder si lo hacía. Iban a terminar dándose una paliza uno al otro y decirse todo lo que habían estado callando esos días. Sabía que no podría seguir ignorando ese asunto mucho más tiempo, pero tan pronto lo hablaran, estaba seguro que ambos iban a explotar uno con el otro. Y en ese momento, no tenía la fuerza para algo así. Lo de Gaara le había roto el corazón y no podía soportar la idea de seguir perdiendo y perdiendo personas importantes en su vida.

¿Por qué Gaara? ―se preguntó sintiendo el cosquilleo de las lágrimas en la nariz mientras avanzaba por los techos de la Aldea―. ¿Por qué no pudo ser feliz como cualquier otro niño, junto con sus hermanos y amigos? ¿Por qué tuvo que morir en esa caverna, solo? ―cerró los ojos y se le escaparon las lágrimas que contenía―. ¿Por qué... yo...? ―se preguntó imaginándose a sí mismo con los rasgos del Kyūbi marcando su rostro muriendo de la misma forma que Gaara, sin Hinata, sin Sasuke, sin las personas que habían vuelto su mundo en algo lleno de luz―. ¿Por qué a mí me espera ese destino? ¿Por qué? ¡No es justo!

¿Por qué su vida no pudo ser como la de Shikamaru o Chouji? ¿Cómo la de Kiba o incluso Shino? Habría deseado tanto ser como cualquiera de los demás chicos en la Academia. Cuanto hubiese querido tener una vida junto a una familia, llenarse de amigos, hermanos y volverse un shinobi admirando una figura paterna que lo guiara, llegar cada día a casa mientras su madre le preparaba una cena deliciosa, ver a sus hermanitos sonreír y correr en su dirección para darle la bienvenida a casa. Parecía tan injusto desear algo y saber que nunca lo tendría, por más que lo soñara, por más que lo hubiese pedido cuando era sólo un pequeño niño asustado que rezaba por una mamá.

¿Por qué a él le había tocado siempre estar solo, odiado por las personas que lo veían pasar, existiendo en completa soledad, sentando en ese columpio a lo lejos mientras admiraba lo que era ser amado? Cuantas veces había cambiado de lugar en su mente con el resto de los chicos, sonriendo al creer que una madre le decía que se esforzara ese día en la Academia. En cambio, cuando abría los ojos, estaba solo en ese columpio, alejado del resto, siendo observado de forma silente y hostil. Porque sin importar lo mucho que intentaba hablarle a otros, saludarles o pedirles que jugaran con él, los adultos lo apartaban con asco, rencor y odio.

Todas esas miradas lo ahogaban. Todo ese odio lo jalaba hacia un rincón oscuro en donde no había nada excepto soledad y el conocimiento de no ser amado. No existía. Se habría perdido por siempre en ese lugar si no hubiese sido por Iruka Sensei quien lo reconoció como su preciado alumno.

Y justo entonces, cuando se logró graduar de la Academia y ser parte de un equipo, ese día hacía ya tantos años, esa chica que a él le parecía tan rara y deprimente le ofreció su bento de comida. A él. No a Sasuke el chico más popular y amado de todo Konoha... ¡A él!

Dejó de ser invisible, de existir en su inexistencia, de ser rechazado por sus pares, de vivir con la angustiante sensación de ser indeseado... tan sólo porque ella se había acercado con una nerviosa sonrisa amable y con algo de timidez, ofreciéndole sus onigiris al notar que no había empacado nada para almorzar. Algo se removió en su estómago justo en ese momento y sus ojos brillaron con esa luz que siempre hubo en su interior. Era la primera vez que alguien de su edad se molestaba en notarlo, en mostrar un gesto amigable en su dirección sin que pareciera forzado o molesto. Con una sonrisa gentil, mejillas sonrojadas y su adorable timidez, Hinata había extendido su mano para sacarlo de su completa soledad.

Su dulce presencia se convirtió en lo que más añoraba cuando despertaba y sabía que podría verla cuando entrenaran juntos. Aunque siendo sólo un niño estúpido no comprendió que ella era quien lo hacía sentir querido y feliz de ser un miembro del equipo Siete... ahora sí lo veía; lo había comenzado a ver desde que durante su viaje con Jiraiya extrañaba la presencia de Hinata junto a él al caminar.

Los primeros meses en que Kakashi sensei los tomó como el equipo Siete, se animaba a sí mismo creyendo que era realmente afortunado por haber encontrado una nueva amiga que de una extraña forma, también lo acercaba a Sasuke con quien siempre se había llevado mal. De pronto, su solitaria vida comenzó a tornarse llena de aventuras, días soleados, risas y juegos. Hinata lo había acercado a su mejor amigo y juntos, los tres, habían sido realmente felices durante esos meses de entrenamiento, tanto, que a veces se encontraba a sí mismo sonriendo solo, sin saber por qué. Las tardes en que practicaban su formación se convirtieron en lo que más le gustaba y saberse acompañado de Hinata y Sasuke le llenó el corazón de amistad y amor por ambos. Se convirtieron en su familia, en las personas que más le importaban, en sus mejores amigos. Y aún en los años lejos de Konoha, la sonrisa tímida de la joven era lo que lo acompañaba en las noches solitarias en que escuchaba a Ero-sennin roncar a su lado, sintiéndose tranquilo al saber que Sasuke cumpliría su promesa.

Siguió corriendo hasta que los techos comenzaron a desaparecer para encontrarse con el enorme Parque Senju, el lugar en donde generalmente la Aldea celebraba el Hanami y las festividades de verano. Recordó que en ese lugar le había dicho adiós a Sasuke hacía un par de años atrás, cuando Ero-Sennin le comunicó que tenía que irse en un viaje con él. No obstante, no se había podido despedir de Hinata ese día, y nunca comprendió muy bien por qué había sido incapaz de mirarla al rostro y decirle lo mismo que a Sasuke. Ahora, al verla en el hospital de esa forma, creía entenderlo.

Maldición... ―pensó apretando el puño.

Al igual que ese día, no soportaba la idea de despedirse y no contar con su presencia cada día de su vida. Lo paralizaba esa sensación de miedo y angustia que le apretaba la garganta ante la noción de perder a Hinata. Lo aterraba. Lo hacía sentir furioso y tan desesperado , que incluso podía escuchar a ese maldito zorro riendo por lo bajo en su interior, disfrutando de su miseria.

Saltó hacia el pasto y se detuvo, poniendo sus manos sobre los muslos y agachándose levemente hacia adelante para recuperar el aliento. Se tomó el pecho ya que respirar le costaba, estar de pie era un suplicio y el corazón le latía con furia. ¿Por qué todo eso dolía tanto? Su vida parecía estar cayéndose a pedazos. Había entrenado tan duro para volverse un shinobi fuerte y capaz de defender a sus amigos, pero ahora veía que no era suficiente. Nada de lo que hacía era suficiente.

No podía aceptar lo que Kakashi sensei había dicho. Simplemente no podía. Nunca lo aceptaría. Nunca. ¿Cómo se suponía que debía estar conforme con perder a las personas que eran importantes para él simplemente por ser un shinobi? ¿Tenía que ver a Hinata morir y quedarse de brazos cruzados? ¿Debía soportar no poder hacer entrar en razón a Sasuke? ¿Tendría que esperar como un idiota a que un día Akatsuki los matara a todos porque intentasen defenderlo? Si perder a sus seres queridos y simplemente aceptar que algo así ocurriese era parte de ser un shinobi entonces...

No deseaba seguir siendo un shinobi.

―¡A la mierda con esto! ―gritó irritado, temblando, mordiéndose los labios para no seguir gritando, tan enojado que apenas podía controlarse. Juntó sus manos en un simple sello―. Kage bunshin no jutsu.

Uno a uno comenzó a golpear los clones que se habían formado. Sentía tanta rabia y miedo. Había tanta frustración dentro de él que no sabía qué más hacer. Se odiaba a sí mismo por ser tan débil. Por ser un fracasado. Por haber nacido solo y sin nadie a quien amar. Por ver a quienes amaba alejarse sin ser capaz de salvarlos.

―A la mierda con Konoha ―gruñó mientras los ojos le ardían por las lágrimas―. Y conmigo.

No deseaba ser parte de algo en que personas como él y Gaara sólo eran un arma para sus respectivas aldeas, en que Hinata hubiese llegado al hospital sólo por ser amable con una anciana que necesitaba su ayuda, en que Gaara hubiese muerto en esa caverna, siempre solo y buscando desesperadamente el amor de los que le rodeaban. No quería ver a Sasuke desmoronarse en su odio, venganza y soledad. Todo ese mundo shinobi parecía podrido y él era parte de eso. Le habían arruinado casi toda su vida y sentía que ya no podía seguir ignorando lo obvio... Iba a terminar como Gaara; muerto, solo, destruyendo a todos los que intentaran salvarlo. Iba a terminar como Sasuke, que caía cada vez en su propia miseria y oscuridad.

―Esos ojos... ―susurró asqueado, enojándose cada vez más, experimentando un claro rechazo por lo que había visto. Recordaba la mirada en su amigo cuando la cabeza de la anciana rodó, incrédulo, negándose a creer que Sasuke pudiese mostrar ese gesto en su rostro. Era la misma mirada que le había dado cuando eran niños, aquella que lo asustó tanto que paró de respirar.

Aunque habían pasado años desde ese día, nunca pudo olvidar la mirada de Sasuke y esos ojos negros que le causaron pavor en aquella ocasión. Iruka sensei los había llamado a combatir uno contra el otro. Sasuke siempre había sido ese rival que quería vencer porque todos lo amaban, querían estar cerca de él y deseaban conocerlo. Todo creían que era tan malditamente genial. Naruto había estado ansioso de poder combatir contra Sasuke como lo había hecho en otras ocasiones para que quizás esa vez, fuese su propio nombre el que todos aclamaran. Quería ser popular, amado y fuerte. Quería ser como Sasuke. Quería ser su amigo aunque nunca lo admitiese. ¿Cómo no quererlo? El tipo era tan genial, todos lo admiraban y apuntaban a ser como él. Pero Sasuke parecía estar molesto con él todo el tiempo, así que en vez de buscar ser su amigo lo convirtió en su rival, en alguien que él superaría un día.

Entre los gritos y aclamaciones del resto que animaba a Sasuke, él se paró derecho para pelear. El combate duró un par de segundos y Naruto terminó en el suelo, con Sasuke encima, con su puño en alto, listo para darle un golpe en el rostro.

En ese momento lo había visto por primera vez. Sasuke no lo estaba mirando realmente a él con ese deseo asesino que emanaba de todo su cuerpo haciéndolo empequeñecer de miedo. Sus ojos estaban llenos de desprecio, como las miradas de las personas que lo veían cuando pasaba por la aldea. No obstante, no era sólo eso. Mientras los segundos pasaban y ninguno de los dos se movía, se percató con horror que lo que sentía Sasuke era incluso más fuerte que eso, no era sólo desprecio... era odio. Y ese odio, no era dirigido a él.

