72. Soluciones sobre la mesa

"Está acusada de distribución de material pornográfico de menores"

Para Carlisle, el dolor que le provocaba recibir esas palabras era proporcional al que tendría si le clavasen una puñalada en el pecho a sangre fría.

Y si él se sentía así, ya ni qué decir de la mujer que le acompañaba de copiloto. Ella mantenía el brazo apoyado en la división de la ventana y la puerta del vehículo mientras se cubría la cara con la mano, sin importarle mucho que el coche fuera dando pequeños bruces de vez en cuando y que pudiese golpearla al mínimo movimiento en falso. Su llanto se atenuaba cada pocos minutos y enseguida volvía a aumentar.

—Mer... o Esme todavía tenía 16 años en el vídeo. —Carlisle aprovechó uno de los momentos más calmados de Lillian para continuar su explicación—. Estaba emancipada, pero la ley de entonces y la actual en el Reino Unido no permiten que ejerciese ese tipo de trabajos antes de los 18 años. —Respiró hondo antes de continuar—. La pena normal para la distribución de este tipo de material suele ser de uno a tres años de cárcel y para su creación, de hasta doce...

—¡Rosalie todavía es una niña! —exclamó la pelinegra entre lágrimas.

—¿Y ese es el tipo de cosas que haría una niña? —replicó Carlisle manteniendo la mirada clavada en sus ojos—. Pregunto, Lillian. Porque si es así, entonces tenemos pensamientos muy diferentes en lo que concierne a la definición de niñez.

Ella trató de apaciguar su siguiente sollozo y Carlisle suspiró.

—Con un delito suficientemente grave podría ser juzgada como adulta e ir a un centro de menores —señaló él—. Pero aún así, estoy convencido de que no van a llegar tan lejos. La ley va a ampararla todo lo posible por ser tan joven, pero te lo digo para que conozcas el alcance que puede tener las travesuras de nuestra hija. Especialmente, porque ha implicado a muchos más en todo esto...

Llegaron a la estación de policía y llamaron al agente encargado del caso, que no tardó demasiado en aparecer.

Un policía de contextura delgada, alrededor de cuarenta y cincuenta años, estudió con sus orbes marrones a ambos padres.

—¿Quién la va a acompañar en el interrogatorio?

—Yo. —Carlisle no solo se ofrecía por ser abogado, sino porque Lillian a su lado no estaba en las mejores condiciones para lidiar con ello—. ¿Qué tal si te vas a echar un poco de agua?

Ella solo asintió e hizo caso, sin ganas de pensar. Se fue alejando por el pasillo en lo que Carlisle era acompañado por el agente Thompson hacia uno de los cuartos con la puerta abierta.

Y una vez cruzó el cuarto, cierta rubia se levantó como un rayo para lanzarse a sus brazos.

—¡Papá...!

Él la retuvo contra sí durante un momento, tratando de ayudarla a calmar el ligero llanto con el que expresaba su angustia. Por el bien de los dos, trató de eliminar con rapidez el nudo en la garganta formado por sus emociones como padre y la guió de vuelta a las sillas.

—Quiero que respondas con la verdad a todo lo que te pregunten, ¿de acuerdo? —le dijo en un susurro calmado—. Con palabras concisas. Recuerda, nunca más de lo necesario.

La rubia asintió. Entonces un agente entró, cerrando la puerta tras él, y se dirigió hacia Rose.

—Bien, esto va ir de la siguiente manera —anunció antes de proseguir—. Te voy a hacer una serie de preguntas que serán grabadas. "No estás obligada a decir nada, pero sé consciente de que puedes perjudicar tu propia defensa si no lo haces. A su vez, lo que respondas será un material confiado posteriormente al tribunal, así que ten en cuenta que todo lo que digas también puede presentarse como una prueba en tu contra".

Dicho de otro modo, estaba sujeta por todos los lados. A cualquiera le costaba asimilar la advertencia policial implícita en aquellas palabras y, para alguien de la edad de Rosalie, la dureza de la situación golpeaba mucho más sin importar cuales fuesen sus acciones.

La joven adolescente hizo caso, asustada, mientras trataba de acordarse que tenía a su padre al lado como un mínimo de consuelo mental.

Aunque ni con él presente iba a ser capaz de evitar el mal trago de lo que estaba por experimentar...

nnn

Carlisle llegó a su casa, agotado y exhausto mentalmente.

