Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Historia editada por Karla Ragnard, Licenciada en Literatura y Filosofía

.

Capítulo 49:

Bestia indomable

Sabía que coches negros había en cualquier lugar, que solo podía tratarse de algún loco de mierda dispuesto a causar estragos, pero… algo dentro de mí gritaba ese maldito nombre.

Sentía desesperación, porque significaba revivir demonios que creía extintos en mí.

—Edward —gemí, aterrada.

¿Atacar a Edward? Cielo santo, la sola idea me hacía temblar. ¿Y si lo hubieran logrado? ¿Y si lo hubieran asesinado en ese accidente premeditado? ¡No! Era… inconcebible, era… desesperante.

—Hey, no te asustes, tranquila —susurró sosegado, demasiado siquiera para mi autocontrol.

Me solté del cinturón y le apreté el brazo, fue una reacción que no pude medir.

—¡No me pidas que no me asuste, maldita sea! —gruñí, muy furiosa—. ¡Estuvieron a punto de hacerte mucho daño! ¡Estuvieron cerca de separarte de mí! ¡Eres mi esposo, demonios! ¡Y…! ¡Y te amo!

Me abrazó y puso sus dedos en mi nuca, apegándome cuanto pudo a él.

—No quiero perderte —gemí, apretando su camiseta.

—No vas a perderme…

—Te atacaron para…

—No va a suceder nada. Nunca voy a dejarte, siempre estaré contigo.

La desesperación de imaginarme que se cumpliera el deseo de quien lo atacó me resultaba enormemente angustiante, se me desgarraba el pecho y el corazón de solo imaginar mi vida sin él. ¡Edward era el amor de mi vida, carajo!

—Ni en sueños te dejo, ni a ti ni a nuestros hijos, no me lo perdonaría…

—Pero…

—Nada pasará, te lo prometo —susurró en mi oído, tranquilizándome poco a poco—. Nos queda una vida juntos y nadie va a interrumpirlo.

Apreté los labios y me separé para tomar sus mejillas entre mis manos.

—Tengo tanto miedo… Quien lo hizo…

—No tengas miedo, nena—. Me besó la frente—. No permitiría que nadie dañe a mi familia.

—Pero yo tengo miedo de que te dañen a ti.

—Si eso es necesario para protegerlos, entonces estará bien.

Negué.

—¿No te das cuenta de lo que dices? —gruñí con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Es que acaso no tienes miedo de…?

—¿De que se acerquen a mí? —inquirió—. En absoluto. Lo que me aterra es que para dañarme se acerquen a ti, eso… apenas me permitirá dormir.

Tragué el nudo en mi garganta y lo volví a abrazar.

—Si tengo que dar mi vida por ti y nuestros pequeños, entonces hice lo que tenía que hacer…

—No vuelvas a decir esa mierda, Edward. ¡Ni siquiera te atrevas! —espeté.

—No puedo prometerte que no lo haré si se me da la oportunidad…

—Antes te mato yo, ¿entendido? —gemí, sabiendo que eso no tenía ningún sentido—. No dimensiono este mundo sin ti, Edward, ni siquiera lo soporto. Me casé contigo porque quiero toda mi vida junto a ti, no te atrevas a repetir eso.

Cerró los ojos unos segundos y asintió.

—Te amo demasiado —musité.

—Te amo, cariño—. Besó la mano en la cual llevaba mi anillo—. Siempre, siempre me tendrás a tu lado.

Sonreí y me acurruqué en su pecho.

—Siempre —repetí.

—Estoy aquí —me siguió diciendo al oído—. Siempre estaré aquí.

Suspiré y me tranquilicé poco a poco, más segura de que no fuera a cometer una locura y de lo fuerte que era; nadie le haría daño, no, nunca… ¡Nunca!

—Ya podremos saber más de esto, ahora estamos aquí y nuestros pequeños nos esperan —aseguró—. Será un hermoso día, ya lo verás.

—Te odio.

Se rio, aunque sus ojos parecían tener en mente lo que acababa de saber.

—Pensé que me amabas.

—Te odio por lograr mi calma.

Sonrió.

—Supongo que soy un muy buen compañero.

Suspiré.

—El mejor de este mundo.

El capitán del avión nos permitió comenzar a bajar, lo que poco a poco me permitió tranquilizarme realmente. La idea de ver a mis hijos lo mejoraba todo. Llegamos a la zona de recepción de maletas y una vez que las obtuvimos, nos acercamos a la zona de los andenes. Justo cuando perdía los estribos ante tanta gente en el lugar, sentí un grito que llamaba a papá y a mamá. Mi alma volvió a su sitio y en cuanto centré mi atención hacia ellos, los vi sosteniendo un cartel escrito por ellos que decía "Bienvenidos a casa, mami y papi". Me derretí en un segundo y abrí mis brazos para recibirlos, agachándome en el momento. Al sentir su olor otra vez, todo en mí floreció de una forma clara y armoniosa. Cuánto los había extrañado.

—¿Cómo están? ¿Todo va bien? ¿Comieron toda la comida? —inquirí, acariciando las mejillas de ambos.

Los dos asintieron y en cuanto Edward se agachó también para abrazarlos, los dos nos sonrieron, mostrándonos que, entre sus dientes, faltaba uno de ellos.

