Peace could be an option
Capítulo 61
Cuando llegaron a la cabaña ubicada en una zona recóndita del Yukón, Erik entendió que Abby no bromeaba al decir que se encontraba en la mitad de la nada. Ella le había mostrado en un mapa el lugar en el que se quedarían, pero verlo en un papel era algo muy distinto a estar presente entre las altas montañas cubiertas por nieve. Una sensación de aislamiento lo envolvió de inmediato, se encontraban a treinta minutos del camino asfaltado más cercano y a dos horas del pueblo en donde compraron las provisiones para los días siguientes.
Los niños corrieron emocionados para abrir la puerta de la que sería su casa por las próximas dos semanas mientras ellos se quedaron descargando el equipaje de la camioneta que alquilaron a la salida del aeropuerto en Whitehorse. Ver a sus hijos entrar de forma resuelta a un lugar que no consideraba seguro le dio algo de ansiedad, Abby le contó cómo años antes se cruzó con un mutante no muy amistoso.
―El dueño de la cabaña revisó el lugar hace unos días, para asegurarse que todo estuviera en orden.
―Hubiera sido mejor si esperaba para entregarte acceso ―opinó al escucharla hablar bastante tranquila―. Hasta dejó la puerta sin llave.
―Si la dejaba cerrada no íbamos a poder entrar ―replicó sonriendo un poco, comprendía porqué el arreglo no le parecía adecuado―. No es una zona donde haya población, creo que sólo la alquila a gente que hace investigación, sería muy raro que alguien acabara por aquí.
―¿Cómo el mutante que me comentaste?
―No debí haberte mencionado eso ―dijo ella chasqueando la lengua.
―¡Mamá! ¡Quitaron las camas camarotes! ―se escuchó el quejido de Darryl desde el interior, era un cambio respecto a los dos años anteriores que habían estado ahí.
Abby sólo negó con la cabeza y comenzó a caminar hacia la entrada junto con el equipaje, en esa ocasión ella iba a usar el otro dormitorio junto a Erik, en lugar de quedarse con los niños y el dueño del lugar lo tomó como oportunidad para cambiar algunos de los muebles. Esperaba que los arreglos para dormir fueran el único inconveniente, quería que fuera un viaje relajado; acabaría su trabajo rápido y tomaría el resto del tiempo para descansar.
. .
En la lejanía, Erik pudo ver el punto más bajo del glaciar Lowell, el foco de las investigaciones de su esposa. Podía decir con confianza que se alegraba de no tener que caminar sobre la gran extensión de hielo y nieve acumulada que lo conformaban, incluso a la distancia que se encontraba podía percatarse de las formas caprichosas de la superficie helada.
Lo que más le llamó la atención fueron las enormes marcas cual cicatrices profundas que habían quedado sobre el suelo rocoso frente al glaciar, pero que se perdían de la vista al tocar el lago congelado a donde iba el deshielo en las temporadas más cálidas. Abby le explicó con entusiasmo que se trataban de estrías glaciares y que se formaban por la abrasión de las rocas que quedaban atrapadas bajo el peso del hielo y nieve del glaciar, moviéndose como si se tratara de una lija durante los periodos en que la acumulación crecía y decrecía.
―Si pones atención puedes notarlas en Maine también, marcas de un mundo más frío ―agregó ella con una gran sonrisa. Llevaban una semana en el Yukón y como si se tratara de una racha de buena suerte fue capaz de recolectar la información que deseaba sin percances. Pese a las intensas tormentas invernales que habían caído, los instrumentos de la estación instalada no sólo habían sobrevivido, sino que pudo acceder a ellos sin mayor esfuerzo.
―Deberíamos repensar tu plan de escape ―comentó él cerrando los ojos―. A menos que tu intención sea encargarte por tu cuenta de cualquier amenaza.
―¿A qué te refieres?
―No hay mucho que yo pueda hacer en un ambiente como este.
