Capitulo 57 – Diana – Ultima pieza.
Era notoria la diferencia entre el cumpleaños de Weiss y el de Elsa. Tenía claro que una fiesta había sido preparada por el padre manipulador de la peliblanca, mientras que la otra la organizó Anna, así que claramente los invitados eran diferentes. Se notaba la cercanía, el amor.
Y se alegraba de ver a Weiss completamente cómoda en su entorno. Nunca la había visto sonreír así, le impresionaba. Hace unos meses era un poco intensa, que criticaba sin siquiera pensarlo dos veces, siendo claramente agresiva con la pelinegra, pero en el ultimo tiempo había cambiando drásticamente. Sabía que tenía problemas con su compañía y con su familia en particular, así que no la juzgaba en lo absoluto. Cada uno tiene su propia y complicada situación, y hay veces que aquello nos sobrepasa, donde uno ni siquiera puede reconocerse ante tanta presión.
Se quedó pensando en eso, en lo que le esperaba. Ella también tenía una ultima batalla que enfrentar.
Miró a Akko, la cual se metía un bollo relleno a la boca.
Se vio sonriendo. Con ella podría superarlo así como las demás también lo hacían. Tal vez sola, no podría con todo ese peso, pero no estaba sola, nunca más lo estaría.
Notó como la castaña inflaba las mejillas, parecía que contenía la respiración, y no era por el bollo, ya que se lo había tragado. Miraba fijamente al medio del salón, donde estaba el duo rojo y blanco.
"¿Akko?"
La chica la miró, dejando de lado su modo de concentración que parecía más que estaba teniendo un serio problema de asfixia. Su expresión tenía un claro puchero.
"Quería aprovechar de bailar contigo, pero ellas se ven tan bien ahí que no me gustaría interrumpirlas."
Les dio una mirada, y si, era como si fuesen dueñas del lugar. Si alguien tenía ganas de bailar no tenía duda de que lo pensaría mas de alguna vez.
Tomó la mano de Akko en la suya.
"No creo que les importe si es que somos nosotras."
Akko pestañeó, sorprendida, y luego pasó a darle una gran sonrisa, apretando su mano de vuelta. Una nueva pieza comenzó y la castaña tiró de ella para que se pusieran mas al centro donde no habían muchas personas, así no chocarían. Sujetó a la castaña de la cintura y esta puso su mano en su hombro, y así comenzaron a dar vueltas, siguiendo el ritmo de la música. Quería bailar con ella desde el cumpleaños de Ruby, pero la música no era de su estilo y no sabía como aquello se bailaba, al menos esto era más a lo que acostumbraba. Una música más calma, más rítmica.
Si bien la chica la pisó un par de veces, seguía siendo uno de los bailes más cómodos que había tenido en años. Los carmines observaban el suelo en un principio, pero era contraproducente. Luego de un rato, sus movimientos fueron más naturales, menos enfrascados en hacerlo perfecto y más enfocados en el ritmo. Guiarla no era complicado, y Akko con el tiempo parecía cada vez más capaz de seguir instrucciones, y no hablaba precisamente del baile, si no de todo. Se habían acostumbrado el estar la una con la otra. Era una agradable costumbre.
Estuvo tan concentrada en la castaña, en sus ojos precisamente, que se sorprendió cuando alguien golpeó su cadera. Miró al lado y eran Anna y Elsa, que se movían riendo, y no le costó darse cuenta que fue la pelirroja quien le había golpeado con su cuerpo. Esta sin problema hizo un movimiento rápido y preciso donde le daba una vuelta a Elsa en sus brazos, la mayor luciendo sin ni una sola preocupación. Le dio un vistazo a la otra pareja, encontrando a Weiss rodando los ojos, sin separarse ni un milímetro de la pelinegra, la cual miraba alrededor con una mezcla de sorpresa y vergüenza al verse rodeada.
Se habían tomado la pista de baile.
Akko por su parte estaba emocionada. Estaba disfrutando todo lo que ocurría.
No lograba entender en que momento todo parecía tan cómodo entre todas, tan natural, tan normal. Se sentía como que estuviesen despidiendo el año de la mejor manera. Luego de tantas situaciones, de tantos sentimientos encontrados, parecía que todo empezaba a encajar.
Y si, las cosas con Akko encajaban de maravilla. Lo que seguía, no iba a ser difícil en lo absoluto, solo sería dar un paso más, un ínfimo paso, y luego la vida seguiría su trayectoria natural. Le gustaría cerrar los ojos y darle un vistazo a su futuro. No, esa tal vez era la Diana de hace unos meses, ahora no era esa su intención en lo absoluto. Cada día, desde que conoció a Akko, era especial. Cada día la castaña la sorprendía, cada día era nuevo y único. Entonces no, quería atesorar todo el camino que la llevaría a su futuro y no saltarse ni un solo paso.