—Hey, ¿ya perdieron sus dientes sin nosotros? —inquirió su papá, sacudiendo sus cabellos.

—Fue una total odisea —contó Esme, que estaba detrás de ellos junto a Carlisle, que se había puesto una corbata no muy agraciada.

—Han guardado sus cinco dólares como un tesoro, ¿no es así? —preguntó él.

—¡Sí! —respondieron al unísono.

Pero yo solo quería abrazarlos y mimarlos como si fueran dos bebés, estaba tan aprensiva y sentía una fuerte necesidad por quedarme con ellos cuanto pudiera.

—Te extrañé mucho, mamá —dijo Agatha, mientras Fred saltaba a los brazos de un cariñoso Edward.

—Y yo a ti —susurré, acariciando sus prominentes cabellos—. Te amo con mi vida, cariño.

Suspiré y volví a abrazarla, pensando en todo lo que había sucedido entre nosotras.

—Tengo una sorpresa para ti —señaló con mucha ilusión.

—Pues vamos a verla.

Cuando alcé la mirada hacia Edward y lo vi sosteniendo a mi hijo mientras acariciaba su rostro con el amor intenso en sus ojos, sonreí. Nuestra familia lo era todo y sabía que por ella ambos éramos capaces de cualquier cosa.

—Mami —chilló Fred, bajando de los brazos de su padre para correr a los míos.

Contemplé a mi precioso pequeño y nuevamente lo comparé con el que era, aquel diminuto bebé que me miraba mientras se aferraba a la vida. Ahora era el chiquillo más hermoso que jamás podía haber conocido en mi vida, mi primer amor.

Los tenía a todos conmigo y eso me llevaba a pensar en Dimitri, aquel maldito…

Ahora era una mujer muy diferente, ahora… era fuerte, capaz de todo y más por mis hijos y por mi esposo, a quien también era capaz de defender con garras y dientes.

Nos fuimos en el coche de vuelta a casa. Los Cullen estaban ansiosos por saber más de lo que habíamos hecho, así que nos la pasamos platicando mientras los pequeños se quedaban abrazados a nosotros, porque realmente nos habían extrañado. Yo estaba un tanto somnolienta gracias al jet-lag, mientras Edward parecía una lechuga, totalmente radiante. Lo envidié.

Cuando llegamos a casa, lo primero que vimos fue a los perros y, Dios mío, Preciosa era una gordita incapaz de sostenerse. Los cachorros corrían a nuestro encuentro, ya un poco más desarrollados, mientras Precioso lo hacía también. Recibir sus lamidas y su calorcito tan intenso fue aún más encantador y característico de lo que yo gustaba llamar "familia" y "hogar".

Edward me ayudó a bajar mientras nuestros hijos corrían hacia adentro junto con los perros, mientras Carlisle y Esme nos ayudaban con las maletas. Cuando ya estábamos abriendo la puerta, escuchamos un grito que decía "¡sorpresa!". ¡Eran todos nuestros amigos! Incluida la banda de Edward, mamá, Nana y su esposo. Había globos y un gran cartel de bienvenida y hasta podía oler la barbacoa desde el jardín. Me sentí tan feliz de verlos a todos.

—¡Ya llegaron! —chilló James, corriendo a abrazarnos.

Ya saltaba de un pie.

Saludé a mamá, a Rose, a Emmett y a cuanto amigo pudimos encontrar en frente, realmente emocionados de encontrarnos todos. Hasta Félix y su retoño estaban aquí. Cuando Edward se encargó de saludarlo, solo noté que las paces estaban hechas y que todo lo ocurrido anteriormente estaba en el olvido. Incluso, el primo de mi esposo parecía... feliz, de esa felicidad que grita "amor". Aun así, no quise ahondar en ello.

—Espero que todo el hotel se haya dado cuenta de que estaban de luna de miel —exclamó Nana Cullen mientras golpeaba a Edward con su bastón.

—Abuela, basta —regañó mi esposo mientras se sobaba.

—No me digas abuela, cabrón.

Me reí y le di un abrazo, uno que, a pesar de fingir rechazar, me recibió con mucho amor.

—Lo destruimos, lo admito —afirmé.

—¡Esa es mi chica! —dijo Nana.

Chocamos las palmas mientras el resto se reía de un avergonzado Edward. Quién lo diría.

Todo estaba muy lindo, la decoración era tan cálida y gritaba tanta felicidad que por ningún motivo continué pensando en lo sucedido con ese maldito imbécil, a quien no iba a regalar mis miedos, ¡ya no más! Estaba lleno de bocadillos junto a la barbacoa hecha especialmente por los grandes amigos de Edward, incluido Jonas, que era el experto en carnes.

—Dios, ese olor —dijo Victoria por lo bajo.

Rose se estaba sosteniendo la barriga mientras sudaba, extrañamente agobiada por el redondeado vientre a punto de estallar.

—¿Ese olor? Está fabuloso. Ese Jonas sabe hacer muy bien las carnes asadas —destacó mi amiga.

Vicky se puso la mano cerca del pecho y abrió los ojos de sopetón.

—Me da náuseas de solo olerlo —susurró.

—Y a mí de comerme la pierna completa —soltó Rose.