Ahí, mientras lo miraba a los ojos esa oscuridad que emanaba le pesó tanto sobre el pecho que dejó de respirar por el miedo que lo invadió.

Esa era la mirada que había visto en él mientras la cabeza de Chiyo rodaba lejos. Eran esos ojos lo que le hicieron creer que el mundo se detenía ante la furia de Sasuke y que le impedían pensar con claridad.

Y lo que más dolía era saber que Hinata también lo había visto.

Cuando ya no hubo más clones que golpear, se sentó sobre el pasto, agotado, exhausto y mirando hacia enfrente con gestos vacíos. El sonido de la máquina que medía el ritmo cardíaco de Hinata fue el único sonido que lo acompañó mientras el sol se movía lento por el cielo. Ya ni si quiera lloraba. Estaba tan agotado que permaneció ahí dejando que el viento de la tarde le secara las lágrimas, sin moverse, sin saber qué hacer.

Estaba solo. ¿Así se tornaría su vida si Hinata moría? La idea lo hizo experimentar un vacío tan intenso que sus ojos perdieron por completo su brillo. No supo realmente cuanto tiempo permaneció ahí, en esa posición, sentando y mirando la nada. Ni si quiera se dio cuenta cuando alguien se acercó a él desde su espalda.

―Pensé que luego de darle una paliza a tus clones te calmarías, pero ya has estado sentado ahí tres horas y comienzo a sentir un tanto de hambre ―Naruto no se movió ni subió la mirada hacia su maestro―. Perdí un valioso día de recolección de información por estar pendiente de ti, ¿sabes?

―De seguro los baños públicos siguen abiertos ―le contestó con completo desgano―. Siempre es más eficaz espiando a esas pobres mujeres cuando es de noche.

―¿Qué sucede contigo, Naruto? ―le preguntó Jiraiya parándose frente a él, suspirando―. No es común en ti estar tan deprimido. Tsunade dijo que te rehusaste a reportar la misión a la que fuiste enviado. Después de días y días sin parar de hablar sobre lo asombroso que serías ahora durante tus misiones...

―¡Dígale a la abuela Tsunade que me deje en paz! ―Naruto frunció levemente las cejas interrumpiendo a Jiraiya, molesto de ser recordado de su optimismo mientras caminaban de vuelta a Konoha―. ¿Por qué me molestan? Si tanto les preocupa el Kyūbi pueden extraerlo de una vez y sellarlo dentro de alguien más. ¡Qué mas da!

―Eso no muy justo. Sabes que Tsunade te aprecia y está preocupada por ti, no por el Kyūbi.

Escuchar eso le dolió, haciendo que cerrara los ojos y apretara los párpados. Después de todo, la abuela no había sido la persona que selló esa cosa dentro de él ni tampoco era la culpable de lo que estaba sucediendo. No merecía que se descargara con ella. Pero no podía evitarlo en ese momento. Todas sus emociones estaban a flor de piel y hasta pensar claro le costaba.

―¿Por qué estás tan enojado, Naruto?

―Gaara está muerto ―Jiraiya lo observó con pesar al escucharlo.

―Lo sé.

―Akatsuki lo atrapó y... ―un nudo se formó en su garganta al decirlo― extrajeron el bijū que había dentro de él. Y murió. Tan sólo... murió ―miró a Jiraiya con ojos acusadores y su voz subió de tonalidad tornándose más ronca―. ¿Por qué nunca me lo dijo? ¿Por qué nunca me dijo lo que iba a sucederme si me quitaban el Kyūbi?

―No sirve de nada vivir preocupado de algo como eso. Además, no dejaré que algo así te ocurra. No deberías pensar mucho en ese asunto ―dijo Jiraiya con empatía―. Aunque, debemos prepararnos para ese momento, Naruto. De hecho, por eso venía a hablar contigo.

―¿Prepararnos? ¿Cómo? ―preguntó Naruto algo confundido.

―Vas a tener que volverte más fuerte y mucho más rápido. Voy a quedarme en Konoha un tiempo para asegurarme de eso ―Naruto lo miró confundido―. ¿Qué te parece? ¿No te pone feliz un entrenamiento especial conmigo?

―Desearía que todo se acabará rápido y no tener que estar todo el tiempo con este temor de que vendrán por mí―dijo con amargor, pues ya no soportaba la angustia de tener que esperar día tras día por que sucediese lo que tanto temía. Sabía que iba a terminar como Gaara. Y en el peor de los casos, quizás sus amigos se pusieran en un riesgo innecesario por intentar salvarlo y los tres terminaran muertos.

―¡Oh, vamos! Cuando eras un mocoso me perseguías por todas partes gritando que querías entrenar y ahora te ofrezco un special-training y luces así. ¿Qué sucede contigo? Ya hasta comienzas a deprimirme.

―Le fallé a Gaara. A Temari. Y a Hinata ―la sonrisa animada de Jiraiya desapareció cuando reconoció en Naruto el peso de sentir que había fracasado en salvar a un amigo cercano―. Y para culminar mi vida de fracasos con uno más, estoy bastante seguro que también le estoy fallando a Sasuke.

―¿A Sasuke? ―la mirada de Jiraiya se volvió un poco oscura.

―Eso es un asunto entre nosotros.

Naruto miró hacia un costado. Había un código de honor entre hombres que no iba a romper. No sería él quien dijera lo que Sasuke le había hecho a esa vieja asquerosa y los motivos para que no estuviesen en muy buenos términos.

―Entonces ve y soluciónalo. No te sientes aquí a lloriquear.

―¿Qué se supone que haga? ―los labios de Naruto temblaron al subir su mirada hacia Jiraiya―. ¿Qué lo muela a golpes? ¿Pelear con él para hacerlo entrar en razón? No somos muy buenos cuando se trata de hablar, ¿Sabe?

―Si tú y Sasuke pelearan en este momento, él ganaría ―Naruto lució sorprendido ante la forma en que Jiraiya no dejaba duda de algo así―. ¿Sabes el motivo de ello? Eres demasiado ingenuo, Naruto. En todo sentido. Sueñas con alcanzar tus deseos y crees que este mundo no hará nada por impedir que lo puedas lograr. Y ahora que estás viendo un atisbo del mundo real, en que no todo lo que gritas que harás puede realizarse, terminas quebrándote. No siempre puedes salvar a todos tus amigos y eso es algo que tienes que aceptar. Sé que es doloroso, porque también he perdido a personas importantes, pero es parte de crecer.

―¿Por qué no podría ganarle a Sasuke entonces? No lo entiendo.

―Porque Sasuke ve el mundo tal cual es. Él no tiene sueños imposibles o una forma ilusa de intentar alcanzarlos. Sasuke tiene metas. Y además tiene la determinación de hacer lo que sea para llegar a esas metas, sin importar lo que el mundo haga para obstaculizar sus objetivos. El mundo ya quebró a Sasuke y ahora él está intentando ponerse de pie nuevamente para lograr lo que desea.

Naruto no comprendía por qué Jiraiya le decía todo eso. El hombre se cruzó de brazos y se sentó en el pasto junto a él, reflexivo. Quizás estaba pensando en algo más mientras los comparaba a ambos. Pero creía entender a que se refería con todo eso.

―Es por ello que enfrentado a Sasuke, terminarías perdiendo, Naruto. Si fuese absolutamente necesario él sería capaz de matarte si te pones en el camino que ha elegido para sí mismo. Tú no podrías hacer lo mismo ―Jiraiya suspiró. Naruto no creía que sus problemas con Sasuke estuviesen en un punto que se matarían, pero encontraba algo de sentido en las palabras de su maestro―. ¿Comprendes lo que te quiero decir?

―¿Qué más da? ―dijo Naruto frunciendo el ceño y volteando su mirada hacia el frente―. De cualquier forma ya no importa. Alguien que no puede salvar a sus amigos no merece ser Hokage, quizás ni si quiera merezco ser un shinobi.

―Ese es tu sueño, ¿no? ¡Llegar al puesto de Hokage un día? ―Jiraiya suspíro―. Realmente no entiendo para qué querrías ese horrible puesto y sentarte día tras día detrás de un montón de papeles como la pobre Tsunade mientras tienes que solucionar los problemas de toda la Aldea y para colmo soportar a esos viejos decrépitos del Consejo. Y ni hablar de toda la adulación que hay que realizar con el señor Feudal. Pero, si ese es tu sueño y de verdad deseas cumplirlo, debes convertirte en un Shinobi de verdad. Y un shinobi así no es el que sabe más jutsus, el más exitoso, o fuerte, sino el que tiene la capacidad de tomar decisiones correctas en los momentos difíciles. Este es un momento difícil Naruto. ¿Eres el tipo de shinobi que tomará la decisión correcta o sólo te rendirás?

―¿Qué importa si soy un shinobi o no, Ero-sennin? ―exclamó molesto, subiendo sus ojos azules para encontrarse con la mirada preocupada de Jiraiya, quien parecía sorprendido por su exabrupto―. Estoy tan cansado de seguir y seguir intentándolo, de creer que importa en algo si soy un shinobi de Konoha o no, de sentir esta horrible angustia cada vez que camino y las personas me miran con recelo y me evitan en la calle. Toda mi vida ha sido la misma historia. ¿Para qué? ¿Cuál es el punto de pasar por todo esto si voy a terminar muerto, igual que Gaara?

―El Tercer Hokage te cuidó, ¿no? A pesar de tener el Kyūbi dentro de ti, nunca te mantuvo encerrado o confinado a la Aldea, como le sucede a otros Jinchūriki de distintos lugares del mundo. Incluso, te permitió convertirte en un shinobi ―Jiraiya le sonrió, pero Naruto pareció enojarse aún más con sus palabras―. Y si él te lo permitió, es porque confiaba que serías alguien grandioso algún día. Que serías capaz de defender la Aldea con ese poder.

―¿Es broma, verdad? ―le preguntó con la voz ronca, casi gritando―. ¡El Tercer Hokage era mi tutor y sólo lo veía una vez por mes, me dejaba una cantidad de dinero sobre la mesa en un sobre y no volvía a saber de él! En vez de llevarme a vivir con él, me puso en un departamento vacío, escondiéndome de los demás como si fuese una plaga que había caído sobre su Aldea. ¿Qué tipo de tutor deja solo a un niño pequeño e indefenso? ¡Nunca nadie cuidó de mí! Nadie me llevó al médico cuando estaba enfermo, ni me compró ropa de invierno cuando cambiaba la estación y comenzaba a hacer frío, ni tuve a alguien que me preparara leche o verduras para comer algo más que ramen instantáneo. ¿Cenas de año nuevo, cumpleaños, picnics bajo los cerezos por el Hanami? ¡No tuve nada de eso mientras crecía! ¿Sabe lo difícil que es intentar comprar comida en una Aldea en donde los vendedores se rehúsan a dejarte entrar a sus locales? Gracias a todos los dioses el viejo Teuchi me permitía comer ramen en Ichiraku porque de lo contrario habría pasado hambre en más de una ocasión ―Naruto estaba tan molesto que sus puños temblaban de rabia―. ¡Ni si quiera sé quién carajos fueron mis padres o por qué tengo esta cosa dentro de mí! ―sus ojos se llenaron de lágrimas―. ¿Quién me hizo esto? ¿Quién fue el bastardo que selló...?

