Capitulo 60: Diana – Frustrantes galletas.

Agradecía inmensamente que las clases se detuviesen en esa época del año.

Al menos, en esta oportunidad, lo agradecía.

Los estudiantes tenían un poco de paz, podían estar con sus familias, con sus seres queridos, y dejar de lado la intensidad de la escuela.

Personalmente, no significaba ninguna diferencia. Que fuesen épocas navideñas, y fin de año, en su vida, era lo mismo de siempre. Su rutina no cambiaba en lo absoluto, solo dejaba de asistir a clases. Seguía enfocándose en sus estudios, seguía yendo a la biblioteca a buscar material, o hacía las tareas que quedaron pendientes.

¿Y volver a casa?

Oh no, eso no lo hacía. Al menos ya llevaba dos años sin tener la necesidad de volver a su casa. Aunque llamarla 'su casa', era una mentira. Más bien, la casa de su tía y sus primas. La gran casa familiar que nunca había sido tan ajena. La casa que dejó de ser suya cuando sus padres murieron.

Soltó un suspiro pesado.

Al menos no tenía que verlas, por ahora. Luego de todo lo que ocurrió...Debía de aprovechar esos momentos tranquilos antes de que el día llegase.

Miró la habitación al lado de la suya, las dos camas cuidadosamente ordenadas, se sentía vacio. Sus compañeras habían vuelto con sus familias por las fiestas, y se alegraba de que al menos ellas tuviesen un hogar al que llegar.

Llegó a la cocina, y esa sensación de soledad se difuminó por completo.

Akko era su hogar.

Fue a buscar un elástico para el cabello a su habitación, antes de volver con la castaña. Así que comenzó a amarrarlo mientras caminaba donde esta. Sus cabellos lisos también estaban atados, así como sus mangas estaban arremangadas y tenía un delantal puesto sobre la ropa.

Estaban cocinando.

Se apresuró para evitar que esta agarrase el libro de recetas con su mano llena de harina. Akko la miró, con un puchero en sus labios. Solo pudo sonreirle y dar vuelta la pagina.

"¿Acaso no se pueden hacer galletas de forma mas rápida? ¿No hay algún método mágico?"

Akko estaba impaciente, y apenas habían comenzado la hazaña del día. Esta movía sus dedos como si tratase de tirar un hechizo, desperdigando harina.

Negó, leyendo la receta, asegurándose que todo estuviese bien distribuido.

"Eres demasiado impaciente, hacerlas y que queden bien lleva su tiempo."

"Claro que soy impaciente, mi dieta es pescado crudo, ¿Puedes esperar más de eso?"

Soltó una risa, intentando no soltar el recetario de sus manos. Akko había puesto una de esas expresiones tan expresivas, valga la redundancia, que tan bien la caracterizaban. No podía permanecer estoica con sus muecas.

Akko terminó de juntar todos los ingredientes, mezclando cuidadosamente. Estuvo así unos momentos hasta que la mezcla empezó a volverse una masa consistente. Notó como esta seguía un poco húmeda así que comenzó a verter un poco más de harina en el recipiente. Akko tenía la lengua afuera, su mueca llena de concentración. Estaba dedicada al cien por ciento en su tarea de revolver.

Y así, hasta que la masa estuvo lista.

Akko miró la receta, y frunció las cejas.

Lavó sus manos, sacándose cualquier rastro de harina húmeda, y tomó el recipiente con la masa y la llevó a la nevera, dejándola ahí, cerrando la puerta con desdén, y luego su mueca cambió a una de frustración.

"¿En serio hay que esperar quince minutos? ¿No podemos solo estirarla y ya?"

"Hay que seguir la receta Akko, son las reglas."

Esta solo infló el pecho.

"Las reglas son para romperlas."

Dijo, con la determinación de sacar la masa de la nevera, pero deteniéndose. Los ojos carmines la observaron, en busca de aprobación. Si, romper las reglas, pero con la aprobación de su novia, claro. Soltando un suspiro, negó, y Akko dejó sus hombros caer en rendición.

La notó tan triste en esa posición que no pudo evitar acercarse.

Tal vez debería animar a su novia, de todas formas, fue ella quien le dio la idea de hacer algo así para que no llegase con las manos vacías a la casa de los padres de Akko. Porque si, sin darse cuenta, se vio invitada a pasar noche buena con ellos. Intentó no pensar en eso, pero en ese instante, ya era imposible. Quería hacer algo para llevarles, porque comprárselos se vería demasiado ostentoso, sobre todo con ellos insistiéndole que traer presentes estaba prohibido. Akko le dijo que ellos disfrutaban de las galletas navideñas y quiso ayudarla a hacerlas porque la cocina no era su lugar. Era más de comer que de cocinar, y en eso se parecían con la castaña.