—¿Y la dieta, Tetas Falsas? —jugueteó Vicky.

—Hey, tetas falsas llenas de leche, ¿recuerdas que voy a parir en menos de dos semanas? Ridícula —respondió Rosalie.

Puse los ojos en blanco y me reí.

—Ahora, cuéntanos cómo es Tailandia, porque muero por saber —dijo Vicky.

Me quedé un buen rato charlando respecto al viaje y a la experiencia, a lo que se unieron los demás, mostramos fotografías y les dejamos algunos regalos, guardando los que eran para nuestros hijos para el final. Cuando fue momento de entregárselos, ellos estaban tremendamente felices, no cabían dentro de su entereza al saber que, aun así, nos habíamos acordado todo lo posible de ellos.

—¿Estuviste muy feliz, mamá? —preguntó Fred.

—Sí, tu papi y yo estuvimos muy felices, pero también lo estamos con ustedes.

—Te extrañé mucho —añadió Agatha, abrazándome desde el cuello—. ¡Y a ti, papi!

Se quedaron abrazándolo también, mientras sostenían sus peluches traídos directamente desde Tailandia.

Félix se acercó a paso lento, sabiendo que las cosas debía hacerlas de esa manera. Edward le sonrió y él también le respondió de la misma manera, lo que seguía generándome mucha paz.

—¿Nos vemos en dos semanas más para la consulta? —inquirió, acariciando los cabellos de Fred.

Sentí un estremecimiento en mi vientre. Eso significaba tantas cosas para nosotros como familia, pero también para los dos, porque habíamos vivido ese proceso desde que había nacido y había sido una situación de muchos aprendizajes.

—¿Tan pronto? —pregunté de pronto, sintiendo algo dentro de mi corazón.

Él sonrió.

—Es momento, ¿no crees? Ver si esta bolsa al fin puede desaparecer.

A Edward se le llenaron los ojos de lágrimas, lo que a su vez hizo que Fred lo abrazara desde el cuello para llenar al resto de la imagen más hermosa posible.

Aún quedaba mucho por hablar.

Esme se acercó con lentitud junto a Carlisle, quienes se veían más serios de lo que alguna vez pudieron ser. No estaba acostumbrada a verlos sin su curiosa sonrisa. Luego se aceracaron Alice y Nana, quienes, en definitiva, formaban el núcleo más cercano de Edward y eran la familia sanguínea de mi hijo.

Contarles no fue fácil, era un público general cercano que necesitaba saberlo, pero que no podían comprender a cabalidad lo que significaba realmente el haber descubierto todo de una forma tan rápida como lo hicimos nosotros. A medida que hablábamos, Edward volvía a tener los ojos llorosos, demostrando aún más que era un hombre sensible en un cuerpo rudo y que, quizá, se pensaba sin sentimientos. Esme se largó a llorar enseguida, mientras Carlisle la abrazaba y le besaba los cabellos; por su lado, Alice sonreía con la misma mirada llorosa, comprendiendo el significado de nuestros hijos en nuestra vida. Nana suspiró y se pasó un pañuelo bajo los ojos, lo que sin duda demostraba el gran impacto en la vida de los Cullen, el impacto de un pasado que no conocían y llegaba a cambiar las cosas de una forma enteramente emocional. Claro, lo amaban desde antes, lo habían acogido como suyo sin mirar de dónde venía, su sangre, simplemente amándolo a él, a mi pequeño que los tenía como su familia, la verdadera, aquella que jamás lo discriminó y solo lo amó… Pero ahora, ellos sabían que compartían un lazo sanguíneo y un destino, lo que evidentemente cambiaba algo en el alma de cada uno de ellos.

Y no solo los Cullen tenían el corazón lleno, sino también todos nuestros amigos que, sin duda, eran nuestra familia.

—Por Dios, mi pequeñito —chilló Esme, sosteniéndolo entre sus brazos y meciéndolo como si fuera un bebé.

—Mi hermanito es como yo —dijo Agatha, de pronto tomándolo desde la mano y subiéndose para abrazarlo.

Todos sonreímos y yo definitivamente me puse a llorar, emocionada por todo lo que estaba sucediendo.

—Nacimos del mismo papi, pero no de la misma mami, pero ella es mi mami y es lo mismo, ¿cierto, mami? —me preguntó.

Me tapé los labios y asentí, mientras Edward me besaba los cabellos.

Ella ya lo había entendido todo y eso era un regalo espectacular. Desde la lejanía vi a mamá, que estaba sonriendo como si supiera que ese era el mensaje que su nieta debía decir. Quise darle las gracias porque probablemente ella le había repetido hasta el cansancio a mi hija que no importaba el origen, sino el amor.

—¡Claro que es tu mami! —dijo Alice—. Oh, Fred, ¿no te pareces cada día más a papá? —preguntó, sonriendo mientras le abría los brazos para abrazarlo.

Todos estaban aún impresionados, pero la dicha era inmensa. Me sentía feliz, era algo indescriptible. Mi familia era… hermosa.

—Yo también me parezco a ti, mami —dijo Agatha, subiéndose a mi regazo para acomodarse entre mis cabellos y los brazos de su fuerte padre.

Me reí.

—Estoy segura de que sí. Ambas somos consentidas de papá, ¿no crees?