―Naruto...

―¡Usted lo sabe y nunca me lo ha dicho!

―Porque no era yo quien debía hablarte de eso. Había motivos importantes para ocultarte esa información.

―¡Que montón de mierda! ―gritó Naruto, apretando su puño y golpeando el pasto―. Sasuke tiene razón. Las personas que son capaces de hacerle esto a otro son basura.

―¿Sabes, Naruto? Hinata también es alguien con algo especial en su cuerpo; su byakugan ―Naruto miró a Jiraiya con molestia por recordarle a su amiga―. Y a los tres años, por ser quien era, shinobis de otra aldea intentaron secuestrarla para quitarle sus ojos. Entraron en medio de la noche en la casona del clan más fuerte de Konoha e intentaron secuestrarla. ¿Qué crees que habrían hecho por llevarte a ti? ¿Qué crees que te habrían hecho? ¿Puedes al menos intentar comprender por qué el Tercero te mantuvo oculto? Tú tienes algo mucho más peligroso dentro de ti. Algo por lo cual las Aldeas irían a la guerra si pudiesen obtenerlo. Todo respecto al Kyūbi es un secreto de Konoha. Eras muy pequeño para comprenderlo.

―Ya no soy pequeño, ¿No? ―dijo Naruto―. Y el Tercero murió sin nunca decirme quién soy, quienes son mis padres, ni por qué llevo este apellido de familia extranjero que nadie más en la Aldea tiene. Murió sin dejarme dinero o medios para cuidar de mí mismo excepto realizando misiones. Sin si quiera nombrar otro tutor para mí.

Su torso se encorvó ligeramente hacia adelante mientras sollozaba. Estaba tan frustrado en ese momento que no le importaba quebrarse frente a alguien más, aunque esa persona fuese el hombre que habría deseado como padre. Contener toda esa tristeza dentro de él por tanto tiempo había ido quebrando lentamente su corazón por días ya y parecía que no podía seguir reprimiéndolo.

―No sabía que te sentías así, Naruto. Siempre fuiste un chico bastante alegre y escandaloso. Parecías muy feliz en la Aldea. Nunca imaginé que sufrías de este modo, y tampoco me lo dijiste ―dijo algo deprimido―. Creo que es justo admitir que hemos sido un tanto irresponsables contigo. Pero, aun estamos a tiempo de hacer algo al respecto, ¿no?

Jiraiya suspiró y se rascó la cabeza. Permaneció un momento dubitativo sobre lo que iba a decir mientras su mirada se enfocaba en las rocas talladas en la montaña con el rostro de los Hokage. Luego, sonrió.

―Hace un tiempo, había una niña que tenía este tipo de arrebatos cuando se sentía como tú te sientes ahora ―Naruto bajó la mirada, irritado, sin entender qué tenía que ver eso con él. ¿Qué le importaba a él una chica tonta que lloraba?―. Ella no nació en Konoha, por lo cual las personas la trataban con algo de desconfianza. Vino desde un país lejano para realizar una importante misión para la Aldea. Sin embargo, a pesar de ser extranjera, deseaba con todo su corazón llamar Konoha su hogar y cumplir con su misión, aunque la asustaba mucho lo que pasaría con ella al realizarla. Por desgracia, muchas personas en la Aldea la resentían por ser una extranjera y se burlaban de ella. Cuando eso sucedía y ya no soportaba más las emociones que la embargaban, corría y terminaba aquí, llorando y queriendo alejar a todos de ella. Supongo que a veces se sentía tan frustrada como tú.

―¿Otra de las pobres chicas que espiaba, Ero-sennin? ―se burló Naruto sin darle importancia a su tonta historia mientras secaba sus lágrimas con el anverso de su manga.

―No era precisamente yo el que la espiaba, sino, tú padre ―Naruto subió la mirada de golpe, completamente sorprendido.

―¿Qué? ¿Qué fue lo que dijo? ―preguntó con voz temblorosa―. Creo que escuché mal.

―Tu padre solía mirar a esta chica desde esos árboles allá arriba ―Jiraiya apuntó hacia las ramas de los altos cerezos―, desde la distancia, buscando una forma de hablarle. Pero era tan idiota como tú cuando se trata de chicas. Y siendo justos, ella tampoco era de lo más brillante. Creo que le costó bastante darse cuenta del por qué tu padre la miraba desde lejos. Bastante parecida a ti.

―¿Q-qué? ―las cejas de Naruto se fruncieron en sorpresa y angustia―. ¿Usted conoció a mi papá, Ero-sennin?

―Sí. Y también a tu madre. Era esa chica que tu padre espiaba ―Naruto abrió la boca completamente pasmado de la emoción, intentando formular alguna otra pregunta sin lograrlo―. Te pareces mucho a ella―cuando lo dijo, Naruto quebró en llanto―. De niña era bastante escandalosa, como tú. Aunque, cuando se enojaba en vez de golpear clones de sombra, se desquitaba con los chicos de la aldea que solían burlarse de ella. Todos le temían porque era fuerte y muy aterradora cuando se enojaba. Pero, había días en que ya no soportaba más ser quien era y terminaba en este parque, llorando, tal como lo haces tú ahora.

―¿Y era mi padre quien la consolaba? ―preguntó Naruto sin pensar.

―No lo creo ―dijo riendo―. Tu padre era bastante tímido y torpe a esa edad ―Jiraiya se rió y Naruto esbozó una sonrisa entre sus lágrimas, sin saber del todo que era ese cosquilleo en su corazón y por qué sonreía.

―Vaya... ―dijo, sin saber si llorar o reír. Era la primera vez que le hablaban de sus padres y su cabeza se llenó de preguntas y su corazón de mariposas. Toda la angustia que había sentido hasta ese momento se disolvió en una cálida sensación que le fue llenando lentamente el estómago―. ¿Mi madre... y mi padre... se conocieron aquí, en este parque?

―No. Fueron compañeros antes en la Academia.

―¿Qué fue lo que sucedió con ellos?

―¿De verdad quieres saberlo? ―Naruto frunció el ceño con temor.

Creía que sus padres habían muerto pero nunca nadie se había molestado en decirle cómo había sucedido. Titubeó un momento. No estaba listo para escucharlo y lo sabía. Siempre había creído que tal vez sus padres habían sido criminales y por ello nadie hablaba del asunto.

―Quizás...podamos conversarlo en otra ocasión ―dijo Jiraiya―. ¿De acuerdo?

―¿Por qué no ahora?

―Es un poco complicado de explicar.

―¿Están muertos, verdad?

―Sí ―Naruto ya sabía eso, pero escucharlo de nuevo lo hizo agachar la cabeza, cabizbajo, como si fuese la primera vez que podía confirmarlo. Sin poder evitarlo, brotaron lágrimas silenciosas de él lamentándose por toda una vida que nunca pudo tener junto a su familia―. Ellos murieron protegiéndote ―la voz de Jiraiya sonó un tanto lejana cuando lo dijo.

―¿Fue mi culpa? ―los ojos de Naruto reflejaron que aún había mucha añoranza en él y que no había perdido del todo la inocencia de los niños a pesar de su edad―. ¿Ellos... ellos murieron por... mi culpa?

―No idiota, tú sólo eras un bebé ―Jiraiya negó con el rostro―. Tu madre y tu padre murieron defendiendo la Aldea de un gran peligro y te salvaron de morir ese día. A ti y a muchas otras personas. Por eso ―Jiraiya lo miró con una sonrisa― debes convertirte también en alguien fuerte que pueda proteger a las personas de esta aldea cuando llegue el momento y seguir el legado de tus padres, ya sea siendo un shinobi o no. Ellos nunca se rindieron, a pesar de que tampoco les tocó demasiado fácil. Si tu padre estuviese vivo, estoy seguro que te diría que confía en ti y que sabe que tomarás la decisión correcta ―Naruto sintió que nuevamente los ojos se le llenaban de lágrimas al comprender lo que su maestro intentaba decirle―. Debes hacer que ellos se sientan orgullosos de ti. ¿De acuerdo? No vuelvas a pensar en rendirte sólo porque las cosas se vuelven difíciles. Si te duele la muerte de Gaara, busca una forma de que él siga vivo con cada paso que des. Si crees que le fallaste a Sasuke, intenta acercarte a tu amigo, mientras aún haya esperanza de que todo vuelva a la normalidad entre ustedes. Y sobre Hinata-chan, bueno, el veneno es algo bastante serio, pero no olvides que la mejor médico ninja del mundo vive en esta Aldea. ¡Y yo confío en ella! Si eso significa algo para ti.

Jiraiya le guiñó un ojo y Naruto sintió que tenía razón, que aunque todo doliera dentro de él, no podía decepcionar a esos padres que habían dado sus vidas para que él estuviese ahí en ese momento. Debía confiar en que Hinata era fuerte y se repondría, así como ella tantas veces había confiado en él. Tenía que encontrar una forma de darle sentido a la muerte de Gaara y continuar aunque él no estuviese ahí. Y sobre todo, intentaría ayudar a Sasuke para que esa oscuridad dentro de él no lo terminara consumiendo.

―Pero ya, basta de tantos sentimentalismos y preguntas. Vamos a comer un poco de ramen ―dijo Jiraiya poniéndose de pie, sacudiéndose el polvo y el pasto seco que se había adherido a su ropa.

―Una... sólo una más...

―Que molesto eres ―Jiraiya bufó y rodó los ojos―. Bien, sólo una más. Pero luego tú deberás responder una de mis preguntas. ¿Suena justo?

―Sí ―respondió Naruto―. Creo que sí.

―Bien. ¿Qué quieres saber?

―Mi madre... ―sus mejillas se tornaron levemente sonrojadas―. ¿Cómo era ella? ¿Cómo se llamaba?

―Tu madre era una preciosa joven de ojos azules e intenso cabello rojo. Tenía un carácter muy fuerte. Era testadura, impulsiva, un poco torpe y bastante obstinada. Hablaba sin parar si le dabas la oportunidad de hacerlo, disfrutaba de contar historias y comer arroz. Cuando se sentía avergonzada o muy animada sobre algo, tenía un tic como el tuyo de terminar las palabras con "Ya sabes". Su nombre era Kushina. Uzumaki, Kushina.

