Capitulo 58 – Elsa – Presente.
Miró con regocijo a aquellas personas frente a ella. Personas las cuales conoció en su niñez, desde profesores hasta cuidadores. No supo como Anna logró contactarlos, y para su sorpresa, habían algunos que también habían conocido a la pelirroja. Debió ser duro para ellos el ocultarles a cada hermana la existencia de la otra, ya que como uno de ellos admitió, sus padres eran muy minuciosos en aquello. Agradecía que estos lamentasen la situación, eran buenas personas, muy empáticas.
Le dio tranquilidad el enfrentarse con esa parte de su pasado.
No enfrentarse, mas bien, reencontrarse. Esas personas la ayudaron en su crianza, ya que su padre no era muy presente, así que les tenía cariño.
Fue una sorpresa agradable el ver esas caras familiares, a pesar de verse alejada a penas se quedó huerfana.
Anna realmente se había esmerado, incluso eligió invitados que eran importantes en su vida, no simples conocidos que avivarían la fiesta. Eso realmente lo apreciaba. No eran extraños, si no gente importante en su vida. Le sorprendió el ver a un amigo de Anna, con el cual jugaba online y esas cosas. No lo conocía mucho, pero este parecía genuinamente feliz de verla. Como cuando ves a alguien que conoces mucho, pero no sueles tener mucho contacto. Se dieron un abrazo algo incomodo, pero nuevamente apreciaba a esas personas tan reales, tan transparentes.
No le daban sonrisas falsas, solamente sonrisas que sentían dentro de ellos. Incomodas, felices o nostálgicas, sonrisas reales.
En su trabajo, era usual ver gente fría, calculadora, como su propio padre, así que era un cambio total de ambiente.
Se sintió orgullosa de la presentación que dio con Weiss, incluso muchos de los invitados se vieron contentos y emocionados con esa pequeña sorpresa, sobre todo siendo ambas bastante conocidas. Pero sin duda lo mejor eran las caras de las chicas. Sintió su corazón latir fuertemente contra su pecho al ver la sonrisa que Anna le daba.
Orgullo.
Anna sabía de que era capaz, Anna siempre lo supo, pero eran sus miedos los que impedían que creciera, sus dudas, su culpa. Ahora ya no había nada de eso, ya no habría nada de eso, nunca más. Ahora era libre, ahora no tenía ataduras que la arrastrasen a aquel oscuro lugar que conocía desde que era consciente. Ya no se vería más en esa profunda oscuridad, en ese encierro, en ese cuarto helado y aislado.
Había crecido, y ya no estaba sola.
Ahora podía elegir su propio camino.
¿Y como no compartir ese camino con la única persona que le abrió la puerta? ¿Con la única persona que creyó en ella? ¿La única persona que le dio amor cuando nadie fue capaz de hacerlo?
No era un monstruo.
Con Anna no se sentía uno, para nada, por el contrario, con Anna sentía que todo estaba bien, que todo saldría bien sin importar la dificultad.
No se dio cuenta cuando su mano llegó a la de la pelirroja, o cuando la mano ajena llegó a la suya, pero cuando se percato, sus dedos ya estaban entrelazados con normalidad, y nadie lo vio extraño. Solo eran dos personas unidas por el destino. Los personas queriéndose y apoyándose.
Le hubiese gustado congelar el momento.
Sentir esa calidez, esa tranquilidad, que estuviese perpetuo en su vida.
No podía hacer aquello, pero podía prometerse a si misma que el próximo año iba a ser mucho mejor. Que iba a ser un mejor año. Iba a prometérselo y aquello se iba a cumplir. No iba a decirle adiós a esas personas, si no que sería un hasta luego, un nos vemos pronto, un estaremos en contacto. No se iba a alejar de la gente, ni iba a hacerlas a un lado, algo que se acostumbró a hacer, fue criada para alejar a las personas.