Edward rio también.

—Y vaya que lo son.

Pero Agatha negó.

—Voy a ser tan inteligente como tú, mamá, y muy fuerte. Fred dijo que habías sido una heroína, ¡y yo seré una heroína como tú!

Sentí nuevamente deseos de llorar y la abracé hasta que ella se quejó entre risas.

—Eres idéntica a mí, no tengo dudas —le susurré—. Inteligente, hermosa y fuerte, igual a mamá.

Nos separamos y ella juntó su frente con la mía, hasta que nos sonreímos.

El día cursó con una somnolienta Isabella, no podía dejar de acurrucarme a mi esposo mientras escuchaba las aventuras de todos nuestros amigos. Tan pronto como cayó el atardecer, mis pequeños siguieron jugando, esta vez con sus abuelos, así que aprovechamos de tomarnos una cerveza con nuestros amigos y aprovechar la barbacoa que estaba espectacular.

—¿Quieres que te la corte? —preguntó Edward, besándome constantemente.

Dios, estaba tan enamorada.

—Un poquito.

Sonrió.

—Estás muy mimada hoy.

—Siempre lo estoy por ti.

—Ya paren de besarse —molestó James, dándole un codazo a mi esposo.

—Solo estamos enamorados —exclamé—. ¿Acaso tú no lo estás?

James se sonrojó de tal manera que todos comenzamos a reírnos de él, incluido Jonas, que seguía mirándolo de una manera tan profunda que me encantaba.

—Dios, no me siento nada de bien —comenzó a decir Victoria, poniéndose la mano en el vientre.

Rose y yo fruncimos el ceño y nos acercamos a ella. Vicky no era enfermiza, para nada.

—¿Ocurre algo?

—La barbacoa.

—Hey, ¿qué pasa con mi barbacoa? —dijo Jonas.

—Nada, nada, es solo que… Me ha caído pesado, nada más.

Vi que Félix fruncía el ceño y se acomodaba cerca para ver qué ocurría.

—Estoy bien —señaló con una sonrisa.

—¿Estás segura de que es eso? —preguntó Emmett, también preocupado.

Jonas contemplaba de forma recelosa, porque era evidente que él sabía algo, pero ¿qué? Félix parecía saber también. Pero ¿por qué?

Vicky se mordió el labio inferior y se acercó a nosotros, los cercanos.

—No quería arruinar el momento de todos ustedes, chicos. —Nos miró apenada, pero nosotros sonreímos para quitarle importancia a sus palabras, pero yo internamente estaba preocupada—. Pero… hay algo que quiero que sepan.

Mi corazón latía deprisa, asustada por lo que nos iba a contar. Miré a Rose y vi la misma expresión, mientras que, de pronto, Félix y ella comenzaron a sonreír, a la vez que Jonas se guardaba una carcajada.

—Estoy embarazada —soltó de pronto.

Por poco escupo el poco de cerveza que me quedaba, mientras los demás dejaban escapar un jadeo sonoro.

—¡¿Qué?! —chillamos Rose y yo, mientras Emmett y Edward se miraban.

—Hasta que al fin lo dijiste —musitó James, aliviado. Parecía que lo tenía atascado en la garganta.

—Pero… ¿Cómo? Tú… ¿Quién es el padre…? —Rose miraba de forma desesperada. ¡Odiaba perderse los chismes así!

—James, ¿no eres tú? —dije entre risas nerviosas—. Recuerda que ya procrearon una nena juntos.

Jonas frunció el ceño y se acercó, algo intrigado, furioso y… celoso.

—¿De verdad? —preguntó él, mirando a mi amigo como si le pidiera explicaciones.

Los dos se ruborizaron cuando todos nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo y luego carraspearon a la vez.

—¡Claro que no es James! —respondió Vicky, poniendo los ojos en blanco—. A James le gusta lo que cuelga entre las piernas, ¡ya lo saben! —Hizo una pausa y sonrió—. Estoy saliendo con…

—Conmigo —dijo Félix, apretando los labios con otra sonrisa.

Oh… Vaya. Esto no lo veía venir.

Todos nos quedamos en franco silencio, incluido Edward.

—Nos conocimos en una cita a ciegas —dijo Vicky.

—¿Una…? —Estaba perpleja.

¿Cómo había pasado todo tan rápido?

—Una cita de aplicación virtual. No sabía que era tu amiga, Bella —aseguró Félix—. Pero… hemos salido desde entonces y… somos novios.

—¡¿Novios?! —chillamos todos.

Rose y yo nos acercamos a Vicky, quien estaba ruborizada y cabizbaja.

—¡Lo siento! No quería que esta nueva relación fuera a fracasar, ya saben… —Suspiró—. Félix quería que lo anunciáramos desde antes, pero necesitaba que viviéramos esto juntos sin que nadie se enterara, como algo… natural y… Bueno, quedé embarazada.

—Oh, Vicky —gemí, abrazándola con fuerza.

Vi que Edward le daba también un abrazo a su primo y todos los demás se iban enterando de lo que estaba ocurriendo.

—Lo siento, de verdad, pero no quería que esto no fuera a funcionar y quedar como una tonta, necesitaba estar segura de que…

—Era el amor de tu vida —soltó Rose, poniéndose a llorar.

