Perdón por la tardanza, pero aquí está el nuevo capítulo.
Capítulo anterior
—¿Dónde está Cielo? —cuestionó Zephyr llorosa, al notar que no estaba el objeto que le había hecho daño a su madre.
—¿Qué cosa?
—El arma de mi abuela, mamá se lo había puesto.
Toothless no comprendió lo que decía, pero al revisar ambos costados del rostro de la hechicera no vio nada, estaba completamente intacta.
¿Qué era lo que había pasado?
Capítulo 57
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Cumpleaños
parte 2
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En alguna parte de Berk…
—No, no me gusta, vayamos a otro lugar.
—Ah, Hiccup. Si tan sólo me dijeras lo que estás buscando. —Se quejó un cansado Fishlegs.
—Ya te dije, es decir, la idea que tengo en mi cabeza, no quiero cualquier cosa que cualquier otra persona pudiera usar.
—Sí, sí… pero dando mi humilde opinión, creo que dejaste pasar muchos que eran bastante bonitos.
—Pero no como yo quería, así que andando… ¿Dónde está la siguiente tienda?
—Por allá. —señaló el rubio otra que quedaba a unos cuantos metros de donde se encontraban.
Ambos varones se encaminaron hacia la siguiente tienda y una vez que llegaron a esta, miraron primeramente por el llamativo aparador que tenía en exhibición toda clase de mercancía.
Hiccup miró con atención cada uno de los estantes, descartando rápidamente unas cosas y prestando especial atención a lo que buscaba y en especial a su diseño.
—No, no, no, no… —señaló cada uno de los objetos descartándolos por completo, cuando de repente a mitad de camino uno llamó su atención. Fishlegs lo notó.
—¿Qué? ¿Encontraste algo que te gustó?
El hechicero sonrió.
—No es como lo tenía mentalizado, pero creo que es lo más cercano a lo que estoy buscando.
—¿Quieres entrar a ver? —señaló Fishlegs la puerta de entrada.
Hiccup se reincorporó y asintió animado, pero apenas dando un paso para entrar su teléfono comenzó a sonar ruidosamente.
—Ah, dame un minuto. —pidió a su amigo mientras sacaba el aparato de su bolsillo.
Fishlegs sólo asintió y le dio la espalda para darle privacidad, mientras que Hiccup se apuró en contestar ya que el aparato marcaba el nombre de Astrid; rápidamente ideó qué decirle en el remoto caso de que le preguntara dónde se encontraba.
—Hola, cariño. ¿Qué pasó? —contestó con normalidad.
—¡Hiccup!
Se descolocó al escuchar la alarmada voz de su guía.
—¿Toothless? ¿Qué pasa? ¿Por qué…
—Hiccup, escucha… tienes que volver no sé qué le pasó a Astrid.
Inmediatamente su corazón golpeteó su pecho con dolor y miles de cosas pasaron por su mente.
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—Pero… ¿Qué ocasionó esto? ¿No pudiste ver más?
¿Quién habla?... ¿Stormfly? —pensó una cansada voz que estaba sumida en la oscuridad.
—Ya te dije que no, sólo sé lo que los niños ya les dijeron.
¿Toothless?
—Mi mami nos estaba mostrando a Cielo cuando empezaron a salir las chispas.
¿Zephyr?
—¿Por qué mi mami no despierta, papi?
¿Nuffink?
—Tranquilo, hijo, creo que ya quiere despertar… ¡Astrid! ¡¿Astrid, me escuchas?
¿Hiccup? —pensó esta, sintiendo una cálida mano entre la suya.
—Astrid, Astrid…
La aludida comenzó a removerse con dificultad, se sentía entumida y se le hacía imposible abrir los ojos, sin embargo, poco a poco comenzó a recuperar más la movilidad de su cuerpo y con ello sintió con más fuerza un apretón en su mano que la hizo finalmente abrir los ojos.
Al hacerlo, lo primero que divisó fue un par de ojos verdes, el de su lado derecho con una cabellera rubia que la miraba con angustia y el del lado izquierdo de cabello castaño que suspiró sintiendo un gran alivio. Pronto a su vista se le añadió la mirada azul de su pequeña niña y por detrás de ella la de los 3 inquietos guías.
—¿Qué me pasó? —preguntó, tratando de reincorporarse.
Hiccup la ayudó a hacerlo y cuidadosamente la recargó en la cabecera de la cama.
—Dice Toothless que te desmayaste, que algo extrañó pasó…
—Sí mami, nos estabas enseñando a Cielo y luego saltaron chispas así de grandes. —explicó Zephyr con sus brazos extendidos.
—¿Puedes recordar algo? —preguntó Hiccup angustiado.
Astrid asintió a duras penas.
—Sí, ya… Cielo reaccionó y no sé exactamente porqué ni cómo, pero, creo que la absorbí…
—¿la absorbiste?
—Sí, pero fue… como si su poder chocara con el mío, lo que desencadenó los choques eléctricos.
—¡Ah, ya veo! y por eso ya no estaba esa arma cuando los rayos se calmaron. —concluyó Toothless atando los cabos.
—Pero… eso quiere decir que ¿ahora puedes convocar a Cielo como convocas a Sky? —cuestionó Alúmini aun sin entender del todo.
—No lo sé, eso creo… quisiera intentarlo… ahora mismo—respondió Astrid, quitándose de encima la manta que habían puesto sobre ella.
—¡¿Qué estás loca?!¿¡De ninguna manera! —exclamó Hiccup deteniéndola. —Mírate cómo estás, estás muy débil.
—Estoy bien, Hiccup… no pasa nada.
Con sutileza, le retiró las manos de encima y se dispuso a ponerse de pie, a Hiccup, aunque se le hizo una completa locura la dejó hacer lo que quería, puesto que ella era su Astrid, la que siempre hacía su santa voluntad; sin embargo, permaneció cerca de ella para cualquier cosa que pudiera pasar, a diferencia de los guías que, siendo precavidos, se alejaron unos cuantos pasos, llevándose a los niños con ellos.
Viendo Astrid que le habían dado su espacio (a excepción de Hiccup) concentró su egni en la palma de su mano, esta se iluminó a su alrededor y en una fracción de segundo apareció la mágica Sky.
Astrid la observó de abajo hacia arriba, a sus costados, el filo y todo le pareció que estaba bien con su arma. Era hora de ver si podía convocar a Cielo.
Dejando a Sky sobre la cama, realizó el mismo movimiento, pero ahora visualizando el arma de su madre sobre su mano.
Así como con Sky, su palma comenzó a brillar por la concentración de egni, sin embargo, a diferencia de la anterior nada pasó, nada salió. Viendo que no estaba funcionando, Astrid se forzó aún más para invocarla lo que poco a poco ocasionó que más egni se acumulara sobre su palma y que pronto comenzaran a manifestarse destellos eléctricos.
—¡Cuidado! —gritó Hiccup, cuando de la mano de ella salió otro chispazo que la repeló y empujó fuera de su sitio.
Afortunadamente, había alcanzado a tomarla antes de que se golpeara con el mueble que tenían a un lado de la cama; en tanto Astrid, sólo se miró la mano con angustia pues en esta sólo habían quedado residuos humeantes del egni, pero del arma de su madre, nada.
—Ya Astrid, ya fue suficiente por hoy. —regañó Hiccup, ayudándola a levantarse. —Es mejor que descanses y no aceptaré un "No" por respuesta.
