Azul Eléctrico
Débil
La habitación quedo en completo silencio después de que Naruto se fue.
Seguí acostada en la cama por un rato más hasta un par de pasos apresurados se acercaban por el pasillo, finalmente tocaron la puerta con demasiada fuerza y entro una enfermera.
—Naruko-san aquí está su desayuno.— dijo la Enfermera dejando lo que se escuchaba como una bandeja de metal enseguida mío, sobre una pequeña mesita de noche que si bien recordaba era de un color café chocolate.
La enfermera salió entonces tan pronto como había entrado, cerrando la puerta con la misma fuerza con la había tocado antes de entrar.
—Puedes dejarme sola, dattebane.— avise
—¿Y cómo pretendes comer?— preguntó Kakashi
—Todavía tengo manos.— me queje
Kakashi se quedó en silencio por un momento pensando en mi propuesta.
—Al menos sal a comer, todo el mundo sabe que la comida del hospital no es precisamente deliciosa.— le recordé
Kakashi se puso de pie y suspiro.
—No te escapes Kitsune.— me advirtió antes de salir por la puerta cerrándola con gentileza.
Conté sesenta segundos hasta que saliera por la puerta y me puse de pie, justo cuando creía haberlo hecho sin ningún problema mi equilibrio me fallo y mis piernas flaquearon, caí de lado sobre mi brazo derecho en un sonoro estruendo. El suelo se sentía frío y meticulosamente aseado, era una especie de piso que hacía difícil deslizarse pero me quede sobre el un rato más. Eventualmente deje que mi cabeza se recargara en el suelo y comencé a llorar en silencio.
Ya no sabía porque estaba llorando, no sabía porque no tenía ánimos para levantarme del suelo. Después de unos veinte minutos me llego una idea, quizá estaba llorando para llenarme de lágrimas, con la esperanza de dejar de estar tan vacía.
Resignada con la idea de que Kakashi podía volver y encontrarme en el suelo llorando, me puse de pie y tome la bandeja con una mano mientras que con la otra abría la puerta del baño. Me incliné despacio hasta encontrarme de cuclillas al lado del inodoro. En la bandeja había un vaso que por como olía supuse que era de jugo de naranja, una especie de avena extraña y gelatina. Uno por uno derrame la comida sobre el inodoro y cuando por fin termine, baje la cadena.
No estaba tirando la comida por simple capricho, sino que tenía el estómago revuelto, en cualquier momento sentía que iba a vomitar y el olor de ese extraño intento de avena me había hecho empeorar. Me puse de pie con un poco de dificultad y después regrese a la mesita de noche para poner la bandeja encima. Estaba harta de estar en la cama todo el día así que no lo pensé mucho cuando tome una almohada de la amplia cama y fui caminando tocando las paredes hasta encontrar el armario de la habitación donde guardaban mis pertenencias y un par de accesorios médicos. Coloque la almohada en una esquina y me senté mientras cerraba las puertas del reducido armario.
Me sentía débil, con ganas de vomitar y de llorar. No había comido nada así que no podría vomitar pero no detuve el impulso de llorar. Lo que comenzó por un sentimiento triste y un par de lagrimas en silencio terminó por ser un pleno llanto y una sensación de debilidad inmensa. Todo por lo que había luchado estaba ahora obsoleto, no me quedaban ganas de traer a Sasuke de vuelta pero lo que me dolía era no tener la fuerza para hacerlo. Yo había muerto por primera vez a manos de Sasuke y Kamisama sabe que si no fuese por Kurama yo seguiría muerta. Me abrace a mí misma tan fuerte como me lo permitían mis fuerzas que aunque en ese momento no eran muchas, sentía que de no hacerlo los pedazos de mí misma se caerían al suelo uno por uno.
Sasuke se había llevado una parte de mi sin entregarme nada a cambio y ahora esa parte faltante me hacía sentir infinitamente vacía e imponente, sentimientos que finalmente se unían en una aplastante sensación de debilidad. Llore y llore con una idea que aunque autodestructiva, era plenamente cierta: Sasuke se había llevado esa parte que estaba justo encima de la cicatriz que probaba que en dos ocasiones sus manos me había atravesado.
Justo antes de dejar que el sueño me venciera lo entendí, estaba tan débil, tan cansada y tan vacía por una sola razón: Sasuke se había llevado mi corazón, Sasuke se había ido con aquello que me daba vida, y sin corazón entonces simple y sencillamente estaba muerta, eso describía perfectamente cómo me sentía, como si ya estuviera muerta desde aquel segundo en que la electricidad envuelta en odio logró romperme como el cristal. Ese efímero segundo donde mi vida cambiaría para siempre, donde comenzaría a caer poco a poco.
Estaba cansada pero me resistí al sueño hasta que se me ocurrió la primera buena idea en mucho tiempo ¿Porque mejor no me quedaba dormida? Dormir era la parte sencilla, al despertar me sentía un poco mejor mientras que estando despierta simplemente me condenaba a pensar una y otra vez en cómo y porque me sentía tan miserable.
