Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Rumiko Takahashi.


Capítulo 70.
Sobre Kagome.

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Estaba emocionada. No simplemente porque estaba esperando su sorpresa de cumpleaños, sino también porque había algo más que él le quería decir. No podía esperar para llamar a Sango y contarle. Al principio pensó en hacerlo antes, pero decidió esperar a una hora prudente. Sabía que su amiga se pondría demasiado feliz por eso.

Aún recordaba el momento en que se había cruzado con él.

«¿Cuánto tenía de haber llegado y haberse instalado en la residencia que le brindaba la academia? ¿Un día? No sabía qué hacer mientras debía prepararse para la reunión de esa noche, así que decidió pasarse por la biblioteca. Con el nivel de inglés que había conseguido antes de viajar para allá, pudo llegar fácilmente hasta ese mágico lugar.

Estaba un poco perdida y algo nerviosa. ¡Por todos los cielos, estaba sola en un país desconocido! Aunque todos eran amables, no había ni siquiera un japonés cerca de ahí. Bufó en su mente. Se sentía tan sola.

Aún estaba un poco aturdida por el cambio de horario, así que pensó que debía tomar unos energizantes. Se había ido con unos jeans cómodos y una blusa negra de tirantes. Hacía algo de calor en Canadá.

De repente se vio perdida entre los pasillos de la estancia y aunque aún había gente buscando alguna cosa, parecía ponerse un poco más desierto. Es que no sabía ni siquiera qué era lo que estaba buscando. Ya solo escuchaba su caminar algo torpe. Miraba hacia algún lado buscando el nombre de la sección cuando sintió sus pies resbalar de repente.

Ahogó un grito que seguramente le costaría una sanción o algo así cuando en vez de tocar el piso, unos brazos la estaban sosteniendo.

—Suerte que te agarré. —Escuchó decir a la voz masculina y se alteró un poco, sintiéndose nerviosa por la cercanía tan repentina del desconocido. Intentó enderezarse rápido—. ¿No viste el letrero?

—¿Qué...? —Regresó la vista a la dirección que apuntaban los ojos marrones del extraño y se sonrojó cuando leyó lo que decía: «piso resbaloso, tenga cuidado». Al parecer, acaban de limpiar—. Lo siento, soy tan torpe… —no evitó agachar la mirada, con vergüenza.

—No es nada —le sonrió—. Higurashi, ¿no? —Inquirió con cortesía, haciendo una pequeña reverencia.

—S-sí —asintió ella, sin entender por qué le causaba tantos nervios estar hablando ahí con él. Era una sensación de cierta invasión por su amabilidad y aparente pacifismo, ¡además sabía su nombre! Hizo un mohín—. ¿Cómo lo sabe?

—Me presento: mi nombre es Rei Hōjō, aunque todos me llaman Hōjō —rio levemente, dedicando su mejor gesto para generar confianza.

—¿Hōjō? —se puso roja de nuevo—. Señor Hōjō, cómo lo siento —quiso arreglarse el cabello o algo. Él era su jefe en ese lugar, la persona que dirigía el programa de intercambio. ¡Cómo había podido ser tan descuidada! Lo miró un segundo, esperando que no se burlada de ella e hizo su mayor reverencia—. Lamento todo esto.

—¡Tranquila, Higurashi! —Le extendió la mano—. Eres muy agradable, así que supongo que trabajaremos bien —ella dudó un par de segundos en tomarla de vuelta—. Mucho gusto.

—El gusto es mío. —No supo, de nuevo, por qué se sentía ligeramente ansiosa, pero al menos se sintió menos torpe. Le estrechó la mano finalmente».

Después de ese día había hablado con Sango por Skype y ella había tenido la osadía de preguntarle si era un hombre apuesto. Por supuesto que ella no lo había notado y se puso roja solo de escuchar tal pregunta, sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que, efectivamente, su jefe era muy guapo.

Se habían hecho amigos y él le había ayudado mucho con su libro. Empezaron a desarrollarlo juntos. Resulta que Hōjō tenía una editorial de libros, así que le ofreció trabajar en conjunto para sacar al público su primera obra y eso fue una noticia maravillosa. Claro, sobre los temas económicos hablarían luego, pero Kagome no podía ser más feliz en esos momentos. Ya había pasado más de un año desde que había llegado a Canadá y justo en ese momento vivía en un pequeño lugar que estaba arrendado mientras. Sus padres le habían ofrecido pagarle algo allí, pero ella se negó rotundamente.