―Kushina... ―Naruto creyó que era el nombre más hermoso que había escuchado en su vida y sonrió como si su madre lo arrullara entre sus brazos.

―Bien, vamos por ese ramen.

Naruto y Jiraiya comenzaron a caminar hacia las afueras del parque. Naruto miraba el pasto aún un tanto perdido en sus pensamientos. Aunque saber tanta información sobre sus padres lo tenía extasiado, no pudo evitar pensar que necesitaba contárselo a Hinata y Sasuke. Y luego recordó que ella estaba inconsciente y él enojado.

―Entonces, ahora, me toca preguntar a mí ―Jiraiya sonrió pues también había tomado una decisión mientras conversaban―... Y bueno Naruto, he pasado muchos años de mi vida yendo de un lugar a otro y creo que ha llegado el momento que... ―Jiraiya tosió, sonrojándose levemente, era muy serio lo que quería preguntarle, aunque de pronto notó que su discípulo no le prestaba atención y le dio un coscorrón en la cabeza para que lo escuchara―. ¡Lo que iba a preguntar es importarte y tú ni si quiera estás escuchándome? ¿Qué es lo que te tiene con la cabeza en las nubes?

―Ya le dije lo que ocurre ―respondió Naruto sobándose la cabeza―. Hinata está en el hospital por mi culpa.

―¿Por tu culpa? ―preguntó extrañado―. ¿La heriste o algo?

―No...

―¿Entonces?

―Pude evitar que la envenenaran y no lo hice ―su rostro volvió a lucir el pesar del recuerdo que tenía del momento en que la anciana la envenenó y como él estando a su lado, fue incapaz de reaccionar a tiempo―. Fue Sasuke quien evitó que la mataran. Luego, invocó un águila y la trajo hasta acá. Yo sólo me quedé ahí y los vi partir. Sin importar todo mi entrenamiento, no pude protegerla.

―¿Eh? ―Jiraiya levantó una ceja un tanto confundido―. ¿Por qué no usaste el jutsu de invocación invertida para traerla hasta acá más rápido? Creí que tú lo habías hecho.

Los ojos de Naruto se fruncieron en horror.

―¿Qué jutsu de invocación invertida? ―exclamó sin creer lo que escuchaba.

―¡El que te enseñé cuando firmaste el contrato con los sapos!

―¡Nunca me enseñó nada de ese tipo!

Naruto casi bufaba de frustración pues estaba seguro que Jiraiya no le había enseñado ese jutsu. De haber sido así, habría utilizado ese tipo de invocación para hacer bastantes cosas. Cuando el hombre observó la determinación en Naruto al insistir que no conocía el justu, consideró la posibilidad de haber pasado por alto aquella parte de sus instrucciones por estar más concentrado en espiar a las lindas jovencitas que se bañaban en el río ese día. No podían culparlo, esas jóvenes eran preciosas. Siempre la comida casera es mejor que la de otras partes. Así pensaba también Jiraiya respecto de las mujeres de Konoha.

―Quizás... ―sus mejillas se sonrojaron y su tono de voz bajó un poco― podría haber olvidado mencionarlo.

―¡Ero-sennin! ―gritó Naruto cerrando el puño.

―Bien, bien. Entonces, debería enseñártelo ahora ―Naruto quiso golpearlo pero sólo suspiró.

Secándose las lágrimas secas del rostro, Naruto se paró derecho, con más determinación y entusiasmo del que había sentido en bastante tiempo. Sabía lo que debía hacer. Sin realmente saber cómo, sentía que su maestro le había dado un preciado regalo que nunca nadie le había logrado obsequiar. Mientras realizaba los sellos aprendiendo el jutsu de invocación invertida, pensó que seguramente su padre y su madre estaban ahí observándolo, ya que ese era su lugar. Sonrió sonrojando, con la compañía que había anhelado toda su vida.

―¡Es tan sencillo! ―dijo cuando aparecieron frente a Gamacho a las afueras de la aldea de Konoha después de realizar los sellos―. ¡Podría haber usado esto para traerla hacia acá! ¿Gamacho siempre permanece en las afueras de Konoha?

―Sí, en caso de emergencia. Así se comunican con nosotros los sapos del Monte Myōboku, usando ellos mismos este jutsu para llegar hasta la Aldea ―le indicó a lo cual Naruto asintió―. También puedes usar el jutsu de invocación invertida si deseas ir hasta allá.

―¿Cuándo podré visitar ese lugar? ―preguntó Naruto con entusiasmo.

―Cuando quieras ahora que sabes este jutsu. Me imagino que pronto debería llevarte ―Jiraiya rió rascándose la nuca.

―¡Asombroso!

―¿Ya te sientes aunque sea un poco mejor, idiota? ―le preguntó al ver que al menos los colores le habían vuelto al rostro.

―Algo.

―Bien ―puso una mano sobre su cabeza y le revolvió el cabello―. Le diré a Tsunade que te deje en paz un par de días. Espero que te sientas mejor con todo lo que hemos hablado y tengas una actitud distinta. No quiero un discípulo tan berrinchudo.

―Sí. Sólo necesito aclarar mis pensamientos―dijo con seriedad―. Y pensar si esto de ser shinobi es lo que realmente quiero de mi vida.

―Confío que encontrarás la respuesta, Naruto ―dijo Jiraiya comenzando a caminar hacia Konoha―. ¿Vamos por ese ramen?

―Ramen suena genial ―dijo entusiasta―. Oh, Ero-sennin, ¿Qué era lo que me iba a preguntar?

―¿Así que ahora quieres saberlo, eh?

―¡Ya dígame! Odio cuando se hace el interesante.

―¿Por qué debería?

―Porque de lo contrario voy a comenzar a sacar cuentas de cuánto dinero me debe.

―Oh... no te preocupes de esas pequeñas cosas, Naruto. Ahora que vendí mi libro soy un hombre muy rico.

Y así ambos entraron de vuelta a la Aldea, sin que Naruto supiese que esta vez, Jiraiya tenía planeado quedarse y cumplir con su labor como padrino.

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Kiba Inuzuka aún permanecía hospitalizado. Estaba guardando reposo antes de que le dieran el alta debido a haber quebrado su pierna. El joven se escabullía por los pasillos en cada oportunidad que podía, aburrido de su reposo y aduciendo que ya estaba lo suficientemente bien para poder irse, pero Sakura había insistido en que descansara hasta que su pierna estuviese mejor al punto que lo había sedado para que dejara de moverse queriendo saber cómo se encontraba Hinata. Afortunadamente, no sería una lesión que le impidiera volver a combatir. En su particular estilo de combate, las piernas de Kiba eran lo más importante para lograr la rotación de su movimiento. Sakura había sanado de forma diligente su hueso por varios días, asegurándose de que todo volviese a la normalidad.

Kiba abrió suavemente los ojos cuando escuchó un sonido particular. Llevaba todo el día durmiendo entre sedado y con la pierna enyesada en alto. Mientras su visión se acostumbraba a la luz, notó que alguien estaba sentada junto a él. No necesitó verla en la oscuridad para saber quién era, pues su nariz se lo indicaba.

―¿Qué sucede, Sakura? ―le preguntó bostezando―. ¿Qué hora es?

―Cerca de media noche ―respondió ella sin mirarlo, enfocando completamente su atención a la tarea que estaba realizando―. Vuelve a dormir, Kiba.

―¿Qué haces con esas manzanas? ―la cuestionó curioso al verla tan absorta en ello. Su rostro estaba tan descompuesto en tristeza que el estómago de Kiba se hundió.

―Las pelo. Para ti ―dijo con un hilillo de voz―. Para cuando te dé hambre.

Kiba notó que sorbía por la nariz y se preguntó si estaría llorando por verlo así. Si bien ella no había sido responsable por lo que había sucedido con el asunto de Rock Lee, quizás se sentía culpable por lo sucedido o algo. De cualquier forma, lo hacía sentir muy angustiado ver a alguien tan fuerte como Sakura mostrar ese lado tan vulnerable ahí en medio de la oscuridad, cuando pensaba que nadie la veía. Pero los ojos del Inuzuka, así como su nariz, trabajaban de forma muy distinta en la oscuridad.

―Ey... Tú eres la que siempre me anima en cada oportunidad que me he quejado las últimas dos semanas ―dijo rascándose la cabeza―. ¿Por qué lloras ahora? No me digas que no podré volver a caminar ―sudó frío al pensar que quizás por eso pelaba manzanas, preparándolo para una noticia así. Sakura nunca era tan amable.

―No seas idiota. Pronto te darán el alta ―la joven estiró un trozo de manzana hacia Kiba clavada en un palito―. Estarás bien.

―¿Entonces? ―preguntó aceptando la fruta, aunque a él no le gustaban mucho esas cosas. Prefería la carne.

―No es nada.

―¿No me lo quieres contar?

―¿Puedo hacerte una pregunta? ―Sakura posó sus ojos jade sobre él―. ¿A ti te gusta Hinata?

―¿Eh? ¿Qué tipo de pregunta es esa? ―le preguntó casi atragantándose con la manzana.

―Siempre hablas muy bien de ella, la invitaste en una cita en el Hanami...

―¡Eso no fue una cita!

―...y no dejabas de buscar estar a solas con ella en la Isla de las Siete Hierbas. Además, parecías demasiado contento con ser el príncipe en el Tanabata ya que ella sería tu princesa. Sin mencionar que en cada ocasión que la vez, te vuelves bastante insoportable. Por eso te lo pregunto.

―Claro que me gusta Hinata ―dijo Kiba totalmente serio al ver en ella esa preocupación, sin entender a qué venía una pregunta como esa―. Es una chica genial. Es muy amable y siempre parece muy interesada en todo lo que tengo que decir. Pero, no me gusta de la forma que creo estás insinuando.

―¿No? ―Sakura lo miró con seriedad.

―¿Por qué te importan mis asuntos? Que molesta eres ―Kiba bufó extrañado de que ella se metiera en sus sentimientos por una chica―. Hinata es alguien muy especial, sí, pero no siento por ella algo más allá de una profunda simpatía ―Sakura frunció el ceño al escucharlo, como si no le creyera mucho―. Además, Hinata está enamorada de Naruto. No me atrevería a meterme en eso. Es algo muy importante para ella. Hasta tú debes haberlo notado ya.

―Sí, lo sé. Siempre ha estado muy pendiente de él. Durante la fiesta en la casa de Ino no dejaba de observar a Naruto con una sonrisa que... no lo sé ―bajó levemente el rostro suspirando.

―La misma forma en que tú miras a Sasuke, ¿no? ―Sakura lo observó molesta cuando él lo dijo de esa forma tan insensible―. La diferencia es que él sí sabe lo que sientes. En cambio Naruto es tan denso con esas cosas que aunque Hinata se lo dijera, probablemente no lo entendería del todo.

