Capitulo 55 – Elsa – Sorpresas.

Abrió los ojos, sintiéndose regocijada ante los rayos de sol que entraban por las cortinas y el sonido de los pájaros fuera de su ventana.

Se sentó en la cama y se estiró, su cuerpo relajado.

Últimamente, desde ese día, que su cuerpo parecía estar mejor, así como su cabeza. Llevaba al menos cuatro días seguidos sin tener ni una sola pesadilla, y lo agradecía. Era agradable el amanecer con el cuerpo descansado, y sentirse de esa forma.

Estaba feliz.

Se levantó de la cama, respirando profundamente, un olor atrayente en el ambiente.

Anna no estaba dormida a su lado, aquel espacio desocupado y sin nada de calor.

Llevaba un tiempo fuera de la cama, y eso era extraño.

Bajó las escaleras en su pijama, sin poder aguantar la duda acerca de la desaparición de la menor.

Se detuvo al llegar a la cocina, un enorme pastel en la mesa, con su nombre escrito con crema. Era sin duda para más de cincuenta personas.

Oh.

Había llegado el día.

Logró mantenerse de pie cuando un peso llegó a su espalda, abrazándola con intensidad, y en realidad agradecía estar prácticamente acostumbrada a Anna como para poder resistir a uno de sus ataques sorpresa. De otra forma, habrían terminado ambas en el suelo.

"¡Feliz cumpleaños!"

Anna ahora estaba frente a ella, tomando sus manos entre las suyas, su voz resonando suave como un susurro, cantándole, sus ojos brillantes. Estaba aún en pijama, pero se notaba como claramente había madrugado para sorprenderla.

Un día especial es este

Donde nunca será suficiente

Los regalos y las sorpresas

Que el mundo puede ofrecerte.

La veía dar vueltas a su alrededor, cantando. La vio caminar hasta el horno y sacar una bandeja de él. Diferentes pasteles de diferentes formas, humeando ligeramente, aun tibios. Reconocía varios de estos como sus favoritos. Luego esta se paró frente al pastel, mostrando orgullosa el producto final. Varias capaz de glaseado, decoraciones esplendidas, y en ese momento creía poder comérselo en ese instante. No podía esperar.

Recordó cuando se esmeró demasiado para celebrar el cumpleaños de Anna y hacerlo un día perfecto. Ambas nunca tuvieron un cumpleaños de verdad, cálido, y ahora podían tenerlo.

Esta le sonrió, sin controlar la risa.

"Bueno, el pastel ya no es sorpresa, no creí que despertarías tan temprano."

Fue hasta la chica, rozando una de sus mejillas con su nariz. Se acercó lo suficiente para besar la zona, haciendo que la pelirroja soltara una risa.

"Gracias por todo, Anna. Y me sorprendí, se ve delicioso. ¿Puedo comerlo de inmediato?"

Soltó una risa ante la sorpresa de la menor, mientras esta negaba.

"Te amo, Elsa, pero no dejaré que te devores el pastel para la fiesta, o los invitados creerán que soy una despreciable que no te dio pastel de cumpleaños."

Acortó los pocos centímetros que las separaban, rodeando el cuello de la pelirroja con sus brazos, y pudo sentir los brazos ajenos rodeándola protectoramente por la cintura.

"No me molesta lo que ellos piensen."

Anna soltó una risa, y pudo sentir como esta inundaba de besos su cabello rubio. Se acomodó más en el cuerpo de la menor, disfrutando de los mimos.

"A mí tampoco, pero por lo mismo te hice tus pastelillos preferidos. No soy una tirana, y si quieres te cocino otro pastel más, yo no tengo ningún problema. Pero si tu estomago no aguanta comerlos todos estaré muy triste."

Soltó una risa, su voz acallándose al estar presionando contra el hombro de la chica.

"De acuerdo, me aguantaré hasta más tarde."

Anna volvió a besar su cabello, para luego besar su frente.

"Prometo que valdrá la pena la espera, y también te tengo otra sorpresa más, pero ahí sí que deberás esperar más, al menos hasta que la fiesta termine."

Levantó el rostro, observando a la menor. Esta tenía un brillo divertido y malicioso en sus ojos turquesa. Levantó una ceja, dudando de la actitud de esta, pero al no recibir señal alguna ante una posible revelación de la sorpresa, se rindió.