Se sentía bien así, independiente. Recordaba que Sango se había puesto muy mal cuando le dijo que no regresaría a Japón cuando terminó la actividad de la academia, que había encontrado aquella oportunidad y que se sentía como nunca antes. A pesar de todo, Sango parecía feliz por ella. Y claro, también llevando su vida. Todos estaban avanzando y por primera vez en la vida, sentía que ella también.

Así que ahí estaba, a punto de lanzarse su libro, haciendo traducciones para empresas que distribuían mangas y otras obras japonesas… y libre.

Aunque extrañaba mucho a Kirara, sus padres siempre la ponían a la cámara. Su gata era más de su madre, vivía pegada a Midoriko mucho más después de que ella se había ido.

Claro que en el algún momento volvería a Japón, pero en ese instante de su vida no.

Terminó de ponerse el labial y notó frente al espejo que lucía muy bien. No supo por qué, pero esperaba que a Hōjō le gustara. Bien, de todas maneras era quien la había invitado a cenar. Aún no podía creer que él podía seguir siendo su amigo y mostrar tanta simpatía con ella después de haber sabido toda su vida. Fue inevitable contarle todo en el transcurso de la escritura de su libro.

Suspiró, arreglándose el cabello. Tomó algo de dinero, sus llaves, su celular y su cartera.


Tocó la puerta unas tres veces y en seguida le abrió.

—¡Higurashi! —No importaba cuánto tiempo pasara, él siempre iba a llamarla así—. Pasa, por favor. Luces muy esbelta hoy. —Le halagó sinceramente. Le sentaba muy bien el color azul marino y eso se podía apreciar con aquel hermoso vestido de seda semi ceñido al cuerpo que cargaba—. La cena ya está lista.

Ella suspiró, sonrojada. La comida olía muy bien. El ambiente era muy agradable.

—Muchas gracias, Hōjō. Tú siempre eres muy amable. —También le sonrió, mientras él le abría la silla para que pueda sentarse.

—Te preparé un guiso de carne exquisito —se elogió, empezando a servir los platos— un poco de vino y como no te gustan las flores… —Kagome lo vio alucinada andar de aquí para allá— te compré un cactus. —Lo puso sobre la mesa y la oyó soltar una carcajada—. Feliz 15 de junio, Higurashi.

—¡No lo puedo creer! ¡Muchas gracias, Hōjō! —Había sido un gran día, estaba muy feliz. No pensaba pasarlo así, aunque sus padres habían estado pendientes de ella, Sango e incluso Miroku la habían llamado, pero admitía que Rei se estaba luciendo—. Gracias por todo esto.

—¡No lo agradezcas! Es mejor que comas. —Le apuntó al plato, mientras él tomaba sus cubiertos. Se sentían a gusto porque siempre hablaban en su idioma natal, así que las cosas fluían mejor—. ¡Que te aproveche!

La cena pasó amena y tranquila. No recordaba cuántas veces había reído y las muchas anécdotas que recordaba de esos días de cumpleaños. Bueno, algunas de las que incluían a InuYasha, pero de las que ella prefirió evadir, como cada detalle no tan glorioso que tenía con él, como aquel hijo de ambos que nunca vino y que había albergado otra mujer; como todo lo que nunca pasó entre ellos. Suspiró. La comida estaba exquisita y su acompañante parecía sentirse muy a gusto ahí, con ella. Por primera vez en mucho tiempo se sentía tan bien. Las cosas estaban marchando mejor de lo que había esperado.

—¿Cómo que aún me tienes otro regalo? —No podía creer que aún hubiera más.

—Sí, en realidad aún no te he dado tu regalo —se levantó y se disculpó, yendo a su habitación por un momento—. ¡Cierra los ojos, Higurashi! —Caminó lentamente hacia ella con el presente en las manos y comprobó que ella le hubiera hecho caso. Cuando notó que así fue, puso el objeto sobre la mesa y sonrió—. Ya puedes abrirlos.

Kagome palideció al instante cuando vio de qué se trataba. Su sonrisa boba despareció para dar paso a una expresión de asombro total. Negó rápidamente sin poderlo creer ante la mirada satisfecha de Rei. Ella le sacó el lazo y lo abrió, ojeando el contenido, sintiendo la textura… ¡No podía ser cierto! ¡De seguro era una broma! Pero no, no era una broma, así era. Las lágrimas se le acumularon en los ojos y ahora sí volvía a sonreír. Eso era el mejor regalo de todo el planeta, de todo el universo…

—E-es… —no podía hablar.