Anna le enseñó que la calidez de una persona puede ser suficiente para darle calidez a una vida tan fría y desolada como la propia, y en ese instante, se dio cuenta que era así, que ya no sentía frio, ya no era solo un hueco en su interior. Había calor, había amor.
Recibió abrazos de personas que quería mantener en su vida, y aquello era suficiente.
El lugar comenzó a vaciarse, pero no estaba sola, no era triste.
La mano de Anna seguía en la suya.
Aquel abrazo sextuple volvió a repetirse, haciéndola sentir aun más llena de lo que ya se sentía. Era perfecto, el día era perfecto, ahora su vida era perfecta.
El año nuevo comenzaría, y ahora se despedían con la intención de volverse a ver el siguiente, con estar juntas de nuevo y vivir nuevas aventuras.
Sin duda, ya no podía esperar a que el día llegase.
Se subieron al auto, y pudo ser capaz de manejar, ya que no había bebido ni una gota. Estuvo tan entretenida, que no tomó ningún tipo de decisión impulsiva para dejar de pensar. Todo fue maravilloso. Anna sonreía en el asiento del copiloto, orgullosa de su trabajo, de sus sorpresas, de la fiesta en general.
Disfrutaron el viento helado que entraba por una de las ventanillas, disfrutaron de las carreteras desoladas, disfrutaron de la leve nevisca que caía en el capó, disfrutaron de su compañía.
Llegar a su casa, fue otra cosa agradable. Si bien no le gustaba estar encerrada, ahora había cierto confort en llegar a su hogar, donde podía abrazar y besar a su novia sin tener ningún tipo de problema, y en realidad, aunque lo hubiese, ya poco le importaba.
Había crecido, más que solo en edad.
Era una persona completamente nueva.
Se sacó su abrigó y lo colgó en el perchero, las luces anaranjadas siendo capaces de calentar el ambiente más allá que solo visualmente. De hecho, ¿Podía sentir más calor siquiera? Se dio la vuelta, buscando a su principal fuente de calor.
Anna estaba sacándose un poco de nieve que permanecía en su abrigo, y cuando estuvo libre de cualquier partícula ajena, se lo sacó, colgándolo al lado del suyo. Su nariz estaba roja, aunque solo sintieron el frio ambiente por unos pocos momentos. Cuando notó su mirada, esta le sonrió, para luego mirar su reloj de mano. Había una mueca extraña en su rostro.
"¿Que pasa, Anna?"
Los turquesas la miraron, y le sonrió mientras se levantaba de hombros, cruzando sus brazos tras su espalda.
Sospechoso.
Se acercó, esperando que la sonrisa de esta vacilase, pero no, fingía muy bien el desinterés.
"¿Me estás ocultando algo?"
"¿Ocultarte algo? ¿A ti? ¿A la cumpleañera? Pff, Nunca."
Frunció el ceño, esperando a que Anna soltase la verdad, cosa que sucedía pronto, pero esta vez era diferente. No estaba cediendo, y debía admitir que había cierto encanto en como ambas luchaban por tener el control. Se acercó y llevó una mano al rostro de Anna, levantando su mirada.
"Dime."
Le dijo, certeramente. Anna solo sonrió, deleite en su mirada, y cierta expresión engreída.
"¿Y si no quiero?"
Así que estaban jugando a eso. De acuerdo, ella podía jugar.
Se apegó un poco más, sus cuerpos chocando, al igual que sus respiraciones.
"Voy a obligarte."
Eso solo amplió la sonrisa en Anna, y se vio molesta con el gesto. Iba a decirle algo, tal vez desahogar su frustración, cuando sintió un sonido fuera de la puerta. El silencio era bastante, solo ellas mirándose, así que aquel sonido fue considerablemente alto. Notó de reojo como Anna rodó los ojos, bajando los hombros, derrotada.
"Siempre me ha asombrado la capacidad que tienes para oír el más mínimo sonido, o percatarte de la más lejana mirada."
Miró a la menor, levantando una ceja, pensando en eso.