―Podrías usar la camioneta ―opinó sonriendo―. Si realmente nos viéramos obligados supongo que en el camino podríamos parar y llenar un container con metal. Enterraríamos placas alrededor de donde vivamos y yo las cubriría con nieve para que nadie las vea.
―Tengo la sospecha que has seguido modificando el plan que tenías en la cabeza todo este tiempo.
―Aún lo hago.
―¿Crees que algo va a pasar?
―Cuando reapareciste me alarmé, pero ya ha pasado casi un año y las cosas no han explotado, pero eso no evita que a veces mi mente divague y decida ocupar algo de su tiempo en nuestro imaginario escape a Nunavut ―admitió dejando escapar un suspiro.
―¿Por eso traes a Darryl aquí? ¿Para entrenarlo?
―¡No! Si algo pasara, Darryl no va a intervenir, o al menos espero que no lo haga ―respondió tajante―. Lo traigo aquí para que pueda usar sus poderes sin que nadie moleste y porque no hay manera que aprenda a controlarlos si no los usa.
―Tú los controlas bien y no creo que hayas tenido excursiones a lugares como este. ―No era una queja, sólo curiosidad.
―Debe ser similar contigo ―habló tras meditarlo un momento―. La sensación que tienes cuando estás rodeado de metal y no hablo de un par de objetos ―Abby notó que Erik la observaba con atención, pero se mantenía en silencio―. ¿No lo sientes? Como si tu percepción se extendiera y si no eres cuidadoso podría llegar a abrumarte.
―Es distinto, no tengo nada equivalente a un glaciar, un lago o incluso al océano para compararlo.
Erik podía sentir el metal a distancia, pero sabía que no era lo mismo. Su poder no le daba acceso al control de un elemento que ocupaba buena parte del planeta y que no era inusual que estuviera acumulado en inmensas cantidades o se extendiera por distancias superiores a lo que el ojo humano podía apreciar. Lo más cercano que había experimentado que pudiera compararse debía ser cuando estuvo bajo la influencia de los poderes de Fabián Cortez.
―¿Tienes idea qué tanta agua puedes controlar a la vez? ―se animó a preguntar él.
―No y no planeo hacer pruebas aquí, arruinaría mis estudios.
―A mí me da curiosidad, sería interesante ver si puedes mover un glaciar.
―Deja de mirar mi glaciar ―soltó ella enarcando una ceja―. Y para tu información, creo que sí podría moverlo. No necesitaría controlarlo todo, bastaría con derretir las áreas en contacto con el suelo y todo se vendría abajo.
―Pero eso es encausar, no es lo mismo ―acotó divertido.
―Diferencia sin importancia cuando te pase por encima.
Escucharon a sus hijos reír con fuerza al deslizarse sobre un trineo de nieve por una ladera cercana. Llevaban cerca de una hora invertida en el constante ejercicio de arrastrar el juguete colina arriba y luego dejarse caer a toda velocidad. Ya habían tenido un par de accidentes menores en donde terminaron catapultados con fuerza por los aires, pero Darryl había aprendido con rapidez a suavizar sus caídas acumulando más nieve en el área donde parecía que iban a aterrizar.
Erik no pudo evitar notar el cambio en la actitud de su hija, se mostraba bastante resuelta y cómoda al estar jugando con su hermano. Sabía que su hijo solía animarla a unirse a los niños del barrio cuando salían después de clases y la había visto integrarse al grupo, pero siempre con una actitud tranquila, mostrando su timidez. Si bien el viaje Abby lo aprovechaba para que Darryl no tuviera que esconderse, se daba un efecto similar con Edie.
Un pensamiento cruzó su cabeza cuando se percató que él era el único que no estaba ganando algo. Su esposa claramente era la que tenía el objetivo más obvio, pero sus hijos también se nutrían con la experiencia. No es que esperara una revelación divina en medio del paraje invernal, pero sentía que su tiempo estaba siendo desaprovechado al no encontrar un propósito mayor.
. .