—Tu libro. —Completó él, también sintiendo orgullo y emoción. Su reacción lo había enternecido mucho—. «Mi amado hermanastro» por K H Ito es por fin un libro físico.

—¡Muchísimas gracias, en serio!

Kagome se levantó de inmediato y lo abrazó con una efusividad desconocida. La sintió sollozar en su pecho y eso le preocupó, ¿por qué lloraba tanto? Después de un rato se calmó, mirando apenas la cercanía de ambos cuerpos. Nunca se habían abrazado de esa forma y admitía que el contacto con ella era muy acogedor. La sintió despegar su rostro de apoco, pero por alguna extraña razón no lo soltaba. Hōjō sintió un extraño retorcijón en el vientre que él supo entender a la perfección.

—L-lo siento…

—No hay por qué agradecer, Kagome —el corazón aún le latía fuerte—. Tú eres la escritora. —Sus ojos marrones eran como la gloria misma—. ¿Q-qué te parece si vemos una película? —le propuso, volviendo a sonreír para alejarse un momento de sus pensamientos.

—S-sí.

Los sentimientos de Kagome eran un mar enardecido que la estaban confundiendo de más. Sus ojos chocolate brillaban y casi podía sentir su expresividad. Todo en ella parecía nuevo, como nuevo cabello, nueva postura. Se sentó en el sofá de la sala y espero a que Hōjō le trajera las golosinas mientras veía la película. No podía creer que su libro ya tuviera una versión física, era increíble. No podía esperar para recibir los comentarios de sus lectores. En ese tiempo había creado un pequeño blog en donde compartía historias cortas que la gente había empezado a leer y que les gustaba. Últimamente había anunciado lo de su libro y la gente pareció emocionada con eso.

Moría por decirles que se estrenaría en breve.

—¿Quieres que ponga otra película? —Lo oyó decir, pero nunca la miró a la cara. No podía. Ella tampoco—. ¿Kagome?

—Sí —trató de sonreír, saliendo de su trance.

Ambos se dispusieron a tomar el control de la televisión al mismo tiempo, ocasionando un roce de manos que pareció quemarles la piel. Separaron sus extremidades al instante, desviando la vista y poniéndose rojos.

La atmósfera se había tornado densa. El silencio reinaba a excepción de la película que estaba rodando. Kagome sentía el corazón latiéndole en los oídos. De repente un calor enorme se había apoderado de su cuerpo. Miró a Hōjō apenas de reojo y soltó un suspiro, intentando aliviar el momento incómodo.

—M-me gustas… —soltó, con todos los sentimientos atorados en su garganta, queriendo ahogarlo— c-casi desde la primera vez que te vi, yo…

—¿Aun después de saberlo todo… —la declaración no la había tomado por sorpresa, pero sí le asombraba que siguiera sintiendo algo por ella aun cuando sabía todo su pasado— dices que te gusto?

Hōjō asintió, seguro, mirándola fijamente a los ojos. Él no esperaba una respuesta, porque sabía que por mucho que tal vez le gustara a ella, su corazón jamás le pertenecería. Hōjō veía sus ojos y al fondo, aún estaba latente su hermanastro InuYasha, eso lo podía sentir, sin embargo… no había podido evitar sentir todo aquello por ella.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la sintió tomarlo por el cuello y acercarse lentamente a su cara, con las mejillas muy rojas y la mirada algo perdida. Él sabía que jamás había besado a nadie más que no fuera su hermanastro por voluntad, así que frenó todos sus deseos por tomarla con fuerza cuando sintió sus labios unirse. Fue un beso de reconocimiento y lento, muy lento, casi sutil. Ella se acercó un poco más y exhaló cerca del rostro masculino.

No podía creer que había besado a otra persona… por voluntad. Ambos abrieron los ojos y fue un momento electrizante.

Tal vez se trataba del vino, o porque Hōjō realmente le gustaba, le atraía como hombre, como persona; era guapo, inteligente, amable y detallista. La había ayudado mucho desde que había llegado a Canadá y, aparte de todo, se había preocupado por hacerle un regalo tan bonito por su cumpleaños. También de seguro se trataba de que hacía más de un año que no ardía bajo las caricias de un hombre que ella deseara… el único había sido él: InuYasha.