La hechicera, sin dejar de ver su palma sólo musitó:
—Está bien.
—¿Está…bien? —repitió el sorprendido Hiccup, le resultó raro ver a Astrid cediendo tan rápido. Ella no era así.
Astrid rodó los ojos, volviendo así a su realidad.
—Sí, los milagros pasan… pero no te acostumbres. —le dijo al deducir lo que él pensaba.
Hiccup se enrojeció y rio nerviosamente.
—Mmm… está bien, entonces, acuéstate, descansa. —le pidió más tranquilo. —Yo haré y te traeré la cena. Toothless, Alúmini, Stormfly y niños… ¿Me ayudan?
Los mayores comprendiendo la indirecta, respondieron inmediatamente que sí, mientras que los niños más animados tomaron la mano de su padre para comenzar lo más rápido y atender a su mamá; Astrid sólo sonrió al ver que ya no se mostraban tan angustiados como antes y en cuanto todos salieron de la habitación, volvió a recostarse en la cama, melancólica por no saber qué había ocurrido con el arma de su madre.
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Más tarde, por la noche, después de la cena y de que Hiccup se encargara de acostar a los niños finalmente se reunió con Astrid en la habitación, esta recién había salido de bañarse y se encontraba secando su cabello, sentada al borde de la cama. Su expresión seguía ida por los múltiples pensamientos que pasaban por su mente.
—¿Cómo te sientes? —preguntó él, sentándose a un lado de ella.
Astrid suspiró, dejando la toalla de lado.
—Mucho mejor, gracias por encargarte de todo.
—No hay de qué, sabes que lo hago con gusto.
—¿Sabes? Hoy les hablé de mi familia a los niños.
—Oh…sí… Zephyr me dijo algo al respecto. —respondió él un poco inquieto.
—¿Crees que hice mal?
Hiccup negó con su cabeza.
—Para nada… ellos son parte de tu familia después de todo.
—Sí…es cierto, Hiccup… ¿Y si destruí a Cielo? —preguntó repentinamente.
—¿Qué?
—Es que… es la única razón que encuentro para no poder invocarla. —continuó ella, mostrando su palma donde una energía se empezó a acumular. — ¿Y si lo hice?... eso quiere decir que destruí el único recuerdo físico que tenía de mi madre.
—Ya basta Astrid. —le pidió él, colocando su mano sobre la suya con una pequeña cantidad de egni que apagó la de ella. —No creo que hayas destruido el arma de tu madre, tal vez estás un poco ofuscada por lo que pasó, ¿por qué no intentas mejor descansar y tomarlo con calma?
—Si es que puedo. —rodó los ojos, sintiéndose frustrada.
—Claro que sí, ven.
Tomándola de la mano, Hiccup la hizo levantarse de la cama para destender el lado donde ella dormía, una vez hecho esto, la hizo acostarse y la arropó como solía hacerlo con sus hijos. Astrid se sintió como una niña pequeña, pero se dejó atender por su novio pues muy en el fondo le gustaba como era él con ella.
—Cierra los ojos y trata de dormir.
—Sí, sí… como fastidias Hiccup. — rezongó esta, moviéndose de su posición para darle la espalda.
Hiccup sólo rio y al ver que ella ya se había acomodado, procedió a cambiarse para acompañarla. Cuando finalmente se acostó en la cama, dándole la espalda a ella…
—¿Hiccup? — escuchó al otro lado.
—¿Sí?
—¿Les hablarás a los niños de tu familia?
La pregunta lo hizo girarse para encarar a su novia.
—No estoy seguro. —respondió con sinceridad.
—¿Por qué?
Hiccup se encogió de hombros.
—¿Qué puedo decirles Astrid? ¿Qué vengo de una familia de padres divorciados? ¿Que mi padre tenía nula confianza en mi cuando era niño y que mi madre prefirió su rol de guardiana a su familia? ¿Y que mi abuelo era un desgraciado que me incitó a odiarte desde pequeño?
Astrid lo miró con melancolía y colocó una mano sobre su mejilla, la acarició.
—No tiene por qué ser así, yo en tu lugar sólo les contaría sobre las virtudes de cada uno de ellos, puedes descartar a tu abuelo, yo al mío ni lo mencioné. —dijo con una risita.
—Pero… ¿qué podría decirles?
—Creo que sólo a ti te corresponde decidir eso, piénsalo. Buenas noches.
No diciendo más, Astrid se giró en la cama, dejando a un Hiccup completamente pensativo.
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Miércoles 26 de febrero.
Otro día, otro despertar. Cuando la alarma del despertador/teléfono sonó, Hiccup sólo estiró la mano para poder apagarlo. Como todas las mañanas, consideró dormir otros 5 minutos más, pero un pequeño detalle lo hizo olvidarse de ello.
Nadie le estaba hablando para que se levantara.
Se volvió hacia donde estaba Astrid y esta aún se encontraba profundamente dormida, tanto, que hasta se podían escuchar ligeros ronquidos.
Eso le causó gracia a Hiccup, que juguetonamente se acercó a ella.
—Astrid… —le susurró suavecito en el oído. —Astrid, es hora de levantarse.
Pero ella sólo se removió y siguió roncando.
—Está muerta. —susurró burlonamente.
Conociéndola, creyó que no había podido dormir durante toda la noche, por lo que consideró dejarla dormir el tiempo que fuera necesario para que recuperara su energía. Así que se levantó silenciosamente, se duchó y se cambió de ropa y Astrid ni cuenta se dio de todos sus movimientos.
—Ya me voy, descansa todo lo que quieras. —le susurró en el oído antes de irse y después le dio un par de besos detrás de su oreja.
Pero aún con todo ese cariño, Astrid siguió sin despertar y sólo cambió de posición en la cama al sentir sólo pequeños cosquilleos.
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Horas más tarde…
—¡¿Qué hora son?! ¡Hiccup, se hace tarde! —se levantó la sobresaltada Astrid de la cama.
Sin embargo, al volver su mirada al lugar de su compañero vio que no había nadie, entonces tomó su teléfono para mirar la hora y casi estalla en un grito al ver que pasaba más de medio día.
Los niños, su invernadero sólo pensaba que tenía mucho por hacer así que se levantó de la cama a la velocidad de un cohete en despegue y se alistó para comenzar su día.
Bajando a la planta baja, acudió primeramente a la cocina donde todo se veía limpio y organizado, sobre la mesa resaltaba un plato cubierto por una tapa, por lo que concluyó que era su desayuno; sin embargo, antes de probar algún bocado salió al patio trasero para revisar su invernadero. Dentro de este, pudo localizar a Alúmini quien muy concentradamente se encontraba haciendo una "inspección de calidad", pero por como lo veía parecía llevar horas en la misma actividad.
—Ah, hola Astrid, buenos días o buenas tardes más bien.
—Sí, buenas tardes. —saludó esta apenada. —Y… ¿cómo vamos? —preguntó cómo no queriendo.
La albina sonrió y le mostró sus hallazgos sobre unos vegetales que había evaluado.
—Ya terminé con esto… ¿qué te parece?
Astrid sonrió disimuladamente, ciertamente la albina había hecho un buen trabajo, el problema es que se tomaba demasiado tiempo para algo que debía hacerse en un cuarto de la parte del tiempo que a ella le tomaba, lo que en resumidas cuentas significaba que el trabajo se iba acumulando cada vez más.