Abby pudo ver a Edie sentada en el sillón de la pequeña sala en completo silencio mientras observaba a su hermano tratar de manipular una mezcla de agua y pintura de diferentes colores sin mucho éxito. Darryl no disfrutaba ese ejercicio, tenía facilidad para controlar sus poderes de forma general, pero si requería hacerlo con precisión los resultados solían ser negativos. No quería que su hijo se frustrara, pero estaba convencida que un mutante que quería vivir en sociedad requería cierto grado de habilidad para no terminar haciendo destrozos.
―¿Algún comentario? ―preguntó ella en voz baja al acercarse a su esposo que se encontraba cortando el jamón en pequeños cuadrados.
―Sus poderes son como los tuyos, no creo que lo hagas sólo por molestarlo ―respondió, haciéndose a un lado para darle espacio en la pequeña mesa de la cocina―. En este momento mi preocupación es la piña que planeas ponerle a la pizza.
―Compramos pizza hawaiana antes y no te escuché quejarte.
―Esta es casera y una pena que desperdicies buenos ingredientes con eso ―explicó, cuando fueron a reabastecer las provisiones dos días antes, habían comprado una serie de salchichas y carnes en pequeñas cantidades para la cena de esa noche.
―Insisto en que podrías enseñarme algo de tu infancia, esto de tener que pensar qué vamos a comer todos los días es más sencillo con mayor variedad ―comentó, estaba convencida que Erik no odiaba lo que ella cocinaba, pero tampoco lo disfrutaba―. Sé que dices que no sabes, pero si me das un nombre podemos buscar recetas y tratar.
Erik no respondió, lo había pensado en más de una ocasión, pero los platos que su madre preparaba distaban de tradicionales, la mujer se volvió experta en alimentar a su familia con cualquier ingrediente que se encontrara a su disposición. Reconocía que cuando era muy pequeño las cosas no fueron tan críticas, pero los años que más recordaba no ofrecían muchas opciones y lo último que deseaba era imitar algo de esos momentos.
Abby introdujo la pizza al horno luego de distribuir de la mejor manera los ingredientes y mandó a sus hijos a lavarse para la cena.
―Lo que no entiendo ―habló Erik al momento en que su esposa se dirigió a la sala y tomó en manos la paleta de pinturas con pequeños compartimientos donde se encontraba el agua de colores―, es cuál es el objetivo de todo esto.
―Que controle el agua en una esfera, pero la mantenga separada.
―Lo haces sonar como si fuera obvio ―insistió él, sin sus hijos a la vista no iba a provocar una reacción negativa en Darryl por querer una demostración―. El único resultado que he llegado a ver es un montón de agua de color marrón oscuro.
―Es porque no la mantiene separada.
Abby fijó la mirada en la paleta y el agua de colores se elevó en el aire comenzando a girar y entreverarse como si se tratara de una trenza de varias hebras. Una esfera comenzó a formarse con el líquido en movimiento, disminuyendo de tamaño conforme el espacio que separaba cada color desaparecía hasta que el movimiento cesó. El resultado no era una masa de color oscuro, sino más bien algo más parecido a un tejido colorido.
―La idea es controlar cada color para que no se mezcle, pese a que estén en contacto ―explicó, para luego devolver a su lugar de origen el agua de colores.
―Tengo mis dudas que Darryl pueda en estos momentos ―opinó, no era un espectáculo de poder llamativo a primera vista, pero ella siempre se había inclinado a mostrar más su habilidad con cosas aparentemente pequeñas―. No usaste tus manos ―dijo pese a que en ocasiones anteriores ya había sido testigo.
―Si no es algo grande puedo controlar el impulso, me forcé cuando Darryl comenzó a mostrar sus poderes, lo último que necesitábamos es que yo corriera detrás de él con las manos por el aire ―respondió riendo―. Es extraño sentir la presión sobre el cuerpo cuando en realidad no estamos cargando o moviendo nada de forma directa.
―Nuestro cerebro no debe estar adaptado por completo a la idea.