Tomó por sorpresa a la castaña cuando se acercó, magnéticamente, atrapando los labios ajenos en los suyos.
Akko no refutó, pero la miró con curiosidad, sonriendo pícaramente.
"¿Y eso porque fue? ¿La atracción inevitable de Atsuko Kagari?"
Negó, haciendo otro movimiento con su cuerpo, girando, llevándola consigo, riendo por sus palabras, pero no contestó su pregunta hasta que estuvieron al tándem de un ritmo completamente diferente.
"Podría decirse que si. Pensaba en lo mucho que me has cambiado la vida."
Esta la miró, con una mueca graciosa en su rostro, como de incredulidad y sorpresa mezcladas perfectamente. Luego de unos segundos esta soltó una risa, sin perder el ritmo. Al parecer si había aprendido a bailar correctamente como se lo propuso, ya que Akko no era de las personas que hacían dos cosas al mismo tiempo, y ahora podía distraerse sin que el ritmo de la pieza fuese perturbada. Había practicado lo suficiente, ahora notaba que su torpeza de al principio solo era a causa de la vergüenza. Adorable.
"Espero que lo digas positivamente y no te refieras a que haya arruinado tu existencia."
La respuesta la dejo absorta, y solo salió de su impresión cuando Akko soltó una risa, ahora siendo ella quien la movía hacía otra posición e iniciaba un nuevo ritmo.
"Es broma, sé que disfrutas mi presencia, digo, quien no."
Rio una vez más y ahora pudo seguirla, siendo esa actitud una de las que más le causaba diversión. Cuando sus risas se detuvieron, bajó el rostro lo suficiente para dejar su frente apoyada en la ajena. Cerró los ojos, disfrutando de la cercanía, soltando un leve suspiro. La respiración ajena estaba en calma, sincronizada con la propia. Abrió los ojos, topándose con el rostro placido de la castaña, sus ojos la habían imitado, cerrándose, y cuando la miró, esta también los abrió. Se miraron unos momentos eternos. Habían madurado en ese tiempo, ambas habían crecido, su amor había crecido.
"Te amo, Diana."
Abrió la boca para decir aquella frase, pero Akko le arrebató las palabras por completo. Sonrió, aun sorprendida por lo conectadas que podía llegar a estar a pesar de sus grandes diferencias.
"También te amo, Akko, más de lo que creí poder llegar a amar a alguien."
Akko le sonrió, con esas sonrisas tan amplias y tan singulares, para luego lanzarse a sus brazos, chillando como una adolescente emocionada. La sujetó con firmeza, sin importar que su baile acabara, y bueno, la pieza también había acabado, así que en su opinión, no había mejor final que ese. Estar ahí, en los brazos de la otra, era suficiente.
"No se pierdan el show, tortolitas."
Dieron un salto al escuchar la voz dura de Weiss, dura pero divertida, casi en burla. Se separaron lo suficiente para ver a la mayor moverse con impetú por la pista, llegando a la pequeña tarima donde se ponían a tocar los de la banda musical. Era un espacio amplio, no muy alejado del suelo. Las personas ahí comenzaron a dejar sus instrumentos de lado, dispersándose.
Con Akko se miraron, sin entender del todo a que se refería.
"¿Show?"
Akko habló, aun colgada de su cuello. Se separaron un poco más, para mirar a su alrededor, curiosas. La mayoría de los presentes volteó a mirar hacía ese escenario, mientras algunos otros seguían distraídos, pero no por mucho.
Notaron como Ruby estaba parada, inerte, expectante, mirando a la peliblanca, la cual se había subido ahí arriba con la ayuda de uno de los músicos, y parecía tener el control total de la situación. Se sentó en el taburete del piano, pasando sus dedos por el blanco instrumento, como si estuviese reconociéndolo o inspeccionándolo. Cuando todo parecía perfecto para sus estándares, se levantó y tomó uno de los micrófonos, dejando uno sobre el piano, para luego buscar otro más, tendiéndolo en su mano, como si esperase que alguien lo tomase.
Los sonidos de la multitud las hicieron girar el rostro. Notando como Elsa jalaba de Anna, llevándola consigo hacía las cercanías del escenario.
"Espera, ¿Qué?"
Escuchó decir a la pelirroja, mientras Elsa la soltaba, dejándola ahí con ellas, las que tenían una vista preferente hacía aquella zona. La rubia le dio una sonrisa a su hermana y dio un salto hacía el escenario, dejando a la chica completamente confundida. Bueno, todos los presentes tenían cierta confusión.