De igual manera la felicitó y le pidió pausar sus deberes, pues era hora de hacer la comida para su hijo que estaba próximo a llegar.
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Las horas siguieron pasando, Astrid atendió a Nuffink una vez que este llegó del jardín de niños, y tan pronto terminó con él se puso a trabajar en el invernadero, Alúmini la estuvo ayudando mas no con todo como a ella le hubiera gustado y así, pronto llegó el atardecer y como en los días anteriores terminó agotada.
—Dejemos esto para mañana. —ordenó a su ayudante. —Creo que fue suficiente por el día de hoy.
—De acuerdo. Astrid…te sientes bien ¿verdad?
—Sí, sólo estoy un poco cansada. —respondió, estirándose. —Creo que necesito entrenar más, pierdo condición.
—¿Entrenar? Más bien creo que es trabajo en exceso, creo que deberías emplear aún más la magia para apoyarte.
—No lo creo, pero ahora que lo dices… quiero intentar invocar de nuevo a Cielo.
—Ah… Astrid.
Pero antes de que la luminosa pudiera decir algo, Astrid ya se encontraba en posición para invocar el arma, nuevamente con su palma viendo hacia arriba se concentró en hacer aparecer el arma de su madre, pero el resultado fue el mismo, nada apareció.
—¡Argggg! ¿Por qué no puedo? —vociferó molesta —¡Sky!
A su llamado, el hacha de doble filo apareció frente a ella.
—¡Cielo!
Nada.
—¡AHHHHHHHH!
—Astrid, tranquilízate. —pidió Alúmini asustada.
—Ahhh… es que no sé porque no puedo. —refunfuño esta, blandiendo a Sky de la frustración.
Cuando lo hizo, el arma destelló un fugaz haz de luz que salió como cuchilla a una velocidad tal que Astrid no pudo detenerla y que terminó estrellándose accidentalmente sobre unos botes que contenían desperdicios. El contacto de la magia con los objetos provocó una ruidosa y luminosa explosión que retumbó en toda la casa e incluso golpeó la barrera que se vio con interferencia por el campo eléctrico que se formó alrededor de la hechicera.
—Astrid…—balbuceó Alúmini boquiabierta al ver a los objetos pulverizados y a la barrera aparentemente descompuesta
—No fue mi intención. —comentó la sorprendida Astrid, aplacando su nivel de frustración, así como los rayos que la rodeaban. —Ay, espero no haberla roto. —dijo preocupada, corriendo al límite de la barrera.
Esta se mostró con interferencia, tal cual un televisor sin señal y después de unos largos minutos se normalizó y se mostró como siempre.
—Creo que no le pasó nada.
—Eso parece, pero ¿qué fue eso? Sólo hiciste un movimiento con Sky y se vio como si estuvieras atacando con todo tu poder.
—Te juro que ni siquiera pretendía expulsar magia, por alguna razón salió ¡ASÍ!
—Ok, ok… cálmate, creo que lo mejor por el momento es que guardes a Sky y que le comentes de esto a Hiccup, sólo para que revise la barrera por si acaso.
Astrid asintió y guardó su arma en su interior.
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Minutos más tarde.
—Mmm… no parece afectada, los pilares que la sostienen están intactos, por fuera sigue rechazando lo que "No tenga autorización."
Astrid suspiró con alivio al escuchar la evaluación de Hiccup.
—Pero… ¿en serio liberaste mucha energía con un "pequeño" golpe?
—Sí, digo, no use tanta fuerza al blandirla y como le decía a Alúmini ni siquiera tenía intenciones de arrojar ataques, sólo quería desestresarme.
—Entiendo, ¿y no te sentiste débil después de hacerlo?
—No, para nada, sólo impactada por pensar que había roto la barrera.
Hiccup siguió pensando, sin encontrar una explicación lógica a lo sucedido.
—Tal vez sigues alterada por lo que pasó ayer. Creo, tal vez, que tus poderes mágicos mezclados con tus emociones están reaccionando de manera diferente.
Astrid no quedó muy convencida, pero dado a que tampoco comprendía que podía estar pasando optó por tomar la teoría de su novio.
—No estaría de más si nos tomamos un día para entrenar algo de nuestra magia, tal vez ya nos estamos oxidando por no usarla demasiado. —siguió confortando Hiccup, colocando una mano sobre su hombro.
—Sí, tal vez tengas razón, lo bueno es que a la barrera no le pasó nada.
—Así es. —miró Hiccup la inmensidad de la capa que rodeaba la casa.
—Bien, entonces entremos a casa. ¿Ya quieres cenar? —preguntó ella con amabilidad.
Hiccup carraspeó y enrojeció levemente.
—Ah, Astrid… de hecho… tengo que salir, otra vez y me llevaré a Toothless. ¿Puedo? Digo, ya que las chicas pospusieron su salida.
Astrid lo miró con sospecha, su querido novio seguía tramando sus planes y parecía ir a la delantera, mientras que ella por todos los retrasos que a cada rato se le presentaban se iba quedando sin tiempo.
"Necesito encontrar esos anillos ¡YA!" —gritó en su interior, mientras que por fuera sólo dijo con una sonrisa fingida. —Está bien, ve y has lo que tengas que hacer.
Y con su bendición, Hiccup fue libre de retirarse.
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—¿Y qué tramas Hiccup? Estos días has estado muy sospechoso. —preguntó un sonriente Toothless, haciéndole de copiloto en el auto de policía de su amigo.
—Ya lo verás. —respondió él, risueño y sin perder la vista del camino. —Aunque ya sabes, para una decisión importante, tengo que consultar a mi querido guía.
—Que está disponible para opinar y darte mi más sincera opinión, aunque te duela.
—Sí, lo sé.
El camino por las avenidas de Berk continúo, tanto guía como hechicero permanecieron en un confortante silencio hasta que una luz roja en un semáforo y una pareja de transeúntes que cruzaban la calle con una carriola le hizo recordar algo importante al guía, algo que había platicado con su pareja días atrás y que de cierta forma involucraba a su amigo.
—Hiccup…
El aludido desvió su mirada, viendo que el semblante de Toothless se había ensombrecido un poco.
—¿Qué pasa?
—Nada grave, pero… ¡Ah, ya cambió! —señaló el semáforo que estaba en verde y enseguida escucharon los sonidos de cláxones de conductores desesperados.
—Ah… ya cállense. —masculló Hiccup, avanzando, pero dado a como vio a su amigo, optó por buscar un lugar donde estacionarse.
Una vez que encontró un lugar entre las calles, apagó el vehículo y prestó atención a su guía. Este, apenado, le reveló lo que Alúmini y él habían decidido y que ya estaba hecho.
Hiccup de entrada se alegró al saber que sus guías finalmente habían dado ese gran paso; sin embargo, estaba aquel detalle que tanto Toothless como él conocían bien, y eso era el hecho de que se necesitaba magia para que un huevo de dragón pudiera eclosionar para finalmente servir a un hechicero.
—Es cierto, sin esa magia se pueden quedar como rocas.
—Sí, lo sé, cuántos casos no viste cuando estuviste ayudando en el santuario ¿Verdad?
—Sí. —asintió Hiccup con melancolía.
—Por eso amigo, en el caso de que Alúmini y yo logremos concebir algo, quisiera que Astrid y tú nos ayudaran con su magia y…
Hiccup sintió un golpeteo en el pecho al predecir las palabras que se avecinaban de parte de su amigo.