―¿Sasuke-kun... sabe que lo amo?

―No. Sasuke sabe que estas infatuada con él ―antes de que Sakura se quejara por lo que él decía, Kiba la interrumpió―. Porque lo estás.

―¿Infatuada? ¿Desde cuándo usas palabras tan refinadas?

―Bueno, mejoré mi vocabulario mientras estudiaba el guión del Tanabata junto a Hinata.

―Como sea. ¿Por qué crees que estoy infatuada? Eso es ridículo. Yo amo a Sasuke. Con todo mi corazón. Tanto que...

―Estás encaprichada con Sasuke, Sakura. ¿Cuándo has cruzado más de diez palabras con él? ¿Qué sabes realmente de Sasuke para estar tan profundamente enamorada? ―Kiba rodó los ojos y se cruzó de brazos, haciendo que Sakura lo mirara sorprendida―. ¿Qué es lo que te hace amar así a alguien? Ni si quiera lo conoces. No sabes nada de él. ¿Por qué lo amarías entonces? ¿Porque es muy bonito? ¿Porque es muy genial?

―Es mucho más que eso ―dijo Sakura, sintiéndose realmente enfadada de que alguien subestimara así sus sentimientos―. Sasuke fue muy bueno conmigo cuando éramos niños en una ocasión. Nunca lo olvidé. A pesar de que era pequeña, la sensación en mi pecho en ese momento fue tan intensa que se quedó grabada en mí. Es fácil mirar en menos los sentimientos de alguien más cuando no sabes lo que ha vivido para sentirse así. Aunque para ti mi motivo para amarlo sea una tontería, no significa que lo ame menos. No puedo controlar lo que siento.

―Sakura. Eso fue hace ¿diez años? ―la joven suspiró molesta, porque al parecer Kiba nunca entendería lo que había en su corazón―. Puedo respetar y reconocer que ames a ese niño que fue amable contigo. Que de verdad sientes amor dentro de ti y que ese sentimiento sea algo tan intenso que te haga llorar la idea de que no sea algo mutuo. Pero ahora, hoy, Sasuke no es esa persona que fue buena contigo y de la cual te enamoraste. No es ese niño que recuerdas. Probablemente ni si quiera exista un rasgo en él que sea parecido a lo que tú amas. Sasuke es muy diferente del niño con que fuimos juntos a la Academia.

―¿Qué quieres decir? ¿Que mis motivos para amar a Sasuke son insuficiente? ¿Irreales?

―Quiero decir que has estado romantizando en tu cabeza hueca a alguien que ya no existe. Y tampoco existe la niña de cinco años que se enamoró de él. A menos que quieras que piense que sigues actuando como una niña tonta. Y yo no creo eso. Te he visto crecer, madurar y convertirte en alguien muy distinta de la molestia con que me pusieron en el Equipo Ocho. Si realmente quieres saber si tus sentimientos de "amor" son dirigidos hacia Sasuke, hacia quién él es realmente, deberías empezar por conocerlo. Acércate y ve quién es Sasuke Uchiha. ¿Y sabes? Algo me dice que hoy viste parte de ese Sasuke y por eso estás aquí llorando.

―Y-yo... él se veía tan triste y desesperado mientras miraba a Hinata.

―Claro que lo está. Ella es su única amiga dentro de la Aldea, bueno, además de Naruto. Tú tienes dos padres a los cuales volver a casa por la noche. Me tienes a m Shino. Tienes a Tsunade-sama, Kurenai sensei y a Ino. Tu vida está rodeada de personas que te quieren y se preocupan por ti ―Kiba suspiró―. Sasuke sólo tiene a Hinata y Naruto, y quizás a Kakashi sensei si deja de lado sus libros un momento. Y de ellos tres, la única persona que ha estado ahí día y noche para él durante los últimos tres años es Hinata. Es evidente que esté así de preocupado por ella.

―Nunca antes vi esa mirada en él, ¿sabes? Él nunca me miró así ―una lágrima silenciosa recorrió la mejilla de Sakura.

―Y tú sabes el por qué de eso. Ya no eres una niña ―Kiba miró por la ventana.

―Porque él no me ama.

―¿Y estás llorando porque crees que ama a Hinata, no? ¿Por eso me preguntaste todo esto? ¿Querías que te dijera qué hace a Hinata tan especial para saber qué te falta o que te diga que Sasuke no la ama? ―suspiró cansado―. No sé qué siente Sasuke por Hinata, Sakura. Los hombres no nos preocupamos realmente por cosas así. Además, no estoy dentro de su cabeza para saber qué está pensando.

―¿Crees que sea mi imaginación entonces? ¿Qué sólo sean amigos?

―Dios Sakura ―Kiba volvió a rodar los ojos porque lo irritaba tanto sentimentalismo sobre todo con el dolor que sentía en la pierna―. Escucha, si esto hace que me dejes en paz, te lo diré. Yo veo a dos personas que se apoyan constantemente uno en el otro. Dos amigos que morirían uno por el otro. ¿Necesariamente tienes que estar enamorado de alguien para quererlo con todo tu corazón? No lo sé. Pero, sí hay algo que sé; sólo una persona realmente estúpida se enamoraría de Hinata cuando sabe lo que ella siente por Naruto. Y Sasuke lo sabe. Todos lo sabemos. Lo que siente por Naruto es... no lo sé. La forma en que sonríe cuando habla de él hace que se le ilumine todo el rostro. ¿Sabes? Es bastante tierno si me lo preguntas ―y luego Kiba lo recordó―. Pero también sonríe con calidez cuando habla de Sasuke, lo que me indica lo importante que es él para ella ―recordó la manera en que hablaba con candidamente sobre Sasuke cuando practicaban para el Tanabata, aduciendo que Sasuke era como el otoño.

―¿No es lo mismo que dijiste de mí? Hinata está enamorada de Naruto desde que estábamos en la Academia. ¿No está ella enamorada de un niño también? Quizás abra los ojos y se de cuenta de que Sasuke la ama y...―Sakura bajó el rostro completamente acongojada―. ¿Y si nota a Sasuke? ¿Y si empieza a ver al Sasuke que yo veo? Si se enamora de él yo...

―Es diferente ―la interrumpió Kiba suspirando cansando. Esa fase en Sakura de dudar de todo le era muy irritante―. Ella conoce a ambos de verdad, son compañeros de equipo y amigos. Así como nosotros hemos estado en los mejores y peores momentos juntos, también ellos. Se conocen porque conviven día a día desde que eramos niños. Hinata, Naruto y Sasuke estuvieron meses entrenando antes de los exámenes chunin. Y aunque Naruto se fue de la Aldea los últimos años y Hinata pasara todo ese tiempo junto a Sasuke... ―Kiba medio sonrió pensando lo tonta que eran las chicas―... su corazón elige a Naruto. Siempre ha sido así ―Kiba se sentó un poco más derecho mostrando los gestos de dolor que le provocaba aún moverse―. Ahora, escúchame, idiota. Tú eres genial a tu propio modo. Si algún día dejas de dudar tanto de ti, y tienes confianza en mostrarle a todos la misma Sakura que Shino y yo vemos, esa confianza puede ser la cualidad más atractiva que tengas. Quizás hasta Sasuke pueda notarte si ve a la verdadera Sakura y no a la niñita estúpida y molesta que está encaprichada con él ―Sakura lo observó confundida pero sorprendida de sus palabras―. Por eso todas las chicas se mueren por mí. Porque creo en mí mismo. Mi gran carisma y simpatía es irresistible.

―Kiba ―Sakura lo miró triste soltando un par de lágrimas―. ¿Crees que Sasuke pueda amarme un día?

―No lo sé ―admitió con sinceridad―. Pero creo que no serías la Sakura que conozco si te dieras por vencida tan fácilmente. ¿No? Aunque, no sé qué tan bueno sea eso para ti. Es una decisión que tú debes tomar, pero asegúrate que si sigues insistiendo en ese amor tuyo, de que al menos sepas quién es Sasuke de verdad. No te enamores de él sólo porque es un chico bonito y genial. Eres más inteligente que eso. Creo.

Sakura no respondió mientras meticulosamente volvía a pelar una manzana, llorando en silencio. Kiba se lo permitió sin volver a tocar de nuevo ese tema, sabiendo que a veces toda chica necesita llorar un poco cuando se le rompe el corazón.

Que molestas que eran las chicas. Por eso él siempre preferiría una vida de soltero con Akamaru.

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El hospital seguía en silencio en esas horas de bajo servicio mientras Kiba y Sakua hablaban. En la habitación de Hinata, en algún momento de la noche, el cansancio había vencido a Sasuke queien terminó por apoyar su frente en el colchón, cerrando brevemente los ojos. Sin quererlo, toda la angustia y agotamiento de esos días le cobraron cuenta y terminó quedándose dormido.

Abrió los ojos cuando sintió algo taparle los hombros, sorprendido de que alguien lo hubiese descubierto así, en una posición que a él le parecía tan vulnerable y vergonzosa.

―¿Qué haces Sakura? Te dije que no necesitaba... ―se detuvo al notar que no era Sakura quien lo estaba interrumpiendo en su sueño.

Un tanto confundido por recién despertar, notó la figura que se sentaba junto a él y saboreaba lo que parecía ser algún tipo de bebida caliente era Naruto. Quiso preguntarle de inmediato qué hacía ahí y por qué había vuelto después de su desplante cobarde y estúpido de huir del Hospital, pero al cruzar miradas, supo que estaba ahí porque ya había logrado resolver sus propios sentimientos. No iba a hacerle las cosas más difíciles con su indiferencia y molestia, aunque tampoco pensaba hacerselo fácil. Después de todo, eran un equipo. No debió ser sólo él quien estuviese preocupado por Hinata.

―Llegas tarde, como siempre ―se sentó derecho mientras restregaba sus ojos.

―Me demoré comprando la cena ―respondió Naruto dejando sobre el regazo de Sasuke una bolsa de papel café.

―¿Onigiris? ―preguntó revisando el contenido.

―Sí.

―¿Rellenos de okaka?

―Ajá.

―¿Té verde sin azucar?

―¿Café?

―Nunca puedes hacer nada bien ―le dio un mordisco a su onigiri sintiendo comida por primera vez durante todo ese día. Había evitado salir de la habitación en caso de que Hinata despertara―. Espero que no tenga azúcar.

―Especialmente amargo para ti ―se burló Naruto, mientras él ponía caras al beber su propio café―. El viejo de la tienda de obleas de arroz dijo que nos mantendría despiertos.

―Luces terrible ―dijo Sasuke con gracia al verlo de reojo. Tenía la nariz roja y los ojos un tanto hinchados. Gruesas ojeras de cansancio denotaban que apenas había dormido los últimos días―. ¿No podías al menos lavarte la cara antes de venir?