Rosalie no dijo una sola palabra desde su regreso. Ella sentía que la tensión no abandonaba su cuerpo, que el miedo no había hecho sino incrustársele en lo más hondo de su ser al no haber derramado ni una lágrima más en lo que duró aquel infierno. Porque cualquier reacción o gesto inconsciente que se le escapara, comportamiento que iba a quedar registrado en una cámara.

No había abandonado aquel estado ausente ni siquiera cuando su madre se había pasado manteniéndola en su regazo y acariciándole la cabeza, tal y como hacía para calmarla desde que era un bebé. En tales condiciones, Lillian la acompañó hasta la habitación que compartía con Alice al llegar a casa.

Tal vez incluso acabase durmiendo con ellas.

El rubio se dirigió a la cocina a prepararse un café, porque sin duda alguna lo iba a necesitar. Todo el trabajo que había dejado acumulado y las llamadas que no había hecho por estar ocupándose del asunto de Rosalie le iban a pasar factura.

Edward apareció por la puerta, ya en pijama y con pantuflas.

—¿Qué tal ha ido?

—Ya sabes —le contestó Carlisle mientras presionaba los botones de la cafetera—. Voy a suplicarle a Alice que sea la única de mis tres hijos que me conceda la alegría de no tener que ir a comisaría a por ella.

Edward frunció el ceño.

—¿Y yo cuánd...?

—La noche del nightclub con Bella. ¿Te has olvidado tan rápido?

Su hijo abrió la boca, pero acto seguido quedó levemente avergonzado.

—Exacto. —Carlisle suspiró—. Aunque más allá de acompañar a Rose en el interrogatorio, he hablado con el agente y me he enterado que mañana irán a declarar el detective privado al que pagó y... puede que Tyler. También tienen pendiente investigar el hombre que tenía las películas a mano.

Edward asintió.

—¿Entonces tú ya has acabado con esto?

La cafetera sonó y el rubio mayor fue a recoger la taza mientras se dirigía a la nevera a coger leche.

—No, mañana tendré que hacer al menos tres reuniones con padres y alumnos de carácter urgente —contestó Carlisle con frustración—. Las haremos en horarios distintos para que tengan disponibilidad de ir.

—¿Y el trabajo? Los miércoles es uno de los días más ocupados que tienes.

—Entre ayer y hoy me he distanciado demasiado de mis labores, sí —reconoció con pesar—. Creo que tendré que pasar el caso de los Bonheur a alguien más.

—¿El de Bonheur? —cuestionó Edward con asombro—. ¡Pero si ese es uno de tus mejores casos! Lo perseguiste durante muchísimo tiempo... Y llevas semanas dedicándote a él.

—Sí, perderlo va a ser una ruina en ambos sentidos —concordó Carlisle acabando de cerrar la nevera—. Pero qué le voy a hacer si la familia va primero.

Edward negó con la cabeza.

—No veo justo que tu trabajo tenga que verse afectado por las travesuras de Rosalie.

—Es lo que me toca como padre. —Carlisle removió el café de forma calmada—. Soy responsable de todos sus actos hasta que cumpla la mayoría de edad. Y tal vez incluso después.

El rubio menor siguió pensando.

—¿Y qué tan importante es tu presencia en las reuniones? —preguntó—. ¿No hay manera de que puedas... gestionar las cosas de otra manera?

—No —respondió su padre otra vez—. El director y yo vamos a pedir a los padres que firmen un contrato de confidencialidad para después explicar lo que ha pasado. El agente a cargo del caso irá con otros policías para poder interrogar a todos los chicos con la presencia de sus padres, y ellos tendrán que probar su inocencia a como dé lugar.

—¿Cómo la prueban?

—De la única manera posible. —Se encogió de hombros—. Solo se librarán del castigo a través de la cláusula de desconocimiento sobre el material que han recibido. Así que diciendo que no tenían ni idea de que el contenido incluía a una menor de edad, todo bien.

—¿Así de simple?

—Da gracias que la ley aquí tenga ese escape o esto sería una condena legal para la mitad de los alumnos.

Edward asintió.

—¿Y es necesario el contrato?

—Sirve para asegurarnos de que no divulguen la información que sepan mañana y que acabe saltando a la prensa —le explicó—. Ni al colegio ni al resto de padres les conviene algo que arriesgue su nombre y reputación en un escándalo público.