—En pocas palabras Hiccup. —suspiró Toothless con ojos brillosos. —Quisiera que mi hijo o hijos sean los guías de tus hijos. Sé que ustedes no quieren que ellos…
Pero antes de poder terminar la oración, el sorprendido Toothless se vio abrazado fuertemente de su amigo.
—Será un placer. —le confió Hiccup, apretándolo. —Yo te ayudaré en lo que sea necesario, así como tú lo has hecho toda tu vida y sé que mis hijos cuidarán bien del dragón o dragones que llegues a tener con Alúmini.
Toothless lloró y le dio un abrazo de vuelta a su amigo.
—Gracias, aunque… ya hablándolo con Alúmini, nos limitaremos a sólo tener dos crías, uno para Zephyr y otro para Nuffink, ya que ella no quiere que nadie más se haga cargo de ellos.
Hiccup se separó de su amigo.
—Vaya, al parecer lo han planificado muy bien, aunque es impredecible saber cuántos huevos pueden llegar a tener.
—Mmm… en el santuario siempre vi que los dragones tenían d huevos ¿no?
—Sí, aunque a veces uno de estos terminaba abandonado. —recordó Hiccup con melancolía.
—Bueno, pero nosotros no vamos a tener ese problema. Eso espero. —alentó Toothless con una sonrisa.
—Primero lo primero amigo, cuidar a Alúmini en caso de que ya esté formando por ahí a un dragoncito nuevo o en el otro caso, seguir intentando.
Toothless rio.
—Sí, lo sé. Por cierto, ahora ya entiendo porque a Astrid y a ti les cuesta levantarse por la mañana. —se burló este.
Hiccup sólo sintió un tremendo bochorno por todo su cuerpo y para despistarlo encendió el auto y reanudó la marcha hacia su destino.
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Mientras tanto, en casa, Astrid estaba volviendo todo en el interior al revés en su insistente búsqueda de los anillos; después de que Hiccup y Toothless se marcharon y Alúmini, Stormfly y los niños se retiraron "misteriosamente" a la habitación de los menores, probablemente para inflar globos (según escuchó por cómo algunos se les rompía por el exceso de aire), se puso a buscar en cada rincón de la casa.
Sala, cocina, baño y no encontró nada. Ático, nada. Habitación de los niños, improbable que la dejaran entrar y de cualquier manera la descartó ya que ella organizaba con frecuencia esa habitación.
—¡Me rindo! tengo que pensar en un plan B. —se dijo así misma completamente frustrada cuando se le terminaron las opciones.
Volvió su vista al reloj de la sala, viendo que eran 10:30 de la noche, Hiccup aún no llegaba y claramente ya tenía una gran ventaja sobre ella.
—Pero ¿qué puedo hacer? ¿Improvisar otra vez? —pensó, en la soledad de su habitación.
Pensativamente miró al buró que tenía de su lado de la cama, recordando algo que tenía guardado y que no utilizaba desde que había formalizado su relación con Hiccup: Su diario, aquel que le había regalado la maestra Mako en su momento de depresión y que guardaba en gran parte sus sentimientos con respecto a su novio. Sentimientos que quería ahora representar en algo físico para él.
Lo tomó con cuidado y lo abrió por el centro para leer y recordar esos sentimientos plasmados de meses atrás, cuando se reprimía y negaba lo que en el presente ya podía gritar con libertad; sin embargo, antes de que se pudiera concentrar en su lectura, un rechinido de la puerta la alertó y rápidamente regresó el diario a su lugar.
—Ah, hola Astrid, hola Astrid, hola Astrid. —saludó el nervioso Hiccup, aparentemente tratando de no hacer mucho ruido.
—Buenas noches… ya era hora. —le respondió en una forma juguetona de reproche.
—Es que invité a Toothless a cenar y ya sabes…
—Sí, sí… —rio Astrid acomodándose en la cama y no creyéndose nada de lo que decía. —Yo estaba a punto de acostarme. Mañana tengo muchas cosas que hacer y quiero terminarlas rápido ya que saldré por la tarde así que te tendrás que quedar con los niños y con Toothless porque Alúmini y Stormfly también saldrán. Buenas noches.
—¿Eh? Ah… está bien. —balbuceó Hiccup rascando su cabello, y no dijo más, sabía que era justo y necesario.
Sin embargo, la aceptación tan fácil a ese trato sólo significó algo para Astrid.
Hiccup le iba ganando.
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Jueves 27 de febrero.
"Por fin un poco de libertad"
Celebró Astrid con las manos en alto cuando después de una larga jornada de trabajo dejó a su novio con sus hijos y guía, para así tener tiempo de conseguir el regalo perfecto.
El tiempo se agotaba, no sólo porque faltaba poco para los festejos de cumpleaños, sino porque el área comercial estaba a unas cuantas horas de cerrar.
Después de pensarlo mucho y de no haber encontrado las famosas sortijas de matrimonio, concluyó que lo mejor era conseguir unas nuevas sortijas, así que su primera parada fue a la primera joyería que se le cruzó en el camino.
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—Y… ¿Qué estilo busca, señorita? —preguntó la dependienta de la joyería.
Astrid que estaba atenta a la mercancía, levantó la vista y sonrió con nerviosismo.
—Eh… bueno, buscaba unas sortijas de matrimonio, le propondré a mi novio que se case conmigo.
La dependienta arqueó una ceja, denotando un poco de confusión.
—¿Qué?
—Ah, disculpe… es que es muy extraño escuchar a una chica decir que le propondrá matrimonio a un chico, generalmente es al revés.
—Oh… entonces… ¿no debería? —Comenzó a dudar Astrid.
La dependienta rápidamente se sobresaltó, asustada por una posible pérdida de la venta.
—¡No, no! No digo que no deba, sólo que se me hizo extraño, pero creo que cada quien es libre de hacer lo que quiera, aunque sea fuera de lo convencional.
Astrid no quedó muy convencida.
—Miré, si quiere le puedo enseñar unas sortijas que de seguro a su novio le puedan gustar.
Dicho aquello, la dependienta sacó de la estantería una colección de anillos para hombres, algunos anchos con extraños grabados y otros más delgados y lisos.
Astrid al verlos frunció el entrecejo, la dependienta volvió a temer.
—¿No le gustan?
—No es eso, es sólo que aquí sólo hay sortijas para hombres, buscaba para ambos, ya sabes, ¿sortijas de matrimonio?
—Oh… pensé que buscaba una de compromiso.
—¿Compromiso? —repitió Astrid, aunque luego recordó que en ese mundo solían hacer eso, o al menos así lo recordó cuando ayudó a Spinel en la propuesta de matrimonio.
—Sí, entonces si es de matrimonio, usted ya está muy segura de que él le dirá que sí. —rio la dependienta, sacando el otro tipo de mercancía.
—¿A qué se refiere?
La dependienta volvió a temblar, tanto por la falta así por como Astrid la miraba, mirada que calificó de aterradora.
—ah… es que… digo, jajaja no pierde el tiempo y va llevarlo directo al altar. —dijo esta, tratando de bromear.
Astrid no entendió, pero dado a que ya le estaba mostrando lo que quería se concentró sólo en la mercancía.
Anillos que se destacaban por ir de par en par, generalmente uno más grande que el otro, siendo el de la chica el que tenía un poco más de ornamentos y otros que eran exactamente igual para los dos.