―Eso explica mover las manos, no la sensación de estar cargando algo pesado.
―Estás asumiendo que el cerebro está de tu lado ―comentó con una media sonrisa―. ¿No has escuchado de extremidades fantasmas? Gente que pierde una pierna puede seguir sintiéndola.
―No, y creo que no quiero saber ―respondió negando con la cabeza, tratando de no comenzar a imaginar nada relacionado―. Quizá lo que deberíamos hacer es matricularte en alguna cosa relacionada a la física, con algo de teoría sobre tu don podrías ayudarme a comprender.
―O llamamos a Charles, él es el que se ha dedicado a estudiar a los mutantes ―opinó, notando como Abby se mordió el labio ante la propuesta―. Por como reaccionas a la posibilidad de hablar con él cualquiera diría que fuiste tú la que provocó que acabara en una silla de ruedas ―comentó, tratando de que el sentimiento de culpa no lo inundara, no estaba recalcando el evento en búsqueda de atormentarse, sino para recalcar lo que ya había notado cuando ella mandó a Maxwell a contactarse con el telépata.
―Es incómodo ―admitió frotando las manos―. Siento que si nos cruzamos voy a lanzarme detrás de alguna pared para esconderme. Mientras más pasa el tiempo es peor, no sabría qué decirle.
Erik no ahondó más, sus hijos habían regresado a la sala y no era una conversación en la que los quisiera partícipes.
Cenaron frente a la chimenea, acompañados del crujido emitido por los leños ardiendo y sobre una alfombra peluda que ayudaba a mantener el calor. Erik aún no abandonada la idea de que lo ideal para comer en familia era una mesa, pero le era suficiente las ocasiones en que iban a algún restaurante. Los juegos de mesa que siguieron fueron mucho más acordes con la imagen que guardaba de su infancia, sin un televisor que desplazara la interacción activa entre miembros. Sin embargo, pese a que disfrutaba el momento, no pensaba imitar a su esposa y dejarle ganar a alguno de sus hijos sólo por ser pequeños.
Cerca de media noche, Abby le hizo una seña a Erik para que llevara a los niños a sus camas. Se habían quedado dormidos sobre él a la mitad de una partida de Ludo que se tornó lenta cuando el par de adultos se distrajo con una conversación sobre la nacionalidad de algunos autores famosos.
Edie fue la primera en ser depositada en la habitación por su padre, moverla de un lugar a otro sin incomodar su sueño no era una labor sencilla, si la dejaba descansando sobre la alfombra sin dudas se hubiera despertado. Con cuidado, Erik la arropó con gruesas mantas para que mantuviera el calor pese a haberse alejado de la chimenea.
Al momento en que regresó a la sala por su hijo, no vio a Abby en donde la había dejado, pero decidió tomar al pequeño en brazos y repetir la labor de arropar por segunda vez. Se quedó observándolo por unos instantes, viendo lo tranquilo y apacible que se veía mientras dormía, tratando de encontrar el rostro del bebé que fue años atrás.
―Erik ―susurró Abby asomándose por la puerta―. Ponte el abrigo ―pidió con una sonrisa.
Las palabras de ella provocaron que en menos de un minuto estuviera junto a la puerta, vestido para salir al frío de la noche, preocupado por lo que pudiera haber en el exterior.
―No pasa nada malo ―aseguró ella un poco apenada―. Seguro mañana continua, pero sería una pena dejarlo pasar.
Al momento en que ella abrió la puerta una suave luz se coló al interior de la cabaña. Con las pesadas cortinas cubriendo las ventanas Abby sólo se percató del espectáculo de luces al momento en que llevó los platos a la cocina y por mera paranoia decidió dar una ojeada al exterior.
―No sé si habías visto las luces del norte antes ―comentó, dando un salto al exterior con entusiasmo.