Edward recompuso su postura.

—¿Eso garantizará que los borren de sus móviles?

—Estoy seguro de que ninguno les va a quedar las ganas de no borrarlo en cuanto sepan a lo que se exponen.

Sin embargo, el adolescente no parecía conforme.

—¿Qué pasa si lo guardan en un pendrive o disco duro? —replicó—. Son demasiados alumnos como para que la policía vaya a registrar a sus casas uno a uno. ¿Y que les va a impedir que lo sigan distribuyendo a otras personas? ¿Quién va a impedir que esas otras personas lo hagan también?

—No lo sé, Edward. —Su padre se sentía con las manos atadas—. Como tú dices, la policía hace todo lo que puede y...

—Y tú haces un contrato en beneficio de tu imagen y de los demás, ¿pero quién ve por mí y por mi madre?

Carlisle le dirigió una mirada de incredulidad.

—Edward, esta situación os beneficia tanto a ti como a ella desde un primer moment...

—Ya, pero... de forma indirecta. —Él tensó la mandíbula—. Porque tu mayor motivación eres tú, ¿no? Defender a Rose sí, pero a mi madre y a mí... solo lo que se pueda.

—Las cosas no son así... ¡Edward...!

Pero él simplemente salió de allí.

nnn

—¿En verdad quieres estar solo?

Cuando se acercó a Edward en el césped, Bella se fijó en que los bordes de sus ojos estaban resecos y con manchas rojas, al igual que la comisura de sus labios y la punta de la nariz. Señales de que había llorado bastante.

Edward podría haber asentido a la pregunta, pero en su lugar miró de solsayo a la castaña que le dirigió la palabra. Llevaba la caída del cabello de la coleta más uniforme y un ligero flequillo de lado más recortado y bien moldeado a la forma de su rostro. La tarde anterior ya le avisó por chat que se iba a ir a que le cortasen las puntas.

—Puedes sentarte si te apetece.

Ella hizo eso y nada más, como si no quisiera hacer ningún movimiento en falso para molestarlo. Edward fue el que tuvo que rodar los ojos y pegarse más a ella para darle un leve pico en los labios como saludo.

—Me dijiste que hoy querías tu espacio... —le replicó Bella.

—Contigo dentro de él, claro.

Esas palabras le calentaron el pecho.

—Tu padre va a venir a la reunión de la tarde, ¿no?

Bella asintió.

—Sí, por las mañanas está ocupado.

Él se quedó pensativo.

—¿Le has dado detalles?

Ella esbozó una mueca.

—No, solo le he dicho que es algo que ha afectado a tu familia y que mantenga la mente abierta. —Bella miró hacia abajo mientras jugaba con el pie en el césped—. Ya lo estamos pasando suficientemente mal estos días con esto como para que ahora venga a marear la perdiz con su actitud.

—¿Crees que reaccionará mal?

Bella tomó una bocanada de aire.

—En situaciones normales, sí —admitió—. Pero con vosotros, la verdad es que no lo sé.

—Te aseguro que ya no puedo soportar más todo esto. —Edward bufó—. Estas cosas se esparce tan rápido como la pólvora.

Y entonces la castaña frunció el entrecejo.

—Edward...

—Y lo peor no es eso, sino que hasta puede quedar guardado en alguna nube y cuando los interroguen que se los dejen pasar para luego volver a descargar...

—¡Edward!

—¿Qué?

Ella lucía su típica expresión de sabionda.

—¿Y nunca has pensado en que otra cosa se esparce con tanta velocidad?

Él se la quedó mirando sin entender nada. Pero una vez lo hizo, podía asegurar que, por cosas como esas, amaba con locura su inteligencia.

A la hora del patio Jeremy, ella y Edward entraron a una de las salas de informática.

Jeremy era un buen estudiante y algo extravagante. Tenía dislexia, pero aun así, era todo un genio cuando de la informática se trataba. Bella y él hacían últimamente bastantes trabajos en la única asignatura que compartían y no dudó en ayudarla en cuanto le dijo lo que se le había ocurrido.

—Gracias por esto, en serio —murmuró Edward, ganándose un asentimiento por parte del chico de gafas.

—No es nada, lo hago con mucho gusto. —respondió—. Sé que lo pasaste mal, y me ha llevado verme unos cuantos tutoriales, pero a la vez ahora ya sabré qué hacer para cuando lo necesite.