"¿Muchos años estando a la defensiva?"
Anna asintió, como si eso tuviese el mayor sentido. Un psicólogo le daría la razón.
Iba a dar un paso para la puerta, pero el cuerpo de Anna la detuvo, su sonrisa volviendo.
"Bueno, hay algo que quiero decirte antes que vayas a abrir la puerta, porque sé ansias abrirla."
Se detuvo, mirando la puerta y luego a la chica, esperando. Esta se veía animada, divertida, incluso emocionada. Se vio rápidamente contagiada con su animo, dejando de lado la curiosidad y preocupación de lo que fuese que estaba tras la puerta.
"Se que hay muchas cosas que no podemos hacer, Elsa, se que muchas cosas están mal y están bien y blas y ya pasamos por esa conversación miles de veces. Lo que quiero decirte, es que quiero estar a tu lado por siempre, quiero atesorar cada momento contigo porque eres una mujer maravillosa y te mereces el mundo entero. Y, me gustaría, en este día y en los que siguen, darte todo aquello que en algún momento deseaste y no pudiste tener. Así como todas esas personas que viste hoy, que fueron importantes para ti, y fuiste olvidando la necesidad de tenerlos en tu vida."
Anna se quedó en silencio. No supo si había más de lo que quería decir, pero no parecía estar sufriendo por meter mas palabras en su pequeño discurso. Las palabras la llenaron de calidez, pero la pregunta principal que giraba en su cabeza, era, ¿Que hay detrás de la puerta? La curiosidad le embargaba. ¿Que deseó en el pasado que ahora estaba detrás de la puerta?
Así que rodeó a Anna y se acercó a la puerta, quedándose congelada con el pomo firme en su mano, lista para abrirla en cualquier segundo. La pelirroja tenía una sonrisa en su rostro y no parecía tener intención de detenerla.
"Anna te echaré de casa si es que secuestraste a alguno de mis conocidos."
La pelirroja soltó una risa enorme, sujetándose el estomago. Estuvo riendo un buen rato mientras golpeaba el aire con una mano y luego golpeaba su rodilla.
"Por dios Elsa de donde sacaste esa idea. Pero si eres así de excéntrica, pues puedo hacer lo que sea para no dejar rastro."
No pudo evitar reír también, negando con el rostro. Anna era capaz de todo por los que quería, y hablar de las personas que vieron hoy fue principal razón para pensar en eso. Y si, la creía capaz de secuestrar por ella, y no iba a pedírselo nunca, porque sabía que podía salir mal.
Anna le dio una leve sonrisa, una tranquilizadora. La estaba apoyando para que abriese la puerta, y a que siguiese adelante, sin miedo, así que así lo hizo.
Abrir las puertas siempre había sido una analogía que usaban desde siempre, el haber estado encerradas, el ver la gente irse, y no volver, mantuvo esa sensación desagradable. Las puertas cerradas eran lo peor, para ambas, agobiantes, desesperantes, tristes. Pero cambiaron, ahora estaban abiertas, ahora significaban cosas diferentes.
Tal vez eso era lo que Anna le intentaba decir.
No vio nada, solo el jardín de su casa, rociado con una suave escarcha. Miró a Anna, confundida, y esta, parecía estar aguantándose la risa. Esta, con su indice, apuntó el suelo, así que giró su rostro y miró frente sus pies.
Había una canasta, dentro de esta había un montón de telas de un genero que parecían de algodón, se veía suave. No entendía que era, pero lo tomó en sus manos simplemente porque no quería que el frio entrase a la casa. La canasta era más pesada de lo que imaginó que era, así que se llevó la sorpresa. Entró a la casa con el objeto en las manos, Anna apurándose para cerrar la puerta tras ella. Ambas en silencio.