Lo que Astrid buscaba es que ambos fueran iguales, pero por alguna razón no podía decidirse por un par.
—mire estos, son muy bonitos. —trataba de persuadir la vendedora.
—Mmm no sé, es que no estoy muy segura.
—Entiendo, estas generalmente se vienen a comprar en pareja donde ambos llegan a un acuerdo. —suspiró la dependienta.
—Entonces… ¿dices que debería venir con mi novio a verlas?
La dependienta se dio otro golpe mental.
—¡No! Digo…—rio. —¿Por qué no se lleva unas de las que se ven iguales? "Si su novio la quiere" de seguro le gustará lo que usted elija.
Astrid miró la joyería con los ojos entrecerrados, pensándolo. La dependienta sólo esperaba que su palabrería de marketing hubiera funcionado.
—Bueno, ya que lo expones de ese modo…
La dependiente sonrió, expectante de la venta.
—Creo que escogeré estas. —señaló Astrid unas que se veían exactamente igual en diseño, eran de color plateado con grabados entrelazados a su alrededor.
—¡Gran elección, señorita! Ahora sólo tomemos medidas…
—¿Medidas?
—Sí, claro para asegurarnos que las sortijas le queden a su novio y a usted. —respondió esta, sacando un medidor de circunferencias.
Astrid se golpeó la frente.
—¡Rayos! No tengo la medida de él. ¿cuál es la probabilidad de qué le quede esta?
—Oh, esta es una medida estándar. —mostró la dependienta el tamaño del aro que, a perspectiva de Astrid, era demasiado pequeña.
—Y hablando en el hipotético caso de que consiga la medida, ¿podría darme una así de inmediato?
—Dependiendo si hay en el almacén, sí. De lo contrario se puede mandar a fabricar con un tiempo de espera aproximadamente de 2 semanas.
—¡¿Dos semanas?! Eso es mucho tiempo.
¿Arriesgarse o no? Pensó Astrid, viendo las sortijas.
Su mente entonces comenzó a divagar en las probabilidades, en el remoto caso de que pudiera conseguir esa medida y comprar las sortijas ¿a él realmente le gustaría su elección? Comenzó a pensar seriamente en lo que había dicho la dependienta, sobre que las sortijas de matrimonio debían adquirirse en pareja, pensar nuevamente en eso hizo que, a su perspectiva, las sortijas lucieran comunes y corrientes si no las podía escoger junto con él.
—¿Señorita, entonces se las lleva? —insistió la nerviosa dependienta.
Astrid suspiró.
—No, creo que mejor no. —dijo rendida. —Le agradezco su tiempo.
Sin decir más, le dio la espalda a la vendedora y salió de la tienda. La dependienta lloró internamente por su venta perdida.
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—Dioses, si me escuchan y son misericordiosos ¡Denme una señal de qué puedo darle a ese hombre que aparentemente ya tiene todo!
Gritó Astrid al cielo, haciendo que los transeúntes que paseaban casualmente por ahí la vieran con una gran incógnita sobre sus cabezas, hecho que poco le importó a la frustrada hechicera que nuevamente se puso pensativa.
— "¿Otra camisa?" No eso fue tonto y creo que le gustó más vérmela puesta que ponérsela. "Trusas" como diría Ruffnut, no, él muy tonto pensaría algo raro, aunque…
La cara se le enrojeció de sólo imaginar a su novio en ropa interior diminuta a sus usuales bóxeres.
—¡Astrid, concéntrate! ¡El regalo que le debes de dar debe ser especial y demostrar cuanto lo quieres!
¿Chocolates? No, eso es tonto y los niños y Toothless se los comerían.
¿Flores? Ay no, se mueren después y eso es triste.
¿Y si planeo una cita? No, no tengo tiempo para organizarlo.
—¡Ah… ya denme una señal! —volvió a gritar al cielo.
—¿Astrid?
La aludida apenada, cerró la boca al escuchar una dulce voz por detrás de ella, conocía esa voz. Al girarse, sólo le sonrió con nerviosismo a esa mujer que le había hablado.
—Hola, Mako…
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—Con que un regalo de cumpleaños especial. —meditó Mako, dándole un sorbo a su té.
Después de encontrarse con Astrid y al verla un "poco" frustrada, la maestra amablemente invitó a la madre de su alumna a tomar un té. Ella no se negó puesto que le tenía aprecio, no sólo porque era la maestra de su hija, sino por las veces que la había ayudado, aunque esto hubiera significado meterla en problemas como cuando su esposo había sido manipulado por el titiritero o cuando su pequeño hijo fue secuestrado.
—Sí, creo que me lo tomo demasiado en serio… o no sé qué piensas. —comentó Astrid, después de contarle sobre sus ideas, claro que omitió la propuesta de matrimonio, puesto que para los demás ella se supone que ya estaba casada.
—No, me parece bien, creo que no hay nada mejor que los regalos que se hacen desde el fondo del corazón. —le sonrió esta. —Es muy tierno que quieras decirle a tu esposo lo que sientes por él mediante tu obsequio.
—Sí, pero ¿cómo? Esa es la pregunta.
—No necesariamente debe ser algo comprado. —aconsejó Mako. —Me refiero a… no sé, por ejemplo, si él te inspira a cocinar… pues cocínale algo que creas que le va gustar o que jamás haya probado.
—Mmm… no sé, cocinar no es mi fuerte y necesitaría días de práctica, antes de que algo me saliera perfecto.
—Bueno era un ejemplo, no necesariamente tiene que ser eso… sólo piénsalo. Hiccup… ¿de qué manera te ha inspirado?
Astrid sonrió.
—Pues… de muchas formas… si vieras todo lo que escribí por él y…
Se silenció.
"Un momento" "¿Y si…?" "¿Pero…"
—¿Ya pensaste en algo?
Astrid parpadeó viendo a la maestra, la cual al parecer los dioses se la habían mandado como caída del cielo.
—Creo que sí, pero… ¡necesito ayuda! ¡tu ayuda! ¿Puedes ayudarme? —rogó, tomándola de las manos.
Mako no supo a qué se refería, pero encantada aceptó ayudarla.
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En la casa Haddock-Hofferson, Hiccup tenía todo controlado. Los niños y Toothless "conspiraban" en su respectiva habitación, Stormfly y Alúmini estaban ocultando el resto de las cosas "secretas" en la cocina y él tranquilamente se había puesto a ver la televisión, para ser preciso las noticias policiacas que no iban más allá de ladrones que no se salieron con la suya o choques de tránsito, todo parecía apacible hasta que…
—¡Hola, ya llegué! —se escuchó desde la entrada.
Hiccup, apenas girándose, vio que era Astrid, la cual rápidamente corrió escaleras arriba.
Se extrañó y se preguntó que le había pasado, cuando unos segundos después la vio bajar a la misma velocidad.
—¡Ya me voy, llegaré tarde! —se despidió, cerrando la puerta de golpe.
Hiccup no pudo pronunciar siquiera una palabra, todo había pasado demasiado rápido, pero por lo que vio aún no se rendía.
¿Qué estaba tramando? No pudo evitar emocionarse por lo que ella pudiera darle, pero a la vez por lo que él le iba a dar.
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Viernes 28 de febrero.
Resumiendo, el día, fue otro día de trabajo, a Astrid se le seguía acumulando el trabajo en el invernadero, Alúmini seguía aprendiendo lento pero seguro, Toothless y Stormfly con los niños en la escuela y Hiccup en la estación.