Erik siguió a su esposa, encontrándose con una luz verdosa recorriendo el cielo nocturno, como si se tratara de suaves olas de luz meciéndose por el firmamento. Sabía del impresionante fenómeno, pero jamás lo había visto con sus propios ojos, pese a que muchos lugares en Europa durante la segunda guerra comenzaron a reportar avistamientos más al sur de lo habitual debido a la ausencia de alumbrado continuo por las noches.
―Creo que va a verse morado también ―comentó ella abrazándolo de costado―. Es una pena que no fuera para año nuevo.
―¿Darryl y Edie lo han visto?
―En un par de ocasiones, cada vez es distinto, pero no hay necesidad de ir a despertarlos.
―He perdido muchos momentos con ellos, con la edad que tienen no quedan más que un par de años en los que van a tener dudas de si prefieren quedarse en casa con nosotros o salir con sus amigos ―comentó, con la mirada fija en el suave movimiento de las luces―. Aún me es difícil interactuar con ellos.
―Lo sé ―admitió soltando un suspiro―. Es más sencillo aprender cómo tratarlos cuando van creciendo frente a ti, pero no quiere decir que lo estés haciendo mal.
―A veces me pregunto cómo sería haberlos visto crecer, disfrutar esos primeros años.
―Los recuerdas con cariño, pero en el momento no tienes tiempo de siquiera pensarlo ―dijo, dejando que su cabeza golpeara el hombro de él―. Es algo que podríamos hablar cuando logre graduarme, sería un cambio.
―¿No te gustan los niños no planificados? ―bromeó tras unos instantes en que las palabras de Abby lo tomaron por sorpresa, no esperaba que estuviera abierta a la idea de más hijos.
―Primero acabo mi doctorado, luego podemos conversarlo ―recalcó, no quería comprometerse a nada en esos momentos―. Además, hay muchas otras cosas que planificar más urgentes.
―¿Cómo qué?
―Unas vacaciones familiares, nunca he llevado a los niños a Disney y es el lugar más alegre sobre la tierra ―explicó riendo un poco.
―¿No están un poco grandes para eso?
―No, tiene la edad perfecta, pueden entrar a casi todos los juegos y lo van a recordar.
―Quieres robar mi momento. ―trató de sonar ofendido, pero una sonrisa se escapó de sus labios.
―Es distinto, aunque debo admitir que me sorprendiste.
En Navidad, fuera de recibir juguetes y ropa, Erik optó por darles como regalo a sus hijos una actividad con él en solitario. Había comprado boletos para ir a una obra de teatro en Boston con sólo su hija a mediados de febrero, mientras que con Darryl debería esperar hasta la primavera, en Nueva York se llevaba a cabo un concurso para exhibir modelos de avión funcionales.
―Yo debería de ser la ofendida ―bromeó ella―. A mí no me vas a llevar a ningún lado.
―Te compré perlas ―replicó con una amplia sonrisa.
―Y aún no estoy convencida de que no sean las misma de Las Vegas.
―No sé de qué te quejas, me regalaste una casaca sospechosamente similar a la que guardas de recuerdo, yo creo que quieres revivir nuestros inicios ―comentó aguantando la risa al ver como ella clavó la mirada en el cielo verdoso, negándose a responder.
Notas de autora: Y con este capítulo finalizamos el periodo tranquilo. No voy a continuar con Apocalipsis ahora, como ya había mencionado antes, tengo otro villano que quiero incluir, algunos personajes que deseo reaparezcan y el pasado de Erik viniendo a tocar la puerta luego de eso. ¿Alguna idea de quién podría ser el nuevo antagonista? ¿Podrá Erik adaptarse a la vida tranquila a largo plazo? Incluso quitando de por medio el tema mutante, sus experiencias de vida lo dejan poco preparado para cosas que para la mayoría vienen de forma natural en mayor o menor medida.
Esto debía haber sido una escena más corta en el capítulo anterior, pero terminó creciendo y ya que tenía espacio decidí dejar que se inflara un poco más para resaltar algunos detalles. Sería tan genial si pudiera actualizar una vez a la semana constantemente xD