Ella asintió y las tres nos abrazamos.

Estaba genuinamente feliz por Vicky, tener un bebé en una relación que amas y desearlo con el amor que veía en sus ojos, solo significaba felicidad para ella y yo lo era totalmente por mi amiga.

—Te perdono solo porque es una hermosa noticia —afirmé.

Vicky sonrió y se limpió bajo los ojos.

—¿Cuánto tienes ya? ¡Nos llevaremos por poco con el mío! —gritó Rose, muy emocionada.

—Cumpliré doce semanas. —Se mordió el labio.

—Victoria, ¡nos lo ocultaste doce malditas semanas! —gemí.

—¡Lo sé! ¡Lo sé! Soy la peor amiga del mundo.

Nos reímos juntas.

—No, no lo eres.

Félix estaba lleno de elogios y felicidad de parte de los Cullen, su familia, y cuando estuvo libre al fin, me acerqué a él.

—Felicidades, futuro papá —dije de forma risueña.

—Bella, gracias —respondió y luego suspiró—. Estoy genuinamente feliz, yo… —Se encogió de hombros—. Estoy feliz también por ustedes. Sé que tuvimos algunos enredos en su momento, pero creo que ahora todo está solucionado y… ¡estoy feliz!

Me reí.

—Claro que está solucionado. Aquellas discusiones fueron provocadas por una pareja que estaba comenzando a crecer y hoy maduró. Yo también estoy feliz por ustedes.

Nos dimos un abrazo y finalmente cuando me giré, vi que Rosalie le apretaba el brazo a Emmett y luego gritaba.

—¿Qué ocurre? —exclamamos Vicky y yo, alarmadas.

—Creo que tengo contracciones. ¿Amor?

Emmett estaba perplejo.

—¡Voy a tener a nuestro bebé!

Todos nos comenzamos a mover y Emmett saltó como si tuviera un resorte en los pies. Edward y la banda armaron todo para que pudiéramos partir al hospital, mientras los Cullen se quedaban con los pequeños, que no dejaban de hacer preguntas. Tomé a Rose de la mano y luego la abracé, dándole fuerzas para lo que vendría. No era fácil, menos si era primeriza.

—¿Va a doler?

—Sí, pero estamos todos aquí y tienes a Emmett —respondí.

—¿Y tú estarás conmigo?

Sonreí.

—Siempre estaré contigo.

—Gracias, Bells, gracias por ser la mejor amiga que pueda tener junto a Vicky.

—Ya, vamos, Tetas Falsas, que comience la fiesta por conocer a nuestro nuevo sobrino. Te quiero —dijo ella.

.

Nuestra llegada a la ciudad luego de la luna de miel había sido francamente un caos, pero digno de nosotros. Saber que mi amiga iba a tener un bebé y que la otra estuviera ya dando a luz, era un gran regalo de bienvenida.

Lucas McCarty llegó al mundo a eso de las doce de la noche y había hecho sufrir a su delicada madre con muy poca tolerancia al dolor y a la realidad hospitalaria. Bueno, la entendía. Emmett jamás la dejó a un lado y estuvo feliz y sonriente sin parar por ningún segundo. Cuando nos mostró a nuestro sobrino, sosteniéndolo entre sus brazos, notamos cuán grande era, idéntico a su padre.

—Rose está durmiendo profundamente, dijo que te quería —susurró Emmett, sacándose el gorro que le habían entregado en el pabellón de parto.

Palpó el hombro de Edward y luego se miraron, recordando la noticia que había dado, quizá, mientras llegábamos a la ciudad.

—No puedo creer que tengo un hijo —afirmó el policía, sentándose junto a nosotros—. ¿Pueden creer que sea tan hermoso?

Nos reímos.

—Es lo que pensamos de los nuestros, así que te entendemos —susurró Edward.

—Hay tanto que quiero decir, tanto que pasamos y… —Apretó los labios—. Aún tenemos culpa, aún…

—Emmett —lo interrumpí—. Estoy feliz por ustedes. Si ella no hubiera recurrido a mí, ese imbécil quién sabe qué le hubiera hecho a Rose y a tu bebito. Fue doloroso, en realidad… lo es, sigue doliendo y no terminará de hacerlo, pero… nadie tiene la culpa, salvo él.

Tragó y asintió.

—Pronto habrá un juicio y lo sabes, ¿no? —dijo Emmett.

Miré a Edward, que tenía su mano unida a la mía.

—Lo sé.

—Aún está en prisión y tiene mucho qué decir… En especial, respecto a quienes lo ayudaron a hacer lo que hizo —susurró.

Fruncí el ceño y miré a Edward, que parecía estar tragando algo que le incomodaba respirar.

—Antes de abocarme a mi hijo, quiero que recuerden que aún tengo el video de lo sucedido en el accidente. Necesitamos encontrar quién es y… que tú hagas la denuncia, Edward.

Él asintió.

—Ya podremos hacerlo, ahora… necesito hablar algo con mi esposa.

Mi corazón comenzó a latir con mucha prisa, pero me mantuve serena.

Nos despedimos de los padres primerizos y me quedé un buen rato acurrucando al pequeño Lucas, mientras Edward sonreía y me abrazaba. Veía tanto amor en sus ojos, tantos deseos, tanto querer… vivir lo mismo, que solo pude continuar sosteniendo al bebé para tener por un momento aquella ilusión viva en nuestros corazones.