Que fuera tan majo a pesar de ser reservado, era una de las cosas que ayudó a que comenzasen a ser bastante cercanos cuando Edward apenas ingresaba al colegio. Era el tiempo en que todos eran amigos de todos, ya que los niños construían su amistad a través de quedar en la casa de uno y otro para jugar a videojuegos.

Sin embargo, se fueron separando a medida de que crecieron. Y era una de las personas que menos esperaría que le estuviesen ayudando en momentos como el actual.

—¿Esa es la única forma de crear un virus informático?

Él miró en dirección a Bella cuando le habló, tal vez contemplándola más de lo necesario.

—No, hay varias dependiendo de qué tipo crees y para qué sitio —contestó con paciencia—. Si es para mail, WhatsApp o en archivos.

Y entre que que él les iba explicando todo, acabó de meter el virus en el vídeo de Esme descargado en mp4, y así la trampa quedó encubierta.

—Ya está hecho —anunció Jeremy con un deje de orgullo—. Ahora queda distribuirlo a los contactos que lo siguen teniendo.

—¿Y qué pasará?

—Fácil. Si lo abren, el archivo se copiará con el mismo mensaje a todos sus contactos, solo eso. Los morbosos no tendrán el contenido que deseaban y encima quedarán en evidencia. También podemos ver una forma de meterlo en la web para todos aquellos que se hagan quedado con las ganas de tenerlo. Se me ocurre que...

Edward escuchó atentamente a todo lo que mencionaba y ya no sabía qué decir, después de la gran ayuda recibida.

—Gracias.

El chico de gafas sonrió.

—Ahora solo necesito saber la contraseña del usuario general de los ordenadores del colegio para que me deje eliminar esto.

—Trae, yo la sé. —Y Bella se situó a su lado para poder acceder al ordenador.

Durante el tiempo en que vio a Jeremy hacer tanto para ayudarlos, Edward se planteó si él sería un buen candidato con quien volver a relacionarse. O eso pensó hasta que lo pilló mirándole los pechos a Bella en cuanto esta se inclinó hacia adelante, ya que desde ese ángulo él pudo apreciar su figura bajo el lateral de su hombro. Aquel gesto bastaba para garantizarle al rubio que cada vez que Jeremy levantaba la cabeza hacia ella, no la miraba precisamente a la cara...

Su amistad nunca fueuna opción.

—Bella, ya la escribo yo, tranquila.

La apartó con suavidad y la dejó detrás, antes de ponerse él en su lugar y dirigirle una mirada amenazadora al chico del ordenador.

—Ya está. —Acabó de escribir los dígitos y lo siguió detallando cuando volvió a enderezarse.

El chico de gafas pareció captar la advertencia implícita de Edward y se limitó a quedarse callado mientras Bella, detrás del todo, se quedaba sin entender nada.

nnn

Al llegar al colegio, Carlisle fue donde el director y acabaron de hacer las llamadas necesarias para las reuniones que iban a haber durante el día. Iban a ser cursos mezclados de acuerdo a la disponibilidad horaria de los padres... lo que en realidad hacía todo más complicado. Por un lado, cuadrar profesorado, por otro interrogatorios y acuerdos de confidencialidad. Pero al mismo tiempo, los propios padres y alumnos se agruparon por conocidos y personas de la misma clase, así que dentro de todo ellos establecían un orden determinado.

—Podrán empezar a pasar al auditorio una vez firmen los papeles en los que aseguran mantener esto en confidencialidad con la entidad escolar —añadió el director—. Para preservar la reputación de esta institución, el alumnado y evitar que se desate un escándalo público.

Y una vez acabó, se formó una fila debajo del escenario para los que iban a pasar a firmar los dosieres engrapados en unas cuantas hojas. Como primera en llegar, les tocó una madre dudosa.

—La mitad de nosotros ya sabemos por nuestros hijos lo que ha pasado. ¿De qué sirve firmar esto?

—Sirve para proteger la información nueva que contaremos —contó Carlisle con toda la tranquilidad que pudo—. Y créame que luego de saberla, me agradecerá tenerme a mí de soporte legal para este caso.

Ella entrecerró los ojos, desconfiada, pero acabó firmando sin tener de otra, antes de dejar paso a una pelirroja de pelo corto que apareció ante él cruzada de brazos.