No dejó de mirar las telas, pensando que tal vez era una metáfora extraña o tal vez algo que simbolizaba algo, y al verse sin ideas, empezó a creer que era una pésima pareja que no pensaba en sus vivencias y cosas así. Estuvo unos segundos así, sin poder llegar a una respuesta, cuando las telas se movieron, fue entonces donde dio un salto y dejó la canasta en el suelo, arrodillándose frente a esta. Llevó sus manos a las telas, y comenzó a removerlas.
Sintió su pecho apretarse cuando vio un pelaje peludo y blanco moverse.
Sus dedos rozaron a la criatura que se meneaba, desperezándose, sintiendo la ola de calor vivo en sus manos frías. Anna estaba sentada a su lado, en silencio, la podía notar de reojo. Tranquila.
La criatura peluda la miró, y fue como si fuese lo primero que ese pequeño ser veía en su vida. Era demasiado pequeño, frágil, y muy suave. Lo tomó en sus manos, con cuidado, mientras el animal hacía su primer sonido.
Un maullido.
En el mismo lugar había un papel.
Sintió su corazón derretirse, así como sintió las lagrimas caer por su rostro. Si, lo había olvidado, había olvidado aquella carta que le escribió al hombre de rojo en esa época del año. Fue hace mucho tiempo, y la encontró entre sus pertenencias y de inmediato lo arrojó a la basura, simplemente ignorando lo que ahí decía, porque era estúpido pensar en eso, en sus deseos. Ahora solo podía reírse agriamente, pensando que Anna había encontrado aquel papel arrugado y lo había leído. Rescatándolo del lugar donde estaba.
Ver su propia letra, de hace más de diez años, le dio una nostalgia abrumadora.
Querido santa,
Papá está muy ocupado en el trabajo, y no quiero pasar otra navidad sola. El año pasado pedí que pudieses darle mas tiempo libre para que pudiésemos pasar noche buena juntos, y no pudiste, lo entiendo, así que esta vez quiero pedirte que me traigas a un compañero para poder pasar navidad. No importa quien sea, no seré exigente. Se que papá no quiere que tenga un gatito, así que no pierdas tu tiempo mandándome uno porque no quiero que se quede sin un hogar. Así que si encuentras la forma de darme compañía en estas navidades, aceptaré lo que sea, así que te agradezco si lo intentas y logras que papá no se enfade. Que tengas una feliz navidad tu también.
La nota estaba ahí, al final de la canasta, tan desdeñada como cuando la tiró.
Sentía sus hombros temblar con el llanto. Recordándose a si misma en el pasado, intentando pensar que el año siguiente sería menos doloroso que el anterior, pero no era así. Seguiría sufriendo, y seguiría teniendo falsas esperanzas, hasta que luego, un día, dejó de creer, dejó de tener fe en que tendría una mejor navidad. Dejó de creer en que sería feliz.
Sintió las manos cálidas en sus hombros, calmando sus temblores. Anna la abrazaba ligeramente mientras el peludo animal se acurrucaba en sus manos, cómodo en el cuenco que había hecho para él.
"Se llama Olaf, y será tu compañero para esta navidad y para las siguientes."
Miró a Anna, asintiendo, sintiéndose tan feliz pero las lagrimas seguían nublandole la vista. La menor solo le sonrió y besó su frente, sin decir más. Un silencio cómodo las envolvió, abrazándose, mientras el pequeño Olaf giraba en sus manos, inquieto, pero tan acostumbrado al tacto como si la conociera de toda la vida.
No dejó de llorar, pero tampoco dejó de recibir esa calidez.
Era la primera vez que se sentía completa de esa forma. Esa navidad al fin había recibido lo que tanto ansió en el pasado.
Compañía, libertad y una familia.
Capitulo siguiente: Weiss – Ataque imprevisto.
Okay, este capitulo me hizo llorar cuando lo escribí y también me hizo llorar ahora editandolo. realmente ansiaba subirlo, y que mejor momento que este. Espero lo hayan disfrutado tanto como yo lo disfrute al escribirlo.
Y de nuevo, feliz cumpleaños, cariño.
Nos leemos pronto.