Cuando llegamos a casa, nos despedimos de los Cullen y finalmente nos acomodamos juntos para darle las buenas noches a nuestros pequeños dormidos, que estaban abrazados a los perros en una de las camas.

—Debemos hablar, cariño —susurró Edward, acariciando mi mejilla—. Prometí que te diría esto cuando fuera necesario y ahora lo es.

Tragué.

—¿Es algo malo?

—No lo sé, solo… algo que antes te habría dañado muchísimo y eso no lo quiero nunca. Quizá te enojes conmigo por haber tomado una decisión por ti, sé lo independiente que eres, pero… esta vez pensé únicamente en tu bienestar.

Suspiré.

—Vamos abajo —respondí.

Nos acomodamos en el sofá mientras la chimenea ya estaba encendida. Fue inevitable acurrucarme en su pecho, esperando sus caricias en mi cabello.

—Pienso en nuestro bebé y me siento impotente, ¿sabes? —comenzó a decir—. Es algo demasiado grande y quisiera retroceder el tiempo y quitar a ese tipo de tu vida, pero sé que ya no puedo hacerlo.

Tragué y asentí, no queriendo llorar. Tommy había sido un pequeño muy amado, solo… no había logrado nacer y de eso ya no podíamos hacer nada, aunque la desesperación seguía siendo parte de mi corazón, por no haber podido conocerle.

—Lo busqué, lo golpeé y casi lo mato con mis manos —confesó—. Por poco lo hago.

—No, tú no eres esa clase de hombre, jamás le habrías quitado la vida, aunque tuvieras rabia, rencor…

—Me arrepiento de no haberlo hecho —dijo con sinceridad—. Debí hacerlo. Aún recuerdo cuando me dijeron que… Cuando tú estabas ahí… Recuerdas bien que te lo dije, me arrepiento de no haberlo asesinado por lo que nos hizo.

Apretó los labios y me abrazó con más fuerza.

—Lo busqué nuevamente en prisión. No quise decírtelo porque todo estaba muy fresco en tu mente y… escucharte llorar, saber que mi hijo no estaba era… No pude hacerlo, ¿sabes? Y perdóname, pero lo busqué y en medio de aquello él me confesó algo que me dejó perplejo, que… —Tragó y sentí el sonido de su garganta. Estaba angustiado—. Había participado en juegos ilegales, apostando y…

Apreté su mano.

—Me dijo que tuvo contacto con él, Bells.

Sentía que perdía la fuerza de mis brazos.

—Con Dimitri.

—Sí.

Me quedé sin aliento.

Él…

—Había hecho contactos con la mafia por falta de dinero. Dimitri Vasíliev le ofreció dinero a cambio de trabajos y uno de ellos era buscarte. Para Royce fue pan comido porque, además, Dimitri le ofreció a sus hombres, justo lo que necesitaba para buscar a Rosalie. Él sabía que encontrarte era sencillo y estaba desesperado por demostrarle a Dimitri que podía confiar en ti. Ese ataque…

—Dimitri estuvo siempre ahí —lo interrumpí—. Siempre provocando dolor, buscando la manera de hacerme infeliz. Por poco me quita a Fred y lo logró con…

—No quise decírtelo en su momento porque sabía que ibas a aterrarte y estabas tan débil, nena. Y ahora sé que todo es algo diferente…

Lo abracé.

—Sé porqué lo hiciste. Hoy Dimitri no va a derrotarme, ya me quitó a mi pequeñito y… no permitiré que se atreva a acercarse a nosotros, te lo juro.

Me apretó con fuerza y juntó sus labios en mi cuello.

—Eres una bestia —susurró, sacándome una sonrisa a la vez que me limpiaba las lágrimas.

—Una bestia indomable. Ya no más, él ya no volverá a dañarme, ¡lo haré por mi pequeñito! —grité, separándome un poco de Edward para tomar sus mejillas y afirmárselo—. Tommy era nuestro bebé, lo tendríamos con nosotros y… —Apreté los labios mientras continuaba sollozando—. No permitiré que dañe a mis hijos, no más, ni a ti, ¡y ni se te ocurra volver a ocultarme algo así! ¡No quiero que eso te dañe! ¡No! ¿Me has entendido? ¡Soy tu esposa, carajo! Y me muero si algo te sucede, ¿me escuchaste?

Sonrió con suavidad y me besó, sacándome un gemido.

—Es el único secreto que quedaba entre los dos, uno que iba a decirte cuando estuviera seguro de que podíamos hacerlo juntos —susurró al separarnos—. Y claro que eres mi esposa, una bestia como yo solo puede estar con una bestia indomable como tú.

—Por Tommy… Dimitri se arrepentirá de todo lo que nos hizo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Por Tommy —afirmó—. Sé que pronto podré romperle los huesos como tanto deseo. Por tocar a mi nena, a mis pequeños y a mis amigos.

Nos volvimos a abrazar, sintiéndonos más fuertes que nunca.

.