Todo parecía normal, pero cuando llegó el atardecer y Hiccup llegó a su hogar.
—Qué bueno que llegaste. —lo recibió Astrid, saliendo a la par en que él entraba. —Otra vez llegaré tarde.
—Oh, sí. —se despidió él sin siquiera poder cruzar más de una palabra con ella.
Sin embargo, la resolución a todos esos misterios llegaría el siguiente día, el día de su cumpleaños.
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Sábado 29 de febrero 2020.
Hiccup despertó al compás del sonido fastidioso de su alarma, como los días anteriores, estiró el brazo para apagarlo, aunque lo único diferente a los demás días es que ahora lo había apagado con gusto, por ese día no planeaba quedarse otros 5 minutos dormido, pero si esperaba pasarlos con alguien especial, alguien que esperaba lo recibiera con un gran "feliz cumpleaños, Hiccup" y tal vez unos cuantos abrazos y besos apasionados.
Con tal plan en mente, se giró en la cama para recibir lo que se podría decir su primer regalo, pero grande fue su sorpresa al ver que del otro lado no había nadie.
¿En qué momento se había levantado? Se preguntó sin creer que tuviera el sueño tan pesado como para no sentirla.
Suspiró decepcionado, supuso que su novia le alargaría la sorpresa hasta la tarde o noche; sin embargo…
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —se escuchó detrás de la puerta, la cual, empujada por Toothless, mostró al resto de la familia despierta.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS PAPI! —gritaron los niños aun en pijama, pero llevando un gorrito de cumpleaños, así como confeti y serpentina que arrojaron al festejado.
Hiccup recibió sus felicitaciones y enseguida abrió los brazos para recibir su abrazo, Zephyr y Nuffink inmediatamente acudieron con él y lo apretaron tanto como sus brazos infantiles les permitieron y lo llenaron de besos.
—Muchas gracias, niños… que increíble despertar.
—Felicidades amigo. — se acercó Toothless también y estrechó primero su mano, para luego abrazarlo.
Enseguida de él, fueron Alúmini y por último Stormfly quienes dieron también sus respectivas felicitaciones y bendiciones.
—¿Y… Astrid? —preguntó cómo no queriendo.
—Salió desde temprano, ni siquiera desayunó. —dijo la nadder.
—Mmm… ya veo.
—Ya amigo, no te angusties, ya sabes que debe estar tramando algo así como tú también lo hiciste. —dijo Toothless entre dientes.
—Supongo.
—Papi, pero mejor ya vete al trabajo, que debemos preparar la fiesta secreta. —le pidió Zephyr, ansiosa por empezar con los preparativos "secretos".
Hiccup rodó los ojos.
—Está bien, no tengo la menor idea de lo que ustedes traman. —dijo con un leve toque de sarcasmo.
—Te vas a sorprender. —aseguró Toothless, sin tomar en cuenta la ironía.
Y quedando así el "misterio" de la fiesta sorpresa, Hiccup se preparó para una normal jornada de trabajo.
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En la estación de policía, sus compañeros, incluido Dagur, le festejaron, llevando un pastel cuya vela era un "8", porque según Dagur, oficialmente sólo tenía 8 años de vida. Broma que también solían hacerle sus conocidos en el mundo oculto cada vez que cumplía años en un año bisiesto.
Entre pasteles, reportes y arrestos menores, Hiccup Haddock celebró parte de su día de cumpleaños; sin embargo, lo mejor como en todo en la vida se había dejado para el final.
Al punto del atardecer, ya se encontraba manejando de vuelta a su casa, imaginando qué clase de sorpresa le esperaba, de antemano predecía que al abrir la puerta otra lluvia de confeti y serpentina le estallaría en la cara al compás de unas ruidosas cornetas, los guías y sus niños ya vestidos para la ocasión estarían ahí con una especie de cartelón y toda la planta baja estaría de algún modo adornado con globos verdes, rojos y negros sus colores favoritos.
La única incertidumbre que tenía era con respecto a ella, su Astrid. ¿Ya estaría ahí? ¿Lo recibiría con un abrazo o con un golpe en el brazo? ¿Cómo estaría vestida? ¿Le daría enseguida su regalo?
De estar pensando tanto en eso, ni siquiera se dio cuenta cuando ya tenía estacionado el auto frente al garaje de su casa, suspiró, el momento había llegado.
Bajando del auto, se acercó de lo más normal a la puerta y cuidadosamente la abrió.
El confeti y la serpentina estallaron cerca de su rostro al compás de las ruidosas cornetas y de un gran "FELIZ CUMPLEAÑOS" el cual también estaba escrito en grande sobre un cartelón.
Tal como lo había predicho Hiccup, pero que de igual manera le emocionó y lo hizo sentir querido.
Y después de recibir otra vez las felicitaciones por parte de sus niños y guías, a quien no había visto, apareció al pie de las escaleras.
Hiccup suspiró con asombro, pues Astrid a su perspectiva lucía diferente a otros días, llevaba un hermoso vestido color purpura que acompañaba con mallas color negro y tacones del mismo color, mientras que su cuello estaba envuelto en una pashmina blanca, su cabello estaba levemente ondulado y también tenía un ligero toque de maquillaje, siendo sus labios los que más resaltaban por el brillo labial.
—Feliz cumpleaños, Hiccup. —le dijo, cuando llegó al primer escalón y enseguida le soltó un golpe en el brazo.
—Sí, esta era una de las opciones. —rio al ver que no había errado del todo.
—¿Qué tanto balbuceas? —le sonrió Astrid, para luego tomarlo del saco con brusquedad para acercarlo a ella en un tierno y apasionado beso.
Los demás sólo los veían y los animaban más entre risas y bochornos, hasta que finalmente se separaron.
—¿Eso fue por todo lo demás? —cuestionó el embobado Hiccup, con los restos del labial en su boca.
Astrid se hizo la desentendida y mordió sus labios, mientras limpiaban con sus dedos los retazos de maquillaje que había dejado en su novio.
—¿Quieres ver lo que los guías y niños prepararon? —le preguntó, y sin esperar una respuesta lo jaló de la mano hacia la sala, donde ya les esperaba una variedad de botanas.
Tiempo de familia, de paz y amor, así describió Hiccup su día conforme los minutos avanzaban; su día de cumpleaños se podría resumir que fue un día de juegos y de botanas, pues a eso se dedicaron una vez empezó la fiesta, para finalmente llegar al intermedio: la cena.
La especialidad: Cordero.
Hiccup volvió a acertar, conocía muy bien a sus guías y también sus gustos personales, pero pese a todo eso le sorprendió mucho el sabor de la comida, la cual había sido preparado por los tres guías.
Después de comer, se tomaron un momento de reposo en donde no hicieron más que charlar, en especial el tema de la preparación de la comida, tema de conversación que acaparó Toothless ya que fue el que más había hablado.
Al punto de las 11:30 p.m., los guías encendieron las velas del pastel, pese a que era muy tarde decidieron organizarlo de esa manera, puesto que, terminando esa última media hora, comenzarían con otro festejo, aunque fuera por un par de horas más, según soportaran sus cuerpos.
—¡Vamos papi, pide un deseo y luego sopla las velas! —animó Zephyr, viendo con emoción todas las velitas que tenía el pastel, exactamente 32.
Todos estaban expectantes a que el hechicero pudiera apagar todas esas velas de golpe, inclusive Astrid que se mostraba aún más ansiosa.