―No es mi mejor momento ―confesó sin mucho ánimo mientras bajaba el rostro.

Era incómodo para Sasuke ver a Naruto así. Percibía que estaba sufriendo por alguna cosa. Se imaginaba qué era porque había presenciado cómo se le rompía el corazón cuando sacó a Gaara de esa ave de arcilla para percatarse que estaba muerto. En ese momento, lo vio quebrarse como nunca se hubiese imaginada que su amigo podía hacerlo, ya que era alguien muy optimista y mantenía un buen humor ante todo. Verlo destrozado realmente había removido algo en su interior y recordaba haber sentido lástima de él sin saber cómo consolarlo, excepto decirle que se ahombrara y fueran por Hinata.

Y ahora, seguramente observar a Hinata en ese estado lo mantenía al borde de volver a colapsar. Sasuke podía entenderlo mejor que nadie, porque en su mente no había duda de lo que sentían por Hinata y lo importante que ella era para ambos. Ya ni si quiera fingía disimularlo. Debido a sus propias emociones podía tener empatía con el dolor de Naruto.

―No tenemos el privilegio de quejarnos ahora mientras ella esté así ―dijo dándole un sorbo a su café, arrugando el ceño―. Esto está horrible ―miró sobre sus hombros y sólo entonces se percató que había una manta ahí, como si Naruto lo hubiese intentado tapar mientras dormía, lo cual lo hizo levantar una ceja―. ¿Y esta manta?

―La noche es larga y hace bastante frío en este lugar ―se rascó la nuca mirando hacia un costado. Tampoco le hacía mucha gracia admitir que se preocupaba por Sasuke tanto como por Hinata.

―No voy a compartirla contigo ―dijo irritado mientras miraba en la dirección opuesta.

―Me lo imaginaba. Por eso traje dos ―sólo entonces Sasuke notó que Naruto tenía algo enrollado bajo el brazo―. Vamos a esperar juntos hasta que despierte.

El joven asintió, sintiéndose extrañamente aliviado. Sabía que muy pocas personas en la aldea entenderían su desesperación por intentar llegar a tiempo, excepto Naruto. Sabía que podía comprender en él esa sensación de angustia que lo embargaba al creer que quizás había fracasado en llegar mientras aún hubiese algo que pudiesen hacer por ella para neutralizar el veneno. Cargaba consigo la culpa de no haber sido lo suficientemente bueno para evitar todo eso. Quizás, por eso le costaba mirar a Naruto.

―Intenté llegar antes ―se justificó, como si le pidiese disculpas por su fallo―. Pero no pude. En cierto momento ya no pude mantener la invocación y tuve que descansar y moldear chakra. Cuando ya no pude seguir recurriendo a eso, sólo corrí de vuelta.

―Pero la trajiste hasta acá. Está viva gracias a ti, Sasuke. Hiciste mucho más que cualquiera.

Naruto bajó levemente el mentón enfocándose en la manera en que las manos de Sasuke temblaban suavemente contra la bolsa de papel. Podía comprender sus sentimientos, percibía su frustración y la angustia que había en él. Muchas personas no comprendían a Sasuke, ya que siempre parecía lejano e indiferente, pero era todo lo contrario. Era Sasuke quien sentía con más intensidad que nadie; Las personas importantes no eran simplemente indiferentes para él. Y queriéndolo o no, tanto él como Hinata se habían vuelto las personas alrededor de las cuales giraba su mundo.

Supuso que por eso estaba tan preocupado de vengarse de lo que Itachi había hecho, porque amaba profundamente a su familia y los vio morir sin poder hacer nada al respecto. Y quizás por lo mismo había asesinado a esa vieja. Por ese motivo Sasuke temblaba ahí junto a él, porque creer que no pudo ayudar a Hinata ponía una carga tan grande sobre todo su cuerpo, que el peso lo tambaleaba.

―Pude interponerme entre el kunai y ella ―dijo Naruto, un tanto ronco por contener también lo que sentía―. Estaba a su lado. Pude hacer más y...le fallé. Y a ti. Yo lo sien...

―No tenías forma de verlo. Esa mujer era muy rápida ―dijo Sasuke suspirando, interrumpiendo sus palabras y provocando que Naruto lo mirara con algo de sorpresa. Pensó que su amigo lo iba a recriminar por su falta de atención, pero en vez de eso justificaba su actuar―. Mi Sharingan lo vio antes que sucediera y aún así no pude reaccionar a tiempo.

Era raro, pero tanto Naruto como Sasuke creyeron que ambos se estaban disculpando a su modo sin de hecho tener que hacerlo. No era incómodo como podría haber sido un desplante sentimental entre dos hombres, más bien, el pesar de ambos los unía sabiendo exactamente como el otro debía sentirse, pues para ambos, la persona más importante en sus vidas estaba frente a ellos entubada e inconsciente, y aquello lo sentían como su propia responsabilidad.

―Debí controlar mis emociones y quedarme con ella a pelear en vez de perseguir a Deidara ―dijo finalmente Naruto, recordando que había corrido atrás del miembro de Akatsuki creyendo que aún podía salvar a Gaara. Pero quizás había actuado mal. Sasuke se lo dijo cuando lo alcanzó. El único que peleaba eficazmente a corta distancia además de Hinata era él―. Al menos podríamos entender por qué esa vieja le hizo esto.

―Quien debió quedarse fui yo. La dejé ahí a combatir por su cuenta con esa mujer ―Sasuke priorizó la misión y en ese momento Naruto era un blanco para sus enemigos. Había ido atrás de él por lo mismo sin pensar que esa mujer de Sunagakure los traicionaría así. Había sido ingenuo, cuando siempre acusaba a Naruto de serlo―. Yo confiaba que ella podía vencer a ese sujeto.

―Y lo hizo ―una sonrisa triste apareció en el rostro de Naruto―. Lo venció. Neji dijo que estuvo grandiosa.

―¿Lo estuvo? ―Sasuke también sonrió, como si escucharlo le diera un sentido de satisfacción y orgullo―. Creo que nadie se esfuerza más que ella en superarse. Me hubiese gustado verla combatir.

Ambos quedaron en silencio entonces, con sus propias culpas y cargos de consciencia mientras veían a Hinata. Naruto suspiró y se acomodó en la silla dándole un sorbo más al café y dejando de lado la bolsa de obleas de arroz. Sasuke suspiró entonces, cerrando los ojos. Le sabía muy amargo lo que tenía que decir.

―Tenías razón. Esa vieja no era una amenaza para nosotros ―Naruto lo miró con sorpresa, porque pensaba que quizás era la primera vez en su vida que Sasuke admitía no estar en lo cierto―. Podríamos haber hecho con ella lo mismo que Konoha está haciendo con Deidara. Al menos sabríamos por qué sintió tanto recelo de Hinata al punto de desear matarla. Ella mencionó algo de un "Tenseigan", pero no sé a qué se refería. Si estuviese viva, podríamos haberle preguntado.

Naruto permaneció en silencio meditando sobre lo que acababa de escuchar, para luego mirarlo con seriedad. No era como otras veces que las cosas que se decían eran un juego, bromas o comentarios astutos. Estaban hablando de hombre a hombre y si iba a decírselo en alguna ocasión, ese era el momento.

―Yo no reportaré lo ocurrido. Ni creo que Neji lo haga. Pero, no debiste hacerlo, Sasuke ―no lo dijo en un tono de sermón, sino, algo parecido a la preocupación.

―No lo pude evitar ―se justificó mirando sus propias manos, como si no creyese de lo que había sido capaz―. Realmente, no me arrepiento, aunque sé que mi actuar no fue el más adecuado. Simplemente fue más fuerte que yo. La odie en ese momento. La odie tan intensamente que la idea de que siguiese respirando me resultaba un insulto.

―Lo sé, lo vi en tus ojos ―Naruto recordaba esa mirada oscura y sabía que Sasuke había matado a Chiyo en un impulso, pero lo que realmente temía es que lo hubiese hecho sólo porque actuar así le diese algún tipo de gratificación―. Me asustó, ¿sabes?

―A veces, realmente creo que terminaré como Itachi. Me miro al espejo y lo veo. Los mismos ojos, la misma ambición, la misma forma de hacer las cosas ―Naruto frunció el ceño mientras lo veía, pues sentía el dolor que decirlo le provocaba―. La misma sangre de ese bastardo corre por mis venas.

―Tú no eres tu hermano. Tú eres tú.

―La idea de perder a Hinata... ―Sasuke apretó la mano sobre la bolsa de papel.

―Eso no sucederá ―dijo Naruto con tanta seguridad, que Sasuke no pudo evitar mirarlo para converse a sí mismo de que lo que decía era cierto―. Ella es fuerte, Sasuke. Debemos confiar en ella. Eso es lo que hacen los amigos en un momento como este. Nos apoyamos unos en los otros. Si creemos que ella estará bien, eso le dará fuerzas para que despierte.

―Eres tan ingenuo, perdedor ―dijo con media sonrisa, suspirando ante su forma ilusa de ver el mundo. Era un lugar tan radiante en el cual vivía que no quiso sacarlo de ahí, aunque fuese esa vez―. Bien. Confiemos en ella.

―Yo creo en ella. Y ella va a despertar porque aún tiene que liderar a su clan. Ella no retrocede en su palabra. Dijo que lo haría y lo hará.

La convicción con que hablaba y la fuerza de sus gestos le provocaron algo extraño en el pecho, como si fuese imposible que Naruto estuviese equivocado. Ahí, en medio de la oscuridad, Naruto tenía un aura cálida y radiante que lo confortaba, alcanzándolo en ese lugar oscuro en donde se encontraba, permitiéndole ver más allá de su angustia, odio y soledad.

Extrañamente, se cuestionó si sería esa la imagen que Hinata evocaba cada vez que necesitaba fuerza y la encontraba sujetando el collar del primer Hokage. Podía entenderla en ese caso, pues era una calidez muy acogedora, algo que incluso hacía que creyese en sus palabras sin que pudiese cuestionarlo. Era como volver a su hogar, cuando su madre acababa de preparar Onigiris y lo recibía con un abrazo. Se sentía como cuando se ven los primeros brotes verdes en la primavera y el sol se vuelve nuevamente tibio. Mirar a Naruto le daba la sensación de que si él creía en algo, cualquier cosa, podría lograrlo con su apoyo.

Ahí, alrededor de su propia oscuridad, Naruto brillaba como el sol de medio día.

Y ahí en silencio admiró a Naruto, sabiendo que no eran sólo amigos, sino que algo más los unía. ¿Sería Hinata ese lazo que los volvía hermanos? ¿Su propia soledad y la miseria en que habían crecido? ¿O algo más que eso? Creía que la tibieza de su mirada alejaba de él todo el miedo que había estado experimentando. Con todo su corazón creyó que Naruto no estaba mintiendo al decir que Hinata era fuerte y volvería con ellos.