Nuestros pequeños habían ido a una pequeña fiesta del club de teatro, lo que Esme y Carlisle usaron a nuestro favor para darnos un par de días más para que estuviéramos juntos y aunque sabía que debíamos hacernos cargo como adultos responsables de nuestra familia, sentíamos que una semana juntos no era suficiente, y henos aquí, viviendo una pequeñita segunda luna de miel.

Y vaya que habían pasado ya cuatro semanas desde que habíamos regresado.

Dios mío.

Ya llevábamos algunas horas fuera para disfrutar juntos luego de nuestro maravilloso viaje en Tailandia. Era un invierno durísimo, pero escaparnos juntos de vez en cuando era todo lo que necesitaba. Si bien, adoraba enormemente a mis hijos, solo quería un momento junto a él, aunque fuera un fin de semana.

Me acomodé entre las sábanas de la cama, con la mejor vista del lago que componía nuestra cabaña en las montañas. Al mirar a un lado de la cama simplemente sonreí. Había dejado un girasol, mi flor favorita. Junto a ella había una pequeña tarjeta que tomé con rapidez y leí, sintiendo el ritmo alocado de mi corazón.

"Estuve tentado a quedarme a tu lado toda la mañana, pero me pareció mejor idea preparar la casa para que despiertes caliente.

¿Un desayuno a la cama?

Sé que te gustará.

Te amo profundamente, esposa mía.

Tuyo,

Tu esposo, la bestia, Edward"

Me reí.

—Mi hermosa bestia —susurré, llena de amor.

Miré mi anillo, sabiendo que mi esposo estaba allá abajo, haciéndome el desayuno de todas nuestras mañanas juntos, haciéndome disfrutar de lo que él llamaba nuestra segunda luna de miel. Entonces me eché hacia atrás, cayendo entre las sábanas con una profunda sensación de felicidad. Sin embargo, el movimiento me removió desde los pies a la cabeza, por lo que un mareo tremendamente incómodo me hizo sentir fatal.

Tuve que levantarme pronto, porque tenía un nudo en mi garganta.

Busqué mi bata y sacudí mi cabeza, lo que fue peor.

Desde el pasillo principal pude oler el aroma a café y a especias, olores que pronto se tornaron más intensas que nunca.

¿Qué demonios?

Al bajar las escaleras escuché el fuerte sonido de alguien cortando leña. Al asomar la cabeza por la ventana trasera de la cabaña, vi la mejor imagen que cualquiera podría tener una mañana fría de invierno. Edward cortaba inmensos troncos con un hacha, luciéndose perfectamente con la camisa a cuadros abierta y sus apretados jeans oscuros. Dios, era una tentación andante. Me quedé un buen rato contemplando cómo ejercía su fuerza bruta, apretando el hacha, con esos músculos deliciosos y…

Maldita sea, debían ser las nueve de la mañana y yo ya estaba pensando suciedades por hacer con mi esposo. Bueno, nadie se aguantaría si estuviera en mi lugar.

Él dejó caer el hacha y trozó el tronco en un solo movimiento. Entonces se agachó para guardarlos todos juntos, mostrándome ese trasero precioso. Cuando noté que iba a caminar hacia la casa, me escondí detrás de la pared del arco de la zona trasera y esperé a que ingresara con todos esos troncos sobre sus brazos.

—¡Bu! —exclamé, dándole un abrazo desde atrás.

Él dio un brinco y rápidamente comenzó a reír junto a mí.

—Hey, creí que seguirías durmiendo.

Le di besos repartidos por su espalda ancha, abrazada a él desde el abdomen.

—He dormido demasiado estos días.

—Debe ser porque has estado más cansada con lo que hemos hecho, dormilona.

Dejó los troncos a un lado y se dio la vuelta para cobijarme mejor.

—Pues sí, estoy muy dormilona por tu culpa. Ya no me dejas descansar —susurré.

Se rio nuevamente, apretándome la cintura con sus fuertes manos.

—Ni te dejaré hacerlo. Quiero vivir mi vida con toda la intensidad posible —dijo, tirando de mi barbilla.

Me dio un beso apasionado mientras cerraba la puerta trasera y luego me tomaba en sus brazos como si yo fuera una pluma.

—¡Oye! —exclamé, moviendo mis piernas.

Me llevó hasta la cocina mientras seguíamos besándonos, ni un segundo siendo capaces de soltarnos.

—Te preparé algo especial —afirmó mientras me permitía oler la maravillosa intensidad de un plato hecho con esmero para mí.

—¿Qué me has hecho para desayunar? —pregunté, asomando la cabeza para ver qué había en la mesa que tan bien había decorado para nuestra nueva mañana juntos.

Pero tan pronto como lo hice, el aroma de la canela y el café comenzaron a mezclarse, causándome un rechazo automático. Y entonces solté una arcada.

—¿Cariño?

Me solté como pude de él, una acción automática que no supe medir, pero que necesitaba hacer. Intenté respirar, pero la canela era demasiado fuerte. ¿Se había descompuesto? ¿Era posible que la canela se descompusiera?

—¿Qué ocurre, nena? —insistió, frunciendo ligeramente el ceño.

Volví a respirar y el olor fue peor para mí, tanto así que sentí una nueva arcada acompañada de una sensación ácida desde la boca de mi estómago, la cual pronto fue subiendo hasta alcanzar mi garganta. Corrí cuanto pude al baño, encendiendo la luz como pude mientras mis ojos lloraban de desesperación. Abrí la tapa del retrete y con un profundo respiro solté todo lo que seguramente había comido desde la semana pasada.

