Capitulo 56 – Weiss – Cambios Anuales.
Frunció el ceño.
Se miró en el espejo, observando minuciosamente su reflejo, su pelo lacio cayendo suelto por sus hombros. Se quedó ahí, por minutos enteros, rivalizando su mirar, luchado contra su propia mirada.
Pestañeó y vio la imagen de su padre suplantando la suya, por una milésima de segundo.
Soltó un suspiro, moviendo su rostro de un lado a otro. Estaba agotada y ya empezaba a ver cosas. Quería que todo eso acabase pronto, y tenía claro que tendría que tomar medidas más agresivas para lograr su cometido, aunque tuviese que volver ahí.
A la casa Schnee.
El único lugar donde podría encontrar las pruebas que necesitaba.
¿Podría hacer aquello teniendo a su madre y a su hermano en aquel lugar? ¿Teniendo los recuerdos del pasado acechándola?
Se dio un golpe en las mejillas, lo suficiente para que estas se tiñeran de rojo, y al menos logró detener el tren de pensamientos.
No era ni el día ni el momento para pensar en aquellas cosas.
Era un día especial para alguien de su familia, su verdadera familia.
Comenzó a atarse el cabello, no dejando que ningún mechón se desacomodase.
"¿Puedes traerme el vestido que dejé en el baño?"
Dijo en voz alta, olvidando en esos minutos que no se encontraba sola en su departamento. Escuchó los pasos resonar fuera de la habitación, moverse de un lado a otro y luego acercarse. Ruby entró cargando con el vestido en una de sus manos. Esta estaba arreglada con un traje oscuro y una camisa crema bajo la chaqueta.
Sintió que su rostro decaía al verla sin la ropa indicada para una fiesta como a la que iban a asistir, pero la menor insistió en que no iba a poder hacer mucho con los tacones, y esta vez podía aceptar la excusa barata, ya que no estaban en posición de cometer ningún tipo de error. Estaban en estado de emergencia, y si lo olvidaba, rápidamente tenía que mirar sobre los tejados de los edificios cercanos, o ese auto cuyo deber era estacionarse cerca de donde fuese que estuviesen.
El equipo de seguridad era realmente silencioso y pasaba desapercibido. Si no estuviese paranoica no los descubriría. Muchos de ellos iban con ropas casuales y podían hacerse pasar por un ciudadano común y corriente sin problema alguno. Eran sin duda lo mejor.
Se levantó y tomó el vestido color índigo, dispuesta a ponérselo.
Ruby solo le dio una sonrisa, mientras se mantenía en silencio. Últimamente permanecía en silencio demasiado, y empezaba a preocuparle. Tenía claro que su cerebro de dulce estaba funcionando a su máxima capacidad, así que no se podía permitir relajarse. Pero reiteraba, no debía estar así. Tal vez sus vidas estaban en riesgo, pero no abandonarían su libertad por aquello, así que apenas terminó de vestirse, se acercó a la pelinegra, y esta parecía sorprendida ante su acercamiento fortuito.
"Tienes a todo el equipo guardando nuestras espaldas, podrías permitirte el relajarte un poco, y si no lo haces por mí al menos hazlo por Elsa."
Ruby hizo un puchero de inmediato, frunciendo los ojos. Evito que dijese cualquier cosa al dar los últimos pasos y así estar frente a ella, sus manos dirigiéndose al cabello oscuro, rozando los visos rojizos, y así abrazar su nuca con sus palmas.
Esta no se relajó hasta que pasó las uñas por la zona, raspando cuidadosamente. Los ojos plateados se cerraron ante la acción, su cuerpo acercándose a sus manos de manera inconsciente, disfrutando y pidiendo más al mismo tiempo.
Sonrió al lograr su cometido.
La tensión desapareciendo de sus hombros.
"Vamos a estar bien. Nada nos va a pasar hasta que terminemos con esto. Con él."
Los ojos de la menor se abrieron al escucharla, llenos de seriedad, luchando por mantenerse con esa expresión y evitar que se le notase el disfrute de las caricias en su rostro.
"Hay que acabar con él. No debe estar en libertad, es un maldito psicópata."
Entendía la rabia de Ruby, si el rubio idiota del padre fuese así e intentase asesinar a la pelinegra, haría lo que estuviese en sus manos para deshacerse de él, sin importar el costo de sus acciones. Al menos esta no era tan imprudente para hacer algo por sí misma, necesitaban un plan y ambas lo tenían claro.
Volver ahí era un hecho, una tarea que no podía retrasar más.
Se alejó para terminar de arreglarse, y escuchó a la menor hacer un sonido entristecido y notó el puchero en sus labios. Sonrió al verla así por ella, ego burbujeando.