Anna soltó un suspiro pesado, y era obvio que ella tampoco podía esperar y se moría de ansias.

Pasar una mañana así, sin trabajo, con Anna, con la calidez de su hogar y con las risas de ambas inundando el ambiente, era su regalo preferido sin duda. Y disfrutar de delicias al desayuno si bien era algo común en su relación, hoy parecía ser aún mejor.

Se dio un largo baño de tina, disfrutando de las sales que la pelirroja echaba en el agua. Luego sintió el cuerpo ajeno tras el suyo, los dedos pasando por sus hombros, mojando la zona y alivianando la tensión de sus músculos. Cerró los ojos, la aromaterapia inundando sus pulmones, su cuerpo enfocándose en el calor humano y en lo cálido del agua a su alrededor.

Anna la trataba como a una reina. Era su reina.

Se quedaron varios minutos en el agua, disfrutando de su compañía, hasta que el agua comenzó a perder su calor. No quería salirse, pero aun había cosas que quería hacer, como por ejemplo ver que había dentro de la bolsa que Anna escondía en el closet.

Lamentablemente tuvo que esperar, no de una mala forma, en lo absoluto. Se vistió cómodamente y bajó las escaleras, no sin antes notar como Anna había desaparecido por unos minutos, largos minutos.

El desayuno era una sorpresa.

El baño relajante otra.

Y el almuerzo parecía ser una tercera.

Bajó solamente porque el aroma ya parecía ser irresistible.

Esta prefería cocinar dulces que otra cosa, pero la comida tenía una asombrosa esencia que despertó todo su apetito. Su padre no cocinaba en lo absoluto así que no tuvo la oportunidad de aprender como Anna, pero no se quejaba, así tenía la excusa de poder disfrutar de la habilidad gastronómica de la menor.

Estuvo un rato en la computadora, revisando un par de cosas y el tiempo se le pasó volando, y se dio cuenta de eso porque la pelirroja había preparado un buffet.

Iba a acabar ese día rodando por las escaleras.

Mientras tenía el plato enfrente, y probaba la mezcla de sabores, sintiendo aquel dejo hogareño en cada bocado, recordó una vez más su pasado.

Las comidas insípidas.

Los platos desechables.

Los almuerzos solitarios.

A veces incluso recordaba el haber botado platillos enteros a la basura. Comer no era prioridad. Se sentía demasiado vacía como para que algo así la pusiese llenar en lo absoluto. Sola en un cuarto, a oscuras, con la luz de la lampara iluminando el metro cuadrado donde se encontraba, un plato de aluminio frente a ella, y el sonido de la nada acompañándola. Solamente oía su respiración.

No había nada ahí.

Ni siquiera ella misma era suficiente.

¿Cuántos días pasó sin comer, sin que su padre siquiera se diera cuenta de su falta de peso? Podía ocultarlo con su ropa, pero era claro, incluso para sí misma que se veía a diario, pero él no miraba más allá. Él se enfocaba en el trabajo, en su propia vida, sin mirar nada más que la pantalla de su computadora y el papeleo que tenía ordenado en el escritorio.

Al menos ella no era como su padre, como él quiso que ella fuese.

No necesitaba encerrarse en si misma para hacer un buen trabajo, Anna se lo había demostrado, y ahora sabía que ella era perfectamente capaz de manejar la empresa por completo por sí misma, ¿Pero qué diversión hay en eso?, Anna diría.

Ambas lo hacían bien, ambas levantaban su pequeño reino.

Terminó de comer, sintiéndose tranquila, disfrutándolo. Anna era sin duda una especialista en disfrutar todo, incluso a lo malo le sacaba provecho de una u otra forma, y había aprendido cada día a ser más como ella y menos como si misma en el pasado.

Era una nueva persona, su propia persona.

Libre.

La pelirroja se dejó caer en el asiento, intentando reposar la cantidad exorbitante de comida que se había llevado a la boca. Podía notar la clara sonrisa en sus labios, así como sentía la misma mueca en su propio rostro. Estaba feliz. Feliz y llena, en más de un sentido.

"¿Y si nos encerramos aquí en casa?"

Le dijo a Anna, esperando ver su reacción ante el ofrecimiento. Esta soltó un gruñido ahogado mientras tiraba su cabeza hacía atrás.

"Por primera vez el que te encierres suena tentador, tengo que admitirlo. No sé en qué estaba pensando cuando hice tanta comida, en serio."