Siempre él.

O quizás eran todas esas cosas juntas, pero no podía evitar sentir un dolor extraño en sus extremidades al ver lo penetrante que se había puesto la mirada de Rei.

Aún mantenía su mano en la nuca masculina y sentía el corazón latirle muy fuerte. En serio hacía mucho que sus sentidos no se nublaban así.

No lo pensó demasiado y de repente se colocó sobre él, obligándolo a recostarse en el mueble lo más que pudo. Le quemó la piel verlo exhalar con su gesto. ¿Qué era eso en su cuerpo? ¿Por qué esa adrenalina tan fuerte como si fuera la primera vez? Una corriente eléctrica le erizo todo el cuerpo cuando la mano grande y amplia de Hōjō subió por su muslo derecho y se metió por debajo de la falda de su vestido, alzándolo para darle más comodidad. Ella gimió, suave, pero gimió.

En ningún momento perdieron el contacto visual. Kagome sintió aquella mano caliente atrapar parte de su glúteo y a la otra sostenerla de la cintura. Exhaló de nuevo, tomándolo, retirando la extremidad hasta tenerla cerca de su cara. Le quitó el reloj y lo dejó a lado, sin importarle demasiado. Abrió la boca y lamió toda la palma masculina.

Ese gesto pareció haber encendido el mismísimo infierno. Hōjō llevó sus dedos a la pequeña boca femenina y casi toca el cielo cuando la vio recibirlos y succionarlos suavemente, con delicadeza.

Después de un par de segundos, sin decir una palabra, sin dejar de mirarse profundamente, sacó ambos dedos de la boca de Kagome y cuando, atrevido, los llevó directamente al centro humedecido y palpitante de la chica y la vio arquearse y temblar, supo que esa noche sería la mejor de toda su vida.

La mejor.

Continuará…


Un consejo para este capítulo: Miren más allá de lo que leen.

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Les prometo que me costó escribir este capítulo y ustedes pensarán que no es justo, que el InuKag no sé qué, pero cuando construyes un personaje que tienes que golpear tanto psicológicamente, creas una conexión con él y te duele todo; casi hablas con el personaje y sabes lo que quiere, lo que necesita.

No quiero que culpen a Kagome por después de más de un año de tanto, desear a otro hombre, tener aquellos sentimientos de agradecimiento y atracción. ¿Se imaginan? Aparte de InuYasha, Kagome no sabía qué era conocer a un hombre, sentirse atraída y desear besarlo, ¡la pobre ni siquiera sabía qué era eso! Y Kōga le creó un trauma que cuesta superar. Ella creció junto a InuYasha y de alguna manera el cariño y la cercanía siempre fueron innatos, pero esto es diferente. Quise darle a mi Kagome una experiencia de vida distinta, que disfrute, que se sienta libre, que sienta que avanzó.

Después de todo, antes estaba muy rota para InuYasha.

De cualquier manera, hay cosas que InuYasha se lleva y que creo que verán en el siguiente capítulo. Su primer libro es para él. Y no, InuYasha no es el padre del hijo de Rin, esa solo fue una conveniencia de trama para sacar a K de Japón.

Quise unirlos cuando lo único que quede entre ellos sea amor, cuando hayan vivido lo que tuvieron que vivir. Creo que cada uno se sana de forma distinta y esas son cosas que voy dejando claras en los siguientes 3 capítulos.

Hago toda esta aclaración porque sé que muchos estarán disgustados por esto, pero… el InuKag de Nota tiene un contexto muy distinto al de una pareja normal de otros universos, los personajes, individualmente, también tienen una construcción distinta.

Pido disculpas si todo esto no ha sido como ustedes esperan, pero sí ha sido lo que yo planeé y me alegra eso.

Amor eterno a cada persona que ha apoyado este fic, que no importa lo que pase, siempre tiene una esperanza, porque la hay. Al final del túnel todos van a sonreír uno a lado del otro y vivir su amor, como bien dice Kagome en el capítulo final de Nota: «desde el capítulo 1».

No sé cómo despedirme de estas notas de autor, debo aceptar que estoy algo nerviosa XDD

Si tienen alguna duda o insulto, mi página de Facebook está disponible, con toda confianza.

Las quiero un montón y me despido triste :c