"Si te portas bien, seguiré."
Ruby pareció sorprendida con el trato, y solo la miró con sus ojos bien abiertos y su rostro imitando el color su confiable abrigo. La vio asentir, sin mirarla directamente mientras llevaba una de sus manos a la nuca, justo donde antes estuvo mimándola, la zona roja en vergüenza.
No pudo quitarse la sonrisa del rostro, y era agradable.
Eran cerca de las cinco y al fin había terminado de arreglarse, añadiendo una chaqueta a su atuendo que combinaba con su vestido y unos pequeños aros de zafiros. Miró a la menor por aprobación y esta le dio unos pulgares arriba y una sonrisa. Lo que necesitaba.
Tomaron sus respectivos abrigos del perchero y salieron por la puerta. Era extraño salir en esas condiciones, pero no iba a perderse ese momento, mucho menos considerando la idea que habían tenido con la rubia. Iba a ser una noche inolvidable y no iba a dejar que ninguno de esos perros bastardos de su padre arruinase el momento.
El aire helado les entumeció el rostro a penas se bajaron del taxi, quedando justo en frente a ese gran edificio en el que había estado en tantas ocasiones. Las luces alumbraban la fachada, así como los guardias observaban minuciosamente enfocando a los invitados, asegurándose de que cualquier extraño quedase fuera de las rejas. No iba a ocurrir un descuido como en su cumpleaños, aunque en su caso estuvo demasiado pendiente de Ruby como para prestar atención al desagradable intruso. Había pasado mucho tiempo desde eso...
El ánimo dentro del teatro era diferente a esa vez, tal vez porque no era su fiesta, o tal vez porque no estaba organizada por su padre.
Podía ver las mesas decoradas en un tono celeste, bebestibles y aperitivos dispuestos sobre ellas. Se escuchaba la música suave resonar por el lugar. No había tantas personas como aquella vez, pero si era una cantidad de personas considerable. Anna se había esmerado. Notaba caras completamente desconocidas para su persona, así que había gente influyente como meros ciudadanos comunes. ¿Amigos de la familia? Podía ser una opción.
No le costó encontrar a la cumpleañera entre las personas. Su vestido tenía unas piedras que deslumbraban con la luz de los focos. Se acercó, escuchando los pasos de Ruby tras ella.
Los ojos azules la observaron, y no sabía que era, pero Elsa lucía radiante. Como si algo le hubiese pasado y cambiase de un día a otro. Deslumbraba, y no era por las gemas, era por sí misma. La vio levantar sus brazos hacía ella, y no entendía cómo podía andar con ese vestido descubierto con el frio del demonio que azotaba la ciudad.
Aceptó la invitación al abrazo, mientras le deseaba un feliz cumpleaños. Pudo sentir como Ruby también se unía, riendo. Elsa parecía feliz así que no dijo nada a cerca de la intromisión. Cuando se separaron, notó a la pelirroja acercarse, una sonrisa en su rostro.
"¡Bienvenidas!"
Les dijo cordialmente mientras ponía una mano en el hombro de Elsa, y esta le correspondía, sujetando la mano ajena con la propia. Parecían más amorosas de lo usual, y bueno, no era quien para juzgarlas. Eran lo suficientemente mayores para tomar sus propias decisiones.
"Gracias por venir, espero que disfruten de la velada."
Elsa dijo, una sonrisa cómoda en sus labios.
Realmente algo le había pasado, no la recordaba así la última vez que la vio. Lo que sea que ocurrió, fue algo bueno al parecer. Era claro que muchas cosas estaban ocurriendo en sus vidas, tal vez demasiadas para mencionarlas, pero se alegraba por ella. Esperaba, con todo su corazón, poder tener esa misma expresión una vez que acabase con la raíz de todos sus problemas. Eso sería ideal.
Vio de reojo como una conocida cabellera rubia se acercaba a su posición. Era Diana, se veía estoica como siempre, pero también más relajada que la ultima vez que la vio. Llevaba un vestido celeste muy claro, casi blanco, más informal que el que le confeccionó esa vez, pero lucía bien de todas formas. Bueno, cuando se tiene buena apariencia cualquier atuendo te vendrá bien.
Se vio pensando en lo mucho que habían cambiado las cosas, y empezaba a sentirse nostálgica. No de buena forma, por el contrario, detestaba a su persona de hace un año, y ahora que este finalizaba, quería pensar en que tipo de persona se convertiría en el siguiente, una mejor sin duda.
Las idiotas las habían descongelado, eso era claro.