—Yo también soy abogada.

—Defienda a su hijo entonces —se apresuró a decir el rubio—. Porque estoy seguro que en mi posición, haría lo mismo que yo.

Tuvieron un breve intercambio de palabras que acabó llegando al mismo punto de partida. Y después de que se leyese el acuerdo detenidamente y firmase, llegó una pelinegra de rizos cortos negros para situarse delante de la que tocaba y arrebatarle el bolígrafo de las manos al director.

—¿Están seguros de que será suficiente?

—Didyme.

La mujer sonrió, segura de sí misma como siempre había estado por las curvas que tenía.

—Las manos de periodista me pican, Carlisle.

—Pero esta vez las cláusulas son muy claras —le advirtió él—. Puedes leerte el dosier cuantas veces quieras, yo lo escrito y sé lo que he puesto.

Didyme lo examinó bajo su grisácea mirada y suspiró.

—Me fío de ti, faltaría más. —Se agachó y, después de ojearlo un poco, acabó de firmar en un abrir y cerrar de ojos—. Entiende, soy productora de una cadena televisiva. Esta noticia sería una bomba.

—Y desde este momento, ya no puedes divulgar nada —volvió a remarcar Carlisle con un gesto complaciente.

—Tienes razón, a partir de ahora no podré hacerlo.

La manera tan remilgona de hablar de cierta manera lo incitaba a querer reafirmar su posición. Pero el papel ya lo decía todo, así que se limitó a seguir atendiendo a las siguientes personas que pasaron, que bien mantenían las actitudes de las primeras o resultaban ser más pacíficas. Y cuando pasaron todos los padres de esa hora, entraron los hijos. Entre ellos se mezclaban de secundaria y Sixth Form, situándose de la mitad de las filas en adelante.

—Os hemos citado aquí, hoy, junto a vuestros padres por el tema del vídeo sexual que se estaba difundiendo desde el lunes —anunció Carlisle—. Un vídeo que circuló por WhatsApp, aclarando que se trataba de uno de los padres de uno de los alumnos, y que ha sido recientemente catalogado por la policía como pornografía infantil. —Se oyeron unos jadeos y cuchicheos enseguida—. Sí, sé que parece curioso, pero el término abarca a todo aquel contenido sexual explícito en el que aparezca un menor de dieciocho años. Y en este caso, la persona que aparecía, lo era.

Todos callaron un segundo, antes que una señora alzara la mano. Se le concendió el turno de palabra.

—Se dice que era la madre de su hijo.

—Y mi hija Rosalie fue la que lo distribuyó. —Para el rubio no fue fácil reconocerlo—. Pero no os he citado aquí por mi causa, sino porque esto va a afectar a muchos alumnos de este colegio. Como sabéis, el contenido del vídeo es ilegal y por eso se ha abierto un proceso, en el cual, los que habéis tenido algo que ver tenéis que declarar. Solo por el simple hecho de haberlo recibido ya se puede considerar estar relacionados.

—¿Entonces todos somos culpables?

Esta vez fue un alumno que alzó la voz sobre la explicación de Carlisle.

—La policía os interrogará a todos y cada uno de vosotros en vista de que no hay nadie que no haya estado involucrado con el vídeo ya —respondió él—. La única manera de que seáis o no acusados con algún cargo depende de lo que podáis probar. Sé que es una posición dura pero es lo que hay, así que, por vuestro propio bien, os pido que cooperéis con ella para volver a la misma normalidad cuanto antes.

Los adolescentes se revolotearon en sus asientos. Algunos cundiendo ya en el pánico, otros queriendo hacer la broma que todos se lo estaban tomando demasiado en serio para lo que iba a acabar siendo, según su perspectiva.

—Esto es increíble —exclamó una mujer en el público, ganándose la atención de todos.

Carlisle entrecerró los ojos.

—¿Hay algo que le gustaría compartir con nosotros?

—No entiendo por qué nuestros hijos tienen que pagar por algo que la tuya, y solo la tuya, es responsable.

Todo el mundo hizo un silencio para que luego pequeños murmullos alrededor empezaran a darle la razón.

—A mí también me hubiese gustado que no hubiesen problemas, o que mis problemas no interfiriesen en la vida de nadie —mencionó Carlisle—. Pero yo tampoco les puse un arma en la cabeza a ninguno de sus hijos para que les llamase la atención el morbo de ver y compartir ese vídeo.