Soltó una risa, era verdad.

"Guardemos todo en el refrigerador, y así podríamos comer todo el mes que viene con puras sobras."

"Elsa, se viene navidad, va a haber aún más recalentado, tendremos que comprar otra nevera."

Anna la miró, seriedad en su rostro, seriedad que duró unos segundos antes de que comenzara a reír. Podía entender de dónde venía su risa. La navidad anterior fue un caos, por su parte decidió comprar un pavo, pero no le bastó con comprar uno normal, si no que compró el más grande que encontró para sorprender a la pelirroja, y lo hizo, solo que el animal apenas entraba en el horno. Anna admitió que tuvo que triplicar la receta para que no quedara seco, y bueno, tuvieron que lidiar con que el horno se arruinara y con el hecho de tener que comer pavo toda la semana.

Anna no iba a desperdiciar comida alguna, de eso estaba segura. Debió de haber engordado al menos unos cuatro kilos solamente en esa semana de fiestas.

"Prometo que no compraré ningún otro animal alienígena esta vez."

Anna golpeó la mesa, aun riéndose, su rostro rojo.

La vio tirarse hacia adelante y luego poner mueca de dolor. No tentó a que esta se riese más al verse preocupada por su condición.

"Ay, Elsa, creo que no me va a caber el vestido de hoy."

Asintió con pesar, sintiéndose exactamente igual. Tal vez la ropa que usaría iba a ceder, rompiéndose de arriba abajo, solamente al ver al equipo de catering.

"Llevaremos ropa de repuesto en el auto en caso de emergencia."

"Apoyo la moción."

Anna dijo, esforzándose por levantarse de la silla, sin lograrlo. Al menos aún quedaba tiempo, así que iban a quedarse acostadas disfrutando de su compañía por al menos las tres horas siguientes, y así lo hicieron. Lado a lado viendo una película, descansando de todos los problemas y preocupaciones que tenían. Poder estar en los brazos de Anna, sintiendo sus dedos pasar por su cabello, era realmente agradable. Su cumpleaños era el mejor.

El color calipso inundó sus ojos. Las piedras brillantes la enceguecieron. Cada fibra de la tela estaba perfectamente construida. El vestido era sin duda una elección de primera categoría.

Miró a Anna, la cual sostenía aquel vestido en sus manos, una sonrisa llena de calidez en su rostro, y esa expresión de 'sabía que te gustaría' plasmada en su cara.

Lo tomó sin dudar, y comenzó a ponérselo.

La tela se ceñía a su cuerpo, delineándola. Cubría de su busto hasta sus pies, cayendo ligeramente por sus caderas como si se tratase de una cascada. Le quedaba preciso.

Las manos de Anna llegaron a sus hombros, acariciándola con suavidad. La vio acompañando a su reflejo en el espejo, esta también tenía un vestido similar, pero de un color más opaco, mas verdoso, más similar a sus ojos. Notó como esta comenzaba a besar su piel. Cerró los ojos, disfrutando la atención.

"Te ves preciosa. Siempre te ves preciosa."

Sonrió ante las palabras de la menor y se dio vuelta. Enfrentándola, con la intención de que esos besos fuesen a otro lugar, y así fue. Anna la besó en los labios, y sintió el beso tan familiar pero tan diferente. Años compartiendo, años juntas, años besándose, y aún había veces donde sentía escalofríos pasar por su abdomen. Cosquilleos que la hacían sentir joven de nuevo.

"Ha sido un cumpleaños maravilloso."

Le dijo, sintiéndose ya muy feliz, diferente al año pasado, pero definitivamente mucho mejor. Anna le sonrió, aun sus labios pegados lo suficiente para sentir el gesto en los propios.

"Espero te guste la última sorpresa cuando lleguemos."

Se mordió el labio en anticipación.

No podía esperar.


Capitulo siguiente: Weiss – Cambios Anuales.


Este capitulo me recuerda que no podré ver a mi waifu para su cumpleaños, le dije que estaba dispuesta a romper la ley para verla pero no, ella es muy estricta para esas cosas, así que estoy triste, pero al menos puedo darle vibras cumpleañeras con estos capítulos, y eso es bueno. Disfrutalos bebé.

Por cierto, estoy pensando seriamente en redibujar la portada de esta historia, solo por los jajas, y bueno, también para celebrar la historia más larga que he escrito.

Nos leemos pronto.