Y hablando de idiotas, la más grande de todas estaba ahí, por suerte en unos atuendos mucho menos pomposos que aquella vez, donde parecía muy fuera de personaje. Ahora llevaba un vestido corto azul con detalles burdeos. Parecía más cómoda al menos.
"¡Nos perdimos el abrazo grupal!"
La escuchó gritar cuando ya estaban lo suficientemente cerca. Elsa rio en respuesta, y se acercó a la menor de todas con la intención de responder a su llanto.
"No es como que no podamos repetirlo."
Los ojos carmín de la idiota suprema brillaron de emoción.
No supo cómo, pero se vio empujada a ese abrazo séxtuple.
Eso era realmente agradable. Esa vida. Esas personas. Quizás fuese algo dura con ellas, de diferentes formas, pero dios, las quería, eran un respiro de aire fresco. Y como Ruby dijo, merecía tener una familia de verdad y esta era su familia y quería disfrutarla. ¿Por qué se había demorado tanto en darse cuenta? Bueno, fue un año de cambios, y de muchas cosas que estaban incógnitas.
El próximo iba a ser mucho mejor, porque iba a disfrutar esa vida al máximo.
Pudo sentir la mano de Ruby en la suya, levemente, reconociendo rápidamente el tacto. Se vio sujetándola por inercia.
Cuando acabase con su padre, no habría nada ni nadie capaz de destruir aquello.
Se separaron, Anna llevándose a Elsa donde unos conocidos que querían saludarla, Akko se vio ensimismada mirando los dulces que había en las mesas y Diana la acompañó para evitar que se comiese todo. Se quedó ahí, escuchando la música sonar, y miró a Ruby, la cual parecía divertida mirando alrededor, aún atenta, pero más calmada.
Esta vez era diferente, y ya no tenía a su hermano observándola, ni a su padre. Debía de aprovechar.
"Hagamos lo que no pudimos hacer la última vez, Ruby."
Esta la miró, ladeando un poco la cabeza en clara confusión.
Tomó la mano ajena en la suya, y se acercó al cuerpo de la menor. Esta se sorprendió, su rostro enrojeciendo.
"Bailemos."
Ruby entró en pánico, pudo notarlo en sus ojos.
"Sabes que no se bailar, Weiss. No soy de esas."
"Te lo recompensaré, solo dejate llevar e intenta no pisarme."
El pánico empezó a disminuir, hasta que soltó un largo suspiro, rindiéndose.
"Mas fácil decirlo que hacerlo, Weiss, pero lo intentaré por la recompensa."
Sonrió al verla posicionarse frente a ella. Su mano libre se movía de un lado a otro, insegura de donde ponerla.
"Cintura."
Ruby dio un salto, concentrada en lo suyo, y le hizo caso. Pudo sentir el calor en su cintura, traspasando la tela de su vestido. Por su parte, dejó su mano en el hombro de Ruby, no sin antes pasar los dedos por los cabellos rojizos que no habían sido atrapados en la coleta alta que esta llevaba.
Empezó a moverse, guiando a la menor, la cual estaba tensa, moviéndose robóticamente. No dudó en acercarse, pudiendo sentir su corazón latiendo en su pecho, casi chocando con el propio. Sus cuerpos pegados y sus movimientos acompasados.
Claramente Ruby no era una bailarina en lo absoluto, pero no quería bailar con nadie que no fuese ella.
Luego de unos momentos comenzaron a moverse de un lado a otro con una calma y una comodidad que no creyó que podrían tener en ese momento. Probablemente eran las únicas ahí que estaban bailando. Ruby tenía una sonrisa plasmada en su rostro, su agarre era intenso, pero no tenso como cuando iniciaron la pieza, solo tenía un agarre firme. Disfrutaba mucho de esas manos en su cuerpo, se sentía protegida, como si nada pudiese hacerle daño, y era así.
Acomodó el rostro en el hombro ajeno, no queriendo bailar más, solo quería moverse junto a la menor, disfrutando de la cercanía y de su aroma a rosas.
Cuando la pieza finalizó, se encontraba rodeando el cuello de la menor, mientras esta la rodeaba por la cintura, abrazándose mutuamente, aun moviéndose levemente.
Podía estar así toda la noche. Toda la vida, incluso.
Capitulo siguiente: Diana – Ultima pieza.
Primero que todo, quiero desearle a mi waifu un feliz cumpleaños, que es sin duda la mejor, y a pesar de la distancia, cada día la siento más cerca. Si no fuese por ella esta historia no llegaría a ningún lado, porque ella es mi principal inspiración, así que estos capítulos se los dedico a ella, que se merece el cielo. Están hechos con mucho amor. Espero los disfrutes.