La madre abrió los ojos y luego pareció con ganas de refutar, pero no se le ocurrió nada. Sí lo hizo la de al lado tras levantar la mano.

—¿Y los que no han visto o compartido nada? —inquirió—. Porque mi hija...

Carlisle suspiró.

—Acabaran rápido el interrogatorio —le aseguró—. Pero aunque no tengan ninguna evidencia consigo, tendrán que mencionar si sabían de alguien que lo tenía o si ha comentado acerca de él en algún momento. Y si su hija se reúne con un grupito de amigos o amigas de su edad, igual de curiosos e interesados por los rumores y por el tema, lo difícil sería que no hubiese pasado.

—¿Pero y ese contenido realmente se considera... como tal? —preguntó otra madre—. Porque esa mujer en el tiempo actual ya es una adulta.

—Y supongo que la fotografía de un niño en 1945 también pertenecería a una persona anciana en la actualidad —respondió Carlisle—. Pero eso no quita a que el cuerpo de la imagen sigue siendo un niño, y exponer su imagen sin ropa o conductas sexuales a tan temprana edad, sería ilegal. La ley protege la exposición del menor dentro del contenido originado, not otra cosa.

Carlisle dejó que pasaran unos segundos de silencio entre la queja y su discurso. Nadie más dijo nada, así que aprovechó la oportunidad para continuar.

—Dicho esto, ahora los padres que tengan hijos menores de edad tendrán que pasar con ellos a un interrogatorio con los agentes —continuó Carlisle—. Habrá que entrar por turnos, y los alumnos que ya tengan dieciocho años cumplidos pueden entrar solos.

Tras lo propio el director mencionó unas palabras más para reafirmar a los padres que siguieran el protocolo acordado.

Y por el resto del día, Carlisle no hizo otra cosa que preparar las charlas, tratar de darse minutos de calma cuando podía y pasar en alguna que otra interrogación de emergencia o problemática con el adolescente en cuestión.

No tuvo tiempo para salir del colegio y acabó terminando una bandeja de comida en el mismo sector del comedor que quedaba reservado para los profesores.

"Porque tu mayor motivación eres tú, ¿no? Defender a Rose sí, pero a mi madre y a mí... solo lo que se pueda."

Se cogió la cabeza entre las manos mientras pensaba en las palabras de Edward, enlazándolas al juicio.

Realmente estaba tratando de defender dos bandos contrarios, a tres individuos diferentes con intereses que deberían estar opuestos. Ni él mismo sabía qué estaba haciendo... Y por suerte, Mer no había presentado cargos adicionales contra Rosalie. Se lo tenía que agradecer en persona.

De la nada su móvil timbró y se fijó que era una llamada del agente policial del caso.

—¿Diga?

—Tengo un problema con uno de los interrogatorios —mencionó. Y como ese, habían habido varios durante la mañana—. Hay una alumna que se niega a proceder sin antes consultárselo al abogado Cullen. Al parecer, le tiene bastante confianza.

Carlisle se quedó extrañado.

—¿De quién se trata?

—Dice que su nuera. —Se escuchó un chillido de protesta, antes de hacer al hombre farfullar con desgana—. Es lo mismo.

—Ya voy para allá.

Y sin más, se levantó de su sitio para buscar la sala donde se suponía que estaba la Bella rebelde que tan difícil le resultaba de imaginar.


💎Qué pasará con Bella, ¿no? 👀 Carlisle está con una carga mental muy grande encima también... Aunque por suerte, Edward ya encontró una manera de controlar lo que le preocupaba (no sin sentir celos de por medio, claro).

💎¡Hola! 😊 Tenía pensado actualizar antes, pero no pude. FanFiction se me ha estado congelando cada vez que intentaba editar u.u Sorry por haberme demorado. 😓 Estamos en un momento intenso, de partes largas... (este es como dos caps en uno realmente) lo que de cierta forma compensa... ❤️ y lo que falta todavía. 😎

💎En el siguiente capítulo se tocará mucho el tema legal. Llega el juicio y se aproximan nuevas bombas. 💣 (Sí, porque aunque los personajes estén con los nervios a flor de piel, la acción no para de avanzar) . 🙊

💎Kisses! 😘😘😘