Sonrió, rodeando el cuello de la japonesa, apegando sus cuerpos.

Esta se demoró en reaccionar, aun enfocada en la nevera. Cuando se dio cuenta de su cercanía, esta pasó de estar confundida a nerviosa y roja.

"¿Quizás podamos hacer algo por mientras?"

No reconoció su propia voz, que salió como un ronroneo. Tal vez su intención no era tan provocativa como lo había anticipado, pero la sonrisa picara que Akko le daba, era la prueba fehaciente de su provocación. Al parecer, el tiempo lejos de la castaña empezaba a afectarle en la cabeza, y en el cuerpo.

"No imaginé que la señorita Cavendish sería así de atrevida."

Tampoco lo creyó de si misma.

Sintió su espalda en la fría superficie de dicha nevera, y los labios cálidos de Akko en los propios. A esa altura, poco le importaba la harina en la ropa ajena, y era curioso como el aroma de la chica, al que estaba tan acostumbrada, era tan diferente en ese instante. Podía oler la canela y el jengibre en esta, aumentando su aroma dulce característico.

Podía sentir su cuello arder, su camisa sintiéndose restrictiva, así que no detuvo a la castaña cuando esta comenzó a desabrocharla.

Realmente no había pasado mucho desde que salieron de la ciudad, y ya extrañaba tener esa cercanía con Akko, no podía negarlo. Y por la intensidad que estaba recibiendo, podía entender que aquella sensación era reciproca. Las manos de esta llegaron a su abdomen, cálidas como siempre, más ahora luego del trabajo que había hecho. La sensación se sintió bien, haciéndola suspirar aun con sus labios aun unidos. Pudo sentirla moverse, sus manos subiendo por su abdomen, llegando a sus pechos. Akko hizo a un lado la tela, sin pensárselo en lo absoluto, envolviéndola con sus palmas, masajeando.

Sus piernas temblaron y los besos apasionados lograron acallar sus gemidos.

La primera vez, fue consciente, tal vez demasiado, demasiado atentas a cada movimiento, pero ahora, no había nada de eso. Había confianza, había cierta paz. No se sentían con esa presión.

Quería llevarla a la cama, aunque si hacía eso, los quince minutos de espera serían olvidados.

Así que intentó mantener la calma, intentó mantenerse cuerda, intentó mantener la concentración.

Más fácil decirlo que hacerlo.

Sus labios fueron liberados, y sus gemidos pudieron ser escuchados.

Akko no dejó de besarla con mero capricho, si no que había otro objetivo en ella. Pudo sentir los labios besando su cuello descubierto, sus clavículas, y finalmente llegó a sus pechos, quedándose ahí. Movió la tela, subiéndola lo suficiente para tener acceso, y ahí, sintió los labios y los dientes rodeando la zona. Apoyó su cabeza en la nevera, sin tener las fuerzas para mirar a Akko, ni ver su propio pecho descubierto a plena luz del día, estando en su cocina.

Era un gran paso para su relación, sin duda.

Akko parecía no prestar atención a ninguno de los factores que se presentaban en la situación, solo hacía las cosas por instinto, con deseo, con pasión. No le importaba su ropa ensuciada con harina, ni el lugar donde estaban, ni tampoco lo que hacían antes de iniciar ese encuentro. Fue su culpa, no podía pensar en la castaña como la mente maestra. La había incitado, y lo había logrado. No sabía lo capaz que era para seducir, y debía recordárselo, antes de iniciar algún encuentro indebido.

Sintió los dientes capturar su piel, tirar de esta, y la lengua pasando cuidadosamente por la zona.

Se tapó los labios, sin servir de nada, un gran gemido escapándose de sus labios.

Escuchó una risa, que se sintió como una burla, así que con su frente en alto, miró a la castaña.

Esta le sonreía, burlesca, las manos aun aferradas a sus pechos.

"¿Que pasa? ¿Nerviosa?"

Frunció el ceño, su ego herido, y la vergüenza subiéndole por el rostro.

Era una Cavendish, no podía perder el temperamento tan fácilmente, pero bueno, con Akko, cada cosa, cada actitud, era impredecible.

Se movió rápidamente, sujetando a Akko, lo suficiente para subirla al mesón de la cocina, restringiendo sus movimientos, y ahora era ella misma quien ignoraba por completo la harina y los otros elementos que podían estar ahí. Le daba igual. Escuchó algo caerse, tal vez un recipiente de lata, que resonó al chocar con los azulejos, y ni siquiera eso logró amedrentarla. Podía ser muy terca cuando era provocada, y con Akko se daba aun más cuenta de aquellas cosas.

Si bien intentó mantener su seriedad, enfocarse en la castaña, sintió algo dentro de si misma hervir al notar la sonrisa triunfante en los labios de Akko.