—¡¿Bells?! —gritó Edward, buscándome en el baño.

Vomité con fuerza, tanto que me dolía el vientre y la garganta, pero no podía controlarlo, era todo profuso e imposible de evitar.

Edward se agachó a mi lado para acariciarme el cabello y tomarlo entre sus dedos, acompañándome en el horrible tormento.

—No quiero que me veas…

No continué hablando porque vino otra arcada y luego el vómito.

Dios, era horrible.

—Hey, hey, hey. ¿Cómo es eso de que no quieres que te vea? Soy tu esposo, estaré contigo en la salud y en la enfermedad —afirmó, levantando mis cabellos para que pudiera vomitar con mayor facilidad.

Pero cada vez que respiraba volvía a sentir el fuerte aroma de la cocina y yo solo quería seguir vomitando, como si hubiera bebido litros de alcohol. Cuando pude respirar mejor, cerré la tapa del retrete y me quedé tragando, atragantada con el sabor ácido del vómito.

—Oye, ¿comiste algo que te hizo mal? Me tienes preocupado, cariño —insistió Edward.

Negué y me levanté como pude, tremendamente mareada.

Mientras me miraba en el espejo, sacaba el cepillo de dientes y luego le ponía algo de pasta dental, dejé corriendo el grifo mientras pensaba en las posibilidades… y mi cabeza pensaba en cuál era la posibilidad de que esto fuera…

Tragué y me miré el vientre, conteniendo el aliento.


Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Recuerden que ya estamos en recta final y se acaba poco a poco esta historia. ¿Qué les ha parecido todo lo que está sucediendo? Bella es cada día más fuerte y vivaz, y es capaz de todo por continuar su vida sin el fantasma de Dimitri. Y ¿qué creen que pasó en esta última parte? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de Esme575, CelyJoe, Pam Malfoy Black, Toy Princes, Rosy canul 10, BreezeCullenSwan, Freedom2604, Bbluelilas, Mime Herondale, Cinthyavillalobo, MariaL8, Yaly, Maribel hernandez cullen, Lu40, Liliana Macias, PielKnela, ELLIana 11, Jeli, Luisita, Fallen Dark Angel 07, Cavendano13, Natuchis2011b, DanitLuna, Belli swan dwyer, SeguidoradeChile, JMMA, Saraipineda44, Coni, Merodeadores 1996, Valevalverde57, AnabellaCS, Calia19, Virdianaconticruz, LadyRedScarlet, Sther Evans, Ale 17 3, Anita4261, ManitoIzquierdaxd, Brenda Cullenn, C Car, Tata XOXO, Ana Cullen Lutz, Almacullenmasen, llucena928, Noriitha, Diana, Adrianacarrera, NarMaVeg, Lucycotto05, MasenSwan, Brenda Naser, Piligm, Liz Vidal, Alejandra1987, Teresita Mooz, Gesykag, Rjnavajas, Wenday 14, Bitah, Pancardo, Barbya95, EloRicardes, Ady Denice, Joabruno, Krisr0405, ConiLizzy, Rero96, Elizabeth Marie Cullen, Patymdn, Jocelyn, Jackie rys, Elizabethpm, Kpherrerasandoval, Ana Karina, Adriu, Karensiux, Pameva, Ana, Fernanda javiera, Yoliki, Lindys Ortiz, Stella Mino, Valentina Paez, anlucullen, Jade HSos, ClaryFlynn98, Jhanulita, Angel twilighter, Alyssag19, Nicole19961, Twilightter, Debynoe12, Kathlen ayala, Vero Morales, Sool21, Naara Selene, PanchiiM, Ceci Manchin, NaNYs SANZ, MissDeadlyNightShade, Sollpz 1305, Aidee Bells, Mss Brightside, Esal, Kamile Pattz-Cullen, Nydiac10, Beastyle, Mica, MarieCullen28, Diana0426a, Valem00, Elizabeth, Micaela94, Ari Kimi, Lore562, Claribel cabrera 585, Lauritacullenswan, Kaja0507, Miriarvi23, Carlita16, Kriss95, SakuraHyung19, Lovelyfaith, CazaDragones, Beakis, Flor Santana, DannyVasquezP, Makarena L, Veronica, Mentafresca, Jupy, Bella-maru, Santa, Elmi, Roberouge, Melany, AndreaSL, NoeLiia, Miop, Somas, Dana masen cullen, Ady t, Mar91, Saydiss, Fer Yanez y Guest, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, no tienen idea del impacto que significa su entusiasmo, su cariño y sus palabras, de verdad gracias

Recuerda que si dejas tu review recibirás un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben poner su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se verá

Pueden unirse a mi grupo de facebook que se llama "Baisers Ardents - Escritora", en donde encontrarán a los personajes, sus atuendos, lugares, encuestas, entre otros, solo deben responder las preguntas y podrán ingresar

También pueden buscar mi página web www (punto) baisersardents (punto) com

Si tienes alguna duda, puedes escribirme a mi correo contacto (arroba) baisersardents (punto) com

Cariños para todas

Baisers!