Cien palabras

De reencuentros

Siempre hacía una pausa, cuando se reencontraban. Inevitablemente, Taichi se detenía por un momento para absorber el cambio, para enfocarse en lo que veía, para asegurarse que sus ojos no lo engañaban.

Cada encuentro con Agumon era una sacudida, un pulso eléctrico que encendía la sangre en sus venas. Cada encuentro era una miríada de despedidas deshaciéndose, un río de lágrimas y sacrificios, un millar de palabras silenciosas, un caleidoscopio de recuerdos. Con Agumon había reído, había llorado. Había caído, se había levantado.

De rodillas, abrazando a su compañero, Taichi estaba seguro que estarían bien. Solo tenían que estar juntos.