—Creo que no necesito pedir nada, ya tengo todo lo que quiero. —aseguró Hiccup viendo a toda su familia. —Creo que sólo espero…
—Shuu Hiccup, sólo piénsalo y guárdatelo para ti…—dijo Astrid, motivándolo a hacerlo.
Hiccup entonces asintió y cerrando sus ojos y poniendo sus manos como plegaria, deseó tener la sabiduría, el poder y la habilidad suficiente para ser capaz de cuidar a su familia, enseguida hizo sus plegarias o como decían sus niños: deseos, tomó aire y luego lo dejó salir como una brisa sobre todas las velas.
Estas se apagaron en el orden en que el aire las tocó, dejando como resultado sólo retazos de humo alrededor.
—¡¿Quién quiere pastel?! —gritó Hiccup animado.
—¡Yo! —gritaron sus niños y Toothless con sus manos alzadas en lo alto.
—Sólo un poquito. —aplacó Astrid. —Ya es muy tarde y luego no van a poder dormir.
—Calma Astrid, estamos festejando. —le dijo el relajado Toothless, quien recibió una buena porción de parte de su amigo.
Pero en cuanto a los niños, Hiccup se encargó de darles sólo un poquito, pues como había dicho su querida novia, luego iban a tener problemas para conciliar el sueño.
Después de degustar parte del pastel y que sólo faltaran menos de 15 minutos para que el 29 de febrero llegara a su fin, Stormfly hizo un anuncio.
—Bueno, creo que ha llegado el momento final de la celebración, el regalo… ¿No es así, Astrid?
La apenada hechicera se sobresaltó, pero asintió a lo dicho por su guía, mientras que Hiccup estaba expectante, emocionado y nervioso todo al mismo tiempo.
—Pero… ¿Les parece si vamos a la sala? —sugirió la rubia un poco inquieta.
—Como gustes, andando. —organizó la nadder, motivando al cumpleañero y a todos los demás a moverse de sitio.
La familia hizo caso y se levantó de su respectivo asiento y mientras ellos se acomodaban en la sala, ella corrió escaleras arriba puesto que el regalo lo había dejado en la habitación.
Faltaban 10 minutos para la media noche, Hiccup tenía un tic en la pierna el cual incrementó cuando vio bajar a Astrid con algunas cosas: una guitarra, un reproductor de música y algo envuelto en un paquete.
—Supongo que ya te diste una idea de lo que te daré. —dijo Astrid cuando finalmente se reunió con ellos.
—Sí… pero ¿aquí? —musitó el sonrojado Hiccup.
—No, no es eso…—le corrigió Astrid, al deducir lo que su pervertido novio estaba pensando. —Sólo algo parecido.
—¿Le vas a cantar una canción a papá, mami? —preguntó la curiosa Zephyr.
—Eh… sí, pero no es eso exactamente mi regalo, sino parte de…
Hiccup la escuchó con atención.
—Hiccup, busqué y busqué la forma de poder darte un regalo que expresara todo lo que siento por ti, fallé en algunos intentos hasta que recordé algo que siento que en realidad te pertenece sólo a ti, por eso… Hiccup Haddock, este es mi regalo para ti…—le extendió el paquete que estaba envuelto en un papel azul oscuro con un lazo blanco.
Hiccup lo tomó con cuidado y procedió a abrirlo, cuando reveló el contenido vio algo que realmente le sorprendió, era el diario de Astrid, aquel que él sólo había podido ver una vez y que, en palabras de ella, contenían cosas que ella había escrito para él.
Podría parecer poco para unos, pero para él, ese diario tenía un gran valor tan grande o más que el oro.
—Pero eso no es todo. —continuó Astrid. —De manera de que no sólo lo puedas leer, también hice algo para que lo pudieras escuchar, Hiccup, esto fue lo último que escribí en mi diario…
Dicho aquello, Astrid encendió el reproductor de música, en donde se comenzó a escuchar el sutil sonido de un piano.
"Los sabios dicen:
Que sólo los tontos se enamoran"
"Pero yo no pude evitar enamorarme de ti"
"¿Debería quedarme?"
"¿Sería un pecado"
"Si no puedo evitar enamorarme de ti?"
La música, la letra inicial llegó a lo más profundo de los presentes que silenciosos escuchaban la canción, pero el más conmovido sin lugar a dudas era Hiccup quien apenas ella había empezado a cantar ocasionó que sus ojos se llenaran de agua, y más cuando sus niños se abrazaron cada uno a uno de sus brazos, mientras escuchaban atentos la melodía de su madre.
"Como los ríos que fluyen,
Seguros hacia el océano
Cariño, así va,
Algunas cosas están destinadas a ser así."
"Toma mi mano"
"Toma toda mi vida también"
"Porque no pude evitar enamorarme de ti"
"Porque no pude evitar enamorarme de ti"
Las lagrimas cayeron de los ojos de Hiccup, al mismo tiempo que los demás presentes estallaban en un pequeño y conmovido aplauso. El hechicero entonces se levantó de su asiento, para darle su respectivo agradecimiento a la mujer que amaba y la envolvió en un fuerte abrazo.
Astrid lo recibió y lo confortó.
—¿Te gustó?
Hiccup se separó de ella y lloroso asintió, aún con el diario en su mano lo abrió en la última página que tenía y efectivamente vio que "No pude evitar enamorarme de ti" era la última composición que ella había escrito.
—Es realmente hermoso.
Astrid sonrió enternecida y luego miró al reloj, faltaban aún 5 minutos para la media noche.
—¿Y te gustaría escuchar algo más? Aún no termina tu cumpleaños.
—¿Compusiste toda la música de cada una de tus canciones? ¿Tú sola? —preguntó Hiccup sorprendido.
—En realidad no, sólo de algunas… y una persona increíblemente amable me ayudó —le confió y tomó prestado el diario. —Mira…de esta página hasta aquí puedes escoger.
Hiccup rio ante sus ocurrencias, pero tomándole la palabra aprovechó la oferta que le hizo y hojeó buscando entre los escritos, cuando el singular titulo de una de estas letras llamó su atención y no dudó en pedírsela a su amada rokola viviente.
Astrid al ver la selección, rio.
—sí, esperaba que escogieras esa… por le pedí prestada a Mako esta guitarra.
—¿La maestra Mako? —repitió Zephyr sorprendida.
—Sí, ella me ayudó con algunos instrumentos para grabar las melodías, aunque me dijo que sería lindo si tocaba esta canción de esta forma. ¿Están listos?
—Adelante, concedió Hiccup con una ancha sonrisa.
Entonces Astrid, cambió el track del reproductor, se ajustó la guitarra y comenzó con la canción cuyo título era simplemente: "Te amo".
"La, la, la, la, la, la, la"
"Me gusta tu sonrisa,
me gusta tu vibra"
"Me gusta tu estilo"
"Pero no es por eso que te amo"
"me gusta la manera en que eres como una estrella"
"pero no es por eso que te amo"
A diferencia de la melodía anterior, esta tenía más ritmo y cierto nivel de ternura que hizo a los presentes incluidos a Hiccup, aplaudir al compás del ritmo.
"¡Eres tan lindo!"
"Pero no es por eso que te amo"
"No estoy segura de que lo sepas"
"Que la razón por la que te amo,
Eres tú, siendo tú
Sólo tú"
"Sí, esa es la razón por la que te amo"
"Es todo lo que hemos pasado"
"Esa es la razón por la que te amo."