Se quedaron ahí, expectantes, mirando a ambas herederas.
Elsa parecía más libre, con menos presión encima, y por otro lado, Weiss parecía determinada. Tenían un aura muy diferente en aquel instante, pero el ambiente que se generaba seguía siendo armonioso.
Todo empezó muy rapido.
Ya sabía de lo que Weiss era capaz, vocalmente, pero mover sus dedos por las teclas, con esa intensidad y rapidez, la descolocó, parecía una profesional, como si tocar el piano fuese algo que hacía desde niña. También le sorprendió ver a la Elsa sujetando el micrófono como si hubiese sido de ella todo el tiempo. Como si cantar estuviese innato en su ser, y en realidad nunca la había escuchado cantar, y le sorprendió el hacerlo.
A todos.
Sus voces armonizaron por completo, y así siguieron, acompañadas del piano y de unos músicos lo suficientemente intrépidos para inmiscuirse en aquel dueto. A pesar de la ayuda, eran solamente ellas dos las cuales brillaban.
Se quedó absorta escuchando, abrazando a Akko por la espalda. No veía el rostro de la castaña, pero podía imaginarse su asombro. Miró de reojo a las otras chicas, las cuales lucían sorprendidas, Ruby, por su parte, tenía los ojos bien abiertos, pero atentos, observando minuciosamente cada movimiento de la peliblanca, sin perderse nada, grabando tanto la voz como los movimientos de sus dedos, y Anna tenía una sonrisa orgullosa en sus labios mientras sus ojos brillaban de una manera indescriptible, no parecía sorprendida, más bien parecía como si lo hubiese estado esperando hace mucho tiempo, el ver a Elsa así. Sin importar la situación particular, ambas estaban regocijadas.
Se alegraba de ver a sus amigas tan cómodas consigo mismas, Weiss cantando por gusto y Elsa cantando para todos. Era fascinante. Estaba feliz por ellas.
Se acomodó en el cuerpo ajeno frente a ella.
También estaba feliz consigo misma.
Solo quedaban unos días para un nuevo año, y se sentía tan liberador. No iba a empezar del todo bien, estaba segura, pero eso no significaba que las cosas no mejorarían. Iba a conseguirlo. Iba a cumplir sus sueños y sus objetivos.
"¿Me vas a acompañar, Akko?"
Le dijo, o más bien, la pregunta salió de su boca como un susurro, sin la intención de arruinar el momento. La castaña giró su rostro, sus ojos juntándose y sus oídos concentrándose en la voz de la otra, pero sin dejar de oír la música que seguía deleitándolas.
Akko parecía confusa, pero le dio una sonrisa. Sintió la nariz ajena acariciando su mejilla.
"Te acompañaría donde sea, Diana. No importa donde, si me necesitas a tu lado, ahí estaré."
La castaña no tenía idea de lo que pasaba por su cabeza, sin embargo, sus palabras fueron suficientes para cesar aquel dolor que tenía entre las costillas. No iba a estar sola, no más. No tendría que enfrentarse a todo por su cuenta, ahora tenía a la chica a su lado. La única persona que le dio una mirada diferente a su vida, la única que logro hacerla cambiar de esa forma tan drástica, cambiar para bien. Akko fue la única capaz de meterse tan profundo en su cabeza que ya fue imposible volver a ser quien era hace unos años.
Imitó la caricia que la chica le dio, y se acomodó en el hueco de su cuello y su hombro, manteniendola sujeta con fuerza, apegándose.
No quería que Akko desapareciera, así como le pasó con sus padres. No iba a dejar que nada ni nadie le arrebatase lo que tenía, la felicidad que tenía. Iba a luchar, con garras y dientes, sin importar nada. Iba a atesorar aquello que sentía. Iba a vivir, creyendo en Akko, creyendo en que un futuro les esperaría y que nadie las separaría, que tenían una oportunidad de amarse incondicionalmente. De ser felices.
Cerró los ojos, el piano sonando rápidamente, inundando su cabeza, nublándola.
Por favor, no me quites esto, pensó.
¿A quien se lo dijo?
¿A Dios?
¿A alguno en particular?
¿Al universo?
No lo sabía.
Esperaba que el mensaje le llegase a quien fuese que tenía aquel poder. No merecía pasar por lo que pasó una segunda vez, no iba a permitirlo.
Había hecho lo posible por ser un ser humano ejemplar, y no iba a permitir que una tragedia fuese su recompensa.
La música finalmente se detuvo.
Los aplausos inundando el salón.
Merecían la felicidad que tenían, e iba a asegurarse que perdurara lo suficiente.
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