―Sí, ella va a despertar ―respondió, relajando los hombros―. Y la esperaremos juntos.

Y así, sin entender cómo, Sasuke sintió que la angustia de los últimos días desaparecía de su pecho.

―Sasuke ―dijo Naruto, sonriendo en su dirección―. Hay algo que quiero preguntarte. Algo importante.

―¿Qué es?

Y ahí en el hospital, Naruto y Sasuke comenzaron a conversar como no lo hacían realmente en años, afianzando lo que la distancia había alejado, comprendiéndose en vez de alejarse. Ambos tenían muchas cosas que superar para intentar tolerarse, pero sabían que la vida los había puesto en ese equipo, juntos, por algún motivo. Por su propio bien, y por Hinata, tenían que permanecer más unidos que nunca mientras el mundo afuera de Konoha seguía moviendo sus hilos para ponerlos a prueba.

Una nueva aventura se avecinaba para ambos.

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Observó una última vez alrededor de su cuarto para estar completamente seguro de que no había olvidado nada. El agua estaba cortada, el gas cerrado, la electricidad había sido dada de baja y la copia de las llaves del apartamento se encontraba en el mostrador. Todo parecía estar en orden ahora que iba a dejar ese sitio y emprender un nuevo rumbo en su vida.

Lo último que quedaba por guardar era esa la imagen del portarretratos de 4 fotografías; Su madre sosteniéndolo entre sus brazos cuando él era un bebé, la primera fotografía del Equipo Siete en la cual Narutoy él lucían como si se fuesen a matar, aquella que tomaron durante uno de sus cumpleaños en ese mismo departamento en donde casi todos sus compañeros estaban presentes y Sakura e Ino se peleaban por tomarle los brazos... y la fotografía de Hinata vestida como Orihime en el Tanabata, que había recortado del periódico.

Aun recordaba el título de la nota: "La Princesa Hyūga cautivó el Corazón del Señor Feudal". Recordar ese vergonzoso día lo hizo sonreír. Muchas veces en el hospital escuchó que hablaban sobre Orihime-sama al referirse a Hinata. La verdad, no sabía que Hinata había logrado ese nivel de popularidad entre la población por culpa de esa estúpida obra, pero tampoco le agradaba del todo saber que ahora era tan famosa.

Miró la carta de petición del señor Feudal para que se uniera a su guardia personal y sólo suspiró. ¿Sería durante el Tanabata que había comenzado toda esa idea de promoverlo a ese puesto de honor? No estaba del todo seguro. La paga sería increíblemente mejor que realizando misiones en Konoha y tendría oportunidades para aprender de los mejores shinobis del País. Estaba bastante seguro que Shisui había ocupado alguna vez un puesto en la guardia de honor y que su padre se habría sentido bastante orgulloso de él al saber que el propio Señor Feudal Madoka-sama había escrito a la aldea solicitando porque se uniera a su guardia.

Suspiró tomando su bolsa y pasándosela sobre el hombro, abriendo la puerta del complejo y saliendo al corredor con calma. Atrás estaba dejando bastantes recuerdos, algunos más gratos que otros, claramente. Había llegado ahí cuando sus padres murieron, incapaz de volver a la residencia Uchiha que estaba tan cargada de dolorosos recuerdos para él. Había vivido en soledad por mucho tiempo en ese departamento, aprendiendo a cocinar, lavar, mantener el orden, comprar los víveres y pagar las cuentas. Se había vuelto independiente ahí y le tocó madurar más rápido que otros debido a eso.

Pero también había recuerdos alegres; cumpleaños, días de ocio, domingos en que Hinata le cocinaba la cena a él y Kakashi como si los tres fueran una pequeña familia. Todo eso parecía quedar atrás al haber tomado la decisión de que ya era momento de avanzar en vez de quedarse quieto, de dar un paso después de otro y mirar lo que el camino adelante traía para él aunque estuviese lleno de dudas y temores al respecto.

Se paró junto a la entrada del edificio observando la carta. Había algo que deseaba que el palacio del Daimyo nunca le daría, por lo cual, arrugó la hoja, y afirmando su decisión, la botó dentro de la basura y continuó su camino, sintiendo los hombros menos pesados y el deseo de sonreir.

Supuso que había tomado esa decisión cuando Hinata fue dada de alta del hospital luego de su pronta recuperación que aún asombraba a todos. Había sido como si de pronto la vida volviese a ella y tuviesen a la misma joven de siempre entre ellos. Tsunade no supo explicar muy bien el por qué no había secuelas en el cuerpo de Hinata producto del veneno, pero él supuso que había sido su propia fuerza de voluntad y los excelente cuidados de Sakura. Iba a cumplir su palabra e invitarla en una cita tan pronto tuviese un par de días libres después de arreglar todo con Naruto y esa nueva aventura que emprendían uno al lado del otro; era una cuestión de honor hacerlo ya que ver color en las mejillas de Hinata mientras reía había sido el motivo para que eligiera esa nueva ruta dentro de su vida, aunque aún no estaba demasiado seguro del por qué. ¿Sanar? ¿Mejorar? ¿Reconstruir lo que había sido destruido en su vida? No lo sabía.

Quizás, porque al verla sonreír sabía que sus ojos buscaban a Naruto y no la culpaba realmente. De verdad que no lo hacía. Él sabía ―y siempre había sabido― que Hinata amaba a Naruto; no era un amor infantil o una infatuación de adolescencia, sino algo verdadero e intenso. Ella veía quien realmente era Naruto porque el rubio nunca se lo ocultó, porque al contrario de la mayoría nunca había rehuido de él, sino que lo había observado en silencio desde la distancia, admirando sus cualidades y la forma en que esa risa estúpida que tenía podía iluminar todo a su alrededor.

Por ello, en su interior, también quería que Hinata lo viese así, que reconociera lo que había debajo de su soledad, su odio y su deseo de venganza. Que viese a Sasuke Uchiha, ya que creía que podía volver a ser esa persona si dejaba ir lo que lo encadenaba a su pasado. No estaba del todo seguro de que podría lograrlo, pero si quería tener al menos una oportunidad de no terminar como Itachi, necesitaba de Naruto y Hinata. Y lo sabía.

Hacía bastante había decidido que no haría nada al respecto de sus sentimientos hacia Hinata porque lo importante no era cómo él se sentía, sino ella. Había logrado comprenderlo. Sólo le diría lo que sentía cuando viera en ella esa mirada, no hacia Naruto, sino hacia él. Y aunque realmente no tenía miedo de confesarse y ser rechazado, no iba a causarle ese dolor a Hinata por rechazarlo o en el peor de los casos, que terminara aceptándolo por culpa. A pesar de ser egoísta por naturaleza, no creía que podía serlo en esa oportunidad.

Quizás, estaba madurando.

Por eso, aunque se sabía no correspondido, no estaba dispuesto a darse por vencido aún. Para lograr que ella lo tomara en cuenta como algo serio, como un hombre, tenía que dar ese paso y ser el hombre que sus padres hubiesen querido que fuese. Debía ser alguien que ya no estuviese sumergido en su propia oscuridad, ni que su vida girara en torno a conceptos como la venganza o el odio. Había perdido tanto tiempo pensando en formas de hacer pagar a Itachi por lo que había hecho que estaba olvidando vivir como lo hacía el resto. Necesitaba aprender a existir nuevamente como una persona normal, con una familia, sin miedo a querer al resto. Quería llenar su corazón de algo que no fuese Itachi. Deseaba llenar su corazón de Hinata y Naruto. Deseaba buscar sueños que no consistieran en alimentar su odio, sino, enfocarse nuevamente en aquellos anhelos que habían muerto junto con su clan. Quería volverse alguien que hiciera sentir orgullo a Hinata y Naruto. Deseaba caminar con ellos sin hacer que ambos fueran arrastrados con él hacia ese oscuro lugar dentro de sí en que sólo había odio. Estaba dispuesto a hacer todo eso, por ellos. Y en especial, por ella. Porque durante esos días había empezado a comprender que su vida era frágil y quizás corta. No quería vivir arrepintiéndose de todo lo que pudo haber hecho distinto, como hombre.

Quería un día pararse frente a Hinata y pedirle que fuese su esposa, sin estar pensando que en el fondo de su mente, ella estaría pensando en Naruto. Pero no se trataba de competir con Naruto o intentar ser mejor que él. Era simplemente, intentar ser mejor por Hinata. Para que ella lo notara como notaba a Naruto y así tener una oportunidad. Sabía que no iba a ocurrir de un día para otro y tenía claro que la paciencia no era su mejor virtud, pero estaba dispuesto a hacer ese esfuerzo. Creía que ella valía ese esfuerzo.

Sonrió pensando en Hinata y Naruto mientras caminaba, mirando la fotografía del Equipo Siete una vez más antes de guardarla dentro de su mochila. Había sido realmente un regalo maravilloso verla sonreír de nuevo mientras él y Naruto la llenaban de preguntas al punto que Tsunade los había obligado a abandonar el hospital ahora que sabían que ella estaría bien. En ese momento, mientras veía a Naruto poniendo su mano sobre la frente de Hinata preguntándole si realmente se sentía bien y ella sonrojando hasta las orejas por la cercanía, no pudo evitar pensar que entre ellos dos había encontrado nuevamente a esa familia que había perdido por culpa de su hermano. Y sintió una extraña paz. La luz de Naruto se reflejaba en la mirada de Hinata, la misma luz que alumbraba su oscuridad, como si ella fuese una luna azul que observaba desde lejos en el cielo azabache.

Y sabía que esa paz se la había regalado Naruto. Por ello, había tomado esa decisión.

Mientras caminaba por las calles de Konoha hacia el lugar en donde habían acordado verse, divisó un grupo de niños corriendo. Se quedó parado un momento observándolos, recordando que hacía tan sólo un par de años él había tenido ese porte y actitud. Ya no era un niño y lo sabía. No podía ser un niño toda su vida cuando tenía tanto por hacer aún. Las últimas semanas se lo habían dejado muy en claro, pues no pensaba en desperdiciar un sólo minuto más en lamentarse. Estaba determinado a ser feliz, pues era lo que sus padres hubiesen querido para él.

Atravesó la Aldea hasta las calles aledañas al sector oriente, pasando por el costado del parque Senju. Muy pocas veces había visitado ese lado de Konoha, pues quedaba en el sector contrario al barrio Uchiha en donde había crecido. No obstante, podía apreciar que tenía su encanto. Los altos árboles, el pasto, las personas disfrutando de la tranquilidad que parecía haber ahí. Era un barrio bastante residencial, lejos de los bullicios del centro de la Aldea, en donde se podía escuchar las avecillas cantando.