"La, la, la, la, la,"
"Es esa la razón por la que te amo"
Nuevamente los aplausos estallaron para la interprete que enrojecida, sólo vio con emoción que sus esfuerzos habían valido la pena al ver la hermosa sonrisa de la persona que amaba.
Hiccup en tanto, se acercó a ella y nuevamente la envolvió en un abrazo.
—No creo que mi regalo pueda superar lo que hiciste por mí. —le confió en secreto.
Astrid rebozó de orgullo al escucharlo y lo apretó más contra ella, y pese a que había cambiado de planes al último momento y ya no le había propuesto matrimonio como tal, le dieron unas inmensas ganas de hacerle esa pregunta en ese preciso instante, aunque no tuviera las sortijas; sin embargo, estando a punto de pronunciar la primera palabra, el reloj de la sala la interrumpió con unas campanadas que marcaban el comienzo de un nuevo día.
—Ya es 1ero de marzo, feliz cumpleaños Astrid. —le dijo Hiccup sin soltarla.
Ella no le respondió y sólo le sonrió y abrió la boca para hacer esa pregunta, pero…
—Creo que es mi momento de que te dé mi regalo.
Yendo contra sus deseos e ideas, Hiccup se separó sutilmente de ella para hacerle la entrega del susodicho regalo.
Frente a frente, Astrid esperó ansiosa a lo que fuera que Hiccup le tuviera preparado, sin embargo, perdió el aliento, cuando este lentamente comenzó a agacharse para quedar sobre una rodilla frente a ella.
Su corazón comenzó a latir rápidamente cuando después vio que este sólo sacaba una sencilla cajita por de entre su ropa.
Quedó paralizada, él había tenido la misma idea que ella.
—Astrid…Pasé años de mi vida odiándote por culpa de terceros y malos entendidos. A muy temprana edad nos envenenaron el alma con una rivalidad que no tenía razón de ser para nosotros. Ya pasamos parte de nuestra vida peleándonos, pero no más, ahora lo que más quiero y deseo con todo mi corazón es que pasemos el resto de lo que queda de nuestras vidas amándonos, porque yo Hiccup Haddock, te amo a ti Astrid Hofferson con todo lo que tengo, mi corazón, mi vida, mi alma te pertenecen y me causarías una enorme dicha si tú me correspondes y me aceptas… por eso…
Astrid… ¿Te casarías conmigo?
Hiccup abrió la cajita cuyo contenido era un anillo con una piedrita brillosa en el centro, el aro era como un par de listones entrelazados pero hecho de plata y que se asemejaban al símbolo del infinito que también lo portaba en el brazalete que ella llevaba.
Astrid, como debía hacerlo, reprimió las lágrimas, pero no la emoción y rápidamente se abalanzó para abrazar a su novio, emocionada, conmovida y un poco enojada porque él le había ganado la pregunta, pero daba igual si como quiera la respuesta para esa propuesta era…
—¡Sí, sí! ¡Sí me quiero casar contigo! —gritó ella, llenándolo de besos.
El dichoso y orgulloso Hiccup terminó de sellar esa promesa y le colocó el anillo en su dedo anular, el cual quedó a la perfección para su sorpresa. Tiempo después, Astrid se enteraría como el ingenioso de su novio habría tomado mentalmente su medida cuando este le daba masajes en la mano, así como sus andanzas buscando el anillo perfecto para ella y sus practicas nocturnas para la propuesta, detalles que, aunque Astrid no las presenciaba en persona, la hacían enamorarse más y más de ese hombre.
—Pues… no se diga más, ahora tendremos que organizar una boda. —dijo Stormfly con una sonrisa juguetona.
Hiccup y Astrid sólo sonrieron con nerviosismo y mientras que sus guías comenzaban a hacer planes para el futuro, ellos sólo se acercaron con sus hijos que, emocionados, también comenzaron a cuestionarlos sobre cuando se daría dicho momento.
Momento que se daría un par de meses después…
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Junio
En una pequeña iglesia, adornada por múltiples ramilletes de flores blancas, una hermosa mujer de cabello rubio con un sencillo vestido color blanco que le llegaba un poquito arriba de las rodillas, pero que se alargaban por detrás, caminaba junto con sus dos hijos hacia el altar. El niño llevaba con él un par de anillos plateados (completamente similares en diseño), mientras que la niña llevaba con ella un lazo color blanco con adornos dorados.
El camino que los tres recorrían los llevaba hacia un altar donde un hombre también vestido de blanco y el cual estaba acompañado de su guía, del jefe la policía, así como de los amigos que había hecho desde el hechizo.
Del lado contrario, estaban el par de guías femeninas, así como la radiante Heather que veía con ensoñación a su amiga, aquella que después de múltiples tragedias estaba en la cúspide de su felicidad.
Mientras que, en las bancas de los invitados, varios rostros conocidos sonreían ante la entrada y felicidad de la novia. Entre ellos los gemelos, los maestros de sus hijos e incluso las amables personas del campo que los habían ayudado en el pasado.
Desde su lugar, el novio irradiaba felicidad de sólo ver a su novia y a sus pequeños y cuando finalmente lo alcanzaron, tomó con sutileza la mano de su novia para entrelazarla con la suya.
La ceremonia empezó.
Para aquellos que no conocían de fondo los secretos de la pareja, creían que estaban celebrando 10 años de matrimonio, pero aquellos que sabían más de ellos estaban conscientes de que esta era la primera vez (conscientemente) que contraían nupcias.
Primera vez o no, la pareja sólo se concentraba en ellos y en su amor, mientras escuchaban con atención todo el sermón del sacerdote en turno que los felicitó por tener unos hermosos hijos y por llevar (supuestamente) 10 años juntos y en el camino correcto.
"Si supiera" pensaban solamente los sonrientes Hiccup y Astrid, aunque llegó un momento en que también le dieron la razón al hombre y más cuando este los hizo recordar su antiguo comportamiento en el momento en que leyó un pequeño párrafo de un viejo libro.
"Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. (*)"
Ya no eran unos niños, ambos habían madurado y conforme a eso ahora tenían la obligación de proteger a sus niños pasara lo que pasara, juntos. Ambos soportarían las tempestades que llegaran a presentarse pues eran conscientes de que la amenaza seguía presente a pesar de los meses de paz que llevaban sin ningún incidente. Y por los dioses en los que ellos creían más les valía a esos enemigos no meterse con lo que más amaban.
Así que, después de recitar unas promesas de fidelidad para toda la vida, ambos dijeron "acepto" en aquel templo, intercambiaron sortijas y finalmente el sacerdote ató sus manos y simbólicamente sus vidas, por todo el tiempo que les restara de su vida, pero para toda la eternidad (Eien ni) para ellos.
Continuará.
Notas de autora
Música:
cant help falling in love with you. (les recomiendo la version Mairead Carlin)
I love you de Avril Lavigne
No la puse, pero me la imagino al momento de la ceremonia (Walk beside me de Celtic Woman)
Lo marcado con asterisco es (*) Corintios 13:11
Espero que les haya gustado y nos seguimos leyendo.
Agradezco aquellos que han comentado en fic, asi como seguidores, anónimos y favoritos. Les debo los comentarios pero ya saben que los aprecio mucho.
Nos seguimos leyendo saludos.
18 de abril de 2021
