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YYY
Capítulo 60. Perdí contra mi instinto
Midoriya Izuku estaba en el punto donde peor había estado, ahí tirado en medio de ese sitio asqueroso, luego de haberle entregado su virginidad a un hombre que solamente deseaba jugar con su cuerpo y su mente. Cedió en ese juego perverso, convirtiéndose en el juguete sexual de aquel hombre que gozaba de maltratarlo. Uraraka ya no estaba en su vida, debió seguirla, en su lugar se quedó ahí a ser cogido por aquel hombre de cabello rubio cenizo que tanto le alteraba.
Izuku se puso a temblar al tiempo que lloraba de nuevo, estaba llorando mucho. Demasiado, sin embargo, no hacía ruido fuerte porque le daría vergüenza que alguien lo descubriera en ese lamentable estado, se estaba abrazando a sí mismo en un patético intento de sentir que no permitía que se desmoronaba, porque lo hacía. Porque estaba asustado de lo mucho que cedió en todo el asunto y aunque aún le confundiera, lo mucho que lo gozó. Su mente era un revuelo de emociones y pensamientos.
Aquel hombre que se había convertido su droga, sabía que Bakugo no lo había tratado ni kilométricamente de lo mal que pudo haberlo tratado, seguramente para enviciarlo, en una prueba de lo que era capaz de darle si accedía a ser parte de aquello. De lo bueno era en lo que hacía, que si se lo permitía, lo llevaría a punto de placer que le prometía ser glorioso. Lo hizo muy bien, porque a pesar de haber perdido su dignidad en medio de ese sitio, de estar llorando como un corderito asustado, de no poder ni levantarse para vestirse e irse, de que el sitio apestaba a basura junto al aroma de su reciente encuentro sexual. Que a pesar de ver la sangre, los golpes en su piel, lo hizo sentirse mal y extraño; deseaba fervientemente volverlo a sentir. No en manos de cualquiera, no cualquiera podría darle lo que Bakugo le dio.
Nadie podría derretirlo de ese modo solamente con ponerle las manos encima, o con mirarlo de esa forma que hacía que le temblaran las piernas, nadie más podría dominarlo de esa manera haciendo que se le produjera un escalofrió placentero por todo el cuerpo. Nadie podría darle así de duro para que le hiciera explotar el cerebro y llenarlo de un éxtasis de emociones, sensaciones nuevas y placenteras, escondidas en un mundo que sabía no debía meterse.
Al final, Bakugo tenía razón en que era una basura, porque en lugar de ir por su amiga para que estuviera de nuevo en su vida, se dejó envolver en aquel juego en que cedió a sus instintos más bajos, sintiéndose gloriosamente bien cada que provocó al hombre o también le dejó sus propias marcas. Sabía que Katsuki se llevó arañazos, marcas de dientes y estaba ansioso por vérselas mientras entrenaba.
Siempre seguido por fanáticos locos, Bakugo no era especialmente muy fan de acostarse con cualquiera, por eso eran contados quienes hablaban de haberse metido con él y que Katsuki hubiera querido repetir, ser el único con el que el mayor estaba cediendo en ese ámbito, era crucial para él. Tal vez de ahí esa vena posesiva y vanidosa, el mayor despertaba lo peor de él.
Lo hacía todo el tiempo, sacando sus inseguridades y convirtiéndolas en realidades. Dándole un rostro a ese monstro de debajo de la cama, pasando a ser su mayor miedo personificado. Aun así, decidió seguirlo hasta el fin del mundo solamente por aquella insana admiración que le tenía, aunada a esa necesidad asquerosa de tenerlo cerca.
Se alejó para mejorar como persona, crecer tanto como un atleta como dejarle de tener miedo; sin embargo, esa desesperante y sin sentido necesidad se hizo más poderosa, ahora porque no podía y no debía tenerlo cerca, lo que la volvió más fuerte que nunca. Sabía que no debía ceder, tenía un camino que alcanzar, una meta que lograr donde no cabía especio a los sentimentalismos, a pesar de acostarse uno con el otro por aquello de que de verdad se deseaban fervientemente, iban a hundirse uno al otro en lo que al boxeo se refería.
Izuku debía derrotar a Katsuki alguna vez, superarlo sería una meta entre las que debía de lograr para llegar a su meta de ser el mejor, lo mismo aplicaba a Bakugo. Ninguno cedería, ninguno abandonaría ni dudaría, pasara lo que pasara entre ellos, tuvieran los encuentros sexuales que tuvieran, eso no cambiaría la realidad de su rivalidad.
Tampoco cambiaría el hecho de que aunque Izuku se negara las veces que se negara, incluso intentando huir, muy en el fondo sabía que si Bakugo regresaba a buscarlo para ofrecerle más y cosas más fuertes, él solamente le abriría las piernas, dispuesto a todo.
Era un enfermo, por eso mismo era que lloraba, porque sabía que no podría salir de ese juego insano en el que ambos acababan de caer, porque esto era más poderoso que ellos y los encadenaba a ambos.
YYY
¿Qué pasara con Katsuki? Capítulo 61. Extrañamente satisfecho.