No obstante, no pudo evitar fruncir amargamente el ceño cuando la calma del ambiente se vio interrumpido por una estruendosa voz que ya conocía y el ruido metálico de tarros cayendo sonoramente.

―¡Le dije que no clavara esa tabla ahí, Ero-sennin! Ahora en vez de tapar un hueco en el tejado tendremos que tapar ese enorme agujero y templazar todas las tejas ―subió su mirada y vio la mitad del cuerpo de Jiraiya atravesando la techumbre mientras Naruto pintaba de un color blanquesino las paredes exteriores de su nueva casa―. ¿Y qué tal si se llueve? No voy a dormir en una casa llena de agua.

―Deja de quejarte inútil y tráeme más tablas ―le gritó Jiraiya.

Sasuke suspiró mientras los miraba desde debajo de las escaleras de entrada.

―¿También te divierte verlos? ―le preguntó a la joven que sonreía al observar la escena y tenía las manos puestas dentro de macetas llenas de tierra.

―Han estado gritándose toda la tarde. Naruto-kun está realmente feliz ―dijo ella con las mejillas sonrojadas y una sonrisa que lo hizo sonreír también

―¿No deberías estar descansando, Hinata? ―le preguntó preocupado al saber que tan sólo un par de días atrás había sido dada de alta.

―Me siento bien, te lo he dicho mil veces. Gracias por preocuparte por mí, Sasuke-kun ―respondió subiendo la mirada hacia él―. ¿Eso es lo último que tenías que traer?

―Sí, lo último que quedaba en el departamento ―respondió Sasuke mientras le mostraba su mochila.

―Me da hasta un poco de envidia que ustedes tres vayan a vivir juntos ahora ―dijo Hinata mientras terminaba de plantar algunas semillas en el macetero, para luego empezar a subir por las escaleras seguida por Sasuke ―. La casa de los padres de Naruto es muy bonita y grande. Espero que los almácigos de hierbas le de un aroma fresco al jardín. Deberé enseñarte a cuidarlas.

―Tú y Naruto comparten su amor por las plantas. Conmigo comparte tu pasión por entrenar ―se burló Sasuke quitándole el pesado masetero y cargándolo él―. Descuida. Me aseguraré que las riegue.

―Creo que todo se ve muy bien, ¿No? ―dijo Hinata observando como Naruto subía con las tablas hacia Jiraiya.

―¿Esto para ti luce bien? Hay un agujero del porte de un hombre en el tejado. Hemos estado días reparándola ya. Y con esos dos, cada vez que arreglamos algo se rompen dos o tres cosas más ―Sasuke suspiró cruzádose de brazos―. Aunque no puedo creer que hayas dejado a Naruto encargarse de la pintura cuando te pedí que lo hicieras tú ―suspiró al ver que las paredes estaban completamente mal pintadas.

―Naruto-kun me dijo que me quedara sentada y lo mirara trabajar ―Hinata rió por lo bajo, pues ambos chicos parecían igual de preocupados por ella y su salud.

―¡Para ser alguien que se pasó la mitad de su vida pintando las calles de Konoha lo haces pésimo, perdedor! ―le dijo irritado, subiendo las escaleras hasta la planta alta y sacando una brocha también―. Te enseñaré como se debe pintar. ¿Ves? Así. De arriba a abajo en forma lineal.

―¡Ey! ¡Sasuke bastardo! ―se quejó Naruto al verlo pintar encima de lo que él ya había hecho―. Dijiste que estarías aquí a medio día. He estado pintando todo esto solo.

―Ya, ya ―dijo Sasuke rodando los ojos―. Me demoré porque fui a ver a Kakashi durante la mañana. Espera que le den de alta en un par de días más. Dice que aún no se siente bien del todo.

―Kakashi-sensei no cambia. No sé para qué sigue mintiendo cuando sabemos que lo que realmente está haciendo es tomarse días libres para terminar de leer su espantosa colección de libros ―dijo Naruto perpicaz.

―¡Ey! ¡Esos libros los escribí yo! ―se quejó Jiraiya desde el techo―. Tráeme más tablas. ¡Y clavos!

―Yo lo haré ―dijo Sasuke bajando la brocha y caminando hacia donde estaban las tablas cortadas y listas para la reparación del tejado. Aun debían revisar las tejas, pero creía que aún tenían tiempo para eso―. Intenta que la pintura quede pareja o tendremos que hacer esto dos veces más.

―Soy el mejor cuando se trata de pintar, no creas que me vas a venir a dar lecciones, Sasuke-chan ―un pequeño tic se formó en el ojo de Sasuke cuando escuchó ese nombre que Naruto utilizaba cada vez que lo quería irritar, haciéndolo sonar como si él fuese un niño tonto―. ¿Crees que mis padres estén felices al saber que estamos arreglando nuestra casa, Hinata? ―le preguntó Naruto riendo mientras ella tomaba la brocha con que estaba trabajando Sasuke y ayudaba a pintar. El cabello rubio de Naruto resplandecía al sol y su sonrisa hacía que ella se sintiera completamente embelesada de poder observar su felicidad. Desde el techo, Sasuke también sonrió a medias al ver algo florecer dentro de Naruto, como si finalmente el invierno hubiese acabado en su vida―. Haré que este lugar sea tan bonito como cuando ellos vivían aquí conmigo. ¿Me ayudarás a llenarlo de flores, verdad, Hinata?

―Claro que sí ―dijo ella entusiasta.

―Y con Sasuke arreglaremos el piso y las paredes. Será genial. ¿Verdad, teme? ―le preguntó Naruto.

―Si no nos matamos durante los primeros siete días que vivamos juntos, creo que podemos hacer cualquier cosa ―se burló Sasuke―. Ey, Hinata―la llamó haciendo que ella mirara hacia el techo―. ¿No había algo que le ibas a dar a Naruto?

La joven asintió alegre y algo sonrojada. Metió su mano dentro del bolsillo y estiró hacia él su protector de frente.

Naruto observó el metal por bastante sin atreverse a tocarlo, recordando que lo había arrancado cuando Gaara murió. El recuerdo borró su sonrisa, era algo que aún no lograba superar del todo. Al sacarse ese protector había decidido que no quería, o más bien, no merecía ser un shinobi. Pero sabía el esfuerzo que había puesto en convertirse en uno. En ese trozo de metal no sólo estaban los días de entrenamiento con sus amigos, las instrucciones de Kakashi y sus aventuras con Jiraiya, también estaban puestas la confianza de sus padres, de Iruka sensei y hasta del Tercero.

―¿Dónde...?

―Kakashi-sensei me lo dio ―dijo Hinata con suavidad. Sasuke saltó desde el tejado y se paró junto a ella, como si la estuviese apoyando en lo que ambos estaban haciendo.

Pero esta vez, Sasuke sabía que la única persona que podía alcanzar a Naruto era ella. Así como sólo Hinata había sido capaz de alcanzarlo a él en medio de su soledad y oscuridad durante los últimos tres años. Ella tenía ese poder sobre ambos. Y creía en ella. Realmente lo hacía. Sentía que si alguien podía hacer entrar en razón a Naruto, disipando sus temores y dudas, era ella.

―Yo... yo no sé si pueda volver a ponerme eso ―dijo con los ojos tristes y mostrando en sus gestos el dolor del recuerdo de lo ocurrido con Gaara―. No después de que...

―¿Sabes cómo realmente morimos, Naruto-kun? ―le preguntó Hinata con firmeza. Sasuke se sintió orgulloso de escucharla hablar así―. Cuando nos olvidamos de nuestros sueños. Gaara-kun era alguien muy especial, que soñaba con proteger su aldea y volver este mundo un lugar mejor. Por ello luchó durante los últimos años para convertirse en el Kazekage y poder cumplir ese sueño. Un mundo donde los Jinchūriki no fuesen perseguidos y utilizados como armas, en donde las Aldeas colaboraran entre ellas y hubiese paz. Gaara-kun ayudó a consolidar una alianza con nuestra Aldea y gracias a ello nuestros países evitaron una guerra. Ahora somos aliados. Y ya que Gaara no está para asegurarse de que nuestros países vivan en paz, nosotros debemos cumplir ese sueño por el cual él dio su vida. Es nuestra manera de que Gaara-kun siga vivo. Ser shinobis es lo que nos ayudará a seguir con el legado que él nos dejó. Debemos volvernos más fuertes para cuidar de todo lo que él deseaba proteger.

Hinata volteó con delicadeza el protector de frente y en medio de la tela negra, atrás del lugar en donde iba el metal con el símbolo de Konoha estaba bordado con hilo rojo el Kanji que simbolizaba la palabra "amor". La misma palabra que Gaara había llevado en su frente. La joven había bordado ese kanji para que Naruto no se olvidara que cuando se pusiera su protector de frente, lo haría intentando cumplir los sueños de Gaara y los suyos. Que llevaba a Gaara con él desde ese día en adelante.

Naruto se conmovió bastante cuando lo vio, haciendo que Sasuke suspirara. El joven llevó sus manos a su propia cabeza y se retiró la bandana, mostrándole a Naruto que atrás de la tela azulada, en el mismo lugar, también estaba ese símbolo bordado. Hinata se retiró el protector que llevaba alrededor de su cuello, y ahí, en el mismo lugar, estaba el kanji.

Los tres llevarían a Gaara consigo y podrían recordar lo que habían perdido durante aquella misión, pero también, todo lo que habían ganado. Mientras siguieran avanzando, Gaara iría con ellos.

Tanto los ojos de Hinata como los de Naruto se llenaron de lágrimas en esa promesa silenciosa, mientras que en el tejado, Jiraiya que observaba la escena sintió que no se había equivocado cuando le dijo a esa jovencita siendo sólo una niña que era alguien muy gentil para ese mundo shinobi. Sólo esperaba que la historia de Tsunade, Orochimaru y él no se repitiese con esos tres chicos. Quizás por ese mismo motivo se quedaba ahora en Konoha cuidado de esos dos.

―Ya póntelo de una vez, perdedor. Que escandaloso eres ―tomó el protector de frente de las manos de Hinata y lo estiró con algo de brusquedad hacia Naruto―. Y si te lo vuelves a sacar juro que te lo clavaré a la frente. Idiota.

―Gracias, chicos ―dijo Naruto mientras se volvía a poner su protector, creyendo firmemente en lo que Hinata había dicho.

Gaara sólo moriría de verdad si él dejaba de perseguir el sueño de convertirse algún día en Hokage.

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Notita tristona de Sasha;
Muchas gracias a todos por leer mi historia. Espero poder seguir desarrollándola con actualizaciones más constantes. Un saludito y muy feliz día de las madres para todas las que son Mamis! Si dejan un review, un favorite o un follow me ayudan mucho a seguir haciendo crecer mi historia y que llegue a más personas! Gracias!