Recordó cuando se conocieron, y era un incesante tira y afloja.

Ahora era diferente, pero seguía teniendo una esencia similar.

Las manos de Akko sujetaron el cuello de su camisa, jalándola lo suficiente para que sus rostros estuviesen cerca, sus respiraciones chocando, sus miradas chocando, uniéndose.

"Eres sexy cuando pierdes la calma."

Podía decir lo mismo de Akko, de esa sonrisa que tenía, lo que provocaba en su cuerpo.

Akko la jaló más, y se dejó llevar. Se besaron una vez más, con la misma intensidad, tal vez más. Podía sentir sus lenguas luchar, la una con la otra, acariciándose, así como sus bocas intentaban tomar aire y seguir en aquella guerra. Las manos ajenas seguían en su cuerpo, moviéndose, capturandola, y sentía deseos de hacer lo mismo, lamentablemente el delantal que la castaña tenía parecía un objetivo demasiado difícil de derrotar. No había forma de correrlo, ni forma de desatarlo sin cambiar la posición que tenía.

Pero se rehusaba a quedarse ahí, sin hacer nada.

Cuando se iba a mover, sintió como Akko la soltaba, de la nada, sin aviso. Cuando se dio cuenta, esta se había liberado del agarre y había logrado escapar, bajándose del mesón.

Escurridiza como una rata. Siempre se lo decían, pero jamás había visto aquel desempeño tan de cerca.

Se quedó mirando el espacio donde hace solo medio segundo estaba su novia. Giró el rostro, viéndola acercarse a la nevera, sacando el recipiente con la masa.

Sus miradas chocaron.

Akko estaba fresca como una lechuga, y por su parte, debía de estar hecha un desastre, roja, sudada, y evidentemente frustrada sexualmente.

Akko le sonrió, mostrando la masa, la cual ya había estado los minutos correspondientes.

"Tenemos que terminar esto, Diana. Es nuestro deber."

Si, tenían que terminar esas malditas galletas porque debía llevarlas a la casa de Akko el día siguiente.

¿Era acaso Akko la voz de la razón en ese instante? ¿Era acaso un milagro navideño?

Esta dejó la masa en el mesón, y se volteó para mirarla. Se quedó inerte mirando a los carmines, que parecían decir mucho y nada a la vez. Los dedos de esta comenzaron a abrochar su camisa, cubriendo su desnudez. Se quedó atónita.

Akko terminó de arreglarla, y finalmente le dio un casto beso en los labios.

No entendía nada, su cabeza seguía dando vueltas, mientras el calor seguía latente en su humanidad. Era una sensación tan extraña en su cuerpo, como si su mente se hubiese desconectado.

"Yo feliz te dejo tal y como viniste al mundo, pero con una distracción así, probablemente todas las galletas se quemen."

Akko rió, volviendo a su trabajo.

Ella debería estar haciendo las galletas para sus suegros, pero ahí estaba, inerte, como si hubiese tenido un corto circuito. Estaba enojada, o eso creía.

No entendía. No entendía nada.

Dejó que la chica siguiera, sin inmiscuirse demasiado, procurando enfriar su cabeza. Logró hacer el glaseado, mientras intentaba no mirar a la castaña, o esa sensación volvía más intensa.

Luego de unos minutos, metieron su trabajo al horno.

Otros quince minutos de espera.

Akko se aseguró que todo estuviese bien en el horno, y cerró la puerta. Cuando se levantó, limpiando sus manos, le dio una mirada. Sus carmines la observaron, leyéndola, atravesándola, y ahí estaba de nuevo esa sonrisa. Veía esa sonrisa, y se sentía enojada, pero a la vez, era como una atracción inevitable.

"¿Que hacemos por mientras?"

La escuchó decir, su tono en burla. Su cuerpo mostrando cierta inocencia, pero sus palabras no eran inocentes en lo absoluto.

Se vio acercándose, echa una furia, pero Akko la recibió con los brazos abiertos.

Se hundió en su aroma, en su esencia, en su calor, en las sensaciones propias que aun no descifraba.

Iban a terminar esas galletas y la iba a llevar a la cama.

Una oportunidad como esa no debía desperdiciarse, ni tampoco tenía la fuerza para desperdiciarla.

Ahora las festividades eran mucho mejores.


Capitulo siguiente: Elsa – Ebriedad.


¿Que les parece esta capitulo? ¿Algo hot, no? Y respecto al siguiente, aun no se si tenga internet para subirlo pero haré mi máximo esfuerzo, esto de los arreglos ah. Por cierto, no se asusten, se que Elsa tenía problemas con el alcohol, pero tengamos fe en que nada malo va a pasar...¿Cierto?

Nos leemos pronto.